Psicologia

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Nos adentramos en la compresión del mito de Narciso, el mismo que da nombre a la personalidad narcisista tan común en la cultura contemporánea actual.  

Entender el mito de Narciso, su castigo y su transformación (narrada en las Metamorfosis de Ovidio, obra cumbre de la cultura clásica) nos acerca a esa personalidad de la que toma su nombre: la del narcisista. Era narciso un joven despreocupado y dotado de una gran belleza que acaba olvidándose de todo para centrarse en un solo reflejo. Con un ego indomable y acostumbrado a hacer su voluntad sin pararse a calibrar el daño causado, el amor a sí mismo (descontrolado y desmesurado) acaba liquidándolo. Aunque personajes de este tipo los ha habido desde el inicio de los tiempos (y con frecuencia parapetados bajo una máscara), la sociedad contemporánea occidental es caldo de cultivo para los narcisos de todo tipo. Entran dentro del grupo de las personas tóxicas, aquellas (reduciendo mucho) que son incapaces de ponerse en los zapatos de los demás. Suelen ser las mismas que dejan en el ambiente su rastro de calumnias, injurias, medias verdades, chismes y manipulaciones. Las redes sociales, la cultura de la apariencia y la falta de empatía hacen el resto. Pero vayamos por partes. 

¿Quién era el protagonista en el mito de Narciso de la cultura clásica? 

La historia nos cuenta que el joven Narciso, dotado de una gran belleza, gracia y agilidad, es deseado por jóvenes de ambos sexos. Sin embargo, él desdeña a todos por no considerarlos a la altura de sus dones físicos y se concentra en su pasatiempo preferido: la caza. Así se va alejando de la muchedumbre alimentando cada vez más un ego que le hace verse superior a los demás. De entre todos aquellos que se enamoran del aspecto externo del protagonista del mito de Narciso hay una que sobresale: la ninfa Eco. Esta reclama el amor del joven pero, desafortunadamente, es rechazada (como a todos los demás). Tal es la pena de la ninfa que esta comienza a vagar por los bosques, perdida, hundida y humillada sin encontrar gusto para nada. Tanto es su dolor que termina desapareciendo, como diluyéndose entre los árboles, los ríos y las flores. El mito de Narciso nos dice que Eco, consumida por la pasión, queda reducida a su voz y esta solo es capaz de repetir los que otros dicen. No puede haber fin y muerte más cruel. 

Tras la metamorfosis de la ninfa entra en escena Némesis, a la sazón diosa de la venganza. Es la única que se digna a escuchar las súplicas de la desdichada enamorada y decide castigar al esquivo Narciso. Y lo hace dándole de su propia medicina, devolviéndole su amor propio desmedido y patológico. Así, hace que una de las presas que el bello muchacho se disponía a cazar se dirija hacia un estanque cristalino y transparente. El joven se acerca a la lámina de agua la cual, por su naturaleza, actúa como un espejo y allí ve su reflejo.  

El flechazo es inmediato pero no de la ninfa Eco o de cualquier otra criatura. El mito de Narciso nos dice que el muchacho se enamora de su misma imagen. Tanto es el ardor que su belleza le produce que se agacha para intentar besarla. Debe inclinarse para llegar hasta el estanque, momento inmortalizado por Caravaggio, uno de los mejores artistas del Renacimiento italiano, en el cuadro que abre este artículo. La leyenda nos da detalles y nos dice que, al intentar besar su reflejo sobre el agua, se inclina tanto que se precipita hacia al fondo hasta ahogarse. Para que sirviera de recuerdo y aviso a los mortales, los dioses permitieron que su cuerpo no desapareciera. Así, realizan una metamorfosis en otro elemento natural, en una de las flores más bellas:  el narciso. Esta, además, nos indica ese momento fatal en el que el ego obnubila las capacidades del joven hasta aniquilarlo. 

El mito de Narciso en la cultura occidental 

La versión más conocida (y la más antigua conservada) del mito es la referida por Ovidio en las Metamorfosis. El mito clásico nos viene a decir (y a advertir) que el amor que siente Narciso por sí mismo puede ser una maldición. Y lo es porque no se da al otro y se queda encerrado alimentando un ego que no tiene fin. Es un amor egoísta y, por tanto, impuro. Esta lectura del mito es la que perduró en la cultura occidental hasta, prácticamente, los avances del psicoanálisis con el doctor Freud.

Con el psicoanálisis freudiano el mito de Narciso es, de nuevo, retomado, analizado, revisitado y releído. Así, para el padre de la psicología, el narcisismo es el estado primario del ser humano, aquel que se produce cuando éste se encuentra en el seno materno. Esto es, pertenece al inconsciente. Este estado se rompe con el nacimiento y se manifestará durante toda la vida del individuo en forma de una constante pugna entre los deseos del yo y las obligaciones impuestas en su obligada e imprescindible relación con el mundo exterior.

El narcisismo, para los primeros psicoanalistas, choca frontalmente con las leyes sociales y naturales que se le imponen a todo individuo pero, al mismo tiempo, es necesario, para el desarrollo de manera normal y sana de la personalidad. Los primeros psicoanalistas clasificaron, así, el narcisismo en dos tipos: el “patológico” y el “óptimo”. El patológico sería aquel que impidiera al individuo un normal desenvolvimiento en la sociedad, al encerrarse en su propio interior, en su propio yo de forma, a menudo, dolorosa.  

Según los primeros psicoanalistas, este tipo de patología la sufrirían, en su forma más extrema, los enfermos mentales graves. Por otro lado, el narcisismo “óptimo” sería aquel que, sin renunciar a un egocentrismo suave, a una conciencia del propio ego -del yo versus los otros- no impide a la persona en cuestión relacionarse con el mundo que le rodea. Sería lo que en la psicología moderna se conoce como conciencia madura de la alteridad.

El mito de Narciso en una lectura contemporánea  

Esta visión, sin embargo, ha sido superada por la psicología moderna más concentrada en aportar armonía y serenidad de forma más práctica e inmediata. Hoy el narcisista forma parte de la llamada triada oscura de la personalidad, la misma que conforma ese saco informe rotulado con la generalidad de gente tóxica. Se han clasificado sus efectos perversos especialmente sobre personas de autoestima baja siempre en busca de refuerzo y empoderamiento externos. El cenit llega con la madre narcisista, la progenitora incapaz de amar a nadie que no sea ella misma, ya que esta personalidad es el germen certero para levantar una familia tóxica. Y este es el caldo de cultivo perfecto para generar infelicidad por todos los lados, a igual que la ninfa Eco se consume repitiendo las voces de todos aquellos que se adentran en el bosque. 

A Narciso y a los que entran en sus características emocionales no le interesa nadie que no sea, no ya su propia esencia, sino el reflejo hermoso de una ilusión. Por eso, es frecuente que el narcisista se revista de una máscara de supuesta perfección formal o social. Sin embargo, detrás solo se encuentra un ser desvalido incapaz de darse al otro. Aunque ciertas corrientes de pensamiento contemporáneas nos invitan a la conmiseración con estas personalidades (un punto que siempre hay que tener en cuenta indudablemente), los herederos del mito de Narciso, sin embargo, son expertos en ir creando confusión y un reguero de dolor. Y es aquí donde tenemos que estar precavidos con estas personalidades. Por un lado, para no resbalarnos, como el joven del mito, por un estanque que nos arrastre a la muerte obnubilados por un reflejo. Y, por el otro, para no sucumbir a los desdenes de este tipo de personalidades, como la ninfa Eco, condenada a repetir las voces de otros. El narcisista, en esencia, es incapaz de darse al amor y la generosidad.  

Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla

 

 

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Nos adentramos en la compresión del mito de Narciso, el mismo que da nombre a la personalidad narcisista tan común en la cultura contemporánea actual.  

Entender el mito de Narciso, su castigo y su transformación (narrada en las Metamorfosis de Ovidio, obra cumbre de la cultura clásica) nos acerca a esa personalidad de la que toma su nombre: la del narcisista. Era narciso un joven despreocupado y dotado de una gran belleza que acaba olvidándose de todo para centrarse en un solo reflejo. Con un ego indomable y acostumbrado a hacer su voluntad sin pararse a calibrar el daño causado, el amor a sí mismo (descontrolado y desmesurado) acaba liquidándolo. Aunque personajes de este tipo los ha habido desde el inicio de los tiempos (y con frecuencia parapetados bajo una máscara), la sociedad contemporánea occidental es caldo de cultivo para los narcisos de todo tipo. Entran dentro del grupo de las personas tóxicas, aquellas (reduciendo mucho) que son incapaces de ponerse en los zapatos de los demás. Suelen ser las mismas que dejan en el ambiente su rastro de calumnias, injurias, medias verdades, chismes y manipulaciones. Las redes sociales, la cultura de la apariencia y la falta de empatía hacen el resto. Pero vayamos por partes. 

¿Quién era el protagonista en el mito de Narciso de la cultura clásica? 

La historia nos cuenta que el joven Narciso, dotado de una gran belleza, gracia y agilidad, es deseado por jóvenes de ambos sexos. Sin embargo, él desdeña a todos por no considerarlos a la altura de sus dones físicos y se concentra en su pasatiempo preferido: la caza. Así se va alejando de la muchedumbre alimentando cada vez más un ego que le hace verse superior a los demás. De entre todos aquellos que se enamoran del aspecto externo del protagonista del mito de Narciso hay una que sobresale: la ninfa Eco. Esta reclama el amor del joven pero, desafortunadamente, es rechazada (como a todos los demás). Tal es la pena de la ninfa que esta comienza a vagar por los bosques, perdida, hundida y humillada sin encontrar gusto para nada. Tanto es su dolor que termina desapareciendo, como diluyéndose entre los árboles, los ríos y las flores. El mito de Narciso nos dice que Eco, consumida por la pasión, queda reducida a su voz y esta solo es capaz de repetir los que otros dicen. No puede haber fin y muerte más cruel. 

Tras la metamorfosis de la ninfa entra en escena Némesis, a la sazón diosa de la venganza. Es la única que se digna a escuchar las súplicas de la desdichada enamorada y decide castigar al esquivo Narciso. Y lo hace dándole de su propia medicina, devolviéndole su amor propio desmedido y patológico. Así, hace que una de las presas que el bello muchacho se disponía a cazar se dirija hacia un estanque cristalino y transparente. El joven se acerca a la lámina de agua la cual, por su naturaleza, actúa como un espejo y allí ve su reflejo.  

El flechazo es inmediato pero no de la ninfa Eco o de cualquier otra criatura. El mito de Narciso nos dice que el muchacho se enamora de su misma imagen. Tanto es el ardor que su belleza le produce que se agacha para intentar besarla. Debe inclinarse para llegar hasta el estanque, momento inmortalizado por Caravaggio, uno de los mejores artistas del Renacimiento italiano, en el cuadro que abre este artículo. La leyenda nos da detalles y nos dice que, al intentar besar su reflejo sobre el agua, se inclina tanto que se precipita hacia al fondo hasta ahogarse. Para que sirviera de recuerdo y aviso a los mortales, los dioses permitieron que su cuerpo no desapareciera. Así, realizan una metamorfosis en otro elemento natural, en una de las flores más bellas:  el narciso. Esta, además, nos indica ese momento fatal en el que el ego obnubila las capacidades del joven hasta aniquilarlo. 

El mito de Narciso en la cultura occidental 

La versión más conocida (y la más antigua conservada) del mito es la referida por Ovidio en las Metamorfosis. El mito clásico nos viene a decir (y a advertir) que el amor que siente Narciso por sí mismo puede ser una maldición. Y lo es porque no se da al otro y se queda encerrado alimentando un ego que no tiene fin. Es un amor egoísta y, por tanto, impuro. Esta lectura del mito es la que perduró en la cultura occidental hasta, prácticamente, los avances del psicoanálisis con el doctor Freud.

Con el psicoanálisis freudiano el mito de Narciso es, de nuevo, retomado, analizado, revisitado y releído. Así, para el padre de la psicología, el narcisismo es el estado primario del ser humano, aquel que se produce cuando éste se encuentra en el seno materno. Esto es, pertenece al inconsciente. Este estado se rompe con el nacimiento y se manifestará durante toda la vida del individuo en forma de una constante pugna entre los deseos del yo y las obligaciones impuestas en su obligada e imprescindible relación con el mundo exterior.

El narcisismo, para los primeros psicoanalistas, choca frontalmente con las leyes sociales y naturales que se le imponen a todo individuo pero, al mismo tiempo, es necesario, para el desarrollo de manera normal y sana de la personalidad. Los primeros psicoanalistas clasificaron, así, el narcisismo en dos tipos: el “patológico” y el “óptimo”. El patológico sería aquel que impidiera al individuo un normal desenvolvimiento en la sociedad, al encerrarse en su propio interior, en su propio yo de forma, a menudo, dolorosa.  

Según los primeros psicoanalistas, este tipo de patología la sufrirían, en su forma más extrema, los enfermos mentales graves. Por otro lado, el narcisismo “óptimo” sería aquel que, sin renunciar a un egocentrismo suave, a una conciencia del propio ego -del yo versus los otros- no impide a la persona en cuestión relacionarse con el mundo que le rodea. Sería lo que en la psicología moderna se conoce como conciencia madura de la alteridad.

El mito de Narciso en una lectura contemporánea  

Esta visión, sin embargo, ha sido superada por la psicología moderna más concentrada en aportar armonía y serenidad de forma más práctica e inmediata. Hoy el narcisista forma parte de la llamada triada oscura de la personalidad, la misma que conforma ese saco informe rotulado con la generalidad de gente tóxica. Se han clasificado sus efectos perversos especialmente sobre personas de autoestima baja siempre en busca de refuerzo y empoderamiento externos. El cenit llega con la madre narcisista, la progenitora incapaz de amar a nadie que no sea ella misma, ya que esta personalidad es el germen certero para levantar una familia tóxica. Y este es el caldo de cultivo perfecto para generar infelicidad por todos los lados, a igual que la ninfa Eco se consume repitiendo las voces de todos aquellos que se adentran en el bosque. 

A Narciso y a los que entran en sus características emocionales no le interesa nadie que no sea, no ya su propia esencia, sino el reflejo hermoso de una ilusión. Por eso, es frecuente que el narcisista se revista de una máscara de supuesta perfección formal o social. Sin embargo, detrás solo se encuentra un ser desvalido incapaz de darse al otro. Aunque ciertas corrientes de pensamiento contemporáneas nos invitan a la conmiseración con estas personalidades (un punto que siempre hay que tener en cuenta indudablemente), los herederos del mito de Narciso, sin embargo, son expertos en ir creando confusión y un reguero de dolor. Y es aquí donde tenemos que estar precavidos con estas personalidades. Por un lado, para no resbalarnos, como el joven del mito, por un estanque que nos arrastre a la muerte obnubilados por un reflejo. Y, por el otro, para no sucumbir a los desdenes de este tipo de personalidades, como la ninfa Eco, condenada a repetir las voces de otros. El narcisista, en esencia, es incapaz de darse al amor y la generosidad.  

Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla

 

 

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La teoría de las constelaciones familiares (y ya adelanto) está considerada, en la actualidad, como pseudociencia. Entonces, ¿si es así por qué nos entretenemos en entender sus entresijos con un artículo, por lo demás, que ha quedado bastante largo? La respuesta, aparte de personal, también tiene que ver con el interés que suscita en un grupo mayoritario de población que busca en los árboles familiares respuestas a un dolor profundo e inexplicable. Pero vamos al principio, el término (la descripción del mismo y el proceso de sanación) fue propuesto, por primera vez, por el teólogo Bert Hellinger (1925-2019). Y, a pesar de ese marchamo de poco científico, ha sido estudiado posteriormente por un amplio número de psicólogos que lo han llevado a la práctica con acierto sobresaliente entre descendientes del Holocausto o de dramas familiares complejos, por poner solo dos ejemplos extremos.

¿En qué se basan las constelaciones familiares? 

La teoría postula que gran parte de los males (también las bondades pero esto no lo investiga la persona que es bendecida con regalos emocionales de sus ancestros) se debe a la repetición transgeneracional de patrones impuestos por los antepasados del clan. Esta aseveración por sí (más cercana a la magia que a la psicología) es la que la ha marcado negativamente desde sus inicios por parte de los terapeutas más ortodoxos. Sin embargo, ni nace de la nada ni de la iluminación, ya que, en verdad, buena parte de la creación humana se levanta con todo aquello que le ha precedido. En este sentido y para poner un poco de orden, nada más comenzar el siglo XX, Sigmund Freud puso sobre la mesa el nombre de inconsciente. Abrió así las puertas a la investigación de ese conocimiento oscuro y desconocido que se produce en los recovecos más recónditos de la psique y del espíritu. La interpretación de los sueños con su lenguaje de mitos y símbolos fue la primera herramienta de curación de los desajustes emocionales . Comienza de esto modo la sanación psicológica (con sus sesgos y matices por supuesto) a la par que propicia una revolución artística abanderada por el surrealismo. Con Freud, la persona dejó de entenderse como un ser inmutable y se empezaron a abrir las puertas de una complejidad que se escapa a la mente racional. 

Décadas más tarde, uno de sus discípulos, Carl Gustav Jung supera al maestro con la teoría del inconsciente colectivo, una serie de mecanismos, conocimientos y normas expresadas a través de símbolos comunes a la humanidad. Y saltándonos décadas de investigación y reduciendo muchísimo, la genética, a finales del siglo XX, demostró que hay dos movimientos: uno de repetición de patrones (que permite que nuestro bebé se parezca más a nosotros que a un perrito, por poner un ejemplo extremo) y otro de modificación. Este último es tan interesante que, con el nombre de epigenética, se está llevando a cabo estudios de todo tipo desde la transformación a nivel celular debido a la contaminación hasta (volvemos a reducir mucho) la que se produce por la fuerza de voluntad. Ya está demostrado que las células cerebrales tienen tal plasticidad que siguen modificándose en la edad adulta creando nuevas conexiones y abriendo puertas de conocimiento a la persona que se entrena en ello. 

La teoría de constelaciones familiares se alimenta de todo este conocimiento y propone que los traumas (como los rasgos genéticos físicos) se heredan a nivel inconsciente. De este modo, los fracasos, humillaciones, persecuciones, pérdidas económicas o secretos inconfesables pasan de generación en generación condenando, de cierta manera, a los individuos a repetir el patrón familiar. Contra esta fuerza centrífuga que une cada alma a un árbol familiar se impone una fuerza cercana a la epigenética que, en esencia, se activa con el conocimiento de la verdad del clan y el propósito de no dejarse arrastrar por esa espiral de traumas.  

¿Las constelaciones familiares solo sirven para conocer el trauma? 

Continúo diciendo que la teoría y su práctica de sanación tendrá uno u otro resultado según sean las manos (o la sabiduría) de quien la use. Si damos con un psicoterapeuta experto, experimentado y sensible, no va a dejar nunca de lado la historia intrafamiliar del que tiene enfrente. Porque, sencillamente, de lo contrario no podrá culminar nunca la sanación. Ahora bien, al recurso de las constelaciones familiares pocas veces recurren personas que llevan una vida balanceada desde el punto de vista espiritual. Aunque estén repitiendo patrones familiares, si estos se viven con amor, respeto y plenitud, ni se plantean saber de dónde vienen esos mandatos. Todo consistirá en disfrutarlos o asimilarlos en mayor o menor grado. El asunto se vuelve espinoso cuando la persona que recurre a la teoría de las constelaciones familiares proviene de un hogar roto, de clanes que arrastran secretos inconfesables (y cuyos hilos se escapan en retazos de conversaciones), de culpas compartidas (por infinidad de pecados), de vergüenzas o de duelos no superados por pérdidas de todo tipo (desde muertes tempranas hasta ruinas económicas pasando por procesos de victimización diversos). Buena parte de los individuos que crecen en estos hogares desarrollan una baja autoestima y, por tanto, son más susceptibles de caer presos de manipulaciones de todo tipo. 

Por tanto, son en estos árboles familiares donde crecen individuos que no acaban de encontrar un acomodo feliz en este mundo. Y no hace falta recurrir a la magia de fantasmas familiares para explicar estos procesos más allá de las constelaciones familiares. Las familias tóxicas repiten patrones conductuales aprendidos, obligando a caer a los nuevos miembros en las mismas repeticiones de sus antepasados. Así, un niño criado por una madre narcisista (que a su vez también recibió esa educación o mandato) volverá a hacer lo mismo que se le enseñó con la familia que llegue a crear. De igual modo, los clanes inmersos en la pobreza vuelven a repetir una y otra vez las mismas acciones entrando en una espiral que no les permite el más mínimo crecimiento espiritual y avance material. Ese movimiento casi compulsivo de recrear las acciones que otros hicieron les lleva, incluso, a excluir del grupo al que se atreve a la diferencia, a la imaginación o a la búsqueda más allá de los límites establecidos. En árboles familiares apegados a la tradición (lee el mandato de los ancestros) es frecuente que, para liberarse de todo ese peso, no tengan reparo en acudir a la figura del chivo expiatorio. Este, a pesar de las culpas con las que se le hace cargar, si es consciente de los desbarajustes de su árbol familiar, se le ofrece, a la par, la oportunidad de la libertad. Eso sí, el precio a pagar es la más absoluta soledad. Habrá quien, con gusto, entregará esta moneda como peaje hacia la felicidad. 

¿Cómo se realizan las constelaciones familiares de manera adecuada?  

Vuelvo de nuevo al principio y recuerdo que todo dependerá del terapeuta. Si has llegado hasta un charlatán que utiliza procesos mágicos (aunque estos también están demostrados que, en distintas circunstancias, pueden ser sanadores), quizás te meta en un camino de confusión más que de iluminación. Estos principios utilizan las figuras familiares cercanas o ancestrales (abuelos, bisabuelos o incluso anteriores) para encontrar el patrón conductual con el que más te identificas. Ni que decir tiene que no se trata de que tengas una sesión de espiritismo con el fantasma de un antepasado sino que, cuando se hace bien, el conocimiento de los modos vivenciales familiares propios te hace ver qué es lo que está en desarmonía en ti. Dicho esto, si el terapeuta que te guía por este camino tiene pericia y sensibilidad, te abrirá puertas que te darán luz sobre mandatos aprendidos que no tienes por qué repetir y mucho menos si eres infeliz o vas en busca de una libertad imposible con esta carga emocional.  

Por tanto, si el psicoterapeuta introduce los conocimientos del árbol familiar con todas las historias de desamor, traiciones, pérdidas y secretos (lo más grave) en el proceso de sanación de la manera adecuada, las constelaciones familiares serán de gran ayuda. Y la manera adecuada es siempre sin sectarismo (que también lo hay y mucho en la práctica psicológica), combinándola con otras técnicas y, en esencia, con una perspectiva global del dolor anímico. 

¿Son peligrosas las constelaciones familiares y el conocimiento que ofrecen? 

El conocimiento es siempre liberador y es el primer paso para abrirse en la selva de la confusión. Otro asunto más espinoso es el dolor que produce el momento en el que se abre los ojos, el darse cuenta, el entender… Cuando se llega a ese punto, en el que cualquier información puede lastimar es cuando la mayoría de las personas abandonan una terapia que está funcionando. ¡Ojo! Ahora en este punto es cuando hay que estar alerta y no confundir el dolor que produce el reconocer la verdad con otro muy distinto que llega de la manipulación de terapeutas malintencionados. Como norma general, el que quiere tu bien, llegará a un punto que te dejará mucho mejor que estabas, con herramientas emocionales. Estas te permitirán que inicies un camino de sanación en soledad (en esencia y en lenguaje corriente, sin seguir pagando consultas innecesarias). Por el contrario, el manipulador querrá que sigas eternamente abonando tarifas sin fin en post de una iluminación que tú verás cada día más lejana. 

Desafortunadamente, el trabajo con las constelaciones familiares se presta a este tipo de timadores (hay que poner la palabra) que son capaces de reconocer de un vistazo (como los psicópatas) los daños emocionales producidos por las familias de quienes tienen enfrente. Sin embargo, hay un motivo para la esperanza, ya que también hay buenos psicólogos clínicos con gran pericia que utilizan los árboles familiares (en combinación con otras técnicas) para ahondar en el dolor que hay que sacar con el fin último de la sanación.  

¿Y si te conviertes en el ancestro que sanó?  

Ahora viene la pregunta del millón: ¿cómo sé que tras la terapia algún resorte emocional dentro de mí se activó y ha comenzando el cambio? Es tan fácil como responder (o incluso hacerse) esta pregunta. Si te has metido en esta maraña y has encontrado algún ancestro con el que te identificas y has podido imprimir en el inconsciente una alianza distinta contigo mismo, vas por el buen camino. En este caso, la comunicación con el ancestro con el que sientes afinidad se asemeja a la que podemos hacer con nuestro niño interior, con nuestra alma, con ese punto iluminado que está cubierto con capas oscuras en forma de miedos, prejuicios, cobardías y dolor.  

En este caso, si sigues ese camino de búsqueda hacia tu libertad (imprescindible para la serenidad y, en último extremo, la felicidad), te convertirás en el ancestro que sanó. Esto es, todos tus actos, miradas, conocimiento y amor se van a desplegar libre de cargas emocionales hacia tu descendencia. Es tan fácil (y tan complicado a la vez) como cambiar el modo de sentir y de estar en el mundo liberando al linaje por venir de duelos sin resolver, dramas ocultos o pérdidas dolorosas que, de manera inconsciente, llevamos con nosotros y que se transmiten a las nuevas generaciones. En este caso, te convertirás en el ancestro que será la inspiración para otros, aquellos que están por venir de cualquier manera, ya sea de forma biológica o emocional. Al entender cómo funcionan la indefensión aprendida, los comportamientos tóxicos, las manipulaciones y las lealtades familiares inconscientes, te liberarás de cargas que no necesitas ni tú ni los que te rodean (o lo harán en un futuro). De este tipo de personas inspiradoras está repleta la historia de los pioneros, aquellos que abrieron mundos allí donde el resto se empeñaba en repetir porque sí, sin más explicación o razonamiento. Recuerda que de todo esto también tratan las constelaciones familiares. 

 

Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla

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La teoría de las constelaciones familiares (y ya adelanto) está considerada, en la actualidad, como pseudociencia. Entonces, ¿si es así por qué nos entretenemos en entender sus entresijos con un artículo, por lo demás, que ha quedado bastante largo? La respuesta, aparte de personal, también tiene que ver con el interés que suscita en un grupo mayoritario de población que busca en los árboles familiares respuestas a un dolor profundo e inexplicable. Pero vamos al principio, el término (la descripción del mismo y el proceso de sanación) fue propuesto, por primera vez, por el teólogo Bert Hellinger (1925-2019). Y, a pesar de ese marchamo de poco científico, ha sido estudiado posteriormente por un amplio número de psicólogos que lo han llevado a la práctica con acierto sobresaliente entre descendientes del Holocausto o de dramas familiares complejos, por poner solo dos ejemplos extremos.

¿En qué se basan las constelaciones familiares? 

La teoría postula que gran parte de los males (también las bondades pero esto no lo investiga la persona que es bendecida con regalos emocionales de sus ancestros) se debe a la repetición transgeneracional de patrones impuestos por los antepasados del clan. Esta aseveración por sí (más cercana a la magia que a la psicología) es la que la ha marcado negativamente desde sus inicios por parte de los terapeutas más ortodoxos. Sin embargo, ni nace de la nada ni de la iluminación, ya que, en verdad, buena parte de la creación humana se levanta con todo aquello que le ha precedido. En este sentido y para poner un poco de orden, nada más comenzar el siglo XX, Sigmund Freud puso sobre la mesa el nombre de inconsciente. Abrió así las puertas a la investigación de ese conocimiento oscuro y desconocido que se produce en los recovecos más recónditos de la psique y del espíritu. La interpretación de los sueños con su lenguaje de mitos y símbolos fue la primera herramienta de curación de los desajustes emocionales . Comienza de esto modo la sanación psicológica (con sus sesgos y matices por supuesto) a la par que propicia una revolución artística abanderada por el surrealismo. Con Freud, la persona dejó de entenderse como un ser inmutable y se empezaron a abrir las puertas de una complejidad que se escapa a la mente racional. 

Décadas más tarde, uno de sus discípulos, Carl Gustav Jung supera al maestro con la teoría del inconsciente colectivo, una serie de mecanismos, conocimientos y normas expresadas a través de símbolos comunes a la humanidad. Y saltándonos décadas de investigación y reduciendo muchísimo, la genética, a finales del siglo XX, demostró que hay dos movimientos: uno de repetición de patrones (que permite que nuestro bebé se parezca más a nosotros que a un perrito, por poner un ejemplo extremo) y otro de modificación. Este último es tan interesante que, con el nombre de epigenética, se está llevando a cabo estudios de todo tipo desde la transformación a nivel celular debido a la contaminación hasta (volvemos a reducir mucho) la que se produce por la fuerza de voluntad. Ya está demostrado que las células cerebrales tienen tal plasticidad que siguen modificándose en la edad adulta creando nuevas conexiones y abriendo puertas de conocimiento a la persona que se entrena en ello. 

La teoría de constelaciones familiares se alimenta de todo este conocimiento y propone que los traumas (como los rasgos genéticos físicos) se heredan a nivel inconsciente. De este modo, los fracasos, humillaciones, persecuciones, pérdidas económicas o secretos inconfesables pasan de generación en generación condenando, de cierta manera, a los individuos a repetir el patrón familiar. Contra esta fuerza centrífuga que une cada alma a un árbol familiar se impone una fuerza cercana a la epigenética que, en esencia, se activa con el conocimiento de la verdad del clan y el propósito de no dejarse arrastrar por esa espiral de traumas.  

¿Las constelaciones familiares solo sirven para conocer el trauma? 

Continúo diciendo que la teoría y su práctica de sanación tendrá uno u otro resultado según sean las manos (o la sabiduría) de quien la use. Si damos con un psicoterapeuta experto, experimentado y sensible, no va a dejar nunca de lado la historia intrafamiliar del que tiene enfrente. Porque, sencillamente, de lo contrario no podrá culminar nunca la sanación. Ahora bien, al recurso de las constelaciones familiares pocas veces recurren personas que llevan una vida balanceada desde el punto de vista espiritual. Aunque estén repitiendo patrones familiares, si estos se viven con amor, respeto y plenitud, ni se plantean saber de dónde vienen esos mandatos. Todo consistirá en disfrutarlos o asimilarlos en mayor o menor grado. El asunto se vuelve espinoso cuando la persona que recurre a la teoría de las constelaciones familiares proviene de un hogar roto, de clanes que arrastran secretos inconfesables (y cuyos hilos se escapan en retazos de conversaciones), de culpas compartidas (por infinidad de pecados), de vergüenzas o de duelos no superados por pérdidas de todo tipo (desde muertes tempranas hasta ruinas económicas pasando por procesos de victimización diversos). Buena parte de los individuos que crecen en estos hogares desarrollan una baja autoestima y, por tanto, son más susceptibles de caer presos de manipulaciones de todo tipo. 

Por tanto, son en estos árboles familiares donde crecen individuos que no acaban de encontrar un acomodo feliz en este mundo. Y no hace falta recurrir a la magia de fantasmas familiares para explicar estos procesos más allá de las constelaciones familiares. Las familias tóxicas repiten patrones conductuales aprendidos, obligando a caer a los nuevos miembros en las mismas repeticiones de sus antepasados. Así, un niño criado por una madre narcisista (que a su vez también recibió esa educación o mandato) volverá a hacer lo mismo que se le enseñó con la familia que llegue a crear. De igual modo, los clanes inmersos en la pobreza vuelven a repetir una y otra vez las mismas acciones entrando en una espiral que no les permite el más mínimo crecimiento espiritual y avance material. Ese movimiento casi compulsivo de recrear las acciones que otros hicieron les lleva, incluso, a excluir del grupo al que se atreve a la diferencia, a la imaginación o a la búsqueda más allá de los límites establecidos. En árboles familiares apegados a la tradición (lee el mandato de los ancestros) es frecuente que, para liberarse de todo ese peso, no tengan reparo en acudir a la figura del chivo expiatorio. Este, a pesar de las culpas con las que se le hace cargar, si es consciente de los desbarajustes de su árbol familiar, se le ofrece, a la par, la oportunidad de la libertad. Eso sí, el precio a pagar es la más absoluta soledad. Habrá quien, con gusto, entregará esta moneda como peaje hacia la felicidad. 

¿Cómo se realizan las constelaciones familiares de manera adecuada?  

Vuelvo de nuevo al principio y recuerdo que todo dependerá del terapeuta. Si has llegado hasta un charlatán que utiliza procesos mágicos (aunque estos también están demostrados que, en distintas circunstancias, pueden ser sanadores), quizás te meta en un camino de confusión más que de iluminación. Estos principios utilizan las figuras familiares cercanas o ancestrales (abuelos, bisabuelos o incluso anteriores) para encontrar el patrón conductual con el que más te identificas. Ni que decir tiene que no se trata de que tengas una sesión de espiritismo con el fantasma de un antepasado sino que, cuando se hace bien, el conocimiento de los modos vivenciales familiares propios te hace ver qué es lo que está en desarmonía en ti. Dicho esto, si el terapeuta que te guía por este camino tiene pericia y sensibilidad, te abrirá puertas que te darán luz sobre mandatos aprendidos que no tienes por qué repetir y mucho menos si eres infeliz o vas en busca de una libertad imposible con esta carga emocional.  

Por tanto, si el psicoterapeuta introduce los conocimientos del árbol familiar con todas las historias de desamor, traiciones, pérdidas y secretos (lo más grave) en el proceso de sanación de la manera adecuada, las constelaciones familiares serán de gran ayuda. Y la manera adecuada es siempre sin sectarismo (que también lo hay y mucho en la práctica psicológica), combinándola con otras técnicas y, en esencia, con una perspectiva global del dolor anímico. 

¿Son peligrosas las constelaciones familiares y el conocimiento que ofrecen? 

El conocimiento es siempre liberador y es el primer paso para abrirse en la selva de la confusión. Otro asunto más espinoso es el dolor que produce el momento en el que se abre los ojos, el darse cuenta, el entender… Cuando se llega a ese punto, en el que cualquier información puede lastimar es cuando la mayoría de las personas abandonan una terapia que está funcionando. ¡Ojo! Ahora en este punto es cuando hay que estar alerta y no confundir el dolor que produce el reconocer la verdad con otro muy distinto que llega de la manipulación de terapeutas malintencionados. Como norma general, el que quiere tu bien, llegará a un punto que te dejará mucho mejor que estabas, con herramientas emocionales. Estas te permitirán que inicies un camino de sanación en soledad (en esencia y en lenguaje corriente, sin seguir pagando consultas innecesarias). Por el contrario, el manipulador querrá que sigas eternamente abonando tarifas sin fin en post de una iluminación que tú verás cada día más lejana. 

Desafortunadamente, el trabajo con las constelaciones familiares se presta a este tipo de timadores (hay que poner la palabra) que son capaces de reconocer de un vistazo (como los psicópatas) los daños emocionales producidos por las familias de quienes tienen enfrente. Sin embargo, hay un motivo para la esperanza, ya que también hay buenos psicólogos clínicos con gran pericia que utilizan los árboles familiares (en combinación con otras técnicas) para ahondar en el dolor que hay que sacar con el fin último de la sanación.  

¿Y si te conviertes en el ancestro que sanó?  

Ahora viene la pregunta del millón: ¿cómo sé que tras la terapia algún resorte emocional dentro de mí se activó y ha comenzando el cambio? Es tan fácil como responder (o incluso hacerse) esta pregunta. Si te has metido en esta maraña y has encontrado algún ancestro con el que te identificas y has podido imprimir en el inconsciente una alianza distinta contigo mismo, vas por el buen camino. En este caso, la comunicación con el ancestro con el que sientes afinidad se asemeja a la que podemos hacer con nuestro niño interior, con nuestra alma, con ese punto iluminado que está cubierto con capas oscuras en forma de miedos, prejuicios, cobardías y dolor.  

En este caso, si sigues ese camino de búsqueda hacia tu libertad (imprescindible para la serenidad y, en último extremo, la felicidad), te convertirás en el ancestro que sanó. Esto es, todos tus actos, miradas, conocimiento y amor se van a desplegar libre de cargas emocionales hacia tu descendencia. Es tan fácil (y tan complicado a la vez) como cambiar el modo de sentir y de estar en el mundo liberando al linaje por venir de duelos sin resolver, dramas ocultos o pérdidas dolorosas que, de manera inconsciente, llevamos con nosotros y que se transmiten a las nuevas generaciones. En este caso, te convertirás en el ancestro que será la inspiración para otros, aquellos que están por venir de cualquier manera, ya sea de forma biológica o emocional. Al entender cómo funcionan la indefensión aprendida, los comportamientos tóxicos, las manipulaciones y las lealtades familiares inconscientes, te liberarás de cargas que no necesitas ni tú ni los que te rodean (o lo harán en un futuro). De este tipo de personas inspiradoras está repleta la historia de los pioneros, aquellos que abrieron mundos allí donde el resto se empeñaba en repetir porque sí, sin más explicación o razonamiento. Recuerda que de todo esto también tratan las constelaciones familiares. 

 

Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla

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En todos los clanes hay un cuadro torcido y en las familias tóxicas siempre hay una oveja negra o un chivo expiatorio sobre el que recaen los secretos, dramas y culpas de todo un sistema. Su rol es elegido normalmente por un progenitor tóxico o una madre narcisista. Para tal función, de manera consciente o inconsciente, con frecuencia se escoge a aquel que sobresale o que puede poner en cuestión las dinámicas perversas familiares. Normalmente es un miembro que se distingue por su rebeldía o por atreverse a hacer lo que antes nadie había hecho (en esencia, elegir otro camino o formular preguntas sobre lo establecido incuestionable). Con dinámicas constantes y malintencionadas, se va cargando con el peso de aquello oculto, inconsciente, pecaminoso o que, a toda costa, se intenta impedir que salga a la luz.  

El origen del chivo expiatorio en los ritos sagrados hebreos

En los ritos antiguos del Yom Kippur hebreo que culminaban con el Día de la Expiación o del Perdón (actualmente el 15 de septiembre) se ofrecían (de distintas maneras) dos machos cabríos. Elegidos al azar, uno de ellos era consagrado a Yahvé (a la luz), se sacrificaba allí mismo y su sangre se vertía sobre el altar. El otro asumía el papel de Azazel o Ángel Caído (tal como lo conocemos por la tradición cristiana). El animal, mediante el rito, se revestía con toda la oscuridad colectiva (o sombra junguiana) al hacerle cargar con las culpas de toda una comunidad. El sacerdote agarraba al chivo expiatorio seleccionado y le susurraba al oído todos los pecados de la comunidad, previamente recopilados. Antes del terminar el ritual, el animal era abandonado en el desierto para que así purgara los pecados ajenos.  

Un ser vivo abandonado así, a su suerte, solo le quedan dos caminos: consumirse y morir o, por el contrario, ser capaz de realizar tal catarsis heroica que pueda regresar a la misma comunidad que lo expulsó. Al llevar a cabo dicha gesta, obliga a la colectividad a mirar frente a frente los pecados que intentaron, sin éxito, exorcizar. En este caso, también se abren dos opciones: el sacrificio ya sin ritual (volviendo al inicio) para que el sistema no cambie y continúe en orden aparente o la asunción de ese rol disfuncional. Esto último conlleva irremediablemente una catarsis (una transformación) y, por tanto, un cambio en el orden del sistema. Si se sigue este último camino,  el chivo expiatorio se convierte así en un elemento sanador del clan, según la terminología de las constelaciones familiares

El papel de la oveja negra en las familias disfuncionales  

Si entiendes la dinámica perversa sobre la que se descarga toda la responsabilidad en un miembro inocente de la comunidad, puedes extrapolarla a las denominadas familias tóxicas. Estas pueden tener distintas características pero, en todas ellas priman las faltas de respeto a los distintos miembros, la sumisión a unas reglas impostadas, el reino del terror, la sustitución de una crianza amorosa por el trauma de apego y, en última instancia, el miedo inoculado por un padre violento, una madre narcisista o unos progenitores abandónicos (tanto en el ámbito material como espiritual).  

En estos remedos de hogares se van instalando una serie de roles que no pueden ser abandonados por ninguno de sus miembros. Así un padre agresivo necesita de la complicidad por sumisión de la madre y una madre perversa dividirá a sus hijos con el único fin de mantener su poder. En estes hogares no existe el amor, la compañía, la complicidad ni la comprensión de los sentimientos del otro. Todo ello ha sido sustituido por una competición feroz entre los hijos en pugna por conseguir migajas de amor de unos padres que son incapaces de llevar a cabo una crianza responsable. En este teatro familiar no está permitido abandonar el papel y asumir que cada uno es un ser individual que necesita del acompañamiento de los distintos miembros del clan (y, especialmente, de los progenitores). Así el hijo de oro será el depositario de todas las esperanzas familiares para perpetuar el mandato del clan. Los monos voladores serán aquellos que se encargan de hacer guardar los secretos familiares cual matón de discoteca. El hijo silenciado asumirá el papel imposible de mediar entre las partes con el consiguiente desgaste emocional. Y luego estará la oveja negra o chivo expiatorio. 

La función del chivo expiatorio u oveja negra en las familias tóxicas 

En él se depositan todas las culpas, los secretos, los abusos, los pecados que no pueden trascender de puertas para afuera. Y… como en el Yom Kippur es abandonado a su suerte, de tal manera que cualquier intento de regreso al clan familiar se hará imposible, en tanto en cuanto es el depositario de toda la sombra, el lado oscuro que permanece inconsciente en los roles familiares.  

Así el chivo expiatorio será el raro, el que se aparta de los mandatos familiares, el que intenta buscar caminos distintos para resolver los conflictos familiares. Lejos de ser aplaudido o incentivado en esa búsqueda, es vilipendiado, odiado y apartado. La oveja negra de la familia, al cargar con todas las culpas de la familia o al asumir los roles impuestos por una madre perversa o un padre ausente (por narcisismo, drogadicción, egoísmo o debilidad) tiene pocas escapatorias. Es frecuente que el chivo expiatorio o la oveja negra de la familia acabe por llevar a cabo las profecías autocumplidas al dejarse resbalar entre parejas abusivas, relaciones tóxicas, adicciones y fracasos de todo tipo.  

En los hogares tóxicos el chivo expiatorio o la oveja negra cumple el rol esencial de ser el catalizador de toda la oscuridad familiar. Tanto es así que no se le permitirá ningún amago de éxito. Ya se encargarán los distintos miembros del clan de abortar estas iniciativas recordando una y otra vez un papel impuesto y, a la vez, impostado. 

 

¿Eres el chivo expiatorio y te han abandonado? Hay una buena noticia para ti, oveja negra 

Este tipo de seres llegan a las más extrema vulnerabilidad psicológica en la vida adulta. La lluvia fina de maltrato psicológico en forma de mandatos de culpa, de negación de su singularidad y falta de cuidado emocional se transparenta en un calvario emocional con distintas aristas. Es frecuente que vayan enlazando una pareja abusiva tras otra, que sea el blanco de amigos aprovechados y diana de abusos en el trabajo o en la vida profesional. El chivo expiatorio u oveja negra paga así la rebeldía con la que se atrevió a brillar a corta edad poniendo en cuestión las dinámicas perversas de los mandatos familiares. Fue elegido por su sensibilidad, su luz espiritual y por su peligrosidad, ya que estos atributos pueden hacer tambalear todos los secretos que se esconden de puertas para adentro.  

Solo quienes, tras una vida de sufrimiento, se atreven a salir de esta espiral de dolor (normalmente pidiendo ayuda y guía especializada) ven la luz de una dolorosa verdad. Y esta no es más que se han atrevido a cuestionar los parámetros familiares aportando una rareza, una singularidad, un don que los demás no están dispuestos a aceptar. ¿Por qué? Porque esa luz disipa las sombras que cubrían pecados, culpas y faltas que, a toda costa, se pretende esconder. El chivo expiatorio u oveja negra se convierte así en un elemento desestabilizador. 

¿Qué le queda a quien se reconoce en este papel de chivo expiatorio u oveja negra? Solo dos opciones: seguir con el mandato familiar y perpetuar un rol perverso a costa de su estabilidad emocional o enfrascarse en la aventura de la sanación. La cura, por supuesto, será para sí, pero también, para los que lleguen después en su árbol familiar. La buena noticia es que una vez, asumida esta última opción, se abre por delante todo un luminoso camino de libertad (antesala de la felicidad), una vez pueda sacudirse un dolor que no le pertenece, que no es suyo y que le ha sido impuesto sin su permiso.  

Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla

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El origen del chivo expiatorio en los ritos sagrados hebreos

En los ritos antiguos del Yom Kippur hebreo que culminaban con el Día de la Expiación o del Perdón (actualmente el 15 de septiembre) se ofrecían (de distintas maneras) dos machos cabríos. Elegidos al azar, uno de ellos era consagrado a Yahvé (a la luz), se sacrificaba allí mismo y su sangre se vertía sobre el altar. El otro asumía el papel de Azazel o Ángel Caído (tal como lo conocemos por la tradición cristiana). El animal, mediante el rito, se revestía con toda la oscuridad colectiva (o sombra junguiana) al hacerle cargar con las culpas de toda una comunidad. El sacerdote agarraba al chivo expiatorio seleccionado y le susurraba al oído todos los pecados de la comunidad, previamente recopilados. Antes del terminar el ritual, el animal era abandonado en el desierto para que así purgara los pecados ajenos.  

Un ser vivo abandonado así, a su suerte, solo le quedan dos caminos: consumirse y morir o, por el contrario, ser capaz de realizar tal catarsis heroica que pueda regresar a la misma comunidad que lo expulsó. Al llevar a cabo dicha gesta, obliga a la colectividad a mirar frente a frente los pecados que intentaron, sin éxito, exorcizar. En este caso, también se abren dos opciones: el sacrificio ya sin ritual (volviendo al inicio) para que el sistema no cambie y continúe en orden aparente o la asunción de ese rol disfuncional. Esto último conlleva irremediablemente una catarsis (una transformación) y, por tanto, un cambio en el orden del sistema. Si se sigue este último camino,  el chivo expiatorio se convierte así en un elemento sanador del clan, según la terminología de las constelaciones familiares

El papel de la oveja negra en las familias disfuncionales  

Si entiendes la dinámica perversa sobre la que se descarga toda la responsabilidad en un miembro inocente de la comunidad, puedes extrapolarla a las denominadas familias tóxicas. Estas pueden tener distintas características pero, en todas ellas priman las faltas de respeto a los distintos miembros, la sumisión a unas reglas impostadas, el reino del terror, la sustitución de una crianza amorosa por el trauma de apego y, en última instancia, el miedo inoculado por un padre violento, una madre narcisista o unos progenitores abandónicos (tanto en el ámbito material como espiritual).  

En estos remedos de hogares se van instalando una serie de roles que no pueden ser abandonados por ninguno de sus miembros. Así un padre agresivo necesita de la complicidad por sumisión de la madre y una madre perversa dividirá a sus hijos con el único fin de mantener su poder. En estes hogares no existe el amor, la compañía, la complicidad ni la comprensión de los sentimientos del otro. Todo ello ha sido sustituido por una competición feroz entre los hijos en pugna por conseguir migajas de amor de unos padres que son incapaces de llevar a cabo una crianza responsable. En este teatro familiar no está permitido abandonar el papel y asumir que cada uno es un ser individual que necesita del acompañamiento de los distintos miembros del clan (y, especialmente, de los progenitores). Así el hijo de oro será el depositario de todas las esperanzas familiares para perpetuar el mandato del clan. Los monos voladores serán aquellos que se encargan de hacer guardar los secretos familiares cual matón de discoteca. El hijo silenciado asumirá el papel imposible de mediar entre las partes con el consiguiente desgaste emocional. Y luego estará la oveja negra o chivo expiatorio. 

La función del chivo expiatorio u oveja negra en las familias tóxicas 

En él se depositan todas las culpas, los secretos, los abusos, los pecados que no pueden trascender de puertas para afuera. Y… como en el Yom Kippur es abandonado a su suerte, de tal manera que cualquier intento de regreso al clan familiar se hará imposible, en tanto en cuanto es el depositario de toda la sombra, el lado oscuro que permanece inconsciente en los roles familiares.  

Así el chivo expiatorio será el raro, el que se aparta de los mandatos familiares, el que intenta buscar caminos distintos para resolver los conflictos familiares. Lejos de ser aplaudido o incentivado en esa búsqueda, es vilipendiado, odiado y apartado. La oveja negra de la familia, al cargar con todas las culpas de la familia o al asumir los roles impuestos por una madre perversa o un padre ausente (por narcisismo, drogadicción, egoísmo o debilidad) tiene pocas escapatorias. Es frecuente que el chivo expiatorio o la oveja negra de la familia acabe por llevar a cabo las profecías autocumplidas al dejarse resbalar entre parejas abusivas, relaciones tóxicas, adicciones y fracasos de todo tipo.  

En los hogares tóxicos el chivo expiatorio o la oveja negra cumple el rol esencial de ser el catalizador de toda la oscuridad familiar. Tanto es así que no se le permitirá ningún amago de éxito. Ya se encargarán los distintos miembros del clan de abortar estas iniciativas recordando una y otra vez un papel impuesto y, a la vez, impostado. 

 

¿Eres el chivo expiatorio y te han abandonado? Hay una buena noticia para ti, oveja negra 

Este tipo de seres llegan a las más extrema vulnerabilidad psicológica en la vida adulta. La lluvia fina de maltrato psicológico en forma de mandatos de culpa, de negación de su singularidad y falta de cuidado emocional se transparenta en un calvario emocional con distintas aristas. Es frecuente que vayan enlazando una pareja abusiva tras otra, que sea el blanco de amigos aprovechados y diana de abusos en el trabajo o en la vida profesional. El chivo expiatorio u oveja negra paga así la rebeldía con la que se atrevió a brillar a corta edad poniendo en cuestión las dinámicas perversas de los mandatos familiares. Fue elegido por su sensibilidad, su luz espiritual y por su peligrosidad, ya que estos atributos pueden hacer tambalear todos los secretos que se esconden de puertas para adentro.  

Solo quienes, tras una vida de sufrimiento, se atreven a salir de esta espiral de dolor (normalmente pidiendo ayuda y guía especializada) ven la luz de una dolorosa verdad. Y esta no es más que se han atrevido a cuestionar los parámetros familiares aportando una rareza, una singularidad, un don que los demás no están dispuestos a aceptar. ¿Por qué? Porque esa luz disipa las sombras que cubrían pecados, culpas y faltas que, a toda costa, se pretende esconder. El chivo expiatorio u oveja negra se convierte así en un elemento desestabilizador. 

¿Qué le queda a quien se reconoce en este papel de chivo expiatorio u oveja negra? Solo dos opciones: seguir con el mandato familiar y perpetuar un rol perverso a costa de su estabilidad emocional o enfrascarse en la aventura de la sanación. La cura, por supuesto, será para sí, pero también, para los que lleguen después en su árbol familiar. La buena noticia es que una vez, asumida esta última opción, se abre por delante todo un luminoso camino de libertad (antesala de la felicidad), una vez pueda sacudirse un dolor que no le pertenece, que no es suyo y que le ha sido impuesto sin su permiso.  

Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla

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El juez no fue implacable con Salva y se avino a rebajarle la condena por asesinato en casi cinco años. Así de veintidós que debería pasar en la cárcel se quedaría en diecisiete. En el juicio quedó probado que asesinó sin piedad a Antonio clavándole varias veces un cuchillo de grandes dimensiones y hoja afilada. ¿Y por qué esa reducción de condena ante un crimen tan atroz? Simplemente, porque actuó (y seguramente lo es) como lo que se conoce en psicología (y en la vida cotidiana) como un pagafantas. Esto es, fue tan manipulado por una auténtica narcisista perversa que llegó a cometer un crimen atroz siendo una persona tranquila y totalmente inserta en la sociedad. Entonces, ¿qué llevó a un hombre legal quien jamás se le hubiera pasado por la cabeza tal cosa a liquidar la vida de un inocente? Con toda probabilidad, la combinación de amor pasional, manipulación, ensoñación y un poso de indefensión aprendida a lo grande le llevaron a cometer tal abyecto acto. Sin llegar a esos extremos, este tipo de perfiles psicológicos (que arrastran esencialmente un trauma de apego), si caen en manos de personas perversas o psicópatas, pueden llegar a echar por tierra una vida entera. Vamos a poner las características a estos seres, quienes se pasan sufriendo toda su existencia sin saber muy bien poner esos límites sanos que son el alimento del amor propio.  

Características psicológicas del pagafantas o guy nice

El Doctor Iñaki Piñuel, un experto en todo tipo de abusos y maltratos en cualquier orden vital, en su obra Familia Zero y Amor Zero describe perfectamente los mecanismos psicológicos por los que un hombre o una mujer (en este caso la denominación es de alma mater) llegan a tal arrastre de su autoestima, amor propio y principios morales por el afán de conseguir (como sea) un amor impostado. ¿Qué sucede en su interior para llegar a los extremos de Salva que llegó a destrozar su vida, la de un inocente y la de dos familias? 

1.- En el principio, como he anotado un poco más arriba, hay un profundo trauma de apego. Esto es, ese adulto a merced de los caprichos de cualquier desalmado fue un niño no querido ni protegido por el clan familiar. Así de sencillo y de duro. Detrás de estas personalidades hay una familia tóxica (con toda la amplitud del término), disfuncional, una madre narcisista o directamente psicópata, un padre abandónico, problemas de adiciones… Tampoco hacen faltan grandes abusos (psicológicos, emocionales, físicos o sexuales) para que ese niño desvalido se convierta en un pagafantas en el futuro. Normalmente detrás de esa persona vulnerable hay una educación basada en la confrontación, la culpa o la vergüenza.  

2.- Ese niño que no ha encontrado el refugio, cariño y comprensión en el hogar va creciendo buscando el amor parental sin encontrarlo jamás. Como no entiende las razones por la que es rechazado y apartado del más mínimo cuidado emocional se empeña en halagar, mimar, cuidar y ofrecer todo lo que está a su alcance a sus progenitores. Y es especialmente cumplidor con una madre indisponible con quien está unido mediante un vínculo biológico imposible de suplir. 

3.- Estos niños abandonados a su suerte van creciendo en la creencia de que hay que dar y dar sin fin y sin fondo. Es la única manera que tienen de arreglar este desapego. Tanto es así que, a la postre, se convierten en seres que no saben poner límites, llegando a interiorizar que no tienen derecho a absolutamente nada. Se niegan (porque se lo han negado previamente) palabras de consuelo, actos de apoyo y comprensión de su interior. En parte esta es la razón por la que se convierten, andando el tiempo, en las víctimas propiciatorias para acabar encadenando unas tras otras relaciones tóxicas

4.- El pagafantas (y su correlato femenino el alma mater) no tienen un modelo psicológico saludable en el que mirarse porque, en definitiva, se han criado en ambientes tóxicos en los que nunca se ha tenido en cuenta sus necesidades emocionales. Además, las neuronas espejo (que se encargan de repetir los modelos aprendidos en la primera infancia), le devuelven una realidad imposible de aceptar: que han sido abandonados a su suerte en los primeros años de sus vida. A partir de aquí, de manera inconsciente, inician una búsqueda desesperada de amor a cualquier precio, adobada con la terrible convicción de no merecimiento. Dicho esto, estos seres se convierten en las presas más fáciles para cualquier tipo de manipulación en todos los ambientes posibles, ya sea en las relaciones personales, laborales e, incluso, de amistad.  

¿Qué hace el pagafantas para verse inmerso en una relación tóxica tras otra?  

1.- Una vez sale al mundo de los adultos, este niño herido que nunca encontró el amor maternal (aunque, en la gran mayoría de los casos, ni siquiera es consciente de ello) llega a aceptar que, sencillamente, la vida es así. Esto es, no llega a racionalizar que ese hogar en el que se crió no lo nutrió anímicamente y le dio herramientas básicas con las que defenderse utilizando un mínimo de asertividad. No sabe decir no. No sabe parar los pies. Ha interiorizado que no merece el amor (ya que su madre no se lo dio). Y la única vía que se le ofrece para resolver tal conflicto es dar y dar y dar sin límites, sin pedir nada a cambio, tal cual se le enseñó en casa. 

2.- Es normal que el pagafantas se enamore de la persona menos adecuada, de una narcisista perversa que le recuerda a la madre, de una psicópata o de una manipuladora emocional. Así le sucedió a Salva que cayó rendido a los encantos emocionales de Maje y a su belleza arrolladora y exhuberante. En el fondo de su corazón desean ese amor imposible y al mínimo movimiento de la otra parte van como un perrito faldero a satisfacer caprichos, peticiones y trabajos que rozan la humillación. Nada piden a cambio. En principio, es tal la felicidad por haber sido elegidos que están en una nube. Lo que no sabe el pagafantas (o el alma mater femenino) que han sido escogidos para ser depredados emocionalmente.  

3.- Ante una llamada, una petición, una solicitud, el pagafantas acudirá raudo y veloz, alegre por ser el escogido para tal fin. Se cree que ha conquistado el corazón de tan preciado bien como, de pequeño, anhelaba el de su madre. Sin embargo, tal cual le sucedió a Salva, aquí no hay aprecio ni cariño ni tan siquiera respeto. Es un juguete en manos del otro que recurre a él para realizar cualquier tipo de trabajo, desde una mudanza, un arreglo de fontanería o… un asesinato.  

4.- Porque el pagafantas a toda costa quiere hacer feliz al otro como el niño herido de un hogar tóxico anhela el amor de mamá. Busca sacudirse de ese no merecimiento (del que se siente culpable)  dando a paletadas hasta llegar a cometer un acto atroz si el otro (al que se ha apegado de manera patológica) se lo pide.  

¿Qué recibe a cambio el pagafantas por tanto servicio?  

1.- En primer lugar desprecio porque ese ser al que él ama lo utiliza como una cosa, como un objeto de usar y tirar sin tener la más mínima consideración por sus sentimientos. Siempre estará en la “zona de amigos”. Nunca llegará a una relación amorosa con la otra parte. Será utilizado conforme al beneficio del otro y, a veces, como Salva, de manera totalmente cruel. Le pedirán que espere una llamada mientras está de fiesta o que sea su taxi gratuito en una cita con un tercero. Será el que se quede con las mascotas o guarde la casa mientras ese ser al que el pagafantas ama de manera patológica se va de finde con un nuevo ligue.  

2.- En segundo lugar, un gran sufrimiento puesto que repetirá una y otra vez esa conquista fallida de amor que lleva desde que era un niño pequeño sin entender por qué le suceden este tipo de cosas reiteradamente.  

3.- En tercer lugar, tiene muchas papeletas para que el pagafantas sea depredado emocionalmente por todo tipo de gente tóxica. Puede quedarse sin casa, sin trabajo, sin libertad, como Salva. Y resbalarse, como nuestro protagonista, por la abyección más absoluta hasta llegar a robar la vida de un inocente.  

En definitiva y con palabras del Doctor Iñaki Piñuel:  

“El creciente agotamiento físico y emocional de un servicio sin fin les conduce a un burn-out existencial temprano. 

Abrumados y rodeados de una toxicidad relacional por doquier con amigos aprovechateguis, parejas abusivas y familiares demandadores con infinitas necesidades de atención y cuidado, obtienen a cambio como respuesta actitudes cada vez más despiadadas, crueles o indiferentes. 

No es infrecuente que incurran en todo tipo de adicciones secundarias para compensar y aguantar todo ese abuso y maltrato. El ciclo se cierra repitiéndose en la siguiente generación el trauma intrafamiliar original, que se convierte así en intergeneracional. 

Encerrados por el trauma original en una estrategia relacional errónea, llegan a creer que doblegarán la insensibilidad de esas amistades, parejas o relaciones familiares abusivas y que finalmente su extensa hoja de servicios prestados “a fondo perdido” obtendrá un resultado positivo. 

En su falsa promesa de redención, imaginan al otro finalmente seducido y subyugado por su capacidad de entrega y autosacrificio. 

Sin embargo, la experiencia muestra que esa vana pretensión y ese final feliz imaginado jamás llegan a producirse”.  

El pagafantas (como el correlato femenino de alma mater) llega a la edad madura totalmente exhausto, aniquilado en su voluntad, con las fuerzas al límite de tanto dar sin recibir nada a cambio. Solo con ayuda profesional adecuada logra salir del círculo vicioso de la manipulación emocional. Y con un entrenamiento largo en su autoestima aprenderá a decir no, a poner límites, a olvidar a aquellos que tiene idealizados, pero que no corresponden con amor. 

Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla 

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El juez no fue implacable con Salva y se avino a rebajarle la condena por asesinato en casi cinco años. Así de veintidós que debería pasar en la cárcel se quedaría en diecisiete. En el juicio quedó probado que asesinó sin piedad a Antonio clavándole varias veces un cuchillo de grandes dimensiones y hoja afilada. ¿Y por qué esa reducción de condena ante un crimen tan atroz? Simplemente, porque actuó (y seguramente lo es) como lo que se conoce en psicología (y en la vida cotidiana) como un pagafantas. Esto es, fue tan manipulado por una auténtica narcisista perversa que llegó a cometer un crimen atroz siendo una persona tranquila y totalmente inserta en la sociedad. Entonces, ¿qué llevó a un hombre legal quien jamás se le hubiera pasado por la cabeza tal cosa a liquidar la vida de un inocente? Con toda probabilidad, la combinación de amor pasional, manipulación, ensoñación y un poso de indefensión aprendida a lo grande le llevaron a cometer tal abyecto acto. Sin llegar a esos extremos, este tipo de perfiles psicológicos (que arrastran esencialmente un trauma de apego), si caen en manos de personas perversas o psicópatas, pueden llegar a echar por tierra una vida entera. Vamos a poner las características a estos seres, quienes se pasan sufriendo toda su existencia sin saber muy bien poner esos límites sanos que son el alimento del amor propio.  

Características psicológicas del pagafantas o guy nice

El Doctor Iñaki Piñuel, un experto en todo tipo de abusos y maltratos en cualquier orden vital, en su obra Familia Zero y Amor Zero describe perfectamente los mecanismos psicológicos por los que un hombre o una mujer (en este caso la denominación es de alma mater) llegan a tal arrastre de su autoestima, amor propio y principios morales por el afán de conseguir (como sea) un amor impostado. ¿Qué sucede en su interior para llegar a los extremos de Salva que llegó a destrozar su vida, la de un inocente y la de dos familias? 

1.- En el principio, como he anotado un poco más arriba, hay un profundo trauma de apego. Esto es, ese adulto a merced de los caprichos de cualquier desalmado fue un niño no querido ni protegido por el clan familiar. Así de sencillo y de duro. Detrás de estas personalidades hay una familia tóxica (con toda la amplitud del término), disfuncional, una madre narcisista o directamente psicópata, un padre abandónico, problemas de adiciones… Tampoco hacen faltan grandes abusos (psicológicos, emocionales, físicos o sexuales) para que ese niño desvalido se convierta en un pagafantas en el futuro. Normalmente detrás de esa persona vulnerable hay una educación basada en la confrontación, la culpa o la vergüenza.  

2.- Ese niño que no ha encontrado el refugio, cariño y comprensión en el hogar va creciendo buscando el amor parental sin encontrarlo jamás. Como no entiende las razones por la que es rechazado y apartado del más mínimo cuidado emocional se empeña en halagar, mimar, cuidar y ofrecer todo lo que está a su alcance a sus progenitores. Y es especialmente cumplidor con una madre indisponible con quien está unido mediante un vínculo biológico imposible de suplir. 

3.- Estos niños abandonados a su suerte van creciendo en la creencia de que hay que dar y dar sin fin y sin fondo. Es la única manera que tienen de arreglar este desapego. Tanto es así que, a la postre, se convierten en seres que no saben poner límites, llegando a interiorizar que no tienen derecho a absolutamente nada. Se niegan (porque se lo han negado previamente) palabras de consuelo, actos de apoyo y comprensión de su interior. En parte esta es la razón por la que se convierten, andando el tiempo, en las víctimas propiciatorias para acabar encadenando unas tras otras relaciones tóxicas

4.- El pagafantas (y su correlato femenino el alma mater) no tienen un modelo psicológico saludable en el que mirarse porque, en definitiva, se han criado en ambientes tóxicos en los que nunca se ha tenido en cuenta sus necesidades emocionales. Además, las neuronas espejo (que se encargan de repetir los modelos aprendidos en la primera infancia), le devuelven una realidad imposible de aceptar: que han sido abandonados a su suerte en los primeros años de sus vida. A partir de aquí, de manera inconsciente, inician una búsqueda desesperada de amor a cualquier precio, adobada con la terrible convicción de no merecimiento. Dicho esto, estos seres se convierten en las presas más fáciles para cualquier tipo de manipulación en todos los ambientes posibles, ya sea en las relaciones personales, laborales e, incluso, de amistad.  

¿Qué hace el pagafantas para verse inmerso en una relación tóxica tras otra?  

1.- Una vez sale al mundo de los adultos, este niño herido que nunca encontró el amor maternal (aunque, en la gran mayoría de los casos, ni siquiera es consciente de ello) llega a aceptar que, sencillamente, la vida es así. Esto es, no llega a racionalizar que ese hogar en el que se crió no lo nutrió anímicamente y le dio herramientas básicas con las que defenderse utilizando un mínimo de asertividad. No sabe decir no. No sabe parar los pies. Ha interiorizado que no merece el amor (ya que su madre no se lo dio). Y la única vía que se le ofrece para resolver tal conflicto es dar y dar y dar sin límites, sin pedir nada a cambio, tal cual se le enseñó en casa. 

2.- Es normal que el pagafantas se enamore de la persona menos adecuada, de una narcisista perversa que le recuerda a la madre, de una psicópata o de una manipuladora emocional. Así le sucedió a Salva que cayó rendido a los encantos emocionales de Maje y a su belleza arrolladora y exhuberante. En el fondo de su corazón desean ese amor imposible y al mínimo movimiento de la otra parte van como un perrito faldero a satisfacer caprichos, peticiones y trabajos que rozan la humillación. Nada piden a cambio. En principio, es tal la felicidad por haber sido elegidos que están en una nube. Lo que no sabe el pagafantas (o el alma mater femenino) que han sido escogidos para ser depredados emocionalmente.  

3.- Ante una llamada, una petición, una solicitud, el pagafantas acudirá raudo y veloz, alegre por ser el escogido para tal fin. Se cree que ha conquistado el corazón de tan preciado bien como, de pequeño, anhelaba el de su madre. Sin embargo, tal cual le sucedió a Salva, aquí no hay aprecio ni cariño ni tan siquiera respeto. Es un juguete en manos del otro que recurre a él para realizar cualquier tipo de trabajo, desde una mudanza, un arreglo de fontanería o… un asesinato.  

4.- Porque el pagafantas a toda costa quiere hacer feliz al otro como el niño herido de un hogar tóxico anhela el amor de mamá. Busca sacudirse de ese no merecimiento (del que se siente culpable)  dando a paletadas hasta llegar a cometer un acto atroz si el otro (al que se ha apegado de manera patológica) se lo pide.  

¿Qué recibe a cambio el pagafantas por tanto servicio?  

1.- En primer lugar desprecio porque ese ser al que él ama lo utiliza como una cosa, como un objeto de usar y tirar sin tener la más mínima consideración por sus sentimientos. Siempre estará en la “zona de amigos”. Nunca llegará a una relación amorosa con la otra parte. Será utilizado conforme al beneficio del otro y, a veces, como Salva, de manera totalmente cruel. Le pedirán que espere una llamada mientras está de fiesta o que sea su taxi gratuito en una cita con un tercero. Será el que se quede con las mascotas o guarde la casa mientras ese ser al que el pagafantas ama de manera patológica se va de finde con un nuevo ligue.  

2.- En segundo lugar, un gran sufrimiento puesto que repetirá una y otra vez esa conquista fallida de amor que lleva desde que era un niño pequeño sin entender por qué le suceden este tipo de cosas reiteradamente.  

3.- En tercer lugar, tiene muchas papeletas para que el pagafantas sea depredado emocionalmente por todo tipo de gente tóxica. Puede quedarse sin casa, sin trabajo, sin libertad, como Salva. Y resbalarse, como nuestro protagonista, por la abyección más absoluta hasta llegar a robar la vida de un inocente.  

En definitiva y con palabras del Doctor Iñaki Piñuel:  

“El creciente agotamiento físico y emocional de un servicio sin fin les conduce a un burn-out existencial temprano. 

Abrumados y rodeados de una toxicidad relacional por doquier con amigos aprovechateguis, parejas abusivas y familiares demandadores con infinitas necesidades de atención y cuidado, obtienen a cambio como respuesta actitudes cada vez más despiadadas, crueles o indiferentes. 

No es infrecuente que incurran en todo tipo de adicciones secundarias para compensar y aguantar todo ese abuso y maltrato. El ciclo se cierra repitiéndose en la siguiente generación el trauma intrafamiliar original, que se convierte así en intergeneracional. 

Encerrados por el trauma original en una estrategia relacional errónea, llegan a creer que doblegarán la insensibilidad de esas amistades, parejas o relaciones familiares abusivas y que finalmente su extensa hoja de servicios prestados “a fondo perdido” obtendrá un resultado positivo. 

En su falsa promesa de redención, imaginan al otro finalmente seducido y subyugado por su capacidad de entrega y autosacrificio. 

Sin embargo, la experiencia muestra que esa vana pretensión y ese final feliz imaginado jamás llegan a producirse”.  

El pagafantas (como el correlato femenino de alma mater) llega a la edad madura totalmente exhausto, aniquilado en su voluntad, con las fuerzas al límite de tanto dar sin recibir nada a cambio. Solo con ayuda profesional adecuada logra salir del círculo vicioso de la manipulación emocional. Y con un entrenamiento largo en su autoestima aprenderá a decir no, a poner límites, a olvidar a aquellos que tiene idealizados, pero que no corresponden con amor. 

Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla 

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La vulnerabilidad psicológica lleva a la persona que la sufre a ser víctima de todo tipo de abusos, chantajes y maltratos. Relacionada con la baja autoestima y la indefensión aprendida, quienes llevan impresos casi esta característica de espíritu son el blanco y la presa fácil para todo tipo de narcisistas, psicópatas y, en general, personas tóxicas. Por supuesto, esto no tiene nada que ver con la inteligencia o la valía (si esto puede medirse) del ser humano que la sufre.  Y sus orígenes se remontan, en la mayoría de los casos de gravedad, a un trauma relacional de apego en la más temprana infancia. 

Vulnerabilidad psicológica en los malos momentos  

Sin tener que llegar a los extremos de lo que el Doctor Iñaki Piñuel, experto psicólogo divulgador de los procesos de todo tipo de maltrato, denomina “niños perdidos” en su libro Familia Zero, todos podemos pasar malos momentos. Estos no estarían relacionados con nuestros orígenes y se producen por causas externas a nosotros. Son etapas, épocas o situaciones en los que, como personas, nos sentimos o estamos solos, sin apoyos o intentando defendernos de grandes problemáticas. La vulnerabilidad psicológica peligrosa llega cuando no podemos defendernos de la gente tóxica que pretende aprovecharse bajo máscaras de buenas personas. Por eso, es necesario estar vigilantes en situaciones extremas como las que siguen: 

1.- En procesos de mudanzas sin ayuda emocional de amigos o familiares, en cambios de país o en los más extremos que requieren exilio. 

2.- En enfermedades graves que ponen a prueba nuestra fortaleza y resiliencia

3.- Divorcios o separaciones traumáticas con pérdidas de todo tipo de por medio. 

4.- Situaciones de desempleo, ruina económica o, incluso, en etapas de grandes exigencias laborales que conllevan mucho estrés. 

5.- Cuando hay una crisis existencial por cualquier circunstancia y se ponen en duda nuestras creencias. 

6.- En duelos complicados en los que no hay apoyo emocional de por medio. 

7.- También cuando nos damos cuenta de engaños o de haber invertido tiempo con personas equivocadas.  

Sin ánimo de ser exhaustivo al completo, en estos procesos, existe una vulnerabilidad psicológica normal y transitoria que pone a la persona al descubierto convirtiéndose, a la par, en presa fácil de todos aquellos que quieren aprovecharse. A pesar, de la gravedad de la lista, quienes se encuentran en esta situación, con la debida ayuda, pueden salir más o menos indemnes y sin demasiado daño. 

La vulnerabilidad psicológica por el trauma de apego 

De otro cariz es la persona que encadena una situación anímicamente desastrosa tras otra, siendo víctima de engaños, manipulación y abusos de todo tipo. En estos casos a la infelicidad se une una bajada del sistema inmunológico produciéndose daños diversos que van más allá de lo anímico. El alma que se encuentra una y otra vez en estas situaciones no atina a entender qué hay de malo o de defectuoso (si en esos términos podemos hablar cuando se trata de psicología) para que su vulnerabilidad psicológica le lleve a mal vivir, a la tristeza, a la infelicidad y, a la postre, le impida alcanzar la plenitud.  

En estos casos, en los que la persona no logra remontar y tomar las riendas de su vida para llevar una existencia de libertad, suele haber una proporción abrumadora de lo que se denomina trauma de apego. Este se produce  cuando el progenitor (normalmente la madre) no logra llevar (por diversos motivos) una crianza segura anímicamente. El amor, cariño, protección, seguridad y confianzas maternales queda interrumpido y el niño, ante tal situación, comienza a generar una personalidad vulnerable. Reduciendo muchísimo, ante esta situación, el pequeño (que necesita obligatoriamente ese vínculo para sentirse seguro y protegido) intenta, por todas las vías posibles, complacer a ese progenitor tóxico de la manera que puede o que buenamente sabe. Por supuesto, nunca tal esfuerzo llega a ser recompensado. 

Y esa manera es, en la mayoría de los casos, intentando complacer a esa madre narcisista la más de las veces, indisponible, que no puede generar amor y que, además, no es consecuente entre lo que dice y/o promete con lo que hace. Todo ello genera tal confrontación en el niño que lo traduce en sentimientos de culpa (por no ser correspondido por su madre) y vergüenza. 

Vulnerabilidad psicológica y familia tóxica 

Una madre narcisista siempre creará un hogar tóxico en el que los distintos miembros están permanentemente divididos y confrontados entre sí. El vínculo de apego, apoyo mutuo, generosidad, comprensión y amor queda roto irremediablemente y, además, para siempre. Aunque pueda parecer a simple vista que todo ello solo pasa en familias al margen de la sociedad, es bastante frecuente en el sistema contemporáneo mercantilizado. Y ello porque este tipo de madres se las arreglan para que lo que sucede de puertas para adentro no trascienda más allá del umbral familiar. Así la vulnerabilidad psicológica de un niño que se cría con estas madres que solo atienden a su capricho y se mofan, incluso, de las emociones de su hijo va en aumento sin parar en la vida adulta.  

Llegados el momento de buscar pareja, un trabajo o, incluso, amistades, este niño que no ha recibido el amor incondicional en el hogar reflejará esos comportamientos. Y lo hará porque, en primera instancia, cree que es lo normal (ya que lo ha vivido así desde que vino al mundo) y, además, en su interior inconsciente busca ser merecedor de ese amor que no recibió de una madre tóxica ni tampoco de las posibles figuras de apego secundarias (padre, abuelos, hermanos mayores, padrinos…) Esta vulnerabilidad psicológica hace que busque ese cariño en otras personas. Hasta aquí no hay ningún problema si logran acertar con buenas compañías que, de alguna manera u otra, ofrezcan y reciban ese amor de manera recíproca. 

Sin embargo, los adultos con esta herida desde la infancia llevan como una marca invisible de su vulnerabilidad psicológica que saben leer (y muy bien) todo tipo de narcisistas, aprovechados, manipuladores y psicópatas. Por eso son las víctimas clásicas de abusos emocionales, chantajes, robos, perversiones e, incluso, del cruel gaslighting

 

Cuando se niega la vulnerabilidad psicológica procedente del ámbito familiar 

La única manera de salir de este abuso constante es, en primera instancia, entender y ver el origen del mismo. No se puede transcender y seguir adelante si se niega esta dura realidad en la infancia sin ayuda profesional. Por eso, estas notas son solo eso: información para comenzar un camino de sanación cuya meta es la serenidad, la libertad y la felicidad. Hasta alcanzarlo queda un proceso en el que es necesario asumir la realidad de un apego inseguro del que no tiene culpa la persona que lo sufre, ya que, en todo momento, es una víctima inocente.  

Una vez se ha visto (con toda su crudeza) esta realidad es necesario entender los mecanismos que utiliza toda la mala gente que hay por el mundo para atrapar a estos seres vulnerables y depredarlas de todas las formas posibles. Siguiendo el término del Doctor Iñaki Piñuel, es necesario desenmascarar a los psicópatas afrontando sus mañas basadas en una promesa de rendición. Esto es, el niño herido interior que lleva dentro todo adulto vulnerable creerá aquello que los perversos han construido para engancharlos emocionalmente y, una vez en este trance, realizar un doloroso proceso que lleva, andando el tiempo, al más desolador vacío del alma. La única manera de salir de esta rueda interminable es reconocer cómo funcionan estos mecanismos a la par que se desarrolla un sano amor propio.  

Afrontar es el primer paso para la sanación 

Las verdaderas granjas de seres vulnerables se crean dentro de las puertas de hogares impostados en los que los distintos individuos crecen en soledad anímica. Los sentimientos, necesidad de cariño y comprensión de estos niños nunca son atendidos. Por el contrario, se van inculcando retazos de culpa de forma tan constante que llegan a generar tal incertidumbre que estos pequeños no saben qué hacer para complacer. Todo este proceso desolador se repite, como en una rueda eterna, en la vida adulta con resultados desastrosos.  

“En la base […] encontramos el fallo básico en la constitución del vínculo y de una base segura de apego con una madre ausente, desaparecida o emocionalmente indisponible, o una madre que, aunque pudiera haber estado presente, no fue capaz de cubrir esa necesidad básica de consuelo, base segura y refugio, o que careció, por diferentes razones, de la fiabilidad, consistencia, continuidad y constancia necesarias en las labores de cuidado de su hijo.  

Esta situación existencial crítica condenará al futuro adulto a vivir en el pasado, le impedirá sentirse seguro y saber quién es durante el resto de su vida.  

Ese adulto vivirá sin saberlo en el pasado, ensayando una serie de intentos repetidos y frustrados de encontrar su base segura de apego y consuelo en su relación con los demás”. 

Iñaki Piñuel 

Dicho así pudiera parecer que la vulnerabilidad psicológica condena a quien la sufre a una vida de desdicha. No es así. En cualquier momento vital puedes decidir poner fin a esta rueda buscando ayuda profesional adecuada. Te recuerdo que este escrito es solo eso: un apunte, una nota, una brizna de luz en un camino que merece la pena ser recorrido, que es el de tu libertad, la misma que pasa por la serenidad y termina en la felicidad.   

Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla

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La vulnerabilidad psicológica lleva a la persona que la sufre a ser víctima de todo tipo de abusos, chantajes y maltratos. Relacionada con la baja autoestima y la indefensión aprendida, quienes llevan impresos casi esta característica de espíritu son el blanco y la presa fácil para todo tipo de narcisistas, psicópatas y, en general, personas tóxicas. Por supuesto, esto no tiene nada que ver con la inteligencia o la valía (si esto puede medirse) del ser humano que la sufre.  Y sus orígenes se remontan, en la mayoría de los casos de gravedad, a un trauma relacional de apego en la más temprana infancia. 

Vulnerabilidad psicológica en los malos momentos  

Sin tener que llegar a los extremos de lo que el Doctor Iñaki Piñuel, experto psicólogo divulgador de los procesos de todo tipo de maltrato, denomina “niños perdidos” en su libro Familia Zero, todos podemos pasar malos momentos. Estos no estarían relacionados con nuestros orígenes y se producen por causas externas a nosotros. Son etapas, épocas o situaciones en los que, como personas, nos sentimos o estamos solos, sin apoyos o intentando defendernos de grandes problemáticas. La vulnerabilidad psicológica peligrosa llega cuando no podemos defendernos de la gente tóxica que pretende aprovecharse bajo máscaras de buenas personas. Por eso, es necesario estar vigilantes en situaciones extremas como las que siguen: 

1.- En procesos de mudanzas sin ayuda emocional de amigos o familiares, en cambios de país o en los más extremos que requieren exilio. 

2.- En enfermedades graves que ponen a prueba nuestra fortaleza y resiliencia

3.- Divorcios o separaciones traumáticas con pérdidas de todo tipo de por medio. 

4.- Situaciones de desempleo, ruina económica o, incluso, en etapas de grandes exigencias laborales que conllevan mucho estrés. 

5.- Cuando hay una crisis existencial por cualquier circunstancia y se ponen en duda nuestras creencias. 

6.- En duelos complicados en los que no hay apoyo emocional de por medio. 

7.- También cuando nos damos cuenta de engaños o de haber invertido tiempo con personas equivocadas.  

Sin ánimo de ser exhaustivo al completo, en estos procesos, existe una vulnerabilidad psicológica normal y transitoria que pone a la persona al descubierto convirtiéndose, a la par, en presa fácil de todos aquellos que quieren aprovecharse. A pesar, de la gravedad de la lista, quienes se encuentran en esta situación, con la debida ayuda, pueden salir más o menos indemnes y sin demasiado daño. 

La vulnerabilidad psicológica por el trauma de apego 

De otro cariz es la persona que encadena una situación anímicamente desastrosa tras otra, siendo víctima de engaños, manipulación y abusos de todo tipo. En estos casos a la infelicidad se une una bajada del sistema inmunológico produciéndose daños diversos que van más allá de lo anímico. El alma que se encuentra una y otra vez en estas situaciones no atina a entender qué hay de malo o de defectuoso (si en esos términos podemos hablar cuando se trata de psicología) para que su vulnerabilidad psicológica le lleve a mal vivir, a la tristeza, a la infelicidad y, a la postre, le impida alcanzar la plenitud.  

En estos casos, en los que la persona no logra remontar y tomar las riendas de su vida para llevar una existencia de libertad, suele haber una proporción abrumadora de lo que se denomina trauma de apego. Este se produce  cuando el progenitor (normalmente la madre) no logra llevar (por diversos motivos) una crianza segura anímicamente. El amor, cariño, protección, seguridad y confianzas maternales queda interrumpido y el niño, ante tal situación, comienza a generar una personalidad vulnerable. Reduciendo muchísimo, ante esta situación, el pequeño (que necesita obligatoriamente ese vínculo para sentirse seguro y protegido) intenta, por todas las vías posibles, complacer a ese progenitor tóxico de la manera que puede o que buenamente sabe. Por supuesto, nunca tal esfuerzo llega a ser recompensado. 

Y esa manera es, en la mayoría de los casos, intentando complacer a esa madre narcisista la más de las veces, indisponible, que no puede generar amor y que, además, no es consecuente entre lo que dice y/o promete con lo que hace. Todo ello genera tal confrontación en el niño que lo traduce en sentimientos de culpa (por no ser correspondido por su madre) y vergüenza. 

Vulnerabilidad psicológica y familia tóxica 

Una madre narcisista siempre creará un hogar tóxico en el que los distintos miembros están permanentemente divididos y confrontados entre sí. El vínculo de apego, apoyo mutuo, generosidad, comprensión y amor queda roto irremediablemente y, además, para siempre. Aunque pueda parecer a simple vista que todo ello solo pasa en familias al margen de la sociedad, es bastante frecuente en el sistema contemporáneo mercantilizado. Y ello porque este tipo de madres se las arreglan para que lo que sucede de puertas para adentro no trascienda más allá del umbral familiar. Así la vulnerabilidad psicológica de un niño que se cría con estas madres que solo atienden a su capricho y se mofan, incluso, de las emociones de su hijo va en aumento sin parar en la vida adulta.  

Llegados el momento de buscar pareja, un trabajo o, incluso, amistades, este niño que no ha recibido el amor incondicional en el hogar reflejará esos comportamientos. Y lo hará porque, en primera instancia, cree que es lo normal (ya que lo ha vivido así desde que vino al mundo) y, además, en su interior inconsciente busca ser merecedor de ese amor que no recibió de una madre tóxica ni tampoco de las posibles figuras de apego secundarias (padre, abuelos, hermanos mayores, padrinos…) Esta vulnerabilidad psicológica hace que busque ese cariño en otras personas. Hasta aquí no hay ningún problema si logran acertar con buenas compañías que, de alguna manera u otra, ofrezcan y reciban ese amor de manera recíproca. 

Sin embargo, los adultos con esta herida desde la infancia llevan como una marca invisible de su vulnerabilidad psicológica que saben leer (y muy bien) todo tipo de narcisistas, aprovechados, manipuladores y psicópatas. Por eso son las víctimas clásicas de abusos emocionales, chantajes, robos, perversiones e, incluso, del cruel gaslighting

 

Cuando se niega la vulnerabilidad psicológica procedente del ámbito familiar 

La única manera de salir de este abuso constante es, en primera instancia, entender y ver el origen del mismo. No se puede transcender y seguir adelante si se niega esta dura realidad en la infancia sin ayuda profesional. Por eso, estas notas son solo eso: información para comenzar un camino de sanación cuya meta es la serenidad, la libertad y la felicidad. Hasta alcanzarlo queda un proceso en el que es necesario asumir la realidad de un apego inseguro del que no tiene culpa la persona que lo sufre, ya que, en todo momento, es una víctima inocente.  

Una vez se ha visto (con toda su crudeza) esta realidad es necesario entender los mecanismos que utiliza toda la mala gente que hay por el mundo para atrapar a estos seres vulnerables y depredarlas de todas las formas posibles. Siguiendo el término del Doctor Iñaki Piñuel, es necesario desenmascarar a los psicópatas afrontando sus mañas basadas en una promesa de rendición. Esto es, el niño herido interior que lleva dentro todo adulto vulnerable creerá aquello que los perversos han construido para engancharlos emocionalmente y, una vez en este trance, realizar un doloroso proceso que lleva, andando el tiempo, al más desolador vacío del alma. La única manera de salir de esta rueda interminable es reconocer cómo funcionan estos mecanismos a la par que se desarrolla un sano amor propio.  

Afrontar es el primer paso para la sanación 

Las verdaderas granjas de seres vulnerables se crean dentro de las puertas de hogares impostados en los que los distintos individuos crecen en soledad anímica. Los sentimientos, necesidad de cariño y comprensión de estos niños nunca son atendidos. Por el contrario, se van inculcando retazos de culpa de forma tan constante que llegan a generar tal incertidumbre que estos pequeños no saben qué hacer para complacer. Todo este proceso desolador se repite, como en una rueda eterna, en la vida adulta con resultados desastrosos.  

“En la base […] encontramos el fallo básico en la constitución del vínculo y de una base segura de apego con una madre ausente, desaparecida o emocionalmente indisponible, o una madre que, aunque pudiera haber estado presente, no fue capaz de cubrir esa necesidad básica de consuelo, base segura y refugio, o que careció, por diferentes razones, de la fiabilidad, consistencia, continuidad y constancia necesarias en las labores de cuidado de su hijo.  

Esta situación existencial crítica condenará al futuro adulto a vivir en el pasado, le impedirá sentirse seguro y saber quién es durante el resto de su vida.  

Ese adulto vivirá sin saberlo en el pasado, ensayando una serie de intentos repetidos y frustrados de encontrar su base segura de apego y consuelo en su relación con los demás”. 

Iñaki Piñuel 

Dicho así pudiera parecer que la vulnerabilidad psicológica condena a quien la sufre a una vida de desdicha. No es así. En cualquier momento vital puedes decidir poner fin a esta rueda buscando ayuda profesional adecuada. Te recuerdo que este escrito es solo eso: un apunte, una nota, una brizna de luz en un camino que merece la pena ser recorrido, que es el de tu libertad, la misma que pasa por la serenidad y termina en la felicidad.   

Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla

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El trauma de apego ha sido definido en la psicología del siglo XXI tras el estudio exhaustivo de la denominada como familia tóxica, formada, en su inmensa mayoría, por progenitores caracterizados, como mínimo, de indolentes. En la mayoría de los casos nos encontramos detrás un padre psicópata, una madre narcisista, abusos de todo tipo, entornos con adicciones…  Empiezo apuntando que el apego para los humanos es un sistema psicológico de adaptación innato y genético. A través del mismo, el infante frágil y débil que llega a esta mundo necesita de cuidados físicos y espirituales para poder crecer de manera saludable. Cuando el apego no se realiza correctamente (porque hay padres ausentes por un motivo u otro), se genera el trauma. 

Qué es el trauma de apego 

 

Se origina en la etapa infantil y da la cara en la edad adulta de diversas maneras. Se define como un trama de tipo relacional originado en el seno de la familia. Cuando se nombran infancias rotas normalmente se nos viene a la cabeza niños maltratados, vejados o abusados de forma cruel. Sin embargo, el trauma de apego normalmente no se produce por grandes hechos de este tipo. El Doctor Iñaki Piñuel, en su obra Familia Zero  lo describe como una lluvia fina de pequeñas y grandes cosas que van minando la confianza del niño hasta convertirlo en un ser vulnerable a todo tipo de depredadores emocionales.  

Se produce en familias que no dan el apoyo incondicional que un niño requiere y, por tanto, este se convierte en juguete al capricho de los padres. Dicho así puede parecer que ese tipo de familias son las del espectro de la marginalidad. Sin embargo, este tipo de crueldad (a veces aceptada socialmente) es más frecuente de lo que parece a simple vista. El niño que llega a este sucedáneo de hogar y que, por la razón que sea, no es querido se ve envuelto a lo largo de su vida en una serie de actos de desamor que, a la larga, van configurando un sistema emocional perverso para sí mismo. Y lo es porque se acostumbra a esta tipo de actitudes y las siente como normales, ya que -recordemos- vienen de quienes están llamados a darle protección. Por otro lado, el afán de apegarse a toda costa a sus progenitores (porque, recordemos, es un sistema innato de supervivencia), el niño tiende, por un lado, a culpabilizarse por no ser receptor de ese amor natural y, por el otro, a querer complacer, como sea, a esos padres que no son capaces de ofrecer cariño, confianza y seguridad.  

El resultado de este tipo de crianza es un adulto roto con muy poca autoestima incapaz de abrirse en sociedad con asertividad. Andando el tiempo estos niños con trauma de apego se convierten en presas fáciles de relaciones tóxicas que llegan incluso a la crueldad del gaslighting

Cómo se produce el trauma de apego 

En esencia, nace cuando no es posible ese apego natural basado en la confianza, el amor, la entrega y la protección. Ni que decir tiene que esto no tiene nada que ver con los mimos o el capricho. El trauma de apego se genera cuando en la familia (normalmente la madre o el padre) no son capaces de ofrecer este amor, normalmente porque son personalidades psicopáticas o del espectro del narcisista, muy comunes, desafortunadamente, en la sociedad contemporánea. 

Estos padres, incapaces de amar a sus hijos y de ofrecerles el apoyo debido, descargarán toda su frustración en pequeños vulnerables de múltiples y variadas maneras. La convivencia se convierte en una lluvia fina y constante de frases vejatorias (“la culpa es tuya”, “tú no vales”, “no vas a poder”, “eres malo”, “eres egoísta…”), ninguneos y desplantes que van calando profundamente en el ánimo del pequeño. Estas almas no reciben consuelo cuando algo les aflige y, en ocasiones, su dolor o pesar es minimizado. Cuando pretendían hacer llegar alguna necesidad emocional básica eran tachados de egoístas. Se les exigía, a toda costa, una obediencia cercana a la sumisión y se les culpabilizaba prácticamente de cualquier hecho. El trauma de apego es una constante entre los hijos de madres narcisistas, las mismas que no pueden dejar de anteponerse a ellas mismas por el bienestar básico de sus retoños. 

Estos niños van creciendo en la incertidumbre más absoluta puesto que no saben qué hacer para complacer al progenitor que está al cargo de su cuidado. El sucedáneo de amor que reciben (de palabra y no de hechos) siempre está condicionado por un chantaje emocional brutal. Todo ello genera en el alma de los pequeños sentimientos de culpa por no estar “a la altura” de lo que espera ese progenitor. De la culpa se llega a la vergüenza, la humillación y la vulnerabilidad. El trauma de apego supone que estos pequeños lleguen a la edad adulta sin saber lo que es el amor verdadero, el más incondicional, el mismo que se recibe de los padres. Y, como nunca les han ofrecido este apego necesario para su supervivencia emocional se convierten, más temprano que tarde, en víctimas de todo tipo de abusadores en todos los ámbitos de su vida: en el trabajo, en la calle y en las sucesivas parejas que van ahondando más en esa herida relacional. 

Consecuencias a medio plazo del trauma de apego 

Son tantas que es imposible resumir en un artículo de divulgación como pretende ser este, pero, en líneas generales es normal encontrarse con lo siguiente: 

1.- La posición de dominio que ejerció ese progenitor tóxico genera, en primera instancia, una baja autoestima. La falta de amor propio va de la mano de complejos de inferioridad de todo tipo y, por tanto, ese niño que no recibe el cariño básico no intenta absolutamente nada para su progreso porque, sencillamente, no se siente merecedor de ello. 

2.- Son niños que se crían en el mal pero son incapaces de diferenciarlo del bien simplemente porque  la maldad está donde no debería: en su casa. Por eso, son susceptibles de ser engañados o maltratados de distintas formas. Y también de ir por la senda contrario, la que se sitúa fuera de la ley. 

3.- El trauma de apego genera indefensión aprendida y, por tanto, son incapaces de neutralizar los ataques que llegan del exterior o del interior familiar, ya que, por un lado, consideran que las cosas son así y, por el otro lado, se sienten culpables de todo lo malo que les pasa. Por eso, son las víctimas propiciatorias para el maltrato más atroz o las violaciones más espantosas. 

4.- El “quien bien te quiere te hará llorar” lo llevan tan interiorizado que son incapaces de parar los pies a todo aquel que vulnera su intimidad o su integridad física o espiritual. 

5.- No son capaces de defenderse de las burlas y del bullying. 

6.- Llegan a la edad adulta sin modelos saludables en los que reflejarse perpetuando el trauma de apego entre sus vástagos o, por el contrario, convirtiéndose en víctimas vulnerables de todo tipo de abusadores, a veces con resultados fatales. 

7.- Esto es posible porque se dejan seducir por falsas promesas de un amor tan necesario como regateado cuando más se necesitaba.  

Adultos con trauma de apego  

Esta lluvia fina de falta de confianza, de calor familiar y de aprecio de la persona va calando de manera constante incluso en la vida adulta. Da igual lo que haya intentando este niño perdido en un mar de desamor una vez alcance la madurez para convertirse en una persona independiente. Será una persona vulnerable presa de todo tipo de acosadores. Normalmente son individuos deseosos de ser amados, de ser redimidos, de recibir aquello que le fue negado y a lo que tenía derecho de manera natural.  

Estas personas se mueven entre dos conflictos irresolubles: entre el deseo de ser amado y la imposibilidad de recibir cariño de quienes deberían ofrecerlo de manera gratuita. Todo ello genera en ellos un choque espiritual imposible de resolver. Como no reciben ese calor básico, interiorizan que no son merecedores del mismo convirtiéndose en presa fácil de todo tipo de psicópatas que, al ver esa herida tan profunda, se abalanzan sobre estas personas para robarles todo lo que está a su alcance: alegría, ganas de vivir, delicadeza, cortesía, bienes económicos, fortaleza, salud y libertad.  

“Esta terrible experiencia de intentar sobrevivir entre dos tendencias contrapuestas es la causa de la generación de heridas intergeneracionales que permanecen después en la vida del futuro adulto de modo latente y que se manifiestan en el momento en el que vuelven a encontrarse en el ámbito social con individuos que les suenan familiares: otros abusadores de corte narcisista o psicopático”. 

Iñaki Piñuel  

Muchos de estos adultos son incapaces de salir de esta relación abusiva porque, en primera instancia, la ven como normal. Son la proyección de aquello que vivieron en la infancia cuando el ninguneo, la falta de confianza o de libertad, los atentados continuos a sus necesidades emocionales eran el día a día. Hoy, de adultos, no saben parar los pies a quienes chantajean (con ventaja) con su alma y su vida. 

Cómo resolver los conflictos que han producido un trauma de apego 

Las víctimas con trauma de apego, si no han sido atendidas a edad temprana (y eso solo sucede con grandes delitos), llegan a la vida adulta muy perdidas. Solo después de encadenar un fracaso tras otro, algunas de ellas encuentran la fuerza escondida en su interior para enfrentarse a esta verdad tan abrumadora y demoledora. Únicamente mirando este espejo de crueldad constante pueden deshacerse del peso de la culpa, de la vergüenza y de la falta de confianza en sí mismas. El amor propio que les permita llevar una vida dichosa no va a llegar de un día para otro y, en prácticamente, todos los casos de éxito hay un acompañamiento profesional experto (en este tipo de situaciones) y un duro trabajo personal. 

Ni que decir tiene que este texto sobre el trauma de apego es, sencillamente, unas notas, unos apuntes que te pueden ayudar para, al menos, poner nombre a todo aquello que te pasa. Será el primer paso en tu libertad.  

Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla

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El trauma de apego ha sido definido en la psicología del siglo XXI tras el estudio exhaustivo de la denominada como familia tóxica, formada, en su inmensa mayoría, por progenitores caracterizados, como mínimo, de indolentes. En la mayoría de los casos nos encontramos detrás un padre psicópata, una madre narcisista, abusos de todo tipo, entornos con adicciones…  Empiezo apuntando que el apego para los humanos es un sistema psicológico de adaptación innato y genético. A través del mismo, el infante frágil y débil que llega a esta mundo necesita de cuidados físicos y espirituales para poder crecer de manera saludable. Cuando el apego no se realiza correctamente (porque hay padres ausentes por un motivo u otro), se genera el trauma. 

Qué es el trauma de apego 

 

Se origina en la etapa infantil y da la cara en la edad adulta de diversas maneras. Se define como un trama de tipo relacional originado en el seno de la familia. Cuando se nombran infancias rotas normalmente se nos viene a la cabeza niños maltratados, vejados o abusados de forma cruel. Sin embargo, el trauma de apego normalmente no se produce por grandes hechos de este tipo. El Doctor Iñaki Piñuel, en su obra Familia Zero  lo describe como una lluvia fina de pequeñas y grandes cosas que van minando la confianza del niño hasta convertirlo en un ser vulnerable a todo tipo de depredadores emocionales.  

Se produce en familias que no dan el apoyo incondicional que un niño requiere y, por tanto, este se convierte en juguete al capricho de los padres. Dicho así puede parecer que ese tipo de familias son las del espectro de la marginalidad. Sin embargo, este tipo de crueldad (a veces aceptada socialmente) es más frecuente de lo que parece a simple vista. El niño que llega a este sucedáneo de hogar y que, por la razón que sea, no es querido se ve envuelto a lo largo de su vida en una serie de actos de desamor que, a la larga, van configurando un sistema emocional perverso para sí mismo. Y lo es porque se acostumbra a esta tipo de actitudes y las siente como normales, ya que -recordemos- vienen de quienes están llamados a darle protección. Por otro lado, el afán de apegarse a toda costa a sus progenitores (porque, recordemos, es un sistema innato de supervivencia), el niño tiende, por un lado, a culpabilizarse por no ser receptor de ese amor natural y, por el otro, a querer complacer, como sea, a esos padres que no son capaces de ofrecer cariño, confianza y seguridad.  

El resultado de este tipo de crianza es un adulto roto con muy poca autoestima incapaz de abrirse en sociedad con asertividad. Andando el tiempo estos niños con trauma de apego se convierten en presas fáciles de relaciones tóxicas que llegan incluso a la crueldad del gaslighting

Cómo se produce el trauma de apego 

En esencia, nace cuando no es posible ese apego natural basado en la confianza, el amor, la entrega y la protección. Ni que decir tiene que esto no tiene nada que ver con los mimos o el capricho. El trauma de apego se genera cuando en la familia (normalmente la madre o el padre) no son capaces de ofrecer este amor, normalmente porque son personalidades psicopáticas o del espectro del narcisista, muy comunes, desafortunadamente, en la sociedad contemporánea. 

Estos padres, incapaces de amar a sus hijos y de ofrecerles el apoyo debido, descargarán toda su frustración en pequeños vulnerables de múltiples y variadas maneras. La convivencia se convierte en una lluvia fina y constante de frases vejatorias (“la culpa es tuya”, “tú no vales”, “no vas a poder”, “eres malo”, “eres egoísta…”), ninguneos y desplantes que van calando profundamente en el ánimo del pequeño. Estas almas no reciben consuelo cuando algo les aflige y, en ocasiones, su dolor o pesar es minimizado. Cuando pretendían hacer llegar alguna necesidad emocional básica eran tachados de egoístas. Se les exigía, a toda costa, una obediencia cercana a la sumisión y se les culpabilizaba prácticamente de cualquier hecho. El trauma de apego es una constante entre los hijos de madres narcisistas, las mismas que no pueden dejar de anteponerse a ellas mismas por el bienestar básico de sus retoños. 

Estos niños van creciendo en la incertidumbre más absoluta puesto que no saben qué hacer para complacer al progenitor que está al cargo de su cuidado. El sucedáneo de amor que reciben (de palabra y no de hechos) siempre está condicionado por un chantaje emocional brutal. Todo ello genera en el alma de los pequeños sentimientos de culpa por no estar “a la altura” de lo que espera ese progenitor. De la culpa se llega a la vergüenza, la humillación y la vulnerabilidad. El trauma de apego supone que estos pequeños lleguen a la edad adulta sin saber lo que es el amor verdadero, el más incondicional, el mismo que se recibe de los padres. Y, como nunca les han ofrecido este apego necesario para su supervivencia emocional se convierten, más temprano que tarde, en víctimas de todo tipo de abusadores en todos los ámbitos de su vida: en el trabajo, en la calle y en las sucesivas parejas que van ahondando más en esa herida relacional. 

Consecuencias a medio plazo del trauma de apego 

Son tantas que es imposible resumir en un artículo de divulgación como pretende ser este, pero, en líneas generales es normal encontrarse con lo siguiente: 

1.- La posición de dominio que ejerció ese progenitor tóxico genera, en primera instancia, una baja autoestima. La falta de amor propio va de la mano de complejos de inferioridad de todo tipo y, por tanto, ese niño que no recibe el cariño básico no intenta absolutamente nada para su progreso porque, sencillamente, no se siente merecedor de ello. 

2.- Son niños que se crían en el mal pero son incapaces de diferenciarlo del bien simplemente porque  la maldad está donde no debería: en su casa. Por eso, son susceptibles de ser engañados o maltratados de distintas formas. Y también de ir por la senda contrario, la que se sitúa fuera de la ley. 

3.- El trauma de apego genera indefensión aprendida y, por tanto, son incapaces de neutralizar los ataques que llegan del exterior o del interior familiar, ya que, por un lado, consideran que las cosas son así y, por el otro lado, se sienten culpables de todo lo malo que les pasa. Por eso, son las víctimas propiciatorias para el maltrato más atroz o las violaciones más espantosas. 

4.- El “quien bien te quiere te hará llorar” lo llevan tan interiorizado que son incapaces de parar los pies a todo aquel que vulnera su intimidad o su integridad física o espiritual. 

5.- No son capaces de defenderse de las burlas y del bullying. 

6.- Llegan a la edad adulta sin modelos saludables en los que reflejarse perpetuando el trauma de apego entre sus vástagos o, por el contrario, convirtiéndose en víctimas vulnerables de todo tipo de abusadores, a veces con resultados fatales. 

7.- Esto es posible porque se dejan seducir por falsas promesas de un amor tan necesario como regateado cuando más se necesitaba.  

Adultos con trauma de apego  

Esta lluvia fina de falta de confianza, de calor familiar y de aprecio de la persona va calando de manera constante incluso en la vida adulta. Da igual lo que haya intentando este niño perdido en un mar de desamor una vez alcance la madurez para convertirse en una persona independiente. Será una persona vulnerable presa de todo tipo de acosadores. Normalmente son individuos deseosos de ser amados, de ser redimidos, de recibir aquello que le fue negado y a lo que tenía derecho de manera natural.  

Estas personas se mueven entre dos conflictos irresolubles: entre el deseo de ser amado y la imposibilidad de recibir cariño de quienes deberían ofrecerlo de manera gratuita. Todo ello genera en ellos un choque espiritual imposible de resolver. Como no reciben ese calor básico, interiorizan que no son merecedores del mismo convirtiéndose en presa fácil de todo tipo de psicópatas que, al ver esa herida tan profunda, se abalanzan sobre estas personas para robarles todo lo que está a su alcance: alegría, ganas de vivir, delicadeza, cortesía, bienes económicos, fortaleza, salud y libertad.  

“Esta terrible experiencia de intentar sobrevivir entre dos tendencias contrapuestas es la causa de la generación de heridas intergeneracionales que permanecen después en la vida del futuro adulto de modo latente y que se manifiestan en el momento en el que vuelven a encontrarse en el ámbito social con individuos que les suenan familiares: otros abusadores de corte narcisista o psicopático”. 

Iñaki Piñuel  

Muchos de estos adultos son incapaces de salir de esta relación abusiva porque, en primera instancia, la ven como normal. Son la proyección de aquello que vivieron en la infancia cuando el ninguneo, la falta de confianza o de libertad, los atentados continuos a sus necesidades emocionales eran el día a día. Hoy, de adultos, no saben parar los pies a quienes chantajean (con ventaja) con su alma y su vida. 

Cómo resolver los conflictos que han producido un trauma de apego 

Las víctimas con trauma de apego, si no han sido atendidas a edad temprana (y eso solo sucede con grandes delitos), llegan a la vida adulta muy perdidas. Solo después de encadenar un fracaso tras otro, algunas de ellas encuentran la fuerza escondida en su interior para enfrentarse a esta verdad tan abrumadora y demoledora. Únicamente mirando este espejo de crueldad constante pueden deshacerse del peso de la culpa, de la vergüenza y de la falta de confianza en sí mismas. El amor propio que les permita llevar una vida dichosa no va a llegar de un día para otro y, en prácticamente, todos los casos de éxito hay un acompañamiento profesional experto (en este tipo de situaciones) y un duro trabajo personal. 

Ni que decir tiene que este texto sobre el trauma de apego es, sencillamente, unas notas, unos apuntes que te pueden ayudar para, al menos, poner nombre a todo aquello que te pasa. Será el primer paso en tu libertad.  

Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla

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Procusto es, en la mitología griega, “el que mata al que sobresale” y ya con esta definición nos adentramos en este trastorno o carácter oscuro de la personalidad que lo sufren una buen parte de los que forman ese saco informe denominado gente tóxica. El Síndrome de Procusto es el que está detrás de ese jefe medio que hará todo lo posible para que sus empleados más brillantes no puedan ascender o de esas actitudes (a medio camino entre el acoso, la difamación y el bullying) que se da en tantos grupos sociales contra aquel que es distinto, contra el que sobresale, contra el que brilla o el que aporta una idea o forma de vida novedosa. Los Procustos de distintos tipos son cada vez más frecuentes en la sociedad occidental, allí donde se ha sustituido la excelencia por la mediocridad, la pasión por el dejarse llevar y la envidia hacia el que tiene la valentía de vivir la vida de otro modo.  

Ahora bien, qué nos dice la mitología clásica del Síndrome de Procusto

Según los relatos de la literatura griega, Procusto era un posadero con un negocio apartado sobre una colina. Hasta allí llegaban los cansados peregrinos a pedir reposo y descanso. Éste servicialmente le ofrecía una cama de hierro en una habitación apartada. Una vez el agotado caminante se había deslizado por las profundidades del sueño, sin que se diera cuenta, era atado a los barrotes de la cama, amordazado y su destino final se dirimía en función de su “altura”. Si sobresalía de las medidas del lecho, Procusto, con un hacha, cercenaba pies y cabeza matando, por tanto, al desdichado caminante. Quien no llegaba a estas medidas no corrían mejor suerte, ya que era estirado y descoyuntado por el cruel posadero hasta que, sufriendo terribles dolores, se ajustaba a la medida propuesta por Procusto. Su final no era mejor que en el otro caso ya que el viajero siempre acababa muerto.  

Otras versiones del mito clásico anotan que el posadero tenía dos camas distintas y ofrecía una u otra dependiendo de la medida de su cliente. En otras traducciones nos encontramos una cama adaptable que se va moviendo al antojo del cruel hostelero. Dicho esto, en todos los relatos nos encontramos con el mismo destino para los viajeros. Procusto los mata sea cuales sean sus características físicas. 

El Síndrome de Procusto explicado a la luz del mito 

En definitiva, quien se conduce llevado por la misma personalidad que el personaje clásico va a ir por el otro, por el que está enfrente, haga este lo que haga. Dicho esto, en psicología contemporánea se ha encontrado que este tipo de personalidades no se entretienen con personas anodinas o de carácter afable. Los Procustos contemporáneos lanzan sus iras, hachas y recursos destructivos contra todo aquel que brilla, el que puede hacerle sombra, el que le recuerda (con los actos de su vida) su poca valía.  

Los podemos encontrar en todos los órdenes de la vida aunque abundan en los entornos laborales. Son esos receptores de currículum que escamotea el más valido, el jefe medio que ningunea a los que están bajo su cargo o el superior que se dedica a apartar (con una tarea de menor rango para la que se está cualificado las más de las veces) a quienes se atreven a brillar. Son los mismos que intoxican los ambientes con habladurías (cuando no con calumnias) hasta llegar a crear entornos irrespirables que pueden llegar  al síndrome de burnout, uno de los más destructivos de los que se dan en el trabajo.  

Pero estas personas, por desgracia, no se encuentran solo en el trabajo y extienden su radio de acción en todos los aspectos vitales. Son los que consienten o promueven el bullying (en todas sus modalidades) en colegios o vecindarios con ninguneos, silencios y apartamientos del niño que se muestra (por las razones que sea) distinto. Aunque este tipo de actitudes rozan lo delictivo y denunciable, en ocasiones, las víctimas no llegan a este extremo amplificando un dolor emocional, como el que el Procusto clásico realizaba con quienes no se “ajustaba a su medida”. 

¿Por qué se produce el Síndrome de Procusto y qué hay detrás?  

1.- Aunque siempre nos encontramos a persona tóxicas, esta denominación es tan amplia que en psicología hay que matizar bastante. Lo que mueve este tipo de actitudes es siempre la envidia.

2.- También hay un poso de cobardía por no aceptar las propias limitaciones y negarse a reconocer las de aquel que brilla. 

3.- Por otro lado, esta actitud también se adoba con un dejarse resbalar por la zona de confort fácil donde es más sencillo sucumbir a las habladurías, a las críticas y a las calumnias antes que realizar el duro trabajo interior que lleva al crecimiento personal continuado. 

4.- En otros individuos se encuentra un marcado carácter narcisista que es incapaz de soportar del otro ningún don. Esta personalidad oscura, para poder sobrellevar su falta de valía, se dedica a hundir al otro con todos los medios que encuentra a su alcance. 

5.- Uno de las más peligrosas artimañas que pueden llevar a cabo los que están envenenados por el Síndrome de Procusto es reclutar un ejército de seguidores. Este tipo de personas, a veces, son capaces de lanzar sus venenos hacia un tercero a través de un grupo de aduladores o de individuos que le siguen el juego. El más peligroso de estos personajes es el que recae en una madre narcisista que, a través de la conocida figura del chivo expiatorio, se dedica a levantar una familia tóxica. Si por algo se caracteriza este tipo de clanes es por cortar cualquier libertad o deseo de mejora de ese miembro que brilla, el mismo que no acepta las absurdos mandatos familiares que exigen ciega sumisión. 

6.- Con similares características se puede encontrar el Síndrome de Procusto en cualquier rol social ya sea laboral, escolar o vecinal. Es aquí donde todo un grupo se confabula con el que es distinto, con el que no se adapta a la medida, con el que no puede ser encasillado o, simplemente, que propone fórmulas nuevas de convivencia. En este sentido, aunque la persona que es destinataria de esas iras se dé cuenta de lo que está ocurriendo, nunca se le dará la oportunidad de aportar su mejor versión. Es más, si es alguien que ha recorrido algún camino vital, tirará la toalla inmediatamente y se apartará de los dardos envenenados de estos grupos tóxicos. 

7.- Detrás del Síndrome de Procusto siempre hay un individuo o un grupo con una autoestima baja que, bajo ningún concepto, va a permitir que salga a la luz la cobardía de la que adolece a la hora de afrontar su falta de valía. 

8.- Y, por último, la envidia soterrada está siempre detrás de estas personalidades. Este es uno de los vicios más destructivos del ser humano tanto para el que lo sufre como el que es objeto de sus dardos envenenados. 

¿Por qué el Síndrome de Procusto es tan frecuente en la sociedad occidental?

Aunque las respuestas a todo lo que suponen las luces y las sombras del espíritu humano no son fáciles, nos podemos identificar mucho con la tesis del filósofo y profesor de sociología en la Universidad de Quebec, Canadá, Alaín Deneuault. Es el autor de la obra (publicada en español por la editorial Turner) Mediocracia, cuando los mediocres llegan al poder

En ella hace un examen demoledor de nuestra sociedad contemporánea repleta de individuos que califica como sandwiches mixtos. Esto es, son personas que, aún siendo “comestibles” no llegan a la excelencia ni de un plato casero realizado con amor ni, por supuesto, de un manjar de un chef con pericia. Esta metáfora culinaria le sirve al filósofo para triturar los fundamentos culturales formados por personas que, aún siendo útiles al sistema con distintas habilidades, están todas cortadas por el mismo patrón. Son estos individuos, en la media (que eso significa mediocre), que aún no cometiendo grandes delitos o maldades (ni siquiera llegan a eso) son capaces, en el día a día, de ir generando pequeños actos de crueldad, de cobardía, de silencios, de apartamientos del otro, de burlas soterradas que, por amontonamiento, se convierten en una gran mala acción. 

¿Qué hacemos ante aquellos que padecen el Síndrome de Procusto?  

La única manera de protegernos de este tipo de seres oscuros (que no llegan a la calificación de psicópata pero que se quedan en las lindes del narcisista perverso) es  empezar reconociendo nuestra valía. Y esta no es más que aceptar que somos seres únicos y dar gracias por ello. En esa “rareza” se encuentra el brillo que nos hace especiales, distintos a los otros y dignos de hacer una obra de arte con nuestra vida.  En el extremo contrario, se encuentran los que se acomodan a toda costa y, como Procusto, se dedican a matar a todo el que sobresale. 

En segundo lugar, una vez hemos reconocido, esta actitud en el otro, toca no dejarnos avasallar y defendernos. La defensa puede ser incluso un repliegue. El que te importe un comino lo que las “viejas de los visillos” digan de ti te reconoce en tu libertad y en grandeza. En el caso de encontrarte con estas personas en el entorno laboral el asunto se vuelve más difícil. Aquí tienes que andarte con pies de plomo para no despertar la hidra que llevan dentro. Cuando te das cuenta de lo que hay, siempre es más fácil tomar una decisión en un sentido u el otro.  

Intenta siempre rodearte de personas inspiradoras, de esas que traen luz a tu vida, de aquellos con los que te sientes realizado y en paz. Elimina de tu mundo las que roban energía, las que te agotan y sacan lo peor de ti.  

Si, por último, crees que sufres del Síndrome de Procusto y que tus actitudes no te están dejando crecer, ya has dado el primer paso fundamental para pasarte al lado luminoso de la vida. Busca ayuda profesional, de un psicólogo. Y con este acompañamiento será más fácil ver qué se quedó enredado dentro de ti (y en qué momento y circunstancia) para que te conduzcas por la vida de esta manera.  

Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla

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Procusto es, en la mitología griega, “el que mata al que sobresale” y ya con esta definición nos adentramos en este trastorno o carácter oscuro de la personalidad que lo sufren una buen parte de los que forman ese saco informe denominado gente tóxica. El Síndrome de Procusto es el que está detrás de ese jefe medio que hará todo lo posible para que sus empleados más brillantes no puedan ascender o de esas actitudes (a medio camino entre el acoso, la difamación y el bullying) que se da en tantos grupos sociales contra aquel que es distinto, contra el que sobresale, contra el que brilla o el que aporta una idea o forma de vida novedosa. Los Procustos de distintos tipos son cada vez más frecuentes en la sociedad occidental, allí donde se ha sustituido la excelencia por la mediocridad, la pasión por el dejarse llevar y la envidia hacia el que tiene la valentía de vivir la vida de otro modo.  

Ahora bien, qué nos dice la mitología clásica del Síndrome de Procusto

Según los relatos de la literatura griega, Procusto era un posadero con un negocio apartado sobre una colina. Hasta allí llegaban los cansados peregrinos a pedir reposo y descanso. Éste servicialmente le ofrecía una cama de hierro en una habitación apartada. Una vez el agotado caminante se había deslizado por las profundidades del sueño, sin que se diera cuenta, era atado a los barrotes de la cama, amordazado y su destino final se dirimía en función de su “altura”. Si sobresalía de las medidas del lecho, Procusto, con un hacha, cercenaba pies y cabeza matando, por tanto, al desdichado caminante. Quien no llegaba a estas medidas no corrían mejor suerte, ya que era estirado y descoyuntado por el cruel posadero hasta que, sufriendo terribles dolores, se ajustaba a la medida propuesta por Procusto. Su final no era mejor que en el otro caso ya que el viajero siempre acababa muerto.  

Otras versiones del mito clásico anotan que el posadero tenía dos camas distintas y ofrecía una u otra dependiendo de la medida de su cliente. En otras traducciones nos encontramos una cama adaptable que se va moviendo al antojo del cruel hostelero. Dicho esto, en todos los relatos nos encontramos con el mismo destino para los viajeros. Procusto los mata sea cuales sean sus características físicas. 

El Síndrome de Procusto explicado a la luz del mito 

En definitiva, quien se conduce llevado por la misma personalidad que el personaje clásico va a ir por el otro, por el que está enfrente, haga este lo que haga. Dicho esto, en psicología contemporánea se ha encontrado que este tipo de personalidades no se entretienen con personas anodinas o de carácter afable. Los Procustos contemporáneos lanzan sus iras, hachas y recursos destructivos contra todo aquel que brilla, el que puede hacerle sombra, el que le recuerda (con los actos de su vida) su poca valía.  

Los podemos encontrar en todos los órdenes de la vida aunque abundan en los entornos laborales. Son esos receptores de currículum que escamotea el más valido, el jefe medio que ningunea a los que están bajo su cargo o el superior que se dedica a apartar (con una tarea de menor rango para la que se está cualificado las más de las veces) a quienes se atreven a brillar. Son los mismos que intoxican los ambientes con habladurías (cuando no con calumnias) hasta llegar a crear entornos irrespirables que pueden llegar  al síndrome de burnout, uno de los más destructivos de los que se dan en el trabajo.  

Pero estas personas, por desgracia, no se encuentran solo en el trabajo y extienden su radio de acción en todos los aspectos vitales. Son los que consienten o promueven el bullying (en todas sus modalidades) en colegios o vecindarios con ninguneos, silencios y apartamientos del niño que se muestra (por las razones que sea) distinto. Aunque este tipo de actitudes rozan lo delictivo y denunciable, en ocasiones, las víctimas no llegan a este extremo amplificando un dolor emocional, como el que el Procusto clásico realizaba con quienes no se “ajustaba a su medida”. 

¿Por qué se produce el Síndrome de Procusto y qué hay detrás?  

1.- Aunque siempre nos encontramos a persona tóxicas, esta denominación es tan amplia que en psicología hay que matizar bastante. Lo que mueve este tipo de actitudes es siempre la envidia.

2.- También hay un poso de cobardía por no aceptar las propias limitaciones y negarse a reconocer las de aquel que brilla. 

3.- Por otro lado, esta actitud también se adoba con un dejarse resbalar por la zona de confort fácil donde es más sencillo sucumbir a las habladurías, a las críticas y a las calumnias antes que realizar el duro trabajo interior que lleva al crecimiento personal continuado. 

4.- En otros individuos se encuentra un marcado carácter narcisista que es incapaz de soportar del otro ningún don. Esta personalidad oscura, para poder sobrellevar su falta de valía, se dedica a hundir al otro con todos los medios que encuentra a su alcance. 

5.- Uno de las más peligrosas artimañas que pueden llevar a cabo los que están envenenados por el Síndrome de Procusto es reclutar un ejército de seguidores. Este tipo de personas, a veces, son capaces de lanzar sus venenos hacia un tercero a través de un grupo de aduladores o de individuos que le siguen el juego. El más peligroso de estos personajes es el que recae en una madre narcisista que, a través de la conocida figura del chivo expiatorio, se dedica a levantar una familia tóxica. Si por algo se caracteriza este tipo de clanes es por cortar cualquier libertad o deseo de mejora de ese miembro que brilla, el mismo que no acepta las absurdos mandatos familiares que exigen ciega sumisión. 

6.- Con similares características se puede encontrar el Síndrome de Procusto en cualquier rol social ya sea laboral, escolar o vecinal. Es aquí donde todo un grupo se confabula con el que es distinto, con el que no se adapta a la medida, con el que no puede ser encasillado o, simplemente, que propone fórmulas nuevas de convivencia. En este sentido, aunque la persona que es destinataria de esas iras se dé cuenta de lo que está ocurriendo, nunca se le dará la oportunidad de aportar su mejor versión. Es más, si es alguien que ha recorrido algún camino vital, tirará la toalla inmediatamente y se apartará de los dardos envenenados de estos grupos tóxicos. 

7.- Detrás del Síndrome de Procusto siempre hay un individuo o un grupo con una autoestima baja que, bajo ningún concepto, va a permitir que salga a la luz la cobardía de la que adolece a la hora de afrontar su falta de valía. 

8.- Y, por último, la envidia soterrada está siempre detrás de estas personalidades. Este es uno de los vicios más destructivos del ser humano tanto para el que lo sufre como el que es objeto de sus dardos envenenados. 

¿Por qué el Síndrome de Procusto es tan frecuente en la sociedad occidental?

Aunque las respuestas a todo lo que suponen las luces y las sombras del espíritu humano no son fáciles, nos podemos identificar mucho con la tesis del filósofo y profesor de sociología en la Universidad de Quebec, Canadá, Alaín Deneuault. Es el autor de la obra (publicada en español por la editorial Turner) Mediocracia, cuando los mediocres llegan al poder

En ella hace un examen demoledor de nuestra sociedad contemporánea repleta de individuos que califica como sandwiches mixtos. Esto es, son personas que, aún siendo “comestibles” no llegan a la excelencia ni de un plato casero realizado con amor ni, por supuesto, de un manjar de un chef con pericia. Esta metáfora culinaria le sirve al filósofo para triturar los fundamentos culturales formados por personas que, aún siendo útiles al sistema con distintas habilidades, están todas cortadas por el mismo patrón. Son estos individuos, en la media (que eso significa mediocre), que aún no cometiendo grandes delitos o maldades (ni siquiera llegan a eso) son capaces, en el día a día, de ir generando pequeños actos de crueldad, de cobardía, de silencios, de apartamientos del otro, de burlas soterradas que, por amontonamiento, se convierten en una gran mala acción. 

¿Qué hacemos ante aquellos que padecen el Síndrome de Procusto?  

La única manera de protegernos de este tipo de seres oscuros (que no llegan a la calificación de psicópata pero que se quedan en las lindes del narcisista perverso) es  empezar reconociendo nuestra valía. Y esta no es más que aceptar que somos seres únicos y dar gracias por ello. En esa “rareza” se encuentra el brillo que nos hace especiales, distintos a los otros y dignos de hacer una obra de arte con nuestra vida.  En el extremo contrario, se encuentran los que se acomodan a toda costa y, como Procusto, se dedican a matar a todo el que sobresale. 

En segundo lugar, una vez hemos reconocido, esta actitud en el otro, toca no dejarnos avasallar y defendernos. La defensa puede ser incluso un repliegue. El que te importe un comino lo que las “viejas de los visillos” digan de ti te reconoce en tu libertad y en grandeza. En el caso de encontrarte con estas personas en el entorno laboral el asunto se vuelve más difícil. Aquí tienes que andarte con pies de plomo para no despertar la hidra que llevan dentro. Cuando te das cuenta de lo que hay, siempre es más fácil tomar una decisión en un sentido u el otro.  

Intenta siempre rodearte de personas inspiradoras, de esas que traen luz a tu vida, de aquellos con los que te sientes realizado y en paz. Elimina de tu mundo las que roban energía, las que te agotan y sacan lo peor de ti.  

Si, por último, crees que sufres del Síndrome de Procusto y que tus actitudes no te están dejando crecer, ya has dado el primer paso fundamental para pasarte al lado luminoso de la vida. Busca ayuda profesional, de un psicólogo. Y con este acompañamiento será más fácil ver qué se quedó enredado dentro de ti (y en qué momento y circunstancia) para que te conduzcas por la vida de esta manera.  

Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla

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Y sí, no voy a dar una lista de esos grandes nombres que han cambiado el curso de la historia con su forma radical, distinta y transformadora de ver, estar y sentir el mundo. ¿Por qué? Porque las personas inspiradoras están a nuestro alrededor camufladas en quehaceres cotidianos e, incluso, anodinos. Para encontrar su brillo más profundo, a veces, tienes que tener el radar puesto. Por eso, hoy te traigo algunas características de estos seres que con su sola forma de estar en el universo te pueden abrir puertas, ventanas y caminos que no conocías. Estos seres de luz se encuentran en la acera contraria a las personas tóxicas con todos sus tipos posibles (los abonados a la difamación, los narcisistas, los posesos de la verdad, los soberbios, los psicópatas…)  

En la acera luminosa se encuentran las personas que se vuelven un ejemplo para otras porque nunca abandonaron el bien a pesar de las adversidades, porque se atrevieron a abrir caminos antes no recorridos, porque son valientes y se miran en el interior de sí mismas, porque viven el día a día con alegría… Aunque, como en todo en la viña del Señor, son más complejas, versátiles y radicalmente distintas unas a otras que lo aquí expuesto, sí hay una serie de comportamientos o caracteres que le son comunes. 

Características de las personas inspiradoras

Las personas inspiradoras no tienen por qué estar en la Wikipedia o en los libros de historia. Las más de las veces son seres anónimos, corrientes, dedicados a quehaceres que no tienen que saltar las barreras de la fama. Si bien los grandes nombres nos enseñan el valor de afrontar retos complejos, estas a las que me dedico hoy son las más valiosas (desde mi humilde punto de vista), porque su halo efectivo no para nunca y su sola presencia te puede abrir caminos que antes ni creías que existían. Están en cualquier emplazamiento y situación, ocupando tareas diversas y profesiones dispares pero, por lo general, tienen tan interiorizado el rol de ayuda que hacen bandera incluso de él. Aunque en ellas hay gustos diversos suelen tener preferencia por los entornos naturales, tranquilos y sosegados. No te las vas a encontrar en discotecas y bares nocturnos envenenándose de distintas formas. Bueno… estas te pueden inspirar pero para no seguir la senda que ellos han elegido. 

1.- Las personas inspiradoras no murmuran, calumnian ni cotillean

Es más, dan su opinión solo cuando se la piden y son muy respetuosas con las ajenas. Se alejan mucho de hacer juicios de valor sobre la vida de los otros. Están centradas en mejorarse continuamente y aquí no cabe la crítica a los que están alrededor. Son conscientes que las palabras que se vierten sobre los demás (aunque sean sobre hechos verdaderos) son como esos papeles al viento del mito oriental. Una vez has escrito algo y lo lanzas a los cuatro puntos cardinales dividido en pedacitos pequeños ya no puedes recomponerlo a su estado original. Así son las calumnias, cotilleos, críticas y juicios. 

2.- Son positivas y siempre ven la oportunidad en la adversidad

Afrontan el mundo con una sonrisa aunque esta sea interior y no se refleje en el rostro, con esperanza en la resolución de conflictos, problemas y contratiempos. A la par, trabajan para que todo sea crecimiento, progreso y abundancia a su alrededor. Esto, por supuesto, no aplica solo al tema económico sino a todo aquello importante que no se puede medir. Confían en Dios o en los poderes del universo y eso les hace estar en el mundo de una forma serena. Han hecho de la resilencia bandera mejorando de cada mala etapa que se les haya presentado.  

3.- Las personas inspiradoras ayudan sin avasallar dejando el espacio al otro

Porque hay quienes se dicen líderes o que van a ofrecer ayuda pero esta tiene que ser con condiciones. O lo que es peor: para que te encuentres en deuda con ellos. Las personas con luz que hoy nos ocupan lo hacen, en otro sentido, desinteresadamente asumiendo que la felicidad está en el servicio (que no tiene nada que ver con el servilismo).  

4.- Son flexibles y sociables

Se adaptan a todas las circunstancias con alegría y no hacen distinciones en las personas según su estrato social o posición económica. Centran su interés en los dones del corazón y nunca en lo meramente material. Por eso, es fácil que hagan amigos y amistades allí por donde se mueven. Además, como no son dogmáticas y tampoco hacen proselitismo, aportan su visión del mundo o creencias (a veces hasta las más profundas) sin avasallar a los demás. 

5.- Son personas generosas que han visto la luz de la verdad 

Por eso, no se aferran a los bienes materiales, a lo que no funciona, a relaciones vacías… Saben soltar con elegancia y desprenderse de aquello que no les sirve. No acumulan y entienden que el espíritu del avaro daña el alma. 

6.- Las personas inspiradoras entienden que la vida tiene un sentido y que hay que ir en su búsqueda

Por eso, es frecuente que tengan un alto propósito religioso y que sus actos sean consecuentes con sus creencias. Son seres enteros y entregados que no dicen una cosa y, a la postre, hacen una bien diferente. Llevan la valentía a sus últimas consecuencias buscando el equilibrio de la justicia.  

7.- Son calmadas sin propensión al estrés o a la ansiedad

Las personas inspiradoras ya saben que en la serenidad radica el primer paso para la felicidad. Buscan el autoconocimiento constante y este camino, a la postre, se va sembrando de paz al centrarse en el presente y no preocuparse tanto por lo que está por venir. Como han aprendido a  soltar todo aquello que ya no les sirve, están más cerca del perdón natural que el resto de los mortales.  

8.- Se han alejado del materialismo  

Y todo lo que ello conlleva: ira y veneno. No nos damos cuenta pero la carrera por conseguir bienes materiales que nos sobran o que nada nos aportan es una batalla cruenta contra nosotros mismos. Por querer conseguir un estatus económico sacrificamos el presente y, a la larga, nuestra esencia. Esto ya lo aprendieron las personas inspiradoras y viven con una digna sencillez. 

9.- El concepto de envidia no cabe en ellas y se alegran de corazón de todo lo bueno que les pase a los demás

Y hago hincapié en esto porque este tipo de seres de luz no se andan midiendo con los otros. Si lo hacen, es consigo mismos para mejorar. A veces este tipo de comportamiento es difícil de comprender para quienes están aferrados a un éxito efímero, al destacar de manera fraudulenta, a la mentira de la fama o a la venganza hacia quienes le hicieron en el pasado algún tipo de daño.  

10.- Para las personas inspiradoras los cambios tienen que estar alejados de los conflictos

Por eso no fuerzan nada. Trabajan para que todo llegue a buen puerto pero no maquinan (y mucho menos a espaldas de otros) para que cualquier objetivo se consiga. Son personas que han descartado la ira de sus vidas y que se alejan de todo conflicto estéril.  

El mundo detrás de las personas inspiradoras

Y la pregunta es: ¿cómo se llega hasta aquí?

1.- En un alto porcentaje nos encontramos con personas que han sufrido y han experimentado una catarsis

En ese proceso se han dado cuenta de lo que realmente importa. Quienes llevan una vida fácil les resulta más complicado, a veces, entender los maravillosos recovecos de la existencia.  

2.- Llevan el crecimiento personal a todos los ámbitos de la vida 

Cualquier cosa que hagan les supone un reto personal que afrontan con alegría. 

3.- Están al servicio del bien común desde la posición en la que se encuentren

Y no hace falta estar al mando de una ONG para llevar a cabo este fin. Se puede hacer desde cualquier punto en el que nos situemos. Eso sí, es primordial dejar atrás actitudes egoístas y egocéntricas, algo que puede parecer complicado en nuestra sociedad actual.   

4.- Han aprendido a disfrutar de los instantes y momentos de la vida más sencillos

Por eso, no se agobian por lo que está por venir y miran al pasado solo para aprender. No se aferran a lo malo y acogen cualquier contratiempo con serenidad con el firme convencimiento de que les va a servir para avanzar.  

5.- Las personas inspiradoras transmiten energía

Y aquí las personas inspiradoras actúan en la acera contraria a la de la gente tóxica. Si estas te roban todo tu luz, tu brillo y te dejan agotado, estos seres de luz te hacen sentir ligeros y como en una nube. Y esto solo hablando con ellos y en el trato diario. Sencillamente, su forma de estar en el mundo te permite abrir puertas y ventanas por las que respirar.  

6.- Suelen tener una sencilla elegancia en todo lo que hacen 

Ponen interés y buen gusto en cualquier cosa que organizan. No gastan mucho ni llevan ropas caras. Llevan la autenticidad a cualquier plano físico.  

7.- Les gusta ver felicidad a su alrededor aunque ellas no hayan tenido nada que ver

Son firmes defensores de la dicha ajena. De ella se nutren devolviéndola con creces. Como llevan la empatía como bandera y la ejercen a más no poder se envuelven con ese halo de alegría que esté a su alrededor y se alegran de corazón de que las cosas les vaya bien a los demás. La envidia es un sentimiento que no tiene cabida en este tipo de espíritus.  

8.- No imponen sus criterios absolutamente a nadie. Simplemente se muestran tal como son sin miedos ni corazas 

La mediocridad no entra en sus planes. Por eso, se niegan a empujar a alguien en cualquier sentido y, tampoco imponen criterio alguno por mi inocente que este pueda parecer. 

9.- Las personas inspiradoras, en un alto porcentaje, no paran de estudiar y de aprender

No se estancan. Progresan día a día. No les interesa las noticias de los periódicos sino más bien todo aquello que les pueda servir para poder hacer una vida mejor entre los suyos. Por eso tienen conocimientos diversos, prácticos y útiles de disciplinas dispares.  

10.- Escuchan a los demás y hacen gala de empatía 

Y esta quizás sea su mejor cualidad, la más difícil entre el común de los mortales. Si la sociedad contemporánea se regodea en la exposición pública de cualquier ámbito, esto crea seres centrados en sí mismos, en sus propias necesidades, en el reflejo que le devuelve el espejo. Sin embargo, las personas inspiradoras son todo lo contrario y saben ponerse en los zapatos de los demás practicando constantemente la escucha activa. 

Seguro que alguna se topa en tu vida. ¡No dejes que salga!

Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla

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Y sí, no voy a dar una lista de esos grandes nombres que han cambiado el curso de la historia con su forma radical, distinta y transformadora de ver, estar y sentir el mundo. ¿Por qué? Porque las personas inspiradoras están a nuestro alrededor camufladas en quehaceres cotidianos e, incluso, anodinos. Para encontrar su brillo más profundo, a veces, tienes que tener el radar puesto. Por eso, hoy te traigo algunas características de estos seres que con su sola forma de estar en el universo te pueden abrir puertas, ventanas y caminos que no conocías. Estos seres de luz se encuentran en la acera contraria a las personas tóxicas con todos sus tipos posibles (los abonados a la difamación, los narcisistas, los posesos de la verdad, los soberbios, los psicópatas…)  

En la acera luminosa se encuentran las personas que se vuelven un ejemplo para otras porque nunca abandonaron el bien a pesar de las adversidades, porque se atrevieron a abrir caminos antes no recorridos, porque son valientes y se miran en el interior de sí mismas, porque viven el día a día con alegría… Aunque, como en todo en la viña del Señor, son más complejas, versátiles y radicalmente distintas unas a otras que lo aquí expuesto, sí hay una serie de comportamientos o caracteres que le son comunes. 

Características de las personas inspiradoras

Las personas inspiradoras no tienen por qué estar en la Wikipedia o en los libros de historia. Las más de las veces son seres anónimos, corrientes, dedicados a quehaceres que no tienen que saltar las barreras de la fama. Si bien los grandes nombres nos enseñan el valor de afrontar retos complejos, estas a las que me dedico hoy son las más valiosas (desde mi humilde punto de vista), porque su halo efectivo no para nunca y su sola presencia te puede abrir caminos que antes ni creías que existían. Están en cualquier emplazamiento y situación, ocupando tareas diversas y profesiones dispares pero, por lo general, tienen tan interiorizado el rol de ayuda que hacen bandera incluso de él. Aunque en ellas hay gustos diversos suelen tener preferencia por los entornos naturales, tranquilos y sosegados. No te las vas a encontrar en discotecas y bares nocturnos envenenándose de distintas formas. Bueno… estas te pueden inspirar pero para no seguir la senda que ellos han elegido. 

1.- Las personas inspiradoras no murmuran, calumnian ni cotillean

Es más, dan su opinión solo cuando se la piden y son muy respetuosas con las ajenas. Se alejan mucho de hacer juicios de valor sobre la vida de los otros. Están centradas en mejorarse continuamente y aquí no cabe la crítica a los que están alrededor. Son conscientes que las palabras que se vierten sobre los demás (aunque sean sobre hechos verdaderos) son como esos papeles al viento del mito oriental. Una vez has escrito algo y lo lanzas a los cuatro puntos cardinales dividido en pedacitos pequeños ya no puedes recomponerlo a su estado original. Así son las calumnias, cotilleos, críticas y juicios. 

2.- Son positivas y siempre ven la oportunidad en la adversidad

Afrontan el mundo con una sonrisa aunque esta sea interior y no se refleje en el rostro, con esperanza en la resolución de conflictos, problemas y contratiempos. A la par, trabajan para que todo sea crecimiento, progreso y abundancia a su alrededor. Esto, por supuesto, no aplica solo al tema económico sino a todo aquello importante que no se puede medir. Confían en Dios o en los poderes del universo y eso les hace estar en el mundo de una forma serena. Han hecho de la resilencia bandera mejorando de cada mala etapa que se les haya presentado.  

3.- Las personas inspiradoras ayudan sin avasallar dejando el espacio al otro

Porque hay quienes se dicen líderes o que van a ofrecer ayuda pero esta tiene que ser con condiciones. O lo que es peor: para que te encuentres en deuda con ellos. Las personas con luz que hoy nos ocupan lo hacen, en otro sentido, desinteresadamente asumiendo que la felicidad está en el servicio (que no tiene nada que ver con el servilismo).  

4.- Son flexibles y sociables

Se adaptan a todas las circunstancias con alegría y no hacen distinciones en las personas según su estrato social o posición económica. Centran su interés en los dones del corazón y nunca en lo meramente material. Por eso, es fácil que hagan amigos y amistades allí por donde se mueven. Además, como no son dogmáticas y tampoco hacen proselitismo, aportan su visión del mundo o creencias (a veces hasta las más profundas) sin avasallar a los demás. 

5.- Son personas generosas que han visto la luz de la verdad 

Por eso, no se aferran a los bienes materiales, a lo que no funciona, a relaciones vacías… Saben soltar con elegancia y desprenderse de aquello que no les sirve. No acumulan y entienden que el espíritu del avaro daña el alma. 

6.- Las personas inspiradoras entienden que la vida tiene un sentido y que hay que ir en su búsqueda

Por eso, es frecuente que tengan un alto propósito religioso y que sus actos sean consecuentes con sus creencias. Son seres enteros y entregados que no dicen una cosa y, a la postre, hacen una bien diferente. Llevan la valentía a sus últimas consecuencias buscando el equilibrio de la justicia.  

7.- Son calmadas sin propensión al estrés o a la ansiedad

Las personas inspiradoras ya saben que en la serenidad radica el primer paso para la felicidad. Buscan el autoconocimiento constante y este camino, a la postre, se va sembrando de paz al centrarse en el presente y no preocuparse tanto por lo que está por venir. Como han aprendido a  soltar todo aquello que ya no les sirve, están más cerca del perdón natural que el resto de los mortales.  

8.- Se han alejado del materialismo  

Y todo lo que ello conlleva: ira y veneno. No nos damos cuenta pero la carrera por conseguir bienes materiales que nos sobran o que nada nos aportan es una batalla cruenta contra nosotros mismos. Por querer conseguir un estatus económico sacrificamos el presente y, a la larga, nuestra esencia. Esto ya lo aprendieron las personas inspiradoras y viven con una digna sencillez. 

9.- El concepto de envidia no cabe en ellas y se alegran de corazón de todo lo bueno que les pase a los demás

Y hago hincapié en esto porque este tipo de seres de luz no se andan midiendo con los otros. Si lo hacen, es consigo mismos para mejorar. A veces este tipo de comportamiento es difícil de comprender para quienes están aferrados a un éxito efímero, al destacar de manera fraudulenta, a la mentira de la fama o a la venganza hacia quienes le hicieron en el pasado algún tipo de daño.  

10.- Para las personas inspiradoras los cambios tienen que estar alejados de los conflictos

Por eso no fuerzan nada. Trabajan para que todo llegue a buen puerto pero no maquinan (y mucho menos a espaldas de otros) para que cualquier objetivo se consiga. Son personas que han descartado la ira de sus vidas y que se alejan de todo conflicto estéril.  

El mundo detrás de las personas inspiradoras

Y la pregunta es: ¿cómo se llega hasta aquí?

1.- En un alto porcentaje nos encontramos con personas que han sufrido y han experimentado una catarsis

En ese proceso se han dado cuenta de lo que realmente importa. Quienes llevan una vida fácil les resulta más complicado, a veces, entender los maravillosos recovecos de la existencia.  

2.- Llevan el crecimiento personal a todos los ámbitos de la vida 

Cualquier cosa que hagan les supone un reto personal que afrontan con alegría. 

3.- Están al servicio del bien común desde la posición en la que se encuentren

Y no hace falta estar al mando de una ONG para llevar a cabo este fin. Se puede hacer desde cualquier punto en el que nos situemos. Eso sí, es primordial dejar atrás actitudes egoístas y egocéntricas, algo que puede parecer complicado en nuestra sociedad actual.   

4.- Han aprendido a disfrutar de los instantes y momentos de la vida más sencillos

Por eso, no se agobian por lo que está por venir y miran al pasado solo para aprender. No se aferran a lo malo y acogen cualquier contratiempo con serenidad con el firme convencimiento de que les va a servir para avanzar.  

5.- Las personas inspiradoras transmiten energía

Y aquí las personas inspiradoras actúan en la acera contraria a la de la gente tóxica. Si estas te roban todo tu luz, tu brillo y te dejan agotado, estos seres de luz te hacen sentir ligeros y como en una nube. Y esto solo hablando con ellos y en el trato diario. Sencillamente, su forma de estar en el mundo te permite abrir puertas y ventanas por las que respirar.  

6.- Suelen tener una sencilla elegancia en todo lo que hacen 

Ponen interés y buen gusto en cualquier cosa que organizan. No gastan mucho ni llevan ropas caras. Llevan la autenticidad a cualquier plano físico.  

7.- Les gusta ver felicidad a su alrededor aunque ellas no hayan tenido nada que ver

Son firmes defensores de la dicha ajena. De ella se nutren devolviéndola con creces. Como llevan la empatía como bandera y la ejercen a más no poder se envuelven con ese halo de alegría que esté a su alrededor y se alegran de corazón de que las cosas les vaya bien a los demás. La envidia es un sentimiento que no tiene cabida en este tipo de espíritus.  

8.- No imponen sus criterios absolutamente a nadie. Simplemente se muestran tal como son sin miedos ni corazas 

La mediocridad no entra en sus planes. Por eso, se niegan a empujar a alguien en cualquier sentido y, tampoco imponen criterio alguno por mi inocente que este pueda parecer. 

9.- Las personas inspiradoras, en un alto porcentaje, no paran de estudiar y de aprender

No se estancan. Progresan día a día. No les interesa las noticias de los periódicos sino más bien todo aquello que les pueda servir para poder hacer una vida mejor entre los suyos. Por eso tienen conocimientos diversos, prácticos y útiles de disciplinas dispares.  

10.- Escuchan a los demás y hacen gala de empatía 

Y esta quizás sea su mejor cualidad, la más difícil entre el común de los mortales. Si la sociedad contemporánea se regodea en la exposición pública de cualquier ámbito, esto crea seres centrados en sí mismos, en sus propias necesidades, en el reflejo que le devuelve el espejo. Sin embargo, las personas inspiradoras son todo lo contrario y saben ponerse en los zapatos de los demás practicando constantemente la escucha activa. 

Seguro que alguna se topa en tu vida. ¡No dejes que salga!

Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla

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Reza un proverbio del Tao chino que “para recorrerse el mundo hay que dar el primer paso”. De otra manera nos alecciona el santo amigo de las criaturas inocentes, Francisco de Asís, quien nos insta a hacer “primero lo necesario, luego lo posible” porque, más pronto que tarde estaremos “haciendo lo imposible”. Ese imposible es para algunos de nosotros la consecución de la serenidad, la plenitud y/o la felicidad, aún sabiendo que esta última en el sentido absoluto no existe. En este orden de cosas, ese primer paso (o ese hacer lo necesario al que nos insta el santo) tiene su correlato en el camino del crecimiento personal en el autoconocimiento. Y dicho así parece lo más fácil del mundo, lo que todos sabemos hacer, lo que es inherente al individuo… Lamentablemente, no es tan sencillo, ya que en nuestra vida siempre hay condicionantes (de todo tipo) que nos nublan  (a veces de manera espesa) ese espejo en el que nos reflejamos con toda nuestra verdad (las luces pero también las sombras). 

Pero, ¿qué es el autoconocimiento interior y cómo se reconoce?

Y esta verdad no es más que la manifestación de nuestras luces y sombras, de nuestro brillo y de nuestra oscuridad, de la constatación de nuestros logros pero, también, de aquello que renegamos, nos avergonzamos o no nos atrevemos a aceptar. El autoconocimiento, en primera instancia, y en personas que han tenido la vida fácil exige una salida radical de la zona de confort. Lamentablemente, quienes han sido educados en otros parámetros menos benevolentes (en familias disfuncionales que inculcan a hierro la indefensión aprendida) o han pasado por malas rachas en las que no se reconocen (tras relaciones tóxicas o con psicópatas en el entorno) la cosa no es tan sencilla. 

En esencia, este camino supone un recorrido hacia el interior de nosotros mismos, allí donde habita todo aquello que nos está oculto a la mente consciente. En ocasiones, lo que allí habita no tiene por qué ser al 100% negativo,  ya que (por las razones que sean) también podemos escatimarnos la alegría de nuestros logros. El autoconocimiento, en definitiva, supone un llegar a ser, un crecimiento personal, un alcanzar la esencia… Y para ello hay que ir quitando capas, como si se tratara de una cebolla. Normalmente, la más dura y fea, la del exterior, está repleta de mandatos ajenos que no nos hacen bien o de corazas autoimpuestas por hechos traumáticos. Cuantas más capas vayamos quitando, más cerca estaremos de ese centro. Vamos despacio aún a sabiendas que es imposible desgranar todos los casos en un artículo de este tipo. 

1.- Autoconocimiento, necesario para la sanar abusos de todo tipo en la infancia 

Y para ello no hace falta que te haya sucedido hechos terribles de los que copan noticias a diario. La psicología contemporánea ya sabe del daño de las personas tóxicas en los primeros años de vida. Estas pueden actuar de millones de forma, desde el bullying hasta anulando la personalidad a través de progenitores descuidados, padres ausentes o drogadictos o bajo el yugo de una madre narcisista. Los pequeños que se abren al mundo a través de estos modelos de crianza claramente disfuncionales desarrollan por lo general una tan autoestima baja que no llegan a reconocer sus propios sentimientos. Este tipo de familias, aún siendo proveedores de los sustentos básicos (vivienda, alimentos, vacunas o escolarización) niegan a los niños un cariño elemental. Los pequeños así “mal educados” crecen sin referencias sólidas, sin poder reconocer cuáles son sus necesidades emocionales y, en la mayoría de los casos, anteponiendo los deseos y, a veces, caprichos de los demás a los suyos propios.  

Estos niños llegan a la vida adulta con un alto nivel de autoexigencia en todos los ámbitos de la vida, sin permitirse respiros en los que puedan encontrarse serenamente. Es normal que repitan lo aprendido en casa eligiendo parejas de perfil narcisista, cuando no claramente un psicópata. Son personas que se reconocen en el hacer y no en el ser y que tienen un miedo atroz a ser descartados por los demás. Este tipo de actitud va generando una gota tras otra que va minando la resistencia (la cual no hay que confundir con resiliencia) anímica y física que pueden generar cansancio extremo, fatiga crónica, fibromialgia, depresión y/o cuadros de ansiedad importante. 

Por eso, ese primer paso que hay que dar para el autoconocimiento en una porcentaje de casos (afortunadamente no muy elevado) requiere del reconocimiento y la sanación de una herida muy importante. Esto ni se hace de un día para otro ni tampoco en la soledad a la que están acostumbradas este tipo de personas. Va a requerir acompañamiento profesional y/o guía espiritual. Entiende, por favor, estas notas como lo que son: como el primer reconocimiento y acercamiento a una realidad tremendamente dolorosa que requiere de terapia profesional.  

2.- Autoconocimiento, imprescindible para librarse de parejas tóxicas

Sin llegar al extremo de haber sido criado en una familia tóxica, puede que por hache o por be hayas caído en una relación con un vampiro emocional. Las personas que se han tomado su tiempo y energía por conocerse profundamente han desarrollado una habilidad para sacudirse estos parásitos nada más llegan. Sin embargo, esto no es tan fácil para quienes, por las razones que sean (porque están pasando una mala racha, por una enfermedad prolongada o porque no han desarrollado una autoestima saludable), se topan con estos individuos. Tras un periodo de flirteo abrumador en el que se promete bajar la luna llena con un lacito (rosa o azul o verde) se entra en una espiral de ninguneo, de control del otro, de triangulación, de ira… de la que, a veces, es complicado salir.  

La culpa por lo que está sucediendo, el miedo a lo desconocido, el cansancio por tener que soportar todas las cargas (y ninguna alegría) de la relación se unen, en ocasiones, a la falta de libertad. En estos casos, aparte de solicitar ayuda adecuada, se hace necesario dejar un espacio y un tiempo personal en el que puedas bucear en tu interior, en el que puedas comunicarte (si es posible) con tu niñ@ interior y dialogar sobre tus primeras aspiraciones vitales. Son ejercicios que requieren una cierta paz física. Por tanto,  tendrás que pelear, a veces, por unas horas para ti que justamente te pertenecen. En esa charla en silencio, reconocerás aquello que realmente anhelas y, en ocasiones, verás el camino que ha conducido a amordazar tu voz interior. Esta capa (con su complicado proceso de sanación) tiene que ser eliminada y practicar lo que algunos terapeutas proponen como contacto cero.  

3.- Autoconocimiento para dar de sí en todos los aspectos del trabajo

La sociedad occidental cotidiana nos exige un tiempo, esfuerzo y energía para conseguir el sustento que, a veces, nos deja exhaustos. Nos inculcan unas necesidades superfluas que nos instan (como en la fábula del burrito y la zanahoria) a seguir adelante en pos de una meta o unos sueños (lo que es peor) que no son nuestros. Esto es caldo de cultivo para caer en las redes de jefes malhumorados, en el mobbing procedente de compañeros, en la apatía que precede al Síndrome de burnout, en la desgana desmotivadora o en la falta de ilusión. El trabajo tiene que tener un sentido que vaya más allá de conseguir dinero a final de mes. Si esto no es posible, requiere de tu parte un esfuerzo adicional por ver la grandeza en aquello que haces por muy pequeño que te parezca a tus ojos.  

Como norma general, las opciones profesionales en las que solo se barajan el enriquecimiento económico va generando a la larga un vacío bastante profundo. Este solo se puede reparar a través del amor (familia, pareja, hijos…) o la compañía enriquecedora. Por eso, es importante que mires con sinceridad dónde estás y te preguntes por qué estás en ese lugar si no te satisface del todo. Una vez has encontrado las respuestas, no puedes negarte tus anhelos propios, sueños realizables e ideal de vida. Recuerda siempre que el miedo a estos cambios es incompatible con ese autoconocimiento al que aspiramos. No será posible nunca sin ese reconocimiento a nivel intelectual, anímico o espiritual va con un correlato progresivo en el hacer. Esto es, conforme vas a avanzando hacia esa luz que te permite ver tus sombras y tus luces, se hace necesario una modificación de las conductas nocivas o dañinas. Y esto es válido tanto para tu comportamiento (hacia los demás) como hacia ti mismo. ¡Ojo! En este estadio hay que estar más que vigilantes para no caer en la complacencia o en el victimismo. Da pequeños pasos, los necesarios para avanzar en ese objetivo que es recorrerte (y disfrutar) del mundo.  

4.- Autoconocimiento, primer paso para atreverse a atrapar los sueños

Aquello que deseabas de niño@, aquellas metas que te habías propuesto nada más tener conciencia de tu persona de manera individual pueden olvidarse, en la vida adulta, por múltiples factores. Estos son tan infinitos como granos de arena hay en el desierto. Reduciendo mucho, tenemos que, por un lado, la mediocridad que impera en la zona de confort y el miedo a lo desconocido procedente de crianzas tóxicas o indolentes se encuentran en la base de ese no atreverse, no arriesgar, no salir de lo conocido. Ir en post de los sueños requiere de nosotros dejar atrás la cobardía. El autoconocimiento, por tanto y como te habrás dado ya cuenta, requiere grandes dosis de valentía. Es duro ver tus propias sombras, integrarlas (con el tiempo) y seguir adelante. Por eso, la sabiduría que es inherente a esta condición está reservada a muy pocas personas. La gran mayoría de ellas se paran ante el abismo de la verdad de su alma. Y en este pozo es imposible conseguir los sueños. Estos llegan cuando se intentan una y otra vez (aunque haya espíritus tocados por el hálito divino que lo consigan a la primera), que reposan para tomar aliento y seguir, que no se dejan vencer por la adversidad, el pesimismo y la tristeza.  

 

Cuando se mira en ese pozo de oscuridad vemos todo aquello que nos da terror: la soledad, la enfermedad, la fragilidad, la debilidad, el tambaleo ante la confianza a la hora de poder generar recursos. Y eso, en la mayoría de los casos, genera un bloqueo que impide avanzar. La buena noticia es que es solo un paso. Cuando se da, se avanza en esa virtud que hemos venido en llamar resilencia, acercándonos, de un golpe, hacia la plenitud emocional.  

5.- Autoconocimiento y aceptación para atraer la alegría y la abundancia

Vamos a más que la escalera mínima que hemos creado aún no se ha acabado. Para llegar a explorar cada recoveco de nuestra alma necesitamos eliminar el ruido exterior e interior. El interior es el que se produce por pensamientos rumiantes y delimitantes que coartan nuestro progreso. El del exterior es de todo tipo: es el del tráfico, el de los vecinos con la música alta en medio de la madrugada, el del teléfono que se inmiscuye con llamadas que no nos importan, el de esa amiga que está constantemente recordándote lo que no has hecho, el de toda la gente tóxica que está a tu alrededor y dejas que sigan manejando los hilos de tu vida.  

Una persona que hace gala de autoconocimiento nunca es una marioneta en manos de los otros. Toma sus propias decisiones sin importarle la opinión de los demás. Estas sobran siempre. Y, por supuesto, hace el bien. Si utilizas este don tan difícil de conseguir únicamente para beneficio propio y depredar a los otros tampoco vas a conseguir la ansiada felicidad. Serás, como Drácula: con poder pero sin la capacidad de amar. Eso lleva al vacío más absoluto. Una vez, hayas eliminado todos esos ruidos que pueden ser diversos y de distintas formas (cargas del pasado, críticas limitantes ajenas, autocensura, miedos a lo desconocido…) la alegría llegará progresivamente a tu vida. Con ella dentro será más fácil ir descubriendo más y más rincones de tu alma.  

6.- Autoconocimiento y entrega a los demás, cuando la felicidad propia se convierte en inspiradora 

Una vez estés en el estadio anterior, algo dentro de ti te empujará a no quedártelo de manera egoísta. Ya encontrarás el modo de hacer de esa dicha entrega a los demás. Por supuesto, eso implica protegerte de cualquier forma de abuso y/o de interferencia no deseada. Si te conoces lo suficiente y de manera clara, nunca caerás en la adulación o la seducción (preludio de relaciones tóxicas), en amistades que nada aportan, en hábitos pocos saludables, en paraísos artificiales, en juegos destructivos o en la negatividad. Seguramente sentirás un deseo sereno de saber más y más, de indagar en las posibilidades positivas del espíritu humano, de sentir y disfrutar la naturaleza, de dar la mano (en todos los sentidos) a los que vienen detrás.  

Aunque se habla del autoconocimiento como de una condición imprescindible para las tareas cotidianas, este solo puede llegar tras una vida de investigación (en el plano espiritual) y de riesgos (a veces también en el plano físico). El quedarse apoltronado con lo de siempre nunca abre estas puertas. Por eso, las personas que no se atreven a adentrarse en estas selvas emocionales siguen repitiendo patrones ajenos aunque estos no le satisfagan. Sin embargo, las que buscan lo que hay más allá, aunque con frecuencia se den de bruces con realidades demoledoras, pueden alcanzar esta paz donde no hay lugar para la manipulación, la ira o el enfado. Así se empieza a andar el camino de la serenidad, la dicha y la felicidad. No hay otro. 

Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla

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Reza un proverbio del Tao chino que “para recorrerse el mundo hay que dar el primer paso”. De otra manera nos alecciona el santo amigo de las criaturas inocentes, Francisco de Asís, quien nos insta a hacer “primero lo necesario, luego lo posible” porque, más pronto que tarde estaremos “haciendo lo imposible”. Ese imposible es para algunos de nosotros la consecución de la serenidad, la plenitud y/o la felicidad, aún sabiendo que esta última en el sentido absoluto no existe. En este orden de cosas, ese primer paso (o ese hacer lo necesario al que nos insta el santo) tiene su correlato en el camino del crecimiento personal en el autoconocimiento. Y dicho así parece lo más fácil del mundo, lo que todos sabemos hacer, lo que es inherente al individuo… Lamentablemente, no es tan sencillo, ya que en nuestra vida siempre hay condicionantes (de todo tipo) que nos nublan  (a veces de manera espesa) ese espejo en el que nos reflejamos con toda nuestra verdad (las luces pero también las sombras). 

Pero, ¿qué es el autoconocimiento interior y cómo se reconoce?

Y esta verdad no es más que la manifestación de nuestras luces y sombras, de nuestro brillo y de nuestra oscuridad, de la constatación de nuestros logros pero, también, de aquello que renegamos, nos avergonzamos o no nos atrevemos a aceptar. El autoconocimiento, en primera instancia, y en personas que han tenido la vida fácil exige una salida radical de la zona de confort. Lamentablemente, quienes han sido educados en otros parámetros menos benevolentes (en familias disfuncionales que inculcan a hierro la indefensión aprendida) o han pasado por malas rachas en las que no se reconocen (tras relaciones tóxicas o con psicópatas en el entorno) la cosa no es tan sencilla. 

En esencia, este camino supone un recorrido hacia el interior de nosotros mismos, allí donde habita todo aquello que nos está oculto a la mente consciente. En ocasiones, lo que allí habita no tiene por qué ser al 100% negativo,  ya que (por las razones que sean) también podemos escatimarnos la alegría de nuestros logros. El autoconocimiento, en definitiva, supone un llegar a ser, un crecimiento personal, un alcanzar la esencia… Y para ello hay que ir quitando capas, como si se tratara de una cebolla. Normalmente, la más dura y fea, la del exterior, está repleta de mandatos ajenos que no nos hacen bien o de corazas autoimpuestas por hechos traumáticos. Cuantas más capas vayamos quitando, más cerca estaremos de ese centro. Vamos despacio aún a sabiendas que es imposible desgranar todos los casos en un artículo de este tipo. 

1.- Autoconocimiento, necesario para la sanar abusos de todo tipo en la infancia 

Y para ello no hace falta que te haya sucedido hechos terribles de los que copan noticias a diario. La psicología contemporánea ya sabe del daño de las personas tóxicas en los primeros años de vida. Estas pueden actuar de millones de forma, desde el bullying hasta anulando la personalidad a través de progenitores descuidados, padres ausentes o drogadictos o bajo el yugo de una madre narcisista. Los pequeños que se abren al mundo a través de estos modelos de crianza claramente disfuncionales desarrollan por lo general una tan autoestima baja que no llegan a reconocer sus propios sentimientos. Este tipo de familias, aún siendo proveedores de los sustentos básicos (vivienda, alimentos, vacunas o escolarización) niegan a los niños un cariño elemental. Los pequeños así “mal educados” crecen sin referencias sólidas, sin poder reconocer cuáles son sus necesidades emocionales y, en la mayoría de los casos, anteponiendo los deseos y, a veces, caprichos de los demás a los suyos propios.  

Estos niños llegan a la vida adulta con un alto nivel de autoexigencia en todos los ámbitos de la vida, sin permitirse respiros en los que puedan encontrarse serenamente. Es normal que repitan lo aprendido en casa eligiendo parejas de perfil narcisista, cuando no claramente un psicópata. Son personas que se reconocen en el hacer y no en el ser y que tienen un miedo atroz a ser descartados por los demás. Este tipo de actitud va generando una gota tras otra que va minando la resistencia (la cual no hay que confundir con resiliencia) anímica y física que pueden generar cansancio extremo, fatiga crónica, fibromialgia, depresión y/o cuadros de ansiedad importante. 

Por eso, ese primer paso que hay que dar para el autoconocimiento en una porcentaje de casos (afortunadamente no muy elevado) requiere del reconocimiento y la sanación de una herida muy importante. Esto ni se hace de un día para otro ni tampoco en la soledad a la que están acostumbradas este tipo de personas. Va a requerir acompañamiento profesional y/o guía espiritual. Entiende, por favor, estas notas como lo que son: como el primer reconocimiento y acercamiento a una realidad tremendamente dolorosa que requiere de terapia profesional.  

2.- Autoconocimiento, imprescindible para librarse de parejas tóxicas

Sin llegar al extremo de haber sido criado en una familia tóxica, puede que por hache o por be hayas caído en una relación con un vampiro emocional. Las personas que se han tomado su tiempo y energía por conocerse profundamente han desarrollado una habilidad para sacudirse estos parásitos nada más llegan. Sin embargo, esto no es tan fácil para quienes, por las razones que sean (porque están pasando una mala racha, por una enfermedad prolongada o porque no han desarrollado una autoestima saludable), se topan con estos individuos. Tras un periodo de flirteo abrumador en el que se promete bajar la luna llena con un lacito (rosa o azul o verde) se entra en una espiral de ninguneo, de control del otro, de triangulación, de ira… de la que, a veces, es complicado salir.  

La culpa por lo que está sucediendo, el miedo a lo desconocido, el cansancio por tener que soportar todas las cargas (y ninguna alegría) de la relación se unen, en ocasiones, a la falta de libertad. En estos casos, aparte de solicitar ayuda adecuada, se hace necesario dejar un espacio y un tiempo personal en el que puedas bucear en tu interior, en el que puedas comunicarte (si es posible) con tu niñ@ interior y dialogar sobre tus primeras aspiraciones vitales. Son ejercicios que requieren una cierta paz física. Por tanto,  tendrás que pelear, a veces, por unas horas para ti que justamente te pertenecen. En esa charla en silencio, reconocerás aquello que realmente anhelas y, en ocasiones, verás el camino que ha conducido a amordazar tu voz interior. Esta capa (con su complicado proceso de sanación) tiene que ser eliminada y practicar lo que algunos terapeutas proponen como contacto cero.  

3.- Autoconocimiento para dar de sí en todos los aspectos del trabajo

La sociedad occidental cotidiana nos exige un tiempo, esfuerzo y energía para conseguir el sustento que, a veces, nos deja exhaustos. Nos inculcan unas necesidades superfluas que nos instan (como en la fábula del burrito y la zanahoria) a seguir adelante en pos de una meta o unos sueños (lo que es peor) que no son nuestros. Esto es caldo de cultivo para caer en las redes de jefes malhumorados, en el mobbing procedente de compañeros, en la apatía que precede al Síndrome de burnout, en la desgana desmotivadora o en la falta de ilusión. El trabajo tiene que tener un sentido que vaya más allá de conseguir dinero a final de mes. Si esto no es posible, requiere de tu parte un esfuerzo adicional por ver la grandeza en aquello que haces por muy pequeño que te parezca a tus ojos.  

Como norma general, las opciones profesionales en las que solo se barajan el enriquecimiento económico va generando a la larga un vacío bastante profundo. Este solo se puede reparar a través del amor (familia, pareja, hijos…) o la compañía enriquecedora. Por eso, es importante que mires con sinceridad dónde estás y te preguntes por qué estás en ese lugar si no te satisface del todo. Una vez has encontrado las respuestas, no puedes negarte tus anhelos propios, sueños realizables e ideal de vida. Recuerda siempre que el miedo a estos cambios es incompatible con ese autoconocimiento al que aspiramos. No será posible nunca sin ese reconocimiento a nivel intelectual, anímico o espiritual va con un correlato progresivo en el hacer. Esto es, conforme vas a avanzando hacia esa luz que te permite ver tus sombras y tus luces, se hace necesario una modificación de las conductas nocivas o dañinas. Y esto es válido tanto para tu comportamiento (hacia los demás) como hacia ti mismo. ¡Ojo! En este estadio hay que estar más que vigilantes para no caer en la complacencia o en el victimismo. Da pequeños pasos, los necesarios para avanzar en ese objetivo que es recorrerte (y disfrutar) del mundo.  

4.- Autoconocimiento, primer paso para atreverse a atrapar los sueños

Aquello que deseabas de niño@, aquellas metas que te habías propuesto nada más tener conciencia de tu persona de manera individual pueden olvidarse, en la vida adulta, por múltiples factores. Estos son tan infinitos como granos de arena hay en el desierto. Reduciendo mucho, tenemos que, por un lado, la mediocridad que impera en la zona de confort y el miedo a lo desconocido procedente de crianzas tóxicas o indolentes se encuentran en la base de ese no atreverse, no arriesgar, no salir de lo conocido. Ir en post de los sueños requiere de nosotros dejar atrás la cobardía. El autoconocimiento, por tanto y como te habrás dado ya cuenta, requiere grandes dosis de valentía. Es duro ver tus propias sombras, integrarlas (con el tiempo) y seguir adelante. Por eso, la sabiduría que es inherente a esta condición está reservada a muy pocas personas. La gran mayoría de ellas se paran ante el abismo de la verdad de su alma. Y en este pozo es imposible conseguir los sueños. Estos llegan cuando se intentan una y otra vez (aunque haya espíritus tocados por el hálito divino que lo consigan a la primera), que reposan para tomar aliento y seguir, que no se dejan vencer por la adversidad, el pesimismo y la tristeza.  

 

Cuando se mira en ese pozo de oscuridad vemos todo aquello que nos da terror: la soledad, la enfermedad, la fragilidad, la debilidad, el tambaleo ante la confianza a la hora de poder generar recursos. Y eso, en la mayoría de los casos, genera un bloqueo que impide avanzar. La buena noticia es que es solo un paso. Cuando se da, se avanza en esa virtud que hemos venido en llamar resilencia, acercándonos, de un golpe, hacia la plenitud emocional.  

5.- Autoconocimiento y aceptación para atraer la alegría y la abundancia

Vamos a más que la escalera mínima que hemos creado aún no se ha acabado. Para llegar a explorar cada recoveco de nuestra alma necesitamos eliminar el ruido exterior e interior. El interior es el que se produce por pensamientos rumiantes y delimitantes que coartan nuestro progreso. El del exterior es de todo tipo: es el del tráfico, el de los vecinos con la música alta en medio de la madrugada, el del teléfono que se inmiscuye con llamadas que no nos importan, el de esa amiga que está constantemente recordándote lo que no has hecho, el de toda la gente tóxica que está a tu alrededor y dejas que sigan manejando los hilos de tu vida.  

Una persona que hace gala de autoconocimiento nunca es una marioneta en manos de los otros. Toma sus propias decisiones sin importarle la opinión de los demás. Estas sobran siempre. Y, por supuesto, hace el bien. Si utilizas este don tan difícil de conseguir únicamente para beneficio propio y depredar a los otros tampoco vas a conseguir la ansiada felicidad. Serás, como Drácula: con poder pero sin la capacidad de amar. Eso lleva al vacío más absoluto. Una vez, hayas eliminado todos esos ruidos que pueden ser diversos y de distintas formas (cargas del pasado, críticas limitantes ajenas, autocensura, miedos a lo desconocido…) la alegría llegará progresivamente a tu vida. Con ella dentro será más fácil ir descubriendo más y más rincones de tu alma.  

6.- Autoconocimiento y entrega a los demás, cuando la felicidad propia se convierte en inspiradora 

Una vez estés en el estadio anterior, algo dentro de ti te empujará a no quedártelo de manera egoísta. Ya encontrarás el modo de hacer de esa dicha entrega a los demás. Por supuesto, eso implica protegerte de cualquier forma de abuso y/o de interferencia no deseada. Si te conoces lo suficiente y de manera clara, nunca caerás en la adulación o la seducción (preludio de relaciones tóxicas), en amistades que nada aportan, en hábitos pocos saludables, en paraísos artificiales, en juegos destructivos o en la negatividad. Seguramente sentirás un deseo sereno de saber más y más, de indagar en las posibilidades positivas del espíritu humano, de sentir y disfrutar la naturaleza, de dar la mano (en todos los sentidos) a los que vienen detrás.  

Aunque se habla del autoconocimiento como de una condición imprescindible para las tareas cotidianas, este solo puede llegar tras una vida de investigación (en el plano espiritual) y de riesgos (a veces también en el plano físico). El quedarse apoltronado con lo de siempre nunca abre estas puertas. Por eso, las personas que no se atreven a adentrarse en estas selvas emocionales siguen repitiendo patrones ajenos aunque estos no le satisfagan. Sin embargo, las que buscan lo que hay más allá, aunque con frecuencia se den de bruces con realidades demoledoras, pueden alcanzar esta paz donde no hay lugar para la manipulación, la ira o el enfado. Así se empieza a andar el camino de la serenidad, la dicha y la felicidad. No hay otro. 

Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla

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“Desgraciadamente, la disonancia cognitiva es una experiencia muy común. Cada vez que dices cosas que realmente no crees, que tomas una decisión difícil o descubres que algo que has comprado no es tan bueno como esperabas, puedes experimentar disonancia. En todas estas situaciones, hay un salto entre nuestras acciones y nuestras actitudes que tiende a hacernos sentir bastante incómodos”.

 

Robert A. Baron y Donn Byrne 

En esencia, la disonancia cognitiva alude a un choque entre nuestras diferentes ideas, creencias o conceptos entre sí y con nuestros actos. Aquello que creemos, afirmamos o nos conforma como persona debe estar en equilibrio o en sintonía tanto a nivel intelectual como en el plano de la acción. Si hay notas discordantes entre lo que sentimos, afirmamos y luego hacemos se produce una disonancia cognitiva. En términos generales (no hablo aquí de las personalidades del espectro narcisista, los psicópatas, o del resto de los denominados triada oscura), esta confrontación anímica produce un malestar en el individuo. Cuando llega esta disfunción se intenta paliar a nivel consciente o inconsciente con el autoengaño o, sencillamente, con la mentira. La disonancia cognitiva actúa en el día a día justificando nuestras conductas amorales (desde nuestra percepción) o bien actuando como freno para el autoconocimiento y el abandono de la zona de confort. Aunque la disonancia cognitiva actúa como ese ángel bueno y su contrapunto demoniaco que todos llevamos dentro, puede llevar a una disasociación de la personalidad cuando se lleva a un extremo. Lo vemos con algunos ejemplos. 

Ejemplos de la vida diaria (y no tanto) en el que actúa la disonancia cognitiva 

Los más frecuentes y los que se suelen proponer en la práctica psicológica son aquellos en los que intervienen adicciones de todo tipo. No hace falta que ponga aquí que es una “excusa” perfecta de drogadictos, alcohólicos, fumadores empedernidos o adictos de todo tipo ese “es que a ellos no les hace daño esa sustancia.” La disonancia cognitiva suele quedarse en ese “es que…” y nunca se atreve en el “qué puedo hacer” o “cómo lo arreglo”. Aquello lo afirman con una rotundidad que, a veces, puede llegar a confundir al que está enfrente. Este es el más fragante ejemplo de la mentira a la que lleva la disonancia cognitiva. Estas personas ya tienen datos suficientes (porque están a la orden del día) para aceptar que aquello que están haciendo es perjudicial para ellos mismos y para los que están alrededor. Como su mente y espíritu no pueden aceptar este extremo se reviste con un halo de (auto)engaño para poder sobrellevar sus actos.  

La disonancia cognitiva no tiene nada que ver con el cinismo o con la manipulación psicológica extrema (la que desemboca en el gaslighting por ejemplo). Y no es así porque en estas acciones (aunque nos cueste creerlo) siempre hay un factor consciente, un plan premeditado y un egoísmo exacerbado que lleva a la destrucción del otro para favorecer a quien lo ejerce. Esto es sencillamente, maldad. Sin embargo, en el tema que nos ocupa, la persona que sufre de esta condición de manera extrema lleva en sí un gran dolor y sufrimiento.  

La disonancia cognitiva son las excusas perfectas que mandamos a nuestra mente para no hacer aquello que sabemos que nos favorece aunque para ello tengamos que hacer un esfuerzo espiritual, mental o físico. Es ese no tengo tiempo para adoptar hábitos saludables (salir a la naturaleza, hacer deporte, llevar una dieta sana, poner orden en nuestra vida…) Va más allá de la base en la que se asienta nuestra zona de confort, ya que cuando nos instalamos aquí vamos procrastinando constantemente en nuestro crecimiento personal. El resultado es quedarse en una rutina que va conquistando progresivamente el miedo al cambio.  

Más ejemplos de disonancia cognitiva en el amor y en el plano sentimental

Aquí es donde hay un interés creciente en los últimos años porque hay terapeutas que asimilan la disonancia cognitiva con la pasión del enamorado. Sería un poco esa locura transitoria de la que ya hablan los clásicos. La disonancia cognitiva puede justificar un Complejo de Cenicienta o un Síndrome de Peter Pan y también algo tan peligroso como conductas de maltrato hacia el otro o hacia uno mismo. 

En estos casos se legitima los actos del otro con el auto engaño de que va a cambiar, de que no hemos visto algo que a todos luces es inadmisible… cuando el que está enfrente se comporta egoístamente o, literalmente, hace daño. En estos casos (y se ve en las víctimas de violencia de género) la disonancia cognitiva entra en el terreno de juego para justificar ciertos actos con “él o ella no es así”, “han sido las circunstancias” o, más peligroso aún “la culpa es mía”. En esta última afirmación se combinan (en un cóctel altamente destructivo) la autoestima baja con el proceso emocional de la disonancia cognitiva. 

Y desafortunadamente también entra en acción a la hora de legitimar nuestros propios actos mandando constantemente una información errónea al cerebro. Así vamos alimentando nuestro ego cada vez más con estas disrupciones engordando conductas que ni nos hacen bien ni tampoco a los que están alrededor. Un caso que se pone como ejemplo es el de la persona infiel a la pareja que, antes, durante y después de haber engañado a quien depositó su confianza inventa excusas de todo tipo. Aunque algunos de estos extremos sea cierto, la disonancia cognitiva entra en acción cuando da carta blanca para actuar de una manera innoble. Ten siempre en cuenta que las personas valientes que lidian a diario con sus demonios están en la otra escala de esta condición. Esta se alimenta de la cobardía, de hacer las cosas a escondidas, de la mentira, de la ocultación, de no afrontar los problemas y la realidad.  

La disonancia cognitiva en algunos procesos psicológicos como la anorexia

Las personas instaladas en esta terrible problemática suelen ser niños, jóvenes o adultos con otras cargas emocionales que continuamente ven una distorsión de su realidad. Si bien es verdad que detrás de la anorexia, la bulimia o los trastornos de alimentación hay una problemática compleja en el que se une el deseo de control, la culpa con el afán de superación por el camino no adecuado, también actúa la disonancia cognitiva. Esto es, el autoengaño llega a tal extremo que, al visualizar la imagen física en el espejo, la mente devuelve otra totalmente ajena a la realidad contrastada. 

En estos casos, psicólogos expertos utilizan las mismas herramientas de las que se vale la disonancia cognitiva pero volviéndola a favor del individuo. En terapias grupales se intenta hacer ver el engaño y la mentira de esta concepción. Con estas técnicas (de profesional y que va más allá de estas notas informativas) se intenta mandar al cerebro y al inconsciente otra información distinta. Esto produce un choque en el individuo afectado que, en algunos casos y cuando la terapia funciona, es capaz de ver ante sus ojos la realidad de sus actos. Esta verdad es el primer camino para asumir cuál es la problemática, primera piedra para la sanación sin la que no es posible la felicidad.  

Procrastinar en asuntos importes o la instalación en la zona de confort 

Ni que decir tiene que sin llegar a estos extremos en los que la disonancia cognitiva se hace con todo el sistema psicológico de la persona hasta su completa destrucción. Es el caso de los trastornos alimentarios graves, en las adicciones o en las conductas temerarias en extremo. Casi a diario nos encontramos con acciones en al que nuestra mente nos engaña llevándonos por el camino que, a todas luces, sabemos que no debemos tomar. Lo hace cuando se llama a ese ex que reconocemos que solo nos metió en un infierno, cuando no nos embarcamos en los hábitos saludables, cuando nos dejamos resbalar por una pereza insana (está la sana necesaria para recoger fuerzas), cuando nos negamos a aceptar aquello que no nos interesa, cuando nos inventamos excusas de todo tipo… La lista es tan larga que llega casi al infinito de los recovecos del alma humana.  

Salir de la disonancia cognitiva (o al menos reconocerla en primera instancia) es el primer paso para un avance en el plano personal que requiere una mínima dosis de valentía. El único camino es una auto-evaluación que pasa por un reconocimiento tanto de nuestras capacidades como de las fortalezas pasando por todo lo que actúa como disruptor. Si proponerse el cambio es el primer paso, hay que hacer un movimiento hacia el frente venciendo el miedo para alcanzar la superación personal.  

Entonces, ¿puede ser la disonancia cognitiva un elemento para nuestro superación personal? 

Sí, sin lugar a dudas, cuando se reconoce y se trabaja para que no domine cualquier acto de nuestra vida. Sabemos que en todos los ámbitos en los que actúa el ser humano nada existe hasta que no se nombra. Esta realidad, condición o desencadenante fue propuesta por primera vez en 1957 por Leon Festinger en su obra Teoría de la disonancia cognitiva que trabajó en el campo de lo social. Esto es, también puede actuar a nivel colectivo justificando actos, acciones, regímenes o conductas a todas luces perversas o malintencionadas. Bajo este prisma se entiende ese mirar para otro lado, ese no querer saber, el no actuar ante situaciones tremendas que pueden ir desde el bullying en el colegio, el acoso en el trabajo hasta los genocidios más atroces. El proceso emocional es el mismo. 

Por eso, se hace importante estar atentos a estas trampas que nos pone el cerebro, el alma o el espíritu para no dejarnos avanzar como personas. Así que ya sabes: cada vez que te pilles en un autoengaño o en una justificación que apenas se sostiene, acuérdate del término: disonancia cognitiva. Es un enemigo agazapado y cotidiano que te va ir tirando para abajo en tu crecimiento como persona cuando tú, a nivel consciente, te has propuesto ir hacia arriba siempre. 

Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla

 

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“Desgraciadamente, la disonancia cognitiva es una experiencia muy común. Cada vez que dices cosas que realmente no crees, que tomas una decisión difícil o descubres que algo que has comprado no es tan bueno como esperabas, puedes experimentar disonancia. En todas estas situaciones, hay un salto entre nuestras acciones y nuestras actitudes que tiende a hacernos sentir bastante incómodos”.

 

Robert A. Baron y Donn Byrne 

En esencia, la disonancia cognitiva alude a un choque entre nuestras diferentes ideas, creencias o conceptos entre sí y con nuestros actos. Aquello que creemos, afirmamos o nos conforma como persona debe estar en equilibrio o en sintonía tanto a nivel intelectual como en el plano de la acción. Si hay notas discordantes entre lo que sentimos, afirmamos y luego hacemos se produce una disonancia cognitiva. En términos generales (no hablo aquí de las personalidades del espectro narcisista, los psicópatas, o del resto de los denominados triada oscura), esta confrontación anímica produce un malestar en el individuo. Cuando llega esta disfunción se intenta paliar a nivel consciente o inconsciente con el autoengaño o, sencillamente, con la mentira. La disonancia cognitiva actúa en el día a día justificando nuestras conductas amorales (desde nuestra percepción) o bien actuando como freno para el autoconocimiento y el abandono de la zona de confort. Aunque la disonancia cognitiva actúa como ese ángel bueno y su contrapunto demoniaco que todos llevamos dentro, puede llevar a una disasociación de la personalidad cuando se lleva a un extremo. Lo vemos con algunos ejemplos. 

Ejemplos de la vida diaria (y no tanto) en el que actúa la disonancia cognitiva 

Los más frecuentes y los que se suelen proponer en la práctica psicológica son aquellos en los que intervienen adicciones de todo tipo. No hace falta que ponga aquí que es una “excusa” perfecta de drogadictos, alcohólicos, fumadores empedernidos o adictos de todo tipo ese “es que a ellos no les hace daño esa sustancia.” La disonancia cognitiva suele quedarse en ese “es que…” y nunca se atreve en el “qué puedo hacer” o “cómo lo arreglo”. Aquello lo afirman con una rotundidad que, a veces, puede llegar a confundir al que está enfrente. Este es el más fragante ejemplo de la mentira a la que lleva la disonancia cognitiva. Estas personas ya tienen datos suficientes (porque están a la orden del día) para aceptar que aquello que están haciendo es perjudicial para ellos mismos y para los que están alrededor. Como su mente y espíritu no pueden aceptar este extremo se reviste con un halo de (auto)engaño para poder sobrellevar sus actos.  

La disonancia cognitiva no tiene nada que ver con el cinismo o con la manipulación psicológica extrema (la que desemboca en el gaslighting por ejemplo). Y no es así porque en estas acciones (aunque nos cueste creerlo) siempre hay un factor consciente, un plan premeditado y un egoísmo exacerbado que lleva a la destrucción del otro para favorecer a quien lo ejerce. Esto es sencillamente, maldad. Sin embargo, en el tema que nos ocupa, la persona que sufre de esta condición de manera extrema lleva en sí un gran dolor y sufrimiento.  

La disonancia cognitiva son las excusas perfectas que mandamos a nuestra mente para no hacer aquello que sabemos que nos favorece aunque para ello tengamos que hacer un esfuerzo espiritual, mental o físico. Es ese no tengo tiempo para adoptar hábitos saludables (salir a la naturaleza, hacer deporte, llevar una dieta sana, poner orden en nuestra vida…) Va más allá de la base en la que se asienta nuestra zona de confort, ya que cuando nos instalamos aquí vamos procrastinando constantemente en nuestro crecimiento personal. El resultado es quedarse en una rutina que va conquistando progresivamente el miedo al cambio.  

Más ejemplos de disonancia cognitiva en el amor y en el plano sentimental

Aquí es donde hay un interés creciente en los últimos años porque hay terapeutas que asimilan la disonancia cognitiva con la pasión del enamorado. Sería un poco esa locura transitoria de la que ya hablan los clásicos. La disonancia cognitiva puede justificar un Complejo de Cenicienta o un Síndrome de Peter Pan y también algo tan peligroso como conductas de maltrato hacia el otro o hacia uno mismo. 

En estos casos se legitima los actos del otro con el auto engaño de que va a cambiar, de que no hemos visto algo que a todos luces es inadmisible… cuando el que está enfrente se comporta egoístamente o, literalmente, hace daño. En estos casos (y se ve en las víctimas de violencia de género) la disonancia cognitiva entra en el terreno de juego para justificar ciertos actos con “él o ella no es así”, “han sido las circunstancias” o, más peligroso aún “la culpa es mía”. En esta última afirmación se combinan (en un cóctel altamente destructivo) la autoestima baja con el proceso emocional de la disonancia cognitiva. 

Y desafortunadamente también entra en acción a la hora de legitimar nuestros propios actos mandando constantemente una información errónea al cerebro. Así vamos alimentando nuestro ego cada vez más con estas disrupciones engordando conductas que ni nos hacen bien ni tampoco a los que están alrededor. Un caso que se pone como ejemplo es el de la persona infiel a la pareja que, antes, durante y después de haber engañado a quien depositó su confianza inventa excusas de todo tipo. Aunque algunos de estos extremos sea cierto, la disonancia cognitiva entra en acción cuando da carta blanca para actuar de una manera innoble. Ten siempre en cuenta que las personas valientes que lidian a diario con sus demonios están en la otra escala de esta condición. Esta se alimenta de la cobardía, de hacer las cosas a escondidas, de la mentira, de la ocultación, de no afrontar los problemas y la realidad.  

La disonancia cognitiva en algunos procesos psicológicos como la anorexia

Las personas instaladas en esta terrible problemática suelen ser niños, jóvenes o adultos con otras cargas emocionales que continuamente ven una distorsión de su realidad. Si bien es verdad que detrás de la anorexia, la bulimia o los trastornos de alimentación hay una problemática compleja en el que se une el deseo de control, la culpa con el afán de superación por el camino no adecuado, también actúa la disonancia cognitiva. Esto es, el autoengaño llega a tal extremo que, al visualizar la imagen física en el espejo, la mente devuelve otra totalmente ajena a la realidad contrastada. 

En estos casos, psicólogos expertos utilizan las mismas herramientas de las que se vale la disonancia cognitiva pero volviéndola a favor del individuo. En terapias grupales se intenta hacer ver el engaño y la mentira de esta concepción. Con estas técnicas (de profesional y que va más allá de estas notas informativas) se intenta mandar al cerebro y al inconsciente otra información distinta. Esto produce un choque en el individuo afectado que, en algunos casos y cuando la terapia funciona, es capaz de ver ante sus ojos la realidad de sus actos. Esta verdad es el primer camino para asumir cuál es la problemática, primera piedra para la sanación sin la que no es posible la felicidad.  

Procrastinar en asuntos importes o la instalación en la zona de confort 

Ni que decir tiene que sin llegar a estos extremos en los que la disonancia cognitiva se hace con todo el sistema psicológico de la persona hasta su completa destrucción. Es el caso de los trastornos alimentarios graves, en las adicciones o en las conductas temerarias en extremo. Casi a diario nos encontramos con acciones en al que nuestra mente nos engaña llevándonos por el camino que, a todas luces, sabemos que no debemos tomar. Lo hace cuando se llama a ese ex que reconocemos que solo nos metió en un infierno, cuando no nos embarcamos en los hábitos saludables, cuando nos dejamos resbalar por una pereza insana (está la sana necesaria para recoger fuerzas), cuando nos negamos a aceptar aquello que no nos interesa, cuando nos inventamos excusas de todo tipo… La lista es tan larga que llega casi al infinito de los recovecos del alma humana.  

Salir de la disonancia cognitiva (o al menos reconocerla en primera instancia) es el primer paso para un avance en el plano personal que requiere una mínima dosis de valentía. El único camino es una auto-evaluación que pasa por un reconocimiento tanto de nuestras capacidades como de las fortalezas pasando por todo lo que actúa como disruptor. Si proponerse el cambio es el primer paso, hay que hacer un movimiento hacia el frente venciendo el miedo para alcanzar la superación personal.  

Entonces, ¿puede ser la disonancia cognitiva un elemento para nuestro superación personal? 

Sí, sin lugar a dudas, cuando se reconoce y se trabaja para que no domine cualquier acto de nuestra vida. Sabemos que en todos los ámbitos en los que actúa el ser humano nada existe hasta que no se nombra. Esta realidad, condición o desencadenante fue propuesta por primera vez en 1957 por Leon Festinger en su obra Teoría de la disonancia cognitiva que trabajó en el campo de lo social. Esto es, también puede actuar a nivel colectivo justificando actos, acciones, regímenes o conductas a todas luces perversas o malintencionadas. Bajo este prisma se entiende ese mirar para otro lado, ese no querer saber, el no actuar ante situaciones tremendas que pueden ir desde el bullying en el colegio, el acoso en el trabajo hasta los genocidios más atroces. El proceso emocional es el mismo. 

Por eso, se hace importante estar atentos a estas trampas que nos pone el cerebro, el alma o el espíritu para no dejarnos avanzar como personas. Así que ya sabes: cada vez que te pilles en un autoengaño o en una justificación que apenas se sostiene, acuérdate del término: disonancia cognitiva. Es un enemigo agazapado y cotidiano que te va ir tirando para abajo en tu crecimiento como persona cuando tú, a nivel consciente, te has propuesto ir hacia arriba siempre. 

Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla

 

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