Selección de siete obras de van Gogh realizadas desde 1988 hasta julio de 1890 cuando deja lista la enigmática Campo de trigo con cuervos.
En estos dos años largos hasta su fallecimiento el paisaje de la Provenza con su gentes sencillas, sus campos y sus pueblos sería el escenario perfecto para las rotundas obras de Vicent van Gogh. En este lugar, a pesar de los altibajos de un alma atormentada y de la falta de recursos económicos, pudo levantar sus más conocidas pinturas. Y lo hizo sirviéndose de todo aquello que había a su alrededor para dejar plasmado un mundo único bajo una mirada excepcional. Hago una selección de las mismas y nos adentramos en el sentido simbólico de las mismas más allá de sus maravillosos colores y trazos.
El sentido de trascendencia en las obras de Vicent Van Gogh
Fue en los últimos tres años de vida, los que van de 1888 hasta su muerte en julio de 1890, cuando su obra se afianza en el particular estilo que ha propiciado la entrada en los libros de arte. Es ahora cuando esa intensa búsqueda -a la que el artista sometió tanto el espíritu como la creación propia- le empuja por el camino de la consecución. No podemos perder de vista que van Gogh siempre se enfrentó a la pintura con un claro sentido del destino. No pintaba por entretenerse, por afición o por aplacar los nervios, como pudieron hacer muchos de sus contemporáneos, antes o después que él. Lo suyo iba más allá: tanto en los días de predicador como en los que ocupó el auto-aprendizaje y el domino de la pintura, el artista siempre vio un fin en ello. Con frecuencia este extremo se lo hacía notar a su hermano Theo en la correspondencia mantenida con él. Así, en una carta fechada el 3 de abril de 1878 en Amsterdam, dos años antes de que van Gogh se decidiera a coger los pinceles, le escribe a su hermano menor:
… Y el que mucho ama realiza grandes cosas y se siente capaz, y lo que hace por amor está bien hecho.
Y algunos años más tarde (abril de 1882), desde La Haya, donde se empeñaba en dominar el dibujo al carbón (consciente ya del arduo camino de penalidades que le esperaba si se quería consagrar a algo que no solo le sobreviviera sino que, en un futuro -el cual deseaba con ardor fuera cercano- pudiera consolar a la humanidad que sufre) escribe:
Es necesario comprender bien cómo considero yo el arte. Para llegar a la verdad, se necesita trabajar largo tiempo y mucho. Lo que yo quiero y a lo que aspiro es despejadamente difícil, y sin embargo no creo aspirar demasiado alto […] Por encima de todo, yo quiero llegar a un punto en que se diga de mi obra: este hombre siente profundamente y este hombre siente delicadamente […] Y la grandeza no es una cosa fortuita, sino que debe ser deseada.
A pesar de la tormentosa biografía de Vicent van Gogh, buena parte de sus obras están en la retina no solo de los entendidos del arte sino también de los profanos. Nos adentramos en algunas de ellas.
El puente Langlois con lavanderas, una de las obras de van Gogh más simbólicas
Se custodia en el Museo Kröller-Müller de Otterlo (Países Bajos) y fue realizado en marzo de 1888. El mismo motivo ocupa ocho obras tanto realizadas al óleo como dibujos. Presentan variantes de composición (sin figuras humanas y con elementos diversos).
Podemos ver claramente que las mujeres se encuentran en la orilla izquierda (que en arte y en psicología siempre representa el inconsciente). Además, la posición es inferior (hacia abajo) con respecto a la imagen del puente que, además, es levadizo. Todos los elementos del cuadro significan. Así, el río que corre bajo el puente (reduciendo mucho su sentido) es la simbolización de la vida, a igual que las ruedas del carro que ocupa el eje central de la composición. Estas remiten a la vida como principio y origen de todas las cosa. Y también de esa vida que no es más que un repetir cotidiano de trabajo y esfuerzo potenciado por la presencia de las lavanderas y su fatigosa tarea. Se incide en ese concepto con la imagen del río que es, también, el espacio en movimiento perpetuo por donde fluyen todas las posibilidades. Además, son la representación de todas las opciones las flores multicolores que ribetean la vereda. Un río que es, como el hombre, siempre el mismo y siempre distinto. El agua diferente que fluye por el cauce de un río se asemeja a la esencia del hombre cuyo ser es inmutable, pero su psique evoluciona o transforma en estados anímicos o vivenciales de distinto cariz e intensidad.
El puente, resumiendo mucho, divide y une, a la par, dos mundos. A un lado, en la orilla de la izquierda, que es el lado oculto e inconsciente, nos encontramos el universo de las lavanderas ajenas a la cosmovisión del artista. En la derecha, se encuentra lo luminoso, consciente y las posibilidades de cambio (¿redención?) simbolizada por los caminos. Esta idea, además, se redunda con la presencia del puente levadizo que ocupa el eje central de la escena.
Es esta una de las obras de van Gogh de sus últimos años que podemos adjetivar como de espíritu más positivo, ya que toda ella remite a la opción de cambio y de transformación (simbolizado en el elemento de paso que es el puente). Y, por tanto, nos encontramos ante la opción de crecimiento espiritual y anímico. El tema le era tan querido (¿o necesario?) al artista que del mismo motivo se conservan oleos, dibujos y bocetos diversos.
Campo de trigo con vuelo de cuervos
Catalogado en La obra pictórica completa de Van Gogh, listado realizado por Paolo Leocaldano en 1971, con el número 864, es probablemente la última salida de la mano del pintor. Se conserva en el Museo Van Gogh de Ámsterdam y está realizada en Auvers antes del 9 de julio de 1890.
En la obra los elementos presentes están muy difuminados excepto ese camino que lleva al infinito, a un espacio que al artista se le antoja que es otra vida, tanto física (a través del paso de la muerte) como trascendental (mediando una producción artística única). Si algo destaca en esta obra, una de las más enigmáticas pinturas de van Gogh, es el color. El amarillo protagonista -como el naranja o el anaranjado- es el color ambivalente por excelencia. Su simbolización va desde la identificación con el oro y, por tanto, con todo lo valioso, pasando por la envidia hasta desembocar en la crueldad. Y el amarillo -en la escala de valores simbólicos- se opone al azul. Así contrapuesto, el amarillo toma la cualidad de la tierra y, por tanto, de la vida que aquí se desarrolla, frente al azul, representación del mundo espiritual.
El naranja contrapuesto, así, al azul es el color intermedio, el del equilibrio entre las cosas del mundo y las del cielo. El amarillo tiende a lo material, a lo brillante y el azul a lo etéreo y espiritual. Entre los dos el naranja quiere ser el equilibrio de ambas fuerzas. El artista, con estos colores, nos deja plasmado esa contraposición entre permanecer en el mundo terrenal y la necesidad de marcharse, de irse, de trascender a través de la obra.
5 obras más de Vicent van Gogh famosas
1.- Ciprés y aldea o la noche estrellada, una de las obras de Van Gogh más conocidas
Perteneciente al Museo de Arte Moderno de Nueva York, fue realizada en Saint-Rémy en junio de 1889. Los fuertes tonos oscuros y la pincelada circular dan un aspecto sobrecogedor a esta pintura que intenta atrapar los colores de la noche en plena naturaleza. El artista hace sobresalir las estrellas que están magnificadas en un cielo que se presenta de manera circular, como si estuvieran amenazando su frágil alma. En primer término, un esbelto ciprés nos recuerda la bienvenida de los cementerios sumergiéndonos en ese mudo de contrastes en el que se movía el espíritu del pintor.
2.- Florero con doce girasoles
El tema ocupa casi ocho obras y el que reproduzco se encuentra en el Bayerische Staatsgemäldesammlugen Neve Pinakotheke de Munich. Fue realizado en Arlés en agosto de 1888. Y, de nuevo, nos encontramos con el color amarillo, favorito de van Gogh. El pintor llega a reconocer que este tono representa la luz y la libertad. Su idea era hacer uno para cada habitación. Así se permitiría que la luminosidad que representan los girasoles se desperdigaran por toda la vivienda. Uno de ellos aparece (inserto como hipotexto propio) en la conocida representación de su sencilla habitación.
3.- La habitación de Vicent en Arlés
Guardada en el Museo Vicent van Gogh de Amsterdam, es otra de las obras realizadas en este emplazamiento de la Provenza en octubre de 1888. En su estancia en el sanatorio de Saint-Rémy realizó dos réplicas más del cuadro, con diversas variantes, que, en la actualidad, están catalogadas con los números 689 y 690 y se encuentran en el Museo del Lourvre de París y en el Instituto de Arte de Chicago. La de Ámsterdam lleva el número 585 en dicho catálogo. Asistimos a lo sencillo, a lo cotidiano, a lo que está al alcance y lo que interesa al artista. Los interiores son sobrios y nos ha dejado una muestra de su vida de creador pobre. Esta es una de las obras de van Gogh más conocidas del artista. Tanto es así que se busca, incluso su plantilla, para introducir a los niños en los rudimentos del arte. Esto es, se ha convertido en el cenit del canon artístico internacional.
4.- La silla de Van Gogh
Se custodia en la Tate de Londres y está realizada entre diciembre de 1888 y enero de 1889. Esta obra hay que leerla junto con otra pareja: El sillón de Gauguin. Van Gogh la realizó en su tormentosa convivencia con otro genio de la pintura. Los desencuentros y las riñas eran constantes. Vicent van Gogh, a la hora de representar el mueble que él mismo utilizaba, lo hace de forma erecta, sencilla, sin más complicaciones. Y no podemos perder de vista que el tono predominante es el amarillo con las significaciones que tiene tal como hemos visto antes. Es, además, un asiento menos cómodo que un sillón. El de Gauguin se nos antoja desvencijado como si no pudiera aguantar el peso. Las patas están curvadas amenazando con desmoronarse en cualquier momento. Sin embargo, la silla de Van Gogh se nos presenta cuidada y en perfecto uso. Sin duda, a pesar de la amistad, los egos de artistas hicieron mella en el ánimo de ambos. Y estas obras de Van Gogh son una buena representación de esa etapa.
5.- Autorretrato de 1889
Se custodia en el Museo de Orsay de París en una sala dedicada al artista y a continuación de las mejores obras características del impresionismo. Comento esto porque la experiencia es sublime. Es, al parecer, el último autorretrato de tantos como se realizó. Impresiona por la serenidad en la que se representa el artista y por el fondo en espiral que más bien quiere ser una representación de un alma atormentada. El choque entre la tranquilidad del rostro y el traje elegante contra ese fondo nos introduce en otro mundo, en el del final de la vida física y el inicio de la trascendencia que, de alguna manera u otra, auguraba. Y, por último, para los lectores apresurados aquí dejo un vídeo de mi canal de Youtube con un resumen del artículo:
Estas siete obras de Vincent van Gogh son solo un puñado de las más conocidas del artista, pero imprescindibles para conocer el legado de uno de los pintores más universales de todos los tiempos.
Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla