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Nada más salir del periodo Neolítico, alrededor del río Nilo, se crea una cultura impactante y rica, una de las más sugestivas de la historia de la humanidad. Ni que decir tiene que el arte egipcio se manifiesta a través de múltiples géneros, desde la escultura hasta la pintura pasando por la creación de hermosos objetos de uso cotidiano. Sin embargo, alrededor del tercer milenio antes de Cristo y hasta la llegada de este al mundo, en este emplazamiento se van levantando obras que serán la admiración de coetáneos y de aquellos que llegarán después. La arquitectura egipcia por su majestuosidad, dificultad de ejecución (tanto que aún sigue dando que estudiar a los ingenieros contemporáneos), simbolismo y por ser la manifestación de una de las primeras civilizaciones sobre el planeta Tierra aún sigue maravillando.  

Antecedentes socio-políticos que explican las obras faraónicas de Egipto 

Todas estas obras que se realizan, a veces, en pleno desierto sin máquinas (por supuesto) y con una gran cantidad de obreros esclavos o libres especializados no se entienden sin el sistema político que las sustentaba. El río Nilo, a lo largo de su cauce, con sucesivas inundaciones, va depositando limos fértiles que propician una rica agricultura y el pastoreo intensivo. Toda esta riqueza va creciendo progresivamente hasta configurar una casta social en la que tienen cabida artesanos, artistas o profesionales conocidos en la actualidad como liberales (médicos, escribas, constructores…) Dicho esto, el paisaje de Egipto sería hoy de otra manera si esta estructura social no estuviera bajo el dominio de un todopoderoso rey: el faraón. 

Porque el faraón no solo acaparó poder en todos los órdenes (legislativo, judicial, económico…) en el plano mortal sino también en el más allá. Considerado la encarnación del dios del sol, se le rendía culto como un ser del otro mundo, el inmortal que se encuentra más allá de la corrupción de la carne. Si el faraón era un dios, toda su vida estaba centrada no solo en los asuntos de este plano sino también en la del otro lado. En esa existencia que sería eterna disfrutaría de los mismos bienes que en la actual.

Templo de Philae al anochecer 

De resultas de toda esta creencia nacen los procesos de momificación con el fin de que se permitiera que el cuerpo, en su tumba, pudiera realizar la metamorfosis hacia el más allá. Se crean, por tanto, oficios específicos, talleres y toda una cultura alrededor de la muerte. En ese mundo de ocaso viviría el faraón, pero también todo aquel que, en vida, se preocupara por dejar un cuerpo incorrupto y un corazón noble. Y la gran mayoría de la arquitectura egipcia se levanta para dar cabida a estas ideas. 

Las pirámides, joyas de la arquitectura egipcia

Levantadas a semejanza de un búnker para albergar el sarcófago del faraón, toda en ella está diseñada con ese propósito de elevación, desde la base terrena hasta la punta que mira al cielo. Las primeras pirámides surgen a continuación de la arquitectura prehistórica innovando los procesos constructivos de una forma radical. Las primeras, las que entroncan con el Neolítico, son toscas construcciones (aunque gigantescas en sus dimensiones) en forma escalonada. Estas se conocen como mastabas y ya tenían la función de albergar sepulturas. Desde estas construcciones se van formando las conocidas pirámides de la arquitectura egipcia que llegan a medir (como la de Keops) casi 140 metros de alto.  

Las pirámides son colosales moles de piedra en la que se han horadado unas redes de túneles y pasadizos con diversas funciones con el fin de alojar en el centro mismo de su interior el sarcófago del faraón. La entrada se encuentra en la base donde se situaba una pequeña capilla con las ofrendas de todo tipo (alimentos, joyas, perfumes, flores…) para el difunto. Una vez se ha recorrido el primer pasillo, este (siguiendo la estructura de la pirámide de Keops por poner un ejemplo) se bifurca en dos. Uno de ellos tiene sentido descendente y lleva a una cámara falsa con el fin de disuadir a profanadores, saqueadores y ladrones. No obstante, desde este corredor sale un conducto que desemboca en la galería principal. Esta es la misma que se recubre de yeso y se adorna con pinturas realistas y polícromas de gran belleza y pericia técnica. En las mismas se narran las aventuras del protagonista de la tumba y se reviste todo el conjunto pictórico con todos los símbolos reales. La cámara funeraria se encuentra al finalizar este corredor y aquí se depositaban en distintas estancias tanto el sarcófago como el ajuar real.  

Estas joyas de la arquitectura egipcia se erigían en vida del faraón supervisando personalmente las obras, extremo que se entiende ya que sería la morada de la vida eterna. Para su construcción se requería no solo de ingeniosa ingeniería sino también de una ingente cantidad de mano de obra, la cual mayoritariamente era esclava, al menos para el trabajo más duro. Tras la muerte del faraón, todo el superávit económico de su reinado (en forma de joyas, oro y objetos preciosos) se encerraba entre la gran mole acorazada que supone una pirámide. Tanto es así que algún estudioso (con bastante ironía al respecto) ha indicado que, sin los salteadores de tumbas, Egipto no hubiera llegado a levantar sus grandes maravillas. Ellos se encargaban de poner en circulación, de nuevo, tantas riquezas que, de otra manera, hubiera quedado sepultada bajo toneladas de piedras. 

Los templos en la arquitectura egipcia

Se encuentran en Luxor y Karnak, en emplazamientos considerados sagrados y fuera del runrún de las labores cotidianas. A igual que las pirámides sus medidas son colosales y están realizados siguiendo un orden matemático preestablecido. Como todo en la cultura egipcia, se rige por un fuerte simbolismo en el que cada piedra, cada color, cada columna y cada espacio tiene un sentido específico. Levantado en honor a los dioses, el interior de los mismos estaba reservado a la familia real y a los sacerdotes encargados del mantenimiento del culto. 

 Estatua de Anubis

Los dioses egipcios a los que estaban dedicados los templos 

Aunque las divinidades eran múltiples, en la arquitectura egipcia sobresalen los siguientes nombres: 

1.- Horus se revestía como un halcón y era el señor del cielo. Esta es la divinidad que se materializaba en la figura de los distintos faraones. Por eso, en algunas esculturas reales  aparece esta bella ave. 

2.- Amón-Ra es el dios del Sol, y su identificación era compleja ya que lo mismo se asemejaba al amanecer (la nueva vida) como al atardecer (la muerte y el comienzo en el más allá).  

3.- Kepri, representado como un escarabajo, rige no solo el sol naciente sino todo lo que es susceptible de transformación o metamorfosis. 

4.- En la estela de las Venus prehistóricas, la diosa de la fertilidad recibe el nombre de Hathor y se representa con un disco solar en la cabeza, como una vaca o con partes de ella (especialmente los cuernos). 

5.- El encargado de guiar a los muertos hacia el mundo de ultratumba es Khnum bajo la apariencia de un carnero (o partes del mismo, como la cabeza), el cual gobierna una barca que se desliza por el río que traslada las almas de los difuntos. 

6.- Una vez en el mundo oscuro, los espíritus que han abandonado este plano son recibidos por Anubis, con forma de chacal negro y uno de los más populares de la iconografía del arte egipcio. Él es el encargado de pesar el corazón de los que aspiran a la vida eterna. Ni que decir tiene que solo los que vienen cargados de buenas obras podrá acceder a tal don. 

Características de los templos egipcios

Situados en un emplazamiento sagrado, todos ellos siguen un orden preestablecido. A ellos se accede por una majestuosa senda flanqueadas por altas columnas que, en su día, se encontraban policromadas. De estas nos encontramos tres tipos distintos. Las más sencillas tienen forma de campana invertida y en sus capiteles se grababan hojas de loto y papiros. Otras han sido labradas siguiendo el modelo de un haz de esta planta endémica del Nilo. Y, por último, las columnas más elaboradas de la arquitectura egipcia se rematan con una escultura con forma antropomorfa. Estas podían representar a una deidad o la figura del faraón. 

Esculturas egipcias

En la entrada de estas sendas (como la del templo de Luxor) nos encontramos grandes esculturas representando al faraón en actitud estática y tocado con sus atributos reales. Este es siempre el tocado de lino a rayas azules, la figura del halcón (el dios solar Horus) o la serpiente y la corona cuya forma varía según sea el territorio sobre el que se reina. Siguiendo el simbolismo que es una de las principales características del arte egipcio, estas esculturas se realizan en piedras duras como la diorita o el granito ya que tienen que representar la eternidad, atributo con la que se revestía el dios humano tal cual era considerado el faraón. 

Una vez se ha recorrido este camino de columnas, se accede a uno o varios patios sobre los que se abren (o se cierran más bien) las puertas del lugar más sagrado del templo. A este recinto solo tenían acceso los sacerdotes y la familia real. En él se adoraba la figura del dios al que estuviera dedicado el templo y esta imagen no abandonaba su lugar nada más que para contadas procesiones. 

Estas, sin lugar a dudas, tenían un fuerte carácter festivo, ya que participaba todo el pueblo, aunque cada uno en un sitio determinado estando prohibido acercarse a zonas concretas. Los sacerdotes sacaban estas imágenes en procesión y las colocaban sobre barcazas ricamente adornadas que realizaban recorridos preestablecidos por el río Nilo para regresar posteriormente a su refugio sagrado.  

Tebas o el Valle de las Reinas 

Aunque la arquitectura egipcia no se manifiesta en todo su esplendor en este enterramiento, sí es un lugar no solo histórico sino también artístico a tener en cuenta. Situado en la orilla occidental del Nilo, se han encontrado más de cien tumbas, algunas de subyugadora belleza. Todas ellas pertenecen a miembros de la familia real. Los enterramientos se hacían en galería descendentes excavadas en la roca donde se situaba el sarcófago con todo el ajuar necesario para la vida en el más allá. Hasta esta cámara se llegaba a través de unas galerías que se revestían de yeso y se decoraban, a continuación, de forma primorosa. 

Algunas obras que se han encontrado en esta necrópolis son de una belleza subyugadora a pesar de su trazo sencillo. Ejecutadas siguiendo un realismo casi naïf, las figuras humanas aparecen siempre de perfil, a igual que la representación de los distintos dioses. Junto a estas imágenes se han colocado jeroglíficos u elementos de la naturaleza en planos sin perspectiva pero con un orden concreto e, incluso, geométrico. Las obras lucen colores brillantes como el rojo (realizado con óxido de hierro), el negro (extraído del carbón tal cual nos encontramos en las pinturas rupestres), el ocre natural y también los primeros colores sintéticos para el verde o el azul.   

Entre la escultura y la arquitectura egipcia: los obeliscos

Estas estructuras en forma de pirámide alargada y de altura considerable estaban dedicados al dios del sol Heliópolis. Algunos, además, se remataban con unas láminas de oro en el extremo de su punta para que el fulgor del astro rey fuera aún mayor. Las cuatro caras de piedra están labradas con jeroglíficos que recogen la rica cultura del antiguo pueblo egipcio.  

Estas obras, que se situaban en emplazamientos concretos considerados sagrados, ejercieron una extraña fascinación entre los viajeros que se adentraban en Egipto cuando su poder ya había menguado o había caído. Por eso, nos encontramos ejemplos de estas enigmática fórmulas arquitectónicas en París (trasladado por el ejército de Napoleón) o en Roma. El que se emplaza en la Plaza del Pópulo de la Ciudad Eterna estaba situado en el templo de Heliópolis y mide 24 metros.  

La arquitectura egipcia sigue fascinando hoy en día a todos aquellos que se interesan por el arte en general, por su complejidad estructural y por el reflejo de un mundo mítico totalmente desaparecido. Además, el emplazamiento junto al Nilo pero en el rigor del desierto, la convierte aún más en una atracción subyugadora casi. Es, sin duda, una excusa perfecta para realizar un maravilloso viaje hacia los recovecos de una cultura antigua ya extinta por completo. 

Por Candela Vizcaíno, Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla.

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Nada más salir del periodo Neolítico, alrededor del río Nilo, se crea una cultura impactante y rica, una de las más sugestivas de la historia de la humanidad. Ni que decir tiene que el arte egipcio se manifiesta a través de múltiples géneros, desde la escultura hasta la pintura pasando por la creación de hermosos objetos de uso cotidiano. Sin embargo, alrededor del tercer milenio antes de Cristo y hasta la llegada de este al mundo, en este emplazamiento se van levantando obras que serán la admiración de coetáneos y de aquellos que llegarán después. La arquitectura egipcia por su majestuosidad, dificultad de ejecución (tanto que aún sigue dando que estudiar a los ingenieros contemporáneos), simbolismo y por ser la manifestación de una de las primeras civilizaciones sobre el planeta Tierra aún sigue maravillando.  

Antecedentes socio-políticos que explican las obras faraónicas de Egipto 

Todas estas obras que se realizan, a veces, en pleno desierto sin máquinas (por supuesto) y con una gran cantidad de obreros esclavos o libres especializados no se entienden sin el sistema político que las sustentaba. El río Nilo, a lo largo de su cauce, con sucesivas inundaciones, va depositando limos fértiles que propician una rica agricultura y el pastoreo intensivo. Toda esta riqueza va creciendo progresivamente hasta configurar una casta social en la que tienen cabida artesanos, artistas o profesionales conocidos en la actualidad como liberales (médicos, escribas, constructores…) Dicho esto, el paisaje de Egipto sería hoy de otra manera si esta estructura social no estuviera bajo el dominio de un todopoderoso rey: el faraón. 

Porque el faraón no solo acaparó poder en todos los órdenes (legislativo, judicial, económico…) en el plano mortal sino también en el más allá. Considerado la encarnación del dios del sol, se le rendía culto como un ser del otro mundo, el inmortal que se encuentra más allá de la corrupción de la carne. Si el faraón era un dios, toda su vida estaba centrada no solo en los asuntos de este plano sino también en la del otro lado. En esa existencia que sería eterna disfrutaría de los mismos bienes que en la actual.

Templo de Philae al anochecer 

De resultas de toda esta creencia nacen los procesos de momificación con el fin de que se permitiera que el cuerpo, en su tumba, pudiera realizar la metamorfosis hacia el más allá. Se crean, por tanto, oficios específicos, talleres y toda una cultura alrededor de la muerte. En ese mundo de ocaso viviría el faraón, pero también todo aquel que, en vida, se preocupara por dejar un cuerpo incorrupto y un corazón noble. Y la gran mayoría de la arquitectura egipcia se levanta para dar cabida a estas ideas. 

Las pirámides, joyas de la arquitectura egipcia

Levantadas a semejanza de un búnker para albergar el sarcófago del faraón, toda en ella está diseñada con ese propósito de elevación, desde la base terrena hasta la punta que mira al cielo. Las primeras pirámides surgen a continuación de la arquitectura prehistórica innovando los procesos constructivos de una forma radical. Las primeras, las que entroncan con el Neolítico, son toscas construcciones (aunque gigantescas en sus dimensiones) en forma escalonada. Estas se conocen como mastabas y ya tenían la función de albergar sepulturas. Desde estas construcciones se van formando las conocidas pirámides de la arquitectura egipcia que llegan a medir (como la de Keops) casi 140 metros de alto.  

Las pirámides son colosales moles de piedra en la que se han horadado unas redes de túneles y pasadizos con diversas funciones con el fin de alojar en el centro mismo de su interior el sarcófago del faraón. La entrada se encuentra en la base donde se situaba una pequeña capilla con las ofrendas de todo tipo (alimentos, joyas, perfumes, flores…) para el difunto. Una vez se ha recorrido el primer pasillo, este (siguiendo la estructura de la pirámide de Keops por poner un ejemplo) se bifurca en dos. Uno de ellos tiene sentido descendente y lleva a una cámara falsa con el fin de disuadir a profanadores, saqueadores y ladrones. No obstante, desde este corredor sale un conducto que desemboca en la galería principal. Esta es la misma que se recubre de yeso y se adorna con pinturas realistas y polícromas de gran belleza y pericia técnica. En las mismas se narran las aventuras del protagonista de la tumba y se reviste todo el conjunto pictórico con todos los símbolos reales. La cámara funeraria se encuentra al finalizar este corredor y aquí se depositaban en distintas estancias tanto el sarcófago como el ajuar real.  

Estas joyas de la arquitectura egipcia se erigían en vida del faraón supervisando personalmente las obras, extremo que se entiende ya que sería la morada de la vida eterna. Para su construcción se requería no solo de ingeniosa ingeniería sino también de una ingente cantidad de mano de obra, la cual mayoritariamente era esclava, al menos para el trabajo más duro. Tras la muerte del faraón, todo el superávit económico de su reinado (en forma de joyas, oro y objetos preciosos) se encerraba entre la gran mole acorazada que supone una pirámide. Tanto es así que algún estudioso (con bastante ironía al respecto) ha indicado que, sin los salteadores de tumbas, Egipto no hubiera llegado a levantar sus grandes maravillas. Ellos se encargaban de poner en circulación, de nuevo, tantas riquezas que, de otra manera, hubiera quedado sepultada bajo toneladas de piedras. 

Los templos en la arquitectura egipcia

Se encuentran en Luxor y Karnak, en emplazamientos considerados sagrados y fuera del runrún de las labores cotidianas. A igual que las pirámides sus medidas son colosales y están realizados siguiendo un orden matemático preestablecido. Como todo en la cultura egipcia, se rige por un fuerte simbolismo en el que cada piedra, cada color, cada columna y cada espacio tiene un sentido específico. Levantado en honor a los dioses, el interior de los mismos estaba reservado a la familia real y a los sacerdotes encargados del mantenimiento del culto. 

 Estatua de Anubis

Los dioses egipcios a los que estaban dedicados los templos 

Aunque las divinidades eran múltiples, en la arquitectura egipcia sobresalen los siguientes nombres: 

1.- Horus se revestía como un halcón y era el señor del cielo. Esta es la divinidad que se materializaba en la figura de los distintos faraones. Por eso, en algunas esculturas reales  aparece esta bella ave. 

2.- Amón-Ra es el dios del Sol, y su identificación era compleja ya que lo mismo se asemejaba al amanecer (la nueva vida) como al atardecer (la muerte y el comienzo en el más allá).  

3.- Kepri, representado como un escarabajo, rige no solo el sol naciente sino todo lo que es susceptible de transformación o metamorfosis. 

4.- En la estela de las Venus prehistóricas, la diosa de la fertilidad recibe el nombre de Hathor y se representa con un disco solar en la cabeza, como una vaca o con partes de ella (especialmente los cuernos). 

5.- El encargado de guiar a los muertos hacia el mundo de ultratumba es Khnum bajo la apariencia de un carnero (o partes del mismo, como la cabeza), el cual gobierna una barca que se desliza por el río que traslada las almas de los difuntos. 

6.- Una vez en el mundo oscuro, los espíritus que han abandonado este plano son recibidos por Anubis, con forma de chacal negro y uno de los más populares de la iconografía del arte egipcio. Él es el encargado de pesar el corazón de los que aspiran a la vida eterna. Ni que decir tiene que solo los que vienen cargados de buenas obras podrá acceder a tal don. 

Características de los templos egipcios

Situados en un emplazamiento sagrado, todos ellos siguen un orden preestablecido. A ellos se accede por una majestuosa senda flanqueadas por altas columnas que, en su día, se encontraban policromadas. De estas nos encontramos tres tipos distintos. Las más sencillas tienen forma de campana invertida y en sus capiteles se grababan hojas de loto y papiros. Otras han sido labradas siguiendo el modelo de un haz de esta planta endémica del Nilo. Y, por último, las columnas más elaboradas de la arquitectura egipcia se rematan con una escultura con forma antropomorfa. Estas podían representar a una deidad o la figura del faraón. 

Esculturas egipcias

En la entrada de estas sendas (como la del templo de Luxor) nos encontramos grandes esculturas representando al faraón en actitud estática y tocado con sus atributos reales. Este es siempre el tocado de lino a rayas azules, la figura del halcón (el dios solar Horus) o la serpiente y la corona cuya forma varía según sea el territorio sobre el que se reina. Siguiendo el simbolismo que es una de las principales características del arte egipcio, estas esculturas se realizan en piedras duras como la diorita o el granito ya que tienen que representar la eternidad, atributo con la que se revestía el dios humano tal cual era considerado el faraón. 

Una vez se ha recorrido este camino de columnas, se accede a uno o varios patios sobre los que se abren (o se cierran más bien) las puertas del lugar más sagrado del templo. A este recinto solo tenían acceso los sacerdotes y la familia real. En él se adoraba la figura del dios al que estuviera dedicado el templo y esta imagen no abandonaba su lugar nada más que para contadas procesiones. 

Estas, sin lugar a dudas, tenían un fuerte carácter festivo, ya que participaba todo el pueblo, aunque cada uno en un sitio determinado estando prohibido acercarse a zonas concretas. Los sacerdotes sacaban estas imágenes en procesión y las colocaban sobre barcazas ricamente adornadas que realizaban recorridos preestablecidos por el río Nilo para regresar posteriormente a su refugio sagrado.  

Tebas o el Valle de las Reinas 

Aunque la arquitectura egipcia no se manifiesta en todo su esplendor en este enterramiento, sí es un lugar no solo histórico sino también artístico a tener en cuenta. Situado en la orilla occidental del Nilo, se han encontrado más de cien tumbas, algunas de subyugadora belleza. Todas ellas pertenecen a miembros de la familia real. Los enterramientos se hacían en galería descendentes excavadas en la roca donde se situaba el sarcófago con todo el ajuar necesario para la vida en el más allá. Hasta esta cámara se llegaba a través de unas galerías que se revestían de yeso y se decoraban, a continuación, de forma primorosa. 

Algunas obras que se han encontrado en esta necrópolis son de una belleza subyugadora a pesar de su trazo sencillo. Ejecutadas siguiendo un realismo casi naïf, las figuras humanas aparecen siempre de perfil, a igual que la representación de los distintos dioses. Junto a estas imágenes se han colocado jeroglíficos u elementos de la naturaleza en planos sin perspectiva pero con un orden concreto e, incluso, geométrico. Las obras lucen colores brillantes como el rojo (realizado con óxido de hierro), el negro (extraído del carbón tal cual nos encontramos en las pinturas rupestres), el ocre natural y también los primeros colores sintéticos para el verde o el azul.   

Entre la escultura y la arquitectura egipcia: los obeliscos

Estas estructuras en forma de pirámide alargada y de altura considerable estaban dedicados al dios del sol Heliópolis. Algunos, además, se remataban con unas láminas de oro en el extremo de su punta para que el fulgor del astro rey fuera aún mayor. Las cuatro caras de piedra están labradas con jeroglíficos que recogen la rica cultura del antiguo pueblo egipcio.  

Estas obras, que se situaban en emplazamientos concretos considerados sagrados, ejercieron una extraña fascinación entre los viajeros que se adentraban en Egipto cuando su poder ya había menguado o había caído. Por eso, nos encontramos ejemplos de estas enigmática fórmulas arquitectónicas en París (trasladado por el ejército de Napoleón) o en Roma. El que se emplaza en la Plaza del Pópulo de la Ciudad Eterna estaba situado en el templo de Heliópolis y mide 24 metros.  

La arquitectura egipcia sigue fascinando hoy en día a todos aquellos que se interesan por el arte en general, por su complejidad estructural y por el reflejo de un mundo mítico totalmente desaparecido. Además, el emplazamiento junto al Nilo pero en el rigor del desierto, la convierte aún más en una atracción subyugadora casi. Es, sin duda, una excusa perfecta para realizar un maravilloso viaje hacia los recovecos de una cultura antigua ya extinta por completo. 

Por Candela Vizcaíno, Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla.

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Arquitectura egipcia

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Su origen se remonta al Neolítico, avanzando desde el arte prehistórico. Aunque las principales características del arte egipcio se encuentran hacia el tercer milenio antes de Cristo y perdura casi hasta la llegada de este, las diferencias de estética en tantos largos siglos no invalidan las generalidades que vamos a exponer.  En todos estos siglos, aunque hay transformaciones y distintos modelos, las líneas más reconocibles perduran en el tiempo, tanto es así que se puede hacer un compendio de los modos repetidos en toda la creación artística en esta parte de mundo y durante una época concreta. El arte egipcio atrae hoy tanto como lo hizo en la antigüedad y sus líneas generales duraron hasta la nueva era perdurando incluso en los retazos de la conocida como Biblioteca de Alejandría.  

Condicionamientos políticos y económicos del arte egipcio 

No podemos entender lo que sucedió si no vamos hacia el origen: hacia el río Nilo y sus crecidas. Con ellas se creaba (y se crea) un limo fértil que posibilitaba el cultivo. Más allá esperaba el duro desierto, el mismo elegido para erigir pirámides, tumbas o templos. La agricultura y la ganadería dio paso a un sistema en el que también tenía cabida la artesanía. Era la egipcia una sociedad de clases compartido con un sistema esclavista regido de manera todopoderosa por el rey faraón. En él recaían todas las riquezas y el poder, tanto el terrenal del mundo conocido como, incluso, el de más allá, el desconocido que se extendía en el reino de los muertos. Estas creencias arraigadas en la sociedad fueron las que posibilitaron que toda la riqueza acumulada recayera en grandes obras arquitectónicas y que se pudiera crear las maravillas del arte egipcio que hoy, como antaño, siguen subyugando. Con otro tipo de sociedad (en la que hubiera reparto económico y de justicia), ni las pirámides ni los grandes templos se hubieran levantado. Para hacer estas grandes obras se necesitaba acumulación de poder y riquezas y todo ello fue posible en el antiguo Egipto.

Las creencias religiosas detrás del arte egipcio

Si el sistema político y socioeconómico del antiguo Egipto es determinante a la hora de entender esas grandes creaciones, tampoco podemos olvidar el de creencias. Para este pueblo la vida se extendía en un más allá físico y espiritual tras la muerte. A ese emplazamiento tras la vida en este mundo podían acceder (después de un proceso de metamorfosis en la tumba) todos aquellos corazones que tuvieran el peso adecuado, según el parecer del dios Anubis. Por tanto,  esta vida en el más allá estaba pendiente de los designios divinos para los simples mortales, sin embargo, en el caso de los faraones tenían un asiento reservado y fijo. Y era así porque eran considerados, no meros humanos, sino dioses de la estirpe de Ra, la gran divinidad solar que aparece en todas las manifestaciones del arte egipcio. Así, al poder político, económico y social del faraón se unía este más esencial, ya que dinamitaba las diferencias entre lo divino y lo humano.  

Este culto a la muerte casi (en el que se esperaba la vida eterna) no solo es el responsable de las grandes obras de arte sino también del proceso de momificación al que eran sometidos la gran mayoría de los cadáveres humanos y de algunos animales. Alrededor del embalsamamiento de los muertos vivían especialistas encargados de preparar los cuerpos para que llegaran en las mejores condiciones posibles al otro lado. Ni que decir tiene que las técnicas más sofisticadas estaban reservadas a los reyes, pero el servicio no solo estaba a disposición de la élite más rica sino que era accesible a todo aquel que pudiera pagarlo y estos eran un número importante. Las momias así preparadas se enterraban no solo con todos aquellos bienes de lujo o de uso cotidiano utilizados en vida sino también con alimentos imprescindibles para este viaje.  

Esta creencia en una vida en un más allá no solo en espíritu sino también a través del cuerpo a medio corromper convivía con una serie de dioses cuya manifestación es común en el arte egipcio. A modo de resumen son imprescindibles conocer los siguientes nombres: 

  • Amón-Ra, es el dios supremo y regente del sol. Como el astro rey, es el encargado de regular la vida y la muerte. 
  • Los faraones se asimilaban a Horus ya que se consideraban la encarnación del mismo. Su aspecto es el de un halcón y es quien rige los cielos. 
  • La diosa Hathor, representada con una esfera solar en la cabeza, como una vaca o parte de ella, es la encarnación de la fertilidad y la procreación en la estela de sus antecesoras, las Venus prehistóricas
  • Con cabeza de escarabajo es la representación de Kepri, el dios del sol naciente y, en general, de lo mutable y susceptible tanto de transformación como de metamorfosis. 
  • El carnero es el animal simbólico de Khnum, el dios que acompaña a los muertos en una barca hacia el otro lado. 
  • Y otro dios de los muertos con amplia presencia en el arte egipcio es Anubis bajo la representación de un chacal negro. Esta divinidad tenía una papel crucial en la civilización del Nilo ya que era el encargado de pesar los corazones de los difuntos. Esto es, era el que decidía (según los actos en vida del interesado) quién merecía la vida eterna. 
  • Osiris, por su parte, es el señor de este reino del más allá, como los faraones lo eran de este lado. Se suele representar con los mismos atributos que los reyes terrenales: con tocado, báculo y barba postiza. 

