Micenas y sus expresiones artísticas

Micenas y sus expresiones artísticas

Las ruinas de la antigua Micenas se encuentran a poco más de hora y media por carretera desde Atenas. La ciudad miraba hacia al mar y codiciaba los delicados avances culturales de uno de sus vecinos. Y del arte cretense no solo se surtió Micenas sino también de gran parte de su tecnología y avances. Esta civilización llegó a su apogeo alrededor del siglo XV antes de Cristo y fue muy pronto sustituida por la exquisita sociedad griega, base de la cultura occidental.

¿Cómo era Micenas? 

Si el arte egipcio (entendido en todas su grandiosas manifestaciones) se desarrolló gracias al superávit económico que suponía la agricultura alrededor del Nilo, Micenas era, por el contrario, una sociedad tosca y guerrera. Por eso, sus ciudades aparecen fuertemente fortificadas con grandes piedras en las que se han abierto puertas levantadas siguiendo las rudas líneas de la arquitectura prehistórica. Pueblo de reyes guerreros hacían ver ese poderío no solo entre los distintos estratos sociales de su clan sino también con sus vecinos. De hecho, se considera que fueron los vencederos de la gran Guerra de Troya con la que se inician los cantos de la literatura griega inaugurados por Homero.  

Descritos como toscos e incultos, eran extremadamente fuertes y dados al arte de la guerra. r eso, no les fue difícil conquistar la dulce isla de Creta, más pacífica y centrada en la agricultura. Esta invasión dio como resultado la asimilación de todas las manifestaciones del refinado arte cretense, el cual Micenas adoptó como propio, aunque con resultados dispares, ya que no encontramos las delicadas muestras  pictóricas de esta civilización en las gigantescas construcciones de los micénicos.  

Los reyes de Micenas y su simbolismo 

Una sociedad basada en la guerra irremediablemente es de corte monárquica. Sus reyes debían demostrar su valía a través de la conquista y la anexión de territorios, aunque, más bien, su táctica consistía en atacar y proceder al pillaje posterior. Esta beligerancia constante explica, en parte, las fuertes, rudas y altas murallas que rodean la ciudad-estado, ya que los enemigos eran muchos y, además, debían atrincherarse una vez se habían apoderado de todo tipo de riquezas.  Con estos fines los líderes se hacían rodear de una corte de guerreros. Estos ocupaban la élite de la escala social y formaban parte del ejército real dedicado al pillaje e, incluso, a la piratería entre los territorios vecinos. Para Micenas la riqueza solo podía venir de la fuerza. Por eso, en parte, esta civilización también duró tan poco y no pudo mantenerse en el tiempo.  

Si todo el pueblo se refugiaba dentro de los muros de las murallas, los reyes se hacían construir palacios o residencias siguiendo una disposición en círculos y, en algún caso, en espiral, que se remataba con una bóveda de piedra. Este tipo de arquitectura aún permanece de manera tradicional en algunos lugares del sur de Italia. Como es frecuente en sociedades en los que se rinde culto al guerrero vencedor, en Micenas son de especial importancia las tumbas reales donde eran enterrados los reyes provistos de máscaras de oro con rasgos estilizados y rodeados de parte de su ajuar. 

La arquitectura en el arte micénico 

Entre el 1400 y 1300 a. C. este pueblo invadió Creta y con esa conquista se llevaron los secretos de la orfebrería, la pintura y el trabajo en cerámica de la dulce isla mediterránea. Si bien, apenas han quedado pinturas más allá de algunos restos en vasijas de uso diario para guardar alimentos, sí se conservan estilizadas joyas en oro que formaban parte de los tesoros funerarios. Una de las más importantes y conocidas es la máscara de Argamenón. 

Sin embargo, de Micenas hay que destacar especialmente sus grandes obras de arquitectura, cuyos restos aún se pueden disfrutar a través de sus murallas o de los distintas tumbas (como el Tesoro de Atreo) que nos dicen de la cosmovisión de este pueblo. Porque, como el resto de las culturas que crecieron en el Mediterráneo, durante estos siglos, el de Micenas también se regía siguiendo un alto compenente simbólico.  Si el toro era el animal simbólico por excelencia de la cultura cretense, el micénico, guerrero y penetrante, se reconoce en el león. Este animal es considerado en simbología el representante de la luz, de la nobleza, de la bravía, del poderío y del sol que rige los principios del universo. El beligerante pueblo de Micenas renegaba del lado oscuro del toro, simbolización de las fuerzas inconscientes. Por eso, las puertas principales de la ciudad-estado llevan labradas en las grandes moles de piedra dos leonas enfrentadas enmarcadas por un triángulo. 

Pero, si por algo se reconoce esta civilización es por sus tumbas excavadas en la tierra aprovechando los desniveles de las colinas. Al Tesoro de Atreo, la mejor conservada de todas ellas, se accede por una estrecha puerta cuyo dintel también recoge ese triángulo que une los principios terrenales con los del cielo. El interior se ha recubierto con las grandes moles de piedra que son representativas de esta arquitectura y se ha ejecutado un emplazamiento en forma circular rematado con una cúpula. Todo esto se cubría de tierra para pasar casi desapercibido. Estos tholos, tal como se conoce esta peculiar arquitectura funeraria, también se utilizaban con fines más profanos como pudiera ser la acumulación de tesoros o bienes preciosos. Esto es, las tumbas de Micenas eran consideradas una especie de lugar sagrado o de respeto donde se guardaba aquello más preciado, ya fuera oro o los cuerpos de sus reyes.  

El Tesoro de Atreo es la construcción de Micenas que más interés suscita incluso entre el público general contemporáneo. El interior está parcialmente excavado en tierra y mide aproximadamente 14 metros de largo, mientras que la altura última de su cúpula en piedra alcanza los 13 metros. La sala inicial levantada de manera circular con grandes piedras estuvo en su día atornillada o amarrada con agarres metálicos (al parecer en bronce) que, al día de hoy, se han perdido. Aunque tampoco se ha conservado la puerta ni el espacio triangular sobre su dintel, la crítica especializada entienda que estaban ejecutadas en madera con elementos metálicos o incluso totalmente en bronce.  

Aparte de algunos puñales y lanzas decoradas con escenas guerreras y algunas estatuillas votivas poco más queda del arte micénico de lo aquí reseñado. El empuje guerrero y conquistador de Micenas propició que algunos elementos de su cultura se expandieran por buena parte del Mediterráneo Oriental incluida su peculiar arquitectura circular que hoy en día se encuentra en algunos emplazamientos del sur de Italia.

 

Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla

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