Arte egipcio

Arte egipcio

Arte egipcio

Candela Vizcaíno

 

Su origen se remonta al Neolítico, avanzando desde el arte prehistórico. Aunque las principales características del arte egipcio se encuentran hacia el tercer milenio antes de Cristo y perdura casi hasta la llegada de este, las diferencias de estética en tantos largos siglos no invalidan las generalidades que vamos a exponer.  En todos estos siglos, aunque hay transformaciones y distintos modelos, las líneas más reconocibles perduran en el tiempo, tanto es así que se puede hacer un compendio de los modos repetidos en toda la creación artística en esta parte de mundo y durante una época concreta. El arte egipcio atrae hoy tanto como lo hizo en la antigüedad y sus líneas generales duraron hasta la nueva era perdurando incluso en los retazos de la conocida como Biblioteca de Alejandría.  

Condicionamientos políticos y económicos del arte egipcio 

No podemos entender lo que sucedió si no vamos hacia el origen: hacia el río Nilo y sus crecidas. Con ellas se creaba (y se crea) un limo fértil que posibilitaba el cultivo. Más allá esperaba el duro desierto, el mismo elegido para erigir pirámides, tumbas o templos. La agricultura y la ganadería dio paso a un sistema en el que también tenía cabida la artesanía. Era la egipcia una sociedad de clases compartido con un sistema esclavista regido de manera todopoderosa por el rey faraón. En él recaían todas las riquezas y el poder, tanto el terrenal del mundo conocido como, incluso, el de más allá, el desconocido que se extendía en el reino de los muertos. Estas creencias arraigadas en la sociedad fueron las que posibilitaron que toda la riqueza acumulada recayera en grandes obras arquitectónicas y que se pudiera crear las maravillas del arte egipcio que hoy, como antaño, siguen subyugando. Con otro tipo de sociedad (en la que hubiera reparto económico y de justicia), ni las pirámides ni los grandes templos se hubieran levantado. Para hacer estas grandes obras se necesitaba acumulación de poder y riquezas y todo ello fue posible en el antiguo Egipto.

Las creencias religiosas detrás del arte egipcio

Si el sistema político y socioeconómico del antiguo Egipto es determinante a la hora de entender esas grandes creaciones, tampoco podemos olvidar el de creencias. Para este pueblo la vida se extendía en un más allá físico y espiritual tras la muerte. A ese emplazamiento tras la vida en este mundo podían acceder (después de un proceso de metamorfosis en la tumba) todos aquellos corazones que tuvieran el peso adecuado, según el parecer del dios Anubis. Por tanto,  esta vida en el más allá estaba pendiente de los designios divinos para los simples mortales, sin embargo, en el caso de los faraones tenían un asiento reservado y fijo. Y era así porque eran considerados, no meros humanos, sino dioses de la estirpe de Ra, la gran divinidad solar que aparece en todas las manifestaciones del arte egipcio. Así, al poder político, económico y social del faraón se unía este más esencial, ya que dinamitaba las diferencias entre lo divino y lo humano.  

Este culto a la muerte casi (en el que se esperaba la vida eterna) no solo es el responsable de las grandes obras de arte sino también del proceso de momificación al que eran sometidos la gran mayoría de los cadáveres humanos y de algunos animales. Alrededor del embalsamamiento de los muertos vivían especialistas encargados de preparar los cuerpos para que llegaran en las mejores condiciones posibles al otro lado. Ni que decir tiene que las técnicas más sofisticadas estaban reservadas a los reyes, pero el servicio no solo estaba a disposición de la élite más rica sino que era accesible a todo aquel que pudiera pagarlo y estos eran un número importante. Las momias así preparadas se enterraban no solo con todos aquellos bienes de lujo o de uso cotidiano utilizados en vida sino también con alimentos imprescindibles para este viaje.  

Esta creencia en una vida en un más allá no solo en espíritu sino también a través del cuerpo a medio corromper convivía con una serie de dioses cuya manifestación es común en el arte egipcio. A modo de resumen son imprescindibles conocer los siguientes nombres: 

  • Amón-Ra, es el dios supremo y regente del sol. Como el astro rey, es el encargado de regular la vida y la muerte. 
  • Los faraones se asimilaban a Horus ya que se consideraban la encarnación del mismo. Su aspecto es el de un halcón y es quien rige los cielos. 
  • La diosa Hathor, representada con una esfera solar en la cabeza, como una vaca o parte de ella, es la encarnación de la fertilidad y la procreación en la estela de sus antecesoras, las Venus prehistóricas
  • Con cabeza de escarabajo es la representación de Kepri, el dios del sol naciente y, en general, de lo mutable y susceptible tanto de transformación como de metamorfosis. 
  • El carnero es el animal simbólico de Khnum, el dios que acompaña a los muertos en una barca hacia el otro lado. 
  • Y otro dios de los muertos con amplia presencia en el arte egipcio es Anubis bajo la representación de un chacal negro. Esta divinidad tenía una papel crucial en la civilización del Nilo ya que era el encargado de pesar los corazones de los difuntos. Esto es, era el que decidía (según los actos en vida del interesado) quién merecía la vida eterna. 
  • Osiris, por su parte, es el señor de este reino del más allá, como los faraones lo eran de este lado. Se suele representar con los mismos atributos que los reyes terrenales: con tocado, báculo y barba postiza. 

  • Buste de Nefertiti
    Buste de Nefertiti
  • Templo de Philae al anochecer
    Templo de Philae al anochecer
  • Escultura del Dios Anubis, protector de los muertos
    Escultura del Dios Anubis, protector de los muertos
  • Esculturas en piedra del arte egipcio
    Esculturas en piedra del arte egipcio
  • Arte egipcio
    Arte egipcio
  • Escultura egipcia de rasgos idealizados
    Escultura egipcia de rasgos idealizados
  • Esfinge de Egipto
    Esfinge de Egipto
 

Los símbolos en el antiguo Egipto

Toda esta cultura en la que lo etéreo e intangible de un más allá que ocupaba no solo las esferas del arte sino de toda la vida comunitaria se sustenta sobre el gran poder de los símbolos. Cuando se quiere representar algo inaprensible e incomprensible que se escapa a los parámetros de la vida en este plano, es necesario recurrir al poder de evocación y de sentido de los símbolos. Y, también, a su correlato narrado, el de los mitos. El arte egipcio está plagado de ellos y no solo en las historias de los dioses que se representan en las pinturas de las tumbas sino en toda la iconografía presente en las piedras y sus muros. 

Los símbolos es la forma más frecuente de comunicación cuando se apela al conocimiento inconsciente o al que se refiere a la muerte. Está en el lado contrario del lenguaje racional y empírico. Por eso, las primeras culturas echaban mano de ellos con frecuencia para ir indicando no solo estatus, personalidad o personajes sino un mundo ajeno al nuestro difícil de aprehender con las palabras. No podemos estudiar el arte egipcio sin verlo a través del prisma de esta expresión netamente simbólica.   

Escultura en el antiguo Egipto 

Y uno de los ejemplos más palpables de esto último lo encontramos en los grandes grupos escultóricos en los que se representa el faraón. Hasta la piedra elegida tiene un valor simbólico ya que todo en esa comunicación quería incidir en el mismo sentido: en lo inmutable, duradero e, incluso, eterno. Por eso, todas ellas están realizadas con materiales extremadamente duros (aunque fueran difíciles de trabajar) como el granito o la diorita. 

Los reyes están siempre retratados en majestad y en posición estática con los brazos y piernas en reposo, aunque se encuentren algún ejemplo que lleva una de las extremidades en posición de avance. Por supuesto, se recoge aquellos elementos que les eran característicos de su condición, como el tocado de lino a rayas blancas y azules, la corona (de distinta forma y color según el emplazamiento sobre el que reina), las atribuciones a Horus o a la serpiente. No puede faltar el báculo símbolo de su poder no solo sobre la tierra sino también sobre las contingencias del más allá. Estas obras no son realistas sino que el rostro está siempre idealizado y fijado en una edad concreta de la juventud. Nada en ellos puede darnos norte de la personalidad de su protagonista o de la diferencia espiritual con otros mortales. Lo importante en el arte egipcio era recoger el simbolismo de lo allí representado que no era más que un intento de domeñar a la muerte natural a través de una figura de poder.  

Aunque también se han encontrado figuras realizadas en barro y policromadas (como el escriba del Museo del Louvre) o bustos más realistas (como el de Nefertiti), la gran escultura del arte egipcio está realizada con medidas magníficas y colosales, ya que también esta condición era un símbolo de lo que allí se quería representar. Al margen de estas muestras se conservan otras realizadas en cerámica, orfebrería o materiales preciosos como el jade o el lapislázuli que nos da una idea de la riqueza acumulada y del poderío que se desplegaba alrededor de los faraones del Nilo.  

La pintura en las tumbas reales 

Las muestras de arte pictórico circula alrededor del arte funerario desde las realistas retratos de Al Fayum que también se conservan en el Museo del Louvre hasta los frescos de Tebas. Las primeras son de época tardía y corresponden a retratos de personajes que no pertenecen a la nobleza. Se colocaban sobre las momias que las familias guardaban en armarios especiales. Las segundas hacen las delicias de los amantes del arte por lo allí representado y la técnica empleada. Sobre paredes de yeso se han realizado murales realistas en los que se representan (siempre de perfil) a dioses o personajes reales. Todos ellos están acompañados de elementos de la naturaleza dispuestos sin perspectiva pero en un orden concreto.  

Las de Tebas (la necrópolis de las reinas) se ejecutaban a la luz de antorchas encendidas con un ingenioso sistema para que no hicieran humo. Allí se pintaban las historias o los hechos relevantes de los que pretendían descansar eternamente junto con su ajuar y alimentos. Para ello se utilizaba el mismo carbón del que ya se valieron los creadores de las pinturas rupestres y óxidos de minerales para los colores (el hierro, por ejemplo, para el color azul). Los colores verdes y azul que, a veces se conseguían con materiales lujosos y costosos, también lograron sintetizarse por primera vez en la historia. 

A juzgar por la pericia, belleza y elegancia de las pinturas conservadas tuvo que existir toda una escuela donde se enseñaban estas técnicas. Estas expresiones del arte egipcio, en ocasiones, se combina con jeroglíficos que llegan a tomar color también.  

Las grandes obras de arquitectura en el arte egipcio 

Pero si por algo es reconocible esta cultura enigmática y fascinante es por sus grandes obras de construcción de las que nos han llegado la gran mayoría de ellas. Aunque son muchas más de las expuestas en este apartado, vamos a centrarnos en cuatro puntos. 

1.- Las pirámides y su estructura 

Son tan enigmáticas que el conocimiento de su construcción aún se escamotea a los estudiosos. Las primeras, que datan del último Neolítico, son toscas y aplanadas, levantadas formando grandes escalones. Muy pronto estas construcciones fueron evolucionando hacia la elaboración en piedra de una pirámide perfecta cuya función era servir de cámara acorazada para la momia del faraón. Levantadas y diseñadas en vida de los reyes se necesitó un importante conocimiento de ingeniería así como abundante mano de obra tanto esclava como especializada. La masa de estas moles tan representativas del arte egipcio solo estaban abiertas para albergar la tumba faraónica. Para ello se abría una abertura en una de sus bases donde se situaba una capilla con las ofrendas.  

Nada más entrar, los caminos se bifurcaban, uno en sentido descendente y otro ascendente. El primero se convertía en un laberinto que tenía como fin confundir y desnortar a saqueadores, profanadores y ladrones. El segundo, en algún momento, se convertía en una bella galería pintada con los parámetros diseñados arriba. Aunque todas ellas tenían varias cámaras, pasillos y pasadizos distintos, este laberinto desembocaba en la tumba real donde reposaba, entre varias capas, el sarcófago con la momia faraónica. Alrededor se desperdigaban alimentos, piezas de ajuar, de vestuario, joyas y objetos preciosos cuya función era acompañar al rey en su viaje hacia el más allá. En la pirámide de Keops, la más grande de las que se encuentra a las afueras de El Cairo, en un nivel inferior a la tumba regia del faraón se encuentra el de la reina. 

2.- Los templos dedicados a los dioses 

Pero no solo de pirámides fascinantes está repleto el arte egipcio, la misma atracción ejercen sus templos levantados en la orilla oeste del Nilo. Aunque desde aquí partían procesiones y festejos que podía seguir el pueblo en general (con su punto de regocijo aparte del religioso), estas edificaciones estaban comandadas por un ejército de sacerdotes dedicados en cuerpo y alma a sus dioses. A través de un espectacular camino de columnas se accede a uno o varios patios que terminan (con su gran puerta de por medio) en un recinto techado y casi amurallado donde se guardaban las ofrendas, exequias y representaciones de los dioses. Estos solo salían de su morada terrena para mostrarse ante el público subidos en barcazas bellamente decoradas que se trasladaban por el río.  

Las espectaculares columnas de estos templos del arte egipcio seguían tres estructuras distintas. Las más sencillas se rematan con un capital en forma de corola que era adornado con elementos vegetales de la zona (lotos y papiros). Otras seguían la representación de los talles de papiros y las más complejas estaban talladas y policromadas conforme a un patrón antropomorfo. Podían representar dioses, la más de las veces, o su encarnación en la tierra, los faraones. 

3.- Tebas y el Valle de las Reinas 

Otro lugar enigmático que aún sigue siendo objeto de estudio y descubrimientos sorprendentes es el conocido como Valle de las Reinas. Esta necrópolis está excavada en la roca dura y se han logrado identificar más de cien tumbas, la gran mayoría saqueada en épocas muy cercanas a los enterramientos. Cada uno de estos cúmulos está excavado en sentido descendente en la roca hasta formar una cámara sepucral donde se depositaba el sarcófago con su momia. Hasta llegar allí se realizaban, como en el caso de las pirámides, estrechas galerías que se enlucían con yeso para luego ser bellamente pintadas. Algunas son de una belleza extrema con su colorido básico y su lenguaje simbólico sobre un mundo perdido en el que se gastaba la gran mayoría de la fuerza vital en elementos destinados a la muerte. Dicho esto, gran parte de la magnificencia y belleza del arte egipcio se debe a esta cosmovisión del pueblo que alumbró el Nilo.  

4.- Los obeliscos con sus jeroglíficos 

Y, por último, otro elemento que ha ejercido gran poder de fascinación en la cultura occidental es el obelisco. Realizado en cuatro caras y levantado hacia el cielo, se grababa con jeroglíficos en los que, de un modo u otro, se dejaba plasmada la cultura imperante. La punta de alguno de ellos se recubría con láminas de oro para que los rayos del sol lo reflejaran y multiplicaran exponencialmente su simbolismo. Algunas de estas piezas, en épocas modernas, fueron trasladados a Europa (París, Roma…) y aquí siguen interrogándonos con su presencia.  

Aunque la esencia del arte egipcio no puede resumirse en estas escuetas notas, sí nos podemos acercar con ellas a una cultura que, aún hoy en día, ejerce un poder de fascinación en individuos de distinto credo y cultura.  

Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla

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