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Las amazonas de la mitología griega eran una mujeres guerreras que vivían apartadas de los hombres conforme sus propias reglas y normas sociales. 

Las amazonas guerreras 

Su pueblo se sitúa en un lugar indeterminado fuera de las fronteras de Grecia. Unos apuntan al norte de Libia, otros a la costa norte de Turquía a orillas del Mar Negro y otros a Asia Menor. De hecho, el término amazonas, según la etimología, procedería del indo-iraní. Y es aquí donde se han encontrado tumbas de mujeres ataviadas con armas de guerra, como el arco y la flecha. Sin embargo, según estas pocas evidencias científicas, no podemos asegurar al cien por cien su existencia (más o menos ficticia), ya que una cosa es intervenir en los procesos de caza y/o partidas militares y otra muy distinta conformar una sociedad como la recogida por la mitología y la literatura griega.  

Según los retazos que nos han llegado, las amazonas constituían una sociedad eminentemente femenina de mujeres guerreras. Solo se unían con extranjeros a quienes ellas mismas buscaban para, posteriormente, abandonar con sus padres, mutilar para que fueran sirvientes o directamente asesinar a sus hijos varones. Educarían a sus hijas en el arte de la guerra y como personas totalmente independientes. Cuentan las leyendas que eran hábiles con el caballo (y de aquí viene el término amazonas aplicado a las artes de la equitación) y con el arco y la flecha. Para poder moverse con más facilidad, se amputaban un pecho. El arte posterior las ha representado con una salvaje belleza y sin ningún tipo de mutilación.  

Las investigaciones antropológicas sobre las amazonas de la mitología griega se basan en el concepto de inconsciente colectivo propuesto por C.G. Jung. Ven en ellas una evolución de las sociedades matriarcales, autosuficientes tanto en el ámbito económico como en el de autoprotección. Habrían desaparecido con la evolución que supuso el auge de las cada vez mayores y pujantes ciudades-estados con su consiguiente especialización profesional.  

Hipólita, la reina de amazonas en la mitología griega

De entre todas las amazonas destaca la figura de Hipólita, mítica entre las míticas, ya que se codeó, guerreó y, al parecer, amó a héroes de la mitología clásica. Vamos con la historia. 

Hipólita es hija del dios Ares, el de la guerra, y de la reina amazonas Oretra, una mortal. Como regalo, su padre le entrega un cinturón mágico del que estudiaremos su sentido simbólico a continuación. Hipólita estaba tranquila siguiendo e imponiendo las normas de su comunidad hasta que Heracles desembarca en las costas de su reino. Es este, recordemos, hijo de Zeus, el dios máximo del Olimpo y de la princesa mortal Alcmena. Como es el fruto de un adulterio, Hera, esposa de Zeus y diosa de la familia, los partos, el hogar y la feminidad tradicional, lo odia a muerte. Este aspecto también es importante en el mito.  

Pues bien, este héroe, Heracles, arriba a las costas del reino de las amazonas dirigido en ese momento por la reina Hipólita. Su misión es robar el cinturón sagrado con propiedades mágicas que Ares entregó a la reina de las amazonas. Le acompaña en la travesía el rey de Atenas Teseo, el mismo que dio muerte a Asterión, el minotauro, ayudado por el hilo de Ariadna. La presentación de los personajes es importante porque, sin ellos, no se entiende el drama que llega a continuación.  

Llegados a este punto las versiones del mito difieren. Unos apuntan a que Hipólita, rendida de amor, le entrega generosamente el cinturón a Heracles. Este pone rumbo hacia tierras griegas dejando a la reina tan desconsolada que muere de pena. Es una versión, sin ánimo de sacar la vena feminista, que no casa con el carácter de las amazonas guerreras que nos retrata la mitología griega. En otras, nos dice que  Hipólita con quien se casa es con Teseo. Y que este abandona a la reina tras concebir un hijo (de nombre Hipólito) para casarse con Fedra. Y esta Fedra era princesa de Creta, hermana de Ariadna y de Asterión y del minotauro. Hipólita, llevada por el despecho, la humillación, la ofensa y la ira, irrumpe en el banquete de bodas de Fedra y Teseo donde es acorralada por el ejército griego, asesinada y despojada de su cinturón mágico. Este es entregado a Heracles para que complete así su noveno trabajo de los doce encomendados.  

De la reina de las amazonas hay otra versión en la que interviene la diosa Hera. Esta, para malmeter entre Hipólita y Heracles el cual odia a muerte (ya que, recordemos, es el hijo de su esposo con una mortal), provoca una riña entre ambos pueblos y, posteriormente, la guerra. Una subversión apunta a que, en la refriega, la hermana de Hipólita, Antíope, es raptada. Los griegos ponen como condición para su rescate el cinturón. Una subversión de esta subversión nos dice que la famosa trifulca en el banquete de bodas entre Teseo y Fedra fue, sencillamente, una operación de rescate fallida por parte de las amazonas. La última subversión (guerra entre ambos pueblos promovida por Hera) apunta a que las amazonas sencillamente perdieron la guerra en esta trifulca tomando Heracles el cinturón mágico como botín de guerra. Y consigue, además, terminar su noveno trabajo. Esto es, en esta última versión se completa con la intervención de la diosa Hera. Esta no puede permitir que una mujer fuerte caiga rendida ante el héroe y menos ante el que ella aborrece tanto. Por eso, desata una riña entre ambos séquitos, entre las amazonas y los griegos, y la reina de las amazonas muere a manos de Heracles. La diosa prefiere la muerte de Hipólita ante que la capitulación de su especial feminidad.  

Las amazonas según la simbología 

Dicho esto, las amazonas, sea cual fuera el destino de la reina Hipólita en su lucha contra Heracles, entraron en el imaginario colectivo como mujeres guerreras ajenas a la división social y familiar de los griegos. Al organizarse sin varones, se situaron en las fronteras de todo lo permitido. Por tanto, en la sociedad patriarcal y esclavista griega, eran otro enemigo a abatir casi como los monstruos que enviaban los dioses de vez en cuando. Hipólita estaba protegida por el cinturón mágico que le entregó su padre, el dios de la guerra, recordemos. Al perderlo (ya sea porque se lo arrebatan en la trifulca tras su muerte o porque lo entrega generosamente por amor), deja su vida y su pueblo en manos del enemigo, totalmente vendido y al borde de la extinción.  

Si nos referimos al simbolismo del cinturón, dar el propio cinturón es abandonarse a uno mismo; no es solamente renunciar al poder. Para Hipólita es abandonar su condición misma de amazona y entregarse a Heracles. Hera, que pasa por simbolizar la feminidad normal, enseña, impidiendo la dádiva del cinturón, que ella quiere, no la conversión, sino la muerte de la mujer viril; por otra parte, en su odio a Heracles, que Zeus tuvo de otra mujer, no quiere que tenga éste la felicidad de recibir el cinturón de una mujer. La amazona simboliza la situación de la mujer que, conduciéndose como hombre, no logra ser admitida ni por las mujeres, ni por los hombres, y que tampoco consigue vivir como mujer, ni como hombre. En último extremo, expresa el rechazo de la feminidad y el mito de la imposible sustitución de su naturaleza real por su ideal viril.  

Jean Chevalier: Diccionario de símbolos  

[Siguiendo el ocultismo antiguo] las amazonas serían en el orden metafísico, símbolo de las fuerzas psíquicas estelares que giran en el éter alrededor del paraíso de los dioses para guardarlo y defenderlo.  

Lanoe-Villène: El libro de los símbolos  

También se han asemejado a las valquirias nórdicas, aunque estas son unas deidades más complejas y más cercanas al ideal patriarcal, el mismo que relega a la mujer a mera proveedora de placer tanto en esta vida como en la de más allá. Sin embargo, las amazonas de la mitología griega se han presentado como un símbolo si no de libertad, sí de independencia con respecto a los roles patriarcales impuestos. Dinamitan todos los patrones aceptados para asumir tanto el papel masculino como el femenino. Son guerreras y también bellas. Por tanto, mujeres que son objeto de deseo por parte de los héroes clásicos. Y otra asunto es su peculiar organización social que, por ser tan diferente, debía ser destruída. Esa fue la misión de Heracles en su noveno trabajo.  

Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla

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Las amazonas de la mitología griega eran una mujeres guerreras que vivían apartadas de los hombres conforme sus propias reglas y normas sociales. 

Las amazonas guerreras 

Su pueblo se sitúa en un lugar indeterminado fuera de las fronteras de Grecia. Unos apuntan al norte de Libia, otros a la costa norte de Turquía a orillas del Mar Negro y otros a Asia Menor. De hecho, el término amazonas, según la etimología, procedería del indo-iraní. Y es aquí donde se han encontrado tumbas de mujeres ataviadas con armas de guerra, como el arco y la flecha. Sin embargo, según estas pocas evidencias científicas, no podemos asegurar al cien por cien su existencia (más o menos ficticia), ya que una cosa es intervenir en los procesos de caza y/o partidas militares y otra muy distinta conformar una sociedad como la recogida por la mitología y la literatura griega.  

Según los retazos que nos han llegado, las amazonas constituían una sociedad eminentemente femenina de mujeres guerreras. Solo se unían con extranjeros a quienes ellas mismas buscaban para, posteriormente, abandonar con sus padres, mutilar para que fueran sirvientes o directamente asesinar a sus hijos varones. Educarían a sus hijas en el arte de la guerra y como personas totalmente independientes. Cuentan las leyendas que eran hábiles con el caballo (y de aquí viene el término amazonas aplicado a las artes de la equitación) y con el arco y la flecha. Para poder moverse con más facilidad, se amputaban un pecho. El arte posterior las ha representado con una salvaje belleza y sin ningún tipo de mutilación.  

Las investigaciones antropológicas sobre las amazonas de la mitología griega se basan en el concepto de inconsciente colectivo propuesto por C.G. Jung. Ven en ellas una evolución de las sociedades matriarcales, autosuficientes tanto en el ámbito económico como en el de autoprotección. Habrían desaparecido con la evolución que supuso el auge de las cada vez mayores y pujantes ciudades-estados con su consiguiente especialización profesional.  

Hipólita, la reina de amazonas en la mitología griega

De entre todas las amazonas destaca la figura de Hipólita, mítica entre las míticas, ya que se codeó, guerreó y, al parecer, amó a héroes de la mitología clásica. Vamos con la historia. 

Hipólita es hija del dios Ares, el de la guerra, y de la reina amazonas Oretra, una mortal. Como regalo, su padre le entrega un cinturón mágico del que estudiaremos su sentido simbólico a continuación. Hipólita estaba tranquila siguiendo e imponiendo las normas de su comunidad hasta que Heracles desembarca en las costas de su reino. Es este, recordemos, hijo de Zeus, el dios máximo del Olimpo y de la princesa mortal Alcmena. Como es el fruto de un adulterio, Hera, esposa de Zeus y diosa de la familia, los partos, el hogar y la feminidad tradicional, lo odia a muerte. Este aspecto también es importante en el mito.  

Pues bien, este héroe, Heracles, arriba a las costas del reino de las amazonas dirigido en ese momento por la reina Hipólita. Su misión es robar el cinturón sagrado con propiedades mágicas que Ares entregó a la reina de las amazonas. Le acompaña en la travesía el rey de Atenas Teseo, el mismo que dio muerte a Asterión, el minotauro, ayudado por el hilo de Ariadna. La presentación de los personajes es importante porque, sin ellos, no se entiende el drama que llega a continuación.  

Llegados a este punto las versiones del mito difieren. Unos apuntan a que Hipólita, rendida de amor, le entrega generosamente el cinturón a Heracles. Este pone rumbo hacia tierras griegas dejando a la reina tan desconsolada que muere de pena. Es una versión, sin ánimo de sacar la vena feminista, que no casa con el carácter de las amazonas guerreras que nos retrata la mitología griega. En otras, nos dice que  Hipólita con quien se casa es con Teseo. Y que este abandona a la reina tras concebir un hijo (de nombre Hipólito) para casarse con Fedra. Y esta Fedra era princesa de Creta, hermana de Ariadna y de Asterión y del minotauro. Hipólita, llevada por el despecho, la humillación, la ofensa y la ira, irrumpe en el banquete de bodas de Fedra y Teseo donde es acorralada por el ejército griego, asesinada y despojada de su cinturón mágico. Este es entregado a Heracles para que complete así su noveno trabajo de los doce encomendados.  

De la reina de las amazonas hay otra versión en la que interviene la diosa Hera. Esta, para malmeter entre Hipólita y Heracles el cual odia a muerte (ya que, recordemos, es el hijo de su esposo con una mortal), provoca una riña entre ambos pueblos y, posteriormente, la guerra. Una subversión apunta a que, en la refriega, la hermana de Hipólita, Antíope, es raptada. Los griegos ponen como condición para su rescate el cinturón. Una subversión de esta subversión nos dice que la famosa trifulca en el banquete de bodas entre Teseo y Fedra fue, sencillamente, una operación de rescate fallida por parte de las amazonas. La última subversión (guerra entre ambos pueblos promovida por Hera) apunta a que las amazonas sencillamente perdieron la guerra en esta trifulca tomando Heracles el cinturón mágico como botín de guerra. Y consigue, además, terminar su noveno trabajo. Esto es, en esta última versión se completa con la intervención de la diosa Hera. Esta no puede permitir que una mujer fuerte caiga rendida ante el héroe y menos ante el que ella aborrece tanto. Por eso, desata una riña entre ambos séquitos, entre las amazonas y los griegos, y la reina de las amazonas muere a manos de Heracles. La diosa prefiere la muerte de Hipólita ante que la capitulación de su especial feminidad.  

Las amazonas según la simbología 

Dicho esto, las amazonas, sea cual fuera el destino de la reina Hipólita en su lucha contra Heracles, entraron en el imaginario colectivo como mujeres guerreras ajenas a la división social y familiar de los griegos. Al organizarse sin varones, se situaron en las fronteras de todo lo permitido. Por tanto, en la sociedad patriarcal y esclavista griega, eran otro enemigo a abatir casi como los monstruos que enviaban los dioses de vez en cuando. Hipólita estaba protegida por el cinturón mágico que le entregó su padre, el dios de la guerra, recordemos. Al perderlo (ya sea porque se lo arrebatan en la trifulca tras su muerte o porque lo entrega generosamente por amor), deja su vida y su pueblo en manos del enemigo, totalmente vendido y al borde de la extinción.  

Si nos referimos al simbolismo del cinturón, dar el propio cinturón es abandonarse a uno mismo; no es solamente renunciar al poder. Para Hipólita es abandonar su condición misma de amazona y entregarse a Heracles. Hera, que pasa por simbolizar la feminidad normal, enseña, impidiendo la dádiva del cinturón, que ella quiere, no la conversión, sino la muerte de la mujer viril; por otra parte, en su odio a Heracles, que Zeus tuvo de otra mujer, no quiere que tenga éste la felicidad de recibir el cinturón de una mujer. La amazona simboliza la situación de la mujer que, conduciéndose como hombre, no logra ser admitida ni por las mujeres, ni por los hombres, y que tampoco consigue vivir como mujer, ni como hombre. En último extremo, expresa el rechazo de la feminidad y el mito de la imposible sustitución de su naturaleza real por su ideal viril.  

Jean Chevalier: Diccionario de símbolos  

[Siguiendo el ocultismo antiguo] las amazonas serían en el orden metafísico, símbolo de las fuerzas psíquicas estelares que giran en el éter alrededor del paraíso de los dioses para guardarlo y defenderlo.  

Lanoe-Villène: El libro de los símbolos  

También se han asemejado a las valquirias nórdicas, aunque estas son unas deidades más complejas y más cercanas al ideal patriarcal, el mismo que relega a la mujer a mera proveedora de placer tanto en esta vida como en la de más allá. Sin embargo, las amazonas de la mitología griega se han presentado como un símbolo si no de libertad, sí de independencia con respecto a los roles patriarcales impuestos. Dinamitan todos los patrones aceptados para asumir tanto el papel masculino como el femenino. Son guerreras y también bellas. Por tanto, mujeres que son objeto de deseo por parte de los héroes clásicos. Y otra asunto es su peculiar organización social que, por ser tan diferente, debía ser destruída. Esa fue la misión de Heracles en su noveno trabajo.  

Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla

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Un soneto es una composición poética de catorce versos de arte mayor distribuidos en dos cuartetos y dos tercetos. La rima es siempre en consonante y, en español (que en otras lenguas es distinto), se utiliza, sobre todo, el endecasílabo o verso de once sílabas que tan buenos poemas ha dado a la historia de la literatura. Los dos cuartetos se entrelazan entre sí con la siguiente rima: ABBA-ABBA mientras que los tercetos pueden ser más libres pero siempre deben llevar la rima en consonante entrelazada: CDE-CDE (como el primero de los ejemplos de sonetos que dejamos) o CDC-DCD (en el caso del siguiente, el de Lope de Vega).  

Los primeros sonetos en español datan del siglo XV, cuando la literatura abandona, definitivamente, los modelos medievales y se apunta a la “nueva manera” que llega desde Italia (con Petrarca a la cabeza). Se dejan atrás los temas tradicionales (de familiaridad con lo santo tal como ha sido descrita la literatura medieval) y la poesía renacentista se renueva en extremo al mirar hacia la cultura grecorromana y su gusto por los mitos clásicos, el amor cortés y los temas mundanos alrededor de las cuitas y felicidades de la raza humana. Ejemplos de sonetos en este sentido son los pertenecientes a Juan Boscán o a Garcilaso de la Vega. Desde entonces se han cultivado sin interrupción sin importar corrientes, modas, gustos o modelos estéticos. Tanto es así que, incluso, llegan hasta el siglo XXI a pesar de la preferencia por el verso libre e, incluso, destructurado.  

SONETO XIII de Garcilaso de la Vega 

Garcilaso de la Vega (1491-1503) es el poeta más representativo de la lírica renacentista. Sus versos son de una serena sencillez y gustan de los temas clásicos del momento: el amor cortés, los mitos clásicos o la poesía pastoril. El soneto reproducido a continuación es uno de los más famosos del autor y recoge el mito de Dafne y Apolo, tal como lo narra Ovidio (siglo I) en sus Metamorfosis. 

El poema se recrea en el instante en el que la ninfa Dafne se transforma en laurel. La narración tradicional nos dice que Eros (para vengarse de Apolo) lanza dos flechas. Una es de oro e impacta en el dios de la música generando una pasión arrebatadora por la ninfa Dafne. Esta, que deseaba para sí la castidad, es herida con la flecha de hierro envenenada de odio y desprecio. Apolo corre tras ellas en un intento por poseerla mientras Dafne clama a los dioses para librarse de tal abominable acto. Su petición es escuchada y, acto seguido, es transformada en árbol de laurel. Cuando Apolo se da cuenta de lo que ha hecho, llora tan amargas lágrimas que, al empapar el tronco del árbol, lo hace eterno, perenne e inmortal. Promete que sus hojas serán las que luzcan los sabios y los campeones en las artes y el deporte. Y es justo este dramático momento el que recoge el bello poema de Garcilaso, uno de los ejemplos de sonetos en español más hermosos de la historia de la literatura. 

 

     A Dafne ya los brazos le crecían 

y en luengos ramos vueltos se mostraban, 

en verdes hojas vi que se tornaban

los cabellos que el oro oscurecían; 

     de áspera corteza se cubrían 

los tiernos miembros que aún bullendo estaban; 

los blandos pies en tierra se hincaban 

y en torcidas raíces se volvían.

     Aquel que fue la causa de tal daño, 

a fuerza de llorar, crecer hacía 

este árbol, que con lágrimas regaba. 

     ¡Oh miserable estado, oh mal tamaño, 

que con llorarla crezca cada día

la causa y la razón por que lloraba!  

 

El más famoso soneto de Lope de Vega 

Aunque Lope de Vega (1562-1635) es especialmente conocido por su teatro, fue también un gran poeta demostrando una sobresaliente facilidad para la versificación y la ironía. Este es el tema del siguiente de los ejemplos de sonetos que traemos hoy. Con tono burlón, va desgranando lo fácil que le resulta componer este tipo de poemas.  

 

Un soneto me manda hacer Violante

que en mi vida me he visto en tanto aprieto; 

catorce versos dicen que es soneto;

burla burlando van los tres delante. 

Yo pensé que no hallara consonante, 

y estoy a la mitad de otro cuarteto; 

mas si me veo en el primer terceto, 

no hay cosa en los cuartetos que espante. 

Por el primer terceto voy entrando, 

y parece que entré con pie derecho

pues fin con este verso le voy dando. 

Ya estoy en el segundo, y aun sospecho

que voy los trece versos acabando; 

contad si son catorce, y está hecho. 

 

Un soneto de Luis de Góngora, uno de los máximos representantes de la literatura barroca 

La crítica, cuando estudia las coincidencias y diferencias entre el conceptismo y culteranismo, suele poner este ejemplo para demostrar que las distancias entre ambas corrientes no son tantas. Luis de Góngora (1561-1627) es el más importante representante del culteranismo, tanto que este estilo también se denomina gongorismo. En el otro extremo estaría el conceptismo de Francisco de Quevedo (1580-1645) con su gusto por la concentración estética alejado de toda floritura estilística y/o caprichosa. Sin embargo, este soneto (perteneciente al florido culteranismo) acaba con un verso despojado de todo adorno y bello al máximo al precipitarnos por esa concatenación o degradación tan dramática. Tanto es así que se dice que es el mejor verso de Quevedo escrito, eso sí, por su enemigo a muerte, Luis de Góngora. El tema es querido al arte barroco: carpe diem o disfruta el momento antes de que la decadencia y la muerte te atrape irremediablemente.  

 

Mientras por competir con tu cabello, 

oro bruñido al sol relumbra en vano, 

mientras con menosprecio en medio el llano 

mira tu blanca frente el lirio bello; 

 

mientras a cada labio, por cogollo, 

siguen más ojos que el clavel temprano, 

y mientras triunfa con desdén lozano

del luciente cristal tu gentil cuello; 

 

goza cuello, cabello, labio y frente.

antes que lo que fue en tu edad dorada

oro, lirio, clavel, cristal reluciente, 

 

no sólo en plata o víola troncada

se vuelva, mas tú y ello, juntamente, 

en tierra,  en humo, en polvo,  en sombra, en nada.  

 

El único soneto conocido de las Rimas de Bécquer  

El siguiente de los ejemplos de sonetos sigue la temática de las Rimas de Bécquer (1836-1870) al introducirnos en esos amores lejanos tan queridos por el Romanticismo literario. El poeta increpa a uno de los vientos (a Céfiro) y le pide noticias de su amada a pesar de que teme el encuentro de éste con la dama y los consiguientes celos, simplemente por poder tocarla.

 

Céfiro dulce que vagando alado

Entre las frescas, purpurinas flores,

Con blando beso robas sus olores, 

Para extenderlos por el verde prado; 

 

las quejas de mi afán y mi cuidado 

lleva a la que, al mirar, mata de amores, 

y dile que un alivio a mis dolores

dé y un consuelo al ánimo angustiado. 

 

Pero no vayas, no; que si la vieras

y tomando sus labios por claveles

el aroma gustar de ellos quisieras, 

 

cual con las otras flores hacer sueles

aunque a mi mal el término pusieras

tendría de tu acción celos crüeles. 

 

 

Sonetos del amor oscuro de Federico García Lorca 

Bajo mi humilde opinión, el soneto a continuación no solo es uno de los poemas de Federico García Lorca (1898-1936) más hermosos (aunque no sea tan conocido para el gran público) sino de toda la literatura en español. En él se despliega el genio del gran poeta andaluz en unos versos repletos de elegante y explícito erotismo que a pocos aficionados a la literatura pueden dejar indiferente. 

 

EL POETA PIDE A SU AMOR QUE LE ESCRIBA

 

Amor de mis entrañas, viva muerte, 

en vano espero tu palabra escrita

y pienso, con la flor que se marchita, 

que si vivo sin mí quiero perderte. 

 

     El aire es inmortal. La piedra inerte

ni conoce la sombra ni la evita. 

Corazón interior no necesita

la miel helada que la luna vierte. 

 

Pero yo te sufrí. Rasgué mis venas,

tigre y paloma, sobre tu cintura

en duelo de mordiscos y azucenas.

 

     Llena, pues, de palabras mi locura

o déjame vivir en mi serena

noche del alma para siempre oscura. 

 

Ejemplos de sonetos en el siglo XX 

Y termino la selección con esta composición de uno de los mayores representantes de la poesía social en España: el vasco Blas de Otero (1916-1979) perteneciente a una de sus obras maestras: Ángel fieramente humano de 1950. La composición nos muestra los gustos de la literatura moderna y contemporánea con sus frases incompletas o encabalgadas entre dos versos, a la par que nos introduce en la angustia característica del existencialismo, la misma que busca a Dios sin encontrarlo jamás. 

 

ESTOS SONETOS

 

Estos sonetos son los que yo entrego, 

plumas de luz al aire en desvarío; 

cárceles de mi sueño; ardiente río

donde la angustia de ser hombre anego. 

 

Lenguas de Dios, preguntas son de fuego 

que nadie supo responde. Vacío

silencio. Yerto mar. Soneto mío, 

que así acompañas mi palpar de ciego. 

 

Manos de Dios hundidas en mi muerte. 

Carne son donde el alma se hace llanto. 

Verte un momento, oh Dios; después no verte. 

 

Llamaría y cantil de soledad. Quebranto

del ansía, ciega luz. Quiero tenerte, 

y no sé dónde estás. Por eso canto. 

 

Podría poner más ejemplos de sonetos en español ya que la composición ha sido favorita de creadores de toda índole, desde Miguel Cervantes, que los inserta en su obra maestra, El Quijote, o los de Francisco de Quevedo hasta la música popular de Joaquín Sabina, en pleno siglo XXI.  Y eso sin contar que los mejores escritores de Hispanoamérica del siglo XX (tal es el caso de Jorge Luis Borges o Julio Cortázar) también se embarcaron en esta particular composición poética.  

Selección y análisis por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla

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Un soneto es una composición poética de catorce versos de arte mayor distribuidos en dos cuartetos y dos tercetos. La rima es siempre en consonante y, en español (que en otras lenguas es distinto), se utiliza, sobre todo, el endecasílabo o verso de once sílabas que tan buenos poemas ha dado a la historia de la literatura. Los dos cuartetos se entrelazan entre sí con la siguiente rima: ABBA-ABBA mientras que los tercetos pueden ser más libres pero siempre deben llevar la rima en consonante entrelazada: CDE-CDE (como el primero de los ejemplos de sonetos que dejamos) o CDC-DCD (en el caso del siguiente, el de Lope de Vega).  

Los primeros sonetos en español datan del siglo XV, cuando la literatura abandona, definitivamente, los modelos medievales y se apunta a la “nueva manera” que llega desde Italia (con Petrarca a la cabeza). Se dejan atrás los temas tradicionales (de familiaridad con lo santo tal como ha sido descrita la literatura medieval) y la poesía renacentista se renueva en extremo al mirar hacia la cultura grecorromana y su gusto por los mitos clásicos, el amor cortés y los temas mundanos alrededor de las cuitas y felicidades de la raza humana. Ejemplos de sonetos en este sentido son los pertenecientes a Juan Boscán o a Garcilaso de la Vega. Desde entonces se han cultivado sin interrupción sin importar corrientes, modas, gustos o modelos estéticos. Tanto es así que, incluso, llegan hasta el siglo XXI a pesar de la preferencia por el verso libre e, incluso, destructurado.  

SONETO XIII de Garcilaso de la Vega 

Garcilaso de la Vega (1491-1503) es el poeta más representativo de la lírica renacentista. Sus versos son de una serena sencillez y gustan de los temas clásicos del momento: el amor cortés, los mitos clásicos o la poesía pastoril. El soneto reproducido a continuación es uno de los más famosos del autor y recoge el mito de Dafne y Apolo, tal como lo narra Ovidio (siglo I) en sus Metamorfosis. 

El poema se recrea en el instante en el que la ninfa Dafne se transforma en laurel. La narración tradicional nos dice que Eros (para vengarse de Apolo) lanza dos flechas. Una es de oro e impacta en el dios de la música generando una pasión arrebatadora por la ninfa Dafne. Esta, que deseaba para sí la castidad, es herida con la flecha de hierro envenenada de odio y desprecio. Apolo corre tras ellas en un intento por poseerla mientras Dafne clama a los dioses para librarse de tal abominable acto. Su petición es escuchada y, acto seguido, es transformada en árbol de laurel. Cuando Apolo se da cuenta de lo que ha hecho, llora tan amargas lágrimas que, al empapar el tronco del árbol, lo hace eterno, perenne e inmortal. Promete que sus hojas serán las que luzcan los sabios y los campeones en las artes y el deporte. Y es justo este dramático momento el que recoge el bello poema de Garcilaso, uno de los ejemplos de sonetos en español más hermosos de la historia de la literatura. 

 

     A Dafne ya los brazos le crecían 

y en luengos ramos vueltos se mostraban, 

en verdes hojas vi que se tornaban

los cabellos que el oro oscurecían; 

     de áspera corteza se cubrían 

los tiernos miembros que aún bullendo estaban; 

los blandos pies en tierra se hincaban 

y en torcidas raíces se volvían.

     Aquel que fue la causa de tal daño, 

a fuerza de llorar, crecer hacía 

este árbol, que con lágrimas regaba. 

     ¡Oh miserable estado, oh mal tamaño, 

que con llorarla crezca cada día

la causa y la razón por que lloraba!  

 

El más famoso soneto de Lope de Vega 

Aunque Lope de Vega (1562-1635) es especialmente conocido por su teatro, fue también un gran poeta demostrando una sobresaliente facilidad para la versificación y la ironía. Este es el tema del siguiente de los ejemplos de sonetos que traemos hoy. Con tono burlón, va desgranando lo fácil que le resulta componer este tipo de poemas.  

 

Un soneto me manda hacer Violante

que en mi vida me he visto en tanto aprieto; 

catorce versos dicen que es soneto;

burla burlando van los tres delante. 

Yo pensé que no hallara consonante, 

y estoy a la mitad de otro cuarteto; 

mas si me veo en el primer terceto, 

no hay cosa en los cuartetos que espante. 

Por el primer terceto voy entrando, 

y parece que entré con pie derecho

pues fin con este verso le voy dando. 

Ya estoy en el segundo, y aun sospecho

que voy los trece versos acabando; 

contad si son catorce, y está hecho. 

 

Un soneto de Luis de Góngora, uno de los máximos representantes de la literatura barroca 

La crítica, cuando estudia las coincidencias y diferencias entre el conceptismo y culteranismo, suele poner este ejemplo para demostrar que las distancias entre ambas corrientes no son tantas. Luis de Góngora (1561-1627) es el más importante representante del culteranismo, tanto que este estilo también se denomina gongorismo. En el otro extremo estaría el conceptismo de Francisco de Quevedo (1580-1645) con su gusto por la concentración estética alejado de toda floritura estilística y/o caprichosa. Sin embargo, este soneto (perteneciente al florido culteranismo) acaba con un verso despojado de todo adorno y bello al máximo al precipitarnos por esa concatenación o degradación tan dramática. Tanto es así que se dice que es el mejor verso de Quevedo escrito, eso sí, por su enemigo a muerte, Luis de Góngora. El tema es querido al arte barroco: carpe diem o disfruta el momento antes de que la decadencia y la muerte te atrape irremediablemente.  

 

Mientras por competir con tu cabello, 

oro bruñido al sol relumbra en vano, 

mientras con menosprecio en medio el llano 

mira tu blanca frente el lirio bello; 

 

mientras a cada labio, por cogollo, 

siguen más ojos que el clavel temprano, 

y mientras triunfa con desdén lozano

del luciente cristal tu gentil cuello; 

 

goza cuello, cabello, labio y frente.

antes que lo que fue en tu edad dorada

oro, lirio, clavel, cristal reluciente, 

 

no sólo en plata o víola troncada

se vuelva, mas tú y ello, juntamente, 

en tierra,  en humo, en polvo,  en sombra, en nada.  

 

El único soneto conocido de las Rimas de Bécquer  

El siguiente de los ejemplos de sonetos sigue la temática de las Rimas de Bécquer (1836-1870) al introducirnos en esos amores lejanos tan queridos por el Romanticismo literario. El poeta increpa a uno de los vientos (a Céfiro) y le pide noticias de su amada a pesar de que teme el encuentro de éste con la dama y los consiguientes celos, simplemente por poder tocarla.

 

Céfiro dulce que vagando alado

Entre las frescas, purpurinas flores,

Con blando beso robas sus olores, 

Para extenderlos por el verde prado; 

 

las quejas de mi afán y mi cuidado 

lleva a la que, al mirar, mata de amores, 

y dile que un alivio a mis dolores

dé y un consuelo al ánimo angustiado. 

 

Pero no vayas, no; que si la vieras

y tomando sus labios por claveles

el aroma gustar de ellos quisieras, 

 

cual con las otras flores hacer sueles

aunque a mi mal el término pusieras

tendría de tu acción celos crüeles. 

 

 

Sonetos del amor oscuro de Federico García Lorca 

Bajo mi humilde opinión, el soneto a continuación no solo es uno de los poemas de Federico García Lorca (1898-1936) más hermosos (aunque no sea tan conocido para el gran público) sino de toda la literatura en español. En él se despliega el genio del gran poeta andaluz en unos versos repletos de elegante y explícito erotismo que a pocos aficionados a la literatura pueden dejar indiferente. 

 

EL POETA PIDE A SU AMOR QUE LE ESCRIBA

 

Amor de mis entrañas, viva muerte, 

en vano espero tu palabra escrita

y pienso, con la flor que se marchita, 

que si vivo sin mí quiero perderte. 

 

     El aire es inmortal. La piedra inerte

ni conoce la sombra ni la evita. 

Corazón interior no necesita

la miel helada que la luna vierte. 

 

Pero yo te sufrí. Rasgué mis venas,

tigre y paloma, sobre tu cintura

en duelo de mordiscos y azucenas.

 

     Llena, pues, de palabras mi locura

o déjame vivir en mi serena

noche del alma para siempre oscura. 

 

Ejemplos de sonetos en el siglo XX 

Y termino la selección con esta composición de uno de los mayores representantes de la poesía social en España: el vasco Blas de Otero (1916-1979) perteneciente a una de sus obras maestras: Ángel fieramente humano de 1950. La composición nos muestra los gustos de la literatura moderna y contemporánea con sus frases incompletas o encabalgadas entre dos versos, a la par que nos introduce en la angustia característica del existencialismo, la misma que busca a Dios sin encontrarlo jamás. 

 

ESTOS SONETOS

 

Estos sonetos son los que yo entrego, 

plumas de luz al aire en desvarío; 

cárceles de mi sueño; ardiente río

donde la angustia de ser hombre anego. 

 

Lenguas de Dios, preguntas son de fuego 

que nadie supo responde. Vacío

silencio. Yerto mar. Soneto mío, 

que así acompañas mi palpar de ciego. 

 

Manos de Dios hundidas en mi muerte. 

Carne son donde el alma se hace llanto. 

Verte un momento, oh Dios; después no verte. 

 

Llamaría y cantil de soledad. Quebranto

del ansía, ciega luz. Quiero tenerte, 

y no sé dónde estás. Por eso canto. 

 

Podría poner más ejemplos de sonetos en español ya que la composición ha sido favorita de creadores de toda índole, desde Miguel Cervantes, que los inserta en su obra maestra, El Quijote, o los de Francisco de Quevedo hasta la música popular de Joaquín Sabina, en pleno siglo XXI.  Y eso sin contar que los mejores escritores de Hispanoamérica del siglo XX (tal es el caso de Jorge Luis Borges o Julio Cortázar) también se embarcaron en esta particular composición poética.  

Selección y análisis por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla

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Ovidio (43 a.C - 17 d.c) en sus Metamorfosis nos narra el mito de Dafne y Apolo que tan buenas obras (como veremos) ha dado a las artes posteriores. Todo empezó con una disputa de corte narcisista a nivel dios entre Eros y Apolo. ¿Qué sucedió? Pues que el dios de la música y las artes (Apolo) se burló de Eros (el del enamoramiento, recordemos) por su manejo del arco y las flechas. Y este, en cruel venganza, disparó dos flechas distintas: una de hierro emponzoñada con el odio y la otra de oro untada con las mieles de la más arrebatadora pasión. La primera la dirigió a la ninfa Dafne y la segunda al dios que lo retaba. Y con esta riña comienza el mito. 

Los protagonistas del mito de Apolo y Dafne 

¿Quién era Dafne de la mitología griega? 

Era una ninfa de los bosques, hija de un río (las versiones difieren en los nombres de sus progenitores) y orgullosa de su esencia. Dotada de gracia y gran belleza física, pidió a su padre permanecer soltera para poder, así, dedicarse a la caza y a las artes, tal cual hacía la diosa Artemisa, a la sazón hermana gemela de Apolo. Su deseo fue concedido y, a pesar de su hermosura y virtudes, fue capaz de alejar a múltiples pretendientes hasta el suceso entre Eros y Apolo con las flechas envenenadas que nos ocupa hoy.  

¿Y Apolo?  

Es uno de los dioses paganos más complejos de la mitología, ya que se asemeja al sol. Protector de la caza, los bosques y las artes, se ha representado como un hombre joven, bello, fuerte y ágil. Además, como veremos a continuación, es una de las figuras de la mitología griega con mayor representación en la cultura occidental. Para nuestra narración, únicamente hay que apuntar que antes de que fuera herido por la flecha de oro de Eros ya estaba enamorado de la ninfa Dafne y había sido rechazado en múltiples ocasiones. 

Seguimos con el mito de Dafne y Apolo  

El cortejo de Apolo hacia Dafne terminó con las flechas de Eros. El dios de la música y las artes fue herido con las de oro que insufló una pasión arrebatadora hacia la ninfa Dafne que ya había sido inoculada con la del desprecio y el odio. Apolo corre tras la muchacha con el afán de raptarla e, incluso, violarla. Al verse alcanzada por el dios, Dafne implora a los dioses su salvación (en otras versiones se apunta a su padre) y estos le conceden el deseo. La convierten en árbol de laurel justo con los brazos de Apolo rodeaban a la bella ninfa. 

El dolor y la tristeza de Apolo, al darse cuenta del mal que había causado, fueron de tal intensidad que sus amargas y divinas lágrimas regaron el árbol de laurel en el que Dafne se había convertido. Fue en ese momento cuando juró y prometió dedicar sus hojas perennes e inmortales a los vencedores de los torneros artísticos y deportivos que él mismo protegía.  

El simbolismo del mito de Dafne y Apolo 

Esta metamorfosis de Ovidio (como el resto de ellas) fue de especial agrado en el cristianismo occidental, ya que la narración nos pone frente a frente ante la lucha entre las virtudes (la virginal Dafne) contra los vicios (la lujuria de Apolo). Fue recogido por la cultura medieval posterior y el mito ampliamente difundido, además, en el Renacimiento. 

Apolo simboliza el sol, la luz, la música, las artes, la caza. Él es la sabiduría capaz del disfrute de los dones de la vida sin caer en las bajezas de los vicios decadentes que representa Dionisio (el caos, el vino, la fiesta desordenada…) Apolo fue del agrado, incluso, para la mentalidad cristiana medieval ya que supone una trascendencia desde los instintos hasta la espiritualidad. Sin embargo, debido a un error, participa en la destrucción de lo que más ama. Su simbolismo ha sido resumido con notable acierto por Jean Chevalier en los siguientes términos:  

Dios muy complejo, horrorosamente trivializado cuando se lo reduce a un hombre joven, sabio y bello; o cuando se lo opone, simplificando a Nietzsche, a Dionisio, como la razón al entusiasmo. No, Apolo es el símbolo de la victoria sobre la violencia, de un autodominio en el entusiasmo, de la alianza de la pasión y la razón, el hijo de un dios, por Zeus y el nieto de titán, por Leto, su madre. Su sabiduría es el fruto de una conquista, no una herencia. Todas las potencias de la vida se conjugan en él para incitarlo a no encontrar su equilibrio más que sobre las cumbres, para conducirlo desde “la entrada de la caverna inmensa” (Esquilo) “a las cimas de los cielos” (Plutarco). Simboliza la suprema espiritualización; es uno de los símbolos más bellos de la ascensión humana.  

Y, en palabras de Platón (en La República), a Apolo había que consagrar todo aquello de bueno que despega a la humanidad de su terrenalidad para acercarse a los dioses.  

Corresponde a Apolo, el Dios de Delfos, dictar las más importantes, las más bellas, las primeras leyes. 

- ¿Cuáles son estas leyes? 

- Aquellas que contemplan la fundación de los templos, los sacrificios, y en general el culto de los dioses, los demonios y los héroes, y también las tumbas de los muertos y los honores que conviene rendirles para que nos sean propicios; pues estas cosas, nosotros las ignoramos: y, fundadores de un Estado, no nos remitiremos, si somos sabios, a ningún otro, y no seguiremos a otro intérprete de no ser el del país; pues este dios, intérprete tradicional de la religión, se ha establecido en el centro y en el ombligo de la tierra para guiar al género humano. 

El mito de Dafne y Apolo, por tanto, ha sido del agrado de la cultura occidental cristiana por la inmensa contradicción que subyace en él. En la narración es la ninfa la virtuosa y el dios que debía proteger a los mortales de los peligros de los instintos el que causa la destrucción y, además, por un acto de lascivia. Al querer imponerse cruelmente por la fuerza se queda sin aquello que más ama. De aquí viene la transformación del laurel en árbol sagrado, eterno, inmortal y perenne como una forma de sublimar un acto deleznable.  

El laurel, como todas las plantas de hoja perenne, se refiere al simbolismo de la inmortalidad; simbolismo que sin duda no escapó a los romanos cuando vieron en él el emblema de la gloria, tanto de los ejércitos como del espíritu. El laurel se tenía además por protector contra el rayo […] Arbusto consagrado a Apolo, simboliza la inmortalidad adquirida por la victoria. Por esto su follaje sirve para coronar a los héroes, a los genios y a los sabios. Árbol apolíneo, significa también las condiciones espirituales de la victoria, la sabiduría unida al heroísmo […] El laurel simboliza las virtudes apolíneas y la participación en tales virtudes por el contacto con la planta consagrada. 

Jean Chevalier 

El mito de Dafne y Apolo en las artes occidentales 

Estos profundos sentidos simbólicos del relato mítico recogido por la literatura griega ha propiciado que fuera favorito (como las transformaciones de Zeus) en las artes occidentales. Para no alargar este texto, indico simplemente dos obras de primer orden:  Dafne y Apolo de Bernini y el Soneto XIII de Garcilaso de la Vega (1501-1536). 

Dafne y Apolo de Bernini  

Gian Lorenzo Bernini (1598-1680), revolucionó el arte barroco con sus cuatro esculturas (1621-1625) basadas en personajes clásicos grecorromanos para el Palacio Borghese, en Roma. Entre ellas se encuentra la maravillosa Apolo y Dafne. Realizada en mármol blanco, capta (con una sutiliza y movimientos extremos) el instante en el que la ninfa, atrapada por el dios, se va convirtiendo en árbol del laurel ante sus gritos desgarradores. Con esta obra el maestro se aparta de la sobriedad de la escultura griega en la que se había inspirado con anterioridad para regalarnos una obra plástica y expresiva al máximo. La obra es la que abre este texto.  

Dafne y Apolo en el más hermoso soneto de Garcilaso de la Vega

La lírica renacentista europea se caracteriza por la búsqueda del amor profano, la reivindicación de las lenguas vulgares y un retorno a la serenidad clásica. En este sentido, se valen de los mitos grecorromanos (sin abandonar el cristianismo) para sustentar esta nueva cosmovisión. En esta línea, se encuentra uno de los más hermosos poemas de uno de los más ilustres poetas en español de todos los tiempos (Garcilaso de la Vega) que tiene como protagonista la desdichada narración de Dafne y Apolo. 

SONETO XIII

     A Dafne ya los brazos le crecían 

y en luengos ramos vueltos se mostraban, 

en verdes hojas vi que se tornaban

los cabellos que el oro oscurecían; 

     de áspera corteza se cubrían 

los tiernos miembros que aún bullendo estaban; 

los blandos pies en tierra se hincaban 

y en torcidas raíces se volvían.

     Aquel que fue la causa de tal daño, 

a fuerza de llorar, crecer hacía 

este árbol, que con lágrimas regaba. 

     ¡Oh miserable estado, oh mal tamaño, 

que con llorarla crezca cada día

la causa y la razón por que lloraba!

En estos versos, el poeta se identifica plenamente con el dolor de un dios que ha contribuido a la destrucción de aquello que más ama. El mito de Dafne y Apolo, por tanto, nos introduce en esas dicotomías morales que, hasta el Neoclasicismo incluso, gustaban a artistas, intelectuales y poetas. Estamos, en definitiva, ante la batalla de las virtudes frente a los vicios, causantes estos de la pérdida de todo lo bueno a lo que puede aspirar el alma humana, especialmente el amor y la trascendencia. 

Imagen y texto por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla

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Ovidio (43 a.C - 17 d.c) en sus Metamorfosis nos narra el mito de Dafne y Apolo que tan buenas obras (como veremos) ha dado a las artes posteriores. Todo empezó con una disputa de corte narcisista a nivel dios entre Eros y Apolo. ¿Qué sucedió? Pues que el dios de la música y las artes (Apolo) se burló de Eros (el del enamoramiento, recordemos) por su manejo del arco y las flechas. Y este, en cruel venganza, disparó dos flechas distintas: una de hierro emponzoñada con el odio y la otra de oro untada con las mieles de la más arrebatadora pasión. La primera la dirigió a la ninfa Dafne y la segunda al dios que lo retaba. Y con esta riña comienza el mito. 

Los protagonistas del mito de Apolo y Dafne 

¿Quién era Dafne de la mitología griega? 

Era una ninfa de los bosques, hija de un río (las versiones difieren en los nombres de sus progenitores) y orgullosa de su esencia. Dotada de gracia y gran belleza física, pidió a su padre permanecer soltera para poder, así, dedicarse a la caza y a las artes, tal cual hacía la diosa Artemisa, a la sazón hermana gemela de Apolo. Su deseo fue concedido y, a pesar de su hermosura y virtudes, fue capaz de alejar a múltiples pretendientes hasta el suceso entre Eros y Apolo con las flechas envenenadas que nos ocupa hoy.  

¿Y Apolo?  

Es uno de los dioses paganos más complejos de la mitología, ya que se asemeja al sol. Protector de la caza, los bosques y las artes, se ha representado como un hombre joven, bello, fuerte y ágil. Además, como veremos a continuación, es una de las figuras de la mitología griega con mayor representación en la cultura occidental. Para nuestra narración, únicamente hay que apuntar que antes de que fuera herido por la flecha de oro de Eros ya estaba enamorado de la ninfa Dafne y había sido rechazado en múltiples ocasiones. 

Seguimos con el mito de Dafne y Apolo  

El cortejo de Apolo hacia Dafne terminó con las flechas de Eros. El dios de la música y las artes fue herido con las de oro que insufló una pasión arrebatadora hacia la ninfa Dafne que ya había sido inoculada con la del desprecio y el odio. Apolo corre tras la muchacha con el afán de raptarla e, incluso, violarla. Al verse alcanzada por el dios, Dafne implora a los dioses su salvación (en otras versiones se apunta a su padre) y estos le conceden el deseo. La convierten en árbol de laurel justo con los brazos de Apolo rodeaban a la bella ninfa. 

El dolor y la tristeza de Apolo, al darse cuenta del mal que había causado, fueron de tal intensidad que sus amargas y divinas lágrimas regaron el árbol de laurel en el que Dafne se había convertido. Fue en ese momento cuando juró y prometió dedicar sus hojas perennes e inmortales a los vencedores de los torneros artísticos y deportivos que él mismo protegía.  

El simbolismo del mito de Dafne y Apolo 

Esta metamorfosis de Ovidio (como el resto de ellas) fue de especial agrado en el cristianismo occidental, ya que la narración nos pone frente a frente ante la lucha entre las virtudes (la virginal Dafne) contra los vicios (la lujuria de Apolo). Fue recogido por la cultura medieval posterior y el mito ampliamente difundido, además, en el Renacimiento. 

Apolo simboliza el sol, la luz, la música, las artes, la caza. Él es la sabiduría capaz del disfrute de los dones de la vida sin caer en las bajezas de los vicios decadentes que representa Dionisio (el caos, el vino, la fiesta desordenada…) Apolo fue del agrado, incluso, para la mentalidad cristiana medieval ya que supone una trascendencia desde los instintos hasta la espiritualidad. Sin embargo, debido a un error, participa en la destrucción de lo que más ama. Su simbolismo ha sido resumido con notable acierto por Jean Chevalier en los siguientes términos:  

Dios muy complejo, horrorosamente trivializado cuando se lo reduce a un hombre joven, sabio y bello; o cuando se lo opone, simplificando a Nietzsche, a Dionisio, como la razón al entusiasmo. No, Apolo es el símbolo de la victoria sobre la violencia, de un autodominio en el entusiasmo, de la alianza de la pasión y la razón, el hijo de un dios, por Zeus y el nieto de titán, por Leto, su madre. Su sabiduría es el fruto de una conquista, no una herencia. Todas las potencias de la vida se conjugan en él para incitarlo a no encontrar su equilibrio más que sobre las cumbres, para conducirlo desde “la entrada de la caverna inmensa” (Esquilo) “a las cimas de los cielos” (Plutarco). Simboliza la suprema espiritualización; es uno de los símbolos más bellos de la ascensión humana.  

