¿Te has preguntado alguna vez por qué hay tantas historias para niños en las que el calzado es co protagonista? Y no solo me refiero a la socorrida Cenicienta, cuyo sustrato significativo habría que poner incluso en cuarentena. Escarpines, zapatillas de cristal, botas de siete leguas, o de siete lenguas (las mismas que parece tener el gato con botas, por poner un caso), zapateros y calzado suelen poblar estas narraciones infantiles. ¿Por qué son tan recurrentes?
El significado simbólico de los zapatos
Las narraciones tradicionales no son ajenas al sentido de los símbolos y de los mitos universales. De alguna manera u otra, se han repetido oralmente a lo largo de los siglos y es evidente en ellas esos significados conocidos en otras épocas y perdidos (el sentido) en la era industrial y en la posterior tecnológica.
Los zapatos, tanto en los cuentos tradicionales para niños como para mayores como en el mundo de los sueños, significan la evolución en marcha. Aluden al camino, al cambio, a la transformación que supone salir de lo conocido (la zona de confort en el lenguaje postmoderno). Por eso, los cuentos que, de alguna manera u otra, llevan en sí una moraleja recurren, con bastante frecuencia a esta indumentaria.
De todos los cuentos, narraciones o historias infantiles en los que la prenda aparece me gustan especialmente cuatro: 1) El mago de Oz y la historia de Dorothy y sus zapatillas rojas, 2) La Cenicienta, que necesita una lectura, por decirlo de alguna manera, de género, 3) Pulgarcito y 4) El gato con botas, mi favorito. Y es natural porque el felino, al calzarse, como un humano, se vuelve astuto, resolutivo, inteligente y un poco manipulador. ¿Nos adentramos en estos cuatro cuentos infantiles? ¿Me acompañas?
Los zapatos de cristal de La Cenicienta
No me satisface este cuento. Veo en él una historia de sumisión y aquí servidora gusta de heroínas que si se meten en problemas saben ser lo suficientemente resolutivas como para salir de ellos sin ayudas de besos de príncipes. Las aventuras de esta muchacha huérfana y sufrida es de todos conocidas. Nunca opone resistencia. Aguanta el trabajo duro. Soporta las humillaciones. Y no reclama lo que por derecho le corresponde (un sitio en su legítima casa). Es una historia clásica de princesa que está esperando que el príncipe azul le resuelva los problemas con un beso.
Cenicienta no puede asistir al baile porque no tiene las herramientas (vestidos, carroza, peinado…) para ello. Necesita la intermediación del hada madrina que se los proporciona de manera temporal. Porque, al dar las doce campanadas, la muchacha se encuentra en la misma tesitura que antes. O no. Porque ese escarpín, tan único e irrepetible que solo puede calzarlo ella, se convierte en la representación de Cenicienta. El cuento viene a decirnos que nadie puede ponerse en nuestros zapatos, que nuestra vida es única e irrepetible. Si bien no me gusta esa historia de sumisión de la que he hablado antes, sí es interesante este final en el que, de alguna manera u otra, nos dice que somos únicos, irrepetibles, diferentes, especiales…
Los escarpines rojos de El Mago de Oz
La pequeña Dorothy (nombre que significa “regalo de Dios”, no lo olvidemos) sale de su casa para luchar contra una injusticia: para defender al perrito Totó. Por eso, me satisface más esta heroína, una niña que, como la de El Bosque de las Respuestas, sale en busca de la verdad por ella misma. Al defender al animal se ve envuelta en un torbellino que la traslada a un mundo mágico donde debe enfrentarse a una malvada bruja. Va acompañada del espantapájaros, del león y del hombre de hojalata que también necesitan encontrar sus propias virtudes. Dorothy, al caer en este mundo, se encuentra calzada con unos maravillosos zapatos rojos que son los que anhela, desea y necesita para sus fechorías la malvada bruja. Y no es de extrañar porque la prenda es la que da fuerzas a la muchacha para seguir el camino en busca, nada más y nada menos, que de justicia. La pequeña protagonista de El Mago de Oz es, sencillamente, una creadora de un mundo nuevo y mejor. Es una auténtica heroína. Para tal aventura necesita unos zapatos adecuados, que hay mucho mundo que recorrer.
Pulgarcito y las botas de las siete leguas
Solo Charles Perrault (en la versión del cuento) revistió a este pequeño ser con estos atributos. El protagonista es el menor de 7 hermanos de una familia tan pobre que, por dos veces, son abandonados en el bosque por parte de sus padres. En la primera, el pequeño, con astucia, es capaz de regresar a casa. Durante el segundo abandono se pierde en el bosque y es atrapado por un ogro que los encierra con la intención de devorarlos. Pero Pulgarcito (que para eso lleva unas botas que simbolizan la inteligencia) es capaz de engañar al monstruo consiguiendo que este devore a sus hijas. Da igual que el ogro lo persiga porque el protagonista de este cuento infantil ya tiene recursos suficientes como para llegar hasta el rey y allí conseguir su ansiado premio. Las botas en este caso son el medio por el cual el pequeño Pulgarcito consigue su recompensa no solo a su valentía y arrojo sino también a su astucia e inteligencia.
El gato con botas
De idéntico tenor es el gato que lleva sus botas y es capaz de hacer rico a un muchacho pobre en extremo. El animal era un felino corriente hasta que se colocó la prenda. En ese momento comienza a hablar y a urdir planes cada vez más audaces y más elaborados hasta conseguir casar a su señor con la hija del rey, nada más y nada menos. ¿Qué significan entonces las botas? En este caso, es el atributo de la humanidad. Somos los únicos animales sobre el planeta Tierra dotados con el lenguaje y, supuestamente, con inteligencia. El cuento nos viene a decir que si seguimos nuestro espíritu creativo podemos conseguir grandes logros. Podemos llegar hasta lo imposible.
Estas historias de zapatos, como otras tantas de la literatura clásica, son aptas como lecturas nocturnas para tus niños. Los protagonistas, a pesar de que pasan sus buenas penalidades, salen victoriosos de sus pruebas y aventuras. Y si le reiteramos a nuestros niños antes de irse a dormir que, con esfuerzo, pueden solventar todos los problemas, estamos dándoles herramientas emocionales para su presente y futuro.
Otro día más.
Por Candela Vizcaíno