Las más antiguas manifestaciones de arte prehistórico se remontan hacia el 70.000 a. C. Se trata de una pequeña piedra coloreada y encontrada recientemente en África. Más allá de este hallazgo extraordinario, ya en el Paleolítico, los hombres primitivos dejaron una serie de dibujos pintados toscamente en cuevas que fueron abandonados en el Neolítico en favor de la escultura, la cerámica (incluso coloreada) para terminar con las grandes construcciones megalíticas que hoy son Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
1.- Pinturas rupestres en cuevas y cavernas
Son las primeras manifestaciones del arte prehistórico y su fecha de datación corresponde al Paleolítico cuando la humanidad al completo llevaba una existencia recolectora y cazadora. Obligados a la vida nómada para conseguir el sustento, estas pequeñas tribus o grupos familiares se las arreglaron para dejar unas pinturas cuyos mejores ejemplos son Altamira o Lascaux. Las más antiguas tienen alrededor de 40.000 años de antigüedad. En líneas generales estas pinturas rupestres tienen las siguientes características:
1.- Están realizadas en cuevas, grutas o cavernas a veces de difícil acceso. Para realizarlas el artista debía portar algún tipo de antorcha o de lámpara básica realizada con tuétano de animal.
2.- Se utilizaba madera carbonizada a modo de lápiz y también barros mezclados con grasas y tinturas minerales que se extendían con la mano o con un pincel básico. Los colores más frecuentes son el negro, granate, ocres, marrones y blancos. También se delimitaba con líneas los contornos de las manos humanas e, incluso, utilizaban una extraña técnica que consistía en escupir (mediante un tubo hueco vegetal) esta tintura sobre la pared. Además, podían extenderse los pigmentos con las manos dando volúmenes y un amago de textura.
3.- En el arte prehistórico de las pinturas rupestres se representan figuras animales como caballos, bisontes o ciervos junto con figuras antropomorfas estilizadas en actitud de cazar. También son frecuentes manos humanas bien lineadas o representadas en su plenitud. En alguna ocasión se utilizaban los bordes, salientes y texturas de las cuevas para dar un aspecto tridimensional a las figuras.
4.- Las imágenes están representadas, a veces, como una escena de caza, pero lo común es que estén colocadas sin orden aparente sobre un fondo vacío.
5.- Los investigadores encuentran en este tipo de arte prehistórico alrededor de las pinturas rupestres un sentido mágico, ritual o religioso. Ya que se encuentran en lugares escondidos de las cuevas de difícil acceso y que obligaba al artista a una posición incómoda, su función no podía ser profana. Y, con toda probabilidad, estas obras tenían el objetivo de atraer abundancia, prosperidad y una buena caza al grupo, clan familiar o tribu.
6.- Con la revolución del Neolítico, cuando la humanidad se vuelve sedentaria y agrícola, se abandona la pintura rupestre por otras manifestaciones de arte prehistórico.
2.- Esculturas y las Venus en el arte prehistórico
El Neolítico supuso un cambio de concepto con el abandono paulatino de la vida nómada. Ahora la humanidad se asienta durante un mayor tiempo, construyendo toscas cabañas y organizándose en sociedades más o menos complejas. Con el trabajo agrícola se van descubriendo los ciclos de la naturaleza y se empiezan a interpretar los ritmos solares, de las estrellas e, incluso, de los eclipses. Todo ello conlleva un culto hacia la fecundidad, hacia el nacimiento y la reproducción cuya manifestación más obvia son las Venus prehistóricas.
Son estas esculturas labradas en piedra, a veces exentas y otras formando parte de otras construcciones, bastante obvias en su sentido. Las Venus prehistóricas representan figuras femeninas en toda su apoteosis maternal con grandes senos, anchas caderas, cabello estilizado y sin ningún rasgo facial o individual. Todas en ellas remiten al símbolo de la madre nutricia, la misma que posibilitaba hijos (y estos son brazos para trabajar o luchar) a la sociedad. Todo ello nos remite a ese poder necesario en una sociedad básica y vulnerable.
Aunque la gran mayoría se presenta sin ningún adorno, sí hay casos en los que estas figuras portan algún elemento. Tal es el ejemplo de la Venus de Lassel, esculpida siguiendo la técnica del bajorrelieve, la cual muestra un cuerno de bovino, símbolo también del poder que otorga la abundancia. En otros casos, como las italianas de la Edad de Cobre, estas Venus se han convertido en estelas de gran tamaño (algunas llegan a alcanzar hasta los 150 cms de altura) que recuerdan el mismo símbolo del ciclo de fecundidad, prosperidad y abundancia.
3.- Cerámica y objetos de uso cotidiano en el arte prehistórico
No aparecen hasta el Neolítico, aunque sí se han encontrado algunos elementos tallados en madera, hueso o sílex pertenecientes al Paleolítico. Se realizaban con instrumentos cortantes y el objeto mismo normalmente se usaba para la vida cotidiana, especialmente para la caza. Con toda probabilidad, no solo se buscaba la belleza en la pieza en sí sino la atracción mágica a partir de la representación del animal a abatir como si fuera un amuleto que regala buenos augurios a su poseedor.
En el Neolítico estos ejemplos se estilizan aún más y se diseñan sin la tosquedad anterior. Paulatinamente se van encontrando ejemplos en otros utensilios, muebles o adornos ya desligados de la actividad cazadora.
Un paso más es el descubrimiento de la cerámica con todo su proceso que se concentra en la elaboración de vasijas y objetos de la vida cotidiana. Estos, a veces, se colorean con los mismos tonos que los pertenecientes a las pinturas rupestres: granates, ocres, marrones y negro. En estos utensilios ya se adivina una función estética que no parece tener (per se) las primeras manifestaciones del arte prehistórico, el cual, con toda probabilidad tal como hemos anotado, tenía un fin ritual.
4.- La arquitectura prehistórica, el último eslabón del arte prehistórico
Paulatinamente y con la llegada de sociedades organizadas y asentadas en un lugar concreto surge la arquitectura prehistórica megalítica centrada en dólmenes y cromlech. Estas son los más recientes en el tiempo ya que los ejemplos más conocidos datan alrededor del quinto milenio y suponen, por su dificultad de elaboración, una evolución en el conocimiento que no tenía el hombre paleolítico. El arte prehistórico con estas construcciones ya denota no solo la capacidad de mover grandes piedras en estructuras que hoy se nos antojan casi imposibles sino también estudios de astronomía y de los ciclos de la naturaleza.
El carácter ritual de este tipo de arquitectura es obvio para los ojos contemporáneos. En los dólmenes de Antequera (en Andalucía, sur de España), por poner un caso, se ha realizado una auténtica cámara revestida con grandes bloques de piedra que mira a un lugar natural que adquiere una forma antropomorfa. Esto es, sus constructores, de alguna manera u otra, querían dejar constancia de la unificación del elemento natural (una montaña) y su propia creación. A través de este acto, con toda probabilidad, había un intento de congraciarse con los favores de las fuerzas de la naturaleza.
En el impresionante Stonehenge, en Gran Bretaña y levantado hacia el 2000 a.C., se ha encontrado una cuádruple estructura circular e incluso un altar. El monumento está orientado de tal manera que los rayos del sol penetran hasta el interior en fechas señaladas (el solsticio de verano). Además, con métodos contemporáneos, se ha encontrado una especie de ruta ceremonial. Esto unido a los restos de animales y de sacrificios nos dicen de su carácter ritual, religioso y mágico.
5.- El sentido mágico del arte prehistórico
En definitiva, el arte prehistórico surge cuando el hombre se da cuenta de su finitud y toma conciencia de la muerte. Con ella se mira a un más allá intangible y a fuerzas incontrolables con las que se quieren congraciar a través de la creación. En ello les va la vida, ya que una buena caza era imprescindible para el sustento de la tribu. En otro orden de cosas, en un época en la que llegar a la edad adulta era difícil, se hacía necesaria una prole abundante para la supervivencia tribal. La conciencia de ese más allá, de un fin en contra de una naturaleza inmutable, es la que desencadena todas las manifestaciones artísticas de la prehistoria.
De alguna manera u otra, todas están ligadas a la presencia de la piedra (símbolo primigenio de lo permanente, inmutable y de difícil transformación). Si las pinturas rupestres se realizan en el interior de la cavernas, las esculturas femeninas que aún hoy subyugan están ejecutadas con el mismo material. Y de grandes bloques de piedra están realizados los cromlech, menhires o dólmenes que nos han llegado.
El arte prehistórico, así, gira en torno a la finitud humana y alrededor de una inmutabilidad que entienden de manera religiosa o mágica, la cual está representada en la piedra omnipresente en cualquier manifestación creativa. Todo en él quiere dejar atrás el ciclo de muerte y vida de la humanidad (y de otros seres) para aprehender, tomar o hacerse con lo intemporal del granito, la montaña o la roca.
Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla