Novela picaresca | características, personajes, tipos y orígenes

Novela picaresca

Novela picaresca

Candela Vizcaíno

 

En 1554 aparece el Lazarillo de Tormes, el primer título de novela picaresca que puso las bases para todas las que llegaron detrás. Aunque el género también tiene sus ejemplos (con más o menos acierto) en otras lenguas europeas, en España alcanza las cotas de genialidad. En este tipo de obras, el protagonista principal es un pícaro, personaje fuera del sistema social, revestido de un espíritu de holgazanería el cual justifica  por su afán de libertad. Su sentido crítico de la sociedad alcanza cotas de cinismo cuando presenta algunos tipos sociales distintos o semejantes al suyo. Suele está provisto de un sentimiento de desengaño de las cosas del mundo, el cual le lleva a la aceptación de cualquier circunstancia y a renegar de los valores que hacen grande al ser humano. Este carácter derrotista se nivela con algunos puntos cómicos que nunca llegan a la risa y más bien levanta la conmiseración del lector. 

Orígenes de la novela picaresca

Ninguna obra aparece de la nada. Siempre hay  algo o mucho que está en el ambiente, que propicia su espaldarazo aunque este sea genial. Si esto es aplicable a El Quijote, a los cantares de gesta o a cualquier otra manifestación artística, la novela picaresca no es ajena a esta consideración. En este sentido, hago mías las palabras de J.L. Alborg: 

“Aunque el Lazarillo como creación literaria -y la picaresca con él- es el resultado de una inspiración genial, su alumbramiento estaba implícito en la propia entraña de nuestra literatura precedente.”  

¿Y quiénes son esos precedentes? Por un lado, personajes secundarios del Arcipreste de Talavera y, además, del Libro de Buen Amor del Arcipreste de Hita. También hay un sustrato implícito en La Celestina, toda ella dotada de ese espíritu que media entre el cinismo y los que se sitúan al margen de las convenciones sociales que caracteriza la novela picaresca. Un tanto de lo mismo sucede con algunos bufones de piezas cómicas de Gil Vicente o Torres Naharro. Y, especialmente, hay una obra que marca el camino a las demás: La lozana andaluza de Francisco Delicado, publicada en 1528.  

Además, el personaje del pícaro no era solo un individuo de ficción sino que sus caracteres se encontraban en la vida real. La sociedad española a mediados del siglo XVI comenzaba a acusar una incipiente decadencia que se transparentaba en una suerte de desgraciados venidos a menos que se negaban a trabajar de manera manual ya que se consideraba que eran tareas de judíos o conversos. Estos habían perdido cualquier consideración social y con ellos algunas tareas y oficios de manufactura. Además, de vuelta de las innumerables batallas llegaban soldados en busca de fortuna algunos con graves heridas. Esa libertad a la que aspira el pícaro lo pone fuera del orden social ya que se niega a formar parte de los trabajadores formales y lo introduce de lleno en ese saco en el que lo mismo se encuentran hidalgos venidos a menos que ladronzuelos de poca monta.  

Los personajes de la novela picaresca

Aunque a lo largo de sus páginas, aparecen individuos de distinto estrato social, condición y circunstancias, el personaje principal de estas obras es un pícaro. Como veremos a continuación, estos individuos, en primera persona, relatan su vida que no es más que un cúmulo de desventuras sirviendo a distintos amos de una manera poco ortodoxa. Dado a la mentira, a los pequeños timos, a las trampas constantes (incluso sobre si mismos), viven al margen de la sociedad, aunque nunca nos topamos con un criminal en toda regla. El pícaro es una pobre criatura que se las apaña como puede porque se niega a formar parte de la sociedad en aras a una libertad que paga con una mala vida.  

De resultas de este espíritu, su relato se vuelve irónico hasta llegar al cinismo y al descreimiento más absoluto. Nadie queda indemne de su mirada sagaz, aunque esa crítica no la realiza con un deseo de mejora sino que se respira cierto aire de derrota y de conformismo. Esta misma idea es la que no le permite hacer nada por sí mismo en post de una superación personal. El pícaro no sabe pensar a lo grande. Todo en él es pequeño y a nivel del suelo rampante. Los protagonistas de la novela picaresca afirman vivir en la más absoluta realidad, en la calle, en el día a día aunque esto suponga estar siempre al límite y rozando el hambre, el frío y la inseguridad.  

El resto de personajes que desfilan por estas páginas no acaban de mejor manera y siempre se presentan en su peor cara: en la cruel, en la egoísta y las más de las veces en la hipócrita. Clero y aristocracia no se libran de la crítica del pícaro y todos quedan retratados de una manera poco edificante.  

Principales características de la novela picaresca 

1.- El realismo es una de las principales características de la novela picaresca

Tanto es así que autores hay que sostienen que esta surge como una reacción a la lírica renacentista repleta de pastores idealizados y naturalezas bucólicas. Es más, las novelas de caballería (que tanto éxito tuvieron en la época con sus protagonistas fuera de lo común en busca de hazañas fantasiosas) se contraponen a la figura del pícaro y a todos los que viven a su alrededor. Y autores hay que ven en el nacimiento del género una reacción a tanta fantasía y a venturas imposibles. En las novelas picarescas se muestra la cruda realidad donde la búsqueda de comida o de cobijo es el objetivo diario. Contra los grandes valores del espíritu de los caballeros casi etéreos se presentan en la novela picaresca seres que les quedan grandes conceptos como honor o trascendencia. La minucia del día a día con toda su cruda cotidianidad es el universo de estas obras.  

2.- Pesimismo, cinismo e ironía

Otra de las características de la novela picaresca es la narración y la descripción de un mundo gris del que nadie se libra. Nada hay en estas aventuras que nos puedan conciliar con los sueños, los ideales o la mejora en cualquier aspecto. De resultas de ello, las obras rezuman pesimismo y conformismo por todos los costados. Aunque nos encontramos algunas anécdotas cómicas, estas, a veces, son crueles (al menos desde la cosmovisión contemporánea) y todas ellas están revestidas de un grave cinismo. La sociedad, por otra parte, está presentada desde la ironía mostrando siempre el lado más oscuro del ser humano y nadie se salva de esta crítica, ni siquiera los personajes más cándidos o inocentes. 

3.- Aún así la novela picaresca presenta principios moralizantes 

Autores hay que ven en ella los grandes temas del erasmismo que tanto predicamento tuvieron entre la elite intelectual española antes de la Contrarreforma. La libertad propuesta por el de Rotterdam unida a ese afán de sencillez, de despojamiento de los ritos complicados y de crítica a las costumbres sociales se encuentran en estas obras. Aunque el erasmismo no llegó a calar en todos los órdenes sociales, sí tuvo sus seguidores entre los estudiosos y los miembros universitarios. Por otro lado, la Contrarreforma trajo también un rechazo de las obras de ficción y promovía un arte edificante y moralizante. En este sentido, conforme nos vamos adentrando en los títulos surgidos durante el siglo XVII estas van mostrando un “mea culpa” que no se adivinaba en las primeras. Esto es, los personajes se presentan con una edad avanzada relatando su vida de la cual hacen juicios de arrepentimiento en algún caso. 

4.- Libertad y desapego de la vida como una de las características de la novela picaresca 

El pícaro no trabaja de manera formal. Sirve a varios amos y va de un lugar a otro buscándose la vida como puede. Todo eso lo hace en aras de una libertad que solo le conduce por el camino del malvivir. Sin embargo, lo acepta porque defiende esa libertad que no puede sustituirse por nada.  

5.- Hay críticos que han puesto la novela picaresca en relación con la mística 

Aunque sean tan diferentes entre sí, picaresca y mística literaria son coetáneas. Ambos géneros tienen caracteres en común como es la búsqueda de la verdad por caminos heterodoxos y de manera individual. Además, ambas escrituras se adentran en el realismo más atroz, una en la del alma en comunión con Dios y otra en el de la marginalidad social. El yo de los escritores de uno y otro lado se presenta en su radical originalidad y veracidad sin alas a la fantasía y lo inverosímil. Lectores contemporáneo habrá que, al hilo del esto, ofrecerán su descreimiento acerca de las visiones místicas pero, una vez más, hay que recordar que para el místico no había más verdad que la expresada en sus escritos. 

6.- Carácter autobiográfico de la novela picaresca 

Hasta la llegada de estas obras los personajes se presentaban a través del autor, de un narrador que los hacía suyos según la condición de los mismos. Los bufones y de estrato social bajo eran presentados de manera cómica y los de alta cuna con valores elevados, aunque nos encontremos algunos ejemplos en los que se ofrece pura contradicción. El pícaro, por su parte, no encuentra quien le escriba y lo justifique. Y a falta de ese autor, comienza la narración (y la justificación a veces de su vida) de propia voz. Ese carácter autobiográfico se completa, en algunas ocasiones, con el anonimato de algunas obras o las dudas de su autoría.   

7.- En estas obras nos encontramos una sucesión de personajes 

Tanto es así que, incluso, se puede leer por capítulos dispersos sin atentar contra el sentido último de la obra. Este tipo de estructuración es más evidente en las primeras obras y se va diluyendo conforme avanza el siglo XVII hasta llegar a Estebanillo González. La novela picaresca va, conforme avanzan las décadas, hacia un relato de aventuras. Eso no quita para que las distintas escenas sean como una excusa para presentar distintos tipos psicológicos y personajes. Pocos de ellos pueden clasificarse como ejemplares o caballerescos ya que siempre se presenta la cara más oscura de todos ellos. Las primeras obras, comenzando con el Lazarillo de Tormes, están tan desestructuradas en el relato que cada capítulo se puede leer independientemente,  ya que no afecta al sentido último de la obra. 

8.- La novela picaresca se caracteriza por el conformismo como actitud vital  

Y también una fuerte dosis de resentimiento. Esto es, hay una crítica social pero esta no llega a la rebeldía sino todo lo contrario ya que encontramos una aceptación. El realismo se concentra en esa vida que es tal como es y poco o nada se puede hacer para cambiarla. No estamos ante la asimilación del dolor con un espíritu de renuncia religiosa, la misma que abraza lo que Dios quiera dar. En la novela picaresca no se encuentra esa fluidez emocional sino que hay un cinismo, una ira contenida contra la sociedad en general. Este aspecto es lo que ha llevado a algunos críticos a señalar que algunas de estas obras nacen de manos conversas (o de su cosmovisión). Quienes formaron parte de un país próspero ofreciendo lo mejor de sí quedan relegados por razón de creencia religiosa a unos niveles ínfimos. De resultas de ello se sublevan pero no con la rebelión que busca un cambio sino con el que está lleno de resentimiento. Mucho de esto hay en la novela picaresca aunque algunas estén escritas por castellanos viejos.  

Tipos de novelas picarescas y su debate 

Porque el debate llega de algunos autores que abogan por estudiar cada obra de forma. independiente con sus circunstancias estructurales, de autor, de personajes o de narración. Sin embargo, los más dados a los encasillamientos proponen al menos dos divisiones dentro de las novelas. picarescas:  

1.- La primera de ellas correspondería a la primera época (no más allá de 1610) y se corresponde con obras desestructuradas en cuanto a la narración en las que los capítulos no están unidos unos con otros. En ellas, los protagonistas no muestran arrepentimiento alguno por sus obras aunque haya una justificación por los actos (ese “yo señor no soy malo” del Lazarillo).  

2.- Conforme avanza el siglo XVII hasta terminar abruptamente a mediados del mismo, las obras van tomando un cariz más aventurero. Esto es, los personajes muestran una narración más hilada entre capítulos aunque los mismos también le sirvan para ir mostrando las personalidades de individuos con los que se topan. También se mueven más de su emplazamiento original y en la narración se adivina ya ese espíritu de la Contrarreforma que promueve el carácter moralista o edificante de las obras de arte. Esto es, de alguna manera u otra, manifiestan un arrepentimiento o un juicio severo por los actos del pasado. Así, los autores de las mismas se acoplan a esas directrices que promulgan una enseñanza (en esta ocasión de actos reprobables) de la vida picaresca. En estas últimos obras el espíritu pesimista es mayor así como la sensación de derrota vital.  

Sea como fuere, la novela picaresca, siguiendo a J.L. Alborg se concentra en un siglo:  

“Prescindiendo momentáneamente de la aparición solitaria del Lazarillo a mediados de la centuria y de la distancia de medio siglo que le separa de su inmediato seguidor, el Guzmán, la plenitud de la picaresca propiamente dicha se concentra, sin lugar para verdaderas etapas, en el corto lapso de cincuenta años, y puede considerarse acabada con la publicación de Estebanillo González en 1646”.  

En definitiva, la novela picaresca, a pesar de las diferencias entre obras de notable y sobresaliente calidad, tiene unas características repetidas que la diferencia de otros géneros y fórmulas literarias de la época. En España alcanzó cotas insuperables. 

Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla

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