A lo largo del siglo XVII se desarrolla lo que más de un crítico ha denominado “literatura nacional” alejada de los moldes impuestos por el Renacimiento literario procedente de Italia. Y, por supuesto, también se han superado todos los condicionantes de las incipientes letras castellanas reducidas a la dicotomía de mester de clerecía y mester de juglaría medievales. Aunque la genialidad de Cervantes, el cual pertenece a este periodo, se resiste a reducirse al cajón de la literatura barroca en España, sí es el báculo principal del Siglo de Oro. Pero, ¿qué ocurre en esta época que se da un cambio tan trascendental?
La literatura barroca en España está condicionada por los avatares históricos
El rey Felipe II deja esta mundo en El Escorial en 1598 y con él se cierra un periodo de glorias épicas por las que España se convirtió en la primera potencia del mundo. Tras su muerte, llegan monarcas tan endebles (en todos los sentidos) que delegan irresponsablemente la gestión del trono en validos que solo se guiaron por el afán de poder y riquezas. Esta decadencia deviene en sucesivas crisis económicas adobadas con guerras que, además, se pierden. De resultas de gobiernos desastrosos, las deudas se aúnan con la corrupción institucional y la descomposición social en todas sus vertientes.
De esta forma España, pasa en la época en la que se fragua la literatura barroca, de ser un gran imperio a verse en la ruina moral y en la miseria económica. De resultas de todo ello se llega a un estado de abatimiento y de pesimismo que se transparenta en todas y cada una de las artes. Además, quitando algunos conatos infructuosos, tanto la vida pública como la privada se llena de conformismo negando, a la par, una mínima posibilidad de cambio por la vía de la transformación. Así, el pueblo pasa miseria pero, en vez de rebelarse, se refugia en las delicias del teatro, cuyos corrales se llenan a diario. No lo hace mejor la aristocracia, ya que no invierte la riqueza acumulada. Esta se despilfarra en suntuosos palacios llenos de obra de arte (este punto quizás sea el único positivo) en vez de invertirla en negocios productivos. Se niega, así, cualquier emprendimiento y la sociedad se disgrega de múltiples maneras dando paso al individualismo. Todo ello produce fuertes contrastes difíciles de explicar incluso por los historiadores más preparados. En palabras de Juan Luis Alborg, durante el siglo XVII el carácter español se movía entre
“… galantería y rufianería, miseria y esplendor, derroche y angustia económica, idealismo y picaresca, refinamiento y vulgaridad, afán de placer y exaltación religiosa, total despreocupación por los intereses públicos y desaforado patriotismo”.
En definitiva, como veremos a continuación, la literatura barroca en España muestra fuertes contrastes alcanzando cotas tormentosas a veces.
Entendiendo la literatura barroca en España a través de las claves de su estilo
Resumimos mucho el estilo barroco que caracteriza a todas y cada una de las artes:
1.- Se deja aparcada la elegancia clásica que busca la serenidad y la perfección de la forma característica del Renacimiento. En su lugar, nace un arte que se basa en el exceso y la acumulación.
2.- Se arrincona el afán de conocimiento por la estimulación de los sentimientos, la cual se hace, además, de forma exagerada.
3.- Predominan las audacias de todo tipo, la búsqueda de la brillantez y el más difícil todavía, tanto en literatura, como en arquitectura o en artes plásticas.
4.- Los artistas se enfrascan en batallas dialécticas, en porfías, en la hipérbole… Todo ello llega a su apoteosis en la dialéctica entre el culteranismo y el conceptismo.
5.- Se busca la tensión, el dinamismo y la originalidad a base de estirar las formas al límite.
6.- Hay un gusto por el contraste que llega incluso a lo grosero o a la idealización de los bajos fondos. En esta línea también se visualizan las historias más truculentas de la Biblia con imágenes desgarradoras de violencia, muerte o despedazamiento (Caravaggio o Artemisia Gentileschi son claros ejemplos en pintura).
7.- Todo esto desemboca en la afectación y el rebuscamiento.
8.- Se desfigura la realidad bien con el grotesco, lo monstruoso la caricatura mordaz o bien con la más absoluta idealización.
9.- En artes plásticas hay un gusto por las masas y los colores. Las formas se difuminan y se elimina la perspectiva. Se recurre con agrado al círculo, a las volutas y a la espiral.
10.- La literatura se llena de metáforas arriesgadas, de tropos, de audacias estilísticas solo comprensibles para un público culto y formado.
Caracteres generales de la literatura barroca en España
Si bien todas estas generalidades estilísticas se dan en otros puntos europeos, en España alcanzan su apoteosis, quizás (tal como quieren explicar buena parte de la crítica) por sus condicionantes políticos y sociales. Por si fuera poco, la Reforma se instala en buena parte de Europa y España se queda aislada siguiendo un modelo religioso que, en demasiadas ocasiones, se convierte en un freno a cualquier idea innovadora. Por tanto, la decadencia en todos los órdenes vitales se llena de un extremo pesimismo del que se quiere salir a través de fuertes contrastes tanto en lo formal como en los temas. Muy resumidamente nos encontramos:
1.- Son frecuentes los temas del tiempo que vuela y que es necesario atrapar con un carpe diem doloroso en extremo. El mismo se resume en ese “Mientras por competir con tu cabello |oro bruñido, el sol relumbra en vano,” de Góngora que se remata con ese verso que nos resbala por toda la desolación de la muerte “en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada.”
2.- Las ruinas en todos sus sentidos son favoritas en esta época. Este extremo se puede sintetizar en los versos de Quevedo “Miré los muros de la patria mía,| si un tiempo fuerte ya desmoronados…” Y de tal manera el pesimismo se apodera del poeta que “y no hallé cosa en que poner los ojos | que no fuese recuerdo de la muerte.”
3.- Ante esta visión tan catastrófica de la vida se impone también la existencia como irreal, “como un sueño” de Calderón de la Barca, como una mueca burlona del espíritu y la mente.
4.- La gravedad se rompe con la ironía que llega hasta extremos de crueldad o con la evasión a través del espectáculo. Y es aquí donde entran las grandes obras teatrales de un Lope de Vega, por nombrar sencillamente al mejor. En ellas no encontramos nada que pudiera ser crítica constructiva y la gran mayoría de sus títulos giran en torno al enredo, a los conflictos en la trama que se deshacían en el último acto, justo antes de los aplausos.
5.- Todo ello hace que, en lo referente al aspecto formal, se elija el camino de la complicación. Pero vamos a más, ya que este significante acaba impactando en el significado. Esto es, llega a los temas y a lo más profundo de los sentimientos y pensamientos.
6.- Aunque hay pocos temas nuevos, se eleva a la categoría de arte el mundo de los bajos fondos, el de los tullidos, el de los perdedores que no renuncian al idealismo, cuyo ejemplo más insigne es nuestro Don Quijote.
“Lo que hasta ahora ha llamado más la atención en el Barroco literario, es sin duda la tendencia innovadora de su estilística, la abundancia de las metáforas exageradas, de sus frecuentes hipérboles y conceptos, sus contrastes perseguidos hasta obtenerse el total agotamiento de los efectos posibles, una lengua atormentada y artificiosa, que pretende huir de la propiedad del lenguaje común, por medio de mil refinamientos retóricos…”
Alejandro Cioranescu
En definitiva, la literatura barroca en España lleva al límite las posibilidades formales, expresivas y temáticas de una época en la que se hace santo y seña del exceso en todos los órdenes de la vida. Esta acumulación y audacia no solo se manifiesta en las letras sino también en la arquitectura, en la pintura, en el mobiliario o en la moda.
Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla