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El Lazarillo de Tormes | autor, resumen y características principales

El Lazarillo de Tormes

El Lazarillo de Tormes

Candela Vizcaíno

El Lazarillo de Tormes es una de las obras señeras de la novela picaresca y en este artículo vamos a tratar toda la problemática en torno a su publicación y las características principales que la hacen digna de pertenecer al canon clásico.  

El autor del Lazarillo de Tormes 

Hasta nosotros han llegado tres primeras impresiones, las tres del mismo año (1554) aparecidas en Burgos, Alcalá de Henares y Amberes. Ninguna de ellas va firmada porque, con toda probabilidad, tal como veremos más adelante, es clara en la obra una fuerte impronta del erasmismo por entonces ya puesto en cuestión por las autoridades. Además, esta primera novela picaresca, como todas las del género, son críticas con el sistema social establecido poniendo en cuestión vicios y costumbres arraigadas.  Con las aguas revueltas en cuanto a la política y a la religión, con toda probabilidad, el autor se decantó por el anonimato para no tener ningún contratiempo con las autoridades. En un principio se defendió que tanto las ediciones de Alcalá como la de Amberes se habían realizado sobre la de Burgos. Sin embargo, estudios recientes han desmontado esta teoría y, en la actualidad, se acepta que hay una versión anterior que no nos ha llegado sobre las que se ha realizado estas tres.  

De los autores de Lazarillo de Tormes hay tres propuestas por la crítica:  

1.- Tenemos que esperar a 1605 para encontrarnos una mención al primer candidato a autor y no es precisamente en una edición del Lazarillo de Tormes. En la obra Historia de la Orden de San Jerónimo, el Padre José de Sigüenza propone como su creador a su compañero de orden fray Juan de Ortega. Según esta referencia se había encontrado el manuscrito en su celda y, con toda probabilidad, lo escribió en sus años de estudiante de Salamanca. 

2.- En 1607, Valerio Andrea Taxandro publica un estudio en el que atribuye la autoría del Lazarillo de Tormes a Diego Hurtado de Mendoza por entonces un escritor de reconocida fama. A partir de aquí, no se sabe si por ser un referente literario o por otra cuestión comienza a ser aceptada esta paternidad sin más aportes que la fama del nombre. Y así llegó hasta principios del siglo XX cuando esta propuesta es desmontada.

3.- Hay un tercer candidato a ser el autor del Lazarillo de Tormes propuesto en 1914 por Julio Cejador. Este sería Sebastián de Horozco en cuyos poemas aparecen referencias al ciego, a Lázaro… Esta teoría es aún más endeble que las otras y no es aceptada por la crítica especializada.  

A todo estas propuestas se une un contratiempo más, ya que no se sabe con exactitud la fecha de composición de la novela. En ella se dice que se acabó el año en el que Emperador celebró cortes en Toledo. Y eso fue en 1525 y, luego, en 1538-39. Por tanto, es casi imposible contrastar los mínimos datos biográficos de los posibles candidatos si tampoco es posible dilucidar a qué cortes se refiere o, vamos a más, si esta data está inventada. 

Además tenemos otro dato por el que comprendemos el afán de anonimato de su creador,  ya que la obra fue incluida en el Índice de los libros prohibidos de 1559, cinco años después de las primeras ediciones conocidas. Si bien salió del mismo en 1571, si su autor aún estaba vivo y en activo, no daría señales de ser el padre de la criatura para no tener contratiempos con la Inquisición que, por entonces, se las gastaba con bastante crueldad con los autores díscolos (a su parecer), tal como le sucedió a Fray Luis de León o aSan Juan de la Cruz

Resumen del Lazarillo de Tormes 

La obra está escrita en primera persona, siguiendo una de las principales características de la novela picaresca. Este relato autobiográfico comienza con el nacimiento de Lázaro de Tormes de padres ya situados fuera de la sociedad establecida. Nacido en la más extrema pobreza, su madre se deshace de él siendo un niño poniéndolo a trabajar bajo las órdenes de un ciego, el cual requiere los servicios de un guía. Acuciado por el hambre, intenta (mediante tretas) engañar y timar al amo aunque lo único que consigue es llevarse castigos crueles. Tras abandonarlo se pone al servicio de un clérigo que no se comporta de mejor manera.

Condenado a servir a distintos amos, Lázaro se pone bajo la protección de un escudero de Toledo (un hidalgo venido a menos) que también hace resbalar por la escasez a nuestro pobre protagonista. Aunque este intenta guardar las apariencias, las condiciones en la casa son tan lamentables que Lázaro se pone a servir a otro amo, esta vez a un clérigo de la orden de la Merced y luego a un vendedor de bulas falsas para pasar al servicio de un capellán y terminar con un aguacil. Con todos ellos pasa penalidades Lázaro y todos ellos les sirve para hacer una crítica cínica y ácida de una sociedad que produce individuos deleznables plagados de vicios de todo tipo. Cada situación la soporta Lázaro estoicamente hasta que logra ser nombrado pregonero de Toledo mejorando, de esta manera, notablemente su situación y posición. En ese momento, también, se casa con una barragana de un Arcipreste. 

Como es también característico de la novela picaresca, el Lazarillo de Tormes está dividido en capítulos donde se van narrando cada una de las desventuras que el protagonista mantiene con sus distintos amos sin más hilo conductor que el paso del tiempo.  

Características del Lazarillo de Tormes 

Aparte de las ya reseñadas (de las que hay que hacer hincapié en el relato autobiográfico y en la estructura por capítulos independientes), la obra presenta los siguientes caracteres:

1.-El tema del hambre como hilo conductor de la obra 

Lázaro pasa necesidad, mucha, especialmente siendo un niño. Su desvalimiento se pone de manifiesto con los primeros amos que se aprovechan del pobre muchacho, tanto que a duras penas puede sobrevivir. Una vez Lázaro ha aprendido a elegir mejor a quien servir, no duda en apuntarse a la hipocresía, la misma que critica cínicamente. Conforme avanza la novela, nuestro protagonista, según sus palabras y justificaciones, se ve obligado a adaptarse a una realidad social cruel con el único fin de salir adelante. Esta transformación se manifiesta de una forma clara a final de la novela, cuando Lázaro, ya con experiencia vital, justifica sus elecciones como la única vía para vivir cómodamente (aunque esto suponga muchos matices).  Si bien el hambre no forma parte de su vida en esos momentos, el recuerdo de esos días pasados son los que le lleva a tomar las últimas decisiones que se muestran en la novela. 

2.- Realismo descarnado en el Lazarillo de Tormes frente a la ficción  

A colación con lo anterior, si por algo se caracteriza la novela picaresca es por presentar la cruda realidad sin tapujos. El pícaro, a cuya extirpe pertenece Lázaro, es un pobre hombre que vive de pequeños timos, de buscar los recovecos de una sociedad que lo expulsa y que, a la par, necesita aprovecharse, aunque se niega a formar parte de ella de una manera formal.  El pícaro no es un criminal y a lo más que llega es a convertirse en un delincuente de poca monta, ya que su mundo siempre es pequeño y de bajas miras. Si bien hay críticos que buscan el origen de la picaresca en un rechazo a las novelas de caballería con su relato de fantasía y de ficción extrema, la sociedad presentada en estas obras existía realmente con toda su crudeza, hipocresía, mediocridad y desfachatez. A mediados del siglo XVI, por las distintas grandes ciudades de España, se empiezan a agolpar una corte de desahuciados de todo tipo que buscan sobrevivir simplemente conformándose con malvivir entre el hambre y la escasez. Fuera de todo trabajo formal, aunque su bandera sea la libertad, el pícaro, como Lázaro, únicamente busca un modo de acomodarse, de la mejor manera posible, entre lo jirones sociales. 

Dicho esto, la crítica también ha encontrado una serie de prototipos en los personajes del Lazarillo de Tormes. Tenemos al mendigo (el ciego), el hidalgo que le importa más la apariencia que el mundo que se desmorona ante él, la avaricia del primer clérigo y los vicios del mercedario… Todo ello sin contar el oficio de aguacil o la figura de la barragana (una especie de compañera sexual de los miembros del clero) con quien acaba en matrimonio Lázaro. Todos ellos pertenecen al folclore de la época, a los modelos de ficción de la literatura del siglo XVI y cada uno de esos prototipos se comportan y conducen como el lector contemporáneo espera.  

3.- El sentido humorístico en el Lazarillo de Tormes 

Aunque el objetivo primigenio del autor de la novela fuera provocar la risa, la obra está tan empapada de ironía y cinismo que más bien provoca un sentimiento de pesadumbre y de extremo pesimismo. Si bien algunas situaciones están presentadas de manera cómica, el humor que se transparenta es tan negro que todo en él parecen burlas pesadas. Lázaro no vive la vida saltando feliz de piedra en piedra y más bien la soporta con estoicismo casi hasta llegar a la conclusión de que la única manera de sobrevivir es aparcar la mínima dignidad que le queda y plegarse a lo que está a mano de una manera tremendamente práctica. 

4.- El erasmismo en el Lazarillo de Tormes

Se han escrito ríos de tinta sobre el erasmismo en la novela picaresca en general y esta, en particular, no es ajena a ello. Erasmo de Rotterdam, sin llegar a proponer el cisma de Lutero, fue crítico con la Iglesia Católica a la que acusaba de resbalarse por los vicios mundanos a la par que se entretenía en corromper el sentido último de la enseñanza de Cristo a través de ritos complicados ajenos al sentir de las comunidades primitivas. Aunque abogaba por una mayor sencillez y despojamiento, su crítica nunca llegó a querer hacer saltar por los aires la Iglesia Católica. De resultas de estas ideas, entre la élite intelectual española el erasmismo tuvo bastante predicamento hasta la llegada de la Contrarreforma. Es en ese momento cuando la Inquisición se pone a perseguir con saña a todo aquel que buscara libremente y por sí sus salvación a través de los textos sagrados sin la intermediación clerical. 

En el Lazarillo de Tormes se encuentran algunos principios que alumbraban las teorías erasmistas, especialmente cuando trata los vicios de los clérigos y la hipocresía del resto de la sociedad. En este aspecto, la obra es una crítica ácida, mordaz y repleta de humor espeso hacia las peores costumbres de la época, las misma que combatía Erasmo. Sin embargo, también se pone en relación con el espíritu de la Contrarreforma (aunque pudiera parecer una contradicción). Recordemos que, tras el Concilio de Trento se atacan las obras de ficción pura que solo servían (según el parecer de los allí presentes) para la evasión y para el entretenimiento mundano. A la par, comienzan a primarse aquellas que pusieran una semilla educativa o moralizante. Si bien el realismo extremo servía para mostrar los vicios de los hombres con una llamada al arrepentimiento, el desarrollo del mismo en el plano literario también daba pie para la crítica más mordaz. Y de aquí al peligroso Índice de los libros prohibidos (donde fue a parar El Lazarillo de Tormes) había nada más que un paso. De todos estos extremos chocantes a veces participa esta gran obra canónica.  

5.- La lengua del Lazarillo de Tormes 

Aunque el autor se disculpa por su “grosero estilo” y su llaneza a la hora de retratar a los personajes y sus situaciones, la novela no tiene tanta llaneza como se pretende al principio. Bien es verdad que se caracteriza por ser natural, concisa, repleta de frases cortas y sin ninguna concesión a la floritura, la metáfora o la elaboración, sin embargo, el lenguaje ya ha pasado por el filtro de la literatura. Esto es, hay un despojamiento de lo superfluo, por supuesto, pero este está realizado de manera consciente buscando lo esencial. Cada palabra, por tanto, es un dardo puesto para acertar en una prosa ligera y natural. Según las palabras de Criado de Val la lengua del Lazarillo de Tormes se resume así:  

“Todo es, en este libro, escueto y directo; pocas palabras pero precisas y naturales. Apenas cambia la entonación; el diálogo alterna con la narración sin que se advierta preocupación por el paso de uno a otro esquema”. 

En definitiva, Lazarillo de Tormes inaugura la larga y provechosa tradición de la novela realista española, la misma que continúa con El Quijote y no cesa hasta bien entrado el silgo XXI. La obra no solo ha sido llevada a distintos registros artísticos a lo largo de estos siglos (teatro, cine, TV…) sino que ha servido de hipotexto para algunos títulos contemporáneos en los que personajes desahuciados por la sociedad luchan por sobrevivir y abrirse un hueco buscando cierta escala de confort. 

Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla

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