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Haiku | qué es, cómo es y características de estos poemas cortos japoneses

Haiku | qué es, cómo es y características de estos poemas cortos japoneses

Estudio sobra las características y formas de los poemas conocidos como haiku, procedentes de la poesía japonesa con un análisis de influencia que han ejercido en la literatura en español. 

Unas breves notas sobra la poesía japonesa antes de empezar

Tal como pone de relieve Vicente Haya Segovia en su lúcido libro El corazón del haiku:la expresión de lo sagrado, la poesía japonesa pretende ser, cualquiera que sea la forma y el carácter que adopte, la expresión de la palabra sagrada. De hecho, el término japonés “poesía” se compone de los radicales “palabra” y “templo”; es decir, la expresión poética viene  a ser la materialización de la palabra sacra, de lo sagrado; que, para el japonés tradicional, recae en la totalidad del universo. Y el universo lo conforma todo aquello que es natural y no está corrompido por la mano del hombre. 


El poeta (haijin, en japonés) intenta aprehender aquello que no puede tocarse, que no puede entenderse, que no tiene nombre, que es el soplo y principio de la vida natural. El haijin se afana por atrapar la esencia divina que se encuentra en la naturaleza, lo sagrado que permanece en lo primigenio, en la energía pura no manipulada por el hombre. Para ello, el poeta despoja a la palabra de cualquier artificio, de toda manipulación, y pretende reducir su decir a la más elemental expresión, a aquella que no presenta retoques ni transformaciones posteriores. El haijin, mediante el uso de cualquier forma poética a su alcance y, especialmente, en el haiku, intenta, así, atrapar lo sagrado.


En definitiva, la elemental composición del haiku responde a una concreta necesidad de expresión en la que la forma es impuesta por el trasfondo y la génesis temática del poema. La esencia de lo más elemental, el asombro ante los seres en su estado primigenio, la interjección pura, la contemplación y la plasmación del momento presente -previamente  reducido a la mínima medida temporal- conforman el sentido poético de la literatura oriental y, más concretamente, del haiku japonés.

haiku

6 características del haiku japonés tradicional o contemporáneo

El haiku no es ajeno a este sentir poético, ya que, como vemos a continuación, se caracteriza por lo siguiente: 

1.- La temática: el instante como motivo sagrado

Este universo sacro conformado por la naturaleza en su conjunto y por la suma de todos los seres que habitan en ella, temática casi exclusiva del haiku, se manifiesta, en el imaginario colectivo del pueblo japonés a través del instante. La manifestación de lo divino, de lo sagrado, se hará en un instante. Ése es el instante que debe captar el poeta: 

…un haiku es una impresión natural que se hace poesía

Vicente Haya Segovia: El corazón del haiku: la expresión de lo sagrado.

2.- Los haikus son poemas cortos muy breves

Hoy en día, en general, los poetas nipones aceptan con bastante naturalidad la manipulación de las formas del haiku. Aun así y todo, tiene que adaptarse a unas premisas básicas para que sea considerado como tal. El primero de estos requisitos recae en la métrica. Estamos ante un poema sencillo y muy breve formado por la sucesión de 5-7-5 sílabas; medida mimetizada entre los poetas occidentales que han adoptado el haiku como forma de expresión y esto, a pesar de que entre los poetas contemporáneos nipones, las formas del haiku ya han sufrido evolución o transformación, imponiéndose de manera progresiva el verso libre.

3.- Haiku con kigo o la manifestación de la naturaleza

Otra característica esencial del haiku es la incorporación de kigo,palabra japonesa que indica la estación en la que el poema se desarrolla. Aunque, desde antiguo, se acepta el “Sin referencia a ninguna estación”, siempre y cuando se amolde y se circunscriba a esa expresión ante el asombro de la naturaleza, la poética tradicional distingue cuatro kigo diferentes; a saber: “Principio de año”, “Primavera”, la luz del “Verano” y “Otoño”.


Todo ello puede parecer un poco enrevesado y poco grato a la crítica erudita, pero para el haijin nipón, tanto el apegado a los cánones clásicos como el más vanguardista, el haiku es algo más que tres versos de métrica y contenidos estrictos y viene a ser una manifestación poética de lo oculto, de lo sagrado que se esconde en el mundo natural.

4.- El haiku como puerta hacia lo sagrado

En definitiva, la poesía, y más concretamente el haiku, se torna en una búsqueda, un intento de encuentro y unión con lo tremendamente otro a través de la palabra; de una palabra que debe ser elemental y sencilla, despojada de cualquier artificio y retórica. Se recurre, en todo momento, a una poesía en la que no se conoce la metáfora o la manipulación y que es, simplemente, la expresión del instante, de aquello que sucede ante el poeta en un momento concreto, expresado con una sobriedad y concisión extremas.


Pero  lo divino, lo invisible, se esconde en el hueco dejado por las palabras que no se dicen; lo inasible no reside en las palabras del poeta y, por tanto, el poema se preña de un significado que se le escapa al propio poeta, de un sentido intrínseco al propio poema que es independiente de su creador. “El haiku no es lo que el  poeta quiere que sea, sino lo que realmente es” (Vicente Haya Segovia). Lo sagrado inherente a esta forma poemática reside, en la gran mayoría de los casos, en lo que no se dice, en lo que se oculta, en lo que no está presente.

5.- El haiku como manifestación de la tradición y de la continuidad

El poeta de haiku no quiere inventar nada; simplemente, desea plasmar una realidad natural que se presenta en un instante; en un instante en el que está contenido lo sagrado.  El anhelo del poeta es levantar acta de lo que está sucediendo “aquí y ahora”. El poeta desea desaparecer, hacerse uno con el poema, hacerse uno con la palabra sagrada que se expresa en el poema. 


Esta concepción literaria responde a la esencia educacional y filosófica del estar en el mundo del japonés, para quien el arte de la conversación, de la comunicación, se compone de un sutil entramado de palabras que más que ser dichas deben ser suprimidas, eliminadas, vetadas y veladas. Lo verdadero, lo auténtico, está más allá de lo que se dice, más allá de la forma, de la expresión y de la plasmación de las palabras. Esa verdad es lo sagrado, aquello que es el hálito del mundo, y es labor del poeta, en mayor medida que cualquier persona corriente, sacarlo a la luz, hacerlo visible, entendible y legible; en definitiva, exponerlo a los demás. 

6.- El haiku debe apelar a las sensaciones

Por otro lado, para el japonés tradicional el conocimiento se produce a nivel sensitivo, en el plano de las emociones, mientras que la razón no es válida, en la mayoría de las ocasiones, para comprender la realidad circundante y, por tanto, no sirve para aprehender los misterios del universo. Esta concepción filosófica también está en el origen del haiku, palabra poética que es siempre sensación y en la que se ha cortado y coartado cualquier atisbo de raciocinio.


Esta forma de pensar, de sentir, de estar y de actuar en el mundo por parte de todo un pueblo, se transparenta, por supuesto, en su manera de entender y de hacer arte y, más concretamente, literatura. El poeta debe buscar el origen, el principio, el aware del universo, de todas las cosas creadas. El poeta debe iluminar aquello que está oscuro, oculto, atrapado, escondido entre las palabras. Esa iluminación será la belleza de lo sagrado.

Qué es un haiku y cómo se diferencia de otro poema breve

Tenemos, pues, que el haiku no debe ser encasillado y reducido a una simple expresión formal y que gran parte de su poder de seducción reside en su supuesta elementalidad; una elementalidad encaminada, nada más y nada menos, a atrapar lo sagrado. Y aquí interviene otra de las características fundamentales del haiku: lo primordial, lo germinal, lo primigenio, lo sagrado deberá ser simplemente sugerido. 


Para llegar a ese punto en el que lo divino se exprese en el poema, el haijin debe eliminar gran parte de aquello que quiere decir, debe despojar al haiku no solo de vocablos superfluos sino también de cualquier gramaticalidad o tiempo verbal que pueda entorpecer esa comunión con lo otro, con lo que se encuentra en el otro lado. No todo queda dicho en el haiku y ese vacío, conformado por las palabras que no aparecen, por el silencio verbal, tiene más significado, expresa “más”, que aquello que se plasma en el poema. 


Y esto es así –la sencillez, la concisión, la eliminación de palabras, la sustitución de cualquier tiempo verbal por el infinitivo…- porque el poeta de haiku sabe que las palabras superan al propio creador; sabe que el poema se eleva sobre su hacedor por la simple y sencilla razón de que la escritura es aceptada como un hecho eminentemente trascendental. 

El haiku en la poesía y los poetas españoles o en español

A lo largo de la historia, creadores en habla española han recibido influencias de la estética oriental. Y es así porque el canon nipón, el conjunto de reglas, usos y costumbres que anima los escritos tradicionales japoneses, no es algo ajeno a la literatura hispánica y nos encontramos múltiples ejemplos de influencias de modos, formas, temas y sentimientos japoneses en poetas hispánicos del pasado siglo XX. 

El concepto de realidad del haiku se transparenta en la literatura japonesa


La forma de pensar, de sentir, de estar y de actuar en el mundo por parte del pueblo japonés, se transparenta, por supuesto, en su manera de entender y de hacer arte y literatura. Así y todo, el sincretismo religioso que inunda la vida cotidiana de Japón, está completamente presente en cualquier manifestación artística ya sea ésta teatro Noh, caligrafía o ejecución de haiku.
En lo que al quehacer poético se refiere, el poeta debe buscar el origen, el principio, elaware (según la terminología japonesa) del universo, de todas las cosas creadas. El poeta debe iluminar aquello que está oscuro, oculto, atrapado, escondido entre las palabras. Esa iluminación será la belleza de lo sagrado.

La influencia japonesa en los poetas hispánicos

Esta forma de ver y leer la realidad circundante y de entender la poesía ha sido sentida y expresada, en muchas ocasiones partiendo de postulados totalmente distintos, por creadores occidentales de diversa índole. Ponemos un ejemplo circunscribiéndolo al ámbito hispánico: la poesía pura de Juan Ramón Jiménez participa de muchas de las características artísticas niponas; sobre todo, por ese intento de plasmación de la elemental y sencilla belleza que se esconde en los objetos naturales: 

¡No la toques ya más,que así es la rosa!

También, León Felipe, por escoger otro ejemplo cercano a la poesía contemporánea, se embarca en ese intento de desnudamiento de la palabra para llegar a la esencia de las cosas, del mundo, del origen primigenio, de la constitución misma de la poesía: 

Deshaced el verso.Quitadle los caireles de la rima el metro, la cadencia y hasta la idea misma. Aventad las palabras y si después queda algo todavía eso sería poesía.

Esa esencia última, ese germen, esa semilla que no tiene nombre (que es nombrado con un “eso” desconocido en la poesía de León Felipe) es lo que intenta aprehender los poetas orientales y occidentales del haiku y fue, por otra parte, lo que estuvo persiguiendo en toda su trayectoria poética José Ángel Valente:

Jhet Deja que llegue a ti lo que no tiene nombre…

Íntimamente unido a ese “eso” “que no tiene nombre”, que es el origen, el principio de todo lo visible y lo invisible; de todo lo posible, se encuentran las palabras del Tao Te Ching: 

Tao que puede ser expresado con palabras no es el Tao eterno.El nombre que puede ser pronunciado no es el nombre eterno.

Los haikus en español de José Ángel Valente, en la cima de la poesía

Muchos de los conceptos que baraja la poética japonesa tradicional se encuentran desperdigados en autores occidentales, pero uno de los que más uso hizo de esta peculiar cosmovisión fue José Ángel Valente (1929-2000), especialmente en su libro publicado a título póstumo, Fragmentos de un libro futuro (2000).

Fragmentos de un libro futuro de José Ángel Valente

La obra está formada por composiciones de carácter breve, en las que se intuye (en algunos poemas) la estética del haiku y  en las que se reflejan gran parte de la concepción filosófica de la escritura literaria japonesa. En este sentido, tenemos que recordar la importancia en el haiku de la concisión, del despojamiento, del instante, de  la unión cósmica, de la plasmación de la naturaleza con su sucesión de estaciones… aspectos todos presentes tanto en la estética poética oriental como en Fragmentos de un libro futuro. El libro, concebido a modo de testamento literario, ha sido desnudado, exprimido y sustanciado al máximo.

El poema “La Montaña de Tianmú” de José Ángel Valente, ejemplo sublime de un haiku

La Montaña de Tianmú está situada en la provincia china de Zhejiang, al sur de la ciudad de Shanghai. Actualmente, tiene la calificación de reserva natural protegida debido, sobre todo, a los bosques salvajes de ginkgo biloba -una conífera prehistórica de gran longevidad, porte y resistencia a todo tipo de inclemencias, incluso a la radiación nuclear, cuyas hojas tienen propiedades curativas y antioxidantes. En la base de la montaña se encuentra el templo de Chanyan. Debido a la inmensidad de la montaña, a la belleza de las extrañas rocas que crecen en su suelo y a la altura gigantesca de sus árboles, Tianmú es considerada uno de los lugares del paraíso terrenal según las creencias del taoísmo.


En Fragmentos de un libro futuro (2002) de José Ángel Valente, nos encontramos este haiku libre de indudable fuerza y belleza.  Aparte de la introducción de la estación (principios de otoño, cuando florecen los crisantemos), el kigo según la terminología japonesa, el poema es de una extrema sencillez, de un sutil y eficaz despojamiento de palabras que, tal como suscriben los haijin nipones tradicionales, no es más que la extrema elementalidad a perseguir para dotar, así, de significación, de plurisignificación más bien, al discurso poético:

Tú que regresas de las montañashas debido de estar en Tianmú;dime, bajo las ventanas de mi casa¿cuántos crisantemos habían florecido?

(Versión de un apócrifo“Preguntas a un emisario”).

 

Por supuesto, José Ángel Valente no ha entrado en la historia de la literatura solo porFragmentos de un libro futuro  y su obra toda es de una brillantez, de una tremenda claridad y una profundidad tal que se eleva a las más altas cimas de la poesía; pero, aún así y todo, es en este último libro donde se condensa y aúna su particular universo poético que tanto se emparenta con el haiku.


Si esto es así con esta última obra, lo es especialmente con su postrer poema, escrito tan solo mes y medio antes de su desaparición del mundo de los vivos. Si la obra en su totalidad actúa a modo de testamento poético, este haiku puro lo hace especialmente, poniendo punto y final no solo a una aventura vital sino, sobre todo, a una experiencia poética que se cierra, en apariencia, con la muerte. 


En este pequeño texto se encuentra condensado parte de los postulados que Valente abanderó y defendió en su escritura: 

  • la concisión, 
  • la elementalidad, 
  • el instante, 
  • la unión con el cosmos, 
  • el sincretismo de las místicas orientales y cristianas…


El poeta siente la llamada de la muerte, la llamada del más allá, de lo divino. Es en ese instante –que sabe ineludible e irreversible- cuando recapitula, sintetiza, concreta todo su devenir en ese sencillo y elemental haiku (5-7-5 sílabas). 


La vida queda reducida a un instante. La creación poética queda reducida a un instante. La búsqueda del otro lado es solo un instante. Estamos ante el instante definitivo: estamos ante el último instante, cuando el poeta se da cuenta a donde ha llegado, donde está. 


Ha llegado a lo más alto, a la cima, más allá no hay nada. Más allá está el todo, lo otro. El ruiseñor, símbolo casi universal de la voz poética, se ha hecho uno con el poeta. El poeta, que ha llegado a lo más alto, se ha fundido con la poesía. 


El poeta ha diluido su yo personal para entrar en otra dimensión más grande, más universal, más importante. El poeta ha disuelto su voz en el hecho poético en sí, en la palabra poética que es puerta de entrada hacia lo sagrado. El poeta se sabe en el umbral de esa otra dimensión y con esas palabras concluye su decir, su estar en el mundo. Y lo hace con un haiku, expresión de lo sagrado. 


Y terminamos dejando hablar a Claudio Rodríguez Fer, estudioso de la obra de Valente:

 

es como si hubiera consagrado su vida a la poesía para escribir un único y último poema, Valente terminó su cuaderno de Fragmentos de un libro futuroy por extensión la presente obra alcanzando su particular y a la vez universal cima del canto, pues la despersonalización y la fusión propias del haiku y en general de la poesía del Extremo Oriente, difuminadoras del yo e integradoras del todo, quedaron para siempre contenidas en sus versos verdaderamente definitivos.


Claudio Rodríguez Fer, en “Introducción” a Cima del Canto, edición para bibliófilos de El Gato Gris.


El haiku no solo es una expresión sublime de la literatura japonesa sino que, además, ha rondado con fuerza entre los poetas occidentales. Los de habla española, como hemos visto con José Ángel Valente, no han podido o no han querido ser ajenos a la fuerza expresiva del “vacío” que dejan las palabras puestas en un haiku.

Bibliografía seleccionada


Bashô, M. Haikus de las cuatro estaciones. Madrid, Miraguano, 1986.

Haya Segovia. El corazón del haiku: la expresión de lo sagrado. Madrid, Mandala Ediciones, 2002.

Rodríguez Izquierdo. El haiku japonés: historia y traducción. Madrid, Hiperión, 1993.

Silva, Alberto. El libro del haiku. Madrid, Visor, 2008.

Valente, J.A. Cima del Canto. Velliza, El Gato Gris, 2001.

Valente, J.A. Fragmentos de un libro futuro. Barcelona, Galaxia Gutenberg, 2000.

Notas.- 

  1. El lotus en la cultura oriental simboliza la manifestación de lo sagrado y, por extensión, la poesía y/o el arte más sublimes.  
  2. Imagen de cabecera de contenido libre en freedigitalphotos.net de (c) Getideaca.
  3. La segunda imagen corresponde a un haiku de mi autoría. 

Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla

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