Puedes leer esto de madrugada o al amanecer. Da igual la hora. Y la estación. Hoy (ahora que estás leyendo) voy a hacerte una confesión: el origen de El Bosque de las Respuestas. Empiezo por el principio.
Creo en el poder que da el amor de la familia. Creo en la fuerza del trabajo con esfuerzo. Creo en la liberación de la bondad. Soy corazón salvaje que hila de forma extraña con el espíritu de los tiempos. En el origen de El Bosque de las Respuestas está mi única hija llamada Dora. Su nombre significa regalo en griego y esa aventura para otro día y otra hora. Y hay un bosque auténtico situado en Euskadi, al norte de España, un lugar donde el arte, la magia y el viento se aúnan. Y hay una meta y un esfuerzo. Porque también en eso creo. Nada hay de bueno en la vida que no lleve la huella del esfuerzo y de la generosidad. Esta es nuestra mayor aventura. Quien así se embarca cada mañana puede conjurar el miedo cobarde, que no es al fin de la vida, sino al cambio.
El Bosque de las Respuestas fue, en un principio, un regalo para mi hija, para todos los niños que lo rodean (de su familia, de su colegio, de su grupo de deporte, del barrio y del pueblo) pero también para los mayores. Porque también creo que las preguntas que nacen en nuestro interior solo nosotros podemos resolverlas. Por eso, hay que abandonar lo conocido (nuestra casa, como la princesa de El Bosque de las Respuestas) y adentrarse en lo desconocido (el camino, el bosque, nuestra propia aventura) para llegar a conocernos.
Creo también en el poder de la palabra. De no ser así no me dedicaría al noble y bello oficio de la escritura. Y cuando digo poder me refiero al de la transformación. Y cuando digo cambio me refiero al aquel que nos hace seres únicos, bellos, grandes y divinos. Creo en la responsabilidad de los mayores para con los pequeños. Estamos obligados a dejarles un mundo mejor. Y la única manera es educarlos para que encuentren la verdad dentro de sí mismos, sin egoísmos y dotándoles de fortalezas espirituales. Reconozco la complicación, pero no por ello debemos tirar la toalla.
Y en esto creo. Por eso la princesa de El Bosque de las Respuestas hace preguntas y sale ella sola con muy poca compañía, la justa para darle la mano y animarla en su camino. Por eso, ella se embarca en su propia aventura para descubrir la verdad que solo puede anidar en el interior de ella misma. Como todas las grandes verdades. Como todos los grandes descubrimientos de la personalidad.
Decía un escritor de la talla de Miguel Delibes que un creador tiene solo tres o cuatro temas que le importan o le embargan. Y que todo su obra gira en torno a este puñado de líneas. Asiento con el maestro. No creo que mi vida o mis escritos vayan a ir más allá de aquellos caminos que he puesto al principio. Lo demás habrá que dejarlo a la musa, al esfuerzo diario y al más o menos talento.
¿Cómo surgió El Bosque de las Respuestas?
Fue un regalo para mi hija y para sus compañeros de clase, como he anotado un poco más adelante. Fue su historia para el Día del Protagonista en el colegio. La semilla fueron sus preguntas. Ella quería tener un corazón fuerte y valiente. Creía que no lo tenía. Ahora sabe que lo tiene.
Creía que no lo tenía porque tenía miedo. Al cambio. Al desastre. A que su mundo se desmoronara por completo. Y razón u hechos no le faltaban. Con apenas 5 años había visto morir y consumirse por la enfermedad a su padre. A su alrededor giraba familia y amigos sin “un lugar concreto” en su vida. Se pegaba a mí pidiendo ese corazón valiente. ¡Buena petición para una pequeña de cinco años!
¿Y cómo decirle que con solo hacer esa pregunta ya era y es una auténtica valiente? ¿Y cómo decirle que era una princesa de verdad que podía conseguir por ella misma todo aquello que se proponga en la vida? Ya te he dicho que solo tengo palabras. Y las palabras engendran literatura, cuentos y mitos que nos ayudan a entender el mundo y entendernos a nosotros mismos. Por eso la poesía y los cuentos (a la luz de la lumbre o en la pantalla del ordenador) nunca desparecerán. No hagas caso de los que anuncian catástrofes. Algo te querrán vender. La literatura y el arte es consustancial con el hombre. Mientras sigamos sobre la tierra seguirán con nosotros. Eso sí, transformados y adaptados a los tiempos.
Y con esos datos en la mano me puse a construir una historia para ella y para todos los niños que, como ella, albergan una pregunta en su corazón. Y con su sonrisa y su estímulo seguiré escribiendo muchos más para todos los niños que tengan una aventura o un esfuerzo que superar. Cada uno será distinto. He empezado con Dora porque es mi hija, porque es mi regalo, porque es mi niña. Pero en mi corazón caben muchos más niños.
Un año antes, con apenas cuatro años cumplidos Dora, una niña delgada y fuerte, subió ella sola hasta el Bosque Pintado de Oma, en Euskadi. Fue un esfuerzo bastante grande porque el camino es largo y agotador pero la ilusión y la meta por ver tal maravilla (un bosque con extraños símbolos que parece hablar) pudo más que su fragilidad aparente. Cuando le decía que ella era fuerte (como tantos otros niños que se creen débiles) siempre le recordaba su hazaña a la hora de subir hasta tal bosque y la recompensa de felicidad que en él encontró.
Con todos estos datos me puse a escribir esta historia. De ella salieron un puñado de ejemplares que fueron regalo para los niños de su familia y para los de su clase. No iba con las ilustraciones de un mayor (las de Angelino Carracedo, en la edición de Aedea Libros). Entre mis párrafos y mis palabras insertamos dibujos escolares de Dora. Esa edición tuvo su finalidad en su momento.
Un año más tarde Angelino Carracedo me instó a hacer otra con sus ilustraciones y dirigidas a todos los niños que quisieran embarcarse en la maravillosa aventura de buscar la verdad dentro de sus corazones. Llevábamos mucho tiempo hablando de organizar una editorial y nos pareció que qué mejor que El Bosque de las Respuestas como el primer título.
Una cosa llevó a la otra y ya que estábamos con la edición del libro y la organización de la editorial, me puso a montar un portal con parte de mis escritos. Es este que lees. Y este es el camino que ando recorriendo ahora. No sé a dónde me llevará porque la vida es un bosque de sorpresas, pero ando cada día con la ilusión de escribir nuevas historias con niños distintos, con preguntas diferentes, con aventuras diferentes.
¿Cómo son los cuentos infantiles que me gustan para nuestros niños?
Adelanto que no me gustan las historias clásicas de princesas que esperan a que un bello mocito les resuelva sus problemas. Adelanto que prefiero los libros que narran aventuras de niños valientes que se adentran en aventuras infinitas y desconocidas y que vuelven siendo mejores, un ejemplo para todos los que les rodean. Adelanto que voy a apoyar a los niños, pero sobre todo a las niñas que aún en la Europa del siglo XXI necesitan que se les muestre el camino de la fortaleza y belleza que anida dentro de ellas. No hay que renunciar a los clásicos. Simplemente debemos servirnos para construir nuestro mundo, uno nuevo. Adelanto que soy corazón salvaje y que mis historias tendrán ese trasfondo poético al que no puedo ni quiero renunciar, pero que, a la par, me impide escribir aquello que se espera. No es novedad. Es que, como han dicho otros antes que yo, los escritores tenemos unos cuantos hilos. Más allá no podemos crear sin impostura. Y eso no va conmigo.
Seguimos príncipe, seguimos princesa.
PorCandela Vizcaíno