A finales del siglo XVI y, especialmente, durante el siglo XVII en arte y en literatura va afianzándose una nueva forma creativa que se distingue de los modos y características del Renacimiento. Si bien la estética se impone no solo en Europa, sino también en buena parte de Sudamérica, el Barroco español alcanza cotas magníficas no solo en lo que se refiere a las artes plásticas sino especialmente en la literatura. De tal calado fue el estilo barroco en las letras castellanas que a la época se le denomina Siglo de Oro. Estas son las claves principales para entenderlo.
1.- El estilo barroco se caracteriza por la acumulación
Se abandona la serenidad y la elegancia que había caracterizado tanto el arte como la literatura renacentista y las expresiones artísticas se abigarran hasta límites nunca visto por entonces y difíciles de encontrar después. El objetivo no es el conocimiento, santo y seña del hombre en el Renacimiento, sino el estímulo de los sentidos y, además, de todos ellos a la vez. Por eso, se recurre a imágenes brillantes, al horror vacui, a la acumulación, a la sobreexposición, al lenguaje llevado a extremo, a agudezas ingeniosas y al gusto por cualquier audacia en cualquier terreno. El estilo barroco, si por algo se caracteriza, es por parecer una carrera de fondo por demostrar quién puede llegar más allá, estirando la palabra o completando un cuadro sin dejar ni un milímetro sin pincelada. Los artistas huyen de ese afán de conocimiento para apelar a los sentidos y los sentimientos. Por eso, es frecuente lo grotesco, lo que se aparta de la norma, lo monstruoso, los seres lisiados, las descripciones de los bajos fondos o de los sentimientos más rebuscados.
2.- La exageración forma parte del estilo barroco
Íntimamente unido a esa búsqueda de lo extremo, se recurre constantemente a la hipérbole, la cual se manifiesta no solo en el arte Barroco que gusta de monstruos, seres extremos o de las historias más truculentas de la Biblia sino también en el ridículo, la ironía y la mofa. La literatura del barroco está plagada de todos esos puntos extremos que se resumen en España en esa pugna (a veces difícilmente definida) entre el culteranismo y el conceptismo que llevaron en vida la dialéctica entre Góngora y Quevedo.
La línea recta, la perspectiva, la arquitectura elegante que se vanagloriaba de recoger la mejor tradición grecorromana se convierte en una torsión constante. El estilo barroco solo se entiende en la línea curva, en la espiral, en el abigarramiento, en el movimiento y en la tensión. Todo se vuelve movimiento y prisas tanto en el lenguaje como en cualquier expresión plástica.
4.- El estilo barroco se caracteriza por el contraste
Para llevar a cabo esa torsión estilística se recurre al claroscuro (recordemos los cuadros de Caravaggio o de Velázquez), al contraste tanto en los poemas como en las artes plásticas. Este se encuentra en la unión en una misma composición de los extremos más luminosos de la vida con los más truculentos de la muerte, de lo feo con lo bello, de lo más mundano con lo sagrado… De este mismo sentido se impregnan las artes plásticas que se regodea con la plasmación de las más duras escenas de la Biblia (las cabezas cortadas por orden de Salomé o de la mano de Judith, la matanza de los inocentes en toda su crudeza…) Se recurre a la antítesis, a la búsqueda de los contrarios irreconciliables.
5.- Las artes plásticas se transforman radicalmente
Ese amor por la rareza, por lo extremo, por lo que está alejado de la serenidad clásica se regodea, además, en lo formal y es estirado al máximo. Las obras se llenan de símbolos, de historias que hay que conocer de antemano, de mensajes ocultos. Todo ello nos lleva por el camino del artificio, de lo rebuscado, de la rareza que se manifiesta en todos los órdenes de la vida desde el mobiliario recargado hasta la pintura obscena pasando por la moda abigarrada o la literatura repleta de tropos, metáforas e hipérboles ingeniosas.
La pintura, además, se realiza utilizando grandes masas de color eliminando el dibujo casi. Se busca, además, la profundidad (que no la perspectiva) a través de la superposición. Se difuminan los contornos y las volutas hacen su aparición en cualquier tipo de manifestación artística. El estilo barroco es así claramente reconocible tanto en ese abigarramiento de iglesias o palacios como en el mobiliario llevado hasta la torsión.
6.- El estilo barroco se caracteriza por el choque de los contrarios
Nada hay en el centro o en el medio. Se huye de la sobriedad clásica para resbalarse por los extremos. Si se ironiza se llega a la caricatura, a veces salvaje. Si se critica o se intenta poner de manifiesto la oscuridad del alma humana, se alcanza los límites de la degradación. Esta se representa de distintas maneras ya sea con personajes sin atisbo de nobleza ya sea mostrando el aspecto monstruoso del ser humano. Las pasiones siempre serán desatadas a igual que el fervor religioso que no puede quedarse en la serenidad anímica. Idéntico camino, pero por el contrario, recorre la idealización que alcanza cotas no superadas desde entonces.
7.- El Barroco español está caracterizado por el pesimismo
Tanto en literatura como en artes plásticas en España alcanza cotas bastante elevadas coincidiendo con la hecatombe social, económica y política tras la muerte de Felipe II. Los sucesivos reyes se dejan resbalar por la indolencia dejando la gestión del trono en manos de validos ávidos de poder y de riquezas. El resultado son constantes crisis que llevan a la población a la más extrema pobreza con situaciones injustas y sin ver una salida. España, asentada la Reforma en el resto de Europa, se aísla de sus vecinos si no es para enfrascarse en guerras cruentas que, además, pierde. Se olvida cualquier desarrollo tecnológico y las élites no invierten en innovación o en mejora de los recursos disponibles. El pueblo, salvo algunos conatos, no se alza en rebelión y el espíritu que impera en la época es un conformismo destructor. Todo ello se manifiesta en las artes de todo tipo pero, especialmente, en la literatura que, en esta época (recordemos el Quijote de Cervantes) nos pone por delante toda una retahíla de fracasados y perdedores de tal enjundia que se vuelven tipos universales.
8.- Las artes se impregnan de un espíritu basado en la huida de la realidad
Las sucesivas crisis económicas, la pobreza, la pérdida de calidad de vida y el abatimiento llevan a una huida de la cotidianidad. Se busca en el teatro (que alcanza cotas ni antes ni después no superadas) un entretenimiento en el que olvidar las penas cotidianas con historias distorsionadas y totalmente irreales. La población encuentra en la risa fácil y en la burla una forma de no afrontar un mínimo espíritu crítico de la realidad. Recordemos que es una sociedad dominada por el conformismo, por el pesimismo y por el abatimiento.
El estilo barroco, por tanto, no solo puede aplicarse a un periodo artístico concreto (el siglo XVII) sino que va más allá y se transparenta en todos los órdenes de la vida. Es una forma de estar y sentir el mundo casi.
Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla