Cartas marruecas de José Cadalso | análisis y crítica literaria

Cartas marruecas

Cartas marruecas

Candela Vizcaíno

 

Aunque, en la actualidad, es la obra de José Cadalso (1741-1782) más conocida, no siempre gozó de tal predicamento. Es más, en vida, al autor se le conocía por Los eruditos a la violeta que, con su humor ácido y elegante, hizo las delicias de aquellos críticos con las costumbres de la época. Con posterioridad, una vez los gustos del Romanticismo literario quedan asentados, se ensalza otra de sus obras:  Noches lúgubres. El tema, con sus amores pasionales, las escenas del cementerio desenterrando un cadáver y la locura de su protagonista, enlaza con las fuerzas románticas siempre en favor de los sentimientos. Cartas marruecas, sin embargo, se quedó, en un principio, como una obra menor de un escritor comedido que, en ella, vuelca una crítica a su país, a sus costumbres y a su cosmovisión. Sin embargo, la aceptación llegó a través de los estudiantes extranjeros de español, primero, que utilizaban la obra prácticamente como libro de texto. Y andando el tiempo, fue retomada por la Generación del 68. Los autores de finales del siglo XIX, con sus preocupaciones sobre el “asunto España”, ven en la obra casi como un precedente escrito de sus vicisitudes. Hay que tener en cuenta que fue publicada en 1808, tras la muerte del escritor. 

Temática y estructura de Cartas marruecas de José Cadalso  

1.- La obra, como su nombre indica, está escrita en prosa en forma de cartas. Son noventa en total. No hay muchos personajes, ya que la correspondencia se cruza entre tan solo tres protagonistas: Gazel (embajador de Marruecos) y Ben-Beley (su maestro en tierras africanas), ambos de origen marroquí, y el español Nuño.  

2.- Son los dos primeros los que escriben de forma extrañada sobre las costumbres occidentales (españolas) mientras que Nuño intenta dar una explicación acerca de las mismas cuando encuentra ocasión para ello. 

3.- La obra responde no solo a las características de la literatura neoclásica sino también a la cultura del Siglo de las Luces y su afán por explicarlo todo bajo los parámetros de la razón. 

4.- No hace falta rebuscar en los textos de la crítica para encontrar el precedente de las mismas, ya que fue reconocido por el mismo Cadalso: Cartas persas de Montesquieu.  

5.- El hilo conductor de toda la obra gira alrededor de la sátira hacia ciertas costumbres y vicios de la época sin ningún orden ni clasificación. Tanto es así que se acepta que Cadalso las escribió en distintos años de su vida sin un plan preconcebido y simplemente por el gusto de poner por escrito (de una manera irónica) la hipocresía, la desigualdad, la brutalidad o las supersticiones que hacían inviable una sociedad basada en un espíritu científico, racional o comedido. Se acepta que fueron compuestas entre 1768 y 1774, aunque ninguna de ellas están fechadas.  

6.- A pesar de la gravedad de los temas que trata, Cadalso (hombre instruido y cosmopolita) siempre aporta una nota compasiva hacia lo que él entiende como la verdadera esencia del pueblo español.  

7.- Los personajes no adquieren la condición novelesca en ningún momento, ya que apenas están caracterizados. No le interesa ni su descripción física ni ahondar en los recovecos espirituales. Tampoco se incide sobre la ficción, la narración o la aventura. Cartas marruecas, en definitiva, se convierte en una excusa para retratar las costumbres de una época y de una nación que se resiste a abrazar los parámetros ilustrados de la cultura del Neoclasicismo. Y todo el estilo está puesto al servicio de este objetivo.  

Los temas de Cartas marruecas de José Cadalso  

1.- Como buen ilustrado, el escritor cree fervientemente que el carácter de un pueblo viene determinado por circunstancias externas o por condiciones naturales. En ellas, se refleja la visión del autor que ve los problemas del presente como una consecuencia de los errores políticos pasados. Y achaca el atraso educativo y la pobreza enquistada a la política expansiva y guerrera de los Austrias. Su condición de militar no interfiere en ese pensamiento.  

2.- Cartas marruecas, a pesar de su sobriedad, también deja traslucir una crítica a un modelo religioso que coloniza cualquier esfera social, política y económica.  

3.- Considera José Cadalso que las antiguas guerras desarrolladas por los Austrias para mantener un imperio basado en la fe consumió recursos económicos que no se invirtieron en el desarrollo de la industria y la educación. Paralelamente, carga contra una nobleza indolente incapaz de tirar del carro del progreso y dedicada únicamente al ocio y al disfrute. 

4.- En Cartas marruecas se tratan temas que, posteriormente, retomarían los miembros dolidos y pesimistas de la Generación del 98 como el abandono de la agricultura intensiva, la falta de instrucción del pueblo, los estudios académicos con programas anticuados basados en la escolástica, la corrupción de las élites, la falta de cultura de la nobleza, el tradicionalismo defendido a ultranza… En definitiva, desgrana todos los vicios (e, incluso, delitos) que impiden el progreso y el bien común.  

5.- En la obra se tratan temas que aún hoy día siguen siendo objeto de polémica, como las fiestas de los toros y su crueldad, el uso de palabras extranjeras en detrimento del español, la pedantería, la hipocresía, la preocupación por las apariencias, la frivolidad de las élites y la falta de consistencia intelectual de quienes se autoproclaman intelectuales… Al hilo con el tema desarrollado en Los eruditos a la violeta, critica la pedantería, los viajes sin ningún propósito educativo o formativo o el patriotismo sin espíritu crítico. 

6.- Y, por último, a pesar de su ironía y crítica hacia la sociedad de la época, en la obra se transparenta el espíritu equilibrado y mesurado de su autor. 

Cartas marruecas de José Cadalso luce una prosa sencilla, equilibrada, sobria y libre de afectaciones. No vamos a encontrar ni figuras retóricas ni florituras en el lenguaje. Todo ello quedaba fuera de los intereses de un autor que representa el Neoclasicismo español en toda su esencia. Un sentir que puede resumirse (con el riesgo de reducir) a un choque entre las fuerzas poderosas de la tradición y los nuevos modelos que surgen a partir del empirisimo, el afán científico y la necesidad de poner todos los parámetros vitales bajo los focos de la razón y la inteligencia. 

Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla 

 

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