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8 pinturas surrealistas famosas y una instalación

8 pinturas surrealistas famosas y una instalación

 

En la estela de todos los movimientos estéticos de vanguardia, tal cual el cubismo o el futurismo, el surrealismo quería romper con todas las convecciones instaladas. Los artistas en torno al movimiento se afanaron, no ya por presentar la realidad desde una perspectiva desconocida hasta entonces, sino que se encaminaron por liberar al hombre de sus ataduras. Así sin más. Las pinturas surrealistas (y cualquier manifestación artística que pueda etiquetarse como tal) muestran un mundo desconocido, onírico y oculto. Para entenderlo nos tenemos que remitir a Freud quien había revolucionado su concepción de la humanidad con la obra La interpretación de los sueños, germen de la psicología moderna y contemporánea. Las pinturas surrealistas que traigo a continuación se levantan sobre este sustrato filosófico. 

Que nos dicen las pinturas surrealistas 

Si hasta las teorías de  Freud el hombre era concebido como un todo inmutable, sin fisuras y sin cambios, con las investigaciones sobre el inconsciente todo esto cambia de una forma radical. Los sueños nos informaban de datos ocultos, liberadores y, a la vez, aterradores sobre la fuerza de la imposición  social. Con estas ideas en las manos, los artistas del surrealismo se afanaron por mostrar otro mundo, distinto a la realidad convencional, donde se mostraba otra verdad, inconsciente y necesaria para la humanidad. 

De la ingente cantidad de obras que pueden catalogarse como surrealistas, he escogido 8 pinturas surrealistas y una instalación (que algunos críticos clasifican dentro del dadaísmo). Todas ellas nos apuntan a la magnitud a la que se enfrentaban los artistas del surrealismo y su incursión a través de los símbolos del inconsciente. 

 La llave del campo

1.- La llave del campo (1936)  por René Magritte una de las pinturas surrealistas más conocidas

Custodiado en el Museo Thyssen-Bornemisza, este óleo de pequeño tamaño nos interroga sobre la realidad y sus posibilidades. Una ventana abierta al campo nos refleja un pequeño bosquete, el mismo que adivinamos en los cristales rotos. En este caso, la pregunta es la que sigue: ¿dónde está la realidad? ¿Detrás de la ventana? ¿O acaso esta es el reflejo de los cristales rotos? Es una de las pinturas surrealistas más conocidas por lo que tiene de juego entre la realidad consciente y la inconsciente. Nos viene a preguntar si aquello que está oculto o es desconocido quizás no sea la verdad absoluta tal cual abogan los postulados del psicoanálisis y sus deseos fervientes por traer aquello agazapado a la realidad consciente. 

La persistencia de la memoria 

 

2.- La persistencia de la memoria (1931) de Salvador Dalí y sus símbolos del tiempo y la muerte 

Es otra de las pinturas surrealistas más famosas con sus relojes derritiéndose y su paisaje lunar de fondo. De esta obra se han realizado bastantes análisis con interpretaciones distintas, algo común al arte surrealista, el cual siempre necesita ser explicado. En ella, Dalí (con graves problemas de autoestima e, incluso, mentales recordemos) nos presenta un fondo onírico a más no poder con relojes que se derriten y no pueden mantenerse en pie. Sin duda, es una metáfora de la inmaterialidad e inconsistencia del tiempo. Y decir tiempo es decir muerte, un tabú y una verdad aterradora para el genio de Dalí. 

El gran masturbador

3.- El gran masturbador (1929) de Salvador Dalí, la más reconocida de las pinturas surrealistas

En ella se aprecian sustratos de la pintura metafísica y está poblado de símbolos. Recordemos aquí que el inconsciente se manifiesta, especialmente a través del mundo del arte y también de los sueños. Su lenguaje es el de los símbolos, perdido para la humanidad contemporánea actual. Por eso es tan difícil descifrar el significado de los sueños y de algunos símbolos presentes en estas pinturas surrealistas. En esta obra Dalí usa casi todos los recursos y temas que le atormentaban. Por un lado, el sexo distendido y saludable que no pudo disfrutar por su confusión espiritual (y que permitió sus obras geniales dicho sea de paso), por el otro, la muerte y la corrupción presente en las larvas y los gusanos que se abren en un cuerpo femenino intrigante. En ella se representan todas la obsesiones del artista y se vomitan como en una pesadilla en la que la mujer (representación de la vida a través de la maternidad) ha perdido toda vocación luminosa para volverse de una manera casi pérfida. 

Bañista sentada 

4.-Bañista sentada (1930) por Pablo Picasso 

Aunque está clasificada como una de las pinturas surrealistas en ella se adivina aún los trazos y los modos de las obras del cubismo. Si Dalí nos interpela y nos solivianta con unas imágenes oníricas en las que los símbolos se alinean para presentar una realidad inquietante, este óleo es casi amable, una de los pocos del surrealismo. Nos presenta una mujer desnuda desestructurada con un cuerpo que se confunde con el paisaje, el mar y el cielo. 

El Carnaval del Alerquín  

5.- El carnaval del Alerquín (1924-1925) de Joan Miró 

Las obras de Miró tienen un sustrato en las pinturas de El Bosco (quizás el primer artista surrealista aunque sus temas no fueran los del inconsciente liberador sino los del Apocalipsis biblíco). Es una obra plana con gran colorido en el que se ha eliminado toda perspectiva y es difícil reconocer los objetos que se presentan e identificarlos con su correlato de la realidad cotidiana. Miró nos presenta símbolos deshilados, sin coherencia aparente, mezclados y coloridos. La obra nos remite a esa mezcla y confusión propias del carnaval, cuando, por unos momentos, las convecciones sociales quedan aparcadas con el fin de conocer la verdad de la que no se habla de una manera lúdica. 

 Todavía y siempre 

6.- Todavía y siempre (1942)  por Yves Tanguy, una de las pinturas surrealistas que retratan los sueños

Es una de las pinturas surrealistas en las que se aprecia con mayor claridad la referencia onírica, esto es, al mundo de los sueños. Asistimos al espacio de la inmensidad (el mismo que aparece cuando el inconsciente interpela a la mente consciente). En este océano verdoso y quieto aparecen objetos desconocidos como de otro mundo. No podemos adivinar ni su uso ni cómo han llegado hasta allí. Es una de las obras en la que la temática es la pregunta misma. En ella está representado ese “qué hago aquí” con el que todo ser humano se ha torturado alguna vez. 

 Interior holandés de Joan Miró

7.- Interior holandés (1928) por Joan Miró

Volvemos al sustrato de las pinturas de El Bosco en una obra dramática en lo que al colorido se  refiere y que, de alguna manera, toca los postulados de la abstracción. 

Nada de ello sabrán los hombres

8.-  Nada de ello sabrán los hombres (1923) por Max Ernst o la necesidad de interpretación como otras pinturas surrealistas

Son los símbolos religiosos que aparecen en la obra lo que la hacen tan inquietante a la par que el título también contribuye a ello. Nos remite al esoterismo del iniciado, a aquello que está oculto, ajeno a la mente consciente o ignorante de la magnitud del universo y su lenguaje. Es una de mis pinturas surrealistas favoritas porque nos interroga con una necesidad de conocimiento casi místico y con un intento de unidad entre la razón y los sueños, entre lo sacro y lo profano, entre lo individual y lo colectivo que es casi imposible. Las partes del cuerpo desunidas que aparecen en la obra vuelven sobre ese sentido: la imposibilidad de la unión y la realización completas. 

 Rueda de bicicleta de Marcel Duchamp

 

Del dadaísmo al surrealismo con Rueda de bicicleta (1913) de Marcel Duchamp

No es una escultura o una pintura. Su clasificación es más bien el de instalación. Esto es, una obra de arte realizada con elementos de desecho o de partes de objetos de la vida cotidiana con la finalidad de interpelar al espectador. Duchamp fue un maestro de este tipo de obras. Recordemos La fuente de 1917 en el que se utiliza un urinario masculino. En este tipo de obras se quiere generar a la par un malestar y una pregunta. Se recurre a los símbolos (la rueda es uno de los considerados primigenios o esenciales) para acceder al mensaje por la vía del inconsciente puro y duro. El que la rueda (de bicicleta) esté colocada sobre un taburete en la posición contraria a la lógica intelectual lo hace aún más inquietante al negar cualquier utilidad o servicio.  

El surrealismo, para ir terminando y como hemos visto en estas pinturas surrealistas más famosas, obvia la realidad cotidiana, la de la mente consciente, para buscar la verdad a través de la liberación del inconsciente y del mundo onírico. Para ello se valen tanto de símbolos tradicionales como de imágenes que pertenecen al imaginario de terror particular del artista. En este último caso, quizás sea Salvador Dalí el maestro inigualable.

Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla

 

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