Y podría poner haber puesto veinte o un millón porque esto de la lectura nunca sobra ni está de más. Llena siempre y no empacha nunca. Y mucho menos cuando se trata de pasar un rato en la intimidad (después del trabajo) con nuestros hijos al caer la noche. Es unánime la opinión de los expertos que afirman que los pequeños sienten este acto de entrega (nuestro tiempo) con la fuerza de la generosidad. Y simplemente me remito a todos esos adultos que, aún en la edad madura, recuerdan ese gesto de amor (el de la lectura conjunta) como uno de los mejores momentos de su vida. Por algo será. Y ese algo quizás sea que esos minutos tan bien invertidos llegan al inconsciente del pequeño ayudándole a levantar su vida de una manera ordenada.
Porque la búsqueda en la estabilidad de los sentimientos es quizás uno de los objetivos prioritarios de los que somos padres. Es por eso que no me gustan esos cuentos de princesas clásicos que describen un estar en el mundo que no me parece el mejor ejemplo para nuestros hijos (ya sean chicas o chicos). Es bien verdad que defiendo el empoderamiento femenino también en la literatura infantil como me he atrevido a confesar en alguna ocasión y así reflejo en mi último libro El Bosque de las Respuestas. Pero también podemos encontrar historias edificantes en esos cuentos clásicos que tienen moraleja o simplemente que sumergen a nuestro pequeño en aventuras que son provechosas.
Recuerda adaptar la lectura a la edad de los pequeños. A los dos años con algún poema corto bastará. A los seis años, cuando ya saben leer por sí mismos y no requieran nuestra ayuda, lo mismo nuestros hijos se entusiasman con las aventuras de El Principito o Los viajes de Gulliver. ¡Qué mejor ocio que ese!
10 razones por las que debe leer un cuento infantil a tu hijo cada noche
1.- A los niños les tranquiliza la voz de mamá
Su primer contacto con el exterior es la voz de mamá cuando aún están en la oscuridad del vientre. Mientras se va formando pulmones, estómago, cerebro y corazón, muy pronto, pero muy pronto, aprenden a reconocer ese tono especial que seguidamente lo identificarán con la protección al máximo (cosa que así es). Los niños necesitan la voz de la madre. A través de la palabra, de las frases que va construyendo (de cariño, de advertencia o, incluso, para reprender) van levantando su mundo. No nos olvidemos. Esto actúa de manera inconsciente y se va pegando día a día, mes a mes, año tras año en cada una de sus células. Es a través de la voz (también los abrazos, los besos, las caricias, el tiempo, en definitiva…) como vamos levantando la personalidad del pequeño para hacer de él o ella un adulto estable emocionalmente.
En este acto de intimidad nocturno madre-hijo, el pequeño va percibiendo la cadencia rítmica de la madre en un relato de principio a fin que pone orden no solo a lo que sucede dentro del cuento sino también a su alrededor. La gran mayoría de los cuentos son así. Comienzan con un conflicto o un viaje que arrastra al protagonista hacia la búsqueda para terminar con un final, más o menos, feliz. El que la madre (o el padre) vaya narrando un conflicto que se desenreda conforme avanza la lectura va haciendo que el pequeño vaya tomando confianza en las posibilidades. Por eso, necesita que se le repita el mismo cuento una y otra vez: para asegurarse del final feliz, de la resolución de los problemas, en definitiva.
2.- Se incentiva la intimidad y el roce mamá (o papá) pequeño
Vivimos en un mundo desnaturalizado en el que el trabajo ocupa la mayor parte de nuestro tiempo. Las prisas por estirar las horas o la angustia por el exceso de responsabilidades no son los mejores ingredientes que necesita el alma de un niño. En el mundo occidental contemporáneo está todo reglado. Un desbarajuste en la agenda se paga siempre con la familia: con el tiempo robado a los pequeños. Pero este mínimo gesto hace que el niño se sienta seguro, que vaya absorbiendo la idea de que papá o mamá tiene unos minutos siempre para él o para ella. Y hago hincapié en la palabra siempre porque es aquí donde el niño va cimentando su personalidad. Y tampoco es cuestión de torturarnos si un día (o una temporada) no se puede. Hay que explicar al pequeño la excepcionalidad y retomar la costumbre en cuanto se pueda. De este modo vamos también levantando su confianza en los padres a pesar de los problemas diarios.
3.- Con la literatura infantil descubrimos juntos el mundo
Y con cualquier tipo de literatura se descubre el mundo. Porque las palabras que están en los libros van abriendo el abanico de las posibilidades. E insisto en el término posibilidades porque es aquí donde radica la diferencia entre una persona libre y otra esclava de los condicionantes sociales o de los miedos propios. Cuando me refiero a ellas no es solo en el campo de la acción pura y dura sino también en el de los sentimientos. La envidia, el rencor, el odio o la maldad aparecen en buena parte de los cuentos infantiles a la par que sentimientos nobles como la generosidad, la entrega, el amor, la bondad, la valentía y el arrojo. Con las peripecias de los protagonistas de los cuentos les vamos indicando a nuestros niños caminos que sí deben seguir. Al tiempo vamos nombrando sentimientos y virtudes que deben conocer cuanto antes para llegar a ser adultos felices y completos.
4.- Los cuentos para niños ayudan a ampliar el vocabulario de tu hijo
Al hilo de lo anterior, en buena parte de la literatura infantil aparecen palabras desconocidas para el pequeño o vocablos que ya no se usan. Al ampliar su repertorio lingüístico hacemos que se vayan abriendo a un mundo de posibilidades (vuelvo, lo sé). Ponemos en sus manos y en su boca términos que le van ayudar (en ese momento y en el futuro) a expresarse con mayor claridad. Y ese es el único camino que tiene el ser humano para su propio conocimiento.
5.- La literatura infantil incentiva la imaginación del niño
Aparecen castillos, aventuras, monstruos, cuevas, pueblos lejanos, islas con tesoros, mares congelados, selvas peligrosas, sueños imposibles que se hacen posibles o cualquier avatar que no se da en su mundo cotidiano. Eso va haciendo, como una gota de agua que cae constante en la piedra, que se vaya construyendo y levantando su imaginación. Y pongo aquí y ahora que la imaginación no solo “sirve” al ser humano como evasión. Son las piezas que alimentan un espíritu creativo y crítico. Si no somos capaces de ver (en nuestra mente) algo que aún no existe o que no está delante de nuestros ojos, malamente vamos a poder dar solución a problemas complejos en el futuro. La falta de imaginación es uno de los mayores lastres de la incultura porque crea seres aborregados que no pueden ver más allá de lo que se les dice, de lo establecido o políticamente correcto. Los individuos imaginadores son los que crean los nuevos mundos con sus posibilidades aún mejores. Son los constructores de grandes retos. Sin imaginación (paso previo a la creación) no es posible ningún cambio.
6.- Ayudamos a nuestros hijos a encontrar su lugar en el mundo
A la par que le vamos mostrando las aventuras de los cuentos infantiles, estamos dando la mano a nuestros hijos para que se posicionen en el mundo. Si se identifican con el protagonista (generalmente un ser noble o valiente), le ayudamos a que haga suyo ese valor emocional o esa virtud espiritual. En definitiva, le vamos dando herramientas anímicas para hacer personas valiosas desde una corta edad.
7.- Los cuentos infantiles con moraleja desarrollan su concepto ético
Los libros para niños clásicos (o contemporáneos) que llevan implícita una moraleja (una enseñanza), además, van a ayudarles a distinguir el bien del mal, lo positivo de lo negativo, lo que es correcto (más allá de costumbres impuestas) y lo que no está permitido (desde el interior de uno mismo). Las moralejas, cuando son aún pequeños, que luego hay que explicarlas o adaptarlas de otra manera, van a ir minando el egoísmo de los pequeños ayudándoles a que se abran al mundo.
8.- La literatura ayuda a los pequeños a enfrentarse a sus miedos
Las narraciones infantiles que presentan a personajes en una encrucijada o en un viaje valiente por cambiar su estar en el mundo ayudan a tus hijos a hacer cara a los terrores. Si, mediante la lectura, el niño puede llegar a identificarse con el héroe protagonista, éste se va a convertir en un referente de conducta. Eso es, si tal o cual personaje ha sido capaz de salir indemne de cualquier avatar o circunstancia adversa con imaginación, astucia, esfuerzo o carácter, yo (niño) también puedo hacerlo en un futuro. No olvidemos que los pequeños saben de su vulnerabilidad. Reconocen que necesitan el cuidado de los adultos, pero también es fácil inculcarles desde muy pequeños que, aún siendo niños, deben ir formándose para un futuro en libertad y consecuente con ello.
9.- Se les inculca el afán por saber leer
Un niño que escucha leer quiere saber leer. Es así casi en el 99% de los casos (que siempre tenemos las excepciones). Conforme van descubriendo esos mundos nuevos y extraños para él se va regando la semilla de un futuro lector. Y decir lector es alimentar un espíritu crítico, bueno y libre. La lectura y los libros abren tanto a los niños como a los adultos las puertas de las posibilidades. Una de ellas (aunque creo que muchas, pero quiero ser sensata) conduce hacia el camino de la felicidad.
10.- Se motiva el placer de la lectura por ellos mismos
Y una cosa lleva a la otra… Si quieren saber leer, luego quieren leer los cuentos por ellos mismos. Buscarán cualquier ocasión para sumergirse en esas aventuras y, además, algunos habrá, incluso, que lo hagan como un acto de individualismo. Con ese gesto estarán, por tanto, potenciando su autoestima, su diferenciación como persona distinta a la de los padres. Y eso, ni que decir tiene, ayuda a su independencia. Con eso no te quiero decir que el niño se olvide de su familia o se aparte de ella. Ni mucho menos. Simplemente que tomará conciencia de ser una persona única a una temprana edad. Creo honestamente que, tal como va la realidad actual, y una prueba de ello son las problemáticas asociadas a algunos millenials, cuanto antes sepan que son seres irrepetibles, va a ser mejor para ellos. Antes construiremos personas con fortalezas, las mismas que las sociedades de cualquier tipo han necesitado siempre.
¡Ah! Y por último… este se pasa en un plis plás… Tú empiezas leyendo un libro infantil a los tres años y cuando te has querido dar cuenta tu hijo ya sabe leer y ese encuentro nocturno se acabó. Así que aprovecha y vive el momento. Es lo que me ha pasado con mi niña que he querido hacerme un selfie leyendo mi último libro y me ha respondido: “No me trates como bebé que yo ya sé leer, mamá, sin vocalizar. Y tú lo sabes de sobra”. Me ha rematado la conversación con un comentario de texto. Con eso te lo digo todo.
Por Candela Vizcaíno, Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla