Decir que La rendición de Breda de Velázquez (1599-1660) es una de las pinturas barrocas más famosas y universales es casi una obviedad. El genial pintor de la corte de Felipe IV da todo de sí en esta composición de gran tamaño que se aleja del enfoque general de las obras de temática bélica.
Descripción de La rendición de Breda o Las Lanzas de Velázquez
Fue realizada entre 1634 y 1635 por encargo del Conde Duque de Olivares, valido de Felipe IV, para el Salón de los Reinos del Palacio del Buen Retiro. El emplazamiento estaba diseñado para alabar las hazañas imperiales españolas y Velázquez no fue el único pintor de la época que participó en el ambicioso proyecto. Involucró prácticamente a todo artista reconocido en la época y hubo encargos a Carducho, Zurbarán o Pereda. También se recurrió a compras en Italia y otros puntos de Europa. ¿Qué sucedió? Que el palacio, en su historia, tuvo tantos añadidos, transformaciones y saqueos que nada queda ya de este espacio. Es un lienzo de grandes dimensiones, ya que mide 307 x 367 cms y en él se despliega toda la maestría de la mano de uno de los pintores barrocos más importantes y no solo de este estilo histórico sino de todos los tiempos.
El objetivo de Olivares era presentar en ese Salón de los Reinos, punto de encuentro de futuros embajadores, coronaciones y festejos, la grandeza pasada de un país en apabullante decadencia. A Velázquez le tocó retratar la toma de la ciudad de Breda (a medio camino entre Amberes y Rotterdam, en los Países Bajos) por parte de las tropas de Ambrosio de Spínola. El hecho acaeció el 2 de junio de 1625 tras un largo asedio. El cuadro debía estar pintado hacia la mitad de 1635, diez años después, y en 1639 (esto es, cuatro años más tarde de estar finalizado el trabajo de Velázquez) Breda se perdió definitivamente para la corona española. Este dato no es baladí, ya que si algo caracteriza al barroco español (tanto literario como plástico) es el sentimiento de derrota, de pesimismo e, incluso, de conformismo. Como veremos a continuación, con toda probabilidad, Velázquez presentía (por las circunstancias a su alrededor) que la celebración de dicha gesta no iba a durar mucho.
¿Qué ocurría en la época? Nos encontramos ante reinados y reyes decadentes que delegan la responsabilidad en validos corruptos, que pierden plazas consolidadas y que acumulan derrotas tras derrotas, algunas humillantes. Esta ineficaz maquinaria de guerra consume los pocos recursos de una corte dada al derroche e incapaz de invertir en producción y educación. Los días se pasaban en fiestas, en organizar obras de teatro y en costosos espectáculos de evasión. El punto positivo fue que esta vida hedonista, a pesar de su fracaso social, benefició a artistas de todo tipo.
La rendición de Breda, ejemplo de pintura barroca
1.- Siguiendo con lo anterior, este cuadro social y político, con toda probabilidad, caló en el ánimo del artista que, para desarrollar la narración de la obra, se centra en un detalle íntimo. Esto es, en Las lanzas asistimos a la entrega de las llaves de la ciudad de una manera cordial, elegante e, incluso humanitaria. Velázquez obvió cualquier aspecto heroico o épico, puesto que presentía que la victoria iba a ser muy efímera. Al vehicular el tema sobre este hecho concreto (alejado de la norma imperante) creó una obra tremendamente original que trasciende el espíritu militar que, en un principio, intentaba ensalzar Olivares.
2.- La rendición de Breda se encuentra en la lista de las pinturas barrocas más famosas y eso que no cumple con todos los requisitos de este estilo artístico (o quizás por ello). Velázquez se formó en Sevilla en el taller de Pacheco y luego (con sus viajes a Italia) con las fórmulas expresivas de Caravaggio. Sin embargo, el claroscuro (característica básica del estilo barroco) en La rendición de Breda está muy atenuado y es menor, por poner, un caso, que en Las Meninas.
3.- La obra tiene un esquema definido cuya escena central la protagonizan las dos hombres (Nassau, el vencido y Spínola, el vencedor) en el intercambio de llaves. Todos los demás elementos (incluso el paisaje) gira con movimiento circular hacia ese punto. Esto último se ha conseguido con el caballo y el soldado de la casaca clara que nos da la espalda. Cada uno de ellos está en un extremo del cuadro. Así, además, se consigue cerrar ese movimiento sinuoso y circular que es una de las características del arte barroco.
4.- La genialidad de Velázquez queda impresa en los distintos personajes que miran al espectador, cada uno en distinto bando dando naturalidad a la escena, como si el pintor hubiera estado allí y, en una instantánea (en una fotografía), inmortalizara el hecho.
5.- El realismo que es otra nota del arte barroco lo encontramos en los rostros de los distintos protagonistas que son modelos sin idealizar tomados de la vida cotidiana.
6.- No podemos olvidar en este comentario de La rendición de Breda que la escena en su conjunto, aunque nos retrata un hecho dramático, tal cual es la guerra, no recurre al patetismo de otras obras de la época. Aquí el pesimismo se convierte en aceptación serena. Es sin duda, una de las líneas que caracteriza las obras de Diego Velázquez.
7.- El punto de luz se encuentra en el espacio central que sirve también como división de la obra, a un lado, tenemos a los vencidos con las armas en posición de descanso y su líder intentado arrodillarse y, al otro, los vencedores, con las lanzas perfectamente alienadas. El ejército de Nassau, además, se encuentra rodeado por el fuego de la destrucción que se adivina a lo lejos. La luz va pasando por el espacio central realizando un movimiento circular desde el centro, continuando por la casaca del soldado que nos da la espalda hasta fijarla en el último elemento que es la bandera.
8.- Aunque buena parte de las pinturas barrocas muestran un gusto por el fondo oscuro, también es recurrente el uso de los paisajes, tal cual apreciamos en Las lanzas de Velázquez.
Intertextualidad en La rendición de Breda, comentario imprescindible para entender la obra
¿Qué es la intertextualidad? En esencia, es un texto dentro de otro texto. Esto es, la obra u obras de arte que sirven de trasfondo a otra posterior. Ni que decir tiene que este concepto no implica copia o plagio, palabras tan de uso en la sociedad narcisista actual. Es, más bien, el discurso histórico subyacente en cualquier creación artística. Pues bien, Velázquez olvida cualquier elemento heroico o épico en el que los soldados se dejan la piel a la hora de realizar cualquier supuesta hazaña. Y recurre, en esencia, a un momento íntimo (a pesar del número de personas involucradas) desde una perspectiva humanitaria casi.
No le interesa mostrar una efímera victoria cuando los sentimientos que se respiraban en la corte eran de conformismo, pesimismo e, incluso, de humillación por tantas pérdidas. Por eso, acepta el encargo de Olivares, pero lo hace desde una visión original, distinta a la esperada y desde un fondo de profunda humanidad. La intertextualidad (la creación dentro de la creación) la encuentra en una de las obras de Pedro Calderón de la Barca, el dramaturgo favorito de la corte hedonista y despilfarradora de Felipe IV. Con el mismo título que el cuadro, el escritor pone en boca de Spínola estas palabras dirigidas a Nassau, quien le entrega las llaves al español:
Justino, yo las recibo
y conozco que valiente
sois, que el valor del vencido
hace famoso al que vence.
Al recurrir a la intertextualidad (al sustrato de una obra de otra línea artística, la literaria), La rendición de Breda de Velázquez se transforma en una narración tremendamente original que se aparta del género militar pictórico imperante y consabido.
Comentario final de Las lanzas de Diego Velázquez
El realismo del rostro de los protagonistas, la rotundidad en la representación del caballo, la inteligencia a la hora de dividir el cuadro y la humanidad de su planteamiento contribuyen a hacer de La rendición de Breda de Velázquez una obra única. Tanto es así que, junto con Las Meninas del mismo autor, Los fusilamientos del tres de mayo de Goya y el Guernica de Picasso, forma parte de ese cuadrilátero de lo mejor del arte español de todos los tiempos. El preciosismo de la obra a la hora de representar los ropajes, las expresiones, el movimiento, la luz o el paisaje del fondo es de difícil superación. Su contemplación en el Museo del Prado de Madrid nos introduce en lo mejor del ser humano, en el que es capaz de reconocerse en el otro en las circunstancias más adversas. En todo ello (y más) reside su grandeza y universalidad.
Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla