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Entre 1915 y 1936 existió en Madrid (en el Barrio de Salamanca) una institución educativa novedosa, rompedora para los parámetros de la época y empeñada en iniciar un mínimo empoderamiento femenino: la Residencia de Señoritas dirigida por María de Maeztu (1881-1948). El proyecto estaba abierto a todas aquellas que habían cumplido los 17 años. Aquí podían completar estudios de carácter universitario centrados, sobre todo, en la biblioteconomía, la farmacia y la pedagogía. Disponían de instalaciones deportivas, dormitorios, comedor, aulas, salas de conferencia, laboratorio… La lista de sus avances no acaba en esta corta descripción ya que hasta aquí se acercaron las Premios Nobel Gabriela Mistral (1889-1957) o Marie Curie (1867-1934) para impartir charlas y encuentros. Se convirtió así, en los pocos años que estuvo activa, en un lugar de puertas y ventanas abiertas para todas aquellas mujeres que, siguiendo las ideas pedagógicas de María de Maeztu, se atrevieran a romper los mandatos de la época. Y todo ello tenía la finalidad de adentrarse en el saber, vía directa de aporte a la sociedad y, por tanto, la única forma que hay de ocupar, por derecho propio, espacios públicos y de liderazgo.
Breve historia de la breve existencia de la Residencia de Señoritas
En paralelo y a semejanza de la Residencia de Estudiantes, se crea en el 1915, en el madrileño barrio de Salamanca, la Residencia de Señoritas. La institución, a la par que da cobijo a las jóvenes llegadas desde cualquier punto del país, actúa como centro educativo, de conferencias, científico, cultural e, incluso, deportivo. Dicho así y bajo los parámetros del siglo XXI, se diluye su importancia, la misma que entendemos cuando comparamos. Muy pronto el centro (con todo lo que implica) se convierte en un mundo aparte donde las residentes llegan a ser auténticas pioneras del feminismo por el único método posible: la educación propia y el posterior aporte a la sociedad. La España de las primeras décadas del Siglo XX, si por algo se caracterizaba, era por la decadencia más absoluta, la cerrazón, el ensimismamiento y una incultura galopante tal como ponían de manifiesto los autores de la Generación del 98 e, incluso, los representantes del realismo literario. El analfabetismo campaba a sus anchas alimentando pobreza e intolerancia. La cortedad de miras sociales se cebaba con las mujeres que estaban vetadas a cualquier espacio público o proyecto propio más allá del matrimonio y la familia.
En este panorama, la Residencia de Señoritas supuso un ariete en el incipiente feminismo español (que a su vez se surtía del europeo). María de Maeztu, su impulsora y directora, defendía a ultranza la educación como única vía para el progreso en todos los órdenes de la vida: social, cultural, económico, personal… La pedagoga (consciente de su misión e imbuida de ese espíritu crítico, positivo y penetrante con el que la describen quienes la conocieron) imprimió sus ideas en las estudiantes que pasaron por la institución. Y la educación tenía que devolverse a la sociedad amplificando virtudes de entrega, a la par, que de conquista culturales o sociales.
Muy pronto, las instalaciones se quedaron pequeñas para la gran demanda, ya que llegaron estudiantes desde todos los puntos de España. Se fueron alquilando los edificios de alrededor y organizando archivos o biblioteca (paralelamente a unos incipientes estudios de biblioteconomía), laboratorio (para los ensayos de farmacia), pistas de tenis, salas de conferencias y aulas donde las estudiantes tomaban apuntes. En este sentido se seguía el método de María Montessori (1867-1934) que también recaló por las instituciones. Con los apuntes se pretendía que el alumno elaborara su propio contenido más allá de la memorización de los libros de texto. Sería un primer paso para el pensamiento crítico que era el objetivo de las enseñanzas de la Residencia de Señoritas. A pesar de lo que supuso, no podemos olvidar que esta punta de lanza para el necesario progreso femenino (a pesar de estar abierto a cualquier muchacha mayor de 17 años) acogió (especialmente) a las hijas de las élites educadas en un ambiente cultural radicalmente distinto al de la mayoría de la población. Además, también hay que tener en cuenta que, entre sus filas se infiltraron las denominadas “maridas”, esposas de donantes que no comulgaban con las ideas altamente progresistas de la institución.
Todo se torció, como tantos emprendimientos de cualquier cariz en España, con el inicio de la guerra. En 1936 las puertas de la Residencia de Señoritas se cerraron para siempre. El archivo fue empaquetado y arrinconado para ser destruido y el tímido avance que supuso la institución, a posta, silenciado. Tuvieron que pasar décadas para que estudiosas e investigadoras rescataran el archivo arrinconado y con él las cartas que su directora enviaba a las familias, a científicas, literatas o pensadoras europeas con las que compartía inquietudes y novedades. Y solo con ese estudio nos dimos cuenta de la importancia de un proyecto que quería abrir para todas las mujeres las puertas de la formación superior, por primera vez en España. Desafortunadamente, habría que esperar a finales de los setenta e, incluso, a los ochenta, para que esa realidad se materializara.
La importancia de María de Maeztu en el desarrollo de la Residencia de Señoritas
El proyecto y la realidad del mismo (a pesar de su corta duración) no puede entenderse sin la arrolladora personalidad de María de Maeztu. Fue hija de una familia acomodada vasca cuyo padre hizo negocios en Cuba y su madre, de ascendencia inglesa, se empeñó en ofrecer una rica instrucción a todos sus vástagos. De hecho, uno de los hermanos fue el pintor Gustavo de Maeztu, adscrito a la corriente realista de principios de siglo. Con estos mimbres pudo estudiar disciplinas diversas, crecer como políglota y viajar a distintos países europeos (Bélgica, Inglaterra o Francia). Todo ello contribuyó a una apertura mental de difícil parangón en la época. María, según los escritos de aquellos que la conocieron, estaba convencida de la importancia de su misión pedagógica. Y defendía sus ideas con vehemencia, carácter, rapidez, brillantez y hasta un punto de nerviosismo. Su capacidad de trabajo la llevó a cartearse con eminencias literarias o científicas de la época (Marie Curie o Gabriela Mistral por poner dos ejemplos).
Alrededor de su persona además se congregaban todas aquellas mujeres que tanto en el campo de la política como en de las artes o la ciencia tenían algo que aportar al feminismo. Por eso, no conforme con los enormes avances de la Residencia de Señoritas, funda en 1926 el Lyceum Club Femenino el cual preside hasta su disolución que también llega con el estallido de la guerra. Esta asociación, que tenía como vicepresidenta a Victoria Kent y como secretaria a Zenobia Camprubí, comenzó con la agrupación de más de 100 mujeres de la élite económica y social española. A semejanza de los existentes en Europa, pretendía ser un espacio de debate, discusión, educación e, incluso, apoyo emocional para todas aquellas mujeres interesadas en el progreso y este solo puede venir a través de la formación, la cultura y el estudio de las artes y las ciencias.
La existencia de María de Maeztu, como la de la Residencia de Señoritas o el Lyceum Club Femenino, se truncó con la guerra. Las instituciones se cerraron para siempre y se silenció su importancia. La pedagoga emigró a Argentina, recalando antes en Estados Unidos donde fue invitada a impartir conferencias. Allí incansablemente escribió libros y artículos defendiendo sus ideas pedagógicas. Y allí falleció en 1948. A pesar de que su legado se dispersó tras su muerte, ha podido ser recuperado en los albores del siglo XXI.
¿Qué supuso la Residencia de Señoritas para los parámetros de la época?
Con todos estos datos, es fácil entender el giro radical que se les ofrecía a todas las jóvenes que tenían la suerte de acceder a la institución. A pesar de que la gran mayoría de ellas pertenecían a la élite social y procedían de familias de mentalidad abierta, la Residencia de Señoritas era un pasaje a otro mundo, el de la libertad que da la educación. Aquí estudiaban, se formaban, tomaban contacto con las nuevas ideas europeas, se codeaban con sus compañeros masculinos de la Residencia de Estudiantes en igualdad de condiciones, hacían deporte y relegaban incómodos vestidos que impedían los movimientos. Todo ello para escándalo de la bienpensante sociedad tradicional que la formaba, todo hay que decirlo, la inmensa mayoría de la población.
Ese reducto de posibilidad y de libertad se convirtió muy pronto en un frente abierto para el incipiente feminismo. María de Maeztu era consciente (y así lo defendía, a veces, con vehemencia extrema) que no se podía avanzar como país si las mujeres no se incorporaban a la vida pública ofreciendo lo mejor de sí mediante una esmerada educación. Y, a la par, debían ser modelo de inspiración para todas aquellas que venían detrás. El régimen que llegó después (y su defensa ciega de un tradicionalismo paleto y cruel) no podía consentir que lo que supuso la Residencia de Señoritas (y la figura de María de Maeztu) germinara en la sociedad. Por eso, quiso (sin conseguirlo) eliminar el archivo y silenciar de los libros esta semilla en el corazón del incipiente feminismo en España. La Historia (con mayúsculas) no contaba con las actuales investigaciones que están sacando a la luz la vida de estas mujeres (privilegiadas, eso sí) que quisieron ofrecer nuevos rumbos y aportes a una nación sumida en miserias de todo tipo.
Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla
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Entre 1915 y 1936 existió en Madrid (en el Barrio de Salamanca) una institución educativa novedosa, rompedora para los parámetros de la época y empeñada en iniciar un mínimo empoderamiento femenino: la Residencia de Señoritas dirigida por María de Maeztu (1881-1948). El proyecto estaba abierto a todas aquellas que habían cumplido los 17 años. Aquí podían completar estudios de carácter universitario centrados, sobre todo, en la biblioteconomía, la farmacia y la pedagogía. Disponían de instalaciones deportivas, dormitorios, comedor, aulas, salas de conferencia, laboratorio… La lista de sus avances no acaba en esta corta descripción ya que hasta aquí se acercaron las Premios Nobel Gabriela Mistral (1889-1957) o Marie Curie (1867-1934) para impartir charlas y encuentros. Se convirtió así, en los pocos años que estuvo activa, en un lugar de puertas y ventanas abiertas para todas aquellas mujeres que, siguiendo las ideas pedagógicas de María de Maeztu, se atrevieran a romper los mandatos de la época. Y todo ello tenía la finalidad de adentrarse en el saber, vía directa de aporte a la sociedad y, por tanto, la única forma que hay de ocupar, por derecho propio, espacios públicos y de liderazgo.
Breve historia de la breve existencia de la Residencia de Señoritas
En paralelo y a semejanza de la Residencia de Estudiantes, se crea en el 1915, en el madrileño barrio de Salamanca, la Residencia de Señoritas. La institución, a la par que da cobijo a las jóvenes llegadas desde cualquier punto del país, actúa como centro educativo, de conferencias, científico, cultural e, incluso, deportivo. Dicho así y bajo los parámetros del siglo XXI, se diluye su importancia, la misma que entendemos cuando comparamos. Muy pronto el centro (con todo lo que implica) se convierte en un mundo aparte donde las residentes llegan a ser auténticas pioneras del feminismo por el único método posible: la educación propia y el posterior aporte a la sociedad. La España de las primeras décadas del Siglo XX, si por algo se caracterizaba, era por la decadencia más absoluta, la cerrazón, el ensimismamiento y una incultura galopante tal como ponían de manifiesto los autores de la Generación del 98 e, incluso, los representantes del realismo literario. El analfabetismo campaba a sus anchas alimentando pobreza e intolerancia. La cortedad de miras sociales se cebaba con las mujeres que estaban vetadas a cualquier espacio público o proyecto propio más allá del matrimonio y la familia.
En este panorama, la Residencia de Señoritas supuso un ariete en el incipiente feminismo español (que a su vez se surtía del europeo). María de Maeztu, su impulsora y directora, defendía a ultranza la educación como única vía para el progreso en todos los órdenes de la vida: social, cultural, económico, personal… La pedagoga (consciente de su misión e imbuida de ese espíritu crítico, positivo y penetrante con el que la describen quienes la conocieron) imprimió sus ideas en las estudiantes que pasaron por la institución. Y la educación tenía que devolverse a la sociedad amplificando virtudes de entrega, a la par, que de conquista culturales o sociales.
Muy pronto, las instalaciones se quedaron pequeñas para la gran demanda, ya que llegaron estudiantes desde todos los puntos de España. Se fueron alquilando los edificios de alrededor y organizando archivos o biblioteca (paralelamente a unos incipientes estudios de biblioteconomía), laboratorio (para los ensayos de farmacia), pistas de tenis, salas de conferencias y aulas donde las estudiantes tomaban apuntes. En este sentido se seguía el método de María Montessori (1867-1934) que también recaló por las instituciones. Con los apuntes se pretendía que el alumno elaborara su propio contenido más allá de la memorización de los libros de texto. Sería un primer paso para el pensamiento crítico que era el objetivo de las enseñanzas de la Residencia de Señoritas. A pesar de lo que supuso, no podemos olvidar que esta punta de lanza para el necesario progreso femenino (a pesar de estar abierto a cualquier muchacha mayor de 17 años) acogió (especialmente) a las hijas de las élites educadas en un ambiente cultural radicalmente distinto al de la mayoría de la población. Además, también hay que tener en cuenta que, entre sus filas se infiltraron las denominadas “maridas”, esposas de donantes que no comulgaban con las ideas altamente progresistas de la institución.
Todo se torció, como tantos emprendimientos de cualquier cariz en España, con el inicio de la guerra. En 1936 las puertas de la Residencia de Señoritas se cerraron para siempre. El archivo fue empaquetado y arrinconado para ser destruido y el tímido avance que supuso la institución, a posta, silenciado. Tuvieron que pasar décadas para que estudiosas e investigadoras rescataran el archivo arrinconado y con él las cartas que su directora enviaba a las familias, a científicas, literatas o pensadoras europeas con las que compartía inquietudes y novedades. Y solo con ese estudio nos dimos cuenta de la importancia de un proyecto que quería abrir para todas las mujeres las puertas de la formación superior, por primera vez en España. Desafortunadamente, habría que esperar a finales de los setenta e, incluso, a los ochenta, para que esa realidad se materializara.
La importancia de María de Maeztu en el desarrollo de la Residencia de Señoritas
El proyecto y la realidad del mismo (a pesar de su corta duración) no puede entenderse sin la arrolladora personalidad de María de Maeztu. Fue hija de una familia acomodada vasca cuyo padre hizo negocios en Cuba y su madre, de ascendencia inglesa, se empeñó en ofrecer una rica instrucción a todos sus vástagos. De hecho, uno de los hermanos fue el pintor Gustavo de Maeztu, adscrito a la corriente realista de principios de siglo. Con estos mimbres pudo estudiar disciplinas diversas, crecer como políglota y viajar a distintos países europeos (Bélgica, Inglaterra o Francia). Todo ello contribuyó a una apertura mental de difícil parangón en la época. María, según los escritos de aquellos que la conocieron, estaba convencida de la importancia de su misión pedagógica. Y defendía sus ideas con vehemencia, carácter, rapidez, brillantez y hasta un punto de nerviosismo. Su capacidad de trabajo la llevó a cartearse con eminencias literarias o científicas de la época (Marie Curie o Gabriela Mistral por poner dos ejemplos).
Alrededor de su persona además se congregaban todas aquellas mujeres que tanto en el campo de la política como en de las artes o la ciencia tenían algo que aportar al feminismo. Por eso, no conforme con los enormes avances de la Residencia de Señoritas, funda en 1926 el Lyceum Club Femenino el cual preside hasta su disolución que también llega con el estallido de la guerra. Esta asociación, que tenía como vicepresidenta a Victoria Kent y como secretaria a Zenobia Camprubí, comenzó con la agrupación de más de 100 mujeres de la élite económica y social española. A semejanza de los existentes en Europa, pretendía ser un espacio de debate, discusión, educación e, incluso, apoyo emocional para todas aquellas mujeres interesadas en el progreso y este solo puede venir a través de la formación, la cultura y el estudio de las artes y las ciencias.
La existencia de María de Maeztu, como la de la Residencia de Señoritas o el Lyceum Club Femenino, se truncó con la guerra. Las instituciones se cerraron para siempre y se silenció su importancia. La pedagoga emigró a Argentina, recalando antes en Estados Unidos donde fue invitada a impartir conferencias. Allí incansablemente escribió libros y artículos defendiendo sus ideas pedagógicas. Y allí falleció en 1948. A pesar de que su legado se dispersó tras su muerte, ha podido ser recuperado en los albores del siglo XXI.
¿Qué supuso la Residencia de Señoritas para los parámetros de la época?
Con todos estos datos, es fácil entender el giro radical que se les ofrecía a todas las jóvenes que tenían la suerte de acceder a la institución. A pesar de que la gran mayoría de ellas pertenecían a la élite social y procedían de familias de mentalidad abierta, la Residencia de Señoritas era un pasaje a otro mundo, el de la libertad que da la educación. Aquí estudiaban, se formaban, tomaban contacto con las nuevas ideas europeas, se codeaban con sus compañeros masculinos de la Residencia de Estudiantes en igualdad de condiciones, hacían deporte y relegaban incómodos vestidos que impedían los movimientos. Todo ello para escándalo de la bienpensante sociedad tradicional que la formaba, todo hay que decirlo, la inmensa mayoría de la población.
Ese reducto de posibilidad y de libertad se convirtió muy pronto en un frente abierto para el incipiente feminismo. María de Maeztu era consciente (y así lo defendía, a veces, con vehemencia extrema) que no se podía avanzar como país si las mujeres no se incorporaban a la vida pública ofreciendo lo mejor de sí mediante una esmerada educación. Y, a la par, debían ser modelo de inspiración para todas aquellas que venían detrás. El régimen que llegó después (y su defensa ciega de un tradicionalismo paleto y cruel) no podía consentir que lo que supuso la Residencia de Señoritas (y la figura de María de Maeztu) germinara en la sociedad. Por eso, quiso (sin conseguirlo) eliminar el archivo y silenciar de los libros esta semilla en el corazón del incipiente feminismo en España. La Historia (con mayúsculas) no contaba con las actuales investigaciones que están sacando a la luz la vida de estas mujeres (privilegiadas, eso sí) que quisieron ofrecer nuevos rumbos y aportes a una nación sumida en miserias de todo tipo.
Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla
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Resumen de la biografía conocida y aportaciones al conocimiento de Hipatia de Alejandría, una de las científicas de la Antigüedad silenciadas durante siglos.
La historia de Hipatia de Alejandría y de los últimos días del Mouseion (uno de las divisiones por conocimientos de la Antigua Biblioteca de Alejandría) la conocemos por la biografía que de ella nos hizo Sócrates Escolástico ciento veinte años después de la muerte de la sabia alejandrina. Hoy en día su figura está siendo reivindicada por todo tipo de feminismos ya que es un claro ejemplo del Efecto Matilda, esto es, la negación de su importancia en la historia del conocimiento por el simple hecho de ser mujer.
Biografía de Hipatia de Alejandría muy resumida
Hipatia de Alejandría nace en el 370 (otras fuentes aportan el año 355). Es hija de Teón de Alejandría, importante filósofo y matemático el cual se ocupó personalmente de las primeras enseñanzas de su hija, cosa muy poco frecuente en la época. El hecho de que perteneciera a una familia de intelectuales (para los parámetros de la época) fue determinante en el futuro de quien se convertiría en una de las primeras mujeres investigadoras conocidas en la historia. Así, después de recibir la primera instrucción de la mano de su padre, Hipatia se traslada a Italia y Atenas para completar sus estudios; estudios que termina ayudada por los propios maestros del Mouseion, la Universidad adscrita a la Antigua Biblioteca de Alejandría donde se investigaba sobre diversas materias desde astrología hasta matemáticas.
Siguiendo las bases de la época, Teón entrenó a su hija tanto en el cuidado de su cuerpo como en el de su espíritu para que fuera un “ser humano perfecto”. Según dice su biógrafo, el antes mencionado Sócrates Escolástico:
La belleza, inteligencia y talento de esta gran mujer fueron legendarios, superó a su padre en todos los campos del saber, especialmente en la observación de los astros.
y más adelante nos informa:
Consiguió un grado tal de cultura que superó con mucho a todos los filósofos contemporáneos. Heredera de la escuela neoplatónica de Plotinio, explicaba todas las ciencia filosóficas a quien lo deseara. Con este motivo, quien deseaba pensar filosóficamente iba desde cualquier lugar hasta donde ella se encontraba... pero a más de saber filosofía era también una incansable trabajadora de las ciencias matemáticas.
Esto es, Hipatia de Alejandría recibió una exquisita educación con los mejores maestros de la época formándose en diversas materias y alcanzando tal grado de maestría que, muy pronto, fue ella considerada una eminencia. Tanto fue así que, alrededor del año 400, es decir nueve años después de la destrucción del Serapeum (también adscrito a la Biblioteca de Alejandría), Hipatia llegó a dirigir el Mouseion y desde allí tuvo en sus manos la educación de destacados miembros de la aristocracia de la época, luego convertidos al cristianismo. Recordemos que esta institución hacía la suerte de universidad de la época. Sin embargo, ya eran malos tiempos para cualquier sabio pagano puesto que Roma, ya definitivamente cristiana, obligó al cierre definitivo de las puertas de esta institución creada setecientos años atrás.
Esto es, hay que destacar en la biografía de Hipatia de Alejandría que se le ofreció la administración y la dirección de una institución, si no en franca decadencia, sí condenada a desaparecer por el avance de nuevas ideas religiosas enfrentadas al pensamiento y la investigación pagana. Hipatia de Alejandría, por tanto, estaba condenada a luchar desde distintos ámbitos con nuevos bárbaros que veían en ella un mundo pasado y pagano que se negaban a incorporar a su nueva cosmovisión. De poco o nada valió a los jerarcas cristianos que la instrucción recibida proviniera de esta excepcional mujer, considerada la primera matemática de la historia. Así, la nueva religión (cristianismo) preponderante en la época, “instaba” a todos sus miembros a convertirse a la fe de Cristo (y por tanto, a abandonar cualquier estudio que pudiera considerarse contrario al dogma) si no querían morir. Y en esta red sucumbió Hipatia de Alejandría.
Los aportes de Hipatia de Alejandría al conocimiento
Hipatia se negó a renunciar a aquello que había cimentado su vida que no era más que la filosofía entendida como amor al conocimiento o a la sabiduría. En todo ello creía profundamente. No se convirtió a la nueva fe y eso propició las iras de los nuevos gobernantes que no iban a consentir que una mujer pagana pusiera en cuestión la cosmovisión que se abría ante ellos. Lo que sucedió en marzo del año 415, cuando una muchedumbre de fanáticos se toparon con ella en el centro de Alejandría, es lo que sigue. Y dejamos hablar de nuevo a Sócrates Escolástico:
Le arrancaron de su carruaje, la dejaron totalmente desnuda; le tesajearon la piel y las carnes con caracoles afilados, hasta que el aliento dejó su cuerpo...
Las iras de la barbarie, de la incultura y de la intolerancia se cebaron sobre una de las más fascinantes investigadoras de la Antigüedad. El Mouseion había desaparecido, la última directora brutalmente asesinada y los libros, como los que se encontraban en el Serapeum y en la Biblioteca Real, destruidos. Recordemos que todos estos emplazamientos formaban parte del gran recinto de saber que fue la Biblioteca de Alejandría, una de las bibliotecas antiguas más importantes y fascinantes. En el 416 ya nada existía, a no ser algunos volúmenes hurtados al fuego y al fanatismo de difícil rastreo hoy en día. Ante la humanidad se abría una época oscura en la que el conocimiento comienza a quedar encerrado en centros religiosos. Aunque en los escasos libros medievales se intentó (con distinta suerte) recuperar la cultura clásica, esta quedó en tal estado de abandono que buena parte de sus avances se perdieron para siempre.
Los aportes de Hipatia de Alejandría al conocimiento, a pesar de que no ha quedado obra de ella y todo fue destruido, se centró en el campo de la filosofía entendida como amor por la sabiduría. Ese hacerse preguntas repercutió en el área de las matemáticas y en el de la astrología. Termino anotando que la figura de Hipatia de Alejandría, siglos después, se ha convertido en clave reivindicada por el feminismo. Y es así por lo que supuso su cruel muerte y persecución de una mujer que había sido recompensada (por su sabiduría) con puestos de poder en el ámbito intelectual. La cultura medieval que asolaría (ya que no puede utilizarse otro verbo) Europa siglos después no recogió este saber por no considerarlo apto a sus intereses.
Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla
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Resumen de la biografía conocida y aportaciones al conocimiento de Hipatia de Alejandría, una de las científicas de la Antigüedad silenciadas durante siglos.
La historia de Hipatia de Alejandría y de los últimos días del Mouseion (uno de las divisiones por conocimientos de la Antigua Biblioteca de Alejandría) la conocemos por la biografía que de ella nos hizo Sócrates Escolástico ciento veinte años después de la muerte de la sabia alejandrina. Hoy en día su figura está siendo reivindicada por todo tipo de feminismos ya que es un claro ejemplo del Efecto Matilda, esto es, la negación de su importancia en la historia del conocimiento por el simple hecho de ser mujer.
Biografía de Hipatia de Alejandría muy resumida
Hipatia de Alejandría nace en el 370 (otras fuentes aportan el año 355). Es hija de Teón de Alejandría, importante filósofo y matemático el cual se ocupó personalmente de las primeras enseñanzas de su hija, cosa muy poco frecuente en la época. El hecho de que perteneciera a una familia de intelectuales (para los parámetros de la época) fue determinante en el futuro de quien se convertiría en una de las primeras mujeres investigadoras conocidas en la historia. Así, después de recibir la primera instrucción de la mano de su padre, Hipatia se traslada a Italia y Atenas para completar sus estudios; estudios que termina ayudada por los propios maestros del Mouseion, la Universidad adscrita a la Antigua Biblioteca de Alejandría donde se investigaba sobre diversas materias desde astrología hasta matemáticas.
Siguiendo las bases de la época, Teón entrenó a su hija tanto en el cuidado de su cuerpo como en el de su espíritu para que fuera un “ser humano perfecto”. Según dice su biógrafo, el antes mencionado Sócrates Escolástico:
La belleza, inteligencia y talento de esta gran mujer fueron legendarios, superó a su padre en todos los campos del saber, especialmente en la observación de los astros.
y más adelante nos informa:
Consiguió un grado tal de cultura que superó con mucho a todos los filósofos contemporáneos. Heredera de la escuela neoplatónica de Plotinio, explicaba todas las ciencia filosóficas a quien lo deseara. Con este motivo, quien deseaba pensar filosóficamente iba desde cualquier lugar hasta donde ella se encontraba... pero a más de saber filosofía era también una incansable trabajadora de las ciencias matemáticas.
Esto es, Hipatia de Alejandría recibió una exquisita educación con los mejores maestros de la época formándose en diversas materias y alcanzando tal grado de maestría que, muy pronto, fue ella considerada una eminencia. Tanto fue así que, alrededor del año 400, es decir nueve años después de la destrucción del Serapeum (también adscrito a la Biblioteca de Alejandría), Hipatia llegó a dirigir el Mouseion y desde allí tuvo en sus manos la educación de destacados miembros de la aristocracia de la época, luego convertidos al cristianismo. Recordemos que esta institución hacía la suerte de universidad de la época. Sin embargo, ya eran malos tiempos para cualquier sabio pagano puesto que Roma, ya definitivamente cristiana, obligó al cierre definitivo de las puertas de esta institución creada setecientos años atrás.
Esto es, hay que destacar en la biografía de Hipatia de Alejandría que se le ofreció la administración y la dirección de una institución, si no en franca decadencia, sí condenada a desaparecer por el avance de nuevas ideas religiosas enfrentadas al pensamiento y la investigación pagana. Hipatia de Alejandría, por tanto, estaba condenada a luchar desde distintos ámbitos con nuevos bárbaros que veían en ella un mundo pasado y pagano que se negaban a incorporar a su nueva cosmovisión. De poco o nada valió a los jerarcas cristianos que la instrucción recibida proviniera de esta excepcional mujer, considerada la primera matemática de la historia. Así, la nueva religión (cristianismo) preponderante en la época, “instaba” a todos sus miembros a convertirse a la fe de Cristo (y por tanto, a abandonar cualquier estudio que pudiera considerarse contrario al dogma) si no querían morir. Y en esta red sucumbió Hipatia de Alejandría.
Los aportes de Hipatia de Alejandría al conocimiento
Hipatia se negó a renunciar a aquello que había cimentado su vida que no era más que la filosofía entendida como amor al conocimiento o a la sabiduría. En todo ello creía profundamente. No se convirtió a la nueva fe y eso propició las iras de los nuevos gobernantes que no iban a consentir que una mujer pagana pusiera en cuestión la cosmovisión que se abría ante ellos. Lo que sucedió en marzo del año 415, cuando una muchedumbre de fanáticos se toparon con ella en el centro de Alejandría, es lo que sigue. Y dejamos hablar de nuevo a Sócrates Escolástico:
Le arrancaron de su carruaje, la dejaron totalmente desnuda; le tesajearon la piel y las carnes con caracoles afilados, hasta que el aliento dejó su cuerpo...
Las iras de la barbarie, de la incultura y de la intolerancia se cebaron sobre una de las más fascinantes investigadoras de la Antigüedad. El Mouseion había desaparecido, la última directora brutalmente asesinada y los libros, como los que se encontraban en el Serapeum y en la Biblioteca Real, destruidos. Recordemos que todos estos emplazamientos formaban parte del gran recinto de saber que fue la Biblioteca de Alejandría, una de las bibliotecas antiguas más importantes y fascinantes. En el 416 ya nada existía, a no ser algunos volúmenes hurtados al fuego y al fanatismo de difícil rastreo hoy en día. Ante la humanidad se abría una época oscura en la que el conocimiento comienza a quedar encerrado en centros religiosos. Aunque en los escasos libros medievales se intentó (con distinta suerte) recuperar la cultura clásica, esta quedó en tal estado de abandono que buena parte de sus avances se perdieron para siempre.
Los aportes de Hipatia de Alejandría al conocimiento, a pesar de que no ha quedado obra de ella y todo fue destruido, se centró en el campo de la filosofía entendida como amor por la sabiduría. Ese hacerse preguntas repercutió en el área de las matemáticas y en el de la astrología. Termino anotando que la figura de Hipatia de Alejandría, siglos después, se ha convertido en clave reivindicada por el feminismo. Y es así por lo que supuso su cruel muerte y persecución de una mujer que había sido recompensada (por su sabiduría) con puestos de poder en el ámbito intelectual. La cultura medieval que asolaría (ya que no puede utilizarse otro verbo) Europa siglos después no recogió este saber por no considerarlo apto a sus intereses.
Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla
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Hipatia de Alejandría | biografía y aportaciones
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Las bibliotecas antiguas ejercen una atracción irresistible. ¿Por qué? Quizás porque han sido y son centros de tramas alrededor de la conspiración ya que buena parte de ellas guardan libros medievales únicos. Y cuando el conocimiento es tan elitista todo indica que lo allí expuesto es fundamental para la salvación humana. Tenemos que recordar que hablamos de ejemplares que, en algún caso, son únicos. Que hubo un tiempo en el que poner la palabra por escrito era una tarea larga, ardua y costosa. Por eso, solo se atendía a lo importante: a los caminos que propiciaban la salvación del alma. Las bibliotecas antiguas, por tanto, nos dicen de la redención por la palabra escrita y también del poder terrenal que puede llegar a tener el conocimiento elitista. Estas tres bibliotecas antiguas se han formado con libros, escritos, manuscritos, incunables (volúmenes impresos antes del año 1500), cartas, actas y obras prohibidas que se guardan bajo siete llaves en lujosas estancias de universidades y de centros de gobierno. Son solo un puñado de muchas (afortunadamente) desperdigadas por la Tierra.
El hechizo de las bibliotecas antiguas
De todas ellas (por los mitos que giran a su alrededor), cantidad de obras depositadas, belleza e importancia, hoy nos acordamos de tres situadas en el sur de Europa. Otro día seguimos por otras partes del mundo que, afortunadamente para el ser humano, las hay en todos los rincones de la galaxia conocida. Vamos que es para montárselo, como los escritores aristócratas del pasado y recorrerse el planeta Tierra buscando, simplemente, estas maravillas. En Sevilla se encuentra, por poner un caso, la Biblioteca Colombina, cuyo patrono fue Hernando, uno de los hijos de Colón, con un objetivo en vida: atesorar todos los libros que salían de la recién creada imprenta. Fue tarea imposible. Otros libros, en cambio, a pesar de su fama, se guardan en bibliotecas más modestas, como los Beatos (desperdigados por monasterios) o el Codex Calixtinus, la primera guía de viaje (del Camino de Santiago) de Europa. Todos ellos nos dicen de la cultura medieval oculta en centros religiosos donde se intentaba pacientemente copiar todos los libros de la antigüedad como se hacía en la mítica y desaparecida Biblioteca de Alejandría.
Biblioteca Vaticana y Archivo Secreto Vaticano, una de las bibliotecas antiguas con más mito
La que genera más historias (sobre todo de conspiraciones) es la Biblioteca Vaticana, creada a partir de los volúmenes guardados en San Juan de Letrán, en Roma, a mediados del siglo XV. Leyendas confabuladoras aparte, el del Vaticano es quizá el archivo de documentos antiguos más completo del mundo. Aunque se pueden visitar varias estancias, la gran mayoría de obras son accesibles únicamente a los investigadores y con exhaustivos y exclusivos permisos especiales. Destaca un códice del siglo IV con los Evangelios, el más antiguo que se conoce.
Pero de sus más de un millón seiscientos mil libros y documentos que se custodian con celo en el Vaticano, lo que suscita mayor interés es el Archivo Secreto Vaticano, en parte abierto al público (incluso vía online) desde el otoño de 2012. Las actas del proceso a Galileo, la ley de disolución de los Templarios y las solicitudes de nulidad del caprichoso rey Enrique VIII han dejado de estar guardadas para exponerse al visitante curioso. Ya no son material reservado y han comenzado a formar parte de los documentos de la historia universal. El catálogo general, con escritos verdaderamente secretos y confidenciales, que debe existir, sigue sin estar accesible.
La Biblioteca de El Escorial y el sueño de un rey bibliófilo
Cuando Felipe II decide construir el Monasterio del Escorial en medio de la nada, hubo algún bibliófilo de la época que calificó la decisión como de tumba para los libros. Corría el año 1562 y ninguna ruta importante cruzaba la soledad de la Sierra de Guadarrama. Pero este rey culto, trabajador, tozudo y aficionado a escribir cartas hasta altas horas de la madrugada decide levantar un impresionante monasterio que sirviera para guardar los restos de sus antepasados, de todos los reyes españoles y los libros más importantes de lo que entonces era el mayor imperio sobre la tierra.
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Siguiendo las proporciones mágicas que se barajaban en la cultura libresca del Renacimiento, el rey manda levantar una mole cuadrada (el 4 es el símbolo de la perfección) guiándose, al parecer, por coordenadas astrológicas y reproduciendo las medidas del Templo de Salomón.
Aunque sufrió un incendio en el siglo XVI y desventuras varias a lo largo de su historia, hoy atesora documentos de gran importancia entre los que sobresalen los manuscritos versados en asuntos de medicina y escritos en árabe que se salvaron (por su utilizad) de las hogueras de la Inquisición. El poderoso Conde Duque de Olivares, que compraba o requisaba libro que caía en sus manos, dejó su legado en la Biblioteca del Escorial. Destacan un buen conjunto de libros en hebreo que, en principio, debían destruirse, pero que estos personajes conservaban para su propio provecho y, afortunadamente, el nuestro.
La delicada Biblioteca de Mafra, los libros del saber universitario
Y, por último, nos acordamos de una biblioteca mucho menor en importancia que las anteriores, pero que, por su accesibilidad y belleza, merece la visita y admiración de cualquier bibliófilo de pro. Se trata de la biblioteca situada en el Palacio Nacional de Mafra, a escasos kilómetros de Lisboa, una de las capitales de Europa más cosmopolitas en la actualidad y destino favorito de los viajeros del siglo XXI. Fue levantada en el siglo XVIII en un delicado estilo barroco suavizado por las nuevas ideas de la cultura del Neoclasicismo que empezaba a imponerse en Portugal y en el resto de Europa. La biblioteca fue un regalo del rey Juan V a su esposa por darle descendencia: la princesa Bárbara de Braganza.
La estancia se puede visitar con un guía y aquí se atesoran bellos volúmenes perfectamente encuadernados y guardados como una segunda edición de Los Lusiadas, epopeya cumbre del bardo luso Luís de Camôes. Hoy todo el conjunto monumental es Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
Hay más bibliotecas antiguas desperdigadas por el mundo que guardan esos volúmenes o bien únicos o bien que han sido objeto de todo tipo de estudios por ser enigmáticos. Este es el caso de la Hypnerotomachia Poliphili, maravilloso ejemplo de la imprenta y el arte renacentista. Otras obras únicas están expuestas en museos por su importancia, tal cual los pocos códices mayas y de las culturas precolombinas que han llegado hasta nosotros. Y hay un grupo de estos libros que han inspirado obras de aventuras, posteriormente llevadas al cine, que nos fascinan por dejarnos entrar en las distintas teorías de la conspiración que tanto gusta al individuo contemporáneo.
Por Candela Vizcaíno |Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla
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Las bibliotecas antiguas ejercen una atracción irresistible. ¿Por qué? Quizás porque han sido y son centros de tramas alrededor de la conspiración ya que buena parte de ellas guardan libros medievales únicos. Y cuando el conocimiento es tan elitista todo indica que lo allí expuesto es fundamental para la salvación humana. Tenemos que recordar que hablamos de ejemplares que, en algún caso, son únicos. Que hubo un tiempo en el que poner la palabra por escrito era una tarea larga, ardua y costosa. Por eso, solo se atendía a lo importante: a los caminos que propiciaban la salvación del alma. Las bibliotecas antiguas, por tanto, nos dicen de la redención por la palabra escrita y también del poder terrenal que puede llegar a tener el conocimiento elitista. Estas tres bibliotecas antiguas se han formado con libros, escritos, manuscritos, incunables (volúmenes impresos antes del año 1500), cartas, actas y obras prohibidas que se guardan bajo siete llaves en lujosas estancias de universidades y de centros de gobierno. Son solo un puñado de muchas (afortunadamente) desperdigadas por la Tierra.
El hechizo de las bibliotecas antiguas
De todas ellas (por los mitos que giran a su alrededor), cantidad de obras depositadas, belleza e importancia, hoy nos acordamos de tres situadas en el sur de Europa. Otro día seguimos por otras partes del mundo que, afortunadamente para el ser humano, las hay en todos los rincones de la galaxia conocida. Vamos que es para montárselo, como los escritores aristócratas del pasado y recorrerse el planeta Tierra buscando, simplemente, estas maravillas. En Sevilla se encuentra, por poner un caso, la Biblioteca Colombina, cuyo patrono fue Hernando, uno de los hijos de Colón, con un objetivo en vida: atesorar todos los libros que salían de la recién creada imprenta. Fue tarea imposible. Otros libros, en cambio, a pesar de su fama, se guardan en bibliotecas más modestas, como los Beatos (desperdigados por monasterios) o el Codex Calixtinus, la primera guía de viaje (del Camino de Santiago) de Europa. Todos ellos nos dicen de la cultura medieval oculta en centros religiosos donde se intentaba pacientemente copiar todos los libros de la antigüedad como se hacía en la mítica y desaparecida Biblioteca de Alejandría.
Biblioteca Vaticana y Archivo Secreto Vaticano, una de las bibliotecas antiguas con más mito
La que genera más historias (sobre todo de conspiraciones) es la Biblioteca Vaticana, creada a partir de los volúmenes guardados en San Juan de Letrán, en Roma, a mediados del siglo XV. Leyendas confabuladoras aparte, el del Vaticano es quizá el archivo de documentos antiguos más completo del mundo. Aunque se pueden visitar varias estancias, la gran mayoría de obras son accesibles únicamente a los investigadores y con exhaustivos y exclusivos permisos especiales. Destaca un códice del siglo IV con los Evangelios, el más antiguo que se conoce.
Pero de sus más de un millón seiscientos mil libros y documentos que se custodian con celo en el Vaticano, lo que suscita mayor interés es el Archivo Secreto Vaticano, en parte abierto al público (incluso vía online) desde el otoño de 2012. Las actas del proceso a Galileo, la ley de disolución de los Templarios y las solicitudes de nulidad del caprichoso rey Enrique VIII han dejado de estar guardadas para exponerse al visitante curioso. Ya no son material reservado y han comenzado a formar parte de los documentos de la historia universal. El catálogo general, con escritos verdaderamente secretos y confidenciales, que debe existir, sigue sin estar accesible.
La Biblioteca de El Escorial y el sueño de un rey bibliófilo
Cuando Felipe II decide construir el Monasterio del Escorial en medio de la nada, hubo algún bibliófilo de la época que calificó la decisión como de tumba para los libros. Corría el año 1562 y ninguna ruta importante cruzaba la soledad de la Sierra de Guadarrama. Pero este rey culto, trabajador, tozudo y aficionado a escribir cartas hasta altas horas de la madrugada decide levantar un impresionante monasterio que sirviera para guardar los restos de sus antepasados, de todos los reyes españoles y los libros más importantes de lo que entonces era el mayor imperio sobre la tierra.
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Siguiendo las proporciones mágicas que se barajaban en la cultura libresca del Renacimiento, el rey manda levantar una mole cuadrada (el 4 es el símbolo de la perfección) guiándose, al parecer, por coordenadas astrológicas y reproduciendo las medidas del Templo de Salomón.
Aunque sufrió un incendio en el siglo XVI y desventuras varias a lo largo de su historia, hoy atesora documentos de gran importancia entre los que sobresalen los manuscritos versados en asuntos de medicina y escritos en árabe que se salvaron (por su utilizad) de las hogueras de la Inquisición. El poderoso Conde Duque de Olivares, que compraba o requisaba libro que caía en sus manos, dejó su legado en la Biblioteca del Escorial. Destacan un buen conjunto de libros en hebreo que, en principio, debían destruirse, pero que estos personajes conservaban para su propio provecho y, afortunadamente, el nuestro.
La delicada Biblioteca de Mafra, los libros del saber universitario
Y, por último, nos acordamos de una biblioteca mucho menor en importancia que las anteriores, pero que, por su accesibilidad y belleza, merece la visita y admiración de cualquier bibliófilo de pro. Se trata de la biblioteca situada en el Palacio Nacional de Mafra, a escasos kilómetros de Lisboa, una de las capitales de Europa más cosmopolitas en la actualidad y destino favorito de los viajeros del siglo XXI. Fue levantada en el siglo XVIII en un delicado estilo barroco suavizado por las nuevas ideas de la cultura del Neoclasicismo que empezaba a imponerse en Portugal y en el resto de Europa. La biblioteca fue un regalo del rey Juan V a su esposa por darle descendencia: la princesa Bárbara de Braganza.
La estancia se puede visitar con un guía y aquí se atesoran bellos volúmenes perfectamente encuadernados y guardados como una segunda edición de Los Lusiadas, epopeya cumbre del bardo luso Luís de Camôes. Hoy todo el conjunto monumental es Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
Hay más bibliotecas antiguas desperdigadas por el mundo que guardan esos volúmenes o bien únicos o bien que han sido objeto de todo tipo de estudios por ser enigmáticos. Este es el caso de la Hypnerotomachia Poliphili, maravilloso ejemplo de la imprenta y el arte renacentista. Otras obras únicas están expuestas en museos por su importancia, tal cual los pocos códices mayas y de las culturas precolombinas que han llegado hasta nosotros. Y hay un grupo de estos libros que han inspirado obras de aventuras, posteriormente llevadas al cine, que nos fascinan por dejarnos entrar en las distintas teorías de la conspiración que tanto gusta al individuo contemporáneo.
Por Candela Vizcaíno |Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla
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3 Bibliotecas antiguas: Biblioteca Vaticana, Escorial y Mafra
stdClass Object ( [id] => 598 [title] => La iglesia y su papel en la difusión de la cultura medieval [alias] => iglesia-cultura-medieval [catid] => 67 [published] => 1 [introtext] =>Breve análisis del panorama cultural medieval y la importancia fundamental de la iglesia y sus valores en la sociedad de estos siglos.
En el 476 caía el Imperio Romano de Occidente dando entrada oficialmente a la Edad Media. Casi un siglo antes, en el 380, el cristianismo se había convertido en la religión oficial de ese mismo imperio en decadencia por un decreto de Constantino. El fin de la cultura clásica supone, en primera instancia, que se deja atrás las creencias en los dioses paganos con todo lo que ello supone. Además y paralelamente, lo que fuera un imperio unido se desmenuza en pequeños reinos tan enfrentados entre sí que las vías de comunicación (en todos los sentidos) comienzan a abandonarse. Y esta se convierte en una circunstancia trascendental para entender a la iglesia y su papel en la difusión de la cultura medieval.
El teocentrismo de la Edad Media
De familiaridad con lo santo ha sido descrita la cultura medieval europea al completo. Aún así, hay que ir más allá, mucho más. Hasta finales del siglo XV, con la imprenta y los descubrimientos de nuevas tierras allende los mares, un población harapienta, hambrienta y analfabeta solo ponía su mirada en los dones divinos. Con la caída de Roma, los distintos señores europeos van conformando reinados alrededor de un castillo y sus tierras de labranza. La falta de colaboración entre ellos se transforma en guerras frecuentes que merman cosechas a la par que consumen los escasos recursos económicos disponibles. El ensimismamiento en lo propio hace que se olviden los caminos y que la cultura (a pesar de ser única para todo el territorio europeo) se vuelva local, empobrecida y escasa.
En estos cuerpos desvalidos por la desnutrición y los rigores extremos hacen mella plagas de todo tipo que proliferan por la falta de higiene básica ya que también han sido abandonadas las redes de cloacas. Paralelamente, el cristianismo se va extendiendo por toda Europa hasta arrinconar cualquier otra espiritualidad. El mensaje de redención (en otro plano, en un más allá etéreo) va calando en la población que ve este mundo como tránsito hacia la otra vida sin ningún aliciente para agarrarse a los dones terrenos. Tanto fue así que, alrededor del año mil, se acumulaban tal cantidad de tribulaciones que desde los reyes hasta los más humildes de los labriegos creían firmemente en la llegada del fin del mundo. El Apocalipsis se palpaba con la punta de los dedos dando lugar a una literatura propia al respecto que cristalizó en los reinos hispánicos en los llamados Beatos, una de las más bellas muestras artísticas de la Edad Media.
Una sociedad profundamente dividida en grupos estancos de guerreros (nobleza) y campesinos junto con pequeños artesanos encuentra en el tercer estamento (la iglesia) el único depositario de todos los bienes culturales. Y así se hace. Entre los muros de centros religiosos, aislados de la población, se va concentrando paulatinamente los saberes de la escritura, de la fitoterapia, de la elaboración de algunos productos de higiene, de cerveza… Aquí queda recogido el recuerdo de la cultura clásica, de la filosofía y de la literatura griega, de la historiografía romana, de los herbolarios árabes…
Pérdida de comunicaciones y reinos confinados
Para entender la labor de la iglesia y su difusión de la cultura medieval hay que centrarse en la estanca estructura social protagonizada por fronteras (tanto internas como externas) claramente definidas. Cada reino estaba dividido en tres estamentos casi inamovibles: la casta de los guerreros nobles, los campesinos y la iglesia. Y estos reinos, a su vez, apenas tenían comunicación con el vecino y cuando esta se producía era, en un porcentaje elevado, para iniciar hostilidades que acababan en guerras. El analfabetismo era una constante no solo entre los humildes sino también en la, a veces, brutal nobleza. Con este panorama, era la iglesia la depositaria del saber, de las letras, de la lectura, de la música, de los libros y de lo que en ellos se decía.
A partir del siglo VII y casi hasta el siglo XII las antiguas vías de comunicación romanas fueron abandonadas. Los caminos se convirtieron en territorios peligrosos repletos de criminales de todo tipo que llegaron incluso al canibalismo. Ante esta situación, rara vez alguien se atrevía a traspasar los límites de su terruño y pocos eran lo que, en vida, conocían lo que había más allá de unos veinte o cincuenta kilómetros desde su lugar de nacimiento. Las comunicaciones, por tanto, se hacían complejas, difíciles, lentas y frustrantes. Únicamente, a partir del siglo XII, cuando la situación económica comenzó a dar pequeños respiros, avanzaron algunas vías de peregrinación como el Camino de Santiago. Aún así, tal como se recoge en el famoso libro Codex Calixtinus, el viaje era tan peligroso que eran muchos los fieles que no pudieron regresar a su lugar de origen.
La iglesia y su papel en la difusión de la cultura medieval: los monasterios
Si los castillos se convirtieron en el refugio de una población civil asediada por todo tipo de peligros, un tanto de lo mismo sucedió para los libros medievales con respecto a los centros religiosos. Monasterios y conventos se levantan en emplazamientos aislados, a veces, escarpados y de difícil acceso. Se resguardan por altos muros en el plano físico y por una ley conocida por todos que penaba con el infierno eterno a quien osara perturbar una paz que era entregada a mayor gloria de Dios. En estos refugios se concentraban las pocas personas alfabetizadas de la Edad Media y también la enseñanza del saber de la época. Aquí se rezaba y se vivía en comunidad. Se mantenía un huerto y se intentaba comprender las propiedades de ciertas hierbas medicinales que se aprovechaban para llevar a cabo prácticas de medicina natural. Aquí se elaboraba vino o cerveza y se trabajaba en una pequeña granja de autoabastecimiento.
Y en cada uno de estos centros religiosos se mantenía un scriptoria donde la comunidad religiosa se afanaba pacientemente en copiar con cuidada caligrafía los restos de la cultura clásica. Ya hemos dicho que la pobreza era extrema. Por tanto, los libros eran difíciles de elaborar. Se necesitaban pergaminos (realizados a partir de pieles de animales), tintas y materiales cuyo acopio no era fácil. También hemos anotado que los caminos eran lugares hartos peligrosos. Por tanto, el intercambio y el comercio era casi inexistente. Prácticamente todo se dejaba al autoabastecimiento. Y a ello se unía los escasos volúmenes disponibles para copiar o traducir.
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Porque la única manera que tenía un centro religioso de aumentar su biblioteca era copiar un volumen ya existente. Este podría estar en un monasterio de la misma orden al que había que solicitar el préstamo mediante una correspondencia epistolar peligrosa. Y, una vez admitido el trueque o la solicitud había que proceder al traslado de las obras. Lo último era rezar para que llegara a su destino sin que el mensajero hubiera sido asaltado. Una vez en los scriptoria se procedía a su copiado o a su traducción en otra lengua clásica o (ya pasado el milenio) en alguna de las lenguas romances en las que se había convertido el latín.
La iglesia y su papel en la difusión de la cultura medieval: los libros
No se creaba tal como hoy lo entendemos. El esfuerzo se concentraba en la recuperación de textos clásicos, en su copiado para que no se perdiera, en las glosas (crítica, explicación o análisis), en los comentarios a los escritos de los padres de la iglesia y poco más. La Biblia acaparaba los primeros recursos y de ella se hacían manuscritos y más manuscritos. Luego ocupaba el interés los escritos con autoridad de los autores cristianos (San Agustín, Santo Tomás…) seguido de algunos textos de difícil clasificación como fueron los Beatos. A continuación, se recuperaban los textos de la cultura clásica considerados compatibles con las enseñanzas cristianas. A pesar de ello, las ideas paganas pervivieron gracias a la labor de copia de estos centros religiosos. Y fue no solo por esta paciente tarea manuscrita sino porque también se intentó blanquear (de alguna manera u otra) este conocimiento a través del concepto de alegoría.
Resumiendo mucho, se entendía que todo en el mundo de más allá tenía una traducción en este plano. Aquí se incluía toda la cultura pagana con dioses que no se empeñaban en ocultar vicios y seres híbridos en metamorfosis. Y todo ello hizo posible que no se perdiera ni Platón ni Aristóteles ni Ovidio y ni siquiera las comedias obscenas de Plauto. Los libros que un día fueron el orgullo de la Biblioteca de Alejandría siguieron circulando y copiándose en los monasterios donde se guardaban con celo y mil llaves.
La comunicación y la transmisión de la cultura en la Edad Media
Con esta situación social y cultural la comunicación de las enseñanzas de las escrituras al resto de la población se hacía complicada. Por eso, prácticamente todo llegaba de manera oral. Las parábolas de la Biblia se unían a los sermones dominicales. Y las paredes de las iglesias se llenaron con símbolos que la humanidad de la época sabía descifrar. Allí se hablaba del poder del infierno, de la atracción del pecado, de los dones del paraíso y de la felicidad de la virtud. Tallados en piedra, ese conocimiento esencial estaba al alcance del más humilde mientras los libros se guardaban en espera de publicitarse su conocimiento.
Del mismo tenor era la literatura medieval. La oralidad era la norma y la escritura la excepción. Orales eran los cantares de gesta con los que los miembros del mester juglaría se empeñaban en llevar un poco de alegría a la población de los castillos medievales. Por eso, excepto alguna muestra, como el Cantar del Mío Cid, se ha perdido la práctica totalidad de la poesía épica de estos siglos. Y orales, con toda probabilidad, eran también los textos del mester de clerecía, aunque estos hayan sufrido mejor destino. Había, por tanto, que fiarlo todo a una frágil memoria cuya transmisión podría quebrarse con facilidad.
Y en poco más se sustentaba la cultura medieval. Es a partir del siglo XII con un tímido y progresivo aumento de las ciudades, que comienzan a llenarse de una incipiente burguesía artesanal y comercial, cuando empieza a dejarse atrás tanta oscuridad. A partir de estas décadas se van abriendo los caminos, se van levantando iglesias en el estilo románico para desembocar en la grandiosa arquitectura gótica. Paralelamente, los señores feudales van perdiendo poder en favor de reinos cada vez mayores que van concentrando riquezas. Estas pueden invertirse en emprendimientos de cierta ambición. Coincide, además, con la fundación de las primeras universidades europeas (Bolonia en 1088, Oxford en 1096, Cambridge en 1209 o Salamanca en 1218) que se extenderían durante los siglos XIII, XIV y XV. Así, progresivamente, el conocimiento va saliendo de los muros de monasterios y conventos.
Aunque no se abandonan los estudios tradicionales, sí se abren nuevas vías de saber y estas están a disposición de un público más amplio (con sus matices). Muy lentamente se va acorralando el analfabetismo accediendo a la instrucción los miembros de la nobleza, primero, la burguesía o campesinos libres enriquecidos, después. Una población cada vez mayor de estudiantes se acaba convirtiendo en el germen de los profesionales liberales.
La iglesia y su papel en la difusión de la cultura medieval continuaría con la instauración de la imprenta a mediados del siglo XV, fecha en la que se da por finiquitada la época. Donde antes hubo un scriptoria se instala una imprenta. Sin embargo, para entonces, el mundo había cambiado de forma radical y la Edad Media había quedado atrás para siempre. Los caminos volvían a ser transitados. Algunos valientes (o los que no tenían nada que perder) se adentraron incluso allende los mares descubriendo a ojos europeos nuevas tierras. La multiplicación de los libros propició nuevas ideas (erasmismo, el cisma protestante hasta llegar a una nueva posición del hombre en el Renacimiento…) Cada vez eran más los que abandonaban los campos y se concentraban en las ciudades creándose talleres y oficios diversos que, de alguna manera u otra, contribuían a una mejora de la economía. Y con ella se posibilitaba que alguien más abandonara la oscuridad del analfabetismo para adentrarse en la luz de los libros y el conocimiento.
Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla
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En el 476 caía el Imperio Romano de Occidente dando entrada oficialmente a la Edad Media. Casi un siglo antes, en el 380, el cristianismo se había convertido en la religión oficial de ese mismo imperio en decadencia por un decreto de Constantino. El fin de la cultura clásica supone, en primera instancia, que se deja atrás las creencias en los dioses paganos con todo lo que ello supone. Además y paralelamente, lo que fuera un imperio unido se desmenuza en pequeños reinos tan enfrentados entre sí que las vías de comunicación (en todos los sentidos) comienzan a abandonarse. Y esta se convierte en una circunstancia trascendental para entender a la iglesia y su papel en la difusión de la cultura medieval.
El teocentrismo de la Edad Media
De familiaridad con lo santo ha sido descrita la cultura medieval europea al completo. Aún así, hay que ir más allá, mucho más. Hasta finales del siglo XV, con la imprenta y los descubrimientos de nuevas tierras allende los mares, un población harapienta, hambrienta y analfabeta solo ponía su mirada en los dones divinos. Con la caída de Roma, los distintos señores europeos van conformando reinados alrededor de un castillo y sus tierras de labranza. La falta de colaboración entre ellos se transforma en guerras frecuentes que merman cosechas a la par que consumen los escasos recursos económicos disponibles. El ensimismamiento en lo propio hace que se olviden los caminos y que la cultura (a pesar de ser única para todo el territorio europeo) se vuelva local, empobrecida y escasa.
En estos cuerpos desvalidos por la desnutrición y los rigores extremos hacen mella plagas de todo tipo que proliferan por la falta de higiene básica ya que también han sido abandonadas las redes de cloacas. Paralelamente, el cristianismo se va extendiendo por toda Europa hasta arrinconar cualquier otra espiritualidad. El mensaje de redención (en otro plano, en un más allá etéreo) va calando en la población que ve este mundo como tránsito hacia la otra vida sin ningún aliciente para agarrarse a los dones terrenos. Tanto fue así que, alrededor del año mil, se acumulaban tal cantidad de tribulaciones que desde los reyes hasta los más humildes de los labriegos creían firmemente en la llegada del fin del mundo. El Apocalipsis se palpaba con la punta de los dedos dando lugar a una literatura propia al respecto que cristalizó en los reinos hispánicos en los llamados Beatos, una de las más bellas muestras artísticas de la Edad Media.
Una sociedad profundamente dividida en grupos estancos de guerreros (nobleza) y campesinos junto con pequeños artesanos encuentra en el tercer estamento (la iglesia) el único depositario de todos los bienes culturales. Y así se hace. Entre los muros de centros religiosos, aislados de la población, se va concentrando paulatinamente los saberes de la escritura, de la fitoterapia, de la elaboración de algunos productos de higiene, de cerveza… Aquí queda recogido el recuerdo de la cultura clásica, de la filosofía y de la literatura griega, de la historiografía romana, de los herbolarios árabes…
Pérdida de comunicaciones y reinos confinados
Para entender la labor de la iglesia y su difusión de la cultura medieval hay que centrarse en la estanca estructura social protagonizada por fronteras (tanto internas como externas) claramente definidas. Cada reino estaba dividido en tres estamentos casi inamovibles: la casta de los guerreros nobles, los campesinos y la iglesia. Y estos reinos, a su vez, apenas tenían comunicación con el vecino y cuando esta se producía era, en un porcentaje elevado, para iniciar hostilidades que acababan en guerras. El analfabetismo era una constante no solo entre los humildes sino también en la, a veces, brutal nobleza. Con este panorama, era la iglesia la depositaria del saber, de las letras, de la lectura, de la música, de los libros y de lo que en ellos se decía.
A partir del siglo VII y casi hasta el siglo XII las antiguas vías de comunicación romanas fueron abandonadas. Los caminos se convirtieron en territorios peligrosos repletos de criminales de todo tipo que llegaron incluso al canibalismo. Ante esta situación, rara vez alguien se atrevía a traspasar los límites de su terruño y pocos eran lo que, en vida, conocían lo que había más allá de unos veinte o cincuenta kilómetros desde su lugar de nacimiento. Las comunicaciones, por tanto, se hacían complejas, difíciles, lentas y frustrantes. Únicamente, a partir del siglo XII, cuando la situación económica comenzó a dar pequeños respiros, avanzaron algunas vías de peregrinación como el Camino de Santiago. Aún así, tal como se recoge en el famoso libro Codex Calixtinus, el viaje era tan peligroso que eran muchos los fieles que no pudieron regresar a su lugar de origen.
La iglesia y su papel en la difusión de la cultura medieval: los monasterios
Si los castillos se convirtieron en el refugio de una población civil asediada por todo tipo de peligros, un tanto de lo mismo sucedió para los libros medievales con respecto a los centros religiosos. Monasterios y conventos se levantan en emplazamientos aislados, a veces, escarpados y de difícil acceso. Se resguardan por altos muros en el plano físico y por una ley conocida por todos que penaba con el infierno eterno a quien osara perturbar una paz que era entregada a mayor gloria de Dios. En estos refugios se concentraban las pocas personas alfabetizadas de la Edad Media y también la enseñanza del saber de la época. Aquí se rezaba y se vivía en comunidad. Se mantenía un huerto y se intentaba comprender las propiedades de ciertas hierbas medicinales que se aprovechaban para llevar a cabo prácticas de medicina natural. Aquí se elaboraba vino o cerveza y se trabajaba en una pequeña granja de autoabastecimiento.
Y en cada uno de estos centros religiosos se mantenía un scriptoria donde la comunidad religiosa se afanaba pacientemente en copiar con cuidada caligrafía los restos de la cultura clásica. Ya hemos dicho que la pobreza era extrema. Por tanto, los libros eran difíciles de elaborar. Se necesitaban pergaminos (realizados a partir de pieles de animales), tintas y materiales cuyo acopio no era fácil. También hemos anotado que los caminos eran lugares hartos peligrosos. Por tanto, el intercambio y el comercio era casi inexistente. Prácticamente todo se dejaba al autoabastecimiento. Y a ello se unía los escasos volúmenes disponibles para copiar o traducir.
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Porque la única manera que tenía un centro religioso de aumentar su biblioteca era copiar un volumen ya existente. Este podría estar en un monasterio de la misma orden al que había que solicitar el préstamo mediante una correspondencia epistolar peligrosa. Y, una vez admitido el trueque o la solicitud había que proceder al traslado de las obras. Lo último era rezar para que llegara a su destino sin que el mensajero hubiera sido asaltado. Una vez en los scriptoria se procedía a su copiado o a su traducción en otra lengua clásica o (ya pasado el milenio) en alguna de las lenguas romances en las que se había convertido el latín.
La iglesia y su papel en la difusión de la cultura medieval: los libros
No se creaba tal como hoy lo entendemos. El esfuerzo se concentraba en la recuperación de textos clásicos, en su copiado para que no se perdiera, en las glosas (crítica, explicación o análisis), en los comentarios a los escritos de los padres de la iglesia y poco más. La Biblia acaparaba los primeros recursos y de ella se hacían manuscritos y más manuscritos. Luego ocupaba el interés los escritos con autoridad de los autores cristianos (San Agustín, Santo Tomás…) seguido de algunos textos de difícil clasificación como fueron los Beatos. A continuación, se recuperaban los textos de la cultura clásica considerados compatibles con las enseñanzas cristianas. A pesar de ello, las ideas paganas pervivieron gracias a la labor de copia de estos centros religiosos. Y fue no solo por esta paciente tarea manuscrita sino porque también se intentó blanquear (de alguna manera u otra) este conocimiento a través del concepto de alegoría.
Resumiendo mucho, se entendía que todo en el mundo de más allá tenía una traducción en este plano. Aquí se incluía toda la cultura pagana con dioses que no se empeñaban en ocultar vicios y seres híbridos en metamorfosis. Y todo ello hizo posible que no se perdiera ni Platón ni Aristóteles ni Ovidio y ni siquiera las comedias obscenas de Plauto. Los libros que un día fueron el orgullo de la Biblioteca de Alejandría siguieron circulando y copiándose en los monasterios donde se guardaban con celo y mil llaves.
La comunicación y la transmisión de la cultura en la Edad Media
Con esta situación social y cultural la comunicación de las enseñanzas de las escrituras al resto de la población se hacía complicada. Por eso, prácticamente todo llegaba de manera oral. Las parábolas de la Biblia se unían a los sermones dominicales. Y las paredes de las iglesias se llenaron con símbolos que la humanidad de la época sabía descifrar. Allí se hablaba del poder del infierno, de la atracción del pecado, de los dones del paraíso y de la felicidad de la virtud. Tallados en piedra, ese conocimiento esencial estaba al alcance del más humilde mientras los libros se guardaban en espera de publicitarse su conocimiento.
Del mismo tenor era la literatura medieval. La oralidad era la norma y la escritura la excepción. Orales eran los cantares de gesta con los que los miembros del mester juglaría se empeñaban en llevar un poco de alegría a la población de los castillos medievales. Por eso, excepto alguna muestra, como el Cantar del Mío Cid, se ha perdido la práctica totalidad de la poesía épica de estos siglos. Y orales, con toda probabilidad, eran también los textos del mester de clerecía, aunque estos hayan sufrido mejor destino. Había, por tanto, que fiarlo todo a una frágil memoria cuya transmisión podría quebrarse con facilidad.
Y en poco más se sustentaba la cultura medieval. Es a partir del siglo XII con un tímido y progresivo aumento de las ciudades, que comienzan a llenarse de una incipiente burguesía artesanal y comercial, cuando empieza a dejarse atrás tanta oscuridad. A partir de estas décadas se van abriendo los caminos, se van levantando iglesias en el estilo románico para desembocar en la grandiosa arquitectura gótica. Paralelamente, los señores feudales van perdiendo poder en favor de reinos cada vez mayores que van concentrando riquezas. Estas pueden invertirse en emprendimientos de cierta ambición. Coincide, además, con la fundación de las primeras universidades europeas (Bolonia en 1088, Oxford en 1096, Cambridge en 1209 o Salamanca en 1218) que se extenderían durante los siglos XIII, XIV y XV. Así, progresivamente, el conocimiento va saliendo de los muros de monasterios y conventos.
Aunque no se abandonan los estudios tradicionales, sí se abren nuevas vías de saber y estas están a disposición de un público más amplio (con sus matices). Muy lentamente se va acorralando el analfabetismo accediendo a la instrucción los miembros de la nobleza, primero, la burguesía o campesinos libres enriquecidos, después. Una población cada vez mayor de estudiantes se acaba convirtiendo en el germen de los profesionales liberales.
La iglesia y su papel en la difusión de la cultura medieval continuaría con la instauración de la imprenta a mediados del siglo XV, fecha en la que se da por finiquitada la época. Donde antes hubo un scriptoria se instala una imprenta. Sin embargo, para entonces, el mundo había cambiado de forma radical y la Edad Media había quedado atrás para siempre. Los caminos volvían a ser transitados. Algunos valientes (o los que no tenían nada que perder) se adentraron incluso allende los mares descubriendo a ojos europeos nuevas tierras. La multiplicación de los libros propició nuevas ideas (erasmismo, el cisma protestante hasta llegar a una nueva posición del hombre en el Renacimiento…) Cada vez eran más los que abandonaban los campos y se concentraban en las ciudades creándose talleres y oficios diversos que, de alguna manera u otra, contribuían a una mejora de la economía. Y con ella se posibilitaba que alguien más abandonara la oscuridad del analfabetismo para adentrarse en la luz de los libros y el conocimiento.
Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla
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La iglesia y su papel en la difusión de la cultura medieval
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Breve análisis de las bases culturales de la Edad Media desde la literatura pasando por el conocimiento enclaustrado en monasterios hasta la arquitectura.
A pesar del largo periodo histórico que comprende el Medievo europeo con más de diez siglos de existencia (476-1492), podemos rastrear en esta época características, modos y sustratos comunes a la gran mayoría de países europeos. Con la caída del Imperio Romano de Occidente se abre una etapa en la que desaparecen los tímidos avances alcanzados en ingeniería a la par que, progresivamente, se van cayendo, como un castillo de naipes, el entramado de comunicaciones de los siglos anteriores. Así, si por algo se caracteriza la cultura medieval es por el confinamiento en pequeños reinos, en monasterios, en núcleos sociales aislados. Y con ello, el conocimiento se quedó paralizado en una lentitud de tal calibre que podrían pasar décadas para que el más mínimo avance se transmitiera en los doscientos kilómetros a la redonda desde donde se generó.
Castillos, guerras y señores para entender la cultura medieval
Con la caída del Imperio Romano, el territorio europeo se desmenuza en pequeños reinos que, a su vez, mantienen distintos señores con bastante poder y enfrentados entre sí. Esto supone que la población queda recluida en emplazamientos dominados por un castillo que se recorren de punta a punta en una jornada. Aquí se nacía, se vivía, se trabajaba, se amaba y se moría. Las labores del campo, de la ganadería o en pequeños talleres artesanales ocupaban el día a día y todo ello con nulas condiciones higiénicas, de salubridad del agua o de acceso a recursos médicos. Las cloacas de las ciudades romanas se habían abandonado y en las casas populares se hacinaban animales de carga o de granja con humanos disputándose, a veces, la comida con roedores y alimañas. Con esta economía de subsistencia casi los recursos eran tan escasos que las hambrunas eran frecuentes debido a la pérdida de las cosechas por sequías, plagas o incendios. A esto se unían enfermedades contagiosas (por la falta de la más mínima higiene y por recaer en una población debilitada) y continuas guerras entre señores vecinos por cualquier cosa. Por tanto, este cóctel de miseria rebaja la esperanza de vida y la calidad de la misma a niveles de subsistencia.
Las sucesivas nuevas generaciones de los pueblos no conocían otra vida rodeadas de escasez, injusticia, enfermedad y analfabetismo. Porque, aunque no hay registros, se estima que más del ochenta por ciento de la población no sabía leer las letras ni reconocer ni un solo carácter matemático. Y, aunque eran las gentes sencillas las que estaban sumidas en este desconocimiento, a veces no se quedaba atrás la nobleza perteneciente a una ruda casta guerrera que despreciaba el conocimiento más básico. La falta de comunicación entre los distintos reinos y el confinamiento al que estaba sometido la población hizo, además, que el latín se transformara en las distintas lenguas romances que, en un principio, fueron desechadas por la élite de la cultura medieval para la propagación del arte o de una rudimentaria ciencia.
Los caminos se fueron abandonando y se convirtieron en un reducto de criminales brutales capaces de cometer atrocidades para sobrevivir. Tanto es así, que lo normal era que un habitante de la Edad Media no se alejara en toda su vida más allá de veinte kilómetros de su lugar de nacimiento. La única vía que pone en contacto unos pueblos con otros (aparte de las guerras) es el Camino de Santiago, especialmente a partir del siglo XII. Tal como se refleja en el conocido Codex Calixtinus o Códice Calixtino el viaje estaba tan plagado de peligros que era frecuente que los peregrinos no regresaran vivos a sus hogares.
Y esto es válido incluso para la población religiosa refugiada con sus libros (tal como veremos a continuación) en conventos y monasterios. Si a ello sumamos que para producir uno de los pocos libros medievales necesarios para el culto, consulta o estudio se necesitaba recursos económicos que se detraían de lo básico tenemos la combinación perfecta para un retrato de una época oscura en extremo.
La cultura medieval está refugiada en los monasterios
Si el castillo era el eje de la vida defensiva o civil, allí donde se acudía a la llamada de recogida o para organizar la más mínima gestión ante el señor, el monasterio no solo era el centro de la vida religiosa (que este recaía en las iglesias) sino cultural. Porque decir cultura medieval es apelar a un cristianismo extendido por toda Europa desplazando cualquier otra opción espiritual y, a veces, de manera extrema. La vida en la tierra era tan dura, aterradora, repleta de peligros y tan poco satisfactoria que se ponía el foco en un más allá de salvación, paradisíaco y utópico.
Mientras que en las iglesias se sucedían los sermones amonestando con castigos que se palpaban día a día, en los monasterios se disfrutaba de una vida recogida centrada en el estudio. Porque el grueso de la población alfabetizada pertenecía a las congregaciones religiosas. Allí se estudiaba teología, gramática, latín y nociones básicas de fitoterapia que servían como remedios medicinales básicos. Los monasterios giraban alrededor de los scriptoria, los espacios donde pacientemente se copiaban los retazos de la cultura clásica que había logrado sobrevivir al tiempo. No había más ambición creativa o científica que guardar aquello que había sobrevivido de la antigüedad. Pacientemente, se copiaban los textos de la literatura griega, de la filosofía, de los herbolarios, de la historiografía romana y de aquellos libros que un día fueron el orgullo de la Biblioteca de Alejandría y que en ella época se sentía como lejana. El trabajo era tan laborioso, lento y caro que las bibliotecas de estos centros del saber rara vez alcanzaban los cincuenta ejemplares. Para seguir produciendo libros se recurría al préstamo mediante farragosas negociaciones por carta que podían extenderse durante años.
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Ante esta situación de escasez extrema, las hojas de los libros se guardaban celosamente para transcribir la Biblia, los escritos de los santos y de los padres de la Iglesia (especialmente San Agustín y Santo Tomás) y los textos filosóficos de los autores paganos que no pudieran comprometer los principios del cristianismo. Las preferencias estaban claras. Lo que se dejaba por escrito se consideraba fundamental para la salvación del alma y el reposo del espíritu en esta vida. Lo demás casi no importaba.
Pocas obras hubo originales y cuando existieron (como los famosos Beatos) siempre fueron un compendio de escritos tomados de la Biblia, glosas y fragmentos de autores pasados. Alrededor del año mil tal era la tribulación que soportaba el grueso de la población que se había llegado al convencimiento de que el fin del mundo estaba cerca. Como el Apocalipsis no llegó, hubo un tímido renacer a partir del siglo XI que se aprovechó para intentar progresar en matemáticas, geografía, historia, medicina e, incluso, astronomía. Sin embargo, todos estos estudios tenían que tener el beneplácito eclesial para no caer en alguna de las múltiples herejías estipuladas por la inquisición y que podía dar (como de hecho sucedió en más de una ocasión) con el investigador en la hoguera.
La literatura oral dentro del contexto de la cultura medieval
En este orden de cosas en el que los recursos eran tan escasos que el conocimiento apenas podía progresar (y cuando se hacía se frenaba por considerarlo contrario a los principios cristianos) los ejemplos escritos de literatura son mínimos. La población pobre y analfabeta demandaba un tipo de espectáculo perteneciente al mester de juglaría en el que se mezclaban la recitación de poemas épicos con otro tipo de números de evasión o de diversión. Así se combinaban los malabares y las coreografías con pequeños animales con la recitación de los cantares de gesta acompañados de algún instrumento básico. Estos siempre daban cuenta de las hazañas de héroes locales conocidos por todos por ser prácticamente contemporáneos. Y, con algunas excepciones, todo se dejaba a la memoria y al trabajo oral. Si bien en castellano se ha conservado el Cantar del Mío Cid, de las aventuras de otros guerreros patrios solo nos han llegado sus ecos.
Aunque pudiera parecer que la literatura culta (alrededor del mester de clerecía) recibía mejor trato a la hora de pasar las fronteras de lo escrito, tampoco había mucha diferencia. Por eso, los textos que nos han llegado de este género también han sido mínimos. En España, se cuentan con los dedos de las manos. Podemos nombrar los Milagros de Nuestra Señora de Gonzalo de Berceo o el Libro de Buen Amor del Arcipreste de Hita. Y eso que, a diferencia del resto de los reinos europeos, pudo asentarse algunas escuelas importantes aprovechando la presencia árabe y judía. Buena prueba de ello es la escuela de traductores de Toledo fundada por el obispo don Raimundo y la labor cultural del Rey Alfonso X, el sabio, ambas del siglo XII.
La cultura medieval ensalza el arte para Dios
De familiaridad con lo santo se ha descrito la época. Y así hay que entenderla ya que poco o nada queda de algún pensamiento pagano o mínimamente ajeno a la religión. Dios se convierte en el centro todopoderoso de todos los aspectos de la vida y con ello se coarta la libertad necesaria para el desarrollo no ya de la ciencia sino de hasta pequeñas actividades artesanales (elaboración de cerveza, de productos básicos de higiene, de tinturas médicas…) que se concentran en los monasterios. Aquí se queda atrapado ese conocimiento sin apenas ofrecerse a la sociedad. A eso unimos la falta de comunicaciones entre las poblaciones que no permite que el poco conocimiento que se crea salten los muros de los centros religiosos.
Cualquier otra manifestación de la cultura medieval será para construir toscas iglesias en el estilo románico primero y en la arquitectura gótica después, ya rozando y avanzando hacia el Renacimiento. La energía creativa y monetaria se ponía al servicio de Dios y su alabanza. Los templos se llenaban de símbolos que aleccionaban a la población sobre las tentaciones demoníacas frente a la promesa del paraíso. Era la única forma de comunicar conceptos abstractos a gentes sencillas, atrapadas en la superstición y en un analfabetismo sistémico. Y este panorama quedaría inalterable y casi congelado en el tiempo durante largos siglos. Empezaría a cambiar a partir del siglo XIII con el avance de las ciudades y una tímida actividad burguesa que propició la creación de las primeras universidades cuyo conocimiento ya quedaba fuera de los centros monásticos. La imprenta en siglo XV haría el resto liquidando la época para siempre.
Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla
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Breve análisis de las bases culturales de la Edad Media desde la literatura pasando por el conocimiento enclaustrado en monasterios hasta la arquitectura.
A pesar del largo periodo histórico que comprende el Medievo europeo con más de diez siglos de existencia (476-1492), podemos rastrear en esta época características, modos y sustratos comunes a la gran mayoría de países europeos. Con la caída del Imperio Romano de Occidente se abre una etapa en la que desaparecen los tímidos avances alcanzados en ingeniería a la par que, progresivamente, se van cayendo, como un castillo de naipes, el entramado de comunicaciones de los siglos anteriores. Así, si por algo se caracteriza la cultura medieval es por el confinamiento en pequeños reinos, en monasterios, en núcleos sociales aislados. Y con ello, el conocimiento se quedó paralizado en una lentitud de tal calibre que podrían pasar décadas para que el más mínimo avance se transmitiera en los doscientos kilómetros a la redonda desde donde se generó.
Castillos, guerras y señores para entender la cultura medieval
Con la caída del Imperio Romano, el territorio europeo se desmenuza en pequeños reinos que, a su vez, mantienen distintos señores con bastante poder y enfrentados entre sí. Esto supone que la población queda recluida en emplazamientos dominados por un castillo que se recorren de punta a punta en una jornada. Aquí se nacía, se vivía, se trabajaba, se amaba y se moría. Las labores del campo, de la ganadería o en pequeños talleres artesanales ocupaban el día a día y todo ello con nulas condiciones higiénicas, de salubridad del agua o de acceso a recursos médicos. Las cloacas de las ciudades romanas se habían abandonado y en las casas populares se hacinaban animales de carga o de granja con humanos disputándose, a veces, la comida con roedores y alimañas. Con esta economía de subsistencia casi los recursos eran tan escasos que las hambrunas eran frecuentes debido a la pérdida de las cosechas por sequías, plagas o incendios. A esto se unían enfermedades contagiosas (por la falta de la más mínima higiene y por recaer en una población debilitada) y continuas guerras entre señores vecinos por cualquier cosa. Por tanto, este cóctel de miseria rebaja la esperanza de vida y la calidad de la misma a niveles de subsistencia.
Las sucesivas nuevas generaciones de los pueblos no conocían otra vida rodeadas de escasez, injusticia, enfermedad y analfabetismo. Porque, aunque no hay registros, se estima que más del ochenta por ciento de la población no sabía leer las letras ni reconocer ni un solo carácter matemático. Y, aunque eran las gentes sencillas las que estaban sumidas en este desconocimiento, a veces no se quedaba atrás la nobleza perteneciente a una ruda casta guerrera que despreciaba el conocimiento más básico. La falta de comunicación entre los distintos reinos y el confinamiento al que estaba sometido la población hizo, además, que el latín se transformara en las distintas lenguas romances que, en un principio, fueron desechadas por la élite de la cultura medieval para la propagación del arte o de una rudimentaria ciencia.
Los caminos se fueron abandonando y se convirtieron en un reducto de criminales brutales capaces de cometer atrocidades para sobrevivir. Tanto es así, que lo normal era que un habitante de la Edad Media no se alejara en toda su vida más allá de veinte kilómetros de su lugar de nacimiento. La única vía que pone en contacto unos pueblos con otros (aparte de las guerras) es el Camino de Santiago, especialmente a partir del siglo XII. Tal como se refleja en el conocido Codex Calixtinus o Códice Calixtino el viaje estaba tan plagado de peligros que era frecuente que los peregrinos no regresaran vivos a sus hogares.
Y esto es válido incluso para la población religiosa refugiada con sus libros (tal como veremos a continuación) en conventos y monasterios. Si a ello sumamos que para producir uno de los pocos libros medievales necesarios para el culto, consulta o estudio se necesitaba recursos económicos que se detraían de lo básico tenemos la combinación perfecta para un retrato de una época oscura en extremo.
La cultura medieval está refugiada en los monasterios
Si el castillo era el eje de la vida defensiva o civil, allí donde se acudía a la llamada de recogida o para organizar la más mínima gestión ante el señor, el monasterio no solo era el centro de la vida religiosa (que este recaía en las iglesias) sino cultural. Porque decir cultura medieval es apelar a un cristianismo extendido por toda Europa desplazando cualquier otra opción espiritual y, a veces, de manera extrema. La vida en la tierra era tan dura, aterradora, repleta de peligros y tan poco satisfactoria que se ponía el foco en un más allá de salvación, paradisíaco y utópico.
Mientras que en las iglesias se sucedían los sermones amonestando con castigos que se palpaban día a día, en los monasterios se disfrutaba de una vida recogida centrada en el estudio. Porque el grueso de la población alfabetizada pertenecía a las congregaciones religiosas. Allí se estudiaba teología, gramática, latín y nociones básicas de fitoterapia que servían como remedios medicinales básicos. Los monasterios giraban alrededor de los scriptoria, los espacios donde pacientemente se copiaban los retazos de la cultura clásica que había logrado sobrevivir al tiempo. No había más ambición creativa o científica que guardar aquello que había sobrevivido de la antigüedad. Pacientemente, se copiaban los textos de la literatura griega, de la filosofía, de los herbolarios, de la historiografía romana y de aquellos libros que un día fueron el orgullo de la Biblioteca de Alejandría y que en ella época se sentía como lejana. El trabajo era tan laborioso, lento y caro que las bibliotecas de estos centros del saber rara vez alcanzaban los cincuenta ejemplares. Para seguir produciendo libros se recurría al préstamo mediante farragosas negociaciones por carta que podían extenderse durante años.
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Ante esta situación de escasez extrema, las hojas de los libros se guardaban celosamente para transcribir la Biblia, los escritos de los santos y de los padres de la Iglesia (especialmente San Agustín y Santo Tomás) y los textos filosóficos de los autores paganos que no pudieran comprometer los principios del cristianismo. Las preferencias estaban claras. Lo que se dejaba por escrito se consideraba fundamental para la salvación del alma y el reposo del espíritu en esta vida. Lo demás casi no importaba.
Pocas obras hubo originales y cuando existieron (como los famosos Beatos) siempre fueron un compendio de escritos tomados de la Biblia, glosas y fragmentos de autores pasados. Alrededor del año mil tal era la tribulación que soportaba el grueso de la población que se había llegado al convencimiento de que el fin del mundo estaba cerca. Como el Apocalipsis no llegó, hubo un tímido renacer a partir del siglo XI que se aprovechó para intentar progresar en matemáticas, geografía, historia, medicina e, incluso, astronomía. Sin embargo, todos estos estudios tenían que tener el beneplácito eclesial para no caer en alguna de las múltiples herejías estipuladas por la inquisición y que podía dar (como de hecho sucedió en más de una ocasión) con el investigador en la hoguera.
La literatura oral dentro del contexto de la cultura medieval
En este orden de cosas en el que los recursos eran tan escasos que el conocimiento apenas podía progresar (y cuando se hacía se frenaba por considerarlo contrario a los principios cristianos) los ejemplos escritos de literatura son mínimos. La población pobre y analfabeta demandaba un tipo de espectáculo perteneciente al mester de juglaría en el que se mezclaban la recitación de poemas épicos con otro tipo de números de evasión o de diversión. Así se combinaban los malabares y las coreografías con pequeños animales con la recitación de los cantares de gesta acompañados de algún instrumento básico. Estos siempre daban cuenta de las hazañas de héroes locales conocidos por todos por ser prácticamente contemporáneos. Y, con algunas excepciones, todo se dejaba a la memoria y al trabajo oral. Si bien en castellano se ha conservado el Cantar del Mío Cid, de las aventuras de otros guerreros patrios solo nos han llegado sus ecos.
Aunque pudiera parecer que la literatura culta (alrededor del mester de clerecía) recibía mejor trato a la hora de pasar las fronteras de lo escrito, tampoco había mucha diferencia. Por eso, los textos que nos han llegado de este género también han sido mínimos. En España, se cuentan con los dedos de las manos. Podemos nombrar los Milagros de Nuestra Señora de Gonzalo de Berceo o el Libro de Buen Amor del Arcipreste de Hita. Y eso que, a diferencia del resto de los reinos europeos, pudo asentarse algunas escuelas importantes aprovechando la presencia árabe y judía. Buena prueba de ello es la escuela de traductores de Toledo fundada por el obispo don Raimundo y la labor cultural del Rey Alfonso X, el sabio, ambas del siglo XII.
La cultura medieval ensalza el arte para Dios
De familiaridad con lo santo se ha descrito la época. Y así hay que entenderla ya que poco o nada queda de algún pensamiento pagano o mínimamente ajeno a la religión. Dios se convierte en el centro todopoderoso de todos los aspectos de la vida y con ello se coarta la libertad necesaria para el desarrollo no ya de la ciencia sino de hasta pequeñas actividades artesanales (elaboración de cerveza, de productos básicos de higiene, de tinturas médicas…) que se concentran en los monasterios. Aquí se queda atrapado ese conocimiento sin apenas ofrecerse a la sociedad. A eso unimos la falta de comunicaciones entre las poblaciones que no permite que el poco conocimiento que se crea salten los muros de los centros religiosos.
Cualquier otra manifestación de la cultura medieval será para construir toscas iglesias en el estilo románico primero y en la arquitectura gótica después, ya rozando y avanzando hacia el Renacimiento. La energía creativa y monetaria se ponía al servicio de Dios y su alabanza. Los templos se llenaban de símbolos que aleccionaban a la población sobre las tentaciones demoníacas frente a la promesa del paraíso. Era la única forma de comunicar conceptos abstractos a gentes sencillas, atrapadas en la superstición y en un analfabetismo sistémico. Y este panorama quedaría inalterable y casi congelado en el tiempo durante largos siglos. Empezaría a cambiar a partir del siglo XIII con el avance de las ciudades y una tímida actividad burguesa que propició la creación de las primeras universidades cuyo conocimiento ya quedaba fuera de los centros monásticos. La imprenta en siglo XV haría el resto liquidando la época para siempre.
Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla
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Cultura medieval
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Bases políticas, sociales y culturales en el origen del Neoclasicismo en Europa y América.
El origen del Neoclasicismo hay que buscarlo en los países europeos que primero abrazaron los principios de la ilustración: Francia y Reino Unido a finales del siglo XVII y principios del siglo XVIII. Desde estos emplazamientos los principios del llamado Siglo de las Luces se van extendiendo, primero, por el resto del continente europeo y, luego, por toda América. Es un cambio que pretende ser global, tanto cultural o artístico como político y social. Surge como rechazo a los excesos de todo tipo de las monarquías absolutas amparadas por la iglesia. Si hay una palabra que defina la sociedad del siglo XVII (la anterior a la neoclásica) esta es desigualdad. Mientras que la aristocracia malgastaba todos los recursos disponibles en un derroche festivo y exuberante tal cual refleja el arte barroco, el pueblo se consumía en sucesivas crisis y en el más absoluto pesimismo. Todo esto dio un giro a principios del siglo XVIII, en toda Europa, cuando un grupo de ilustrados propugnan un orden nuevo de cosas en el que la sencillez, la educación, la sobriedad y los principios cívicos fueran las bases de una sociedad más igualitaria, justa y basada en los avances de la ciencia y las bondades de la razón.
Los nuevos modelos políticos en el origen del Neoclasicismo
Resumiendo mucho hay que tener en cuenta:
1.- La época anterior se había caracterizado por los excesos en todos los órdenes de la vida. Mientras la desigualdad se hacía cada vez mayor, el arte barroco se ponía a disposición de una élite ensimismada en un mundo de ocio festivo sin aportar absolutamente nada a la sociedad. Las monarquías absolutas (con el apoyo de la iglesia) habían degenerado tanto que los recursos disponibles se despilfarraban en elementos suntuosos. Todo ello desembocaría dramáticamente en la Revolución Francesa.
2.- Hasta ese hecho, un grupo de intelectuales, los llamados ilustrados, ven la necesidad de hacer un cambio social basado en una incipiente igualdad con bases en el parlamentarismo. Apoyados en los nuevos avances científicos, ensalzan los principios de la razón, la observación de la naturaleza y el empirismo como los únicos modelos que pudieran hacer avanzar la sociedad.
3.-Se crean grupos de opinión alejados de la corte alrededor de las bondades que otorga las virtudes cívicas. Casinos, tertulias, sociedades literarias o científicas van desarrollándose y van fraguando aquellos principios que están en el origen del Neoclasicismo.
4.- El rechazo a las monarquías absolutas se contrarresta con un incipiente parlamentarismo que va despojando de poder a los reyes (con buenos resultados en Reino Unido) o bien en un republicanismo. Este, además de Francia, va añadiendo adeptos en todos los territorios americanos, primero en el sur y luego en el norte. Comienzan las sucesivas guerras de independencia con dispar éxito en cada país.
5.- La necesidad de un estado laico también está en el origen del Neoclasicismo. O, al menos, la necesidad de desvincular la iglesia de los asuntos legales. A la par, se promulga la división de poderes y asistimos también al nacimiento de la prensa escrita. Por primera vez, se ponen las bases para la libertad de imprenta, antecedente de la libertad de expresión.
6.- Todas estas ideas van bullendo, al menos, en la élite culta que propone, además, una instrucción básica general para toda la población. Y con este fin se redactan distintos planes para adaptar los estudios a las diferentes necesidades sociales. Se pone sobre la mesa la necesidad de reformar la universidad con nuevos estudios más útiles. Y, además, y esto es nuevo, se intenta (con éxito dispar en cada país) crear escuelas para toda la población.
Ni que decir tiene que todos estos principios que se encuentran en la definición de Neoclasicismo se llevan a la práctica con desigual acierto. Así, mientras en Estados Unidos (aunque más tarde) da comienzo su particular guerra independentista que lleva a un sistema congresista muy avanzado para los parámetros de la época, el Neoclasicismo español termina abruptamente con el reinado infame del Fernando VII. Y esto por poner solo dos ejemplos.
La cultura del Neoclasicismo
1.- Paralelamente a todas las propuestas en el ámbito político o social, sí se traduce en un notable avance con respecto a mejoras en el urbanismo general y en las condiciones de vida de las distintas ciudades europeas y americanas. Se acometen obras mínimas de saneamiento y de una incipiente iluminación (en las zonas nobles o de más tránsito). De esta época son los grandes bulevares arbolados para paseos y la creación de los parques públicos. Muchos de estos espacios fueron ganados a la ciudadanía tras pertenecer a reyes o a aristócratas (la mayoría como cotos de caza) de forma privada.
2.- En ese afán por llevar las virtudes cívicas y la instrucción a un porcentaje mayor de la población se crean museos de arte (con fondos procedentes de las colecciones reales), teatros públicos (antes inexistentes como tales), academias de todo tipo (astronómica, de la lengua, de historia, naturales…), universidades en las mayores ciudades de América… La arquitectura del Neoclasicismo se inspira en los modelos sobrios del arte griego. Los edificios que se levantan son limpios, elegantes y adornados con esbeltas columnas que le confieren un aire palaciego de espíritu laico.
3.- Además, para entender el origen del Neoclasicismo hay que tener en cuenta también la revitalización de la cultura clásica. Si bien, la literatura griega o romana ya había encontrado acomodo en el Renacimiento, ahora se vuelve la mirada a los restos de la arquitectura romana. Esta se conoce en Europa a través de las excavaciones en Pompeya y también por ese viaje de fin de estudios que supuso el Grand Tour. Era este un periplo de varios meses desde las grandes ciudades europeas hacia tierras italianas, Egipto e, incluso, Estambul. Ni que decir tiene que solo la élite económica y cultural podía hacer frente a una aventura que duraba más de tres o cuatro meses. Sin embargo, eso no quita para que esas vivencias, a través de diarios, cuadernos y dibujos, fueran conocidas por el gran público. Aparece, así, ante los ojos una realidad pagana, republicana y culta que se quiere imitar (con sus salvedades).
4.- La cultura del Neoclasicismo es la de la razón, la de la verdad, la de la sencillez, la del empirismo. Lucha contra la superstición incrustada en buena parte de la sociedad y quiere imponer modelos de instrucción y educativos generales en una población eminentemente analfabeta.
Si bien todos estos condicionantes están en el origen del Neoclasicismo, la evolución en cada territorio se hizo desigual. Los recién creados Estados Unidos de América quizás sea el país que consiguió crear una sociedad más acorde con estos principios. Le sigue Francia (tras los horrores de la Revolución Francesa) y también Reino Unido que supo levantar una instrucción general básica imprescindible para la gestión de sus colonias y reducir el poder de la monarquía. En América del Sur, distintas revoluciones desbarataron estas ideas muy pronto. Y en España, tras las fallidas Cortes de Cádiz, hubo una auténtica involución en todos los aspectos. De esta época es el gusto por el ensayo motivado y razonado en prosa. Y las principales características de la arquitectura neoclásica aún pueden disfrutarse en museos europeos o americanos, en los bulevares centenarios de las grandes ciudades, en los primeros zoológicos o en las academias de la historia o de la lengua que siguen activas y con vigor.
Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla
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Bases políticas, sociales y culturales en el origen del Neoclasicismo en Europa y América.
El origen del Neoclasicismo hay que buscarlo en los países europeos que primero abrazaron los principios de la ilustración: Francia y Reino Unido a finales del siglo XVII y principios del siglo XVIII. Desde estos emplazamientos los principios del llamado Siglo de las Luces se van extendiendo, primero, por el resto del continente europeo y, luego, por toda América. Es un cambio que pretende ser global, tanto cultural o artístico como político y social. Surge como rechazo a los excesos de todo tipo de las monarquías absolutas amparadas por la iglesia. Si hay una palabra que defina la sociedad del siglo XVII (la anterior a la neoclásica) esta es desigualdad. Mientras que la aristocracia malgastaba todos los recursos disponibles en un derroche festivo y exuberante tal cual refleja el arte barroco, el pueblo se consumía en sucesivas crisis y en el más absoluto pesimismo. Todo esto dio un giro a principios del siglo XVIII, en toda Europa, cuando un grupo de ilustrados propugnan un orden nuevo de cosas en el que la sencillez, la educación, la sobriedad y los principios cívicos fueran las bases de una sociedad más igualitaria, justa y basada en los avances de la ciencia y las bondades de la razón.
Los nuevos modelos políticos en el origen del Neoclasicismo
Resumiendo mucho hay que tener en cuenta:
1.- La época anterior se había caracterizado por los excesos en todos los órdenes de la vida. Mientras la desigualdad se hacía cada vez mayor, el arte barroco se ponía a disposición de una élite ensimismada en un mundo de ocio festivo sin aportar absolutamente nada a la sociedad. Las monarquías absolutas (con el apoyo de la iglesia) habían degenerado tanto que los recursos disponibles se despilfarraban en elementos suntuosos. Todo ello desembocaría dramáticamente en la Revolución Francesa.
2.- Hasta ese hecho, un grupo de intelectuales, los llamados ilustrados, ven la necesidad de hacer un cambio social basado en una incipiente igualdad con bases en el parlamentarismo. Apoyados en los nuevos avances científicos, ensalzan los principios de la razón, la observación de la naturaleza y el empirismo como los únicos modelos que pudieran hacer avanzar la sociedad.
3.-Se crean grupos de opinión alejados de la corte alrededor de las bondades que otorga las virtudes cívicas. Casinos, tertulias, sociedades literarias o científicas van desarrollándose y van fraguando aquellos principios que están en el origen del Neoclasicismo.
4.- El rechazo a las monarquías absolutas se contrarresta con un incipiente parlamentarismo que va despojando de poder a los reyes (con buenos resultados en Reino Unido) o bien en un republicanismo. Este, además de Francia, va añadiendo adeptos en todos los territorios americanos, primero en el sur y luego en el norte. Comienzan las sucesivas guerras de independencia con dispar éxito en cada país.
5.- La necesidad de un estado laico también está en el origen del Neoclasicismo. O, al menos, la necesidad de desvincular la iglesia de los asuntos legales. A la par, se promulga la división de poderes y asistimos también al nacimiento de la prensa escrita. Por primera vez, se ponen las bases para la libertad de imprenta, antecedente de la libertad de expresión.
6.- Todas estas ideas van bullendo, al menos, en la élite culta que propone, además, una instrucción básica general para toda la población. Y con este fin se redactan distintos planes para adaptar los estudios a las diferentes necesidades sociales. Se pone sobre la mesa la necesidad de reformar la universidad con nuevos estudios más útiles. Y, además, y esto es nuevo, se intenta (con éxito dispar en cada país) crear escuelas para toda la población.
Ni que decir tiene que todos estos principios que se encuentran en la definición de Neoclasicismo se llevan a la práctica con desigual acierto. Así, mientras en Estados Unidos (aunque más tarde) da comienzo su particular guerra independentista que lleva a un sistema congresista muy avanzado para los parámetros de la época, el Neoclasicismo español termina abruptamente con el reinado infame del Fernando VII. Y esto por poner solo dos ejemplos.
La cultura del Neoclasicismo
1.- Paralelamente a todas las propuestas en el ámbito político o social, sí se traduce en un notable avance con respecto a mejoras en el urbanismo general y en las condiciones de vida de las distintas ciudades europeas y americanas. Se acometen obras mínimas de saneamiento y de una incipiente iluminación (en las zonas nobles o de más tránsito). De esta época son los grandes bulevares arbolados para paseos y la creación de los parques públicos. Muchos de estos espacios fueron ganados a la ciudadanía tras pertenecer a reyes o a aristócratas (la mayoría como cotos de caza) de forma privada.
2.- En ese afán por llevar las virtudes cívicas y la instrucción a un porcentaje mayor de la población se crean museos de arte (con fondos procedentes de las colecciones reales), teatros públicos (antes inexistentes como tales), academias de todo tipo (astronómica, de la lengua, de historia, naturales…), universidades en las mayores ciudades de América… La arquitectura del Neoclasicismo se inspira en los modelos sobrios del arte griego. Los edificios que se levantan son limpios, elegantes y adornados con esbeltas columnas que le confieren un aire palaciego de espíritu laico.
3.- Además, para entender el origen del Neoclasicismo hay que tener en cuenta también la revitalización de la cultura clásica. Si bien, la literatura griega o romana ya había encontrado acomodo en el Renacimiento, ahora se vuelve la mirada a los restos de la arquitectura romana. Esta se conoce en Europa a través de las excavaciones en Pompeya y también por ese viaje de fin de estudios que supuso el Grand Tour. Era este un periplo de varios meses desde las grandes ciudades europeas hacia tierras italianas, Egipto e, incluso, Estambul. Ni que decir tiene que solo la élite económica y cultural podía hacer frente a una aventura que duraba más de tres o cuatro meses. Sin embargo, eso no quita para que esas vivencias, a través de diarios, cuadernos y dibujos, fueran conocidas por el gran público. Aparece, así, ante los ojos una realidad pagana, republicana y culta que se quiere imitar (con sus salvedades).
4.- La cultura del Neoclasicismo es la de la razón, la de la verdad, la de la sencillez, la del empirismo. Lucha contra la superstición incrustada en buena parte de la sociedad y quiere imponer modelos de instrucción y educativos generales en una población eminentemente analfabeta.
Si bien todos estos condicionantes están en el origen del Neoclasicismo, la evolución en cada territorio se hizo desigual. Los recién creados Estados Unidos de América quizás sea el país que consiguió crear una sociedad más acorde con estos principios. Le sigue Francia (tras los horrores de la Revolución Francesa) y también Reino Unido que supo levantar una instrucción general básica imprescindible para la gestión de sus colonias y reducir el poder de la monarquía. En América del Sur, distintas revoluciones desbarataron estas ideas muy pronto. Y en España, tras las fallidas Cortes de Cádiz, hubo una auténtica involución en todos los aspectos. De esta época es el gusto por el ensayo motivado y razonado en prosa. Y las principales características de la arquitectura neoclásica aún pueden disfrutarse en museos europeos o americanos, en los bulevares centenarios de las grandes ciudades, en los primeros zoológicos o en las academias de la historia o de la lengua que siguen activas y con vigor.
Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla
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Origen del Neoclasicismo
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Primera etapa: la creación de la hipermedia en el origen de Internet
Para ello, tenemos que remontarnos a todos aquellos trabajos que a lo largo del siglo XX –siempre vinculados a empresas de tecnologías o a ámbitos universitarios- se afanaron en buscar soluciones electrónicas para la ordenación de grandes volúmenes de información y la gestión de los correspondientes archivos. El primer hito que conduciría a la creación de documentos electrónicos en formato hipertexto se produce en julio de 1945. En ese año el director de la U.S. Government’s Office of Scientific Research and Devolopmet, de nombre Vannevar Bush y quien no tiene que ver absolutamente nada con los distintos presidentes de USA, publica en Atlantic Monthly el artículo “As we hay think”. En el mismo daba forma a un modelo informático (bautizado con el nombre de “Memex” -MEMory Extension-) que operaba del mismo modo que lo hace el cerebro. Es decir, no de una manera lineal sino a través de conexiones mediante asociación de conceptos.
Había nacido la idea de red en la comunicación. Un poco más tarde, Douglas Engelbart, del Stanford Reserch Institute, ideó, ya entrado los años sesenta, otro modelo informático siguiendo los parámetros de Bush. Y a éste le añadió herramientas tan imprescindibles actualmente como el ratón, los iconos gráficos y las ventanas. Aunque ninguno de los proyectos se llevó a la práctica, ambos fueron la base para que este último laboratorio, unos cuantos de años más tarde, creara el “NSL/Augement”. Este es el primer sistema para la creación de hipertextos concebido como extensión del intelecto humano. Había nacido la hipermedia. Los términos hipertexto e hipermedia, sin embargo, fueron acuñados por Ted Nelson (Universidad de Brown) en 1965 en su artículo “A File Structure for the Complex, The Changing and the Indeterminante”.
Este artículo fue recogido, más tarde, en el libro Literary Machines (1981). Se definen ya los conceptos tal como lo utilizamos hoy en los siguientes términos: La explicación más breve del hipertexto sería “escritura no secuencial”, o no lineal. Si se une a imágenes y sonidos [multimedia], se convierte en hipermedia. Pero esto no es todo. El hipertexto debe permitir sobre todo el libre movimiento del usuario. Esto es lo esencial. El desarrollo de la hipermedia se realizará a partir de los años setenta.
Segunda etapa: la utopía de Xanadú en el origen de Internet
Y esta a su vez se divide en dos fases claramente diferenciadas. Así, tenemos que hablar, en este sentido, de dos generaciones de sistemas hipermedia:
1.- La primera, que ocupa los últimos años sesenta y la década de los setenta. Esta primera etapa está marcada por un proyecto ambicioso, Xanadu, con en el que se pretendía crear una magna biblioteca virtual de textos en forma hipertextual. Xanudu se erige en símbolo de la creación artística y de la memoria, el lugar “donde nada será jamás olvidado”(Nelson). Xanadu pretende, así, convertirse en esa soñada Biblioteca Universal con cabida para todos los libros, todo el saber; estamos, en definitiva, ante uno de los anhelos más antiguos del ser humano desde la creación de la Biblioteca de Alejandría.
2.- La segunda generación, con el desarrollo de imágenes, animaciones y sonidos de alta calidad, comienza en la década de los ochenta y se articula de tal forma que permite al usuario un acceso fácil a la información ofrecida.Si bien todos estos proyectos, junto con el uso del disquete, el CR-ROM y, en fecha temprana, el D.V.D., y la posibilidad del traslado de archivos de un punto a otro, son y han sido importantes, el cambio más profundo ha llegado con la expansión de Internet, la red de redes.
Tercera etapa: la creación de la www y comienza la gran historia de Internet
Resumimos:
1.- Internet nació como un proyecto de telecomunicaciones del Departamento de Defensa de los Estados Unidos en 1969. Lo que se pretendía era interconectar ordenadores entre sí para enviar comunicaciones cifradas y selladas. Esto es, el origen primitivo de Internet hay que buscarlo en un proyecto militar de inteligencia. El primer nombre fue DARPANET y lo formaban tan solo cuatro ordenadores.
2.- Este evolucionó hacia ARPANET que se disolvió en 1989, justo cuando comienza la gran fase de expansión de Internet, ya desvinculado de sus orígenes militares, para convertirse en la red de redes.
3.- Internet se basa en la descentralización y en la implantación del protocolo TCP/IP que permite el correo electrónico, los grupos de noticias o las transferencias de ficheros. Y todo ello con una facilidad de acceso desde cualquier punto con conexión a la red, rentable y eficaz.
4.- Es en 1989, ya en una segunda fase desvinculada de su origen militar, cuando se desarrolla y se propone un sistema de transmisión que tiene como base el hipertexto y la hipermedia. Estamos hablando del World Wide Web (WWW), implantado en la red a partir de 1991. Hasta aquí el desarrollo del hipertexto, paralelo a la revolución electrónica en todos los órdenes.
Ahora bien, si los cambios han sido tan evidentes que han transformado no solo la vida académica, al tener acceso a una cantidad ingente de información, sino que, además, está significando, incluso, un cambio en la manera de organizar el conocimiento. Estos mismos cambios son los que le sirven a los detractores del sistema para augurar un futuro casi apocalíptico basado en la exclusión y en la manipulación que puede devenir con el uso indebido de las nuevas tecnologías. Quizás el origen de Internet salido de la inteligencia militar contribuya a ello.
Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla
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Pero, ¿Cómo hemos llegado hasta aquí? En estos conceptos se basa el origen de Internet. Nos adentramos en uno de los inventos más fabulosos de la historia humana.
Primera etapa: la creación de la hipermedia en el origen de Internet
Para ello, tenemos que remontarnos a todos aquellos trabajos que a lo largo del siglo XX –siempre vinculados a empresas de tecnologías o a ámbitos universitarios- se afanaron en buscar soluciones electrónicas para la ordenación de grandes volúmenes de información y la gestión de los correspondientes archivos. El primer hito que conduciría a la creación de documentos electrónicos en formato hipertexto se produce en julio de 1945. En ese año el director de la U.S. Government’s Office of Scientific Research and Devolopmet, de nombre Vannevar Bush y quien no tiene que ver absolutamente nada con los distintos presidentes de USA, publica en Atlantic Monthly el artículo “As we hay think”. En el mismo daba forma a un modelo informático (bautizado con el nombre de “Memex” -MEMory Extension-) que operaba del mismo modo que lo hace el cerebro. Es decir, no de una manera lineal sino a través de conexiones mediante asociación de conceptos.
Había nacido la idea de red en la comunicación. Un poco más tarde, Douglas Engelbart, del Stanford Reserch Institute, ideó, ya entrado los años sesenta, otro modelo informático siguiendo los parámetros de Bush. Y a éste le añadió herramientas tan imprescindibles actualmente como el ratón, los iconos gráficos y las ventanas. Aunque ninguno de los proyectos se llevó a la práctica, ambos fueron la base para que este último laboratorio, unos cuantos de años más tarde, creara el “NSL/Augement”. Este es el primer sistema para la creación de hipertextos concebido como extensión del intelecto humano. Había nacido la hipermedia. Los términos hipertexto e hipermedia, sin embargo, fueron acuñados por Ted Nelson (Universidad de Brown) en 1965 en su artículo “A File Structure for the Complex, The Changing and the Indeterminante”.
Este artículo fue recogido, más tarde, en el libro Literary Machines (1981). Se definen ya los conceptos tal como lo utilizamos hoy en los siguientes términos: La explicación más breve del hipertexto sería “escritura no secuencial”, o no lineal. Si se une a imágenes y sonidos [multimedia], se convierte en hipermedia. Pero esto no es todo. El hipertexto debe permitir sobre todo el libre movimiento del usuario. Esto es lo esencial. El desarrollo de la hipermedia se realizará a partir de los años setenta.
Segunda etapa: la utopía de Xanadú en el origen de Internet
Y esta a su vez se divide en dos fases claramente diferenciadas. Así, tenemos que hablar, en este sentido, de dos generaciones de sistemas hipermedia:
1.- La primera, que ocupa los últimos años sesenta y la década de los setenta. Esta primera etapa está marcada por un proyecto ambicioso, Xanadu, con en el que se pretendía crear una magna biblioteca virtual de textos en forma hipertextual. Xanudu se erige en símbolo de la creación artística y de la memoria, el lugar “donde nada será jamás olvidado”(Nelson). Xanadu pretende, así, convertirse en esa soñada Biblioteca Universal con cabida para todos los libros, todo el saber; estamos, en definitiva, ante uno de los anhelos más antiguos del ser humano desde la creación de la Biblioteca de Alejandría.
2.- La segunda generación, con el desarrollo de imágenes, animaciones y sonidos de alta calidad, comienza en la década de los ochenta y se articula de tal forma que permite al usuario un acceso fácil a la información ofrecida.Si bien todos estos proyectos, junto con el uso del disquete, el CR-ROM y, en fecha temprana, el D.V.D., y la posibilidad del traslado de archivos de un punto a otro, son y han sido importantes, el cambio más profundo ha llegado con la expansión de Internet, la red de redes.
Tercera etapa: la creación de la www y comienza la gran historia de Internet
Resumimos:
1.- Internet nació como un proyecto de telecomunicaciones del Departamento de Defensa de los Estados Unidos en 1969. Lo que se pretendía era interconectar ordenadores entre sí para enviar comunicaciones cifradas y selladas. Esto es, el origen primitivo de Internet hay que buscarlo en un proyecto militar de inteligencia. El primer nombre fue DARPANET y lo formaban tan solo cuatro ordenadores.
2.- Este evolucionó hacia ARPANET que se disolvió en 1989, justo cuando comienza la gran fase de expansión de Internet, ya desvinculado de sus orígenes militares, para convertirse en la red de redes.
3.- Internet se basa en la descentralización y en la implantación del protocolo TCP/IP que permite el correo electrónico, los grupos de noticias o las transferencias de ficheros. Y todo ello con una facilidad de acceso desde cualquier punto con conexión a la red, rentable y eficaz.
4.- Es en 1989, ya en una segunda fase desvinculada de su origen militar, cuando se desarrolla y se propone un sistema de transmisión que tiene como base el hipertexto y la hipermedia. Estamos hablando del World Wide Web (WWW), implantado en la red a partir de 1991. Hasta aquí el desarrollo del hipertexto, paralelo a la revolución electrónica en todos los órdenes.
Ahora bien, si los cambios han sido tan evidentes que han transformado no solo la vida académica, al tener acceso a una cantidad ingente de información, sino que, además, está significando, incluso, un cambio en la manera de organizar el conocimiento. Estos mismos cambios son los que le sirven a los detractores del sistema para augurar un futuro casi apocalíptico basado en la exclusión y en la manipulación que puede devenir con el uso indebido de las nuevas tecnologías. Quizás el origen de Internet salido de la inteligencia militar contribuya a ello.
Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla
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Origen de Internet
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De todos los cambios que se produjeron a finales del siglo XV en Europa, hay uno que es vertebrador de todos los demás: la distinta concepción sobre el hombre en el Renacimiento a todos los niveles. Lo poco que nos ha llegado de los autores de la Edad Media nos muestra una sociedad teocéntrica, encerrada, guerrera y acosado por calamidades de todo tipo (desde la intransigencia, la inmovilidad hasta las luchas cruentas pasando por epidemias nefastas). Estas obras nos muestran una visión de la vida con las miras siempre puestas en el más allá. Este mundo, por tanto, se convierte en un valle de lágrimas, un paso hacia la gracia absoluta y únicamente importa la salvación del alma tras la muerte. Nada había en lo cotidiano que no invitara o poner los ojos en ese paraíso celestial e incorpóreo, ya que que lo de este plano ofrecía escasos alicientes. Todo eso cambia con la llegada del Renacimiento. Y el hombre se erige en la medida (literal) de todas las cosas a la par que se acepta el disfrute de la vida en la tierra como lo deseable. Vamos por partes para entender mejor este concepto.
1.- Antropocentrismo, eje sobre el que gira el hombre en el Renacimiento
Aún siendo Europa eminentemente cristiana, la cosmovisión religiosa cambia a finales del siglo XV e, incluso, un poco antes en lugares de Italia. El hombre comienza a ser la medida de todas las cosas de este mundo. La creación, por tanto, comienza a ser considerada como un regalo o don por parte de la divinidad para disfrutar de ella. A partir de aquí da comienzo el camino de la felicidad, concepto que empieza a tener auge después de los años oscuros, tristes y repletos de penalidades de la época anterior y que nos ha llegado a través de las crónicas y la literatura medieval.
Paralelamente, la política en el Renacimiento va cambiando progresivamente mermando el poder de los señores feudales y, con ello, se posibilitan periodos más largos de paz. Las guerras son desplazadas por las intrigas cortesanas o los chismes de las cortes y palacios que se llenan de refinamiento y cultura. Con ello, la humanidad comienza a disfrutar de esos dones sin el sentimiento de culpa (o de pecado) que había caracterizado los siglos anteriores. En el mismo orden de cosas, la naturaleza se convierte en refugio de paz y de inspiración. Aparece, a continuación, el concepto del amor mundano (aunque platonizado). La mujer (ya que aún estamos en una sociedad androcéntrica) se concibe en su carnalidad más allá del canto meramente espiritual y anímico que había predominado en los siglos anteriores. Todo ello forma una combinación novedosa que desemboca en esa idea de antropocentrismo en el que Dios se va desplazando progresivamente para ir ocupando esas esferas por una humanidad deseosa de cambio.
2.- El hombre en el Renacimiento descubre la antigüedad clásica
Paralelamente, a esta concepción se van descubriendo los mitos y la literatura griega o latina. En las páginas de los libros medievales que empiezan a imprimirse aparece un mundo pagano de dioses que se mezclan con los hombres, que tienen hijos con los mortales y que están maldecidos con los mismo vicios que la humanidad. En estos textos se despliega una naturaleza que sea alinea con todo lo viviente y que está puesta para el disfrute de las criaturas vivas. Con todas estas ideas, el concepto de valle de lágrimas va quedando aparcado. Y el disfrute terreno va cobrando fuerza (sin olvidar las ideas cristianas) hasta desembocar en un hedonismo sereno y elegante que no se había conocido en Europa. Por tanto, Ya no será Dios el que acapare cada centímetro de universo sino que hay un deseo de convertir todo lo creado a la medida pequeña de la criatura humana. En este sentido, por poner solo uno de los más famosos, se explican los dibujos con las proporciones y escalas del hombre de Leonardo da Vinci.
3.- El hombre en el Renacimiento se apunta al avance del conocimiento
Y se hace en todos los aspectos y en todos los sentidos. El Renacimiento en España se inaugura casi con tres grandes hitos: la homogeneización que supone la toma de Granada, el descubrimiento de América y la carta de naturaleza del castellano como lengua de cultura con la Gramática de Antonio de Nebrija. Todo ello sucedió en 1492. Y sin riesgo a equivocarme mucho, se puede afirmar que en esta fecha comienza el Renacimiento en España. Algunos de estos logros no habrían tenido eco si detrás no estuvieran avances científicos. Si la ingeniería naval se desarrolla hasta el punto de permitir empresas antes inconcebibles, lo que supuso un antes y un después fue la invención de la imprenta a mediados del siglo XV que rápidamente se reprodujo por todos los rincones de Europa. Con ella se aumentaron exponencialmente el número de obras a disposición de un público que iba abandonando el analfabetismo crónico. Y, además, alimentó a las nuevas oleadas de estudiantes que se formaban en las incipientes universidades europeas.
4.- Para el hombre en el Renacimiento la vida, por tanto, ya no es un valle de lágrima y aparece el hedonismo
En este sentido, se da permiso para crear deliciosos jardines, cómodos palacios o festejar cualquier cosa. El antropocentrismo va dando paso progresivamente a un hedonismo vital que va empapando todas las esferas de las artes y la existencia. También es el acicate para el avance económico, ya que los recursos se concentran para bien del hombre y de la humanidad, aunque las luchas, guerras y enfrentamientos siguieron existiendo. Eso no quita para que los periodos de paz fueran más largos que los medievales. Por tanto, no solo no se destruía lo creado sino que daba tiempo a mejorar lo existente. Todo ello en aras de hacer un aquí y un ahora más vivible.
5.- La belleza, la naturaleza y la mujer (androcentrismo) como forma de llegar a Dios
Aunque una de las principales características del Renacimiento literario o artístico es colocar al hombre en el centro del Universo, no debemos entender aún ese “hombre” como representante de la Humanidad. La mujer aún no ha adquirido un papel predominante a pesar de la visibilidad de algunas reinas (Isabel de Castilla) o artistas (Santa Teresa de Jesús, representante de la mística). Más bien, eran tenidos como puente que une el mundo profano cotidiano con el de la belleza que es también divina. En este sentido, actúa como la naturaleza en ese camino de la felicidad que permite ver los grandes dones de Dios. Es, por tanto, medio o puente, no fin último.
6.- Las teorías de Erasmo en la concepción del hombre en el Renacimiento
Las grandes ideas siempre están en el aire. Si Lutero rompe con la tradición católica negando la autoridad papel, Erasmo lleva esta revolución de otra manera. Entiende que los textos sagrados han sido corrompidos en su lectura y que esta ha sido sesgada para beneficiar a una curia y a un papado corrupto que, en la época, se entretenía con los goces terrenales más que con los divinos. Por eso defiende nuevas traducciones a las lenguas vulgares de los textos sagrados con el fin de acercarlo al origen. Todo ello no sería posible sin ese avance tecnológico y económico que propició el desarrollo de la imprenta y, con ella, los estudios del latín en las nuevas universidades.
7.- Monarquía frente a señores feudales como cambio
La política en el Renacimiento gira en torno a la concentración de poder de las cabezas coronadas con respecto a los señores feudales. Todo ello tiene implicación en el ámbito de la economía (al concentrar más riquezas) pero también en las esferas de las ideas. Se hace necesario homogeneizar en diferentes sentidos: políticos, sociales, legales, lingüísticos… Paralelamente, se ve a la humanidad como un todo semejante en su ámbito espiritual. Con ello se ponen las bases para una incipiente justicia social al considerarse que el alma del señor no vale más que la de un pobre ciudadano. Aunque bajo nuestra cosmovisión esto parece evidente, no lo era para la de la época feudal gobernada, a veces, por crueles y caprichosos caciques.
8.- El hombre en el Renacimiento está transformado por la incipiente burguesía
Desde los campos y las murallas cerradas de los castillos se van abriendo nuevos burgos y pequeñas ciudades. Estas se llenan con profesionales de oficios distintos al de la ganadería o la agricultura. Nacen, a continuación, los gremios (que comienzan a agruparse para defender sus derechos o darse apoyo) y una nueva clase que enarbola la bandera de la libertad. Ya no sirven a un señor al cual encomiendan (en todos los sentidos) sus vidas, sino que en cada artesano, en cada artista, en cada profesional independiente (canteros, aparejadores, médicos, farmacéuticos o escribanos) hay una persona que se sabe única e independiente. A la par, este sistema social engendra mayor desarrollo económico, con lo cual la rueda de la libertad no para de retroalimentarse constantemente. Este nuevo orden social (acompañado del mayor poder real que gobierna de forma homogénea) va a influir de manera importante en la cosmovisión del hombre en el Renacimiento.
9.- El número cinco en el hombre de Vitruvio
Simbolización perfecta del espíritu de la época y de lo que supuso el hombre en el Renacimiento es la medida representado por el hombre de Vitrubio de Leonardo da Vinci. El cinco es considerado, en simbología, el número del hombre, cinco son los dedos de la mano y cinco son los puntos (contando la cabeza) que se proponen en esa famosa ilustración. Con el cinco se dice del hacer, de la capacidad de transformación y de progreso. El cinco supone el cambio y la manera que el ser humano tiene de modificar la realidad dada. Ya no se deja todo a la providencia divina sino que tenemos entre nuestros dedos la posibilidad de crear un mundo distinto, aunque eso no signifique olvidar los principios del cristianismo. Por eso, esa ilustración se ha convertido en el símbolo perfecto de una época.
10.- El hombre en el Renacimiento busca la perfección en las artes
Y en la naturaleza que pretende domeñar creando jardines ordenados donde el caos no existe. En el mismo sentido, se recupera de la tradición clásica el número áureo que se utiliza para crear edificios sobrios y elegantes a la par que se acometen algunas reformas urbanísticas en este sentido. A la proporción, se une la perspectiva que da ese aspecto tridimensional a las obras de la época. La belleza, por tanto, se convierte en fuente de felicidad y el arte va a ayudar a conseguir ambas cosas.
En definitiva, el hombre en el Renacimiento es el artífice del cambio esencial que se da en la segunda mitad del siglo XV en Europa. Con esta cosmovisión se cierra la Edad Media tan enconsertada, pobre, inculta y acechada por tantas calamidades que solo puede poner los ojos en el más allá, tal es la cantidad de guerras, hambrunas y pestes alrededor. Con el nuevo orden que inaugura la Edad Moderna se desarrollan inventos que facilitan la vida generando ideas filosóficas transformadoras. La humanidad, avalada por estos avances, comienza a tomar las riendas tanto de su propio destino como del progreso material y se niega a abandonarse a deseos inescrutables de la divinidad.
Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla
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De todos los cambios que se produjeron a finales del siglo XV en Europa, hay uno que es vertebrador de todos los demás: la distinta concepción sobre el hombre en el Renacimiento a todos los niveles. Lo poco que nos ha llegado de los autores de la Edad Media nos muestra una sociedad teocéntrica, encerrada, guerrera y acosado por calamidades de todo tipo (desde la intransigencia, la inmovilidad hasta las luchas cruentas pasando por epidemias nefastas). Estas obras nos muestran una visión de la vida con las miras siempre puestas en el más allá. Este mundo, por tanto, se convierte en un valle de lágrimas, un paso hacia la gracia absoluta y únicamente importa la salvación del alma tras la muerte. Nada había en lo cotidiano que no invitara o poner los ojos en ese paraíso celestial e incorpóreo, ya que que lo de este plano ofrecía escasos alicientes. Todo eso cambia con la llegada del Renacimiento. Y el hombre se erige en la medida (literal) de todas las cosas a la par que se acepta el disfrute de la vida en la tierra como lo deseable. Vamos por partes para entender mejor este concepto.
1.- Antropocentrismo, eje sobre el que gira el hombre en el Renacimiento
Aún siendo Europa eminentemente cristiana, la cosmovisión religiosa cambia a finales del siglo XV e, incluso, un poco antes en lugares de Italia. El hombre comienza a ser la medida de todas las cosas de este mundo. La creación, por tanto, comienza a ser considerada como un regalo o don por parte de la divinidad para disfrutar de ella. A partir de aquí da comienzo el camino de la felicidad, concepto que empieza a tener auge después de los años oscuros, tristes y repletos de penalidades de la época anterior y que nos ha llegado a través de las crónicas y la literatura medieval.
Paralelamente, la política en el Renacimiento va cambiando progresivamente mermando el poder de los señores feudales y, con ello, se posibilitan periodos más largos de paz. Las guerras son desplazadas por las intrigas cortesanas o los chismes de las cortes y palacios que se llenan de refinamiento y cultura. Con ello, la humanidad comienza a disfrutar de esos dones sin el sentimiento de culpa (o de pecado) que había caracterizado los siglos anteriores. En el mismo orden de cosas, la naturaleza se convierte en refugio de paz y de inspiración. Aparece, a continuación, el concepto del amor mundano (aunque platonizado). La mujer (ya que aún estamos en una sociedad androcéntrica) se concibe en su carnalidad más allá del canto meramente espiritual y anímico que había predominado en los siglos anteriores. Todo ello forma una combinación novedosa que desemboca en esa idea de antropocentrismo en el que Dios se va desplazando progresivamente para ir ocupando esas esferas por una humanidad deseosa de cambio.
2.- El hombre en el Renacimiento descubre la antigüedad clásica
Paralelamente, a esta concepción se van descubriendo los mitos y la literatura griega o latina. En las páginas de los libros medievales que empiezan a imprimirse aparece un mundo pagano de dioses que se mezclan con los hombres, que tienen hijos con los mortales y que están maldecidos con los mismo vicios que la humanidad. En estos textos se despliega una naturaleza que sea alinea con todo lo viviente y que está puesta para el disfrute de las criaturas vivas. Con todas estas ideas, el concepto de valle de lágrimas va quedando aparcado. Y el disfrute terreno va cobrando fuerza (sin olvidar las ideas cristianas) hasta desembocar en un hedonismo sereno y elegante que no se había conocido en Europa. Por tanto, Ya no será Dios el que acapare cada centímetro de universo sino que hay un deseo de convertir todo lo creado a la medida pequeña de la criatura humana. En este sentido, por poner solo uno de los más famosos, se explican los dibujos con las proporciones y escalas del hombre de Leonardo da Vinci.
3.- El hombre en el Renacimiento se apunta al avance del conocimiento
Y se hace en todos los aspectos y en todos los sentidos. El Renacimiento en España se inaugura casi con tres grandes hitos: la homogeneización que supone la toma de Granada, el descubrimiento de América y la carta de naturaleza del castellano como lengua de cultura con la Gramática de Antonio de Nebrija. Todo ello sucedió en 1492. Y sin riesgo a equivocarme mucho, se puede afirmar que en esta fecha comienza el Renacimiento en España. Algunos de estos logros no habrían tenido eco si detrás no estuvieran avances científicos. Si la ingeniería naval se desarrolla hasta el punto de permitir empresas antes inconcebibles, lo que supuso un antes y un después fue la invención de la imprenta a mediados del siglo XV que rápidamente se reprodujo por todos los rincones de Europa. Con ella se aumentaron exponencialmente el número de obras a disposición de un público que iba abandonando el analfabetismo crónico. Y, además, alimentó a las nuevas oleadas de estudiantes que se formaban en las incipientes universidades europeas.
4.- Para el hombre en el Renacimiento la vida, por tanto, ya no es un valle de lágrima y aparece el hedonismo
En este sentido, se da permiso para crear deliciosos jardines, cómodos palacios o festejar cualquier cosa. El antropocentrismo va dando paso progresivamente a un hedonismo vital que va empapando todas las esferas de las artes y la existencia. También es el acicate para el avance económico, ya que los recursos se concentran para bien del hombre y de la humanidad, aunque las luchas, guerras y enfrentamientos siguieron existiendo. Eso no quita para que los periodos de paz fueran más largos que los medievales. Por tanto, no solo no se destruía lo creado sino que daba tiempo a mejorar lo existente. Todo ello en aras de hacer un aquí y un ahora más vivible.
5.- La belleza, la naturaleza y la mujer (androcentrismo) como forma de llegar a Dios
Aunque una de las principales características del Renacimiento literario o artístico es colocar al hombre en el centro del Universo, no debemos entender aún ese “hombre” como representante de la Humanidad. La mujer aún no ha adquirido un papel predominante a pesar de la visibilidad de algunas reinas (Isabel de Castilla) o artistas (Santa Teresa de Jesús, representante de la mística). Más bien, eran tenidos como puente que une el mundo profano cotidiano con el de la belleza que es también divina. En este sentido, actúa como la naturaleza en ese camino de la felicidad que permite ver los grandes dones de Dios. Es, por tanto, medio o puente, no fin último.
6.- Las teorías de Erasmo en la concepción del hombre en el Renacimiento
Las grandes ideas siempre están en el aire. Si Lutero rompe con la tradición católica negando la autoridad papel, Erasmo lleva esta revolución de otra manera. Entiende que los textos sagrados han sido corrompidos en su lectura y que esta ha sido sesgada para beneficiar a una curia y a un papado corrupto que, en la época, se entretenía con los goces terrenales más que con los divinos. Por eso defiende nuevas traducciones a las lenguas vulgares de los textos sagrados con el fin de acercarlo al origen. Todo ello no sería posible sin ese avance tecnológico y económico que propició el desarrollo de la imprenta y, con ella, los estudios del latín en las nuevas universidades.
7.- Monarquía frente a señores feudales como cambio
La política en el Renacimiento gira en torno a la concentración de poder de las cabezas coronadas con respecto a los señores feudales. Todo ello tiene implicación en el ámbito de la economía (al concentrar más riquezas) pero también en las esferas de las ideas. Se hace necesario homogeneizar en diferentes sentidos: políticos, sociales, legales, lingüísticos… Paralelamente, se ve a la humanidad como un todo semejante en su ámbito espiritual. Con ello se ponen las bases para una incipiente justicia social al considerarse que el alma del señor no vale más que la de un pobre ciudadano. Aunque bajo nuestra cosmovisión esto parece evidente, no lo era para la de la época feudal gobernada, a veces, por crueles y caprichosos caciques.
8.- El hombre en el Renacimiento está transformado por la incipiente burguesía
Desde los campos y las murallas cerradas de los castillos se van abriendo nuevos burgos y pequeñas ciudades. Estas se llenan con profesionales de oficios distintos al de la ganadería o la agricultura. Nacen, a continuación, los gremios (que comienzan a agruparse para defender sus derechos o darse apoyo) y una nueva clase que enarbola la bandera de la libertad. Ya no sirven a un señor al cual encomiendan (en todos los sentidos) sus vidas, sino que en cada artesano, en cada artista, en cada profesional independiente (canteros, aparejadores, médicos, farmacéuticos o escribanos) hay una persona que se sabe única e independiente. A la par, este sistema social engendra mayor desarrollo económico, con lo cual la rueda de la libertad no para de retroalimentarse constantemente. Este nuevo orden social (acompañado del mayor poder real que gobierna de forma homogénea) va a influir de manera importante en la cosmovisión del hombre en el Renacimiento.
9.- El número cinco en el hombre de Vitruvio
Simbolización perfecta del espíritu de la época y de lo que supuso el hombre en el Renacimiento es la medida representado por el hombre de Vitrubio de Leonardo da Vinci. El cinco es considerado, en simbología, el número del hombre, cinco son los dedos de la mano y cinco son los puntos (contando la cabeza) que se proponen en esa famosa ilustración. Con el cinco se dice del hacer, de la capacidad de transformación y de progreso. El cinco supone el cambio y la manera que el ser humano tiene de modificar la realidad dada. Ya no se deja todo a la providencia divina sino que tenemos entre nuestros dedos la posibilidad de crear un mundo distinto, aunque eso no signifique olvidar los principios del cristianismo. Por eso, esa ilustración se ha convertido en el símbolo perfecto de una época.
10.- El hombre en el Renacimiento busca la perfección en las artes
Y en la naturaleza que pretende domeñar creando jardines ordenados donde el caos no existe. En el mismo sentido, se recupera de la tradición clásica el número áureo que se utiliza para crear edificios sobrios y elegantes a la par que se acometen algunas reformas urbanísticas en este sentido. A la proporción, se une la perspectiva que da ese aspecto tridimensional a las obras de la época. La belleza, por tanto, se convierte en fuente de felicidad y el arte va a ayudar a conseguir ambas cosas.
En definitiva, el hombre en el Renacimiento es el artífice del cambio esencial que se da en la segunda mitad del siglo XV en Europa. Con esta cosmovisión se cierra la Edad Media tan enconsertada, pobre, inculta y acechada por tantas calamidades que solo puede poner los ojos en el más allá, tal es la cantidad de guerras, hambrunas y pestes alrededor. Con el nuevo orden que inaugura la Edad Moderna se desarrollan inventos que facilitan la vida generando ideas filosóficas transformadoras. La humanidad, avalada por estos avances, comienza a tomar las riendas tanto de su propio destino como del progreso material y se niega a abandonarse a deseos inescrutables de la divinidad.
Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla
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El hombre en el Renacimiento
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A finales del siglo XV, con los Reyes Católicos en el trono, la anexión de Granada para la causa cristiana, las expediciones marítimas y la expansión de la imprenta con todo lo que ello supone comienza el Renacimiento en España. Atrás quedan los condicionantes culturales medievales centrados en el latín como lengua de cultura y religiosa, el aislamiento en todos los sentidos o la escasez de obras escritas que suponían los libros medievales manuscritos. Si bien la política en el Renacimiento pone las bases para un orden nuevo, también se genera en toda Europa una avance incipiente de la ciencia y de todo tipo de estudios. Estos se ven favorecidos no solo por la implantación en casi todas las ciudades de importancia de la imprenta, la cual multiplica exponencialmente el número de obras en circulación, sino también por las nuevas universidades y por el aumento de las personas letradas y de la riqueza económica. Todo ello genera una explosión de ideas que reclaman más libertad de pensamiento y otra cosmovisión vital. Reconociendo que el resumen es siempre simplificador, el Renacimiento en España se caracteriza por lo siguiente.
1.- El Renacimiento en España comienza con una monarquía absoluta y una administración centralizada
Y las bases se comentan con los Reyes Católicos que anexan no solo el reino nazarí de Granada (el último musulmán de la península) sino que también ven la necesidad (desde la cosmovisión de la época) de una homogeneización cultural, lingüística y de fueros. Con la acumulación de poder en manos de los monarcas los nobles feudales paulatinamente dejan de entretenerse en todas aquellas guerras y luchas fratricidas (que reflejan los cantares de gesta) y el superávit económico lo invierten en cultura, en arquitectura o en otro tipo de empresas rentables, novedosas e, incluso, arriesgadas.
2.- La primera consecuencia de todo ello es un aumento de liquidez que permite acometer emprendimientos más ambiciosos
Al centralizarse los tributos, diezmos e impuestos en una sola administración, se da el caso de que se dispone de más riqueza (o liquidez) que permiten iniciativas de más calado y envergadura. Estas pueden ser la construcción de una universidad, de un hospicio, o la promoción de aventuras que llevan a descubrir nuevas tierras a ojos europeos.
Todo ello va a la par del desarrollo de una incipiente burguesía que comienza a agolparse en ciudades o burgos cada vez más poblados. La vida campesina medieval, con una economía de subsistencia, da paso a nuevos gremios de artesanos que posibilitan avances tecnológicos, construcciones más grandes y oficios hasta entonces desconocidos. En este orden social, se crean agrupaciones o hermandades que reclaman siempre más libertad y otra forma de entender la vida. El recorte de los niveles alarmantes de analfabetismo que había caracterizado la época medieval y una mayor disposición de libros en circulación completan el caldo de cultivo para un nuevo orden en toda Europa.
3.- Se puede decir que el Renacimiento en España comienza con la llegada a las tierras americanas
Cristobal Colón estudió los mapas creados por comerciantes y aventureros que se atrevieron a adentrarse en mares desconocidos. Estos ya dejaron de ser un secreto casi (aunque tampoco estaban a la vista del público general). El afán por desprenderse de la vida medieval está también en la búsqueda de nuevas rutas marítimas aunque los resultados no fueran los esperados al principio. Puede decirse que en el aire de la época se respiraba un deseo por saber, por entender, por ver qué había más allá y eso hace que se trastoquen otros órdenes vitales. Si en Italia ese afán se concentró en el estudio de la historia, filosofía o literatura griega y romana, en España (bajo el mecenazgo especialmente de Isabel de Castilla) tomó (literal) otros rumbos.
4.- Como en Europa, el Renacimiento en España va vinculado a la creación de las nuevas universidades
Los monasterios medievales con sus scriptorias donde se copiaban libros antiguos en un proceso caro, lento y poco productivo dejan de tener sentido. Los nuevos tiempos requieren de estudios distintos y de otra forma de acercarse al conocimiento. El aumento de la riqueza y la centralización hacen el resto y es posible, por tanto, levantar nuevos templos del saber por todo el territorio español. Por eso, se van inaugurando nuevas universidades a un ritmo creciente. A las ya existentes de Salamanca, Valladolid o Alcalá de Henares se unen nuevos claustros en Barcelona (1450), Valencia (1499), Sevilla (1505), Granada (1531) y Zaragoza (1542). Prácticamente hay un centro en los distintos puntos de la nación. Todo ello hace posible que aumente el número de estudiantes, profesores o investigadores que se interesan por temas diversos que van desde la geografía, farmacopea o medicina hasta el estudio de las antiguas fórmulas artísticas que desembocan en la revolución cultural que anticipan los grandes Siglos de Oro.
5.-En España hay una influencia del Renacimiento italiano
Que se transparenta en las artes con su nuevas fórmulas alejadas del encasillamiento medieval. Además, a través de los intercambios políticos, llegan a distintos puntos del país personalidades penetrantes (al parecer, hasta el mismísimo Cristóbal Colón) con ideas rompedoras que trastocan todos los órdenes. También hay que anotar que las principales características del Renacimiento literario tienen un sustrato importante (por no decir copia) de lo que se hacía en las exquisitas cortes nobiliarias de Florencia, Roma, Siena o Padua.
6.- El Erasmismo en España
Las ideas humanistas comenzaron a calar entre las élites intelectuales con el reinado de Carlos I (y la creación de nuevas universidades recordemos). Erasmo de Rotterdam, como Lutero, proponía una vuelta a los principios básicos del Evangelio que, a su parecer, fueron corrompidos, tal como denunciaron, por las prácticas de la curia medieval y, especialmente, por el papado. Aunque Erasmo nunca llegó al cisma de Lutero sí pedía una “reforma” del cristianismo que pasaba por nuevas traducciones y lecturas de los textos sagrados. Ni que decir tiene que este acto suponía arrogarse una libertad individual (la misma que caracteriza la época) que chocaba con los intereses de la Inquisición. Aunque las ideas de Erasmo tuvieron cabida entre esta élite intelectual únicamente, los poderes eclesiásticos se encargaron de purgar a sus principales defensores, poniendo los cimientos para la Contrarreforma que tomó cuerpo con Felipe II y que cercenó estas ideas aperturistas.
7.- El Renacimiento en España, el antropocentrismo y confianza en las propias posibilidades
Paralelamente, a la revisión de los textos sagrados se dan a conocer todas las obras clásicas que estaban ocultas en las alacenas de los monasterios medievales. Se traducen a las lenguas vulgares, se hacen ediciones filológicas, comentarios y estudios por parte de esa tropa de investigadores que se parapetaban en los nuevos claustros universitarios. La poesía, la historia o el teatro clásico entran a formar parte de los nuevos programas académicos y, con ellos, una nueva forma de entender el mundo y vivir en él. Así, a la idea religiosa que encontramos en la mayoría de los autores de la Edad Media basada en Dios como eje del mundo del que nada se puede hacer contra sus designios, se enfrenta el novedoso antropocentrismo.
El ser humano, en definitiva, se vuelve la medida del universo. Todo lo creado, por tanto, está para el disfrute intelectual, espiritual, físico o sensual de las criaturas humanas y no se niega la felicidad en este plano. El hombre (sin obviar los principios cristianos) tiene en sus manos el progreso individual o social y se niega el abandono ante la Providencia que había caracterizado la Edad Media. Todo ello propicia un espíritu positivo basado en la certeza de progreso y en las posibilidades humanas. Símbolo de esta forma de afrontar la realidad son las nuevas fórmulas de proporciones arquitectónicas basadas en el número áureo.
Vinculado con la anterior se da un culto a la inteligencia, a los estudios, a la formación que propiciará también un avance. Ya no estará todo en manos de Dios sino que en la humanidad recae la responsabilidad de su propia felicidad. Para ello, se encumbra la formación, la investigación y el estudio que, de una manera u otra, repercutirá, en pocas décadas, en una mejora de las condiciones de vida a todos los niveles.
8.- El Renacimiento en España abandona, por tanto, las ideas medievales de la vida como un valle de lágrimas
La felicidad está en el aquí y el ahora y el cielo o el infierno pueden esperar. No se entiende la existencia terrenal como un mero paso o trámite para alcanzar la gloria sino que la felicidad puede darse aquí y ahora. Esto no significa un desenfreno o un olvido de las costumbres cristianas más arraigadas sino otra visión que implica el agradecimiento por los dones divinos recibidos. La naturaleza se vuelve fuente de placer o refugio ante las tribulaciones cotidianas. Por su parte, el arte (de todos los géneros y disciplinas) se reviste de una nueva función: la de aportar felicidad a través de la belleza. En un mundo aún androcéntrico, la mujer va a tener el mismo papel y su figura se ensalza en pinturas o poemas. El amor profano y entre humanos, por tanto, se considera fuente de bienestar y es un don al que se aspira más allá de la religiosidad o veneración mariana (como los Milagros de Nuestra Señora por ejemplo) de la época medieval.
9.- El Renacimiento en España tiene un fuerte carácter realista
Y todo ello a pesar del idealismo que caracteriza la época y que se transparenta en todos los ámbitos desde el arte hasta esa creencia infinita en las posibilidades humanas. Unido a la perfección formal, a la proporción adecuada, a la búsqueda de una naturaleza amable que es reposo para el alma o encuentro de un amor nuevo en Occidente, el idealismo se materializa en la literatura renacentista. En poesía, por dar una pincelada en este sentido, se ensalza la felicidad y relaciones platónicas. También lo encontramos en la formalidad arquitectónica y en distintos ámbitos creativos. Por contra, en España este idealismo estará siempre barnizado o tamizado de un realismo que, a veces, muestra la cara más cruel. En este sentido y por seguir en literatura, tenemos el ejemplo de La Celestina o de la original novela picaresca.
10.- Nos encontramos una vuelta a los mitos paganos y, a continuación, la Contrarreforma
El avance de los estudios universitarios propicia un mayor conocimiento de la lengua y la cultura latina, tal como ya se ha apuntado. Y con ello, se despliega todo un mundo distinto al medieval en el que una legión de dioses paganos y criaturas híbridas interactúan con naturalidad casi con los seres humanos. Esa vida en la que la naturaleza es amable, los deseos son aceptados y las costumbres desprendidas chocaba con la cosmovisión medieval y sedujo a los artistas renacentistas. Por contra, la Contrarreforma que se abrirá a continuación, se encarga de dar mayor poder a la Inquisición, la cual se afanó por perseguir cualquier pensamiento disidente que pudiera poner en peligro el orden imperante.
11.- El Renacimiento en España se vertebra alrededor del castellano
Si bien el conocimiento del latín se afianza con nuevos estudios filológicos, la intelectualidad de la época es consciente de que el nuevo orden que se abre ante sus ojos tiene que girar alrededor de las lenguas vulgares. El castellano en el siglo XV ya está totalmente formado y diferenciado del latín. A la par, es el idioma de la administración centralizada, de la literatura que se va creando, de las cartas diplomáticas y de parte del comercio internacional. Consciente de la importancia del idioma como factor unificador de distintos pueblos, la misma reina amadrina la Gramática de Antonio de Nebrija, la primera en una lengua vulgar que intenta dejar sentadas las bases del “bien decir”. La misma servirá como estudio y manual para hacerse entender ante los nuevos pueblos que se descubrirán a partir del mismo año de su publicación (1492) allende los mares.
12.- En el plano artístico el Renacimiento en España tiene sus peculiaridades
Y son tan diferentes entre sí que aún mantienen entretenidos a los estudiosos. Por un lado, ese realismo que es característico en la literatura en castellano toma sus cotas más altas con las crudas novelas picarescas que dan debida cuenta de la forma de vida de personajes que se encuentran en el límite de lo socialmente establecido. Por otro lado, el idealismo de la época no solo continúa con las novelas de caballería sino que desemboca en las más excelsas obras europeas de la mística con San Juan de la Cruz (en poesía) y Santa Teresa de Jesús (en prosa) a la cabeza. Aún así, eso será bien avanzado el siglo XVI cuando la nueva corriente se va diluyendo en otra cosmovisión distinta.
En definitiva, el Renacimiento en España, a pesar de su influencia del italiano, por las peculiaridades de la política o de los eventos propios del país, tuvo unas características ligeramente distintas a las más comunes del resto de Europa.
Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla
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A finales del siglo XV, con los Reyes Católicos en el trono, la anexión de Granada para la causa cristiana, las expediciones marítimas y la expansión de la imprenta con todo lo que ello supone comienza el Renacimiento en España. Atrás quedan los condicionantes culturales medievales centrados en el latín como lengua de cultura y religiosa, el aislamiento en todos los sentidos o la escasez de obras escritas que suponían los libros medievales manuscritos. Si bien la política en el Renacimiento pone las bases para un orden nuevo, también se genera en toda Europa una avance incipiente de la ciencia y de todo tipo de estudios. Estos se ven favorecidos no solo por la implantación en casi todas las ciudades de importancia de la imprenta, la cual multiplica exponencialmente el número de obras en circulación, sino también por las nuevas universidades y por el aumento de las personas letradas y de la riqueza económica. Todo ello genera una explosión de ideas que reclaman más libertad de pensamiento y otra cosmovisión vital. Reconociendo que el resumen es siempre simplificador, el Renacimiento en España se caracteriza por lo siguiente.
1.- El Renacimiento en España comienza con una monarquía absoluta y una administración centralizada
Y las bases se comentan con los Reyes Católicos que anexan no solo el reino nazarí de Granada (el último musulmán de la península) sino que también ven la necesidad (desde la cosmovisión de la época) de una homogeneización cultural, lingüística y de fueros. Con la acumulación de poder en manos de los monarcas los nobles feudales paulatinamente dejan de entretenerse en todas aquellas guerras y luchas fratricidas (que reflejan los cantares de gesta) y el superávit económico lo invierten en cultura, en arquitectura o en otro tipo de empresas rentables, novedosas e, incluso, arriesgadas.
2.- La primera consecuencia de todo ello es un aumento de liquidez que permite acometer emprendimientos más ambiciosos
Al centralizarse los tributos, diezmos e impuestos en una sola administración, se da el caso de que se dispone de más riqueza (o liquidez) que permiten iniciativas de más calado y envergadura. Estas pueden ser la construcción de una universidad, de un hospicio, o la promoción de aventuras que llevan a descubrir nuevas tierras a ojos europeos.
Todo ello va a la par del desarrollo de una incipiente burguesía que comienza a agolparse en ciudades o burgos cada vez más poblados. La vida campesina medieval, con una economía de subsistencia, da paso a nuevos gremios de artesanos que posibilitan avances tecnológicos, construcciones más grandes y oficios hasta entonces desconocidos. En este orden social, se crean agrupaciones o hermandades que reclaman siempre más libertad y otra forma de entender la vida. El recorte de los niveles alarmantes de analfabetismo que había caracterizado la época medieval y una mayor disposición de libros en circulación completan el caldo de cultivo para un nuevo orden en toda Europa.
3.- Se puede decir que el Renacimiento en España comienza con la llegada a las tierras americanas
Cristobal Colón estudió los mapas creados por comerciantes y aventureros que se atrevieron a adentrarse en mares desconocidos. Estos ya dejaron de ser un secreto casi (aunque tampoco estaban a la vista del público general). El afán por desprenderse de la vida medieval está también en la búsqueda de nuevas rutas marítimas aunque los resultados no fueran los esperados al principio. Puede decirse que en el aire de la época se respiraba un deseo por saber, por entender, por ver qué había más allá y eso hace que se trastoquen otros órdenes vitales. Si en Italia ese afán se concentró en el estudio de la historia, filosofía o literatura griega y romana, en España (bajo el mecenazgo especialmente de Isabel de Castilla) tomó (literal) otros rumbos.
4.- Como en Europa, el Renacimiento en España va vinculado a la creación de las nuevas universidades
Los monasterios medievales con sus scriptorias donde se copiaban libros antiguos en un proceso caro, lento y poco productivo dejan de tener sentido. Los nuevos tiempos requieren de estudios distintos y de otra forma de acercarse al conocimiento. El aumento de la riqueza y la centralización hacen el resto y es posible, por tanto, levantar nuevos templos del saber por todo el territorio español. Por eso, se van inaugurando nuevas universidades a un ritmo creciente. A las ya existentes de Salamanca, Valladolid o Alcalá de Henares se unen nuevos claustros en Barcelona (1450), Valencia (1499), Sevilla (1505), Granada (1531) y Zaragoza (1542). Prácticamente hay un centro en los distintos puntos de la nación. Todo ello hace posible que aumente el número de estudiantes, profesores o investigadores que se interesan por temas diversos que van desde la geografía, farmacopea o medicina hasta el estudio de las antiguas fórmulas artísticas que desembocan en la revolución cultural que anticipan los grandes Siglos de Oro.
5.-En España hay una influencia del Renacimiento italiano
Que se transparenta en las artes con su nuevas fórmulas alejadas del encasillamiento medieval. Además, a través de los intercambios políticos, llegan a distintos puntos del país personalidades penetrantes (al parecer, hasta el mismísimo Cristóbal Colón) con ideas rompedoras que trastocan todos los órdenes. También hay que anotar que las principales características del Renacimiento literario tienen un sustrato importante (por no decir copia) de lo que se hacía en las exquisitas cortes nobiliarias de Florencia, Roma, Siena o Padua.
6.- El Erasmismo en España
Las ideas humanistas comenzaron a calar entre las élites intelectuales con el reinado de Carlos I (y la creación de nuevas universidades recordemos). Erasmo de Rotterdam, como Lutero, proponía una vuelta a los principios básicos del Evangelio que, a su parecer, fueron corrompidos, tal como denunciaron, por las prácticas de la curia medieval y, especialmente, por el papado. Aunque Erasmo nunca llegó al cisma de Lutero sí pedía una “reforma” del cristianismo que pasaba por nuevas traducciones y lecturas de los textos sagrados. Ni que decir tiene que este acto suponía arrogarse una libertad individual (la misma que caracteriza la época) que chocaba con los intereses de la Inquisición. Aunque las ideas de Erasmo tuvieron cabida entre esta élite intelectual únicamente, los poderes eclesiásticos se encargaron de purgar a sus principales defensores, poniendo los cimientos para la Contrarreforma que tomó cuerpo con Felipe II y que cercenó estas ideas aperturistas.
7.- El Renacimiento en España, el antropocentrismo y confianza en las propias posibilidades
Paralelamente, a la revisión de los textos sagrados se dan a conocer todas las obras clásicas que estaban ocultas en las alacenas de los monasterios medievales. Se traducen a las lenguas vulgares, se hacen ediciones filológicas, comentarios y estudios por parte de esa tropa de investigadores que se parapetaban en los nuevos claustros universitarios. La poesía, la historia o el teatro clásico entran a formar parte de los nuevos programas académicos y, con ellos, una nueva forma de entender el mundo y vivir en él. Así, a la idea religiosa que encontramos en la mayoría de los autores de la Edad Media basada en Dios como eje del mundo del que nada se puede hacer contra sus designios, se enfrenta el novedoso antropocentrismo.
El ser humano, en definitiva, se vuelve la medida del universo. Todo lo creado, por tanto, está para el disfrute intelectual, espiritual, físico o sensual de las criaturas humanas y no se niega la felicidad en este plano. El hombre (sin obviar los principios cristianos) tiene en sus manos el progreso individual o social y se niega el abandono ante la Providencia que había caracterizado la Edad Media. Todo ello propicia un espíritu positivo basado en la certeza de progreso y en las posibilidades humanas. Símbolo de esta forma de afrontar la realidad son las nuevas fórmulas de proporciones arquitectónicas basadas en el número áureo.
Vinculado con la anterior se da un culto a la inteligencia, a los estudios, a la formación que propiciará también un avance. Ya no estará todo en manos de Dios sino que en la humanidad recae la responsabilidad de su propia felicidad. Para ello, se encumbra la formación, la investigación y el estudio que, de una manera u otra, repercutirá, en pocas décadas, en una mejora de las condiciones de vida a todos los niveles.
8.- El Renacimiento en España abandona, por tanto, las ideas medievales de la vida como un valle de lágrimas
La felicidad está en el aquí y el ahora y el cielo o el infierno pueden esperar. No se entiende la existencia terrenal como un mero paso o trámite para alcanzar la gloria sino que la felicidad puede darse aquí y ahora. Esto no significa un desenfreno o un olvido de las costumbres cristianas más arraigadas sino otra visión que implica el agradecimiento por los dones divinos recibidos. La naturaleza se vuelve fuente de placer o refugio ante las tribulaciones cotidianas. Por su parte, el arte (de todos los géneros y disciplinas) se reviste de una nueva función: la de aportar felicidad a través de la belleza. En un mundo aún androcéntrico, la mujer va a tener el mismo papel y su figura se ensalza en pinturas o poemas. El amor profano y entre humanos, por tanto, se considera fuente de bienestar y es un don al que se aspira más allá de la religiosidad o veneración mariana (como los Milagros de Nuestra Señora por ejemplo) de la época medieval.
9.- El Renacimiento en España tiene un fuerte carácter realista
Y todo ello a pesar del idealismo que caracteriza la época y que se transparenta en todos los ámbitos desde el arte hasta esa creencia infinita en las posibilidades humanas. Unido a la perfección formal, a la proporción adecuada, a la búsqueda de una naturaleza amable que es reposo para el alma o encuentro de un amor nuevo en Occidente, el idealismo se materializa en la literatura renacentista. En poesía, por dar una pincelada en este sentido, se ensalza la felicidad y relaciones platónicas. También lo encontramos en la formalidad arquitectónica y en distintos ámbitos creativos. Por contra, en España este idealismo estará siempre barnizado o tamizado de un realismo que, a veces, muestra la cara más cruel. En este sentido y por seguir en literatura, tenemos el ejemplo de La Celestina o de la original novela picaresca.
10.- Nos encontramos una vuelta a los mitos paganos y, a continuación, la Contrarreforma
El avance de los estudios universitarios propicia un mayor conocimiento de la lengua y la cultura latina, tal como ya se ha apuntado. Y con ello, se despliega todo un mundo distinto al medieval en el que una legión de dioses paganos y criaturas híbridas interactúan con naturalidad casi con los seres humanos. Esa vida en la que la naturaleza es amable, los deseos son aceptados y las costumbres desprendidas chocaba con la cosmovisión medieval y sedujo a los artistas renacentistas. Por contra, la Contrarreforma que se abrirá a continuación, se encarga de dar mayor poder a la Inquisición, la cual se afanó por perseguir cualquier pensamiento disidente que pudiera poner en peligro el orden imperante.
11.- El Renacimiento en España se vertebra alrededor del castellano
Si bien el conocimiento del latín se afianza con nuevos estudios filológicos, la intelectualidad de la época es consciente de que el nuevo orden que se abre ante sus ojos tiene que girar alrededor de las lenguas vulgares. El castellano en el siglo XV ya está totalmente formado y diferenciado del latín. A la par, es el idioma de la administración centralizada, de la literatura que se va creando, de las cartas diplomáticas y de parte del comercio internacional. Consciente de la importancia del idioma como factor unificador de distintos pueblos, la misma reina amadrina la Gramática de Antonio de Nebrija, la primera en una lengua vulgar que intenta dejar sentadas las bases del “bien decir”. La misma servirá como estudio y manual para hacerse entender ante los nuevos pueblos que se descubrirán a partir del mismo año de su publicación (1492) allende los mares.
12.- En el plano artístico el Renacimiento en España tiene sus peculiaridades
Y son tan diferentes entre sí que aún mantienen entretenidos a los estudiosos. Por un lado, ese realismo que es característico en la literatura en castellano toma sus cotas más altas con las crudas novelas picarescas que dan debida cuenta de la forma de vida de personajes que se encuentran en el límite de lo socialmente establecido. Por otro lado, el idealismo de la época no solo continúa con las novelas de caballería sino que desemboca en las más excelsas obras europeas de la mística con San Juan de la Cruz (en poesía) y Santa Teresa de Jesús (en prosa) a la cabeza. Aún así, eso será bien avanzado el siglo XVI cuando la nueva corriente se va diluyendo en otra cosmovisión distinta.
En definitiva, el Renacimiento en España, a pesar de su influencia del italiano, por las peculiaridades de la política o de los eventos propios del país, tuvo unas características ligeramente distintas a las más comunes del resto de Europa.
Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla
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El Renacimiento en España
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Ningún cambio en el orden social, económico o artístico es ajeno a los vaivenes de la política así de forma general. Si a eso unimos que una de las principales características del Renacimiento es, simple y llanamente, un trastoque de todos los órdenes que había regido durante la Edad Media, esta es la base de todos los movimientos que vendrían después. La política en el Renacimiento se sustenta sobre diez pilares básicos que resumo a continuación.
1.- Imposición del centralismo administrativo unido al desarrollo de poder de la monarquía
La política en el Renacimiento da así un giro importante al ir concentrando en manos de los reyes no solo las decisiones estratégicas sino también las económicas. Los señores feudales que impartían justicia (a su antojo) en sus territorios, imponían tributos y normas crueles van paulatinamente perdiendo su influencia. La administración se centraliza en la corte que aún es itinerante y las decisiones se toman teniendo en cuenta las distintas necesidades territoriales y de población. Paralelamente, los tributos también quedan bajo el paraguas de la monarquía que va acaparando poder en detrimento de los señores feudales entretenidos en sus guerras fraticidas.
2.- Los modos de la política en el Renacimiento propicia la acumulación de la riqueza
Al relegar la influencia de los distintos señores feudales a favor de la corona, todo ello posibilita disponer de más recursos económicos por el básico sistema de la acumulación. Este aumento de los recursos (centralizado recordemos) es la base para acometer empresas de calado en cualquier orden. Por tanto, desde esta perspectiva se comprende mejor las últimas guerras para anexar al cristianismo los últimos reinos musulmanes. Granada, el último bastión, deja de ser nazarí en 1492. En ese mismo año, Colón (con mecenazgo real) se embarca rumbo a Las Indias descubriendo un nuevo continente para los ojos europeos. Las empresas serán múltiples y no solo centradas en conquistas. Con estos recursos acumulados también se financian emprendimientos en el ámbito cultural o científico. Desde esta perspectiva también hay que comprender la proliferación de imprentas que hacen posible un aumento del conocimiento o la creación (avanzado el siglo XVI) de distintas universidades. A las de Salamanca, Valladolid o Alcalá de Henares le siguieron Barcelona, Valencia, Sevilla, Granada…. Todo ello supone un giro importante en los modos de generar y propagar el conocimiento respecto a los medievales.
3.- La política en el Renacimiento no puede entenderse sin el avance de la burguesía
De la economía feudal basada en la agricultura o la ganadería en torno a un señorío y un castillo se pasa a los nuevos modelos impuestos por la incipiente vida en la ciudades. Aunque estas aún son pequeñas y pocos son los habitantes, la forma de vida ya ha cambiado. Aparecen artesanos independientes que pagan los tributos al rey y que no deben pleitesía a ningún señor. Esta nueva libertad cambia la cosmovisión imperante con una confianza sin límites casi en el progreso. La vida ciudadana es el germen de los gremios, hermandades o agrupaciones de oficios. Con ello, se ponen las bases para, en unión, hacer valer derechos o libertades.
4.- No podemos olvidar los avances técnicos de la época
Aunque no es nada comparable con los que se pueden disfrutar en el siglo XXI, al concentrarse la población en pequeñas ciudades que no están al capricho de un señor, se posibilita una incipiente ciencia. Con ella llegan mecanismos para aprovechar el agua, nuevos conocimientos en farmacopea, en la navegación, en la medicina… El analfabetismo retrocede aunque aún sigue siendo importante. Y es creciente el número de inventores o creadores de cualquier cosa. Eso hace cambiar no solo el día a día sino también la percepción que se tiene del alma humana y su afán de transformación constante.
5.- La política en el Renacimiento está vertebrada en torno a un espíritu positivo
Quedan atrás los años oscuros desde el punto de vista cultural de la Edad Media y todo se empapa de un espíritu penetrante que busca nuevos senderos y rumbos en todos los sentidos. Lo dado se queda pequeño y desde distintos órdenes se ensayan cosas novedosas que a ojos medievales pudieran parecer locuras o necedades. A cambio se llevan a cabo y ello hace saltar por los aires los viejos esquemas mentales. Los tiempos se aceleran en comparación con los de siglos pasados con un avance en las comunicaciones por mar o con la propagación de todas las ideas posibles. Esto unido al mayor número de estudiantes y a recursos económicos al alza explica, en parte, conquistas hazañas y descubrimientos geográficos.
6.- Con los nuevos estudios se vuelve hacia la antigüedad clásica
Y no solo hacia la filosofía o la literatura griega o romana sino hacia una nueva forma de estar y sentir el mundo. Si la Edad Media estaba empapada de un cristianismo triste que recordaba constantemente las penas de este mundo centrándose únicamente en la salvación en el más allá, ahora todo es distinto. Y lo es por este nuevo conocimiento al alcance de cada vez más personas que llegan a él a través de libros impresos de fácil acceso. En estas obras se despliega un mundo pagano en el que se invita al goce de los sentidos, en el que sus protagonistas se regodean en los dones de la naturaleza y en el que Dios está presente en todas las criaturas terrenales. Ese mundo clásico enseña a los habitantes de la época que el aquí y el ahora está para vivirse con plenitud. El valle de lágrimas medieval que hay que pasar para llegar al goce del más allá queda, por tanto, aparcado. Ahora lo bueno y la salvación también se encuentra en la belleza y la armonía.
7. La política en el Renacimiento y el antropocentrismo
Todo ello confluye en un término: antropocentrismo. Dios deja de ser el centro gravitacional del universo y el hombre se convierte en la medida de todas las cosas. Esto no significa que en la recién nacida España o en Europa haya una conversión radical hacia al paganismo. ¡Ni mucho menos! El cristianismo sigue y seguirá siendo el espíritu religioso predominante pero este cambia de cariz. Lo bueno tiene que estar dirigido a hacer felices a la humanidad entrando de nuevo este concepto en la sociedad. Ni que decir tiene que todo ello condiciona la política ya que la población no acepta las imposiciones con la misma ingenuidad que antes. Los movimientos que buscan una parcela de libertad, ya sea personal como comunitaria, comienzan tímidamente a fraguarse. La política tiene que estar al servicio del aquí y el ahora, del desarrollo, del avance económico y material de la población. El cielo, para el hombre del Renacimiento, puede esperar.
8.- La política del Renacimiento está vertebrada por un deseo de unidad
Y lo es en todos los sentidos, tanto que esta idea está en el germen de la expulsión musulmana y judía. Una monarquía que va acaparando poder y que aspira a reinar sobre una población más amplia comienza a interiorizar que la única manera de hacerlo con eficacia es a través de la uniformidad y la unidad. No puede haber varias lenguas ni distintas religiones porque ello dificulta la gestión.
9.- Las lenguas vulgares serán el elemento unificador en la política del Renacimiento
En España se hizo el primer movimiento en Europa en este sentido. El castellano se impone sobre las otras lenguas vernáculas, el hebreo y el árabe. Una vez más, esa Roma de la cual cada vez se conocen más datos e intimidades se convierte en inspiración y modelo. Si el antiguo Imperio había conseguido unificar media Europa a través del latín, el castellano tendría que ser la lengua del reino. En este sentido, en el mítico año 1492 que en estas tierras puede darse como fecha de entrada a la edad moderna, aparece la Gramática de Antonio de Nebrija. Presentada a la reina Isabel I, aspiraba a servir de modelo en todo el territorio español. Aunque en mente estaban los judíos o musulmanes que habitaban en la península, la misma sirvió como base para llevar el castellano allende los mares, a la recién descubierta América.
10.- Todo ello confluye en mayores épocas de paz
Aunque las luchas por el poder, las conquistas, las batallas y las guerras continuaron, no tendrían el cariz de las medievales. Los años de paz se sucederán y la población civil quedará cada vez más alejada de las contiendas. Los derramamientos de sangre de los señores feudales (que se desplegaban en los cantares de gesta) no volverán a aparecer. Unido al desarrollo (elemental) de la ciencia, del conocimiento y a un progreso económico, la población podrá disfrutar de una vida un poco mejor que las que les tocó a los pueblos medievales.
La política en el Renacimiento, por tanto, no queda desligada de todos los cambios en distintos órdenes que se sucedieron a lo largo del siglo XV. Si bien la población pudo transformar (a mejor) su forma de vida, ello también influyo en las artes y en las letras propiciando creadores sublimes en prácticamente todos los géneros.
Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla
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Ningún cambio en el orden social, económico o artístico es ajeno a los vaivenes de la política así de forma general. Si a eso unimos que una de las principales características del Renacimiento es, simple y llanamente, un trastoque de todos los órdenes que había regido durante la Edad Media, esta es la base de todos los movimientos que vendrían después. La política en el Renacimiento se sustenta sobre diez pilares básicos que resumo a continuación.
1.- Imposición del centralismo administrativo unido al desarrollo de poder de la monarquía
La política en el Renacimiento da así un giro importante al ir concentrando en manos de los reyes no solo las decisiones estratégicas sino también las económicas. Los señores feudales que impartían justicia (a su antojo) en sus territorios, imponían tributos y normas crueles van paulatinamente perdiendo su influencia. La administración se centraliza en la corte que aún es itinerante y las decisiones se toman teniendo en cuenta las distintas necesidades territoriales y de población. Paralelamente, los tributos también quedan bajo el paraguas de la monarquía que va acaparando poder en detrimento de los señores feudales entretenidos en sus guerras fraticidas.
2.- Los modos de la política en el Renacimiento propicia la acumulación de la riqueza
Al relegar la influencia de los distintos señores feudales a favor de la corona, todo ello posibilita disponer de más recursos económicos por el básico sistema de la acumulación. Este aumento de los recursos (centralizado recordemos) es la base para acometer empresas de calado en cualquier orden. Por tanto, desde esta perspectiva se comprende mejor las últimas guerras para anexar al cristianismo los últimos reinos musulmanes. Granada, el último bastión, deja de ser nazarí en 1492. En ese mismo año, Colón (con mecenazgo real) se embarca rumbo a Las Indias descubriendo un nuevo continente para los ojos europeos. Las empresas serán múltiples y no solo centradas en conquistas. Con estos recursos acumulados también se financian emprendimientos en el ámbito cultural o científico. Desde esta perspectiva también hay que comprender la proliferación de imprentas que hacen posible un aumento del conocimiento o la creación (avanzado el siglo XVI) de distintas universidades. A las de Salamanca, Valladolid o Alcalá de Henares le siguieron Barcelona, Valencia, Sevilla, Granada…. Todo ello supone un giro importante en los modos de generar y propagar el conocimiento respecto a los medievales.
3.- La política en el Renacimiento no puede entenderse sin el avance de la burguesía
De la economía feudal basada en la agricultura o la ganadería en torno a un señorío y un castillo se pasa a los nuevos modelos impuestos por la incipiente vida en la ciudades. Aunque estas aún son pequeñas y pocos son los habitantes, la forma de vida ya ha cambiado. Aparecen artesanos independientes que pagan los tributos al rey y que no deben pleitesía a ningún señor. Esta nueva libertad cambia la cosmovisión imperante con una confianza sin límites casi en el progreso. La vida ciudadana es el germen de los gremios, hermandades o agrupaciones de oficios. Con ello, se ponen las bases para, en unión, hacer valer derechos o libertades.
4.- No podemos olvidar los avances técnicos de la época
Aunque no es nada comparable con los que se pueden disfrutar en el siglo XXI, al concentrarse la población en pequeñas ciudades que no están al capricho de un señor, se posibilita una incipiente ciencia. Con ella llegan mecanismos para aprovechar el agua, nuevos conocimientos en farmacopea, en la navegación, en la medicina… El analfabetismo retrocede aunque aún sigue siendo importante. Y es creciente el número de inventores o creadores de cualquier cosa. Eso hace cambiar no solo el día a día sino también la percepción que se tiene del alma humana y su afán de transformación constante.
5.- La política en el Renacimiento está vertebrada en torno a un espíritu positivo
Quedan atrás los años oscuros desde el punto de vista cultural de la Edad Media y todo se empapa de un espíritu penetrante que busca nuevos senderos y rumbos en todos los sentidos. Lo dado se queda pequeño y desde distintos órdenes se ensayan cosas novedosas que a ojos medievales pudieran parecer locuras o necedades. A cambio se llevan a cabo y ello hace saltar por los aires los viejos esquemas mentales. Los tiempos se aceleran en comparación con los de siglos pasados con un avance en las comunicaciones por mar o con la propagación de todas las ideas posibles. Esto unido al mayor número de estudiantes y a recursos económicos al alza explica, en parte, conquistas hazañas y descubrimientos geográficos.
6.- Con los nuevos estudios se vuelve hacia la antigüedad clásica
Y no solo hacia la filosofía o la literatura griega o romana sino hacia una nueva forma de estar y sentir el mundo. Si la Edad Media estaba empapada de un cristianismo triste que recordaba constantemente las penas de este mundo centrándose únicamente en la salvación en el más allá, ahora todo es distinto. Y lo es por este nuevo conocimiento al alcance de cada vez más personas que llegan a él a través de libros impresos de fácil acceso. En estas obras se despliega un mundo pagano en el que se invita al goce de los sentidos, en el que sus protagonistas se regodean en los dones de la naturaleza y en el que Dios está presente en todas las criaturas terrenales. Ese mundo clásico enseña a los habitantes de la época que el aquí y el ahora está para vivirse con plenitud. El valle de lágrimas medieval que hay que pasar para llegar al goce del más allá queda, por tanto, aparcado. Ahora lo bueno y la salvación también se encuentra en la belleza y la armonía.
7. La política en el Renacimiento y el antropocentrismo
Todo ello confluye en un término: antropocentrismo. Dios deja de ser el centro gravitacional del universo y el hombre se convierte en la medida de todas las cosas. Esto no significa que en la recién nacida España o en Europa haya una conversión radical hacia al paganismo. ¡Ni mucho menos! El cristianismo sigue y seguirá siendo el espíritu religioso predominante pero este cambia de cariz. Lo bueno tiene que estar dirigido a hacer felices a la humanidad entrando de nuevo este concepto en la sociedad. Ni que decir tiene que todo ello condiciona la política ya que la población no acepta las imposiciones con la misma ingenuidad que antes. Los movimientos que buscan una parcela de libertad, ya sea personal como comunitaria, comienzan tímidamente a fraguarse. La política tiene que estar al servicio del aquí y el ahora, del desarrollo, del avance económico y material de la población. El cielo, para el hombre del Renacimiento, puede esperar.
8.- La política del Renacimiento está vertebrada por un deseo de unidad
Y lo es en todos los sentidos, tanto que esta idea está en el germen de la expulsión musulmana y judía. Una monarquía que va acaparando poder y que aspira a reinar sobre una población más amplia comienza a interiorizar que la única manera de hacerlo con eficacia es a través de la uniformidad y la unidad. No puede haber varias lenguas ni distintas religiones porque ello dificulta la gestión.
9.- Las lenguas vulgares serán el elemento unificador en la política del Renacimiento
En España se hizo el primer movimiento en Europa en este sentido. El castellano se impone sobre las otras lenguas vernáculas, el hebreo y el árabe. Una vez más, esa Roma de la cual cada vez se conocen más datos e intimidades se convierte en inspiración y modelo. Si el antiguo Imperio había conseguido unificar media Europa a través del latín, el castellano tendría que ser la lengua del reino. En este sentido, en el mítico año 1492 que en estas tierras puede darse como fecha de entrada a la edad moderna, aparece la Gramática de Antonio de Nebrija. Presentada a la reina Isabel I, aspiraba a servir de modelo en todo el territorio español. Aunque en mente estaban los judíos o musulmanes que habitaban en la península, la misma sirvió como base para llevar el castellano allende los mares, a la recién descubierta América.
10.- Todo ello confluye en mayores épocas de paz
Aunque las luchas por el poder, las conquistas, las batallas y las guerras continuaron, no tendrían el cariz de las medievales. Los años de paz se sucederán y la población civil quedará cada vez más alejada de las contiendas. Los derramamientos de sangre de los señores feudales (que se desplegaban en los cantares de gesta) no volverán a aparecer. Unido al desarrollo (elemental) de la ciencia, del conocimiento y a un progreso económico, la población podrá disfrutar de una vida un poco mejor que las que les tocó a los pueblos medievales.
La política en el Renacimiento, por tanto, no queda desligada de todos los cambios en distintos órdenes que se sucedieron a lo largo del siglo XV. Si bien la población pudo transformar (a mejor) su forma de vida, ello también influyo en las artes y en las letras propiciando creadores sublimes en prácticamente todos los géneros.
Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla
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