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    Buste de Nefertiti
  • Templo de Philae al anochecer
    Templo de Philae al anochecer
  • Escultura del Dios Anubis, protector de los muertos
    Escultura del Dios Anubis, protector de los muertos
  • Esculturas en piedra del arte egipcio
    Esculturas en piedra del arte egipcio
  • Arte egipcio
    Arte egipcio
  • Escultura egipcia de rasgos idealizados
    Escultura egipcia de rasgos idealizados
  • Esfinge de Egipto
    Esfinge de Egipto
 

Los símbolos en el antiguo Egipto

Toda esta cultura en la que lo etéreo e intangible de un más allá que ocupaba no solo las esferas del arte sino de toda la vida comunitaria se sustenta sobre el gran poder de los símbolos. Cuando se quiere representar algo inaprensible e incomprensible que se escapa a los parámetros de la vida en este plano, es necesario recurrir al poder de evocación y de sentido de los símbolos. Y, también, a su correlato narrado, el de los mitos. El arte egipcio está plagado de ellos y no solo en las historias de los dioses que se representan en las pinturas de las tumbas sino en toda la iconografía presente en las piedras y sus muros. 

Los símbolos es la forma más frecuente de comunicación cuando se apela al conocimiento inconsciente o al que se refiere a la muerte. Está en el lado contrario del lenguaje racional y empírico. Por eso, las primeras culturas echaban mano de ellos con frecuencia para ir indicando no solo estatus, personalidad o personajes sino un mundo ajeno al nuestro difícil de aprehender con las palabras. No podemos estudiar el arte egipcio sin verlo a través del prisma de esta expresión netamente simbólica.   

Escultura en el antiguo Egipto 

Y uno de los ejemplos más palpables de esto último lo encontramos en los grandes grupos escultóricos en los que se representa el faraón. Hasta la piedra elegida tiene un valor simbólico ya que todo en esa comunicación quería incidir en el mismo sentido: en lo inmutable, duradero e, incluso, eterno. Por eso, todas ellas están realizadas con materiales extremadamente duros (aunque fueran difíciles de trabajar) como el granito o la diorita. 

Los reyes están siempre retratados en majestad y en posición estática con los brazos y piernas en reposo, aunque se encuentren algún ejemplo que lleva una de las extremidades en posición de avance. Por supuesto, se recoge aquellos elementos que les eran característicos de su condición, como el tocado de lino a rayas blancas y azules, la corona (de distinta forma y color según el emplazamiento sobre el que reina), las atribuciones a Horus o a la serpiente. No puede faltar el báculo símbolo de su poder no solo sobre la tierra sino también sobre las contingencias del más allá. Estas obras no son realistas sino que el rostro está siempre idealizado y fijado en una edad concreta de la juventud. Nada en ellos puede darnos norte de la personalidad de su protagonista o de la diferencia espiritual con otros mortales. Lo importante en el arte egipcio era recoger el simbolismo de lo allí representado que no era más que un intento de domeñar a la muerte natural a través de una figura de poder.  

Aunque también se han encontrado figuras realizadas en barro y policromadas (como el escriba del Museo del Louvre) o bustos más realistas (como el de Nefertiti), la gran escultura del arte egipcio está realizada con medidas magníficas y colosales, ya que también esta condición era un símbolo de lo que allí se quería representar. Al margen de estas muestras se conservan otras realizadas en cerámica, orfebrería o materiales preciosos como el jade o el lapislázuli que nos da una idea de la riqueza acumulada y del poderío que se desplegaba alrededor de los faraones del Nilo.  

La pintura en las tumbas reales 

Las muestras de arte pictórico circula alrededor del arte funerario desde las realistas retratos de Al Fayum que también se conservan en el Museo del Louvre hasta los frescos de Tebas. Las primeras son de época tardía y corresponden a retratos de personajes que no pertenecen a la nobleza. Se colocaban sobre las momias que las familias guardaban en armarios especiales. Las segundas hacen las delicias de los amantes del arte por lo allí representado y la técnica empleada. Sobre paredes de yeso se han realizado murales realistas en los que se representan (siempre de perfil) a dioses o personajes reales. Todos ellos están acompañados de elementos de la naturaleza dispuestos sin perspectiva pero en un orden concreto.  

Las de Tebas (la necrópolis de las reinas) se ejecutaban a la luz de antorchas encendidas con un ingenioso sistema para que no hicieran humo. Allí se pintaban las historias o los hechos relevantes de los que pretendían descansar eternamente junto con su ajuar y alimentos. Para ello se utilizaba el mismo carbón del que ya se valieron los creadores de las pinturas rupestres y óxidos de minerales para los colores (el hierro, por ejemplo, para el color azul). Los colores verdes y azul que, a veces se conseguían con materiales lujosos y costosos, también lograron sintetizarse por primera vez en la historia. 

A juzgar por la pericia, belleza y elegancia de las pinturas conservadas tuvo que existir toda una escuela donde se enseñaban estas técnicas. Estas expresiones del arte egipcio, en ocasiones, se combina con jeroglíficos que llegan a tomar color también.  

Las grandes obras de arquitectura en el arte egipcio 

Pero si por algo es reconocible esta cultura enigmática y fascinante es por sus grandes obras de construcción de las que nos han llegado la gran mayoría de ellas. Aunque son muchas más de las expuestas en este apartado, vamos a centrarnos en cuatro puntos. 

1.- Las pirámides y su estructura 

Son tan enigmáticas que el conocimiento de su construcción aún se escamotea a los estudiosos. Las primeras, que datan del último Neolítico, son toscas y aplanadas, levantadas formando grandes escalones. Muy pronto estas construcciones fueron evolucionando hacia la elaboración en piedra de una pirámide perfecta cuya función era servir de cámara acorazada para la momia del faraón. Levantadas y diseñadas en vida de los reyes se necesitó un importante conocimiento de ingeniería así como abundante mano de obra tanto esclava como especializada. La masa de estas moles tan representativas del arte egipcio solo estaban abiertas para albergar la tumba faraónica. Para ello se abría una abertura en una de sus bases donde se situaba una capilla con las ofrendas.  

Nada más entrar, los caminos se bifurcaban, uno en sentido descendente y otro ascendente. El primero se convertía en un laberinto que tenía como fin confundir y desnortar a saqueadores, profanadores y ladrones. El segundo, en algún momento, se convertía en una bella galería pintada con los parámetros diseñados arriba. Aunque todas ellas tenían varias cámaras, pasillos y pasadizos distintos, este laberinto desembocaba en la tumba real donde reposaba, entre varias capas, el sarcófago con la momia faraónica. Alrededor se desperdigaban alimentos, piezas de ajuar, de vestuario, joyas y objetos preciosos cuya función era acompañar al rey en su viaje hacia el más allá. En la pirámide de Keops, la más grande de las que se encuentra a las afueras de El Cairo, en un nivel inferior a la tumba regia del faraón se encuentra el de la reina. 

2.- Los templos dedicados a los dioses 

Pero no solo de pirámides fascinantes está repleto el arte egipcio, la misma atracción ejercen sus templos levantados en la orilla oeste del Nilo. Aunque desde aquí partían procesiones y festejos que podía seguir el pueblo en general (con su punto de regocijo aparte del religioso), estas edificaciones estaban comandadas por un ejército de sacerdotes dedicados en cuerpo y alma a sus dioses. A través de un espectacular camino de columnas se accede a uno o varios patios que terminan (con su gran puerta de por medio) en un recinto techado y casi amurallado donde se guardaban las ofrendas, exequias y representaciones de los dioses. Estos solo salían de su morada terrena para mostrarse ante el público subidos en barcazas bellamente decoradas que se trasladaban por el río.  

Las espectaculares columnas de estos templos del arte egipcio seguían tres estructuras distintas. Las más sencillas se rematan con un capital en forma de corola que era adornado con elementos vegetales de la zona (lotos y papiros). Otras seguían la representación de los talles de papiros y las más complejas estaban talladas y policromadas conforme a un patrón antropomorfo. Podían representar dioses, la más de las veces, o su encarnación en la tierra, los faraones. 

3.- Tebas y el Valle de las Reinas 

Otro lugar enigmático que aún sigue siendo objeto de estudio y descubrimientos sorprendentes es el conocido como Valle de las Reinas. Esta necrópolis está excavada en la roca dura y se han logrado identificar más de cien tumbas, la gran mayoría saqueada en épocas muy cercanas a los enterramientos. Cada uno de estos cúmulos está excavado en sentido descendente en la roca hasta formar una cámara sepucral donde se depositaba el sarcófago con su momia. Hasta llegar allí se realizaban, como en el caso de las pirámides, estrechas galerías que se enlucían con yeso para luego ser bellamente pintadas. Algunas son de una belleza extrema con su colorido básico y su lenguaje simbólico sobre un mundo perdido en el que se gastaba la gran mayoría de la fuerza vital en elementos destinados a la muerte. Dicho esto, gran parte de la magnificencia y belleza del arte egipcio se debe a esta cosmovisión del pueblo que alumbró el Nilo.  

4.- Los obeliscos con sus jeroglíficos 

Y, por último, otro elemento que ha ejercido gran poder de fascinación en la cultura occidental es el obelisco. Realizado en cuatro caras y levantado hacia el cielo, se grababa con jeroglíficos en los que, de un modo u otro, se dejaba plasmada la cultura imperante. La punta de alguno de ellos se recubría con láminas de oro para que los rayos del sol lo reflejaran y multiplicaran exponencialmente su simbolismo. Algunas de estas piezas, en épocas modernas, fueron trasladados a Europa (París, Roma…) y aquí siguen interrogándonos con su presencia.  

Aunque la esencia del arte egipcio no puede resumirse en estas escuetas notas, sí nos podemos acercar con ellas a una cultura que, aún hoy en día, ejerce un poder de fascinación en individuos de distinto credo y cultura.  

Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla

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Su origen se remonta al Neolítico, avanzando desde el arte prehistórico. Aunque las principales características del arte egipcio se encuentran hacia el tercer milenio antes de Cristo y perdura casi hasta la llegada de este, las diferencias de estética en tantos largos siglos no invalidan las generalidades que vamos a exponer.  En todos estos siglos, aunque hay transformaciones y distintos modelos, las líneas más reconocibles perduran en el tiempo, tanto es así que se puede hacer un compendio de los modos repetidos en toda la creación artística en esta parte de mundo y durante una época concreta. El arte egipcio atrae hoy tanto como lo hizo en la antigüedad y sus líneas generales duraron hasta la nueva era perdurando incluso en los retazos de la conocida como Biblioteca de Alejandría.  

Condicionamientos políticos y económicos del arte egipcio 

No podemos entender lo que sucedió si no vamos hacia el origen: hacia el río Nilo y sus crecidas. Con ellas se creaba (y se crea) un limo fértil que posibilitaba el cultivo. Más allá esperaba el duro desierto, el mismo elegido para erigir pirámides, tumbas o templos. La agricultura y la ganadería dio paso a un sistema en el que también tenía cabida la artesanía. Era la egipcia una sociedad de clases compartido con un sistema esclavista regido de manera todopoderosa por el rey faraón. En él recaían todas las riquezas y el poder, tanto el terrenal del mundo conocido como, incluso, el de más allá, el desconocido que se extendía en el reino de los muertos. Estas creencias arraigadas en la sociedad fueron las que posibilitaron que toda la riqueza acumulada recayera en grandes obras arquitectónicas y que se pudiera crear las maravillas del arte egipcio que hoy, como antaño, siguen subyugando. Con otro tipo de sociedad (en la que hubiera reparto económico y de justicia), ni las pirámides ni los grandes templos se hubieran levantado. Para hacer estas grandes obras se necesitaba acumulación de poder y riquezas y todo ello fue posible en el antiguo Egipto.

Las creencias religiosas detrás del arte egipcio

Si el sistema político y socioeconómico del antiguo Egipto es determinante a la hora de entender esas grandes creaciones, tampoco podemos olvidar el de creencias. Para este pueblo la vida se extendía en un más allá físico y espiritual tras la muerte. A ese emplazamiento tras la vida en este mundo podían acceder (después de un proceso de metamorfosis en la tumba) todos aquellos corazones que tuvieran el peso adecuado, según el parecer del dios Anubis. Por tanto,  esta vida en el más allá estaba pendiente de los designios divinos para los simples mortales, sin embargo, en el caso de los faraones tenían un asiento reservado y fijo. Y era así porque eran considerados, no meros humanos, sino dioses de la estirpe de Ra, la gran divinidad solar que aparece en todas las manifestaciones del arte egipcio. Así, al poder político, económico y social del faraón se unía este más esencial, ya que dinamitaba las diferencias entre lo divino y lo humano.  

Este culto a la muerte casi (en el que se esperaba la vida eterna) no solo es el responsable de las grandes obras de arte sino también del proceso de momificación al que eran sometidos la gran mayoría de los cadáveres humanos y de algunos animales. Alrededor del embalsamamiento de los muertos vivían especialistas encargados de preparar los cuerpos para que llegaran en las mejores condiciones posibles al otro lado. Ni que decir tiene que las técnicas más sofisticadas estaban reservadas a los reyes, pero el servicio no solo estaba a disposición de la élite más rica sino que era accesible a todo aquel que pudiera pagarlo y estos eran un número importante. Las momias así preparadas se enterraban no solo con todos aquellos bienes de lujo o de uso cotidiano utilizados en vida sino también con alimentos imprescindibles para este viaje.  

Esta creencia en una vida en un más allá no solo en espíritu sino también a través del cuerpo a medio corromper convivía con una serie de dioses cuya manifestación es común en el arte egipcio. A modo de resumen son imprescindibles conocer los siguientes nombres: 

  • Amón-Ra, es el dios supremo y regente del sol. Como el astro rey, es el encargado de regular la vida y la muerte. 
  • Los faraones se asimilaban a Horus ya que se consideraban la encarnación del mismo. Su aspecto es el de un halcón y es quien rige los cielos. 
  • La diosa Hathor, representada con una esfera solar en la cabeza, como una vaca o parte de ella, es la encarnación de la fertilidad y la procreación en la estela de sus antecesoras, las Venus prehistóricas
  • Con cabeza de escarabajo es la representación de Kepri, el dios del sol naciente y, en general, de lo mutable y susceptible tanto de transformación como de metamorfosis. 
  • El carnero es el animal simbólico de Khnum, el dios que acompaña a los muertos en una barca hacia el otro lado. 
  • Y otro dios de los muertos con amplia presencia en el arte egipcio es Anubis bajo la representación de un chacal negro. Esta divinidad tenía una papel crucial en la civilización del Nilo ya que era el encargado de pesar los corazones de los difuntos. Esto es, era el que decidía (según los actos en vida del interesado) quién merecía la vida eterna. 
  • Osiris, por su parte, es el señor de este reino del más allá, como los faraones lo eran de este lado. Se suele representar con los mismos atributos que los reyes terrenales: con tocado, báculo y barba postiza. 

  • Buste de Nefertiti
    Buste de Nefertiti
  • Templo de Philae al anochecer
    Templo de Philae al anochecer
  • Escultura del Dios Anubis, protector de los muertos
    Escultura del Dios Anubis, protector de los muertos
  • Esculturas en piedra del arte egipcio
    Esculturas en piedra del arte egipcio
  • Arte egipcio
    Arte egipcio
  • Escultura egipcia de rasgos idealizados
    Escultura egipcia de rasgos idealizados
  • Esfinge de Egipto
    Esfinge de Egipto
 

Los símbolos en el antiguo Egipto

Toda esta cultura en la que lo etéreo e intangible de un más allá que ocupaba no solo las esferas del arte sino de toda la vida comunitaria se sustenta sobre el gran poder de los símbolos. Cuando se quiere representar algo inaprensible e incomprensible que se escapa a los parámetros de la vida en este plano, es necesario recurrir al poder de evocación y de sentido de los símbolos. Y, también, a su correlato narrado, el de los mitos. El arte egipcio está plagado de ellos y no solo en las historias de los dioses que se representan en las pinturas de las tumbas sino en toda la iconografía presente en las piedras y sus muros. 

Los símbolos es la forma más frecuente de comunicación cuando se apela al conocimiento inconsciente o al que se refiere a la muerte. Está en el lado contrario del lenguaje racional y empírico. Por eso, las primeras culturas echaban mano de ellos con frecuencia para ir indicando no solo estatus, personalidad o personajes sino un mundo ajeno al nuestro difícil de aprehender con las palabras. No podemos estudiar el arte egipcio sin verlo a través del prisma de esta expresión netamente simbólica.   

Escultura en el antiguo Egipto 

Y uno de los ejemplos más palpables de esto último lo encontramos en los grandes grupos escultóricos en los que se representa el faraón. Hasta la piedra elegida tiene un valor simbólico ya que todo en esa comunicación quería incidir en el mismo sentido: en lo inmutable, duradero e, incluso, eterno. Por eso, todas ellas están realizadas con materiales extremadamente duros (aunque fueran difíciles de trabajar) como el granito o la diorita. 

Los reyes están siempre retratados en majestad y en posición estática con los brazos y piernas en reposo, aunque se encuentren algún ejemplo que lleva una de las extremidades en posición de avance. Por supuesto, se recoge aquellos elementos que les eran característicos de su condición, como el tocado de lino a rayas blancas y azules, la corona (de distinta forma y color según el emplazamiento sobre el que reina), las atribuciones a Horus o a la serpiente. No puede faltar el báculo símbolo de su poder no solo sobre la tierra sino también sobre las contingencias del más allá. Estas obras no son realistas sino que el rostro está siempre idealizado y fijado en una edad concreta de la juventud. Nada en ellos puede darnos norte de la personalidad de su protagonista o de la diferencia espiritual con otros mortales. Lo importante en el arte egipcio era recoger el simbolismo de lo allí representado que no era más que un intento de domeñar a la muerte natural a través de una figura de poder.  

Aunque también se han encontrado figuras realizadas en barro y policromadas (como el escriba del Museo del Louvre) o bustos más realistas (como el de Nefertiti), la gran escultura del arte egipcio está realizada con medidas magníficas y colosales, ya que también esta condición era un símbolo de lo que allí se quería representar. Al margen de estas muestras se conservan otras realizadas en cerámica, orfebrería o materiales preciosos como el jade o el lapislázuli que nos da una idea de la riqueza acumulada y del poderío que se desplegaba alrededor de los faraones del Nilo.  

La pintura en las tumbas reales 

Las muestras de arte pictórico circula alrededor del arte funerario desde las realistas retratos de Al Fayum que también se conservan en el Museo del Louvre hasta los frescos de Tebas. Las primeras son de época tardía y corresponden a retratos de personajes que no pertenecen a la nobleza. Se colocaban sobre las momias que las familias guardaban en armarios especiales. Las segundas hacen las delicias de los amantes del arte por lo allí representado y la técnica empleada. Sobre paredes de yeso se han realizado murales realistas en los que se representan (siempre de perfil) a dioses o personajes reales. Todos ellos están acompañados de elementos de la naturaleza dispuestos sin perspectiva pero en un orden concreto.  

Las de Tebas (la necrópolis de las reinas) se ejecutaban a la luz de antorchas encendidas con un ingenioso sistema para que no hicieran humo. Allí se pintaban las historias o los hechos relevantes de los que pretendían descansar eternamente junto con su ajuar y alimentos. Para ello se utilizaba el mismo carbón del que ya se valieron los creadores de las pinturas rupestres y óxidos de minerales para los colores (el hierro, por ejemplo, para el color azul). Los colores verdes y azul que, a veces se conseguían con materiales lujosos y costosos, también lograron sintetizarse por primera vez en la historia. 

A juzgar por la pericia, belleza y elegancia de las pinturas conservadas tuvo que existir toda una escuela donde se enseñaban estas técnicas. Estas expresiones del arte egipcio, en ocasiones, se combina con jeroglíficos que llegan a tomar color también.  

Las grandes obras de arquitectura en el arte egipcio 

Pero si por algo es reconocible esta cultura enigmática y fascinante es por sus grandes obras de construcción de las que nos han llegado la gran mayoría de ellas. Aunque son muchas más de las expuestas en este apartado, vamos a centrarnos en cuatro puntos. 

1.- Las pirámides y su estructura 

Son tan enigmáticas que el conocimiento de su construcción aún se escamotea a los estudiosos. Las primeras, que datan del último Neolítico, son toscas y aplanadas, levantadas formando grandes escalones. Muy pronto estas construcciones fueron evolucionando hacia la elaboración en piedra de una pirámide perfecta cuya función era servir de cámara acorazada para la momia del faraón. Levantadas y diseñadas en vida de los reyes se necesitó un importante conocimiento de ingeniería así como abundante mano de obra tanto esclava como especializada. La masa de estas moles tan representativas del arte egipcio solo estaban abiertas para albergar la tumba faraónica. Para ello se abría una abertura en una de sus bases donde se situaba una capilla con las ofrendas.  

Nada más entrar, los caminos se bifurcaban, uno en sentido descendente y otro ascendente. El primero se convertía en un laberinto que tenía como fin confundir y desnortar a saqueadores, profanadores y ladrones. El segundo, en algún momento, se convertía en una bella galería pintada con los parámetros diseñados arriba. Aunque todas ellas tenían varias cámaras, pasillos y pasadizos distintos, este laberinto desembocaba en la tumba real donde reposaba, entre varias capas, el sarcófago con la momia faraónica. Alrededor se desperdigaban alimentos, piezas de ajuar, de vestuario, joyas y objetos preciosos cuya función era acompañar al rey en su viaje hacia el más allá. En la pirámide de Keops, la más grande de las que se encuentra a las afueras de El Cairo, en un nivel inferior a la tumba regia del faraón se encuentra el de la reina. 

2.- Los templos dedicados a los dioses 

Pero no solo de pirámides fascinantes está repleto el arte egipcio, la misma atracción ejercen sus templos levantados en la orilla oeste del Nilo. Aunque desde aquí partían procesiones y festejos que podía seguir el pueblo en general (con su punto de regocijo aparte del religioso), estas edificaciones estaban comandadas por un ejército de sacerdotes dedicados en cuerpo y alma a sus dioses. A través de un espectacular camino de columnas se accede a uno o varios patios que terminan (con su gran puerta de por medio) en un recinto techado y casi amurallado donde se guardaban las ofrendas, exequias y representaciones de los dioses. Estos solo salían de su morada terrena para mostrarse ante el público subidos en barcazas bellamente decoradas que se trasladaban por el río.  

Las espectaculares columnas de estos templos del arte egipcio seguían tres estructuras distintas. Las más sencillas se rematan con un capital en forma de corola que era adornado con elementos vegetales de la zona (lotos y papiros). Otras seguían la representación de los talles de papiros y las más complejas estaban talladas y policromadas conforme a un patrón antropomorfo. Podían representar dioses, la más de las veces, o su encarnación en la tierra, los faraones. 

3.- Tebas y el Valle de las Reinas 

Otro lugar enigmático que aún sigue siendo objeto de estudio y descubrimientos sorprendentes es el conocido como Valle de las Reinas. Esta necrópolis está excavada en la roca dura y se han logrado identificar más de cien tumbas, la gran mayoría saqueada en épocas muy cercanas a los enterramientos. Cada uno de estos cúmulos está excavado en sentido descendente en la roca hasta formar una cámara sepucral donde se depositaba el sarcófago con su momia. Hasta llegar allí se realizaban, como en el caso de las pirámides, estrechas galerías que se enlucían con yeso para luego ser bellamente pintadas. Algunas son de una belleza extrema con su colorido básico y su lenguaje simbólico sobre un mundo perdido en el que se gastaba la gran mayoría de la fuerza vital en elementos destinados a la muerte. Dicho esto, gran parte de la magnificencia y belleza del arte egipcio se debe a esta cosmovisión del pueblo que alumbró el Nilo.  

4.- Los obeliscos con sus jeroglíficos 

Y, por último, otro elemento que ha ejercido gran poder de fascinación en la cultura occidental es el obelisco. Realizado en cuatro caras y levantado hacia el cielo, se grababa con jeroglíficos en los que, de un modo u otro, se dejaba plasmada la cultura imperante. La punta de alguno de ellos se recubría con láminas de oro para que los rayos del sol lo reflejaran y multiplicaran exponencialmente su simbolismo. Algunas de estas piezas, en épocas modernas, fueron trasladados a Europa (París, Roma…) y aquí siguen interrogándonos con su presencia.  

Aunque la esencia del arte egipcio no puede resumirse en estas escuetas notas, sí nos podemos acercar con ellas a una cultura que, aún hoy en día, ejerce un poder de fascinación en individuos de distinto credo y cultura.  

Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla

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La gran civilización de Egipto es una de las primeras presentes en el planeta Tierra junto con la de Mesopotamia. Si una se asentó alrededor del Nilo, la otra tuvo como ríos proveedores de abundancia el Tigris y el Eufrates. Sus primeras expresiones artísticas, culturales y políticas hunden sus raíces en el Neolítico (con el arte prehistórico). Sin embargo, las características del arte egipcio que lo hacen reconocibles comenzaron a presentarse alrededor del tercer milenio antes de Cristo y perdura, aproximadamente, hasta la venida al mundo de este. Aunque hay unas líneas comunes y definidas por símbolos, en tan largo periodo de tiempo, podemos encontrar algunas singularidades. La civilización egipcia perduró (dando sus últimos coletazos) con la Biblioteca de Alejandría aunque en ella estuvieran presentes la cultura grecorromana que tomaría el relevo de poder en esta parte de mundo.

1.- La figura del faraón como individuo divino 

Para entender el desarrollo artístico de esta gran civilización tenemos que asomarnos a varios puntos de crucial importancia. En primer lugar tenemos el Nilo con sus crecidas que convierte sus dos orillas (debido al limo depositado) en una zona fértil donde es posible los cultivos. Con ellos llegaron la abundancia y la prosperidad. Más allá de su influencia se extiende el duro desierto. Esta sociedad agrícola y artesana comienza a regirse por un monarca que acapara riquezas y poder no solo sobre este mundo sino también sobre el de más allá. Sin esa acumulación monetaria en manos de los faraones no puede entenderse las grandes obras arquitectónicas que son características del arte egipcio. Y vamos a más, ya que sin su consideración como figuras divinas en la tierra tampoco. El faraón era el dueño de la vida de los habitantes de esta parte de mundo y lo era porque su presencia se consideraba divina. Alrededor de su persona  crecía una casta de sacerdotes, escribas, artistas, médicos y artesanos que mantenían una economía y una cultura basada en esta consideración. 

2.- Una de las características del arte egipcio es la presencia de los símbolos 

Esa consideración divina del faraón y de todas sus obras solo podía transmitirse a través de símbolos. Si estos surgen cuando se intenta aprehender lo inefable e incomprensible por encontrarse más allá de lo situado en este mundo, no es de extrañar que el arte del antiguo Egipto esté plagado de ellos. Con los símbolos se señalaba el estatus del faraón a través de la toca de lino rayada en color azul y a través de su corona.  Se representaban, también, los dioses y su función en la mitología egipcia a la par que se manifestaba el curso solar y su significación más allá de las consideraciones mundanas. Los símbolos están detrás de la primera escritura en jeroglíficos, la misma que pretende dejar por escrito ideas sin el uso de un alfabeto. Y del mismo tenor son las grandes construcciones, desde los templos hasta las pirámides pasando por la escultura representativa de los faraones o las pinturas de las tumbas. Era un universo que no solo conocía el sacerdote o el entendido sino también el pueblo llano que hacía suya esa convención informativa en la que la vida y la muerte estaba constantemente presente.  

3.- Los dioses en arte egipcio 

Si el faraón era la encarnación divina en este plano, alrededor de él convivía un mundo de dioses encargados de todo lo importante en lo que respecta a lo terrenal. Aparte de la figuración real como el dios Horus (representado por un halcón), los dioses más importantes (sin ánimo de exhaustividad) eran los siguientes:  

  • Amón-Ra era el más importante y se asimilaba al sol, imprescindible para la vida cotidiana de Egipto. Este, además, simbolizaba el transcurso de la vida y el renacer que se producía cada mañana. 
  • Kepri también es un dios solar pero ya centrado en el sentido simbólico de la transformación y el renacer, como la semilla que queda en la tierra y espera la hora favorable para crecer.  A veces se representaba como un escarabajo, animal sagrado en el antiguo Egipto. 
  • Hathor era la diosa de la fertilidad y se representaba con un círculo sobre su cabeza o con forma de vaca o parte de ellas. 
  • Khum es el dios de los muertos el cual traslada las almas hacia los infiernos. 
  • Anubis es una de las figuras más características del arte egipcio y con mayor representación. Nos encontramos bellas y estilizadas imágenes de su persona en las tumbas reales. Se reviste bajo la apariencia de chacal y es el protector de los muertos con una función específica: pesar el corazón de los difuntos y así poder dilucidar si, tras su paso por el mundo de los vivos, este merece vivir la vida eterna. 

 

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    Esfinge de Egipto

4.- Otra de las características del arte egipcio son los códigos preestablecidos 

Porque toda la cultura del Nilo se basó en unos códigos inamovibles casi y así se refleja en la pintura, la escultura y la arquitectura. Los faraones siempre van tocados con el nemés, una especia de túnica a rayas blancas y azules que cae sobre los hombros. Sobre esta se lleva la figura de Horus o de la serpiente. Además, cada uno de las coronas (en forma y color) representa el emplazamiento concreto (norte, sur o ambos) sobre los que se reina. De igual modo, se despliega un código de representación para las reinas, para los sacerdotes y cada una de las castas en la que se dividía la sociedad. El arte egipcio estaba diseñado para que fuera eterno, para que durara no solo entre los siglos de los hombres sino también en el intangible y etéreo de sus dioses.  

5.- El arte funerario como vehículo del arte egipcio 

Por eso, el culto a la muerte adquiere importancia sobresaliente hasta tal punto que sobre este aspecto giran las características del arte egipcio. No solo se realizan representaciones con los dioses del más allá sino que toda la cultura está diseñada para la vida tras la muerte del faraón. Y aquí podemos situar las pirámides (cámaras acorazadas para albergar el cuerpo del rey junto con su ajuar), los templos en los que se rendía tributo a los dioses, todo el proceso y la industria de la momificación con el fin de preservar el cuerpo en el más allá, los obeliscos con sus jeroglíficos… Si el sol moría por el oeste para volver a salir por el este y el astro rey era la encarnación del gran dios Amón-Ra, todo en esta vida llevaba el mismo curso. El faraón, encarnación divina en la tierra, debía tener previsto su lugar tras el paso por los vivos. Y con él las reinas, las personas importantes de su familia y así hasta llegar a sacerdotes, funcionarios, artesanos o profesionales. Todos buscaban la vida más allá y esta estaba ligada a la explosión de un arte funerario que se expresaba en todos los órdenes posibles. 

6.- La escultura ceremonial 

Vinculado con lo anterior nos encontramos las grandes representaciones del faraón realizadas en piedras durísimas, como el granito o la exclusiva diorita. Recordemos que el tiempo, con su aspereza, no podía atravesar los símbolos divinos. Estas esculturas, algunas en tamaños colosales tenían unas medidas proporcionales y se realizaban siguiendo los códigos antes descritos. Todas ellas están representadas siguiendo el mismo canon estilístico. Aunque cada una de ellas es distinta, la imagen del faraón está siempre idealizada en los rasgos y en el momento vital en el que se talla. No hay, por tanto, ninguna que manifieste a un rey en su vejez o decadencia. La generalidad es el estatismo tanto de los miembros inferiores como de los superiores y también del rostro. Los faraones son retratados con la barba postiza y su báculo.   

7.- Las características del arte egipcio de las pirámides 

Realizadas en vida del rey su función era servir de cámara acorazada para guardar los bienes del difunto en el más allá. Las primeras estaban ejecutadas siguiendo una estructura tosca y escalonada. Estas reciben el nombre de mastaba. La construcción de las mismas suponía un gran esfuerzo tanto de ingeniería como de mano de obra (esclava y formada) que aún escamotea sus secretos a los estudiosos. El cuerpo del difunto, para que pudiera disfrutar de los dones de la otra vida, era momificado y se creó toda una industria en torno a estas tareas. Estas no solo se realizaban sobre los miembros de la aristocracia, aunque estos disfrutaban de un trabajo más fino, sino sobre todo aquel que pudiera pagar tal servicio.  

La entrada de las pirámides se situaba en la base de la misma donde se colocaba una pequeña capilla en la se depositaban las ofrendas al difunto. Esta se desarrolla cuesta abajo y llegado un momento se dividía en dos. El camino descendente llega a una cámara falsa para disuadir a los ladrones y saqueadores. A pesar de esta bifurcación con ánimo de confundir, en la de Keops, por poner un caso, llegado un momento, dispone de otra vía hacia arriba en dirección hacia la cámara sepucral. Dicho emplazamiento estaba situado en el corazón de la pirámide y se accedía por una gran galería que se decoraba primorosamente con pinturas en la que se contaban o narraban las hazañas del protagonista. En la de Keops, por seguir con el mismo ejemplo, la cámara de la reina se encuentra en un nivel inferior y es menor a la del rey.  

8.- La pintura de las tumbas reales 

Si bien las pirámides características del arte egipcio eran una prerrogativa de los faraones, las reinas, otros miembros de la familia real y de la corte también recibían un trato de favor a la hora de ser enterrados con todo boato. Tebas se encuentra en la orilla occidental del Nilo, allí donde se pone el sol y lugar elegido para excavar en las rocas las últimas moradas de las reinas. Esta necrópolis se adentra en el interior de las montañas en sentido descendente. Cada una de las tumbas estaban diseñadas para colocar el sarcófago con el cuerpo momificado en el extremo. Las galerías que dan acceso al sarcófago se encuentran bellamente decoradas con pinturas policromadas.  

Al parecer, todos los oficios trabajaban simultáneamente desde el interior hacia el exterior y los murales están realizados con materiales preciosos de la zona. La galería excavada en la roca se recubría con un enlucido de yeso y sobre él se realizaba el trabajo decorativo. En el mismo se empleaban colores naturales como el óxido de hierro para el rojo o el carbón para el negro (tal cual se han encontrado en las pinturas rupestres). Y también se han localizado los primeros tonos sintéticos de la historia para el azul y el verde. Estas obras están realizadas sin ninguna perspectiva y los elementos de la naturaleza se encuentran superpuestos aunque ordenados y claramente reconocibles y visibles. Las figuras humanas o de dioses siempre están representadas de perfil siguiendo la estética estilizada de las esculturas faraónicas. 

9.- Los obeliscos y sus jeroglíficos 

Otros elementos que son características del arte egipcio son los obeliscos, algunos incluso han sido trasladados a distintos puntos de Occidente en época posterior. También son símbolos sagrados del sol y se colocaban en la entrada de los templos. Algunos de ellos se remataban con una capa de oro con el fin de que el brillo se reflejara aún más y contribuyera a simbolizar la luminosidad real. A la complejidad de su construcción se une que están grabados con jeroglíficos. 

10.- La características del arte egipcio con respecto a los templos

Surgen en los emplazamientos de Luxor y Karnak, considerados sagrados, y son una muestra de la grandeza de la arquitectura egipcia. A ellos se accedía por unos caminos de columnas altísimas que aún hoy en día causan admiración. Estas se remataban en capitales siguiendo tres modelos distintos. Los más elementales tenían forma de campana y en ellos se grababan y pintaban papiros y lotos. También nos encontramos columnas figurativas siguiendo la forma de los papiros. Las más complejas tienen formas antropomorfas policromadas.  

Esta columnata terminaba en uno o varios patios desde los que se accedía al templo propiamente dicho que se encontraba techado. El lugar era reservado para los sacerdotes y su culto o para la familia real. Desde aquí salían procesiones (en fechas determinadas) en las que se sacaban esculturas representativas de los dioses que se embarcaban en decoradas naves a través del Nilo. El pueblo podía disfrutar de estos festejos desde la otra orilla y se supone que el ambiente festivo era completo.  

Aunque este puñado de características del arte egipcio permanece casi inamovible a lo largo de los siglos que duró esta cultura, ni que decir tiene que se produjeron algunas singularidades. Sin embargo, los símbolos y las generalidades sí son comunes.  

Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla

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La gran civilización de Egipto es una de las primeras presentes en el planeta Tierra junto con la de Mesopotamia. Si una se asentó alrededor del Nilo, la otra tuvo como ríos proveedores de abundancia el Tigris y el Eufrates. Sus primeras expresiones artísticas, culturales y políticas hunden sus raíces en el Neolítico (con el arte prehistórico). Sin embargo, las características del arte egipcio que lo hacen reconocibles comenzaron a presentarse alrededor del tercer milenio antes de Cristo y perdura, aproximadamente, hasta la venida al mundo de este. Aunque hay unas líneas comunes y definidas por símbolos, en tan largo periodo de tiempo, podemos encontrar algunas singularidades. La civilización egipcia perduró (dando sus últimos coletazos) con la Biblioteca de Alejandría aunque en ella estuvieran presentes la cultura grecorromana que tomaría el relevo de poder en esta parte de mundo.

1.- La figura del faraón como individuo divino 

Para entender el desarrollo artístico de esta gran civilización tenemos que asomarnos a varios puntos de crucial importancia. En primer lugar tenemos el Nilo con sus crecidas que convierte sus dos orillas (debido al limo depositado) en una zona fértil donde es posible los cultivos. Con ellos llegaron la abundancia y la prosperidad. Más allá de su influencia se extiende el duro desierto. Esta sociedad agrícola y artesana comienza a regirse por un monarca que acapara riquezas y poder no solo sobre este mundo sino también sobre el de más allá. Sin esa acumulación monetaria en manos de los faraones no puede entenderse las grandes obras arquitectónicas que son características del arte egipcio. Y vamos a más, ya que sin su consideración como figuras divinas en la tierra tampoco. El faraón era el dueño de la vida de los habitantes de esta parte de mundo y lo era porque su presencia se consideraba divina. Alrededor de su persona  crecía una casta de sacerdotes, escribas, artistas, médicos y artesanos que mantenían una economía y una cultura basada en esta consideración. 

2.- Una de las características del arte egipcio es la presencia de los símbolos 

Esa consideración divina del faraón y de todas sus obras solo podía transmitirse a través de símbolos. Si estos surgen cuando se intenta aprehender lo inefable e incomprensible por encontrarse más allá de lo situado en este mundo, no es de extrañar que el arte del antiguo Egipto esté plagado de ellos. Con los símbolos se señalaba el estatus del faraón a través de la toca de lino rayada en color azul y a través de su corona.  Se representaban, también, los dioses y su función en la mitología egipcia a la par que se manifestaba el curso solar y su significación más allá de las consideraciones mundanas. Los símbolos están detrás de la primera escritura en jeroglíficos, la misma que pretende dejar por escrito ideas sin el uso de un alfabeto. Y del mismo tenor son las grandes construcciones, desde los templos hasta las pirámides pasando por la escultura representativa de los faraones o las pinturas de las tumbas. Era un universo que no solo conocía el sacerdote o el entendido sino también el pueblo llano que hacía suya esa convención informativa en la que la vida y la muerte estaba constantemente presente.  

3.- Los dioses en arte egipcio 

Si el faraón era la encarnación divina en este plano, alrededor de él convivía un mundo de dioses encargados de todo lo importante en lo que respecta a lo terrenal. Aparte de la figuración real como el dios Horus (representado por un halcón), los dioses más importantes (sin ánimo de exhaustividad) eran los siguientes:  

  • Amón-Ra era el más importante y se asimilaba al sol, imprescindible para la vida cotidiana de Egipto. Este, además, simbolizaba el transcurso de la vida y el renacer que se producía cada mañana. 
  • Kepri también es un dios solar pero ya centrado en el sentido simbólico de la transformación y el renacer, como la semilla que queda en la tierra y espera la hora favorable para crecer.  A veces se representaba como un escarabajo, animal sagrado en el antiguo Egipto. 
  • Hathor era la diosa de la fertilidad y se representaba con un círculo sobre su cabeza o con forma de vaca o parte de ellas. 
  • Khum es el dios de los muertos el cual traslada las almas hacia los infiernos. 
  • Anubis es una de las figuras más características del arte egipcio y con mayor representación. Nos encontramos bellas y estilizadas imágenes de su persona en las tumbas reales. Se reviste bajo la apariencia de chacal y es el protector de los muertos con una función específica: pesar el corazón de los difuntos y así poder dilucidar si, tras su paso por el mundo de los vivos, este merece vivir la vida eterna. 

 

  • Buste de Nefertiti
    Buste de Nefertiti
  • Templo de Philae al anochecer
    Templo de Philae al anochecer
  • Escultura del Dios Anubis, protector de los muertos
    Escultura del Dios Anubis, protector de los muertos
  • Esculturas en piedra del arte egipcio
    Esculturas en piedra del arte egipcio
  • Arte egipcio
    Arte egipcio
  • Escultura egipcia de rasgos idealizados
    Escultura egipcia de rasgos idealizados
  • Esfinge de Egipto
    Esfinge de Egipto

4.- Otra de las características del arte egipcio son los códigos preestablecidos 

Porque toda la cultura del Nilo se basó en unos códigos inamovibles casi y así se refleja en la pintura, la escultura y la arquitectura. Los faraones siempre van tocados con el nemés, una especia de túnica a rayas blancas y azules que cae sobre los hombros. Sobre esta se lleva la figura de Horus o de la serpiente. Además, cada uno de las coronas (en forma y color) representa el emplazamiento concreto (norte, sur o ambos) sobre los que se reina. De igual modo, se despliega un código de representación para las reinas, para los sacerdotes y cada una de las castas en la que se dividía la sociedad. El arte egipcio estaba diseñado para que fuera eterno, para que durara no solo entre los siglos de los hombres sino también en el intangible y etéreo de sus dioses.  

5.- El arte funerario como vehículo del arte egipcio 

Por eso, el culto a la muerte adquiere importancia sobresaliente hasta tal punto que sobre este aspecto giran las características del arte egipcio. No solo se realizan representaciones con los dioses del más allá sino que toda la cultura está diseñada para la vida tras la muerte del faraón. Y aquí podemos situar las pirámides (cámaras acorazadas para albergar el cuerpo del rey junto con su ajuar), los templos en los que se rendía tributo a los dioses, todo el proceso y la industria de la momificación con el fin de preservar el cuerpo en el más allá, los obeliscos con sus jeroglíficos… Si el sol moría por el oeste para volver a salir por el este y el astro rey era la encarnación del gran dios Amón-Ra, todo en esta vida llevaba el mismo curso. El faraón, encarnación divina en la tierra, debía tener previsto su lugar tras el paso por los vivos. Y con él las reinas, las personas importantes de su familia y así hasta llegar a sacerdotes, funcionarios, artesanos o profesionales. Todos buscaban la vida más allá y esta estaba ligada a la explosión de un arte funerario que se expresaba en todos los órdenes posibles. 

6.- La escultura ceremonial 

Vinculado con lo anterior nos encontramos las grandes representaciones del faraón realizadas en piedras durísimas, como el granito o la exclusiva diorita. Recordemos que el tiempo, con su aspereza, no podía atravesar los símbolos divinos. Estas esculturas, algunas en tamaños colosales tenían unas medidas proporcionales y se realizaban siguiendo los códigos antes descritos. Todas ellas están representadas siguiendo el mismo canon estilístico. Aunque cada una de ellas es distinta, la imagen del faraón está siempre idealizada en los rasgos y en el momento vital en el que se talla. No hay, por tanto, ninguna que manifieste a un rey en su vejez o decadencia. La generalidad es el estatismo tanto de los miembros inferiores como de los superiores y también del rostro. Los faraones son retratados con la barba postiza y su báculo.   

7.- Las características del arte egipcio de las pirámides 

Realizadas en vida del rey su función era servir de cámara acorazada para guardar los bienes del difunto en el más allá. Las primeras estaban ejecutadas siguiendo una estructura tosca y escalonada. Estas reciben el nombre de mastaba. La construcción de las mismas suponía un gran esfuerzo tanto de ingeniería como de mano de obra (esclava y formada) que aún escamotea sus secretos a los estudiosos. El cuerpo del difunto, para que pudiera disfrutar de los dones de la otra vida, era momificado y se creó toda una industria en torno a estas tareas. Estas no solo se realizaban sobre los miembros de la aristocracia, aunque estos disfrutaban de un trabajo más fino, sino sobre todo aquel que pudiera pagar tal servicio.  

La entrada de las pirámides se situaba en la base de la misma donde se colocaba una pequeña capilla en la se depositaban las ofrendas al difunto. Esta se desarrolla cuesta abajo y llegado un momento se dividía en dos. El camino descendente llega a una cámara falsa para disuadir a los ladrones y saqueadores. A pesar de esta bifurcación con ánimo de confundir, en la de Keops, por poner un caso, llegado un momento, dispone de otra vía hacia arriba en dirección hacia la cámara sepucral. Dicho emplazamiento estaba situado en el corazón de la pirámide y se accedía por una gran galería que se decoraba primorosamente con pinturas en la que se contaban o narraban las hazañas del protagonista. En la de Keops, por seguir con el mismo ejemplo, la cámara de la reina se encuentra en un nivel inferior y es menor a la del rey.  

8.- La pintura de las tumbas reales 

Si bien las pirámides características del arte egipcio eran una prerrogativa de los faraones, las reinas, otros miembros de la familia real y de la corte también recibían un trato de favor a la hora de ser enterrados con todo boato. Tebas se encuentra en la orilla occidental del Nilo, allí donde se pone el sol y lugar elegido para excavar en las rocas las últimas moradas de las reinas. Esta necrópolis se adentra en el interior de las montañas en sentido descendente. Cada una de las tumbas estaban diseñadas para colocar el sarcófago con el cuerpo momificado en el extremo. Las galerías que dan acceso al sarcófago se encuentran bellamente decoradas con pinturas policromadas.  

Al parecer, todos los oficios trabajaban simultáneamente desde el interior hacia el exterior y los murales están realizados con materiales preciosos de la zona. La galería excavada en la roca se recubría con un enlucido de yeso y sobre él se realizaba el trabajo decorativo. En el mismo se empleaban colores naturales como el óxido de hierro para el rojo o el carbón para el negro (tal cual se han encontrado en las pinturas rupestres). Y también se han localizado los primeros tonos sintéticos de la historia para el azul y el verde. Estas obras están realizadas sin ninguna perspectiva y los elementos de la naturaleza se encuentran superpuestos aunque ordenados y claramente reconocibles y visibles. Las figuras humanas o de dioses siempre están representadas de perfil siguiendo la estética estilizada de las esculturas faraónicas. 

9.- Los obeliscos y sus jeroglíficos 

Otros elementos que son características del arte egipcio son los obeliscos, algunos incluso han sido trasladados a distintos puntos de Occidente en época posterior. También son símbolos sagrados del sol y se colocaban en la entrada de los templos. Algunos de ellos se remataban con una capa de oro con el fin de que el brillo se reflejara aún más y contribuyera a simbolizar la luminosidad real. A la complejidad de su construcción se une que están grabados con jeroglíficos. 

10.- La características del arte egipcio con respecto a los templos

Surgen en los emplazamientos de Luxor y Karnak, considerados sagrados, y son una muestra de la grandeza de la arquitectura egipcia. A ellos se accedía por unos caminos de columnas altísimas que aún hoy en día causan admiración. Estas se remataban en capitales siguiendo tres modelos distintos. Los más elementales tenían forma de campana y en ellos se grababan y pintaban papiros y lotos. También nos encontramos columnas figurativas siguiendo la forma de los papiros. Las más complejas tienen formas antropomorfas policromadas.  

Esta columnata terminaba en uno o varios patios desde los que se accedía al templo propiamente dicho que se encontraba techado. El lugar era reservado para los sacerdotes y su culto o para la familia real. Desde aquí salían procesiones (en fechas determinadas) en las que se sacaban esculturas representativas de los dioses que se embarcaban en decoradas naves a través del Nilo. El pueblo podía disfrutar de estos festejos desde la otra orilla y se supone que el ambiente festivo era completo.  

Aunque este puñado de características del arte egipcio permanece casi inamovible a lo largo de los siglos que duró esta cultura, ni que decir tiene que se produjeron algunas singularidades. Sin embargo, los símbolos y las generalidades sí son comunes.  

Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla

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