Pintura del Romanticismo

Pintura del Romanticismo

Pintura del Romanticismo

Candela Vizcaíno

 

A finales del siglo XVIII la cultura del Neoclasicismo era la imperante tanto en Europa como en los nuevos países que iban forjándose en América. El gusto por el empirismo, el racionalismo y el orden reglado, sin embargo, no era el mejor caldo del cultivo para el desarrollo de las artes. Y todo ello a pesar de que la arquitectura neoclásica sí dio respuestas a un sinfín de necesidades cívicas (teatros, academias, casinos o los recién creados museos) que muy pronto cristalizarían en un avance cultural importante. A igual que sucedió con la literatura, la pintura del Romanticismo se rebela contra estos moldes estancos, racionales y centrados en el materialismo. La mirada ahora se vuelve hacia al interior, hacia las emociones y, en último extremo, hacia el individualismo. Del arte con fines educativos y cívicos del llamado Siglo de las Luces se revoluciona hacia al artista como demiurgo, como comunicador entre dos planos siempre en el camino de búsqueda de la verdad a través de un proceso personal. 

Características generales de la pintura del Romanticismo  

1.- Como en literatura se atiende a los sentimientos y a lo que hay en un plano distinto al terrenal  

Así, se deja aparcado el racionalismo, la comprobación y el gusto por la ciencia. El arte, en todos los géneros, se torna tremendamente espiritual e individual. Además, la creación se convierte en una suerte de exorcismo ya que, a través de la obra, se intenta ver qué hay más allá de la realidad tangible. A la par, se erige al creador (el pintor, el poeta, el artista) en una especie de médium entre los sentimientos profundos y la cotidianidad.  

2.- La naturaleza deja de ser paisaje para convertirse en protagonista 

Y por primera vez en la historia del arte, las tormentas, los bosques desnudos o las montañas inexpugnables dejan de ser meros acompañamientos de la narración para erigirse en el centro temático. Además, cada elemento de la naturaleza adquiere un carácter simbólico que entronca con los sentimientos y con una realidad inasible y ajena a la vida diaria. 

3.- Gusto por las ruinas, lugares alejados o solitarios  

Sin embargo, los elementos que se buscan para plasmarlos en la pintura del Romanticismo son particulares y entran por primera vez también en la historia del arte. La naturaleza no es un lugar bucólico y amable. Todo lo contrario, ya que se recurren a las ruinas (sobre todo de espacios religiosos y/o apartados), a los árboles secos, a las tormentas y tempestades. A la par, se da carta de naturaleza a seres espectrales o a fantasmas que se mueven entre tumbas o lugares olvidados. 

4.- Los fantasmas, las sombras y la muerte se convierten en protagonistas 

Hilando con lo anterior, en esa búsqueda de un más allá que no puede encontrarse en este plano, la actividad artística recurre a almas en pena, a fantasmas, a seres espectrales que se encuentran en las fronteras de la realidad. Estas comunican mensajes importantes, pasionales o que desbaratan la cosmovisión aceptada.  

5.- El artista se erige en demiurgo, en comunicador entre un mundo desconocido y el plano de la realidad tangible

En este sentido adelantan el concepto de inconsciente según Freud ya que se intuye que hay “algo” cuyos mensajes son importantes para la raza humana. Ese algo se escapa a la razón y hay que ir a buscarlo a las fronteras mismas de lo conocido. Habría que esperar varias décadas para poner nombre a ese algo que informa a la raza humana (mediante símbolos) de un mensaje que se escamotea a la mente consciente. Porque ese algo es el inconsciente, el mismo que se manifiesta a través de los ritos, los sueños y el arte.  

Pintura del Romanticismo El caminante sobre un mar de nubes 1817 28 de Freiderich

6.- Lo único que importa es el mundo interior, el de los sentimientos y de las pasiones

Y este es el que se refleja en la pintura de la Romanticismo a través de elementos naturales y de personajes que buscan la verdad en soledad. 

7.- Prevalecen el desasosiego, la tristeza, la soledad y la melancolía

El artista siente el desarraigo y la imposibilidad de asumir los roles, obligaciones y perjuicios de la sociedad burguesa. Por eso, se aleja de sus semejantes y busca, a posta, la soledad. Por primera vez, tanto poetas como artistas plásticos no se satisfacen con la fórmula del mecenazgo y prefieren malvivir antes que “venderse” a los señores del incipiente capitalismo.  

8.- En pintura hay un gusto por elementos dramáticos de la naturaleza 

Predominan los árboles secos, las ruinas, las sombras, las tempestades, la noche, la hora del crepúsculo, los cuervos (símbolos en Occidente de mal agüero), los lugares abandonados, los caminos solitarios… Son emplazamientos donde el artista busca una verdad oculta, pasional y, a veces, sublime. 

9.- La figura humana es anodina y, a la vez, ocupa el centro del cuadro 

Ya no se representan personajes famosos o grandes relatos épicos. Eso no interesa. La pintura del Romanticismo pone el foco en la individualidad y lo único que importa es el interior anímico.

10.- La literatura y las artes plásticas reciben la influencia del Grand Tour 

Era este una especie de viaje de fin de estudios que realizaba la aristocracia centroeuropea hacia los países de la cultura clásica. El destino era, sobre todo, Italia, pero, también Grecia e, incluso, Egipto o Turquía. Constantinopla  (actual Estambul) era el destino favorito de los viajeros románticos. Se buscaban las ruinas y las huellas de las civilizaciones pasadas. Al encontrarlas había quien se embargaba con un tremendo sentimiento de finitud por el hecho de encontrarse con civilizaciones pasadas que, en ese momento, se antojaban olvidadas para siempre. Así, el arte egipcio o el exotismo de Oriente entran a formar parte de la pintura del Romanticismo, primero, y posteriormente en algunas escuelas más, como la de los auto denominados prerrafaelitas.  

El tratamiento estético en la pintura del Romanticismo 

Muy resumidamente nos encontramos con los siguientes extremos:  

1.- Hay un gusto por los colores apagados y oscuros que denotan tristeza, melancolía, o spleen. 

2.- Son preponderantes la hora del crepúsculo o los ambientes nocturnos en plena naturaleza. No interesan las ciudades o la vida social alrededor de ella. Eso será más tarde con los nuevos modelos que adelantan las características del impresionismo

3.- Hay una prevalencia de las sombras sobre la luz. Esto aporta el dramatismo tan del gusto de la pintura del Romanticismo. 

Pintura romantica William Turner El naufragio

4.- Los paisajes aparecen desnudos o con elementos mínimos y en ellos encontramos pocas figuras. 

5.- Se ensaya con la pincelada suelta y difuminada al estilo de Francisco de Goya, el primer pintor moderno y modelo tanto de los románticos como de las vanguardias que vendrán después. 

6.- Hay que hacer notar que la pintura de naturaleza comienza con el romanticismo. Hasta ese momento solo era considerada mero paisaje y no protagonista. Ahora se pretende manifestar el interior del artista. 

7.- Aparecen los cuervos como símbolos de lo funesto, de la muerte, del más allá. No solo en la pintura sino también en literatura. En este sentido, anoto el poema El Cuervo (1845) de Edgar Allan Poe y la repetición de ese dramático “Nevermore”, el cual ya adelanta a las características del simbolismo

Y para terminar destacan dos creadores de la pintura del Romanticismo: el alemán Caspar David Friederich (1774-1840) y el inglés William Turner (1775-1851). Este último vivió toda su vida en Londres donde cosechó éxito, fama y fortuna, ya que llegó a ser miembro de la Academia de las Artes. Sus obras giran alrededor de dramáticos paisajes con un fuerte contraste entre la luz y las sombras. Por su parte, Friederich es el autor de grandes obras que se encuentran entre lo más significativo de la pintura del Romanticismo. Las figuras en soledad, anónimas, se enfrentan a paisajes en descomposición o en plasmados en una dramática grandiosidad. Estos siempre tienen la función de interrogar el alma del protagonista (y también del espectador) en busca de una verdad oculta a la razón.  

Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla

 

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