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La persistencia de la memoria de Dalí | significado, comentario y análisis

La persistencia de la memoria

La persistencia de la memoria

Candela Vizcaíno

 

Análisis, significado y comentario de la la obra pictórica de Salvador Dalí La persistencia de la memoria, uno de los ejemplos más conocido de arte surrealista. 

La persistencia de la memoria de Salvador Dalí es un pequeño óleo sobre lienzo cuyas medidas apenas alcanzan los 32,50 x 23,50 cms. Fue pintado en 1931 y se custodia actualmente en el MOMA. Apenas tiene presentación, ya que es una de las pinturas surrealistas más conocidas y reconocibles, incluso por el público en general no interesado especialmente en el arte. 

Para entender su significado y antes de entrar en el comentario hay que entender qué supuso el surrealismo, no ya para el arte de las vanguardias sino para el pensamiento del siglo XX. Además, la obra, y adelanto este punto de su análisis, supone una racionalización de símbolos universales contraponiendo uno de los principios del movimiento que buscaba la comunicación automática con el inconsciente. Pero vayamos por partes y no adelantemos.  

Entendiendo el surrealismo para comprender el significado de La persistencia de la memoria 

Una de las principales características del surrealismo es su afán, no ya por levantarse como un movimiento artístico claramente rompedor con la tradición, sino por erigirse en una auténtica filosofía subversiva en todos los órdenes vitales. Para entenderlo, no podemos olvidar que en 1900 se publica La interpretación de los sueños y, aunque la obra pasó inadvertida en los primeros años, supuso una revolución en el pensamiento no solo de la época sino de la sociedad que llegó después. Hasta esa fecha, el ser humano se consideraba inmutable, completo, sin sombras ni lados ocultos. Se aceptaba que era la razón la encargada de dirigir los actos de la raza humana. Sin embargo, al poner  las bases para entender el inconsciente según Freud (1856-1939), nos adentramos en un terreno desconocido cuya información se entiende fundamental para el ser humano. Sería este una especie de cajón oscuro, un desván oculto y encerrado donde se guardan los anhelos insatisfechos y, a la par, una fuente desconocida para la razón de conocimiento trascendente. La complicación llega cuando estos datos, fundamentales para la auto percepción, están basados en los símbolos, cuyo lenguaje se había perdido para el individuo occidental del siglo XX.  

Reduciendo mucho el cambio histórico, posteriormente C.G. Jung (1875-1961) llega a lo que él mismo denominó inconsciente colectivo materializado a través de arquetipos. En esencia, la humanidad se regiría por un pensamiento simbólico olvidado tras la exacerbación de la razón a partir de la cultura del Neoclasicismo (desde finales del siglo XVII). El inconsciente colectivo nos habla de los miedos más profundos, de los anhelos, de la insatisfacción, de los vicios y las virtudes. Olvidado por el occidental contemporáneo, este bagaje de información solo podía aflorar a través de los sueños y del arte. 

Y es aquí donde entra la estética surrealista en su afán por plasmar aquello oculto a la conciencia y que es fundamental para el conocimiento que la raza humana tiene de sí misma. Todo ello se abona con los postulados de otros movimientos anteriores, especialmente el dadaísmo y sus encontronazos feroces con la sociedad circundante. El artista, por tanto, se erige en una especie de demiurgo (comunicador entre dos mundos) que plasma aquello que se queda en la sombra inconsciente y desconocida de una forma, en ocasiones, inquietante. Anoto que la violencia y el erotismo que se plasma en estas obras son nuevas en la historia del arte 

Salvador Dalí y La persistencia de la memoria

Siguiendo la línea esbozada anteriormente, se busca la fuerza de los sueños, los paisajes oníricos, la ruptura con la realidad mediante el trastoque de los elementos. Y, a la par, se ensalza el automatismo, aunque Dalí no sigue esta línea a rajatabla. Más bien, en el opus del genio surrealista hay un proceso racional que le lleva a reflejar sus paisajes oníricos siguiendo un orden lógico, aunque este haya que entenderlo dentro de la obra.  

Nace Salvador Dalí en Figueras en 1904 en el seno de una familia culta, instruida y de economía desahogada. En 1922 ingresa en la Residencia de Estudiantes, por entonces, el mejor (y con diferencia) centro académico de España. Allí traba amistad con el poeta Federico García Lorca y el cineasta Luis Buñuel. Aunque realiza algunas incursiones bajo la estética del cubismo o de la pintura metafísica (de la que recibe una importante impronta), Dalí es uno de los máximos representantes del surrealismo internacional. En la Residencia de Estudiantes se empapa del trabajo de Freud y entra de lleno en los procesos inconscientes que permiten este conocimiento oculto y de vital importancia para completar espiritualmente la raza humana. Trabajó durante toda su vida en esta estética incorporándola a su forma de ver y de estar en el mundo. Muere en 1989 sin abandonar su estilo característico. Por último, hay que tener en cuenta que es el creador del método paranoico-crítico que supone la búsqueda de la verdad a través de bucear en las distintas capas de la realidad.  

La persistencia de la memoria de Dali 

Análisis de La persistencia de la memoria

Pintada en 1931, el artista ya había asimilado todos los postulados del psicoanálisis que, por entonces, desbarataban de un plumazo tanto la práctica médica como la filosófica. Conocedor del pensamiento simbólico y de las imágenes presentes en los sueños, todo ello lo pone en práctica en la totalidad de su trabajo: desde sus pinturas surrealistas más famosas hasta la decoración del Castillo de Púbol, residencia de Gala y donde pidió ser enterrado sin cumplirse su voluntad.   

Así, La persistencia de la memoria está dominada por un paisaje onírico difícil de encontrar en la naturaleza, aunque tenga elementos plenamente reconocibles como el árbol seco, la montaña o el mar. Estos elementos se convierten en un decorado que nos invitan a adentrarnos en la inmensidad y que sirven para potenciar la presencia de los tres relojes que se derriten o se deforman. Sujetos el primero a  una rama seca, a un elemento que nos remite a la carnalidad, el segundo, y en lo que parece una mesa (el tercero) nos dicen de los reinos de la naturaleza: animal, vegetal y mineral. El cuarto reloj solo se intuye en la esquina inferior izquierda y está colocado del revés. En él adivinamos un modelo de bolsillo popular en la época.  

Significado de La persistencia de la memoria 

Para poder entenderla, tenemos que remitirnos a los símbolos universales, los mismos que pueblan los sueños y que conforman la lengua del inconsciente. En resumidas cuentas tenemos: 

1.- La montaña parece más bien una promontorio o un acantilado que se precipita en el mar. No tiene la función de elevación característica de este elemento y nos remite al mineral, a la roca, a lo inmutable que está a lo lejos. Se encuentra en la esquina superior derecha que, en simbología, siempre representa la razón y la plena conciencia. Nos dice de la inmutabilidad. 

2.- Tenemos un mar sin olas, plano, sin sombras como el que se produce en los sueños de autodefinición y sobre el que no logramos descubrir si anochece o amanece. Es en este paisaje que, en principio, se nos antoja un decorado donde encontramos la primera referencia al tiempo inmutable, cíclico e, incluso estancado. No podemos adivinar ni la estación ni la hora del día. Y el artista nos dice así de la anulación del tiempo y, por tanto, de la eternidad. 

3.- El correr del tiempo es la simbolización primera de la muerte. Y este siempre se ha reflejado en el arte con relojes de cualquier tipo. La vida es tiempo (desde el nacimiento hasta la muerte) y los relojes están presentados de una forma que nos dice de la imposibilidad de atraparlo. La sensación es de plasticidad, de derretirse, de deformidad, de falta de consistencia, de estar en un proceso en el que se escurren por algún elemento no presente en la obra. 

4.- Y luego tenemos el cuarto reloj, el que está del revés o cerrado ya que este tipo de modelos pueden tener una tapa para proteger la esfera de cristal. No podemos saber qué hora marca o si marca alguna. Con respecto a este último elemento tenemos que tener en cuenta que está situado en la esquina inferior izquierda y este es el lado del inconsciente, del conocimiento oculto, de la sombra que atenaza con su verdad a la raza humana. 

5.- El motivo de los relojes que parecen derretirse por la acción de una fuerza desconocida fue ampliamente utilizado por Salvador Dalí en otras obras, sobre todo esculturas en metal. Es el tiempo que, a pesar de su soporte, se licúa, se extiende y amenaza con desaparecer. Y esa memoria de la muerte está potenciada por la rama del árbol en la que no adivinamos ni un atisbo de vida. Parece puesta allí como un perchero, como un elemento que ha dejado de estar vivo para convertirse en uno inanimado. 

6.- En contraposición, tenemos una memoria desconocida, una que persiste, una que nos lleva a otro plano, a uno más profundo, a uno en el que la raza humana se convierte en hermana. Y lo hace porque las motivaciones y los miedos son unánimes a todas las culturas y a todos los tiempos. 

7.- El ser humano comienza a desligarse de los instintos animales cuando tiene conciencia de su finitud en este mundo. Es en ese momento cuando busca algo más allá de lo presente en la naturaleza que dé un sentido a la vida. Como no puede explicar ese vacío y, a la vez, esa fuerza imposible de conocer, busca en el aquí y el ahora elementos que se adhieran con el poder de un más allá que intuye. Los símbolos que quieren conjurar la muerte han sido diversos a lo largo de la historia. No obstante, los más comunes siempre han sido los relojes, los que marcan el tiempo de paso en la tierra. La memoria y su persistencia es el recuerdo de la finitud, de la muerte, del final al que el artista se negaba a una edad bastante temprana.  

La persistencia de la memoria de Salvador Dalí, haciendo uso de los símbolos universales e introduciéndonos en el mundo onírico, nos recuerda a todos los espectadores la imposibilidad de atrapar un tiempo que insiste en licuarse, en resbalarse, en escaparse, en dejar de pertenecernos…  

Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla 

 

 

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