Antes de adentrarnos en la definición de inconsciente colectivo propuesta por C.G. Jung (1875-1961) tenemos que acotar el concepto de inconsciente a secas.
Inconsciente y subconsciente
Cuando nos referimos a inconsciente tenemos que recordar que este espacio de la psique va mucho más allá que el termino subconsciente propuesto por Freud. No entendemos el inconsciente como una especie de desván o de sótano oscuro donde conviven y pugnan los deseos reprimidos y no satisfechos. Aceptamos el término tal como lo entendió Carl Gustav Jung, el cual distingue entre el inconsciente personal fruto de la biografía individual y el inconsciente colectivo, el que estaría conformado por estructuras de raigambre mítica y de origen genético, ancladas en el pensamiento simbólico.
Inconsciente individual versus inconsciente colectivo
El inconsciente está formado por los anhelos no realizados pero, también, por algo más. Es un conjunto de ideas, instintos y pensamientos desconocidos para la conciencia. Jung relaciona la formación de la psique con las estructuras sociales de los pueblos primitivos regidos por ideas de corte mítico y llega a la conclusión de que, al igual que a nivel físico conservamos remanentes de estadios evolutivos pasados, en la mente, también, se encuentran formaciones arcaicas olvidadas a nivel consciente pero plenamente operativas a nivel inconsciente. A estos moldes psicológicos los denomina arquetipos, la base del inconsciente colectivo.
Designa contenidos psíquicos no sometidos a elaboración consciente alguna, y representa un dato psíquico todavía inmediato.
C. G. Jung: Arquetipos e inconsciente colectivo. Barcelona, Paidós, página 11
Él mismo reconoce el origen filosófico y médico de su propuesta. Se remonta a Platón con la parábola de la caverna, para continuar con los estudios de Adolf Bastian, Hubert y Gauss, Herman Usencer y el concepto de inconsciente según Freud. Por su parte, el padre de la psicología moderna ya apuntó esta formación psíquica a la que denominó “remanente arcaico” en la obra de referencia La interpretación de los sueños.
Definición de inconsciente colectivo
Tomamos prestada por ser impecable la denominación de von Franz, uno de los discípulos de C. G. Jung recogida en la obra El hombre y sus símbolos (edición española de 1966, página 304):
Pero las fuerzas del inconsciente aparecen con mayor frecuencia, no en el material clínico sino también en el mitológico, religioso artístico y todas las demás actividades culturales con las que se expresa el hombre. Evidentemente, si todos los hombres tienen heredadas en común normas de conducta emotiva y mental (que Jung llamó arquetipos) es de esperar que encontremos sus productos (fantasías simbólicas, pensamientos y actos) prácticamente en todo campo de actividad humana.
Así, cuando entendemos qué son los mitos (esos relatos en los que se da explicación en clave simbólica tanto a lo que preocupa a la humanidad como a lo que permite la trascendencia) nos sumergimos en el inconsciente colectivo. Es esto aquello oculto a la psique común a todos los pueblos y a todas las épocas que nos aporta una explicación tanto de nuestra finitud como de nuestra grandeza. En este sentido, además, diversos grupos artísticos (especialmente el surrealismo o el dadaísmo e, incluso, el informalismo) se nutre de este conocimiento para levantar sus obras.
Más allá del inconsciente colectivo: el inconsciente espiritual de V. Frankl
Posteriormente, en el último tercio del siglo XX, el representante de la tercera escuela vienesa y superviviente de los horrores del nazismo, Víctor E. Frankl (1905-1997), no puede conformarse con aceptar un inconsciente colectivo general, común a la humanidad y genético. Amplía, por tanto, la noción hacia lo que él mismo denomina inconsciente espiritual. Si bien acepta la existencia de estructuras arcaicas, de unos moldes heredados en la psique, defiende un estadio de evolución avanzado al que denomina “inconsciente espiritual”. Este se activaría por medio una fuerte conciencia de libertad individual completado, posteriormente, con un compromiso por decidir por uno mismo. Sobre estas teorías filosóficas se sustentan las modernas escuelas psicológicas que quieren dar salida a dolor anímico de todo tipo y desenredar los potentes desencuentros vitales propios de la sociedad postmoderna.
Cómo funciona el inconsciente colectivo e individual
Los mecanismos por los que se manifiesta el inconsciente no pueden asemejarse a los de la conciencia. Por un lado, las historias (tanto ficticias, como científicas o cotidianas) relatadas por la mente consciente tienen un principio, un desarrollo y un final. Nada de eso ocurre en el inconsciente, ya que cuando este se manifiesta lo hace con ideas hilvanadas de forma inconexa y sin significado aparente para el propio individuo. El inconsciente elige, como forma preeminente para manifestarse, todas las estructuras de carácter onírico; esto es, perteneciente a los sueños.
Es en los sueños donde, de manera especial, aflora el inconsciente pero este, al contrario de lo que sucede con los procesos conscientes, utiliza elementos impregnados de un fuerte carácter simbólico. Los sueños se estructuran mediante símbolos presentes a nivel consciente. Y esto es debido a la pervivencia del arquetipo, base para el inconsciente colectivo. El problema llega a la hora de poder descifrarlos, ya que la lengua de los sueños y de los símbolos ha sido olvidada por el individuo occidental contemporáneo. Si bien perdura en algunas manifestaciones cuasi folclóricas de distintos pueblos, desde la cultura del Neoclasicismo imperante en Occidente desde el siglo XVIII y su encumbramiento de la razón, esta lengua ha sido relegada y olvidada a nivel consciente.
Por tanto, la sintaxis onírica -la que resulta de unir en un relato los distintos símbolos- se organiza mediante imágenes impregnadas de un fuerte componente mítico. La consecuencia de todo es que, para el individuo que no sabe, no quiere o no puede enfrentarse a los mensajes provenientes de los sueños especialmente pero también de leyendas orales y ritos de paso, estos se encadenan y se enlazan sin significado aparente.
Entendiendo los símbolos naturales y culturales para comprender el inconsciente colectivo
Jung distingue entre símbolos naturales y culturales. Los primeros provienen del inconsciente colectivo. Los culturales son los que han pasado por transformaciones e, incluso, por algún tipo de desarrollo racional antes de ser adoptado por una sociedad concreta. El hacerse racional ha llevado a la humanidad a perder parte importante de su propia esencia y, por tanto, a no saber dónde está la verdad, ya que no puede percibir en su totalidad la realidad que le rodea. Por tanto, el individuo occidental de los últimos siglos se encuentra desgajado, perdido y cada vez más vulnerable al no entender lo que le sucede. Y, lo que es más inquietante, conforme la humanidad se va sumergiendo en la idolatría hacia la técnica última, en la misma proporción, va perdiendo las pocas respuestas que le quedaban en un sentido vital que le sea satisfactorio.
Esa enorme pérdida se compensa con los símbolos de nuestros sueños. Nos traen nuestra naturaleza originaria: sus instintos y pensamiento peculiares. Sin embargo, por desgracia, expresan sus contenidos en el lenguaje de la naturaleza, que no es extraña e incomprensible.
C.G. Jung: El hombre y sus símbolos, edición española de 1966, página 95
El proceso de individuación solo es posible con el conocimiento del lenguaje del inconsciente colectivo
La lengua de los sueños (sustentada en la información que aporta el inconsciente colectivo), por tanto, tienen una función en la vida psíquica del soñante. Y esta es, nada más y nada menos, que encaminarle hacia lo que Jung denominó “proceso de individuación”. Esto es, abre el camino hacia el encuentro con el “self” o el “sí mismo” o, en otras palabras, hacia la unión con el desgajamiento y desgarramiento producido por el desconocimiento y la no aceptación del inconsciente tanto el individual como colectivo, ya que el espiritual requiere de un proceso de maduración emocional. Tenemos, pues, que los sueños tienen una función primordial y fundamental en la salud psíquica -e, incluso, física- del individuo contemporáneo porque restaura la unidad perdida por el entrenamiento desenfrenado de la razón desde el llamado Siglo de las Luces.
El “sí mismo” es conocido por los llamados pueblos primitivos. Los griegos lo denominaban daimon y los romanos genius. El “sí mismo” es el centro del espíritu distinto a la conciencia. Es el regulador de la personalidad y se identifica con la totalidad de la psique. El “sí mismo”. Puede emerger totalmente si el individuo trabaja con el mensaje que aporta el inconsciente colectivo y lo lleva a su conciencia asumiendo tanto lo negativo como lo positivo. Esto es, solo con un trabajo interior se llega a la unión del inconsciente con el consciente que representa el “sí mismo”. De lo contrario, puede ser aplastado por el ego, con lo que el individuo quedará completamente escindido. Y esto se produce porque quedan desgajadas y apartadas las partes luminosas de las oscuras. El camino que lleva hasta el “sí mismo” es el que se conoce como proceso de individuación. V. Frankl lleva el concepto hacia otro estadio. Promulga que el individuo debe tener un diálogo auténtico y valiente con él para alcanzar la verdadera trascendencia.
Por eso, en las últimas décadas, el individuo occidental que pretenda bucear en el conocimiento que otorga el inconsciente colectivo solo tiene la opción de la terapia psicológica o, en su defecto, debe sumergirse en el estudio a fondo de los símbolos con los que están conformados sueños, leyendas y obras de arte. Únicamente con este camino podrá encontrar un sentido trascendente (y, por tanto, importante) a lo sueños, a las leyendas y a algunas manifestaciones artísticas que se sustentan sobre este modo de conocer el mundo.
Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla