arte

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Recorrido histórico por el origen, definición e introducción al coleccionismo de los exlibris personalizados.

¿Qué es un exlibris? ¿Para qué sirve? ¿Dónde se encuentran?

Se aceptan distinta ortografía: exlibris, ex libris ex-libris y siempre con minúsculas haciendo una sola palabra (un sustantivo).  ¿Y qué es? ¿Qué son? Los exlibris (así escribiré el vocablo en este artículo) son, resumiendo mucho, las marcas de propiedad que se colocan a los libros. Y cuando digo libro no me refiero al e-book o a cualquier otro soporte en formato electrónico. Estos libros que llevan exlibris son los tradicionales, los que tienen hojas, pastas y van cosidos en el lomo. Son los que estaban en las bibliotecas de casa de los abuelos…  Y digo esto porque los exlibris, aunque existen coleccionistas actuales y es una forma sencilla y hasta económica de acceder al arte como propiedad patrimonial, son casi objetos del pasado o, al menos, con “sabor” a ayer.

Aunque los exlibris de este post (de mi propiedad y a mi nombre) son pequeñas obras de arte, no tienen por qué tener esta característica. Esto es, no tienen que ser artísticos, aunque lo mejor del coleccionismo sea precisamente esto: arte. Un exlibris es, en esencia, una marca de propiedad que se pone en un libro físico. Así que exlibris, en puridad, puede ser esa nota manuscrita (muy de adolescente) diciendo “este libro pertenece a…” hasta obras de arte seriados como las que te muestro. Exlibris son también esos sellos de tampón que se ponen (sobre todo en colecciones públicas hasta el hartazgo y a veces estropeando el libro) señalando la pertenencia a tal cual o biblioteca. Sin embargo, si la marca no se encuentra dentro del libro sino que aparece en la portada (grabada a fuego en la piel o formando parte de la encuadernación) el nombre que recibe es superlibris.

Así que si un libro tradicional en alguna de sus hojas lleva el nombre de su propietario (ya sea noble o plebeyo, particular o público) de cualquier forma posible (garabato u obra de arte) eso es un exlibris.

Todos ellos son, en sentido estricto, exlibris. Pero los que son objeto de coleccionismo y estudio por parte de los eruditos son los que, de alguna manera u otra tienen un sentido artístico (algunos muy acusado) o bien histórico. Entre estos últimos se encuentran los exlibris heráldicos o las marcas de propiedad de nobles del pasado con buenas bibliotecas (casi todos ellos porque era una forma de diferenciarse y de marcar la pertenencia a la elite económica y social). Estos exlibris suelen tener el escudo de la casa familiar y, aunque con un valor histórico, no tienen nada que ver con aquellos encargos más personales a artistas, en algún caso, de primera línea internacional. Este tipo de marcas alegóricas (no ya con el escudo nobiliario) comenzaron a ser predominantes a partir de la primera mitad del siglo XIX.

Los exlibris artísticos, aquellos que, de alguna manera u otra, marcan los gustos de su propietario, pueden estar reproducidos con técnicas nobles tales como la litografía o xilografía (muy buenos los actuales de artistas argentinos, por poner solo un caso), calcografía o serigrafía. También encontramos otros reproducidos en offset.

Una biblioteca con exlibris de la manera que sea dice de un espíritu especial de su dueño. Estamos (casi con un 99% de probabilidades) ante un bibliófilo que ama los libros más allá de lo que dicen. Los desea por lo que son, significan o simbolizan (una puerta al conocimiento). Un libro con un exlibris se convierte, por tanto, en un objeto único.

Pero, ¿Qué características debe tener un exlibris para que sea considerado como tal?

Aunque en España hay un coleccionismo discreto, este es importante en países de habla inglesa, alemana y, también, en algunas zonas de Hispanoamérica. Los entendidos consideran que deben tener estas características para que sean considerados como tales:

Nada de imaginación, ya que el vocablo exlibris (en cualquiera de sus variantes) tiene que aparecer bien visible. También cuenta los términos “de la biblioteca de” o “de los libros de…” A partir del siglo XIX, con el auge de las especializaciones, algunos coleccionistas se hicieron grabar marcas especiales para los ejemplares de sus temas favoritos. Los más comunes fueron para los ejemplares de música (ex musicis), para los caros o raros (ex fine libris) y muy comunes los guardados bajo llave (solo para amigos íntimos) bajo la etiqueta ex eroticis.

  • ¿Y de quién son los libros? Así que la segunda característica tiene que ser el nombre del propietario siempre completo e incluso con el tratamiento (Doctor, Conde, Marqués…)
  • También debe tener una ilustración que pueden ser de todas las temáticas posibles: paganas (en mi caso), eróticas, mencionando profesión, gustos, disgustos, procedencia, origen, manías o vanidades varias.
  • Porque terminamos con lo último. El exlibris denota un amor por las letras, los libros, el conocimiento y el arte (todo junto y a la vez), pero, a la vez, su posesión (y coleccionismo) no está exenta de un gesto de exhibicionismo. Aunque difícil de entender en la era de Internet y las redes sociales hasta hace poco era así considerado. Alguien que se hacía un exlibris de alguna manera u otra estaba hablando al mundo de su personalidad, gustos, manías y de la posesión de una extensa biblioteca que formaba parte de su patrimonio. Hoy, que se cuenta todo en las redes sociales, esto puede parecer pueril, pero no era así hasta hace escasas décadas.

Los exlibris de colecciones importantes (léase libros caros en subastas) o públicas también tenían como finalidad evitar el robo. Por eso, hay una buena cantidad de ejemplares de colección faltos de alguna hoja o páginas. A partir de la imprenta, los libros eran todos iguales. Sin exlibris no se sabe de dónde se ha sustraído.

Origen y evolución del exlibris: desde los primeros ejemplares conocidos hasta la imprenta

El exlibris más antiguo conocido hasta ahora perteneció al Faraón Amenofis III (1405-1370 a.c.) No es de papel. Está realizado en loza vidriada en azul y se supone que se unía con una cinta a los rollos de papiros de la biblioteca real. No es de  extrañar que una civilización que creó la inigualable Biblioteca de Alejandría tuviera la costumbre de marcar la propiedad. Se encuentra en el Museo Británico de Londres.

Son difíciles de encontrar ejemplares de exlibris (sí rúbricas de propiedad) en los libros más antiguos que nos han llegado. La fragilidad de los soportes, unido a los terrores del tiempo, no han contribuido a ello.

Por eso hay que esperar a los códices medievales para encontrar hermosos y bellos exlibris realizados junto con la miniaturas o haciendo un todo con las delicadas ilustraciones de la que hacen gala alguno de ellos (Bestiarios, Beatos, Herbarios…). El más antiguo es precisamente hispánico y pertenece a la categoría de los laberínticos. Se llaman así porque entre cuadrículas y rectángulos (como un sudoku o un crucigrama) se insertaban (siguiendo un juego) el nombre del propietario o cualquier otra característica de la colección. De los scriptoria medievales han salido exlibris de una belleza sublime. Algunas de esas obras, como el Códice Calixtinum, son hoy propiedad de la humanidad.

Sin embargo el primer exlibris moderno (esto es, de etiqueta y no inserto en un libro) está realizado en papel y pertenece a un monje (Hidelbrando de Branderburg). Lo colocó en la colección que donó al Monasterio de Buxheim entre 1470 y 1480. Quería asegurarse que esos eran los libros que él regalaba.

El primer hispánico moderno (que los medievales son de la tierra) es un grabado en madera de 1568 de Francisco de Tarafa. A partir de esa fecha, sin ser legión, si tenemos algunos de personajes conocidos e ilustres como el de Gaspar Melchor de Jovellanos ilustrado por Goya.

Hasta el siglo XIX los exlibris de etiqueta eran patrimonio de bibliotecas de mucha calidad tanto por la cantidad como por la antigüedad. Con la llegada del Arts and Crafts, primero, y el Modernismo, después, y su gusto por la artesanía ligado al arte comienza el auge del exlibrismo entendido como coleccionismo y manía bibliófila. Fue una reacción a la invasión y el abaratamiento de los libros y también a la creación de las primeras bibliotecas públicas. Los grandes coleccionistas (y los pequeños con posibles o henchidos de orgullo de su saber o patrimonio) comienzan a mimar las colecciones en todos los sentidos. Querían diferenciarla de las populares y baratas que empezaban a crearse por entonces.

La historia de los exlibris desde Arts and Crafts hasta la actualidad

El inicio de esta contra-revolución hacia los libros seriados se encuentra en la Kelmscott Press abanderada por William Morris. El movimiento inglés retoma el gusto por la imprenta tal cual se hacía con las prensas de Gutenberg. Se imprimen obras de gran calidad en pequeñas tiradas. Se retoma la encuadernación artística. Se encargan ilustraciones a artistas de renombre y… se hacen grabar exlibris para diferenciarse del resto. En este momento se abandona la heráldica de escudos familiares (la mayoría de los propietarios eran plebeyos) y comienzan los exlibris alegóricos con una fuerte calidad artística.

El libro ya no es solo un objeto de conocimiento o de divulgación y, por sí, se intenta realizar un producto artístico de principio a fin. Se buscaba un buen papel, se realizaban los tipos manualmente ex profeso, se ilustraba con autores de renombre, se encuadernaba en piel, se hacían unas guardas artesanales y los poseedores de tales ejemplares se hacían imprimir un exlibris. Que comenzara a circular entre coleccionistas y clubes privados era sinónimo de excelencia (o de apariencia de excelencia).

Comienza así el coleccionismo de exlibris en Europa con asociaciones y eruditos hablando sobre ellos. Hay también un tímido interés en América y en Japón donde no se ha perdido la tradición de los exlibris de tampón con tinta roja.

Los exlibris contemporáneos, los realizados a finales del siglo XX, aún teniendo una fuerte impronta artística y de coleccionismo eran encargos, en su mayoría, de bibliófilos con buenas bibliotecas. Aunque esas estampas no fueran adheridas a los libros, sí correspondían a coleccionistas que tenían orgullo por sus libros.

En los últimos veinte años el exlibrismo casi se ha ido separando de la bibliofilia y se acerca más al coleccionismo de estampas o de arte. Los libros han ido desapareciendo de los domicilios particulares. Siguen atesorando el saber y la belleza pero ambos se busca en la inmaterialidad de la red. Sin embargo, se siguen haciendo exlibris por el mero placer de coleccionar, de intercambiar o incluso de exhibir en las paredes como se haría con un cuadro.

Breve introducción al coleccionismo de exlibris

El doctor Thebussem (1828-1918), un estrafalario hidalgo de Medina Sidonia (Cádiz), decía que “la afición a coleccionar menudencias (es) el primer grado de enajenación mental”. Sin llegar a ello, hoy en día, el coleccionismo de cualquier cosa (por las particularidades de la vida cotidiana con su falta de espacio y tiempo), se hace difícil. Los cambios en la era de Internet no son muy amigos de las colecciones que necesitan la serenidad de un emplazamiento y personas a seguir su pasión durante décadas.

Sin embargo, los exlibris de alta calidad artística sí se prestan a ser coleccionados. Son fáciles de archivar, guardar y trasladar (también importante en el siglo XXI). Aunque existen asociaciones que publican revistas y hacen encuentros temáticos, también es fácil encontrar grupos en las redes sociales (Facebook sobre todo) formados por artistas y coleccionistas. Es relativamente sencillo encontrar un creador que se adapte a nuestros gustos y encargar una tirada limitada que luego nos sirva para intercambiar y hacerse con una pequeña colección.

Aún es un “vicio” elitista porque estamos hablando de hacer inversión en artes gráficas, pero es una buena manera de adentrarse en un fascinante mundo (decadente para algunos) que nos habla de conocimientos y bellas palabras que se desparramaban cuando se abría un libro.

Nota.- Todos los exlibris pertenecen a mi colección particular.

Por Candela Vizcaíno

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Recorrido histórico por el origen, definición e introducción al coleccionismo de los exlibris personalizados.

¿Qué es un exlibris? ¿Para qué sirve? ¿Dónde se encuentran?

Se aceptan distinta ortografía: exlibris, ex libris ex-libris y siempre con minúsculas haciendo una sola palabra (un sustantivo).  ¿Y qué es? ¿Qué son? Los exlibris (así escribiré el vocablo en este artículo) son, resumiendo mucho, las marcas de propiedad que se colocan a los libros. Y cuando digo libro no me refiero al e-book o a cualquier otro soporte en formato electrónico. Estos libros que llevan exlibris son los tradicionales, los que tienen hojas, pastas y van cosidos en el lomo. Son los que estaban en las bibliotecas de casa de los abuelos…  Y digo esto porque los exlibris, aunque existen coleccionistas actuales y es una forma sencilla y hasta económica de acceder al arte como propiedad patrimonial, son casi objetos del pasado o, al menos, con “sabor” a ayer.

Aunque los exlibris de este post (de mi propiedad y a mi nombre) son pequeñas obras de arte, no tienen por qué tener esta característica. Esto es, no tienen que ser artísticos, aunque lo mejor del coleccionismo sea precisamente esto: arte. Un exlibris es, en esencia, una marca de propiedad que se pone en un libro físico. Así que exlibris, en puridad, puede ser esa nota manuscrita (muy de adolescente) diciendo “este libro pertenece a…” hasta obras de arte seriados como las que te muestro. Exlibris son también esos sellos de tampón que se ponen (sobre todo en colecciones públicas hasta el hartazgo y a veces estropeando el libro) señalando la pertenencia a tal cual o biblioteca. Sin embargo, si la marca no se encuentra dentro del libro sino que aparece en la portada (grabada a fuego en la piel o formando parte de la encuadernación) el nombre que recibe es superlibris.

Así que si un libro tradicional en alguna de sus hojas lleva el nombre de su propietario (ya sea noble o plebeyo, particular o público) de cualquier forma posible (garabato u obra de arte) eso es un exlibris.

Todos ellos son, en sentido estricto, exlibris. Pero los que son objeto de coleccionismo y estudio por parte de los eruditos son los que, de alguna manera u otra tienen un sentido artístico (algunos muy acusado) o bien histórico. Entre estos últimos se encuentran los exlibris heráldicos o las marcas de propiedad de nobles del pasado con buenas bibliotecas (casi todos ellos porque era una forma de diferenciarse y de marcar la pertenencia a la elite económica y social). Estos exlibris suelen tener el escudo de la casa familiar y, aunque con un valor histórico, no tienen nada que ver con aquellos encargos más personales a artistas, en algún caso, de primera línea internacional. Este tipo de marcas alegóricas (no ya con el escudo nobiliario) comenzaron a ser predominantes a partir de la primera mitad del siglo XIX.

Los exlibris artísticos, aquellos que, de alguna manera u otra, marcan los gustos de su propietario, pueden estar reproducidos con técnicas nobles tales como la litografía o xilografía (muy buenos los actuales de artistas argentinos, por poner solo un caso), calcografía o serigrafía. También encontramos otros reproducidos en offset.

Una biblioteca con exlibris de la manera que sea dice de un espíritu especial de su dueño. Estamos (casi con un 99% de probabilidades) ante un bibliófilo que ama los libros más allá de lo que dicen. Los desea por lo que son, significan o simbolizan (una puerta al conocimiento). Un libro con un exlibris se convierte, por tanto, en un objeto único.

Pero, ¿Qué características debe tener un exlibris para que sea considerado como tal?

Aunque en España hay un coleccionismo discreto, este es importante en países de habla inglesa, alemana y, también, en algunas zonas de Hispanoamérica. Los entendidos consideran que deben tener estas características para que sean considerados como tales:

Nada de imaginación, ya que el vocablo exlibris (en cualquiera de sus variantes) tiene que aparecer bien visible. También cuenta los términos “de la biblioteca de” o “de los libros de…” A partir del siglo XIX, con el auge de las especializaciones, algunos coleccionistas se hicieron grabar marcas especiales para los ejemplares de sus temas favoritos. Los más comunes fueron para los ejemplares de música (ex musicis), para los caros o raros (ex fine libris) y muy comunes los guardados bajo llave (solo para amigos íntimos) bajo la etiqueta ex eroticis.

  • ¿Y de quién son los libros? Así que la segunda característica tiene que ser el nombre del propietario siempre completo e incluso con el tratamiento (Doctor, Conde, Marqués…)
  • También debe tener una ilustración que pueden ser de todas las temáticas posibles: paganas (en mi caso), eróticas, mencionando profesión, gustos, disgustos, procedencia, origen, manías o vanidades varias.
  • Porque terminamos con lo último. El exlibris denota un amor por las letras, los libros, el conocimiento y el arte (todo junto y a la vez), pero, a la vez, su posesión (y coleccionismo) no está exenta de un gesto de exhibicionismo. Aunque difícil de entender en la era de Internet y las redes sociales hasta hace poco era así considerado. Alguien que se hacía un exlibris de alguna manera u otra estaba hablando al mundo de su personalidad, gustos, manías y de la posesión de una extensa biblioteca que formaba parte de su patrimonio. Hoy, que se cuenta todo en las redes sociales, esto puede parecer pueril, pero no era así hasta hace escasas décadas.

Los exlibris de colecciones importantes (léase libros caros en subastas) o públicas también tenían como finalidad evitar el robo. Por eso, hay una buena cantidad de ejemplares de colección faltos de alguna hoja o páginas. A partir de la imprenta, los libros eran todos iguales. Sin exlibris no se sabe de dónde se ha sustraído.

Origen y evolución del exlibris: desde los primeros ejemplares conocidos hasta la imprenta

El exlibris más antiguo conocido hasta ahora perteneció al Faraón Amenofis III (1405-1370 a.c.) No es de papel. Está realizado en loza vidriada en azul y se supone que se unía con una cinta a los rollos de papiros de la biblioteca real. No es de  extrañar que una civilización que creó la inigualable Biblioteca de Alejandría tuviera la costumbre de marcar la propiedad. Se encuentra en el Museo Británico de Londres.

Son difíciles de encontrar ejemplares de exlibris (sí rúbricas de propiedad) en los libros más antiguos que nos han llegado. La fragilidad de los soportes, unido a los terrores del tiempo, no han contribuido a ello.

Por eso hay que esperar a los códices medievales para encontrar hermosos y bellos exlibris realizados junto con la miniaturas o haciendo un todo con las delicadas ilustraciones de la que hacen gala alguno de ellos (Bestiarios, Beatos, Herbarios…). El más antiguo es precisamente hispánico y pertenece a la categoría de los laberínticos. Se llaman así porque entre cuadrículas y rectángulos (como un sudoku o un crucigrama) se insertaban (siguiendo un juego) el nombre del propietario o cualquier otra característica de la colección. De los scriptoria medievales han salido exlibris de una belleza sublime. Algunas de esas obras, como el Códice Calixtinum, son hoy propiedad de la humanidad.

Sin embargo el primer exlibris moderno (esto es, de etiqueta y no inserto en un libro) está realizado en papel y pertenece a un monje (Hidelbrando de Branderburg). Lo colocó en la colección que donó al Monasterio de Buxheim entre 1470 y 1480. Quería asegurarse que esos eran los libros que él regalaba.

El primer hispánico moderno (que los medievales son de la tierra) es un grabado en madera de 1568 de Francisco de Tarafa. A partir de esa fecha, sin ser legión, si tenemos algunos de personajes conocidos e ilustres como el de Gaspar Melchor de Jovellanos ilustrado por Goya.

Hasta el siglo XIX los exlibris de etiqueta eran patrimonio de bibliotecas de mucha calidad tanto por la cantidad como por la antigüedad. Con la llegada del Arts and Crafts, primero, y el Modernismo, después, y su gusto por la artesanía ligado al arte comienza el auge del exlibrismo entendido como coleccionismo y manía bibliófila. Fue una reacción a la invasión y el abaratamiento de los libros y también a la creación de las primeras bibliotecas públicas. Los grandes coleccionistas (y los pequeños con posibles o henchidos de orgullo de su saber o patrimonio) comienzan a mimar las colecciones en todos los sentidos. Querían diferenciarla de las populares y baratas que empezaban a crearse por entonces.

La historia de los exlibris desde Arts and Crafts hasta la actualidad

El inicio de esta contra-revolución hacia los libros seriados se encuentra en la Kelmscott Press abanderada por William Morris. El movimiento inglés retoma el gusto por la imprenta tal cual se hacía con las prensas de Gutenberg. Se imprimen obras de gran calidad en pequeñas tiradas. Se retoma la encuadernación artística. Se encargan ilustraciones a artistas de renombre y… se hacen grabar exlibris para diferenciarse del resto. En este momento se abandona la heráldica de escudos familiares (la mayoría de los propietarios eran plebeyos) y comienzan los exlibris alegóricos con una fuerte calidad artística.

El libro ya no es solo un objeto de conocimiento o de divulgación y, por sí, se intenta realizar un producto artístico de principio a fin. Se buscaba un buen papel, se realizaban los tipos manualmente ex profeso, se ilustraba con autores de renombre, se encuadernaba en piel, se hacían unas guardas artesanales y los poseedores de tales ejemplares se hacían imprimir un exlibris. Que comenzara a circular entre coleccionistas y clubes privados era sinónimo de excelencia (o de apariencia de excelencia).

Comienza así el coleccionismo de exlibris en Europa con asociaciones y eruditos hablando sobre ellos. Hay también un tímido interés en América y en Japón donde no se ha perdido la tradición de los exlibris de tampón con tinta roja.

Los exlibris contemporáneos, los realizados a finales del siglo XX, aún teniendo una fuerte impronta artística y de coleccionismo eran encargos, en su mayoría, de bibliófilos con buenas bibliotecas. Aunque esas estampas no fueran adheridas a los libros, sí correspondían a coleccionistas que tenían orgullo por sus libros.

En los últimos veinte años el exlibrismo casi se ha ido separando de la bibliofilia y se acerca más al coleccionismo de estampas o de arte. Los libros han ido desapareciendo de los domicilios particulares. Siguen atesorando el saber y la belleza pero ambos se busca en la inmaterialidad de la red. Sin embargo, se siguen haciendo exlibris por el mero placer de coleccionar, de intercambiar o incluso de exhibir en las paredes como se haría con un cuadro.

Breve introducción al coleccionismo de exlibris

El doctor Thebussem (1828-1918), un estrafalario hidalgo de Medina Sidonia (Cádiz), decía que “la afición a coleccionar menudencias (es) el primer grado de enajenación mental”. Sin llegar a ello, hoy en día, el coleccionismo de cualquier cosa (por las particularidades de la vida cotidiana con su falta de espacio y tiempo), se hace difícil. Los cambios en la era de Internet no son muy amigos de las colecciones que necesitan la serenidad de un emplazamiento y personas a seguir su pasión durante décadas.

Sin embargo, los exlibris de alta calidad artística sí se prestan a ser coleccionados. Son fáciles de archivar, guardar y trasladar (también importante en el siglo XXI). Aunque existen asociaciones que publican revistas y hacen encuentros temáticos, también es fácil encontrar grupos en las redes sociales (Facebook sobre todo) formados por artistas y coleccionistas. Es relativamente sencillo encontrar un creador que se adapte a nuestros gustos y encargar una tirada limitada que luego nos sirva para intercambiar y hacerse con una pequeña colección.

Aún es un “vicio” elitista porque estamos hablando de hacer inversión en artes gráficas, pero es una buena manera de adentrarse en un fascinante mundo (decadente para algunos) que nos habla de conocimientos y bellas palabras que se desparramaban cuando se abría un libro.

Nota.- Todos los exlibris pertenecen a mi colección particular.

Por Candela Vizcaíno

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