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La casa de Gala y Dalí en el Castillo de Púbol

Fuente diseñada por Salvador Dalí en el Castillo de Pübol

Fuente diseñada por Salvador Dalí en el Castillo de Pübol

Candela Vizcaíno

Salvador Dalí (1904-1989) era un pintor consagrado cuando compró y habilitó el Castillo de Púbol.

Aunque Dalí es de sobra conocido por todos los aficionados al arte, a veces se olvida que el genio catalán no solo realizó una obra pictórica de proyección universal sino que, también, brilló en otros campos como el diseño de mobiliario y de joyas, en la práctica escultórica y en instalaciones de interiores y exteriores, tal como podemos admirar en las sucesivas casas que habitó.

¿Dónde esté el Castillo de Púbol?

El paisaje que rodea la pequeña localidad donde se ubica el Castillo de Púbol (en la Comarca de Pera, en Gerona) es esencialmente plano. Campos de trigo se abren camino hacia la tranquila aldea que aloja la que fuera residencia de vacaciones de Gala (1894-1981), musa y esposa de Dalí. Un lugar de reposo en todos los sentidos, ya que no solo sirvió como lugar de recreo de una casi anciana Gala y refugio para un agotado Dalí, sino que, además, en los sótanos de Púbol se encuentra la tumba de la que fuera musa del genio.

Cuando al matrimonio Dalí le mostraron el Castillo de Púbol, de la antigua residencia renacentista (con orígenes góticos) apenas quedaban en pie el patio y los muros exteriores. El estado de abandono y ruinoso de la propiedad no fue ningún impedimento para que Dalí se quedará, de inmediato, enamorado del lugar. Consideraba que las enormes grietas de la fachada eran los testigos mudos de un enorme cataclismo y esto, según los que allí estaban, le embargaba de emoción.

La casa de Gala y Dalí en el Castillo de Púbol

Los Dalí dieron la señal de arras en 1969, pero hasta 1971, por problemas burocráticos con los anteriores dueños, no pudieron firmar las escrituras de compraventa. Para hacer habitable la propiedad y así poder ser ocupada por sus nuevos dueños, el Castillo tuvo que ser sometido a una minuciosa obra de restauración y de adecuación a los cánones de confort moderno (saneamiento, electricidad o calefacción). Aunque los trabajos suponían una cierta envergadura, se completaron en menos de un año, un tiempo récord para un proyecto de estas dimensiones.  

A pesar de que la propiedad era de Gala y la musa tenía un sentido más sobrio (aristocrático casi) de lo que esperaba de una residencia de estas características, no impidió que Dalí dejara su huella en la casa. Así, junto a las pesadas cortinas de terciopelo, muebles de anticuario, tapices y candelabros de bronce se colocaron algunos de los animales disecados tan al gusto de pintor, amén de óleos de Dalí desperdigados por aquí y allá en la práctica totalidad de las estancias.

Obras de Dalí en el  Castillo de Púbol

Del interior intervenido por Dalí destaca La Sala dels Escuts,  donde el pintor dibujó unos frescos en el techo, escudos ilustrados con símbolos esotéricos y un trompe-l’oeil realizado con una precisión maniática para dar la sensación de realidad. Sin olvidar la silla dorada trabajada a la manera de un trono (flanqueada por sus perceptivos leones y columnas) algunos que otros elementos irónicos (como una mesa expositora a la manera de altar) completan la estancia.

El visitante que se adentra en el Castillo de Púbol recibe una sensación armónica, al contrario que el atosigamiento de otros espacios intervenidos por Dalí.

A ello contribuye su espacioso jardín adornado con esculturas: elefantes de patas alargadas, una Venus o unos desconchones realizados a propósito. Inspirado en el bosque barroco de Bormazo, a las afueras de Roma, lo que más llama la atención del exterior de Púbol es la intervención en la fuente original del lugar (en la foto). Unas cariátides, un tritón y la típica escultura barroca del niño regordete conviven con bustos coloreados de Richard Wagner, músico favorito de Dalí. Todo el surrealismo que Dalí también supo plasmar se encuentra en esta fuente. 

El Castillo de Púbol guarda un estremecedor hueco vacío: la tumba de Dalí. Sus restos debían reposar junto a los de Gala en el antiguo diezmo de la propiedad. Un jarrón con flores y un par de animales disecados llenan la soledad de la que fuera musa del movimiento surrealista.   

Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla

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