Características del teatro barroco en España

Teatro barroco en España

Teatro barroco en España

Candela Vizcaíno

 

Los primeros esbozos de teatro en España llevan el sello del estilo barroco porque, sencillamente, antes no había existido este tipo de espectáculo literario. Es a finales del siglo XVI, cuando distintas compañías con alguna proyección nacional, va abandonando los modos heredados del mester de juglaría medieval para ir cimentando las principales características del teatro barroco. Será con los inabarcables títulos que pueblan las obras de Lope de Vega cuando el público popular (el mismo que gustaba de los cantares de gesta) se aficione al teatro. Eran todas ellas piezas de evasión que duraban entre dos o tres horas, representadas con una escasez de medios pasmosa y centradas en el poder evocador e imaginativo de la palabra. El siglo XVII pondría los cimientos del gusto por el teatro que, en España, ha podido atravesar las brumas del tiempo. Recuerdo que el mejor ejemplo de ese amor por las tablas se simboliza en la Gran Vía de Madrid con escenas a lo largo y ancho de sus dos aceras.  

1.- Una de las características del teatro barroco es la sencillez de medios 

Aunque surgen elementales corrales de comedias en Valencia, Sevilla, Barcelona o Toledo es, especialmente, en Madrid (con la corte ya fijada) donde el amor por el teatro llega a la apoteosis. Las compañías itinerantes (a veces tan elementales que están formadas por uno o dos cómicos que hacen música o poesía) comienzan a ofrecer sus servicios en estos espectáculos. Son obras que mezclan la novedad del dramatismo del diálogo con temas conocidos por el público. Así se levantan títulos con las aventuras de los héroes clásicos o del panorama patrio a la par que se inventan comedias de enredos (de capa y espada) muy afines al público.  

Estas obras se representaban en las plazas públicas sin apenas decorados o en los emergentes corrales de comedias que, en un principio, eran nada más que el espacio que quedaba libre entre distintas calles. Allí, de pie, se agolpaban los hombres que exigían su guión mientras que las mujeres tenían reservado un espacio en la parte trasera. 

2.- La creación de los primeros corrales de comedias en Madrid y otras ciudades de España

El éxito de público de esta forma de evasión entre un pueblo deprimido en todos los sentidos (por las derrotas militares, las sucesivas crisis económicas y el aislamiento) fue galopante. En la época, el teatro barroco cumplía una función parecida a las largas series de entretenimiento actuales y eran el único bálsamo de consuelo para una población sumida en el pesimismo.

Así, poco a poco, se fueron creando los primeros corrales de comedias que no eran más que toscos espacios donde se agolpaba el público frente a una tarima elevada para los actores. El escenario, con sus cambios de decorados como lo conocemos hoy, casi no existía. Las obras estaban escritas para que el espectador imaginara qué paisaje o lugar acompañaba a los protagonistas. Por eso, la acción era tan cambiante, tanto que hoy muchos de estos textos son de difícil representación. Poco a poco se añadió un tejado al escenario y se colocaron bancos de madera. Los balcones o ventanas que daban al patio se alquilaban para las obras o bien se debía pagar al promotor por su uso.  

En Madrid, los primeros estaban vinculados a las hermandades de caridad y se levantaron para sufragar los gastos propios. Famosos de la capital fueron el Corral de la Pacheca, el Teatro de la Cruz inaugurado en 1579 y El Príncipe tres años más tarde.  

3.- Otra de las características del teatro barroco es la libertad de acción

Esta espacio tan minimalista, tosco y, a veces, improvisado tenía, por supuesto, sus inconvenientes pero también permitió que hubiera una libertad de acción impensable cuando estos emplazamientos evolucionaron más tarde. La acción no era apoyada por decorado alguno y, a veces, ni por el vestuario que era bastante pobre. Por tanto, todo el peso recaía en la palabra literaria que tenía que encandilar a un público deseoso de novedad y de evasión al mismo tiempo.  

4.- El papel de las mujeres en el teatro barroco español 

Va parejo al sempiterno luto que ha formado parte de las características patrias hasta hace poco. Su papel fue tal objeto de disputa entre los moralistas que se llegó a prohibir su participación en las tablas. Se consideraba que sus bailes y desparpajo podrían contribuir a una vida disoluta o ajena a los principios morales aceptados. En las épocas en las que estuvo prohibida su presencia, los papeles femeninos eran interpretados por muchachos. Esto duró poco ya que el público (que se amansaba con este tipo de ocio evasivo) requería de su presencia.  

Paralelamente, hubo épocas en los que (por razones diversas) no estaba permitida las representaciones. Todo este vaivén se solucionó en el teatro barroco con un término medio: dejando participar a las mujeres, pero suprimiendo bailes lascivos, ahondando en el patriotismo sin eliminar los elementos cómicos. A la par, se acordó organizar las temporadas que no podían coincidir con la Cuaresma o en contados periodos de luto porque (por poner un caso) había fallecido una reina. Era luto impostado y no duelo verdadero. Por eso, el teatro, a pesar de todas estas prohibiciones y normativas creció sin parar durante todo el siglo XVII.  

5.- Partes de una obra de teatro barroca 

Como he indicado un poco antes, las funciones solían durar entre dos o tres horas y se dividían en tres actos. Antes de iniciar la comedia, se cantaba una introducción o loa. Entre el primero y el segundo acto se representaba un entremés que no tenía nada que ver con la obra principal. Entre el segundo y el tercero se cantaba una jácara. Se terminaba con un baile que era opcional. Lo normal era que se representaran los días festivos y siempre por la tarde antes de caer la noche. 

6.- Los autos sacramentales y su influencia en el teatro popular 

Estaban ligados a las grandes festividades cristianas, especialmente a las del Corpus, pero también a la Navidad y Pasión de Cristo. De las iglesias, donde se producían los primitivos de la última Edad Media, pasaron a los teatros o a las plazas. A pesar de su carácter sagrado, estos se ensayaban y se preparaban con muchísima antelación. Además, se ponían a disposición de este peculiar teatro barroco recursos económicos de los que carecía los corrales de comedias. Estos últimos eran emprendimientos empresariales privados cuyos únicos beneficios se basaban en la taquilla. Sin embargo, los autos sacramentales tenían el patrocinio no solo de la Iglesia sino también de la élite local.  

7.- Los fastos del teatro cortesano  

Aunque vinculados a las comedias populares, la aristocracia y la monarquía se hacía representar las obras en palacios o en jardines privados. Estos, como en el caso de los autos sacramentales, se hacían con un lujo en decorados, tramoyas, escenario y asientos de difícil comparación con los del pueblo. Este tipo de teatro se completaba con trucos, maquinarias y escenarios pintados por artistas plásticos muy semejantes a las grandes producciones contemporáneas. El ocio había invadido la corte de los últimos Austrias y el teatro, junto con la caza, las fiestas y los juegos ocupaban gran parte del día.  

8.- El teatro barroco pone la literatura al servicio del entretenimiento  

A pesar de la suntuosidad de estas puestas en escena, el teatro barroco que se sigue representando hoy en día es el mismo que gustaba al público popular de la época. Así, esa preferencia por las comedias de enredo donde los cambios de personajes, los malos entendidos, las vueltas de tuerca de los finales felices que hacían las delicias del público siguen siendo del gusto del espectador contemporáneo. Además, el lenguaje literario se pone al servicio de este ocio mundano para crear una realidad paralela durante unos cuantas horas. Los temas intelectuales se mezclan con las comicidades del gracioso y no se tratan asuntos que embarguen el ánimo ya por los suelos de un pueblo que se había rendido ante una realidad que le daba pocas o nulas opciones de escapatoria.  

9.- La revolución del teatro barroco con Lope de Vega 

La biografía de Lope de Vega está llena de anécdotas azarosas, amores prohibidos a tres o cuatro bandas, pasiones descontroladas y lances de bravucones. Como un trasunto de su vida, así son buena parte de sus comedias. En ellas se mezclan lo alto con lo bajo, lo aristocrático con lo popular, lo histórico con lo contemporáneo. El rey tiene sus debilidades y alguien con espíritu noble hace relucir la grandeza del ser humano.  

El Fénix se adaptó al gusto de un público ávido de novedades y de evasión, bullanguero y despiadado con el autor y los actores si una obra no era del agrado. Fue Lope de Vega quien mejor supo entender este afán por salir de la realidad por unas cuantas horas realizando comedias ágiles, amenas, fáciles de entender, repletas de gracia donde los personajes estaban mezclados. Si siempre hay un joven de alta cuna atribulado por un amor que se le resiste, ante él se antepone un criado con los pies tan en la tierra que todas sus precauciones son materialistas. El movimiento extremo en la acción también tenía en vilo a un público fiel que renegaba de cualquier tema que fuera trascendental. Eso motivó que casi ninguno de los personajes de las comedias o del teatro de Lope de Vega tuviera una profundidad psicológica detallada o un perfil anímico concreto al estilo de un Don Quijote o un Sancho Panza. Y ni siquiera llegan a los matices de algunos protagonistas de las Novelas ejemplares de Miguel de Cervantes.  

10.- Los temas transcendentales con Calderón de la Barca 

Por el contrario, uno de los grandes autores del barroco literario, Calderón de la Barca, evoluciona hacia un teatro con una profundidad psicológica y anímica distinta a estos primeros esbozos de principios del siglo XVII. La realidad y la ficción, el mundo de los sueños, la libertad personal es llevada a los extremos. Este es un teatro que interroga al espectador con los grandes temas que atormentan al hombre. Y eso sin contar que une uno de los asuntos favoritos de la literatura barroca en España: el tiempo que se escapa e imposible de atrapar. Calderón lleva a su máxima expresión la línea divisoria entre la realidad y la ficción, la fantasía frente a lo tangible, la ilusión de los sentidos frente a las evidencias del espíritu. En otro lado tenemos a Lope y su escuela, que se quedan en la palabra brillante, en el encuentro feliz, en la literatura al servicio de la necesaria evasión de un pueblo atribulado por múltiples problemáticas.  

Las características del teatro barroco en España serán el germen de los dramas futuros que tanto predicamento han tenido en nuestro país desde entonces.  

Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla

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