Y, en palabras de Platón (en La República), a Apolo había que consagrar todo aquello de bueno que despega a la humanidad de su terrenalidad para acercarse a los dioses.  

Corresponde a Apolo, el Dios de Delfos, dictar las más importantes, las más bellas, las primeras leyes. 

- ¿Cuáles son estas leyes? 

- Aquellas que contemplan la fundación de los templos, los sacrificios, y en general el culto de los dioses, los demonios y los héroes, y también las tumbas de los muertos y los honores que conviene rendirles para que nos sean propicios; pues estas cosas, nosotros las ignoramos: y, fundadores de un Estado, no nos remitiremos, si somos sabios, a ningún otro, y no seguiremos a otro intérprete de no ser el del país; pues este dios, intérprete tradicional de la religión, se ha establecido en el centro y en el ombligo de la tierra para guiar al género humano. 

El mito de Dafne y Apolo, por tanto, ha sido del agrado de la cultura occidental cristiana por la inmensa contradicción que subyace en él. En la narración es la ninfa la virtuosa y el dios que debía proteger a los mortales de los peligros de los instintos el que causa la destrucción y, además, por un acto de lascivia. Al querer imponerse cruelmente por la fuerza se queda sin aquello que más ama. De aquí viene la transformación del laurel en árbol sagrado, eterno, inmortal y perenne como una forma de sublimar un acto deleznable.  

El laurel, como todas las plantas de hoja perenne, se refiere al simbolismo de la inmortalidad; simbolismo que sin duda no escapó a los romanos cuando vieron en él el emblema de la gloria, tanto de los ejércitos como del espíritu. El laurel se tenía además por protector contra el rayo […] Arbusto consagrado a Apolo, simboliza la inmortalidad adquirida por la victoria. Por esto su follaje sirve para coronar a los héroes, a los genios y a los sabios. Árbol apolíneo, significa también las condiciones espirituales de la victoria, la sabiduría unida al heroísmo […] El laurel simboliza las virtudes apolíneas y la participación en tales virtudes por el contacto con la planta consagrada. 

Jean Chevalier 

El mito de Dafne y Apolo en las artes occidentales 

Estos profundos sentidos simbólicos del relato mítico recogido por la literatura griega ha propiciado que fuera favorito (como las transformaciones de Zeus) en las artes occidentales. Para no alargar este texto, indico simplemente dos obras de primer orden:  Dafne y Apolo de Bernini y el Soneto XIII de Garcilaso de la Vega (1501-1536). 

Dafne y Apolo de Bernini  

Gian Lorenzo Bernini (1598-1680), revolucionó el arte barroco con sus cuatro esculturas (1621-1625) basadas en personajes clásicos grecorromanos para el Palacio Borghese, en Roma. Entre ellas se encuentra la maravillosa Apolo y Dafne. Realizada en mármol blanco, capta (con una sutiliza y movimientos extremos) el instante en el que la ninfa, atrapada por el dios, se va convirtiendo en árbol del laurel ante sus gritos desgarradores. Con esta obra el maestro se aparta de la sobriedad de la escultura griega en la que se había inspirado con anterioridad para regalarnos una obra plástica y expresiva al máximo. La obra es la que abre este texto.  

Dafne y Apolo en el más hermoso soneto de Garcilaso de la Vega

La lírica renacentista europea se caracteriza por la búsqueda del amor profano, la reivindicación de las lenguas vulgares y un retorno a la serenidad clásica. En este sentido, se valen de los mitos grecorromanos (sin abandonar el cristianismo) para sustentar esta nueva cosmovisión. En esta línea, se encuentra uno de los más hermosos poemas de uno de los más ilustres poetas en español de todos los tiempos (Garcilaso de la Vega) que tiene como protagonista la desdichada narración de Dafne y Apolo. 

SONETO XIII

     A Dafne ya los brazos le crecían 

y en luengos ramos vueltos se mostraban, 

en verdes hojas vi que se tornaban

los cabellos que el oro oscurecían; 

     de áspera corteza se cubrían 

los tiernos miembros que aún bullendo estaban; 

los blandos pies en tierra se hincaban 

y en torcidas raíces se volvían.

     Aquel que fue la causa de tal daño, 

a fuerza de llorar, crecer hacía 

este árbol, que con lágrimas regaba. 

     ¡Oh miserable estado, oh mal tamaño, 

que con llorarla crezca cada día

la causa y la razón por que lloraba!

En estos versos, el poeta se identifica plenamente con el dolor de un dios que ha contribuido a la destrucción de aquello que más ama. El mito de Dafne y Apolo, por tanto, nos introduce en esas dicotomías morales que, hasta el Neoclasicismo incluso, gustaban a artistas, intelectuales y poetas. Estamos, en definitiva, ante la batalla de las virtudes frente a los vicios, causantes estos de la pérdida de todo lo bueno a lo que puede aspirar el alma humana, especialmente el amor y la trascendencia. 

Imagen y texto por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla

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Dafne y Apolo

  Ovidio (43 a.C - 17 d.c) en sus Metamorfosis nos narra el mito de Dafne y Apolo que tan buen...

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Piedra de sol 

 

La treizième revient… c’est encor la première;

et c’est toujours la seule -ou c’est le seul moment;

car es-tu reine, ô toi, la première ou dernière?

es-tu roi, toi le seul ou le dernier amant? 

GÉRARD DE NERVAL, Arthémis 

 

 

un sauce de cristal, un chopo de agua, 

un alto surtidor que el viento arquea, 

un árbol bien plantado mas danzante, 

un caminar de río que se curva, 

avanza, retrocede, da un rodeo 

y llega siempre: 

                         un caminar tranquilo

de estrella o primavera sin premura, 

agua que con los párpados cerrados

mana toda la noche profecías,

unánime presencia en oleaje, 

ola tras ola hasta cubrirlo todo,

verde soberanía sin ocaso 

como el deslumbramiento de las alas

cuando se abren en mitad del cielo, 

 

un caminar entre las espesuras 

de los días futuros y el aciago 

fulgor de la desdicha como un ave 

petrificando el bosque con su canto

y las felicidades inminentes 

entre las ramas que se desvanecen,

horas de luz que pican ya los pájaros,

presagios que se escapan de la mano, 

 

una presencia como un canto súbito, 

como el viento cantando en el incendio,

una mirada que sostiene en vilo

al mundo con sus mares y sus montes,

cuerpo de luz filtrada por un ágata,

piernas de luz, vientre de luz, bahías, 

roca solar, cuerpo color de nube, 

color de día rápido que salta, 

la hora centellea y tiene cuerpo, 

el mundo ya es visible por tu cuerpo, 

es trasparente por tu transparencia, 

 

voy entre galerías de sonidos, 

fluyo entre las presencias resonantes,

voy por las transparencias como un ciego, 

un reflejo me borra, nazco en otro, 

oh bosque de pilares encantados, 

bajo los arcos de la luz penetro 

los corredores de un otoño diáfano, 

 

voy por tu cuerpo como por el mundo, 

tu vientre es una plaza soleada, 

tus pechos dos iglesias donde oficia 

la sangre sus misterios paralelos, 

mis miradas te cubren como yedra, 

eres una ciudad que el mar asedia, 

una muralla que la luz divide

en dos mitades de color durazno, 

un paraje de sal, rocas y pájaros

bajo la ley del mediodía absorto, 

 

vestida del color de mis deseos

como mi pensamiento vas desnuda, 

voy por tus ojos como por el agua, 

los tigres beben sueño en esos ojos, 

el colibrí se quema en esas llamas, 

voy por tu frente como por la luna, 

como la nube por tu pensamiento, 

voy por tu vientre como por tus sueños, 

 

tu falda de maíz ondula y canta, 

tu falda de cristal, tu falda de agua, 

tus labios, tus cabellos, tus miradas, 

toda la noche llueves, todo el día

abres mi pecho con tus dedos de agua, 

cierras mis ojos con tu boca de agua, 

sobre mis huesos llueves, en mi pecho

hunde raíces de agua un árbol líquido, 

 

voy por tu talle como por un río, 

voy por tu cuerpo como por un bosque, 

como por un sendero en la montaña 

que en un abismo brusco se termina, 

voy por tus pensamientos afilados 

y a la salida de tu blanca frente 

mi sombra despeñada se destroza,  

recojo mis fragmentos uno a uno 

y prosigo sin cuerpo, busco a tientas, 

 

corredores sin fin de la memoria, 

puertas abiertas a un salón vacío 

donde se pudren todos los veranos, 

las joyas de sed arden al fondo, 

rostro desvanecido al recordarlo, 

mano que se deshace si la toco, 

cabelleras de arañas en tumulto 

sobre sonrisas de hace muchos años, 

 

a la salida de mi frente busco, 

busco sin encontrar, busco un instante, 

un rostro de relámpago y tormenta

corriendo entre los árboles nocturnos, 

rostro de lluvia en un jardín a obscuras, 

agua tenaz que fluye a mi costado, 

 

busco sin encontrar, escribo a solas, 

no hay nadie, cae el día, cae el año, 

caigo con el instante, caigo a fondo, 

invisible camino sobre espejos

que repiten mi imagen destrozada, 

piso días, instantes caminados, 

piso los pensamientos de mi sombra, 

piso mi sombra en busca de un instante, 

 

busco una fecha viva como un pájaro, 

busco el sol de las cinco de la tarde 

templado por los muros de tezontle: 

la hora maduraba sus racimos

y al abrirse salían las muchachas

de su entraña rosada y se esparcían

por los patios de piedra del colegio, 

alta como el otoño caminaba 

envuelta por la luz bajo la arcada 

y el espacio al ceñirla la vestía

de una piel más dorada y transparente,

 

tigre color de luz, pardo venado

por los alrededores de la noche, 

entrevista muchacha reclinada

en los balcones verdes de la lluvia, 

adolescente como rostro innumerable, 

he olvidado tu nombre, Melusina, 

Laura, Isabel, Perséfone, María, 

tienes todos los rostros y ninguno, 

eres todas las horas y ninguna, 

te pareces al árbol y a la nube, 

eres todos los pájaros y un astro, 

te pareces al filo de la espada

y a la copa de sangre del verdugo,

yedra que avanza, envuelve y desarraiga

al alma y la divide de sí misma, 

 

escritura de fuego sobre el jade, 

grieta en la roca, reina de serpientes, 

columnas de vapor, fuente en la peña, 

circo lunar, peñasco de las águilas, 

grano de anís, espina diminuta

y mortal que da penas inmortales, 

pastora de valles submarinos

y guardiana del valle de los muertos, 

liana que cuelga del cantil del vértigo, 

enredadera, planta venenosa, 

flor de resurrección, uva de vida, 

señora de la flauta y del relámpago, 

terraza del jazmín, sal en la herida, 

ramo de rosas para el fusilado, 

nieve en agosto, luna del patíbulo, 

escritura del mar sobre el basalto, 

escritura del viento en el desierto, 

testamento del sol, granada, espiga, 

 

rostro de llamas, rostro devorado, 

adolescente rostro perseguido

años fantasmas, días circulares

que dan al mismo patio, al mismo muro, 

arde al instante y son un solo rostro

los sucesivos rostros de la llama, 

todos los nombres son un solo nombre, 

todos los rostros son un solo rostro, 

todos los siglos son un solo instante

y por todos los siglos de los siglos 

cierra el paso al futuro un par de ojos, 

 

no hay nada frente a mí, sólo un instante

rescatado esta noche, contra un sueño 

de ayuntadas imágenes soñado, 

duramente esculpido contra el sueño, 

arrancado a la nada de esta noche, 

a pulso levantado letra a letra, 

mientras afuera el tiempo se desboca 

y golpea las puertas de mi alma

el mundo con su horario carnicero, 

 

sólo un instante mientras las ciudades, 

los nombres, los sabores, lo vivido, 

se desmoronan en mi frente ciega, 

mientras la pesadumbre de la noche 

mi pensamiento humilla y mi esqueleto, 

y mi sangre camina más despacio

y mis dientes se aflojan y mi ojos

se nublan y los días y los años 

sus horrores vacíos acumulan, 

 

mientras el tiempo cierra su abanico 

y no hay nada detrás de sus imágenes

el instante se abisma y sobrenada

rodeado de muerte, amenazado

por la noche y su lúgubre bostezo, 

amenazado por la algarabía

de la muerte vivaz y enmascarada

el instante se abisma y se penetra, 

como un puño se cierra, como un fruto 

que madura hacia adentro de sí mismo

y a sí mismo se bebe y se derrama 

el instante translúcido se cierra

y madura hacia dentro de mí, me ocupa todo, 

me expulsa de su follaje delirante, 

mis pensamientos sólo son sus pájaros, 

su mercurio circula por mis venas,

árbol mental, frutos sabor de tiempo, 

 

oh vida por vivir ya vivida, 

tiempo que vuelve en una marejada

y se retira sin volver el rostro, 

lo que pasó no fue pero está siendo 

y silenciosamente desemboca

en otro instante que se desvanece: 

 

frente a la tarde de salitre y piedra 

armada de navajas invisibles 

una roja escritura indescifrable

escribes en mi piel y esas heridas 

como un traje de llamas me recubren, 

ardo sin consumirme, busco el agua

y en tus ojos no hay agua, son de piedra, 

y tus pechos, tu vientre, tus caderas

son de piedra, tu boca sabe a polvo,

tu boca sabe a tiempo emponzoñado, 

tu cuerpo sabe a pozo sin salida, 

pasadizo de espejos que se repiten

los ojos del sediento, pasadizo

que vuelve siempre al punto de partida, 

y tú me llevas ciego de la mano 

por esas galerías obstinadas

hacia el centro del círculo y te yergues

como un fulgor que se congela en hacha, 

como luz que desuella, fascinante 

como el cadalso para el condenado, 

flexible como el látigo y esbelta 

como un arma gemela de la luna, 

y tus palabras afiladas cavan 

mi pecho y me despueblan y vacían, 

uno a uno me arrancas los recuerdos, 

he olvidado mi nombre, mis amigos

gruñen entre los cerdos o se pudren

comidos por el sol en un barranco, 

 

no hay nada en mí sino una larga herida, 

una oquedad que ya nadie recorre,

presente sin ventanas, pensamiento 

que vuelve, se repite, se refleja 

y se pierde en su misma transparencia, 

conciencia traspasada por un ojo 

que se mira mirarse hasta anegarse 

de claridad: 

                  yo vi tu atroz escama, 

melusina, brillar verdosa alba, 

dormías enroscada entre las sábanas

y al despertar gritaste como un pájaro 

y caíste sin fin, quebrada y blanca, 

nada quedó de ti sino tu grito, 

y al cabo de los siglos me descubro 

con tos y mala vista, barajando 

viejas fotos: 

                  no hay nadie, no eres nadie, 

un montón de ceniza y una escoba, 

un cuchillo mellado y un plumero, 

un pellejo colgado de unos huesos, 

un racimo ya seco, un hoyo negro

y en el fondo del hoyo los dos ojos

de una niña ahogada hace mil años, 

 

miradas enterradas en un pozo, 

miradas que nos ven desde el principio, 

mirada niña de la madre vieja

que ve en el hijo grande un padre joven, 

mirada madre de la niña sola

que ve en el padre grande un hijo niño, 

miradas que nos miran desde el fondo

de la vida y son trampas de la muerte

-¿o es al revés: caer en esos ojos

es volver a la vida verdadera?, 

 

¡caer, volver, soñarme y que me sueñen

otros ojos futuros, otra vida, 

otras nubes, morirme de otra muerte! 

-esta noche me basta, y este instante

que no acaba de abrirse y revelarme 

dónde estuve, quién fui, cómo te llamas, 

cómo me llamo yo: 

                              ¿hacía planes

para el verano -y todos los veranos- 

en Christopher Street, hace diez años, 

con Filis que tenía dos hoyuelos

donde bebían luz los gorriones?, 

¿por la Reforma Carmen me decía

“no pesa el aire, aquí siempre es octubre”,

o se lo dijo a otro que he perdido 

o yo lo invento y nadie me lo ha dicho?, 

¿caminé por la noche de Oaxaca, 

inmensa y verdinegra como un árbol, 

hablando solo como el viento loco

y al llegar a mi cuarto -siempre un cuarto-

no me reconocieron los espejos?, 

¿desde el hotel Vernet vimos al alba

bailar con los castaños -“ya es muy tarde”

decías al peinarte y yo veía

manchas en la pared, sin decir nada?, 

¿subimos juntos a la torre, vimos 

caer la tarde desde el arrecife?,

¿comimos uvas en Bidart?, ¿compramos

gardenias en Perote?,

                                   nombres, sitios, 

calles y calles, rostros, plazas, calles, 

estaciones, un parque, cuartos solos, 

manchas en la pared, alguien se peina, 

alguien canta a mi lado, alguien se viste, 

cuartos, lugares, calles, nombres, cuartos, 

 

Madrid 1937, 

en la Plaza del Ángel las mujeres

cosían y cantaban con sus hijos, 

después sonó la alarma y hubo gritos, 

casas arrodilladas en el polvo, 

torres hendidas, frentes escupidas 

y el huracán de los motores, fijo: 

los dos se desnudaron y se amaron 

por defender nuestra porción eterna, 

nuestra ración de tiempo y paraíso, 

tocar nuestra raíz y recobrarnos, 

recobrar nuestra herencia arrebatada

por ladrones de vida hace mil siglos, 

los dos se desnudaron y besaron 

porque las desnudeces enlazadas 

saltan el tiempo y, son invulnerables, 

nada las toca, vuelven al principio, 

no hay tú ni yo, mañana, ayer ni nombres, 

verdad de los dos en sólo un cuerpo y alma, 

oh ser total…

                      cuartos a la deriva

entre ciudades que se van a pique,

cuartos y calles, nombres como heridas, 

el cuarto con ventana a otros cuartos 

con el mismo papel descolorido 

donde un hombre en camisa lee el periódico

o plancha una mujer; el cuarto claro 

que visitan las ramas del durazno; 

el otro cuarto: afuera siempre llueve. 

y hay un patio y tres niños oxidados; 

cuartos que son navíos que se mecen 

en un golfo de luz; o submarinos: 

el silencio se esparce en olas verdes, 

todo lo que tocamos fosforece; 

mausoleos del lujo, ya roídos 

los retratos, raídos los tapetes; 

trampas, celdas, cavernas encantadas, 

pajareras y cuartos numerados, 

todos se transfiguran, todos vuelan, 

cada moldura es nube, cada puerta 

da al mar, al campo, al aire, cada mesa

es un festín; cerrados como conchas

el tiempo inútilmente los asedia, 

no hay tiempo ya, ni muro: ¡espacio, espacio, 

abre la mano, coge esta riqueza, 

corta los frutos, come de la vida, 

tiéndete al pie de árbol, bebe el agua!, 

 

todo se transfigura y es sagrado, 

es el centro del mundo cada cuarto, 

es la primera noche, el primer día, 

el mundo nace cuando dos se besan, 

gota de luz de entrañas transparentes

el cuarto como un fruto se entreabre

o estalla como un astro taciturno 

y las leyes comidas de ratones, 

las rejas de los bancos y las cárceles, 

las rejas de papel, las alambradas, 

los timbres y las púas y los pinchos, 

el sermón monocorde de las armas, 

el escorpión meloso y con bonete, 

el tigre con chistera, presidente 

del Club Vegetariano y la Cruz Roja, 

el burro pedagogo, el cocodrilo

metido a redentor, padre de pueblos, 

el Jefe, el tiburón, el arquitecto 

del porvenir, el cerdo uniformado, 

el hijo predilecto de la Iglesia

que se lava la negra dentadura 

con el agua bendita y toma clases

de inglés y democracia, las paredes

invisibles, las máscaras podridas 

que dividen al hombre de los hombres, 

al hombre de sí mismo, 

                                     se derrumban 

por un instante inmenso y vislumbramos 

nuestra ciudad perdida, el desamparo

que es ser hombres, la gloria que es ser hombres

y compartir el pan, el sol, la muerte, 

el olvidado asombro de estar vivos; 

 

amar es combatir, si dos se besan 

el mundo cambia, encarnan los deseos, 

el pensamiento encarna, brotan alas

en las espaldas del esclavo, el mundo 

es real y tangible, el vino es vino, 

el pan vuelve a saber, el agua es agua, 

amar es combatir, es abrir puertas, 

dejar de ser fantasma con un número 

a perpetua cadena condenado 

por un amor sin rostro; 

                                    el mundo cambia 

si dos se miran y se reconocen, 

amar es desnudarse de los nombres: 

“déjame ser tu puta”, son palabras 

de Eloísa, mas él cedió a las leyes, 

la tomó por esposa y como premio 

lo castraron después; 

                                   mejor el crimen, 

los amantes suicidas, el incesto 

de los hermanos como dos espejos 

enamorados de su semejanza, 

mejor comer el pan envenenado, 

el adulterio en lechos de ceniza, 

los amores feroces, el delirio, 

su yedra ponzoñosa, el sodomita 

que lleva por el clavel en la solapa

un gargajo, mejor ser lapidado 

en las plazas que dar vuelta a la noria 

que exprime la substancia de la vida, 

cambia la eternidad en horas huecas, 

los minutos en cárceles, el tiempo

en monedas de cobre y mierda abstracta; 

 

mejor la castidad, flor invisible 

que se mece en los tallos del silencio, 

el difícil diamante de los santos

que filtra los deseos, sacia el tiempo, 

nupcias de la quietud y el movimiento, 

canta la soledad en su corola, 

pétalo de cristal es cada hora, 

el mundo se despoja de sus máscaras

y en su centro, vibrante transparencia, 

lo que llamamos Dios, el ser sin rostro 

emerge de sí mismo, sol de soles, 

plenitud de presencias y de nombres; 

 

sigo mi desvarío, cuartos, calles, 

camino a tientas por los corredores

del tiempo y subo y bajo sus peldaños

y sus paredes palpo y no me muevo, 

vuelvo adonde empecé, busco tu rostro, 

camino por las calles de mí mismo

bajo un sol sin edad, y tú a mi lado

caminas como un árbol, como un río

caminas y me hablas como un río, 

creces como una espiga entre mis manos, 

lates como una ardilla entre mis manos, 

vuelas como mil pájaros, tu risa

me ha cubierto de espuma, tu cabeza

es un astro pequeño entre mis manos, 

el mundo reverdece si sonríes 

comiendo una naranja, 

                                    el mundo cambia 

si dos, vertiginosos y enlazados,

caen sobre la yerba: el cielo baja, 

los árboles ascienden, el espacio 

sólo es luz y silencio, sólo espacio 

abierto para el águila del ojo, 

pasa la blanca tribu de las nubes, 

rompe amarras el cuerpo, zarpa el alma,

perdemos nuestros nombres y flotamos 

a la deriva entre el azul y el verde, 

tiempo total donde no pasa nada 

sino su propio transcurrir dichoso, 

 

no pasa nada, callas, parpadeas

(silencio: cruzó un ángel este instante

grande como la vida de cien soles), 

¿no pasa nada, sólo un parpadeo? 

-y el festín, el destierro, el primer crimen, 

la quijada del asno, el ruido opaco 

y la mirada incrédula del muerto 

al caer en el llano ceniciento, 

Agamenón y su mugido inmenso

y el repetido grito de Casandra

más fuerte que los gritos de las olas, 

Sócrates en cadenas (el sol nace, 

morir es despertar: “Critón, un gallo

a Esculapio, ya sano de la vida”), 

el chacal que diserta entre las ruinas

de Nínive, la sombra que vio Bruto 

antes de la batalla, Moctezuma

en el lecho de espinas de su insomnio, 

el viaje en la carreta hacia la muerte

-el viaje interminable mas contado

por Robespierre minuto tras minuto,

la mandíbula rota entre las manos-, 

Churruca en su barrica como un trono

escarlata, los pasos ya contados

de Lincoln al salir hacia el teatro, 

el estertor de Trotski y sus quejidos

de jabalí, Madero y su mirada

que nadie contestó. ¿por qué me matan?, 

los carajos, los ayes, los silencios

del criminal, el santo, el pobre diablo, 

cementerios de frases y de anécdotas 

que los perros retóricos escarban, 

el animal que muere y que lo sabe, 

saber común, inútil, ruido obscuro 

de la piedra que cae, el son monótono

de huesos machacados en la riña

y la boca de espuma del profeta

y su grito y el grito del verdugo 

y el grito de la víctima… 

                                       son llamas

los ojos y son llamas lo que miran, 

llama la oreja y el sonido llama, 

brasa los labios y tizón la lengua, 

el tacto y lo que toca, el pensamiento 

y lo pensado, llama el que piensa, 

todo se quema, el universo es llama, 

arde la misma nada que no es nada

sino un pensar en llamas, al fin humo: 

no hay verdugo ni víctima…

                                             ¿y el grito

en la tarde del viernes?, y el silencio

que se cubre de signos, el silencio 

que dice sin decir, ¿no dice nada?, 

¿no son nada los gritos de los hombres?,

¿no pasa nada cuando pasa el tiempo? 

 

-no pasa nada, sólo un parpadeo 

del sol, un movimiento apenas, nada, 

no hay redención, no vuelve atrás el tiempo, 

los muertos están fijos en su muerte 

y no pueden morirse de otra muerte, 

intocables, clavados en su gesto, 

desde su soledad, desde su muerte

sin remedio nos miran sin mirarnos, 

su muerte ya es la estatua de su vida, 

un siempre estar ya nada para siempre, 

cada minuto es nada para siempre, 

un rey fantasma rige tus latidos

y tu gesto final, tu dura máscara

labra sobre tu rostro cambiante: 

el monumento somos de una vida

ajena y no vivida, apenas nuestra, 

 

-¿la vida, cuándo fue de veras nuestra?, 

¿cuándo somos de veras lo que somos?,

bien mirado no somos, nunca somos

a solas sino vértigo y vacío, 

muecas en el espejo, horror y vómito, 

nunca la vida es nuestra, es de los otros, 

la vida no es de nadie, todos somos 

la vida -pan de sol para los otros, 

los otros todos que nosotros somos-, 

soy otro cuando soy, los actos míos 

son más míos si son también de todos, 

para que pueda ser he de ser otro, 

salir de mí, buscarme entre los otros, 

los otros que no son si yo no existo, 

los otros que me dan plena existencia, 

no soy, no hay yo, siempre somos nosotros, 

la vida es otra, siempre allá, más lejos, 

fuera de ti, de mí, siempre horizonte, 

vida que nos desvive y enajena, 

que nos inventa un rostro y lo desgasta, 

hambre de ser, oh muerte, pan de todos, 

 

Eloísa, Perséfone, María,

muestra tu rostro al fin para que vea 

mi cara verdadera, la del otro, 

mi cara de nosotros siempre todos, 

cara de árbol y de panadero, 

de chófer y de nube y de marino, 

cara de sol y arroyo y Pedro y Pablo, 

cara de solitario colectivo, 

despiértame, ya nazco: 

                                     vida y muerte

pactan en ti, señora de la noche, 

torre de claridad, reina del alba, 

virgen lunar, madre del agua madre, 

cuerpo del mundo, casa de la muerte, 

caigo sin fin desde mi nacimiento, 

caigo en mí mismo sin tocar mi fondo,

recógeme en tus ojos, junta el polvo 

disperso y reconcilia mis cenizas, 

ata mis huesos divididos, sopla

sobre mi ser, entiérrame en tu tierra, 

tu silencio te dé paz al pensamiento 

contra sí mismo airado; 

                                      abre la mano, 

señora de semillas que son días, 

el día es inmortal, asciende, crece, 

acaba de nacer, un nacimiento

es cada amanecer y yo amanezco, 

amanecemos todos, amanece

el sol cara de sol, Juan amanece

con su cara de Juan cara de todos, 

puerta del ser, despiértame, amanece, 

déjame ver el rostro de este día, 

déjame ver el rostro de esta noche, 

todo se comunica y transfigura, 

arco de sangre, puente de latidos, 

llévame al otro lado de esta noche, 

adonde yo soy tú somos nosotros, 

al reino de pronombres enlazados, 

 

puerta del ser: abre tu ser, despierta, 

aprende a ser también, labra tu cara, 

trabaja tus facciones, ten un rostro

para mirar mi rostro y que te mire, 

para mirar la vida hasta la muerte, 

rostro de mar, de pan, de roca y fuente, 

manantial que disuelve nuestros rostros

en el rostro sin nombre, el ser sin rostro, 

indecible presencia de presencias… 

 

quiero seguir, ir más allá, y no puedo: 

se despeñó al instante en otro y otro, 

dormí sueños de piedra que no sueña 

y al cabo de los años como piedras

oí cantar mi sangre encarcelada, 

con un rumor de luz el mar cantaba, 

una a una cedían las murallas,

todas las puertas se desmoronaban 

y el sol entraba a saco por mi frente, 

despegaba mis párpados cerrados, 

desprendía mi ser de su envoltura, 

me arrancaba de mí, me separaba

de mi bruto dormir siglos de piedra

y su magia de espejos revivía

un sauce de cristal, un chopo de agua, 

un alto surtidor que el viento arquea, 

un árbol bien plantado mas danzante, 

un caminar de río que se curva, 

avanza, retrocede, da un rodeo

y llega siempre:

 

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Piedra de sol 

 

La treizième revient… c’est encor la première;

et c’est toujours la seule -ou c’est le seul moment;

car es-tu reine, ô toi, la première ou dernière?

es-tu roi, toi le seul ou le dernier amant? 

GÉRARD DE NERVAL, Arthémis 

 

 

un sauce de cristal, un chopo de agua, 

un alto surtidor que el viento arquea, 

un árbol bien plantado mas danzante, 

un caminar de río que se curva, 

avanza, retrocede, da un rodeo 

y llega siempre: 

                         un caminar tranquilo

de estrella o primavera sin premura, 

agua que con los párpados cerrados

mana toda la noche profecías,

unánime presencia en oleaje, 

ola tras ola hasta cubrirlo todo,

verde soberanía sin ocaso 

como el deslumbramiento de las alas

cuando se abren en mitad del cielo, 

 

un caminar entre las espesuras 

de los días futuros y el aciago 

fulgor de la desdicha como un ave 

petrificando el bosque con su canto

y las felicidades inminentes 

entre las ramas que se desvanecen,

horas de luz que pican ya los pájaros,

presagios que se escapan de la mano, 

 

una presencia como un canto súbito, 

como el viento cantando en el incendio,

una mirada que sostiene en vilo

al mundo con sus mares y sus montes,

cuerpo de luz filtrada por un ágata,

piernas de luz, vientre de luz, bahías, 

roca solar, cuerpo color de nube, 

color de día rápido que salta, 

la hora centellea y tiene cuerpo, 

el mundo ya es visible por tu cuerpo, 

es trasparente por tu transparencia, 

 

voy entre galerías de sonidos, 

fluyo entre las presencias resonantes,

voy por las transparencias como un ciego, 

un reflejo me borra, nazco en otro, 

oh bosque de pilares encantados, 

bajo los arcos de la luz penetro 

los corredores de un otoño diáfano, 

 

voy por tu cuerpo como por el mundo, 

tu vientre es una plaza soleada, 

tus pechos dos iglesias donde oficia 

la sangre sus misterios paralelos, 

mis miradas te cubren como yedra, 

eres una ciudad que el mar asedia, 

una muralla que la luz divide

en dos mitades de color durazno, 

un paraje de sal, rocas y pájaros

bajo la ley del mediodía absorto, 

 

vestida del color de mis deseos

como mi pensamiento vas desnuda, 

voy por tus ojos como por el agua, 

los tigres beben sueño en esos ojos, 

el colibrí se quema en esas llamas, 

voy por tu frente como por la luna, 

como la nube por tu pensamiento, 

voy por tu vientre como por tus sueños, 

 

tu falda de maíz ondula y canta, 

tu falda de cristal, tu falda de agua, 

tus labios, tus cabellos, tus miradas, 

toda la noche llueves, todo el día

abres mi pecho con tus dedos de agua, 

cierras mis ojos con tu boca de agua, 

sobre mis huesos llueves, en mi pecho

hunde raíces de agua un árbol líquido, 

 

voy por tu talle como por un río, 

voy por tu cuerpo como por un bosque, 

como por un sendero en la montaña 

que en un abismo brusco se termina, 

voy por tus pensamientos afilados 

y a la salida de tu blanca frente 

mi sombra despeñada se destroza,  

recojo mis fragmentos uno a uno 

y prosigo sin cuerpo, busco a tientas, 

 

corredores sin fin de la memoria, 

puertas abiertas a un salón vacío 

donde se pudren todos los veranos, 

las joyas de sed arden al fondo, 

rostro desvanecido al recordarlo, 

mano que se deshace si la toco, 

cabelleras de arañas en tumulto 

sobre sonrisas de hace muchos años, 

 

a la salida de mi frente busco, 

busco sin encontrar, busco un instante, 

un rostro de relámpago y tormenta

corriendo entre los árboles nocturnos, 

rostro de lluvia en un jardín a obscuras, 

agua tenaz que fluye a mi costado, 

 

busco sin encontrar, escribo a solas, 

no hay nadie, cae el día, cae el año, 

caigo con el instante, caigo a fondo, 

invisible camino sobre espejos

que repiten mi imagen destrozada, 

piso días, instantes caminados, 

piso los pensamientos de mi sombra, 

piso mi sombra en busca de un instante, 

 

busco una fecha viva como un pájaro, 

busco el sol de las cinco de la tarde 

templado por los muros de tezontle: 

la hora maduraba sus racimos

y al abrirse salían las muchachas

de su entraña rosada y se esparcían

por los patios de piedra del colegio, 

alta como el otoño caminaba 

envuelta por la luz bajo la arcada 

y el espacio al ceñirla la vestía

de una piel más dorada y transparente,

 

tigre color de luz, pardo venado

por los alrededores de la noche, 

entrevista muchacha reclinada

en los balcones verdes de la lluvia, 

adolescente como rostro innumerable, 

he olvidado tu nombre, Melusina, 

Laura, Isabel, Perséfone, María, 

tienes todos los rostros y ninguno, 

eres todas las horas y ninguna, 

te pareces al árbol y a la nube, 

eres todos los pájaros y un astro, 

te pareces al filo de la espada

y a la copa de sangre del verdugo,

yedra que avanza, envuelve y desarraiga

al alma y la divide de sí misma, 

 

escritura de fuego sobre el jade, 

grieta en la roca, reina de serpientes, 

columnas de vapor, fuente en la peña, 

circo lunar, peñasco de las águilas, 

grano de anís, espina diminuta

y mortal que da penas inmortales, 

pastora de valles submarinos

y guardiana del valle de los muertos, 

liana que cuelga del cantil del vértigo, 

enredadera, planta venenosa, 

flor de resurrección, uva de vida, 

señora de la flauta y del relámpago, 

terraza del jazmín, sal en la herida, 

ramo de rosas para el fusilado, 

nieve en agosto, luna del patíbulo, 

escritura del mar sobre el basalto, 

escritura del viento en el desierto, 

testamento del sol, granada, espiga, 

 

rostro de llamas, rostro devorado, 

adolescente rostro perseguido

años fantasmas, días circulares

que dan al mismo patio, al mismo muro, 

arde al instante y son un solo rostro

los sucesivos rostros de la llama, 

todos los nombres son un solo nombre, 

todos los rostros son un solo rostro, 

todos los siglos son un solo instante

y por todos los siglos de los siglos 

cierra el paso al futuro un par de ojos, 

 

no hay nada frente a mí, sólo un instante

rescatado esta noche, contra un sueño 

de ayuntadas imágenes soñado, 

duramente esculpido contra el sueño, 

arrancado a la nada de esta noche, 

a pulso levantado letra a letra, 

mientras afuera el tiempo se desboca 

y golpea las puertas de mi alma

el mundo con su horario carnicero, 

 

sólo un instante mientras las ciudades, 

los nombres, los sabores, lo vivido, 

se desmoronan en mi frente ciega, 

mientras la pesadumbre de la noche 

mi pensamiento humilla y mi esqueleto, 

y mi sangre camina más despacio

y mis dientes se aflojan y mi ojos

se nublan y los días y los años 

sus horrores vacíos acumulan, 

 

mientras el tiempo cierra su abanico 

y no hay nada detrás de sus imágenes

el instante se abisma y sobrenada

rodeado de muerte, amenazado

por la noche y su lúgubre bostezo, 

amenazado por la algarabía

de la muerte vivaz y enmascarada

el instante se abisma y se penetra, 

como un puño se cierra, como un fruto 

que madura hacia adentro de sí mismo

y a sí mismo se bebe y se derrama 

el instante translúcido se cierra

y madura hacia dentro de mí, me ocupa todo, 

me expulsa de su follaje delirante, 

mis pensamientos sólo son sus pájaros, 

su mercurio circula por mis venas,

árbol mental, frutos sabor de tiempo, 

 

oh vida por vivir ya vivida, 

tiempo que vuelve en una marejada

y se retira sin volver el rostro, 

lo que pasó no fue pero está siendo 

y silenciosamente desemboca

en otro instante que se desvanece: 

 

frente a la tarde de salitre y piedra 

armada de navajas invisibles 

una roja escritura indescifrable

escribes en mi piel y esas heridas 

como un traje de llamas me recubren, 

ardo sin consumirme, busco el agua

y en tus ojos no hay agua, son de piedra, 

y tus pechos, tu vientre, tus caderas

son de piedra, tu boca sabe a polvo,

tu boca sabe a tiempo emponzoñado, 

tu cuerpo sabe a pozo sin salida, 

pasadizo de espejos que se repiten

los ojos del sediento, pasadizo

que vuelve siempre al punto de partida, 

y tú me llevas ciego de la mano 

por esas galerías obstinadas

hacia el centro del círculo y te yergues

como un fulgor que se congela en hacha, 

como luz que desuella, fascinante 

como el cadalso para el condenado, 

flexible como el látigo y esbelta 

como un arma gemela de la luna, 

y tus palabras afiladas cavan 

mi pecho y me despueblan y vacían, 

uno a uno me arrancas los recuerdos, 

he olvidado mi nombre, mis amigos

gruñen entre los cerdos o se pudren

comidos por el sol en un barranco, 

 

no hay nada en mí sino una larga herida, 

una oquedad que ya nadie recorre,

presente sin ventanas, pensamiento 

que vuelve, se repite, se refleja 

y se pierde en su misma transparencia, 

conciencia traspasada por un ojo 

que se mira mirarse hasta anegarse 

de claridad: 

                  yo vi tu atroz escama, 

melusina, brillar verdosa alba, 

dormías enroscada entre las sábanas

y al despertar gritaste como un pájaro 

y caíste sin fin, quebrada y blanca, 

nada quedó de ti sino tu grito, 

y al cabo de los siglos me descubro 

con tos y mala vista, barajando 

viejas fotos: 

                  no hay nadie, no eres nadie, 

un montón de ceniza y una escoba, 

un cuchillo mellado y un plumero, 

un pellejo colgado de unos huesos, 

un racimo ya seco, un hoyo negro

y en el fondo del hoyo los dos ojos

de una niña ahogada hace mil años, 

 

miradas enterradas en un pozo, 

miradas que nos ven desde el principio, 

mirada niña de la madre vieja

que ve en el hijo grande un padre joven, 

mirada madre de la niña sola

que ve en el padre grande un hijo niño, 

miradas que nos miran desde el fondo

de la vida y son trampas de la muerte

-¿o es al revés: caer en esos ojos

es volver a la vida verdadera?, 

 

¡caer, volver, soñarme y que me sueñen

otros ojos futuros, otra vida, 

otras nubes, morirme de otra muerte! 

-esta noche me basta, y este instante

que no acaba de abrirse y revelarme 

dónde estuve, quién fui, cómo te llamas, 

cómo me llamo yo: 

                              ¿hacía planes

para el verano -y todos los veranos- 

en Christopher Street, hace diez años, 

con Filis que tenía dos hoyuelos

donde bebían luz los gorriones?, 

¿por la Reforma Carmen me decía

“no pesa el aire, aquí siempre es octubre”,

o se lo dijo a otro que he perdido 

o yo lo invento y nadie me lo ha dicho?, 

¿caminé por la noche de Oaxaca, 

inmensa y verdinegra como un árbol, 

hablando solo como el viento loco

y al llegar a mi cuarto -siempre un cuarto-

no me reconocieron los espejos?, 

¿desde el hotel Vernet vimos al alba

bailar con los castaños -“ya es muy tarde”

decías al peinarte y yo veía

manchas en la pared, sin decir nada?, 

¿subimos juntos a la torre, vimos 

caer la tarde desde el arrecife?,

¿comimos uvas en Bidart?, ¿compramos

gardenias en Perote?,

                                   nombres, sitios, 

calles y calles, rostros, plazas, calles, 

estaciones, un parque, cuartos solos, 

manchas en la pared, alguien se peina, 

alguien canta a mi lado, alguien se viste, 

cuartos, lugares, calles, nombres, cuartos, 

 

Madrid 1937, 

en la Plaza del Ángel las mujeres

cosían y cantaban con sus hijos, 

después sonó la alarma y hubo gritos, 

casas arrodilladas en el polvo, 

torres hendidas, frentes escupidas 

y el huracán de los motores, fijo: 

los dos se desnudaron y se amaron 

por defender nuestra porción eterna, 

nuestra ración de tiempo y paraíso, 

tocar nuestra raíz y recobrarnos, 

recobrar nuestra herencia arrebatada

por ladrones de vida hace mil siglos, 

los dos se desnudaron y besaron 

porque las desnudeces enlazadas 

saltan el tiempo y, son invulnerables, 

nada las toca, vuelven al principio, 

no hay tú ni yo, mañana, ayer ni nombres, 

verdad de los dos en sólo un cuerpo y alma, 

oh ser total…

                      cuartos a la deriva

entre ciudades que se van a pique,

cuartos y calles, nombres como heridas, 

el cuarto con ventana a otros cuartos 

con el mismo papel descolorido 

donde un hombre en camisa lee el periódico

o plancha una mujer; el cuarto claro 

que visitan las ramas del durazno; 

el otro cuarto: afuera siempre llueve. 

y hay un patio y tres niños oxidados; 

cuartos que son navíos que se mecen 

en un golfo de luz; o submarinos: 

el silencio se esparce en olas verdes, 

todo lo que tocamos fosforece; 

mausoleos del lujo, ya roídos 

los retratos, raídos los tapetes; 

trampas, celdas, cavernas encantadas, 

pajareras y cuartos numerados, 

todos se transfiguran, todos vuelan, 

cada moldura es nube, cada puerta 

da al mar, al campo, al aire, cada mesa

es un festín; cerrados como conchas

el tiempo inútilmente los asedia, 

no hay tiempo ya, ni muro: ¡espacio, espacio, 

abre la mano, coge esta riqueza, 

corta los frutos, come de la vida, 

tiéndete al pie de árbol, bebe el agua!, 

 

todo se transfigura y es sagrado, 

es el centro del mundo cada cuarto, 

es la primera noche, el primer día, 

el mundo nace cuando dos se besan, 

gota de luz de entrañas transparentes

el cuarto como un fruto se entreabre

o estalla como un astro taciturno 

y las leyes comidas de ratones, 

las rejas de los bancos y las cárceles, 

las rejas de papel, las alambradas, 

los timbres y las púas y los pinchos, 

el sermón monocorde de las armas, 

el escorpión meloso y con bonete, 

el tigre con chistera, presidente 

del Club Vegetariano y la Cruz Roja, 

el burro pedagogo, el cocodrilo

metido a redentor, padre de pueblos, 

el Jefe, el tiburón, el arquitecto 

del porvenir, el cerdo uniformado, 

el hijo predilecto de la Iglesia

que se lava la negra dentadura 

con el agua bendita y toma clases

de inglés y democracia, las paredes

invisibles, las máscaras podridas 

que dividen al hombre de los hombres, 

al hombre de sí mismo, 

                                     se derrumban 

por un instante inmenso y vislumbramos 

nuestra ciudad perdida, el desamparo

que es ser hombres, la gloria que es ser hombres

y compartir el pan, el sol, la muerte, 

el olvidado asombro de estar vivos; 

 

amar es combatir, si dos se besan 

el mundo cambia, encarnan los deseos, 

el pensamiento encarna, brotan alas

en las espaldas del esclavo, el mundo 

es real y tangible, el vino es vino, 

el pan vuelve a saber, el agua es agua, 

amar es combatir, es abrir puertas, 

dejar de ser fantasma con un número 

a perpetua cadena condenado 

por un amor sin rostro; 

                                    el mundo cambia 

si dos se miran y se reconocen, 

amar es desnudarse de los nombres: 

“déjame ser tu puta”, son palabras 

de Eloísa, mas él cedió a las leyes, 

la tomó por esposa y como premio 

lo castraron después; 

                                   mejor el crimen, 

los amantes suicidas, el incesto 

de los hermanos como dos espejos 

enamorados de su semejanza, 

mejor comer el pan envenenado, 

el adulterio en lechos de ceniza, 

los amores feroces, el delirio, 

su yedra ponzoñosa, el sodomita 

que lleva por el clavel en la solapa

un gargajo, mejor ser lapidado 

en las plazas que dar vuelta a la noria 

que exprime la substancia de la vida, 

cambia la eternidad en horas huecas, 

los minutos en cárceles, el tiempo

en monedas de cobre y mierda abstracta; 

 

mejor la castidad, flor invisible 

que se mece en los tallos del silencio, 

el difícil diamante de los santos

que filtra los deseos, sacia el tiempo, 

nupcias de la quietud y el movimiento, 

canta la soledad en su corola, 

pétalo de cristal es cada hora, 

el mundo se despoja de sus máscaras

y en su centro, vibrante transparencia, 

lo que llamamos Dios, el ser sin rostro 

emerge de sí mismo, sol de soles, 

plenitud de presencias y de nombres; 

 

sigo mi desvarío, cuartos, calles, 

camino a tientas por los corredores

del tiempo y subo y bajo sus peldaños

y sus paredes palpo y no me muevo, 

vuelvo adonde empecé, busco tu rostro, 

camino por las calles de mí mismo

bajo un sol sin edad, y tú a mi lado

caminas como un árbol, como un río

caminas y me hablas como un río, 

creces como una espiga entre mis manos, 

lates como una ardilla entre mis manos, 

vuelas como mil pájaros, tu risa

me ha cubierto de espuma, tu cabeza

es un astro pequeño entre mis manos, 

el mundo reverdece si sonríes 

comiendo una naranja, 

                                    el mundo cambia 

si dos, vertiginosos y enlazados,

caen sobre la yerba: el cielo baja, 

los árboles ascienden, el espacio 

sólo es luz y silencio, sólo espacio 

abierto para el águila del ojo, 

pasa la blanca tribu de las nubes, 

rompe amarras el cuerpo, zarpa el alma,

perdemos nuestros nombres y flotamos 

a la deriva entre el azul y el verde, 

tiempo total donde no pasa nada 

sino su propio transcurrir dichoso, 

 

no pasa nada, callas, parpadeas

(silencio: cruzó un ángel este instante

grande como la vida de cien soles), 

¿no pasa nada, sólo un parpadeo? 

-y el festín, el destierro, el primer crimen, 

la quijada del asno, el ruido opaco 

y la mirada incrédula del muerto 

al caer en el llano ceniciento, 

Agamenón y su mugido inmenso

y el repetido grito de Casandra

más fuerte que los gritos de las olas, 

Sócrates en cadenas (el sol nace, 

morir es despertar: “Critón, un gallo

a Esculapio, ya sano de la vida”), 

el chacal que diserta entre las ruinas

de Nínive, la sombra que vio Bruto 

antes de la batalla, Moctezuma

en el lecho de espinas de su insomnio, 

el viaje en la carreta hacia la muerte

-el viaje interminable mas contado

por Robespierre minuto tras minuto,

la mandíbula rota entre las manos-, 

Churruca en su barrica como un trono

escarlata, los pasos ya contados

de Lincoln al salir hacia el teatro, 

el estertor de Trotski y sus quejidos

de jabalí, Madero y su mirada

que nadie contestó. ¿por qué me matan?, 

los carajos, los ayes, los silencios

del criminal, el santo, el pobre diablo, 

cementerios de frases y de anécdotas 

que los perros retóricos escarban, 

el animal que muere y que lo sabe, 

saber común, inútil, ruido obscuro 

de la piedra que cae, el son monótono

de huesos machacados en la riña

y la boca de espuma del profeta

y su grito y el grito del verdugo 

y el grito de la víctima… 

                                       son llamas

los ojos y son llamas lo que miran, 

llama la oreja y el sonido llama, 

brasa los labios y tizón la lengua, 

el tacto y lo que toca, el pensamiento 

y lo pensado, llama el que piensa, 

todo se quema, el universo es llama, 

arde la misma nada que no es nada

sino un pensar en llamas, al fin humo: 

no hay verdugo ni víctima…

                                             ¿y el grito

en la tarde del viernes?, y el silencio

que se cubre de signos, el silencio 

que dice sin decir, ¿no dice nada?, 

¿no son nada los gritos de los hombres?,

¿no pasa nada cuando pasa el tiempo? 

 

-no pasa nada, sólo un parpadeo 

del sol, un movimiento apenas, nada, 

no hay redención, no vuelve atrás el tiempo, 

los muertos están fijos en su muerte 

y no pueden morirse de otra muerte, 

intocables, clavados en su gesto, 

desde su soledad, desde su muerte

sin remedio nos miran sin mirarnos, 

su muerte ya es la estatua de su vida, 

un siempre estar ya nada para siempre, 

cada minuto es nada para siempre, 

un rey fantasma rige tus latidos

y tu gesto final, tu dura máscara

labra sobre tu rostro cambiante: 

el monumento somos de una vida

ajena y no vivida, apenas nuestra, 

 

-¿la vida, cuándo fue de veras nuestra?, 

¿cuándo somos de veras lo que somos?,

bien mirado no somos, nunca somos

a solas sino vértigo y vacío, 

muecas en el espejo, horror y vómito, 

nunca la vida es nuestra, es de los otros, 

la vida no es de nadie, todos somos 

la vida -pan de sol para los otros, 

los otros todos que nosotros somos-, 

soy otro cuando soy, los actos míos 

son más míos si son también de todos, 

para que pueda ser he de ser otro, 

salir de mí, buscarme entre los otros, 

los otros que no son si yo no existo, 

los otros que me dan plena existencia, 

no soy, no hay yo, siempre somos nosotros, 

la vida es otra, siempre allá, más lejos, 

fuera de ti, de mí, siempre horizonte, 

vida que nos desvive y enajena, 

que nos inventa un rostro y lo desgasta, 

hambre de ser, oh muerte, pan de todos, 

 

Eloísa, Perséfone, María,

muestra tu rostro al fin para que vea 

mi cara verdadera, la del otro, 

mi cara de nosotros siempre todos, 

cara de árbol y de panadero, 

de chófer y de nube y de marino, 

cara de sol y arroyo y Pedro y Pablo, 

cara de solitario colectivo, 

despiértame, ya nazco: 

                                     vida y muerte

pactan en ti, señora de la noche, 

torre de claridad, reina del alba, 

virgen lunar, madre del agua madre, 

cuerpo del mundo, casa de la muerte, 

caigo sin fin desde mi nacimiento, 

caigo en mí mismo sin tocar mi fondo,

recógeme en tus ojos, junta el polvo 

disperso y reconcilia mis cenizas, 

ata mis huesos divididos, sopla

sobre mi ser, entiérrame en tu tierra, 

tu silencio te dé paz al pensamiento 

contra sí mismo airado; 

                                      abre la mano, 

señora de semillas que son días, 

el día es inmortal, asciende, crece, 

acaba de nacer, un nacimiento

es cada amanecer y yo amanezco, 

amanecemos todos, amanece

el sol cara de sol, Juan amanece

con su cara de Juan cara de todos, 

puerta del ser, despiértame, amanece, 

déjame ver el rostro de este día, 

déjame ver el rostro de esta noche, 

todo se comunica y transfigura, 

arco de sangre, puente de latidos, 

llévame al otro lado de esta noche, 

adonde yo soy tú somos nosotros, 

al reino de pronombres enlazados, 

 

puerta del ser: abre tu ser, despierta, 

aprende a ser también, labra tu cara, 

trabaja tus facciones, ten un rostro

para mirar mi rostro y que te mire, 

para mirar la vida hasta la muerte, 

rostro de mar, de pan, de roca y fuente, 

manantial que disuelve nuestros rostros

en el rostro sin nombre, el ser sin rostro, 

indecible presencia de presencias… 

 

quiero seguir, ir más allá, y no puedo: 

se despeñó al instante en otro y otro, 

dormí sueños de piedra que no sueña 

y al cabo de los años como piedras

oí cantar mi sangre encarcelada, 

con un rumor de luz el mar cantaba, 

una a una cedían las murallas,

todas las puertas se desmoronaban 

y el sol entraba a saco por mi frente, 

despegaba mis párpados cerrados, 

desprendía mi ser de su envoltura, 

me arrancaba de mí, me separaba

de mi bruto dormir siglos de piedra

y su magia de espejos revivía

un sauce de cristal, un chopo de agua, 

un alto surtidor que el viento arquea, 

un árbol bien plantado mas danzante, 

un caminar de río que se curva, 

avanza, retrocede, da un rodeo

y llega siempre:

 

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Esta pequeña selección de poemas de Pablo Neruda (1904-1973) quiere ser solo un acercamiento al Premio Nobel de Literatura de 1971, uno de los dos únicos poetas chilenos en recibir el alto galardón. El segundo recayó en Gabriela Mistral. Hago hincapié en el término selección que significa escoger ¡y de qué manera! teniendo en cuenta la amplia producción artística de quien es, al día de hoy, una indiscutible referencia literaria. Conocido también por su trayectoria política de claro activismo y compromiso con el comunismo (ejerciendo como diplomático en Japón o Madrid), actualmente la figura de Pablo Neruda está sufriendo de la denominada cultura de cancelación por hechos de su biografía que sobrepasan el propósito de este pequeño ensayo. Sus más conocidos poemas giran en torno al amor, a la pérdida y la soledad. Están todos realizados con un sutil realismo en el que la naturaleza entra por los versos; versos que son de una fuerte originalidad a la par que rezuman sencillez. Aunque algunos de los aquí reproducidos, como “Walking Around”, tienen un cierto aura de surrealismo, no militó en literatura en corriente alguna y su opus fue evolucionando de manera personal.   

BARCAROLA de Pablo Neruda

Si solamente me tocaras el corazón, 

si solamente pusieras tu boca en mi corazón, 

tu fina boca, tus dientes, 

si pusieras tu lengua como una flecha roja

allí donde mi corazón polvoriento golpea, 

si soplaras en mi corazón, cerca del mar, llorando, 

sonaría con un ruido oscuro, con sonido de ruedas de tren con sueño, 

como aguas vacilantes, 

como el otoño en hojas, 

como sangre, 

con un ruido de llamas húmedas quemando el cielo, 

sonando como sueños o ramas o lluvias, 

o bocinas de puerto triste, 

si tú soplaras en mi corazón, cerca del mar, 

como un fantasma blanco, 

al borde de la espuma, 

en mitad del viento, 

como un fantasma desencadenado a la orilla del mar, llorando. 

 

 

Como ausencia extendida, como campana súbita, 

el mar reparte el sonido del corazón, 

lloviendo, atardeciendo, en una costa sola: 

la noche cae sin duda, 

y su lúgubre azul de estandarte en naufragio

se puebla de planetas de pata enroquecida. 

 

 

Y suena el corazón como un caracol agrio, 

llama, oh mar, oh lamento, oh derretido espanto

esparcido en desgracias y olas desvencijadas: 

de lo sonoro el mar acusa

sus sombras recostadas, sus amapolas verdes. 

 

 

Si existieras de pronto, en una costa lúgubre, 

rodeada por el día muerto, 

frente a una nueva noche, 

llena de olas, 

y soplaras en mi corazón de miedo frío, 

soplaras en la sangre sola de mi corazón, 

soplaras en su movimiento de paloma con llamas, 

sonarían sus negras sílabas de sangre, 

crecerían sus incesantes aguas rojas, 

y sonaría, sonaría a sombras, 

sonaría como la muerte, 

llamaría como un tubo lleno de viento o llanto, 

o una botella echando espanto a borbotones. 

 

 

Así es, y los relámpagos cubrirían tus trenzas 

y la lluvia entraría por tus ojos abiertos 

a preparar el llanto que sordamente encierras, 

y las alas negras del mar girarían en torno 

de ti, con grandes garras, y graznidos, y vuelos. 

 

 

Quieres ser el fantasma que sople, solitario, 

cerca del mar su estéril, triste instrumento? 

Si solamente llamaras, 

su prolongado son, su maléfico pito, 

su orden de olas heridas,

alguien vendría acaso, 

alguien vendría, 

desde las cimas de las islas, desde el fondo rojo del mar, 

alguien vendría, alguien vendría. 

 

 

Alguien vendría, sopla con furia, 

que suene como sirena de barco roto,

como lamento, 

como un relincho en medio de la espuma y la sangre, 

como un agua feroz mordiéndose y sonando. 

 

 

En la estación marina

su caracol de sombra circula como un grito, 

los pájaros del mar lo desestiman y huyen,

sus listas de sonido, sus lúgubres barrotes 

se levantan a orillas del océano solo. 

 

 

 

REPERTORIO 

  

Yo te buscaré a quién amar

antes de que no seas niño: 

después te toca abrir tu caja

y comerte tus sufrimientos. 

 

 

Yo tengo reinas encerradas

como abejas, en mi dominio, 

y tú verás una por una

cómo ellas se peinan la miel 

para vestirse de manzanas, 

para trepar a los cerezos, 

para palpitar en el humo. 

 

 

Te guardo estas novias salvajes

que te dejarán la primavera

y que no conocen el llanto. 

En el reloj del campanario

escóndete mientras desfilan

las encendidas de amaranto, 

las últimas niñas de nieve, 

las perdidas, las victoriosas, 

las coronadas de amarillo, 

las infinitamente oscuras, 

y unas, pausadamente tiernas, 

harán su baile transparente

mientras otras pasan ardiendo, 

fugaces como meteoros. 

 

 

Dime cuál quieres aún ahora, 

más tarde ya sería tarde. 

 

Hoy crees todo lo que te cuento. 

 

Mañana negarás la luz. 

 

 

Yo soy el que fabrica sueños 

y en mi casa de pluma y piedra 

con un cuchillo y un reloj 

corto las nubes y las olas, 

con todos estos elementos

ordeno mi caligrafía 

y hago crecer seres sin rumbo

que aún no podían nacer. 

 

Lo que yo quiero es que te quieran, 

Y que no conozcas la muerte. 

 

 

WALKING AROUND, uno de los poemas de Pablo Neruda más famosos 

 

Sucede que me canso de ser hombre. 

Sucede que entro en las sastrerías y en los cines

marchito, impenetrable, como un cisne de fieltro 

navegando en un agua de origen y ceniza. 

 

 

El olor de las peluquerías me hacer llorar a gritos. 

Sólo quiero un descanso de piedras o de lana, 

sólo quiero no ver establecimientos ni jardines, 

ni mercaderías, ni anteojos, ni ascensores. 

 

 

Sucede que me canso de mis pies y mis uñas

y mi pelo y mi sombra. 

Sucede que canso de ser hombre. 

 

 

Sin embargo sería delicioso

asustar a un notario con un lirio cortado 

o dar muerte a una monja con un golpe de oreja. 

Sería bello 

ir por las calles con un cuchillo verde

y dando gritos hasta morir de frío. 

 

 

No quiero seguir siendo raíz en las tinieblas, 

vacilante, extendido, tiritando de sueño, 

hacia abajo, en las tripas mojadas de la tierra, 

absorbiendo y pensando, comiendo cada día. 

 

No quiero para mí tantas desgracias.

No quiero continuar de raíz y de tumba, 

de subterráneo solo, de bodega con muertos, 

aterido, muriéndome de pena. 

 

Por eso el día lunes arde como el petróleo

cuando no me llegar con mi cara de cárcel, 

y aúlla en su transcurso como una rueda herida, 

y da pasos de sangre caliente hacia la noche. 

 

 

Y me empuja a ciertos rincones, a ciegas casas húmedas, 

a hospitales donde los huesos salen por la ventana, 

a ciertas zapaterías con olor a vinagre, 

a calles espantosas como grietas. 

 

 

Hay pájaros de color de azufre y horribles intestinos 

colgando de las puertas de las casas que odio, 

hay dentaduras olvidadas en una cafetera, 

hay espejos 

que debieran haber llorado de vergüenza y espanto, 

hay paraguas en todas partes, y venenos, y ombligos. 

 

 

Yo paseo con calma, con ojos, con zapatos, 

con furia, con olvido, 

paso, cruzo oficinas y tiendas de ortopedia, 

y patios donde hay ropas colgadas de un alambre: 

calzoncillos, toallas y camisas que lloran 

lentas lágrimas sucias. 

  

Brevísimo análisis de estos poemas de Pablo Neruda

1.- En “Barcarola” nos llegan los ecos de ese realismo mágico que impregnó la literatura hispanoamericana de la época sin que el poeta perteneciera al movimiento. Con versos blancos y libres, Pablo Neruda nos adentra en un universo musical, sensual y dirigido por una naturaleza a la que se quiere asemejar el poeta. Es la suya una palabra intimista que se aparta del rebuscamiento para adentrarse en la realidad profunda del escritor, obviando siempre a los que están a su alrededor. Entre los versos, los sentimientos se asemejan al mar, al naufragio, al graznido, a las olas… Y se completa con audaces metáforas y comparaciones: “una botella echando espanto a borbotones”. Esto último será una constante en los poemas de Pablo Neruda. Y, por último, se enlaza con la “Canción desesperada” en ese sentimiento de soledad y búsqueda del otro reflejado en la repetición de “alguien vendría”.  

2.- En “Repertorio” el poeta es el que “fabrica sueños” adentrándonos de lleno en las posibilidades de los mundos posibles. E, incluso, se enlaza con el Romanticismo literario y su concepto casi sagrado del poeta, del hacedor, del intermediario entre la realidad intangible y la mundana realidad. 

3.- “Walking Around” está en la línea  del surrealismo literario sin adentrarse en esta corriente. Simplemente toma algunos flecos a igual que también encontramos ecos del existencialismo. Nos regala asociaciones insólitas y sorprendentes (“asustar a un notario con un lirio cortado”) en el que los símbolos intervienen en todo su esplendor. El lirio, simbolización de lo bello efímero y etéreo frente al serio notario “dando fe” de la realidad material. En este sentido tenemos que entender “los espejos | que debieran haber llorado de vergüenza y espanto”. Este elemento se encarga de devolver la realidad o de actuar, tal cual hace el poeta, como el intermediario entre el mundo etéreo o espiritual y la cruda realidad material. 

Reconozco que son escasos estos tres poemas de Pablo Neruda y que la selección se queda corta teniendo en cuenta el largo quehacer artístico del escritor chileno.  

Selección por Candela Vizcaíno

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Esta pequeña selección de poemas de Pablo Neruda (1904-1973) quiere ser solo un acercamiento al Premio Nobel de Literatura de 1971, uno de los dos únicos poetas chilenos en recibir el alto galardón. El segundo recayó en Gabriela Mistral. Hago hincapié en el término selección que significa escoger ¡y de qué manera! teniendo en cuenta la amplia producción artística de quien es, al día de hoy, una indiscutible referencia literaria. Conocido también por su trayectoria política de claro activismo y compromiso con el comunismo (ejerciendo como diplomático en Japón o Madrid), actualmente la figura de Pablo Neruda está sufriendo de la denominada cultura de cancelación por hechos de su biografía que sobrepasan el propósito de este pequeño ensayo. Sus más conocidos poemas giran en torno al amor, a la pérdida y la soledad. Están todos realizados con un sutil realismo en el que la naturaleza entra por los versos; versos que son de una fuerte originalidad a la par que rezuman sencillez. Aunque algunos de los aquí reproducidos, como “Walking Around”, tienen un cierto aura de surrealismo, no militó en literatura en corriente alguna y su opus fue evolucionando de manera personal.   

BARCAROLA de Pablo Neruda

Si solamente me tocaras el corazón, 

si solamente pusieras tu boca en mi corazón, 

tu fina boca, tus dientes, 

si pusieras tu lengua como una flecha roja

allí donde mi corazón polvoriento golpea, 

si soplaras en mi corazón, cerca del mar, llorando, 

sonaría con un ruido oscuro, con sonido de ruedas de tren con sueño, 

como aguas vacilantes, 

como el otoño en hojas, 

como sangre, 

con un ruido de llamas húmedas quemando el cielo, 

sonando como sueños o ramas o lluvias, 

o bocinas de puerto triste, 

si tú soplaras en mi corazón, cerca del mar, 

como un fantasma blanco, 

al borde de la espuma, 

en mitad del viento, 

como un fantasma desencadenado a la orilla del mar, llorando. 

 

 

Como ausencia extendida, como campana súbita, 

el mar reparte el sonido del corazón, 

lloviendo, atardeciendo, en una costa sola: 

la noche cae sin duda, 

y su lúgubre azul de estandarte en naufragio

se puebla de planetas de pata enroquecida. 

 

 

Y suena el corazón como un caracol agrio, 

llama, oh mar, oh lamento, oh derretido espanto

esparcido en desgracias y olas desvencijadas: 

de lo sonoro el mar acusa

sus sombras recostadas, sus amapolas verdes. 

 

 

Si existieras de pronto, en una costa lúgubre, 

rodeada por el día muerto, 

frente a una nueva noche, 

llena de olas, 

y soplaras en mi corazón de miedo frío, 

soplaras en la sangre sola de mi corazón, 

soplaras en su movimiento de paloma con llamas, 

sonarían sus negras sílabas de sangre, 

crecerían sus incesantes aguas rojas, 

y sonaría, sonaría a sombras, 

sonaría como la muerte, 

llamaría como un tubo lleno de viento o llanto, 

o una botella echando espanto a borbotones. 

 

 

Así es, y los relámpagos cubrirían tus trenzas 

y la lluvia entraría por tus ojos abiertos 

a preparar el llanto que sordamente encierras, 

y las alas negras del mar girarían en torno 

de ti, con grandes garras, y graznidos, y vuelos. 

 

 

Quieres ser el fantasma que sople, solitario, 

cerca del mar su estéril, triste instrumento? 

Si solamente llamaras, 

su prolongado son, su maléfico pito, 

su orden de olas heridas,

alguien vendría acaso, 

alguien vendría, 

desde las cimas de las islas, desde el fondo rojo del mar, 

alguien vendría, alguien vendría. 

 

 

Alguien vendría, sopla con furia, 

que suene como sirena de barco roto,

como lamento, 

como un relincho en medio de la espuma y la sangre, 

como un agua feroz mordiéndose y sonando. 

 

 

En la estación marina

su caracol de sombra circula como un grito, 

los pájaros del mar lo desestiman y huyen,

sus listas de sonido, sus lúgubres barrotes 

se levantan a orillas del océano solo. 

 

 

 

REPERTORIO 

  

Yo te buscaré a quién amar

antes de que no seas niño: 

después te toca abrir tu caja

y comerte tus sufrimientos. 

 

 

Yo tengo reinas encerradas

como abejas, en mi dominio, 

y tú verás una por una

cómo ellas se peinan la miel 

para vestirse de manzanas, 

para trepar a los cerezos, 

para palpitar en el humo. 

 

 

Te guardo estas novias salvajes

que te dejarán la primavera

y que no conocen el llanto. 

En el reloj del campanario

escóndete mientras desfilan

las encendidas de amaranto, 

las últimas niñas de nieve, 

las perdidas, las victoriosas, 

las coronadas de amarillo, 

las infinitamente oscuras, 

y unas, pausadamente tiernas, 

harán su baile transparente

mientras otras pasan ardiendo, 

fugaces como meteoros. 

 

 

Dime cuál quieres aún ahora, 

más tarde ya sería tarde. 

 

Hoy crees todo lo que te cuento. 

 

Mañana negarás la luz. 

 

 

Yo soy el que fabrica sueños 

y en mi casa de pluma y piedra 

con un cuchillo y un reloj 

corto las nubes y las olas, 

con todos estos elementos

ordeno mi caligrafía 

y hago crecer seres sin rumbo

que aún no podían nacer. 

 

Lo que yo quiero es que te quieran, 

Y que no conozcas la muerte. 

 

 

WALKING AROUND, uno de los poemas de Pablo Neruda más famosos 

 

Sucede que me canso de ser hombre. 

Sucede que entro en las sastrerías y en los cines

marchito, impenetrable, como un cisne de fieltro 

navegando en un agua de origen y ceniza. 

 

 

El olor de las peluquerías me hacer llorar a gritos. 

Sólo quiero un descanso de piedras o de lana, 

sólo quiero no ver establecimientos ni jardines, 

ni mercaderías, ni anteojos, ni ascensores. 

 

 

Sucede que me canso de mis pies y mis uñas

y mi pelo y mi sombra. 

Sucede que canso de ser hombre. 

 

 

Sin embargo sería delicioso

asustar a un notario con un lirio cortado 

o dar muerte a una monja con un golpe de oreja. 

Sería bello 

ir por las calles con un cuchillo verde

y dando gritos hasta morir de frío. 

 

 

No quiero seguir siendo raíz en las tinieblas, 

vacilante, extendido, tiritando de sueño, 

hacia abajo, en las tripas mojadas de la tierra, 

absorbiendo y pensando, comiendo cada día. 

 

No quiero para mí tantas desgracias.

No quiero continuar de raíz y de tumba, 

de subterráneo solo, de bodega con muertos, 

aterido, muriéndome de pena. 

 

Por eso el día lunes arde como el petróleo

cuando no me llegar con mi cara de cárcel, 

y aúlla en su transcurso como una rueda herida, 

y da pasos de sangre caliente hacia la noche. 

 

 

Y me empuja a ciertos rincones, a ciegas casas húmedas, 

a hospitales donde los huesos salen por la ventana, 

a ciertas zapaterías con olor a vinagre, 

a calles espantosas como grietas. 

 

 

Hay pájaros de color de azufre y horribles intestinos 

colgando de las puertas de las casas que odio, 

hay dentaduras olvidadas en una cafetera, 

hay espejos 

que debieran haber llorado de vergüenza y espanto, 

hay paraguas en todas partes, y venenos, y ombligos. 

 

 

Yo paseo con calma, con ojos, con zapatos, 

con furia, con olvido, 

paso, cruzo oficinas y tiendas de ortopedia, 

y patios donde hay ropas colgadas de un alambre: 

calzoncillos, toallas y camisas que lloran 

lentas lágrimas sucias. 

  

Brevísimo análisis de estos poemas de Pablo Neruda

1.- En “Barcarola” nos llegan los ecos de ese realismo mágico que impregnó la literatura hispanoamericana de la época sin que el poeta perteneciera al movimiento. Con versos blancos y libres, Pablo Neruda nos adentra en un universo musical, sensual y dirigido por una naturaleza a la que se quiere asemejar el poeta. Es la suya una palabra intimista que se aparta del rebuscamiento para adentrarse en la realidad profunda del escritor, obviando siempre a los que están a su alrededor. Entre los versos, los sentimientos se asemejan al mar, al naufragio, al graznido, a las olas… Y se completa con audaces metáforas y comparaciones: “una botella echando espanto a borbotones”. Esto último será una constante en los poemas de Pablo Neruda. Y, por último, se enlaza con la “Canción desesperada” en ese sentimiento de soledad y búsqueda del otro reflejado en la repetición de “alguien vendría”.  

2.- En “Repertorio” el poeta es el que “fabrica sueños” adentrándonos de lleno en las posibilidades de los mundos posibles. E, incluso, se enlaza con el Romanticismo literario y su concepto casi sagrado del poeta, del hacedor, del intermediario entre la realidad intangible y la mundana realidad. 

3.- “Walking Around” está en la línea  del surrealismo literario sin adentrarse en esta corriente. Simplemente toma algunos flecos a igual que también encontramos ecos del existencialismo. Nos regala asociaciones insólitas y sorprendentes (“asustar a un notario con un lirio cortado”) en el que los símbolos intervienen en todo su esplendor. El lirio, simbolización de lo bello efímero y etéreo frente al serio notario “dando fe” de la realidad material. En este sentido tenemos que entender “los espejos | que debieran haber llorado de vergüenza y espanto”. Este elemento se encarga de devolver la realidad o de actuar, tal cual hace el poeta, como el intermediario entre el mundo etéreo o espiritual y la cruda realidad material. 

Reconozco que son escasos estos tres poemas de Pablo Neruda y que la selección se queda corta teniendo en cuenta el largo quehacer artístico del escritor chileno.  

Selección por Candela Vizcaíno

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El más justo de los centauros, Quirón

Iliada, X, 832   

¿Quiénes son los centauros de la mitología griega?  

Los centauros son seres híbridos, monstruosos, salvajes, populares y altamente presentes en la mitología griega. Habitan los bosques donde viven escondidos en cuevas y comiendo carne cruda. Escurridizos al máximo, tienen la cabeza, el tronco y las extremidades superiores en forma humana mientras que el resto del cuerpo es la de un caballo, con sus cuatro patas incluidas. Pueden ser tanto hombres como mujeres y su espíritu guerrero los hace especiales para las batallas a campo abierto.  

Nos encontramos dos ramas familiares. Unos proceden de Ixión, rey de Tesalia, y de la diosa Hera metamorfoseada en nube para conseguir esta unión antinatura. Los vástagos y descendientes de esta rama se caracterizan por la fuerza bruta, representación del inconsciente oscuro, instintivo, salvaje y destructor. La otra línea no tiene parentesco con esta, ya que proceden de los amores entre la ninfa Filira y Cronos, el titán del tiempo, metamorfoseado en caballo, también para conseguir unirse a la bella ninfa sin que esta ofreciera resistencia. Son estos los que abanderan, en la guerra, el servicio por medio de la ley. Por eso, es frecuente que sean representados con arcos y flechas o en el campo de batalla. A esta rama genética pertenece el centauro Quirón, el más famoso de todos gracias a las virtudes y habilidades que hizo gala en vida.   

¿Y quién era el centauro Quirón protector de los médicos y la cirujanos?  

Seguimos con el mito.  Nace de los amores de la ninfa Filira y de Cronos, tal como he anotado arriba. Ésta, horrorizada de la criatura que ha traído al mundo, lo abandona en el bosque para que perezca de inanición. Sin embargo, los dioses que gustan de intervenir en todos los asuntos terrenales, se inmiscuyen. Apolo y Artimisa, recogen a Quirón siendo un bebé. Lo adoptan y lo educan en distintas artes: medicina, música, secreto de las plantas medicinales o la caza. Y gracias a esta instrucción, se aparta del carácter salvaje de los de su especie. Quirón, dotado con la inmortalidad, cultivó la inteligencia y la cortesía. Llegó a ser reconocido y respetado como  sabio (sobrenombre por el que es conocido) al dedicarse a la curación del cuerpo, a la medicina, a la botica tradicional, a la música y a perfeccionar el arte del manejo del arco y la flecha. Fue, además, elegido para que fuera maestro y preceptor de los grandes primeros héroes de la mitología griega: Aquiles, Esculapio, Castor, Polux o Teseo, el rey griego que, siendo príncipe, dio muerte al minotauro. Es el protector de la medicina y la cirugía; en definitiva de las artes que reparan el cuerpo físico sin contar con los males del alma.   

Además, al centauro Quirón lo vemos involucrado en el relato de los inicios de los tiempos paganos, cuando los dioses y los titanes rivalizaban por el control del mundo. Fue alcanzado accidentalmente por una flecha envenenada procedente del arco de Heracles. Incapaz de curarse y de soportar el sufrimiento deseó la mortalidad, la cual regalo a Prometeo. ¿Y quién era éste? Fue el titán que desafió las normas de los dioses al robar el fuego sagrado y regalarlo a los hombres. Con ello se dio comienzo a la civilización. El problema llegó cuando Zeus entró en tal cólera que castigó cruelmente tanto al titán como a los humanos. A estos les entregó la caja de Pandora, que, al abrirla, desperdigó todos los males y bondades del universo. Prometeo, recibió una tortura aún mayor, ya que fue encadenado a una columna donde un águila le devoraba a diario un hígado que se regeneraba cada noche. De este sufrimiento eterno se conmovió el centauro Quirón, ya aquejado por el dolor de su herida incurable. Generosamente, le regaló la inmortalidad a Prometeo, tras ser liberado por Heracles, dando fin a sus sufrimientos. Zeus, conmovido por tal acto de generosidad, convirtió al centauro Quirón en una constelación, la de Sagitario, que aún brilla en los cielos y rige los destinos de las personas nacidas a finales de otoño. 

Sentido simbólico del centauro Quirón de la mitología griega 

Tras la propuesta del inconsciente de Freud y, especialmente, con los avances en el estudio de los arquetipos de Jung, se revisa la mitología y la literatura griega a luz de estas nuevas investigaciones. Y nos encontramos que todos y cada uno de sus protagonistas, actúan como símbolos primigenios inconscientes y universales. Son mitos, en definitiva, que narran y explican los orígenes del mundo con todos sus seres dentro y, a la vez, las características, contradicciones, grandezas y miserias que rondan el espíritu humano. El centauro Quirón no es una excepción. Es un ser híbrido, mitad hombre mitad caballo, condenado a ser un salvaje. Sin embargo, no lo es, ya que, debido a su educación y formación de la mano de los dioses, se eleva de los institutos y brutalidad de los de su especie para abrazar lo mejor de la civilización, la misma que quiere asemejarse a los dioses. Quirón, es una contradicción extrema, ya que se sitúa en las últimas fronteras de una especie híbrida. Da lo mejor de sí al curar y al regalar su vida con generosidad.  Si los centauros representan los instintos, la fuerza brutal carnal y la violencia, Quirón se sitúa en el extremo contrario.  

En las obras de arte, el rostro de los centauros está generalmente marcado por la tristeza. Simbolizan la concupiscencia carnal con todas su brutales violencias que vuelve al hombre parecido a las bestias, cuando no está equilibrada por el poder espiritual. Son la imagen chocante de la doble naturaleza del hombre, una bestial, otra divina. Son la antítesis del jinete, que doma y amaestra las fuerzas elementales, ya que los centauros, excepto Quirón y sus hermanos, están dominados por los instintos salvajes incontrolados. Se los ha visto también como imagen de lo inconsciente, que llega a adueñarse de la persona, la libra a sus impulsos y abole la lucha interior.  

Jean Chevalier: Diccionario de símbolos 

La figura del centauro Quirón ha sido reivindicada desde la Antigüedad por esa capacidad de trascender a pesar de la genética (término contemporáneo) o de las cargas y mandatos presentes por nacimiento. Es un ser que, a través de la formación y la educación, se vuelve inteligente. Y su sabiduría lo hace amable, desprendido, cortés y, en último extremo, tan generoso que regala su inmortalidad. Representa, por tanto, la victoria de la luz del conocimiento sobre la oscuridad del inconsciente.  

Implica una contradicción señalada por signos complementarios: el centauro, cuyo sobrenombre es el “sabio”, fue iniciado en el arte médico por obra de Apolo. La visión mítica de la medicina (Apolo) y la búsqueda primitiva de las causas orgánicas (Quirón) se aúnan con la intención de librarse de las prácticas supersticiosas de la magia. Al respecto, la medicina representada por Quirón debe ser considerada como un progreso. Progreso que no es, de todas maneras suficiente. Hijo de Cronos (el tiempo devorador), Quirón es inmortal: a través de los siglos y renaciendo, la medicina quirónica se opondrá, como Cronos, al espíritu (Zeus, padre de Apolo). Siendo médico hábil, se obstinará en no curar más que el cuerpo. Símbolo de la práctica médica a través de los siglos. Quirón tiene en el pie una herida incurable. Le viene de una flecha (arma del arquero Apolo, símbolo solar). La herida del pie simboliza la incurable herida del alma: la ausencia de una justa medida que rige la interdependencia de alma y cuerpo. Sanador del cuerpo, el propio Quirón padece un mal incurable. Ninguna otra imagen podría expresar mejor la posición de la visión mítica respecto de una medicina que descarta la enseñanza de su verdadero inspirador: el iniciador Apolo.  

Paul Diel: El simbolismo en la mitología griega 

La grandeza del centauro Quirón, por tanto, estriba en su capacidad para trascender la naturaleza dada y para superarse constantemente regalando los mejores dones que adornan a la raza humana, aquellos que los acerca a los dioses. 

Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla

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El más justo de los centauros, Quirón

Iliada, X, 832   

¿Quiénes son los centauros de la mitología griega?  

Los centauros son seres híbridos, monstruosos, salvajes, populares y altamente presentes en la mitología griega. Habitan los bosques donde viven escondidos en cuevas y comiendo carne cruda. Escurridizos al máximo, tienen la cabeza, el tronco y las extremidades superiores en forma humana mientras que el resto del cuerpo es la de un caballo, con sus cuatro patas incluidas. Pueden ser tanto hombres como mujeres y su espíritu guerrero los hace especiales para las batallas a campo abierto.  

Nos encontramos dos ramas familiares. Unos proceden de Ixión, rey de Tesalia, y de la diosa Hera metamorfoseada en nube para conseguir esta unión antinatura. Los vástagos y descendientes de esta rama se caracterizan por la fuerza bruta, representación del inconsciente oscuro, instintivo, salvaje y destructor. La otra línea no tiene parentesco con esta, ya que proceden de los amores entre la ninfa Filira y Cronos, el titán del tiempo, metamorfoseado en caballo, también para conseguir unirse a la bella ninfa sin que esta ofreciera resistencia. Son estos los que abanderan, en la guerra, el servicio por medio de la ley. Por eso, es frecuente que sean representados con arcos y flechas o en el campo de batalla. A esta rama genética pertenece el centauro Quirón, el más famoso de todos gracias a las virtudes y habilidades que hizo gala en vida.   

¿Y quién era el centauro Quirón protector de los médicos y la cirujanos?  

Seguimos con el mito.  Nace de los amores de la ninfa Filira y de Cronos, tal como he anotado arriba. Ésta, horrorizada de la criatura que ha traído al mundo, lo abandona en el bosque para que perezca de inanición. Sin embargo, los dioses que gustan de intervenir en todos los asuntos terrenales, se inmiscuyen. Apolo y Artimisa, recogen a Quirón siendo un bebé. Lo adoptan y lo educan en distintas artes: medicina, música, secreto de las plantas medicinales o la caza. Y gracias a esta instrucción, se aparta del carácter salvaje de los de su especie. Quirón, dotado con la inmortalidad, cultivó la inteligencia y la cortesía. Llegó a ser reconocido y respetado como  sabio (sobrenombre por el que es conocido) al dedicarse a la curación del cuerpo, a la medicina, a la botica tradicional, a la música y a perfeccionar el arte del manejo del arco y la flecha. Fue, además, elegido para que fuera maestro y preceptor de los grandes primeros héroes de la mitología griega: Aquiles, Esculapio, Castor, Polux o Teseo, el rey griego que, siendo príncipe, dio muerte al minotauro. Es el protector de la medicina y la cirugía; en definitiva de las artes que reparan el cuerpo físico sin contar con los males del alma.   

Además, al centauro Quirón lo vemos involucrado en el relato de los inicios de los tiempos paganos, cuando los dioses y los titanes rivalizaban por el control del mundo. Fue alcanzado accidentalmente por una flecha envenenada procedente del arco de Heracles. Incapaz de curarse y de soportar el sufrimiento deseó la mortalidad, la cual regalo a Prometeo. ¿Y quién era éste? Fue el titán que desafió las normas de los dioses al robar el fuego sagrado y regalarlo a los hombres. Con ello se dio comienzo a la civilización. El problema llegó cuando Zeus entró en tal cólera que castigó cruelmente tanto al titán como a los humanos. A estos les entregó la caja de Pandora, que, al abrirla, desperdigó todos los males y bondades del universo. Prometeo, recibió una tortura aún mayor, ya que fue encadenado a una columna donde un águila le devoraba a diario un hígado que se regeneraba cada noche. De este sufrimiento eterno se conmovió el centauro Quirón, ya aquejado por el dolor de su herida incurable. Generosamente, le regaló la inmortalidad a Prometeo, tras ser liberado por Heracles, dando fin a sus sufrimientos. Zeus, conmovido por tal acto de generosidad, convirtió al centauro Quirón en una constelación, la de Sagitario, que aún brilla en los cielos y rige los destinos de las personas nacidas a finales de otoño. 

Sentido simbólico del centauro Quirón de la mitología griega 

Tras la propuesta del inconsciente de Freud y, especialmente, con los avances en el estudio de los arquetipos de Jung, se revisa la mitología y la literatura griega a luz de estas nuevas investigaciones. Y nos encontramos que todos y cada uno de sus protagonistas, actúan como símbolos primigenios inconscientes y universales. Son mitos, en definitiva, que narran y explican los orígenes del mundo con todos sus seres dentro y, a la vez, las características, contradicciones, grandezas y miserias que rondan el espíritu humano. El centauro Quirón no es una excepción. Es un ser híbrido, mitad hombre mitad caballo, condenado a ser un salvaje. Sin embargo, no lo es, ya que, debido a su educación y formación de la mano de los dioses, se eleva de los institutos y brutalidad de los de su especie para abrazar lo mejor de la civilización, la misma que quiere asemejarse a los dioses. Quirón, es una contradicción extrema, ya que se sitúa en las últimas fronteras de una especie híbrida. Da lo mejor de sí al curar y al regalar su vida con generosidad.  Si los centauros representan los instintos, la fuerza brutal carnal y la violencia, Quirón se sitúa en el extremo contrario.  

En las obras de arte, el rostro de los centauros está generalmente marcado por la tristeza. Simbolizan la concupiscencia carnal con todas su brutales violencias que vuelve al hombre parecido a las bestias, cuando no está equilibrada por el poder espiritual. Son la imagen chocante de la doble naturaleza del hombre, una bestial, otra divina. Son la antítesis del jinete, que doma y amaestra las fuerzas elementales, ya que los centauros, excepto Quirón y sus hermanos, están dominados por los instintos salvajes incontrolados. Se los ha visto también como imagen de lo inconsciente, que llega a adueñarse de la persona, la libra a sus impulsos y abole la lucha interior.  

Jean Chevalier: Diccionario de símbolos 

La figura del centauro Quirón ha sido reivindicada desde la Antigüedad por esa capacidad de trascender a pesar de la genética (término contemporáneo) o de las cargas y mandatos presentes por nacimiento. Es un ser que, a través de la formación y la educación, se vuelve inteligente. Y su sabiduría lo hace amable, desprendido, cortés y, en último extremo, tan generoso que regala su inmortalidad. Representa, por tanto, la victoria de la luz del conocimiento sobre la oscuridad del inconsciente.  

Implica una contradicción señalada por signos complementarios: el centauro, cuyo sobrenombre es el “sabio”, fue iniciado en el arte médico por obra de Apolo. La visión mítica de la medicina (Apolo) y la búsqueda primitiva de las causas orgánicas (Quirón) se aúnan con la intención de librarse de las prácticas supersticiosas de la magia. Al respecto, la medicina representada por Quirón debe ser considerada como un progreso. Progreso que no es, de todas maneras suficiente. Hijo de Cronos (el tiempo devorador), Quirón es inmortal: a través de los siglos y renaciendo, la medicina quirónica se opondrá, como Cronos, al espíritu (Zeus, padre de Apolo). Siendo médico hábil, se obstinará en no curar más que el cuerpo. Símbolo de la práctica médica a través de los siglos. Quirón tiene en el pie una herida incurable. Le viene de una flecha (arma del arquero Apolo, símbolo solar). La herida del pie simboliza la incurable herida del alma: la ausencia de una justa medida que rige la interdependencia de alma y cuerpo. Sanador del cuerpo, el propio Quirón padece un mal incurable. Ninguna otra imagen podría expresar mejor la posición de la visión mítica respecto de una medicina que descarta la enseñanza de su verdadero inspirador: el iniciador Apolo.  

Paul Diel: El simbolismo en la mitología griega 

La grandeza del centauro Quirón, por tanto, estriba en su capacidad para trascender la naturaleza dada y para superarse constantemente regalando los mejores dones que adornan a la raza humana, aquellos que los acerca a los dioses. 

Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla

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El mito de Prometeo encadenado tiene lugar a inicios de los tiempos paganos, cuando los dioses y los titanes se enfrascaron en terribles luchas por repartirse el mundo. Es aquí, en el Olimpo, cuando un titán, de nombre Prometeo, contraviene todas las reglas y roba el fuego sagrado. Y lo hace, además, para regalárselo a los hombres, en principio, excluidos de los privilegios terrenales y, por supuesto, de los celestiales. Como el fuego permite la artesanía, la gastronomía, la construcción y también la agricultura, con este gesto que aparece en el mito de Prometeo se da inicio a la civilización. Por tanto, los hombres comienzan, también, a rivalizar con los dioses, ya que se aspira a los mismos dones espirituales e inmortales. Enfurecido Zeus, rey de los cielos, castiga tanto a la raza humana como al ambicioso Prometeo y lo hace, además y como veremos, con una crueldad extrema. 

El mito de Prometeo 

Por un lado, castiga a los hombres por su osadía y lo hace a través de la caja de Pandora. No me extiendo mucho, ya que el tema ha sido tratado en este mismo espacio. Zeus crea desde el barro (como la Eva bíblica a través de la costilla de Adán y Pigmalión) una escultura a la que insufla vida y pide al resto de los dioses que la adorne con alguna de sus características. La bella muchacha, dotada con una insaciable curiosidad, recibe una caja (aunque la traducción correcta sería una tinaja) donde se esconden todos los males y bondades de este mundo. Es apercibida para que no abra el recipiente. Sin embargo, Pandora, llevada por su curiosidad insaciable, lo abre y se desata una nube de truenos esparciendo por todos los rincones del universo los males y, también, las grandezas de la creación. Cuando atina a cerrar la caja, únicamente queda en el fondo de ella la esperanza, el último asidero humano.  

Para Prometeo, Zeus le tenía reservado una tortura mucho más cruel, ya que lo ata a una columna donde un águila sagrada le devora el hígado cada día. Este miembro se regenera de noche sin interrupción y vuelta a empezar el festín del águila hasta la eternidad. Esta tortura acaba al liberarle Heracles (el Hércules romano) cuando se dirigía de camino al jardín de las Hésperides, el último de sus doce trabajos.  Con su flecha, mata al águila y, además, rompe las cadenas que ataban a Prometeo a la columna. ¿Por qué no castigó Zeus a Heracles cuando libera a su prisionero? Sencillamente, porque era su hijo, nacido del vientre de una princesa mortal.   

En cuanto a Prometeo, el de los sutiles designios, Zeus lo carga de lazos inextricables, trabas dolorosas que enrolla a media altura de una columna. Luego suelta sobre él un águila con las alas explayadas, y el águila como su hígado inmortal, y el hígado se regenera por la noche, igual en todo al que ha devorado el pájaro de las alas desplegadas durante el día. 

Hesiodo: Teogonía 

Aún nos queda otro protagonista en el mito de Prometeo encadenado y este es Quirón, el sabio, protector de la medicina y conocedor de las plantas medicinales. Es un híbrido como el minotauro, nacido de los amores (no consentidos) de una ninfa metamorfoseada en yegua y de Cronos. No era salvaje como los demás centauros (hombres con cuerpo de caballo), sino amable, sabio, estudioso y cortés. A causa de su naturaleza, sufría espiritualmente y decide regalarle la inmortalidad a Prometeo, el ladrón del fuego y promotor de la civilización humana.   

Significado simbólico del mito de Prometeo 

[Al robar] el fuego brillante del que nacen todas las artes, para ofrecerlo a los mortales… ese fuego, señor de todas las artes, tesoro sin precio. Sí, dice Prometeo, yo he liberado a los hombres de la obsesión de la muerte… he instalado en ellos las ciegas esperanzas… les he regalado el fuego… de él aprenderán artes sin números. 

Esquilo: Prometeo encadenado

Prometeo significa pensamiento previsor. Simboliza la revuelta de la mente, la que no se conforma con la animalidad o los instintos y quiere asemejarse a los dioses.  Es la creación a través de la imaginación. En él recaen los mundos posibles por muy complicados o sencillos que estos sean.  Él es el promotor de la revolución del espíritu, la que busca lo sagrado en lo más recóndito inconsciente de la raza humana. Es, por otro lado, una figura práctica, alejada de la contemplación o del conocimiento sin más utilidad. Recordemos que roba el fuego, el inicio de la civilización y el progreso.  

El fuego hurtado simboliza el intelecto reducido a no ser más que el medio de satisfacción de deseos multiplicados, cuya exaltación es contraria al sentido evolutivo de la vida. El intelecto sublevado prefiere la tierra frente al espíritu: ha desencadenado los deseos terrenales y semejante no es sino un encadenamiento a la tierra.  

Paul Dies: El simbolismo en la mitología griega 

Por otro lado, no podemos olvidar la muerte del centauro Quirón (al regalar generosamente su inmortalidad). Esta hay que interpretarla como el sacrificio de los deseos en favor de los dones del espíritu creador, el mismo que ata a la raza humana a la tierra, pero también la eleva desde los instintos. Quirón es la medicina, la curación, el conocimiento, el afán de saber y, además, el deseo de superación característico del ser humano. Es tan consustancial que forma parte del inconsciente colectivo descrito por C.G. Jung.  

[Prometeo está] bajo la dependencia absoluta del principio de utilidad. Proponemos pues colocar bajo el nombre de complejo de Prometeo todas las tendencias que nos empujan a saber tanto como nuestros padres, más que nuestros padres, tanto como nuestros maestros, más que nuestros maestros. Ahora bien, es manejado el objeto, perfeccionando nuestro conocimiento objetivo que podemos esperar ponernos más claramente al nivel intelectual que admiramos en nuestros padres y en nuestros maestros. La supremacía gracias a instintos más poderosos tienta naturalmente a un número mucho mayor de individuos, pero mentes más raras deben ser también examinadas por el psicólogo. Aunque la intelectualidad pura es excepcional, no por ello deja de ser muy característica de una evolución específicamente humana. El complejo de Prometeo es el complejo de Edipo de la vida intelectual.  

Gastón Bachelard: El psicoanálisis del fuego 

El mito de Prometeo encadenado nos remite, por tanto, al inicio de los tiempos cuando los hombres se sacuden de la animalidad, de la irracionalidad y de los instintos para comenzar la civilización. Esta supone, por supuesto, el progreso material pero también la conciencia de finitud y el afán de espiritualidad. El autoconocimiento necesario para cualquier avance llega de ese fuego robado a los dioses que Prometeo regala a la raza humana. Lo pagó con una cruel tortura, en principio, por la eternidad. Fueron Heracles y Quirón quienes permitieron, primero, su libertad y, luego, la inmortalidad, los mismos dones, junto con el progreso, a los que aspira cada uno de los miembros de la raza humana desde el inicio de los tiempos. 

Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la universidad de Sevilla

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El mito de Prometeo encadenado tiene lugar a inicios de los tiempos paganos, cuando los dioses y los titanes se enfrascaron en terribles luchas por repartirse el mundo. Es aquí, en el Olimpo, cuando un titán, de nombre Prometeo, contraviene todas las reglas y roba el fuego sagrado. Y lo hace, además, para regalárselo a los hombres, en principio, excluidos de los privilegios terrenales y, por supuesto, de los celestiales. Como el fuego permite la artesanía, la gastronomía, la construcción y también la agricultura, con este gesto que aparece en el mito de Prometeo se da inicio a la civilización. Por tanto, los hombres comienzan, también, a rivalizar con los dioses, ya que se aspira a los mismos dones espirituales e inmortales. Enfurecido Zeus, rey de los cielos, castiga tanto a la raza humana como al ambicioso Prometeo y lo hace, además y como veremos, con una crueldad extrema. 

El mito de Prometeo 

Por un lado, castiga a los hombres por su osadía y lo hace a través de la caja de Pandora. No me extiendo mucho, ya que el tema ha sido tratado en este mismo espacio. Zeus crea desde el barro (como la Eva bíblica a través de la costilla de Adán y Pigmalión) una escultura a la que insufla vida y pide al resto de los dioses que la adorne con alguna de sus características. La bella muchacha, dotada con una insaciable curiosidad, recibe una caja (aunque la traducción correcta sería una tinaja) donde se esconden todos los males y bondades de este mundo. Es apercibida para que no abra el recipiente. Sin embargo, Pandora, llevada por su curiosidad insaciable, lo abre y se desata una nube de truenos esparciendo por todos los rincones del universo los males y, también, las grandezas de la creación. Cuando atina a cerrar la caja, únicamente queda en el fondo de ella la esperanza, el último asidero humano.  

Para Prometeo, Zeus le tenía reservado una tortura mucho más cruel, ya que lo ata a una columna donde un águila sagrada le devora el hígado cada día. Este miembro se regenera de noche sin interrupción y vuelta a empezar el festín del águila hasta la eternidad. Esta tortura acaba al liberarle Heracles (el Hércules romano) cuando se dirigía de camino al jardín de las Hésperides, el último de sus doce trabajos.  Con su flecha, mata al águila y, además, rompe las cadenas que ataban a Prometeo a la columna. ¿Por qué no castigó Zeus a Heracles cuando libera a su prisionero? Sencillamente, porque era su hijo, nacido del vientre de una princesa mortal.   

En cuanto a Prometeo, el de los sutiles designios, Zeus lo carga de lazos inextricables, trabas dolorosas que enrolla a media altura de una columna. Luego suelta sobre él un águila con las alas explayadas, y el águila como su hígado inmortal, y el hígado se regenera por la noche, igual en todo al que ha devorado el pájaro de las alas desplegadas durante el día. 

Hesiodo: Teogonía 

Aún nos queda otro protagonista en el mito de Prometeo encadenado y este es Quirón, el sabio, protector de la medicina y conocedor de las plantas medicinales. Es un híbrido como el minotauro, nacido de los amores (no consentidos) de una ninfa metamorfoseada en yegua y de Cronos. No era salvaje como los demás centauros (hombres con cuerpo de caballo), sino amable, sabio, estudioso y cortés. A causa de su naturaleza, sufría espiritualmente y decide regalarle la inmortalidad a Prometeo, el ladrón del fuego y promotor de la civilización humana.   

Significado simbólico del mito de Prometeo 

[Al robar] el fuego brillante del que nacen todas las artes, para ofrecerlo a los mortales… ese fuego, señor de todas las artes, tesoro sin precio. Sí, dice Prometeo, yo he liberado a los hombres de la obsesión de la muerte… he instalado en ellos las ciegas esperanzas… les he regalado el fuego… de él aprenderán artes sin números. 

Esquilo: Prometeo encadenado

Prometeo significa pensamiento previsor. Simboliza la revuelta de la mente, la que no se conforma con la animalidad o los instintos y quiere asemejarse a los dioses.  Es la creación a través de la imaginación. En él recaen los mundos posibles por muy complicados o sencillos que estos sean.  Él es el promotor de la revolución del espíritu, la que busca lo sagrado en lo más recóndito inconsciente de la raza humana. Es, por otro lado, una figura práctica, alejada de la contemplación o del conocimiento sin más utilidad. Recordemos que roba el fuego, el inicio de la civilización y el progreso.  

El fuego hurtado simboliza el intelecto reducido a no ser más que el medio de satisfacción de deseos multiplicados, cuya exaltación es contraria al sentido evolutivo de la vida. El intelecto sublevado prefiere la tierra frente al espíritu: ha desencadenado los deseos terrenales y semejante no es sino un encadenamiento a la tierra.  

Paul Dies: El simbolismo en la mitología griega 

Por otro lado, no podemos olvidar la muerte del centauro Quirón (al regalar generosamente su inmortalidad). Esta hay que interpretarla como el sacrificio de los deseos en favor de los dones del espíritu creador, el mismo que ata a la raza humana a la tierra, pero también la eleva desde los instintos. Quirón es la medicina, la curación, el conocimiento, el afán de saber y, además, el deseo de superación característico del ser humano. Es tan consustancial que forma parte del inconsciente colectivo descrito por C.G. Jung.  

[Prometeo está] bajo la dependencia absoluta del principio de utilidad. Proponemos pues colocar bajo el nombre de complejo de Prometeo todas las tendencias que nos empujan a saber tanto como nuestros padres, más que nuestros padres, tanto como nuestros maestros, más que nuestros maestros. Ahora bien, es manejado el objeto, perfeccionando nuestro conocimiento objetivo que podemos esperar ponernos más claramente al nivel intelectual que admiramos en nuestros padres y en nuestros maestros. La supremacía gracias a instintos más poderosos tienta naturalmente a un número mucho mayor de individuos, pero mentes más raras deben ser también examinadas por el psicólogo. Aunque la intelectualidad pura es excepcional, no por ello deja de ser muy característica de una evolución específicamente humana. El complejo de Prometeo es el complejo de Edipo de la vida intelectual.  

Gastón Bachelard: El psicoanálisis del fuego 

El mito de Prometeo encadenado nos remite, por tanto, al inicio de los tiempos cuando los hombres se sacuden de la animalidad, de la irracionalidad y de los instintos para comenzar la civilización. Esta supone, por supuesto, el progreso material pero también la conciencia de finitud y el afán de espiritualidad. El autoconocimiento necesario para cualquier avance llega de ese fuego robado a los dioses que Prometeo regala a la raza humana. Lo pagó con una cruel tortura, en principio, por la eternidad. Fueron Heracles y Quirón quienes permitieron, primero, su libertad y, luego, la inmortalidad, los mismos dones, junto con el progreso, a los que aspira cada uno de los miembros de la raza humana desde el inicio de los tiempos. 

Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la universidad de Sevilla

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No sabemos el porqué Dédalo e Ícaro estaban presos en la isla de Creta por orden del rey Minos. No nos ha llegado esa información. Sin embargo, sí conocemos el papel determinante del padre (Dédalo) en los acontecimientos fundamentales de la isla. Fue él el que construyó una vaca de madera revestida de piel auténtica donde se introdujo la reina Pasifae (a la sazón esposa de Minos) para ser poseída por el toro sagrado regalo del dios de los mares. Vamos, que Dédalo, de una manera u otra, colaboró en la aberrante infidelidad conyugal. Además, de resultas de estos amores contra natura, nació el minotauro, mitad hombre mitad toro, que fue encerrado en un laberinto también construido por Dédalo. También fue este ingenioso creador el que facilitó el hilo de Ariadna con el que Teseo pudo dar muerte al monstruo.  

Los motivos para que Minos estuviera enfadado no acaban aquí,  ya que, tras la muerte del minotauro, quedó sin efecto la obligatoriedad del botín de guerra de los siete muchachos y las siete doncellas que, en sacrificio, se ofrecían al monstruo, el cual, recordemos, únicamente se alimentaba de carne humana. Así que Minos, rey de Creta, tendría más que motivos suficientes para estar enfadado con Dédalo, ya que este había intervenido (con su arte y talento, eso sí) en todos los sucesos en torno al mito del minotauro. El relato de la literatura griega nos dice que Dédalo e Ícaro estaban encerrados en el laberinto construido por el primero. 

Seguimos con el mito de Ícaro  

Tenemos, pues, que tanto Dédalo como su hijo Ícaro estaban presos, por orden del rey Minos, en el famoso laberinto de Creta y esta vez sin hilo de Ariadna para salir de él. Sin embargo, el ingenioso creador, con el fin de escapar de prisión, se las ingenió una vez más con un nuevo invento. Así fue recogiendo plumas de aves y ceras de abejas y con ellas construyó un par de alas tanto para sí como para su hijo. Estas se ataron a los brazos y con ellas pretendían eludir el cautiverio impuesto.  

Dédalo era un hombre inteligente así que instruyó primero a su hijo con las indicaciones necesarias para llevar la aventura a buen puerto. No debían acercarse al sol porque, con su calor, se derretiría la cera de abeja. Y tampoco debían acercarse al agua ya que, al mojarse las plumas, sería imposible, debido al peso, poder seguir volando. Lo harían, tal como se ve en la imagen, moviendo los brazos cual aves que surcan los cielos.  

Así, ya pertrechados con el nuevo invento de Dédalo, pudieron escapar de la prisión de Minos. El objetivo era llegar hasta Sicilia para comenzar una nueva vida. Salieron volando y todo iba según lo previsto. Sin embargo, a la altura de la actual isla de Icaria (llamada así en honor del desdichado joven), al norte de Creta, Ícaro, henchido de vanidad por la hazaña que estaban realizando, hizo caso omiso a las instrucciones de su padre y se fue acercando progresivamente al sol. De nada sirvieron los gritos del anciano conminándole a llevar un vuelo moderado. El muchacho, siguió, siguió y siguió  hasta que el calor derritió la cera de sus alas y estas se disolvieron. Y, como Ícaro no era un pájaro, se precipitó en el mar donde murió ahogado. 

Dédalo, aunque consternado por la muerte de su hijo, se dirigió solo a Sicilia donde acabó sus días. Algunos autores sostienen que siguió inventando ya que llegó con un rudimentario barco de vela. En tierras italianas, en el templo de Apolo, ofreció sus alas a la divinidad.  

Significado simbólico del mito de Ícaro 

La narración ha servido para mostrar los pecados de la vanidad y la imprudencia, especialmente entre la juventud. A pesar de su valentía, esta, por la desmesura, se vuelve temeridad y es la causante de la muerte del muchacho. El mito de Ícaro ha sido estudiado con profundidad desde la publicación del concepto de inconsciente según Freud y, especialmente, desde la aceptación del inconsciente colectivo de C.G. Jung. Su acción es considerada un símbolo de la temeridad de la juventud que, en su arrogancia, cree saberlo todo y no escucha el consejo de los sabios precipitándose, como el joven del mito, en su propia desdicha. 

También es visto como la ceguera que impide ver lo importante y empuja a acciones sin pensar y razonar. Además, el mito de Ícaro, fue recogido y utilizado profusamente durante la Edad Media, cuando los scriptoria de los monasterios recogían los retazos de la cultura clásica. Fue uno de los pocos que se estudió a la luz del cristianismo (a pesar de ser un mito pagano). Se entendía como el símbolo del falso amor cuando el único y verdadero proviene de Dios. Además, el mito de Ícaro era utilizado para explicar los peligros a los que se enfrenta un alma que pretende elevarse sin estar preparada. 

Ícaro es el símbolo de la inteligencia que peca de insensata… de la imaginación perversa; es una personificación mítica de la deformación del psiquismo, caracterizada por la exaltación sentimental y vanidosa respecto al espíritu. Ícaro representa al nervioso y su suerte. La insensata tentativa de Ícaro resulta proverbial por la nerviosidad a su más alto grado, por una forma de enfermedad de la mente: la locura de grandeza, la megalomanía. 

Paul Del: El simbolismo en la mitología griega

En definitiva, el mito de Ícaro nos introduce en los peligros de la vanidad que, por insensatez y por no tener en cuenta lo verdadero, precipita al individuo hacia su perdición. Es, en esencia, la simbolización de la megalomanía destructora. Además y por último, la imagen del joven griego ahogándose en el mar, por su imprudencia, ha sido favorita de los artistas occidentales desde el Renacimiento.  

Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla

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No sabemos el porqué Dédalo e Ícaro estaban presos en la isla de Creta por orden del rey Minos. No nos ha llegado esa información. Sin embargo, sí conocemos el papel determinante del padre (Dédalo) en los acontecimientos fundamentales de la isla. Fue él el que construyó una vaca de madera revestida de piel auténtica donde se introdujo la reina Pasifae (a la sazón esposa de Minos) para ser poseída por el toro sagrado regalo del dios de los mares. Vamos, que Dédalo, de una manera u otra, colaboró en la aberrante infidelidad conyugal. Además, de resultas de estos amores contra natura, nació el minotauro, mitad hombre mitad toro, que fue encerrado en un laberinto también construido por Dédalo. También fue este ingenioso creador el que facilitó el hilo de Ariadna con el que Teseo pudo dar muerte al monstruo.  

Los motivos para que Minos estuviera enfadado no acaban aquí,  ya que, tras la muerte del minotauro, quedó sin efecto la obligatoriedad del botín de guerra de los siete muchachos y las siete doncellas que, en sacrificio, se ofrecían al monstruo, el cual, recordemos, únicamente se alimentaba de carne humana. Así que Minos, rey de Creta, tendría más que motivos suficientes para estar enfadado con Dédalo, ya que este había intervenido (con su arte y talento, eso sí) en todos los sucesos en torno al mito del minotauro. El relato de la literatura griega nos dice que Dédalo e Ícaro estaban encerrados en el laberinto construido por el primero. 

Seguimos con el mito de Ícaro  

Tenemos, pues, que tanto Dédalo como su hijo Ícaro estaban presos, por orden del rey Minos, en el famoso laberinto de Creta y esta vez sin hilo de Ariadna para salir de él. Sin embargo, el ingenioso creador, con el fin de escapar de prisión, se las ingenió una vez más con un nuevo invento. Así fue recogiendo plumas de aves y ceras de abejas y con ellas construyó un par de alas tanto para sí como para su hijo. Estas se ataron a los brazos y con ellas pretendían eludir el cautiverio impuesto.  

Dédalo era un hombre inteligente así que instruyó primero a su hijo con las indicaciones necesarias para llevar la aventura a buen puerto. No debían acercarse al sol porque, con su calor, se derretiría la cera de abeja. Y tampoco debían acercarse al agua ya que, al mojarse las plumas, sería imposible, debido al peso, poder seguir volando. Lo harían, tal como se ve en la imagen, moviendo los brazos cual aves que surcan los cielos.  

Así, ya pertrechados con el nuevo invento de Dédalo, pudieron escapar de la prisión de Minos. El objetivo era llegar hasta Sicilia para comenzar una nueva vida. Salieron volando y todo iba según lo previsto. Sin embargo, a la altura de la actual isla de Icaria (llamada así en honor del desdichado joven), al norte de Creta, Ícaro, henchido de vanidad por la hazaña que estaban realizando, hizo caso omiso a las instrucciones de su padre y se fue acercando progresivamente al sol. De nada sirvieron los gritos del anciano conminándole a llevar un vuelo moderado. El muchacho, siguió, siguió y siguió  hasta que el calor derritió la cera de sus alas y estas se disolvieron. Y, como Ícaro no era un pájaro, se precipitó en el mar donde murió ahogado. 

Dédalo, aunque consternado por la muerte de su hijo, se dirigió solo a Sicilia donde acabó sus días. Algunos autores sostienen que siguió inventando ya que llegó con un rudimentario barco de vela. En tierras italianas, en el templo de Apolo, ofreció sus alas a la divinidad.  

Significado simbólico del mito de Ícaro 

La narración ha servido para mostrar los pecados de la vanidad y la imprudencia, especialmente entre la juventud. A pesar de su valentía, esta, por la desmesura, se vuelve temeridad y es la causante de la muerte del muchacho. El mito de Ícaro ha sido estudiado con profundidad desde la publicación del concepto de inconsciente según Freud y, especialmente, desde la aceptación del inconsciente colectivo de C.G. Jung. Su acción es considerada un símbolo de la temeridad de la juventud que, en su arrogancia, cree saberlo todo y no escucha el consejo de los sabios precipitándose, como el joven del mito, en su propia desdicha. 

También es visto como la ceguera que impide ver lo importante y empuja a acciones sin pensar y razonar. Además, el mito de Ícaro, fue recogido y utilizado profusamente durante la Edad Media, cuando los scriptoria de los monasterios recogían los retazos de la cultura clásica. Fue uno de los pocos que se estudió a la luz del cristianismo (a pesar de ser un mito pagano). Se entendía como el símbolo del falso amor cuando el único y verdadero proviene de Dios. Además, el mito de Ícaro era utilizado para explicar los peligros a los que se enfrenta un alma que pretende elevarse sin estar preparada. 

Ícaro es el símbolo de la inteligencia que peca de insensata… de la imaginación perversa; es una personificación mítica de la deformación del psiquismo, caracterizada por la exaltación sentimental y vanidosa respecto al espíritu. Ícaro representa al nervioso y su suerte. La insensata tentativa de Ícaro resulta proverbial por la nerviosidad a su más alto grado, por una forma de enfermedad de la mente: la locura de grandeza, la megalomanía. 

Paul Del: El simbolismo en la mitología griega

En definitiva, el mito de Ícaro nos introduce en los peligros de la vanidad que, por insensatez y por no tener en cuenta lo verdadero, precipita al individuo hacia su perdición. Es, en esencia, la simbolización de la megalomanía destructora. Además y por último, la imagen del joven griego ahogándose en el mar, por su imprudencia, ha sido favorita de los artistas occidentales desde el Renacimiento.  

Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla

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Mito de Ícaro

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El mito de la caja de Pandora se remonta al relato del inicio del mundo, cuando los dioses del Olimpo luchan contra los titanes para hacerse con el poder, tanto de los cielos como de la tierra. Es en ese momento de refriega cuando se reparten los dones que cada uno podía disfrutar. En principio, los humanos estaban despojados de ciertas prerrogativas, entre ellas la del fuego, el mismo que da inicio a la civilización y a la cultura (que nos aleja de los instintos). Los dioses y los titanes habían acordado dejarles un papel residual en la creación. Sin embargo, Prometeo, un titán, robó el fuego del Olimpo y lo entregó a los humanos dándoles, por tanto, poder con este gesto. Y con ello, puso las bases para la civilización y el desarrollo. Zeus, encolerizado por la traición, urdió su venganza. Y lo hizo a través de Pandora. Para Prometeo tenía reservado un castigo aún más cruel, ya que lo ató a una columna donde un águila le devorada cada día un hígado que crecía de noche. De esta tortura eterna lo liberó Heracles, de camino a liquidar el último de sus doce trabajos. 

¿Quién era Pandora, la de caja o la tinaja? 

Los relatos sobre esta figura tienen variantes. Algunos la colocan en una familia, entre padre y madre. Sin embargo, la tradición ha aceptado la descripción de su nacimiento recogida por Hesiodo (siglo VIII o VII a.C) en su Teogonía que reproduzco a continuación. Pandora, como Eva o como Pigmalión, es un producto, una creación de los dioses. Se construye de barro y todos los dioses intervienen en su nacimiento. Por tanto, cada uno de ellos aporta una virtud y/o un vicio que los caracteriza. Así, en ella se concentran los bienes y también los males. Recordemos, llegados a este punto, que Pandora significa “todos los dones o todos los regalos”, algunos de ellos, por supuesto, con veneno incluido. 

¿Cómo castiga Zeus a los humanos? 

Enfadado por la traición de Prometeo que entrega el fuego de la civilización a los hombres, el rey del Olimpo crea a esta mujer del barro y le insufla vida. Cada uno de los dioses le aporta algo de ellos mismos. Así Pandora no solo tendrá esencia humana (animal, bestial o instintiva) sino también divina (razón, curiosidad, virtudes o afanes). Sale a la vida con una caja, aunque, en el texto original se alude a una tinaja, a una especie de ánfora donde se guardaban los alimentos. El error es debido a una mala traducción por parte de Erasmo de Rotterdam (1466-1536). Para este trabajo aceptamos la palabra caja. En la misma, los dioses del Olimpo introducen todos los males y todos los bienes que afectan a la humanidad: la enfermedad, la muerte, la esperanza, el dolor, el odio, la alegría… Todos y cada uno están en la caja encerrados y, por tanto, la primera civilización de hombres y mujeres vivía ajena a ellos, en estado natural. 

Sin embargo, Pandora llevaba en sí el afán de la curiosidad (característico de la raza humana) y se decide a abrir la caja desobedeciendo el mandato de los dioses. Al abrirla se desperdiga todo ello por el mundo afectando desde entonces a la humanidad. Horrorizada Pandora por lo que había hecho, intenta cerrar la caja y únicamente queda en el fondo la esperanza, el último don que mantiene en pie al ser humano cuando todo se desmorona. 

La caja de Pandora en la literatura griega

Aunque la mitología antigua es recogida con profusión en la literatura griega, la figura de Pandora y su caja apenas es tratada. El texto más largo y detallado es el ya mencionado de Hesiodo que la describe de la siguiente manera:  

Mandaré a los hombres, dijo Zeus, un mal, en el que todos, en el fondo de su corazón, se complacerán, rodeando de amor su propia enfermedad.  Lo dijo y echóse a reír, el padre de los dioses  y los hombres; y mandó al ilustre Hefesto mojar con agua un poco de tierra sin tardar, ponerla la voz y las fuerzas de un ser humano y formar de la pasta, a imagen de la diosas inmortales, un hermoso cuerpo amable de virgen; ordenó también que Atenea le enseñara las labores y el tejido de mil colores; que Afrodita de oro le ungiera su frente de la gracia, y le comunicara el doloroso deseo y la inquietud que rompe los miembros. Asimismo mandó a Hermes, el Mensajero, matador de Argos, que inspirara la impudicia y la falsedad a la bella virgen. Dijo, y todos obedecieron al señor Zeus, el Crónida. El ilustre Cojo modeló al punto la forma de una casta virgen, conforme a lo ordenado. La diosa de los ojos garzos, Atenea, la adornó. Y le ciñó su cinto. Alrededor de su cuello, las Gracias divinas, la augusta Persuasión colgaron collares de oro; a su alrededor las Horas de hermosos cabellos dispusieron guirnaldas de flores primaverales. Palas Ateneas le puso todas sus vestimentas y adornos.  Y,  su seno, el Mensajero, matador de Argos, colmó de embustes, adulaciones y perfidias, tal como lo había querido el tronitonante Zeus. Finalmente el heraldo de los dioses puso en ella la palabra y a esta mujer dio el nombre de Pandora, porque fueron todos los habitantes del Olimpo que, con semejante presente, regalaron la desgracia a los hombres que comen pan. 

Hesiodo: Teogonía

Por tanto, la caja de Pandora es la representación de la venganza de los dioses a una humanidad que quiere tener los mismos privilegios que los habitantes del Olimpo. Con ella se accede al conocimiento que propicia la civilización pero también a todos los males que rondan el espíritu (a veces atormentado y a ratos esperanzado) de la raza humana.  

La caja de Pandora, entre Eva y Pigmalión

El mito de Pigmalión alude a un rey escultor que se enamora de la belleza de una de sus estatuas. La diosa Afrodita, la del amor, se apiada del desdichado humano y le insufla vida a la escultura. Estamos, por tanto, ante otro relato de creación a través de un mujer que, de alguna manera u otra, viene del barro, tal como Eva (a partir de Adán que es creado de arcilla) y como Pandora que es moldeada por los mismos dioses del Olimpo. Para rizar un poco el rizo, se denomina efecto Pigmalión a la capacidad que lo exterior tiene de influir sobre lo interior. A través de este proceso se moldea (como Pandora, Eva y la escultura del rey griego) los caracteres humanos. Así, la caja de Pandora viene a representar todo aquello de divino y transformador (tanto lo bueno como lo malo) que se crea con la civilización. 

Pandora simboliza el origen de los males de la humanidad: estos vienen por la mujer, según el mito, y ésta se forma por orden de Zeus, como castigo a la desobediencia de Prometeo, que ha robado el fuego del cielo para dárselo a los hombres. Según la leyenda de Pandora, el hombre recibe los beneficios del fuego, a pesar de los dioses, y los desaguisados de la mujer, a pesar suyo. La mujer es el precio del fuego, que da a la humanidad inmenso poder, pero que puede traer su infortunio, tanto como su dicha, según sea recto o perverso el deseo de los hombres.  

Jean Chevalier: Diccionario de símbolos

Y, por último, tengamos presente que la caja de Pandora se ha tratado con profusión por los artistas a partir del Renacimiento, cuando se vuelve a la cultura greco-latina a través de los pocos textos conservados en la Edad Media. Fue también del agrado de los simbolistas, siempre en búsqueda de aquello espiritual que hay en los relatos míticos. Además y por último, el tema fue abordado también por los pintores del prerrafaelismo y su gusto por las figuras que hoy en día podríamos calificar de mujeres fatales.  

Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla

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El mito de la caja de Pandora se remonta al relato del inicio del mundo, cuando los dioses del Olimpo luchan contra los titanes para hacerse con el poder, tanto de los cielos como de la tierra. Es en ese momento de refriega cuando se reparten los dones que cada uno podía disfrutar. En principio, los humanos estaban despojados de ciertas prerrogativas, entre ellas la del fuego, el mismo que da inicio a la civilización y a la cultura (que nos aleja de los instintos). Los dioses y los titanes habían acordado dejarles un papel residual en la creación. Sin embargo, Prometeo, un titán, robó el fuego del Olimpo y lo entregó a los humanos dándoles, por tanto, poder con este gesto. Y con ello, puso las bases para la civilización y el desarrollo. Zeus, encolerizado por la traición, urdió su venganza. Y lo hizo a través de Pandora. Para Prometeo tenía reservado un castigo aún más cruel, ya que lo ató a una columna donde un águila le devorada cada día un hígado que crecía de noche. De esta tortura eterna lo liberó Heracles, de camino a liquidar el último de sus doce trabajos. 

¿Quién era Pandora, la de caja o la tinaja? 

Los relatos sobre esta figura tienen variantes. Algunos la colocan en una familia, entre padre y madre. Sin embargo, la tradición ha aceptado la descripción de su nacimiento recogida por Hesiodo (siglo VIII o VII a.C) en su Teogonía que reproduzco a continuación. Pandora, como Eva o como Pigmalión, es un producto, una creación de los dioses. Se construye de barro y todos los dioses intervienen en su nacimiento. Por tanto, cada uno de ellos aporta una virtud y/o un vicio que los caracteriza. Así, en ella se concentran los bienes y también los males. Recordemos, llegados a este punto, que Pandora significa “todos los dones o todos los regalos”, algunos de ellos, por supuesto, con veneno incluido. 

¿Cómo castiga Zeus a los humanos? 

Enfadado por la traición de Prometeo que entrega el fuego de la civilización a los hombres, el rey del Olimpo crea a esta mujer del barro y le insufla vida. Cada uno de los dioses le aporta algo de ellos mismos. Así Pandora no solo tendrá esencia humana (animal, bestial o instintiva) sino también divina (razón, curiosidad, virtudes o afanes). Sale a la vida con una caja, aunque, en el texto original se alude a una tinaja, a una especie de ánfora donde se guardaban los alimentos. El error es debido a una mala traducción por parte de Erasmo de Rotterdam (1466-1536). Para este trabajo aceptamos la palabra caja. En la misma, los dioses del Olimpo introducen todos los males y todos los bienes que afectan a la humanidad: la enfermedad, la muerte, la esperanza, el dolor, el odio, la alegría… Todos y cada uno están en la caja encerrados y, por tanto, la primera civilización de hombres y mujeres vivía ajena a ellos, en estado natural. 

Sin embargo, Pandora llevaba en sí el afán de la curiosidad (característico de la raza humana) y se decide a abrir la caja desobedeciendo el mandato de los dioses. Al abrirla se desperdiga todo ello por el mundo afectando desde entonces a la humanidad. Horrorizada Pandora por lo que había hecho, intenta cerrar la caja y únicamente queda en el fondo la esperanza, el último don que mantiene en pie al ser humano cuando todo se desmorona. 

La caja de Pandora en la literatura griega

Aunque la mitología antigua es recogida con profusión en la literatura griega, la figura de Pandora y su caja apenas es tratada. El texto más largo y detallado es el ya mencionado de Hesiodo que la describe de la siguiente manera:  

Mandaré a los hombres, dijo Zeus, un mal, en el que todos, en el fondo de su corazón, se complacerán, rodeando de amor su propia enfermedad.  Lo dijo y echóse a reír, el padre de los dioses  y los hombres; y mandó al ilustre Hefesto mojar con agua un poco de tierra sin tardar, ponerla la voz y las fuerzas de un ser humano y formar de la pasta, a imagen de la diosas inmortales, un hermoso cuerpo amable de virgen; ordenó también que Atenea le enseñara las labores y el tejido de mil colores; que Afrodita de oro le ungiera su frente de la gracia, y le comunicara el doloroso deseo y la inquietud que rompe los miembros. Asimismo mandó a Hermes, el Mensajero, matador de Argos, que inspirara la impudicia y la falsedad a la bella virgen. Dijo, y todos obedecieron al señor Zeus, el Crónida. El ilustre Cojo modeló al punto la forma de una casta virgen, conforme a lo ordenado. La diosa de los ojos garzos, Atenea, la adornó. Y le ciñó su cinto. Alrededor de su cuello, las Gracias divinas, la augusta Persuasión colgaron collares de oro; a su alrededor las Horas de hermosos cabellos dispusieron guirnaldas de flores primaverales. Palas Ateneas le puso todas sus vestimentas y adornos.  Y,  su seno, el Mensajero, matador de Argos, colmó de embustes, adulaciones y perfidias, tal como lo había querido el tronitonante Zeus. Finalmente el heraldo de los dioses puso en ella la palabra y a esta mujer dio el nombre de Pandora, porque fueron todos los habitantes del Olimpo que, con semejante presente, regalaron la desgracia a los hombres que comen pan. 

Hesiodo: Teogonía

Por tanto, la caja de Pandora es la representación de la venganza de los dioses a una humanidad que quiere tener los mismos privilegios que los habitantes del Olimpo. Con ella se accede al conocimiento que propicia la civilización pero también a todos los males que rondan el espíritu (a veces atormentado y a ratos esperanzado) de la raza humana.  

La caja de Pandora, entre Eva y Pigmalión

El mito de Pigmalión alude a un rey escultor que se enamora de la belleza de una de sus estatuas. La diosa Afrodita, la del amor, se apiada del desdichado humano y le insufla vida a la escultura. Estamos, por tanto, ante otro relato de creación a través de un mujer que, de alguna manera u otra, viene del barro, tal como Eva (a partir de Adán que es creado de arcilla) y como Pandora que es moldeada por los mismos dioses del Olimpo. Para rizar un poco el rizo, se denomina efecto Pigmalión a la capacidad que lo exterior tiene de influir sobre lo interior. A través de este proceso se moldea (como Pandora, Eva y la escultura del rey griego) los caracteres humanos. Así, la caja de Pandora viene a representar todo aquello de divino y transformador (tanto lo bueno como lo malo) que se crea con la civilización. 

Pandora simboliza el origen de los males de la humanidad: estos vienen por la mujer, según el mito, y ésta se forma por orden de Zeus, como castigo a la desobediencia de Prometeo, que ha robado el fuego del cielo para dárselo a los hombres. Según la leyenda de Pandora, el hombre recibe los beneficios del fuego, a pesar de los dioses, y los desaguisados de la mujer, a pesar suyo. La mujer es el precio del fuego, que da a la humanidad inmenso poder, pero que puede traer su infortunio, tanto como su dicha, según sea recto o perverso el deseo de los hombres.  

Jean Chevalier: Diccionario de símbolos

Y, por último, tengamos presente que la caja de Pandora se ha tratado con profusión por los artistas a partir del Renacimiento, cuando se vuelve a la cultura greco-latina a través de los pocos textos conservados en la Edad Media. Fue también del agrado de los simbolistas, siempre en búsqueda de aquello espiritual que hay en los relatos míticos. Además y por último, el tema fue abordado también por los pintores del prerrafaelismo y su gusto por las figuras que hoy en día podríamos calificar de mujeres fatales.  

Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla

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La caja de Pandora

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El mito del minotauro simboliza en su conjunto el combate espiritual contra el rechazo. 

 

Paul Diel: El simbolismo en la mitología griega 

 

A la hora de adentrarnos en la narración y el sentido simbólico del conocido el laberinto del minotauro, tenemos que presentar, como si de una función de teatro se tratara, a los personajes. El primero es Minos rey de creta, casado con Pasifae y que pide ayuda a Poseidón. Minos y Pasifae son los padres de Ariadna, la protagonista del hilo de Ariadna. Y la reina es la madre de Asterión, el minotauro. En el otro lado, está Atenas enemistada con Creta y cuyo príncipe (y luego rey), Teseo, dará muerte al monstruo.  

El laberinto del minotauro y el mito que lo alimenta  

Vamos a la trama de la obra. Minos, rey de Creta, ansioso por ocupar el trono de su país tras la muerte de su padre, pide ayuda a Poseidón. El dios de los océanos le concede la gracia a cambio de que sacrifique un bello toro blanco que surgirá de las espumas del mar. Sin embargo el rey, embriagado por la belleza del animal, pretende engañar a Poseidón y, en su lugar, coloca en los altares uno corriente de su ganadería. Ni que decir tiene que esto llega a conocimiento del dios que, tras el ataque del ira, urde una cruel venganza. 

Y lo hace a través de Pasifae, esposa de Minos y reina de Creta. Inocula en ella una pasión aberrante hacia el toro. Es del tal intensidad que pide ayuda a Dédalo (a la sazón arquitecto real) para que construya una vaca de madera revestida de piel y en cuyo hueco se introduce para ser poseída por el toro divino. De resultas de estos abyectos amores nace Asterión (llamado como su abuelo paterno). Él es el minotauro, mitad hombre y mitad toro. Se alimenta de carne humana. 

GeorgeF.Watts Minotauros 

Asterión es el minotauro a quien encierran en el laberinto 

Comienza así el mito del minotauro, la bestia nacida tras amores prohibidos y que aterroriza a toda Creta. Horrorizada, la reina pide, de nuevo, ayuda a Dédalo y este construye un laberinto donde deposita, en su centro, a la criatura. En principio, para que muriera de inanición. Nace así el emplazamiento de leyenda, un lugar en este mundo tan complejo y complicado que nadie puede salir de él pereciendo, por tanto, en el intento. En el centro del mismo (como un tesoro) vive o descansa una bestia que, tras los estudios sobre el inconsciente colectivo de C.G. Jung, se ha alineado con el símbolo de lo oscuro, de los vicios desconocidos, de lo abyecto que, de no salir a la luz para domeñarlo, amenaza con ocupar todo el alma humana. El laberinto tiene puertas, recovecos y es imposible de recorrer. Ha sido objeto de fascinación por parte de escritores y artistas por su áurea simbólica. Dejo aquí al lector interesado una visión (fabulada por supuesto) del gran maestro Jorge Luis Borges (1899-1986) de este emplazamiento entre el mito, la magia y la antropología. 

Sé que me acusan de soberbia, y tal vez de misantropía, y tal vez de locura. Tales acusaciones (que yo castigaré a su debido tiempo) son irrisorias. Es verdad que no salgo de mi casa, pero también es verdad que sus puertas (cuyo número es infinito) están abiertas día y noche a los hombres y también a los animales. Que entre el que quiera. No hallará pompas mujeriles aquí ni el bizarro aparato de los palacios pero sí la quietud y la soledad. Asimismo hallará una casa como no hay otra en la faz de la tierra. (Mienten los que declaran que en Egipto hay una parecida.) Hasta mis detractores admiten que no hay un solo mueble en la casa. Otra especie ridícula es que yo, Asterión, soy un prisionero. ¿Repetiré que no hay puerta cerrada, añadiré que no hay cerradura? Por lo demás, algún atardecer he pisado la calle; sin antes de la noche volví, lo hice por el temor que me infundieron las caras de la plebe, caras descoloridas y aplanadas, como la mano abierta.  

Y más adelante, Asterión, el minotauro, sigue describiendo su casa ya en los términos de laberinto.  

Todas las partes de la casa están muchas veces, cualquier lugar es otro lugar. No hay un aljibe, un patio, un abrevadero, un pesebre; son catorce los pesebres, abrevaderos, patios, aljibes. La casa es del tamaño del mundo; mejor dicho, es el mundo. Sin embargo, a fuerza de fatigar patios con un aljibe y polvorientas galerías de piedra gris he alcanzado la calle y he visto el templo de las Hachas y el mar.  

“La casa de Asterión” en El Aleph (1949) de Jorge Luis Borges 

Asterión, Teseo y Ariadna  

Las cosas se complican aún más, ya  que Minos, rey de Creta, vence en batalla a Atenas y, como pago, pide cada año siete doncellas y siete muchachos. Estos se ofrecen en sacrificio a la bestia. Tal es la destrucción que Teseo, en ese momento príncipe ateniense, solicita a su padre y al rey enemigo matar al monstruo. En la audiencia de palacio conoce a Ariadna, princesa cretense e hija de Minos y Pasifae. Por tanto, la muchacha es hermana (de un solo vínculo) del minotauro que aterriza a todos. Es en ese momento cuando empieza la historia de amor de Teseo y Ariadna, aunque, al final, se descubre que solo la joven tiene nobles sentimientos.  

Seguimos con este breve resumen de Teseo y el minotauro. Otros antes que él se habían atrevido a entrar en el laberinto y el resultado había sido la muerte. Así que Ariadna, para salvaguardar al joven, solicita ayuda, de nuevo, a Dédalo. Este le entrega un ovillo de lana (según algunas versiones era de oro) y la princesa se lo da al héroe. Debía atar un extremo a la salida e ir indicando el camino con las hebras. Una vez, con arrojo, hubiera matado al monstruo, únicamente tenía que recoger la madeja para encontrar el camino de vuelta, hacia la salida, hacia la luz y hacia la libertad. Así lo hace Teseo. Se adentra en el oscuro laberinto. Mata a Asterión con su espada. Y, ayudado por la luz de su corona de oro y el hilo de Ariadna sale al exterior donde le espera la muchacha. 

La historia termina en drama para la princesa ya que es abandonada en la isla de Naxos y convertida por Dionisio en una constelación de estrellas tras apiadarse de sus lamentos y desconsolados llantos. Teseo continuó cosechando aventuras (entre ellas la del vellocino de oro) hasta que es despojado de su trono y asesinado después de una larga vida. No constan divinas metamorfosis para él. 

Una interpretación simbólica del laberinto del minotauro  

Tras esta narración del mito, entendemos que el laberinto actúa a la manera de prueba iniciática (una en la que se arriesga la vida en ello) cuyo centro guarda un bien precioso. En este caso, es el minotauro, un ser monstruoso que actúa como chivo expiatorio de todas las culpas de su clan familiar. Al matarlo, Teseo no solo libera a su pueblo de los obligados sacrificios de jóvenes sino también al trono de Creta de los sucesivos actos abyectos. Hacemos nuestras, para no alargar,  las palabras de Jean Chevalier a propósito del sentido simbólico del laberinto del minotauro. 

Originalmente el laberinto es el palacio cretense de Minos donde está encerrado el minotauro y de donde Teseo no puede salir más que con la ayuda del hilo de Ariadna. Esencialmente retenemos pues la complicación de su plano y la dificultad de su recorrido.  

Pero este trazado complejo se halla en estado natural en los corredores de acceso a ciertas grutas prehistóricas; está dibujado, asegura Virgilio, en la puerta del antro de Sibila de Cumas; está grabado sobre las losas de las catedrales; se utiliza en diversas regiones, de Grecia a la China; se conocía en Egipto: Su asociación con la caverna muestra que el laberinto debe permitir a la vez el acceso al centro por una especie de viaje iniciático, y prohibirlo a quienes no están cualificados. En tal sentido se ha querido allegar el laberinto con el mandala, que a veces entraña un aspecto laberíntico. Se trata pues de una figuración de pruebas iniciáticas discriminatorias, previas a la andadura hacia el centro escondido. 

Y con referencia a Asterión,  a la bestia mitad hombre y mitad toro, nos dice: 

Este monstruo simboliza un estado psíquico, el dominio perverso de Minos. Pero el monstruo es hijo de Pasifae: es decir que Pasifae es también la fuente de la perversidad de Minos; ésta simboliza un amor culpable, un deseo injusto, un dominio indebido, la falta, reprimidos y ocultos en lo inconsciente del laberinto. Los sacrificios consentidos al monstruo son otros tantos engaños y subterfugios para adormecerlo, pero también nuevas faltas que se acumulan. El hilo de Ariadna que permite a Teseo volver a la luz representa la ayuda espiritual necesaria para vencer al monstruo. 

Jean Chevalier: Diccionario de símbolos 

Asterión, por tanto, es un ser maldito desde su misma concepción, ya que se incumplieron todas las normas y mandamientos de los dioses. Es, además, un híbrido y no pertenece ni al mundo de los hombres ni al de las bestias. Por tanto, está condenado a la soledad, a la incomprensión, a servir de depositario de las culpas de otros. Al estar fuera de las fronteras de lo social, se le aísla en una fortaleza, en un laberinto inaccesible al común de los mortales. Hasta él, solo puede llegar un héroe buscador (ya que Teseo ansía la libertad de su pueblo) y los dones generosos de una doncella (en este caso Ariadna) por cuya intermediación se consigue el fin del terror. El laberinto del minotauro, al trasladar su sentido a lo anímico, es el símbolo de todo aquello que atenaza el espíritu humano. Son las pruebas que los buscadores deben sortear antes de alcanzar el centro de la gracia. Al salir de la oscuridad, una vez se ha derrotado al monstruo, espera la luz, la misma que guía la serenidad, el autoconocimiento o la sabiduría. 

Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla

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El mito del minotauro simboliza en su conjunto el combate espiritual contra el rechazo. 

 

Paul Diel: El simbolismo en la mitología griega 

 

A la hora de adentrarnos en la narración y el sentido simbólico del conocido el laberinto del minotauro, tenemos que presentar, como si de una función de teatro se tratara, a los personajes. El primero es Minos rey de creta, casado con Pasifae y que pide ayuda a Poseidón. Minos y Pasifae son los padres de Ariadna, la protagonista del hilo de Ariadna. Y la reina es la madre de Asterión, el minotauro. En el otro lado, está Atenas enemistada con Creta y cuyo príncipe (y luego rey), Teseo, dará muerte al monstruo.  

El laberinto del minotauro y el mito que lo alimenta  

Vamos a la trama de la obra. Minos, rey de Creta, ansioso por ocupar el trono de su país tras la muerte de su padre, pide ayuda a Poseidón. El dios de los océanos le concede la gracia a cambio de que sacrifique un bello toro blanco que surgirá de las espumas del mar. Sin embargo el rey, embriagado por la belleza del animal, pretende engañar a Poseidón y, en su lugar, coloca en los altares uno corriente de su ganadería. Ni que decir tiene que esto llega a conocimiento del dios que, tras el ataque del ira, urde una cruel venganza. 

Y lo hace a través de Pasifae, esposa de Minos y reina de Creta. Inocula en ella una pasión aberrante hacia el toro. Es del tal intensidad que pide ayuda a Dédalo (a la sazón arquitecto real) para que construya una vaca de madera revestida de piel y en cuyo hueco se introduce para ser poseída por el toro divino. De resultas de estos abyectos amores nace Asterión (llamado como su abuelo paterno). Él es el minotauro, mitad hombre y mitad toro. Se alimenta de carne humana. 

GeorgeF.Watts Minotauros 

Asterión es el minotauro a quien encierran en el laberinto 

Comienza así el mito del minotauro, la bestia nacida tras amores prohibidos y que aterroriza a toda Creta. Horrorizada, la reina pide, de nuevo, ayuda a Dédalo y este construye un laberinto donde deposita, en su centro, a la criatura. En principio, para que muriera de inanición. Nace así el emplazamiento de leyenda, un lugar en este mundo tan complejo y complicado que nadie puede salir de él pereciendo, por tanto, en el intento. En el centro del mismo (como un tesoro) vive o descansa una bestia que, tras los estudios sobre el inconsciente colectivo de C.G. Jung, se ha alineado con el símbolo de lo oscuro, de los vicios desconocidos, de lo abyecto que, de no salir a la luz para domeñarlo, amenaza con ocupar todo el alma humana. El laberinto tiene puertas, recovecos y es imposible de recorrer. Ha sido objeto de fascinación por parte de escritores y artistas por su áurea simbólica. Dejo aquí al lector interesado una visión (fabulada por supuesto) del gran maestro Jorge Luis Borges (1899-1986) de este emplazamiento entre el mito, la magia y la antropología. 

Sé que me acusan de soberbia, y tal vez de misantropía, y tal vez de locura. Tales acusaciones (que yo castigaré a su debido tiempo) son irrisorias. Es verdad que no salgo de mi casa, pero también es verdad que sus puertas (cuyo número es infinito) están abiertas día y noche a los hombres y también a los animales. Que entre el que quiera. No hallará pompas mujeriles aquí ni el bizarro aparato de los palacios pero sí la quietud y la soledad. Asimismo hallará una casa como no hay otra en la faz de la tierra. (Mienten los que declaran que en Egipto hay una parecida.) Hasta mis detractores admiten que no hay un solo mueble en la casa. Otra especie ridícula es que yo, Asterión, soy un prisionero. ¿Repetiré que no hay puerta cerrada, añadiré que no hay cerradura? Por lo demás, algún atardecer he pisado la calle; sin antes de la noche volví, lo hice por el temor que me infundieron las caras de la plebe, caras descoloridas y aplanadas, como la mano abierta.  

Y más adelante, Asterión, el minotauro, sigue describiendo su casa ya en los términos de laberinto.  

Todas las partes de la casa están muchas veces, cualquier lugar es otro lugar. No hay un aljibe, un patio, un abrevadero, un pesebre; son catorce los pesebres, abrevaderos, patios, aljibes. La casa es del tamaño del mundo; mejor dicho, es el mundo. Sin embargo, a fuerza de fatigar patios con un aljibe y polvorientas galerías de piedra gris he alcanzado la calle y he visto el templo de las Hachas y el mar.  

“La casa de Asterión” en El Aleph (1949) de Jorge Luis Borges 

Asterión, Teseo y Ariadna  

Las cosas se complican aún más, ya  que Minos, rey de Creta, vence en batalla a Atenas y, como pago, pide cada año siete doncellas y siete muchachos. Estos se ofrecen en sacrificio a la bestia. Tal es la destrucción que Teseo, en ese momento príncipe ateniense, solicita a su padre y al rey enemigo matar al monstruo. En la audiencia de palacio conoce a Ariadna, princesa cretense e hija de Minos y Pasifae. Por tanto, la muchacha es hermana (de un solo vínculo) del minotauro que aterriza a todos. Es en ese momento cuando empieza la historia de amor de Teseo y Ariadna, aunque, al final, se descubre que solo la joven tiene nobles sentimientos.  

Seguimos con este breve resumen de Teseo y el minotauro. Otros antes que él se habían atrevido a entrar en el laberinto y el resultado había sido la muerte. Así que Ariadna, para salvaguardar al joven, solicita ayuda, de nuevo, a Dédalo. Este le entrega un ovillo de lana (según algunas versiones era de oro) y la princesa se lo da al héroe. Debía atar un extremo a la salida e ir indicando el camino con las hebras. Una vez, con arrojo, hubiera matado al monstruo, únicamente tenía que recoger la madeja para encontrar el camino de vuelta, hacia la salida, hacia la luz y hacia la libertad. Así lo hace Teseo. Se adentra en el oscuro laberinto. Mata a Asterión con su espada. Y, ayudado por la luz de su corona de oro y el hilo de Ariadna sale al exterior donde le espera la muchacha. 

La historia termina en drama para la princesa ya que es abandonada en la isla de Naxos y convertida por Dionisio en una constelación de estrellas tras apiadarse de sus lamentos y desconsolados llantos. Teseo continuó cosechando aventuras (entre ellas la del vellocino de oro) hasta que es despojado de su trono y asesinado después de una larga vida. No constan divinas metamorfosis para él. 

Una interpretación simbólica del laberinto del minotauro  

Tras esta narración del mito, entendemos que el laberinto actúa a la manera de prueba iniciática (una en la que se arriesga la vida en ello) cuyo centro guarda un bien precioso. En este caso, es el minotauro, un ser monstruoso que actúa como chivo expiatorio de todas las culpas de su clan familiar. Al matarlo, Teseo no solo libera a su pueblo de los obligados sacrificios de jóvenes sino también al trono de Creta de los sucesivos actos abyectos. Hacemos nuestras, para no alargar,  las palabras de Jean Chevalier a propósito del sentido simbólico del laberinto del minotauro. 

Originalmente el laberinto es el palacio cretense de Minos donde está encerrado el minotauro y de donde Teseo no puede salir más que con la ayuda del hilo de Ariadna. Esencialmente retenemos pues la complicación de su plano y la dificultad de su recorrido.  

Pero este trazado complejo se halla en estado natural en los corredores de acceso a ciertas grutas prehistóricas; está dibujado, asegura Virgilio, en la puerta del antro de Sibila de Cumas; está grabado sobre las losas de las catedrales; se utiliza en diversas regiones, de Grecia a la China; se conocía en Egipto: Su asociación con la caverna muestra que el laberinto debe permitir a la vez el acceso al centro por una especie de viaje iniciático, y prohibirlo a quienes no están cualificados. En tal sentido se ha querido allegar el laberinto con el mandala, que a veces entraña un aspecto laberíntico. Se trata pues de una figuración de pruebas iniciáticas discriminatorias, previas a la andadura hacia el centro escondido. 

Y con referencia a Asterión,  a la bestia mitad hombre y mitad toro, nos dice: 

Este monstruo simboliza un estado psíquico, el dominio perverso de Minos. Pero el monstruo es hijo de Pasifae: es decir que Pasifae es también la fuente de la perversidad de Minos; ésta simboliza un amor culpable, un deseo injusto, un dominio indebido, la falta, reprimidos y ocultos en lo inconsciente del laberinto. Los sacrificios consentidos al monstruo son otros tantos engaños y subterfugios para adormecerlo, pero también nuevas faltas que se acumulan. El hilo de Ariadna que permite a Teseo volver a la luz representa la ayuda espiritual necesaria para vencer al monstruo. 

Jean Chevalier: Diccionario de símbolos 

Asterión, por tanto, es un ser maldito desde su misma concepción, ya que se incumplieron todas las normas y mandamientos de los dioses. Es, además, un híbrido y no pertenece ni al mundo de los hombres ni al de las bestias. Por tanto, está condenado a la soledad, a la incomprensión, a servir de depositario de las culpas de otros. Al estar fuera de las fronteras de lo social, se le aísla en una fortaleza, en un laberinto inaccesible al común de los mortales. Hasta él, solo puede llegar un héroe buscador (ya que Teseo ansía la libertad de su pueblo) y los dones generosos de una doncella (en este caso Ariadna) por cuya intermediación se consigue el fin del terror. El laberinto del minotauro, al trasladar su sentido a lo anímico, es el símbolo de todo aquello que atenaza el espíritu humano. Son las pruebas que los buscadores deben sortear antes de alcanzar el centro de la gracia. Al salir de la oscuridad, una vez se ha derrotado al monstruo, espera la luz, la misma que guía la serenidad, el autoconocimiento o la sabiduría. 

Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla

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