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Características de las Venus prehistóricas

Venus prehistóricas

Venus prehistóricas

Candela Vizcaíno

 

Hasta el año 40.000 a.C. se encuentran una serie de esculturas talladas en piedra que representan una figura femenina con generosos senos y anchas caderas. Son las Venus prehistóricas simbolizadoras de la fertilidad, la prosperidad y la abundancia.  

¿Qué son las Venus prehistóricas y cuándo surgen? 

Se encuentran por todo el planeta Tierra y son de difícil datación. La más antiguas llegan hasta el 40.000 a. C y son la representación más importantes de la escultura prehistórica. Al tiempo que se realizan las enigmáticas pinturas rupestres en cuevas, abrigos y cavernas se han encontrado una serie de estatuillas femeninas con grandes senos y caderas. Algunas de ellas son exentas, esto es son esculturas independientes, otras están talladas en las rocas y plenamente visibles y otras son solo trazos en dólmenes, cuevas y cromeleques. Aunque las más frecuentes están ejecutadas en piedra, también se han encontrado en hueso y madera. Todas ellas, con toda probabilidad, son figuras realizadas con un fin mágico, ritual o religioso y, además, en las mismas se adivina claramente un fuerte símbolo de la fertilidad. 

En el Paleolítico la humanidad cazadora y recolectora encuentra una causa-efecto entre la vida y la muerte. Esa conciencia del final y la desazón que provoca desata todas las manifestaciones artísticas conocidas. Entre ellas se encuentran las Venus prehistóricas tan enigmáticas como subyugadoras cuyo alcance ha llegado hasta el arte contemporáneo con influencias en artistas pertenecientes a las vanguardias históricas. Caso claro de ello son los representantes del cubismo

Características de las Venus prehistóricas 

1.- Están realizadas, en su mayoría, utilizando piedra tanto como figuras exentas como talladas en la roca. Este es el caso de la encontrada en Laussel, Dordoña, y fechada entre el 27.000 hasta el 18.000 a.C. Claramente reconocible, lleva un cuerno de bisonte en la mano. 

2.- También hay ejemplos en otros materiales, como marfil y madera, aunque estos son menos frecuentes por el desgaste que han sufrido a lo largo de los milenios. Eso no quita para que se tallaran incluso con más frecuencia.

3.- Son perfectamente reconocibles los grandes senos y anchas caderas mientras que la cabeza es representada toscamente con el cabello a modo de trenza, rastas o rizos. Rara vez aparecen rasgos faciales, pero sí es frecuente la incisión que representa el ombligo. 

4- La proporción hace hincapié en la parte del abdomen y en las zonas corporales que propician la procreación y el alimento de los hijos. 

5.- Las Venus prehistóricas son el ejemplo más claro del símbolo de fertilidad y abundancia de estas manifestaciones artísticas primitivas. 

Venus de Willendorf

6.- Estas sociedades eran conscientes del valor de la fertilidad como un modo no solo de perpetuarse sino también de protegerse (cuantos más mejor) y de enriquecerse (más brazos para el trabajo o para la caza). En este contexto primitivo, la madre se convierte en uno de los símbolos esenciales, antes que la casa, las montañas, el agua o el mar. 

7.- La fecundidad es la gran representación de la vida en contraposición a la muerte. 

8.- Con toda probabilidad estas tallas tenían una función mágica, religiosa o ritual, bien para conjurar esos nacimientos necesarios o bien como proveedora del alimento a los más débiles. 

9.- Las figuras están toscamente talladas y centradas en la representación general. Por eso, no se entretienen en rasgos individuales. 

10.- Hacia la Edad de Cobre (entre el IV-III milenio a.C) surgen en Italia unas estelas que representan estas figuras pero ya han sido estilizadas y recogidas con los símbolos más importantes (los senos). Aparece un amago de rostro y líneas que quieren imitar un tejido somero. La altura es considerable ya que alcanzan la de un humano actual.  

Símbolos, ritos y magia alrededor de las Venus prehistóricas

Aunque el término de inconsciente colectivo propuesto por C.G. Jung es de mediados del siglo XX, este tipo de esculturas responde a esta definición. El hombre primitivo que se abre a la sabiduría tiene, en primera instancia, conciencia de la muerte. Con el fin del cuerpo llega la pregunta por un posible más allá en el que lo incorpóreo se transforme en algo anímico o espiritual. Toda ello implica un proceso complejo de abstracción en el que aparece, casi a la vez, un sentido religioso, otro de pertenencia y un afán por controlar un proceso desconocido. En este contexto aparecen las Venus prehistóricas, las primeras manifestaciones escultóricas de la humanidad y todas ellas remiten al concepto de la fertilidad. 

Ahora bien, la fertilidad no solo hay que entenderla como el símbolo de la abundancia en todos los órdenes vitales sino también en su aspecto de protección. Es más, si nos vamos más allá en el símbolo, la procreación es una manera de vencer a la muerte ya que la genética (aunque nada de eso se supiera entonces) continúa en la progenie. Al fin y al cabo, un hijo es una forma más de vivir más tiempo una vez hayamos desaparecido. 

Las Venus prehistóricas se insertan en sociedades tribales, pequeñas, cazadoras y recolectoras que empezaban a dar forma a los clanes, a los lazos de familia, al trabajo en grupo y a la necesidad de evitar la muerte. Con toda probabilidad, junto con la danza y la música (de percusión en la tierra) nacieron estas figuras que tendrían un carácter ritual o mágico. Con ellas se invocaría la riqueza que suponen los hijos, las crías, los brazos para el trabajo, la caza o la defensa de los enemigos. En este sentido, estas figuras femeninas (y lo mismo las mujeres que respondían al prototipo físico) eran consideradas como esenciales para la supervivencia de la comunidad. 

Todo en ellas es explícito en lo importante. Las caderas son anchas y los senos enormes. En algunas se vislumbra un ombligo mientras que la cabeza muestra un tosco peinado. No conocemos ni ojos ni boca ya que la expresión o los sentimientos de estas Venus prehistóricas no eran determinantes para los pueblos que lo crearon. 

Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla

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