El teatro barroco en España se va fraguando a partir de finales del siglo XVI. Con anterioridad, únicamente existían comparsas itinerantes más cercanas a los oficios del mester de juglaría que las representaciones que hoy conocemos. Para no haber ni siquiera existían emplazamientos específicos para reproducir las obras. Aunque en Toledo, Valencia o Sevilla existía alguna tradición dramática, fue Madrid (ya convertida en corte con Felipe II) la que levantó los toscos corrales de comedia. Los primeros estuvieron ligados a hermandades que solicitaron permiso para representar piezas que tenían la finalidad de recaudar fondos destinados a sus obras de caridad. Luego se levantó el famoso Corral de la Pacheca, o el Teatro de la Cruz o El Príncipe. Estos emprendimientos surgieron cuando nuestro protagonista tenía veinte años y supusieron un punto en el que se apoyó el revolucionario teatro de Lope de Vega.
La importancia de los corrales de comedia en la ingente producción del teatro de Lope de Vega
Eran espacios ganados a una plaza pequeña o una intersección de calles donde se levantaba una elemental tarima para los actores y se disponía el público de pie. Las mujeres tenían un espacio reservado y las ventanas que daban al recinto se consideraban asientos de mayor rango. Progresivamente, se fueron habilitando espacios concretos en los que se situaron bancos corridos y alguna techumbre.
El decorado propiamente dicho no existía y toda la acción dramática se dejaba a la palabra hablada. Por eso, en el teatro de Lope de Vega existe un dinamismo tan fuerte que algunas de sus obras no pueden representarse hoy en día, acostumbrados como estamos a ayudarnos visualmente con los escenarios o el atrezzo. El estilo barroco (tanto en literatura como en arte) daba respuesta a un estado anímico general protagonizado por el derrotismo, el abatimiento y los sentimientos de tristeza. Las guerras constantes (que se perdían) se unían a las pestes y a las crisis económicas constantes. Poco o nada podía hacer una población que no encontraba alicientes en este mundo más allá de la evasión. Y en este contexto se enmarcan todas las obras de Lope de Vega y especialmente, su teatro. El público exigía con avidez novedades, comedias ligeras, de enredo, que no hicieran pensar mucho. Y el Fénix le dio, con creces, lo que pedían.
Los temas en el teatro de Lope de Vega
Anotado esto, recogía cualquier temática que pudiera llevarse a la escena, que sirviera de diálogo, de debate afilado o de motivo para la carcajada fácil. Su talento hacía todo lo demás. Como en el caso de sus poemas, la biografía de Lope de Vega, también le servía para levantar algunos títulos que se representaban sin descanso los días de fiesta y algunos, incluso, de trabajo. Por su pluma pasaron historias bíblicas, de la antigüedad, mitológicas, referentes a los héroes de los cantares de gesta, a eventos contemporáneos e, incluso, entresacados de la novela pastoril. Todo le servía al Fénix para levantar obras ligeras, entretenidas, perspicaces y con un sutil lenguaje que encandilaba por igual al público popular como al más instruido.
Aunque hay autores que señalan que escribió más de 1800 obras teatrales, se considera que fueron alrededor de 1500, un número solo posible para un genio de carácter superdotado. Quizás por este gran volumen de títulos, en Lope de Vega no encontramos ningún personaje o carácter que haya sido grabado en el canon al estilo de Don Quijote, Sancho, La Celestina o Don Juan que llegaría después. Sus obras, con las debidas salvedades, tienen un hilo conductor: las comedias de enredo, de capa y espada donde hay siempre un malentendido debido a parecidos, muertes que no son tales, confusiones, personajes que se parecen, puertas que se abren y se cierran… Las obras tienen un final feliz con una proporción de amores completos siempre emparejando a personajes del mismo estrato social o cultural.
Lenguaje y estilo en el teatro de Lope de Vega
Esta temática se lleva con un lenguaje ágil, lleno de gracia, de giros, de ironías y de un punto de picaresca. Lo trágico y lo cómico se mezclan sin tener en cuenta las normas canónicas clásicas. Lope innovó en el teatro de tal manera y tuvo un éxito en vida tan arrollador que fue objeto de críticas por parte de una élite culta que le reprochaba dedicar su talento a contentar a un pueblo sin instrucción. Salvando las distancias, fue capaz de conectar con el sentir de la época y su búsqueda de evasión a toda costa como hoy lo hacen las series interminables de las plataformas de Internet.
De esas críticas respondió con ironía en su Arte nuevo de hacer comedias en este tiempo publicada en 1609. Aquí pretende (con acierto desigual) desgranar los modos que rigen su obra. Para él, las fórmulas imperantes en la lírica renacentista suponía una tiranía o una mordaza que no dejaba expresar todo su genio mordaz, irónico, desbordante y con un punto de desfachatez. Por eso, se sirve de un lenguaje sencillo, musical, rítmico y trepidante. Si bien hace estallar la división preestablecida entre la comedia ligera (con personajes bravucones) y la tragedia (en la que se trataban temas trascendentales) al mezclarlo todo, diferencia el lenguaje dependiendo de sus personajes.
Los protagonistas en el teatro de Lope de Vega
Una de las figuras más exitosas de las comedias del Fénix es la figura del gracioso. Este siempre es representado por un personaje de clase popular, un criado, un sirviente o alguien ajeno a los quehaceres de la honra. Distinto a los protagonistas de la novela picaresca que tan buenos frutos dio en el barroco literario, son individuos que se nos presentan anclados en los material, en lo terrenal, en los objetivos más mundanos a corto plazo. Para ellos no existen los amores apasionados ni el esfuerzo sostenido en aras a conseguir una recompensa. Es más, no es extraño que hagan mofa de ello para regocijo del público allí congregado.
En el otro lado están los personajes principales, siempre encarnados por protagonistas de estrato social medio o alto enredados en temas de honor, de amores platónicos e incapaces de conseguir nada del mundo terrenal. Para solventar esto tienen a su servicio los tipos anteriores (los graciosos) que no dudan en engañar, confundir o aprovecharse de la poca pericia de sus señores. Este juego de los personajes posibilita siempre el enredo que se salda con un final feliz.
El honor en el teatro de Lope de Vega
De tanto se sirve de este sentimiento tan español que hay historiadores, incluso, que apuntan a que nuestra percepción de la época está mediatizada por estas obras. El honor pertenece a los personajes de clase alta que (en apariencia) se dejan matar antes de hacer frente a una mancha en su buen nombre. De este sentimiento hacia siempre mofa el gracioso incapaz de ver la grandeza espiritual de tal sentimiento.
Este contraste nos lleva siempre a la dicotomía entre la realidad frente a la ficción; la fantasía o la ilusión frente al mundo tangible; la confusión frente a los hechos probados. Todo ello, se adoba con un lenguaje brillante y ligero que es una de las principales características del teatro del Lope de Vega.
Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla