El trauma de apego ha sido definido en la psicología del siglo XXI tras el estudio exhaustivo de la denominada como familia tóxica, formada, en su inmensa mayoría, por progenitores caracterizados, como mínimo, de indolentes. En la mayoría de los casos nos encontramos detrás un padre psicópata, una madre narcisista, abusos de todo tipo, entornos con adicciones… Empiezo apuntando que el apego para los humanos es un sistema psicológico de adaptación innato y genético. A través del mismo, el infante frágil y débil que llega a esta mundo necesita de cuidados físicos y espirituales para poder crecer de manera saludable. Cuando el apego no se realiza correctamente (porque hay padres ausentes por un motivo u otro), se genera el trauma.
Qué es el trauma de apego
Se origina en la etapa infantil y da la cara en la edad adulta de diversas maneras. Se define como un trama de tipo relacional originado en el seno de la familia. Cuando se nombran infancias rotas normalmente se nos viene a la cabeza niños maltratados, vejados o abusados de forma cruel. Sin embargo, el trauma de apego normalmente no se produce por grandes hechos de este tipo. El Doctor Iñaki Piñuel, en su obra Familia Zero lo describe como una lluvia fina de pequeñas y grandes cosas que van minando la confianza del niño hasta convertirlo en un ser vulnerable a todo tipo de depredadores emocionales.
Se produce en familias que no dan el apoyo incondicional que un niño requiere y, por tanto, este se convierte en juguete al capricho de los padres. Dicho así puede parecer que ese tipo de familias son las del espectro de la marginalidad. Sin embargo, este tipo de crueldad (a veces aceptada socialmente) es más frecuente de lo que parece a simple vista. El niño que llega a este sucedáneo de hogar y que, por la razón que sea, no es querido se ve envuelto a lo largo de su vida en una serie de actos de desamor que, a la larga, van configurando un sistema emocional perverso para sí mismo. Y lo es porque se acostumbra a esta tipo de actitudes y las siente como normales, ya que -recordemos- vienen de quienes están llamados a darle protección. Por otro lado, el afán de apegarse a toda costa a sus progenitores (porque, recordemos, es un sistema innato de supervivencia), el niño tiende, por un lado, a culpabilizarse por no ser receptor de ese amor natural y, por el otro, a querer complacer, como sea, a esos padres que no son capaces de ofrecer cariño, confianza y seguridad.
El resultado de este tipo de crianza es un adulto roto con muy poca autoestima incapaz de abrirse en sociedad con asertividad. Andando el tiempo estos niños con trauma de apego se convierten en presas fáciles de relaciones tóxicas que llegan incluso a la crueldad del gaslighting.
Cómo se produce el trauma de apego
En esencia, nace cuando no es posible ese apego natural basado en la confianza, el amor, la entrega y la protección. Ni que decir tiene que esto no tiene nada que ver con los mimos o el capricho. El trauma de apego se genera cuando en la familia (normalmente la madre o el padre) no son capaces de ofrecer este amor, normalmente porque son personalidades psicopáticas o del espectro del narcisista, muy comunes, desafortunadamente, en la sociedad contemporánea.
Estos padres, incapaces de amar a sus hijos y de ofrecerles el apoyo debido, descargarán toda su frustración en pequeños vulnerables de múltiples y variadas maneras. La convivencia se convierte en una lluvia fina y constante de frases vejatorias (“la culpa es tuya”, “tú no vales”, “no vas a poder”, “eres malo”, “eres egoísta…”), ninguneos y desplantes que van calando profundamente en el ánimo del pequeño. Estas almas no reciben consuelo cuando algo les aflige y, en ocasiones, su dolor o pesar es minimizado. Cuando pretendían hacer llegar alguna necesidad emocional básica eran tachados de egoístas. Se les exigía, a toda costa, una obediencia cercana a la sumisión y se les culpabilizaba prácticamente de cualquier hecho. El trauma de apego es una constante entre los hijos de madres narcisistas, las mismas que no pueden dejar de anteponerse a ellas mismas por el bienestar básico de sus retoños.
Estos niños van creciendo en la incertidumbre más absoluta puesto que no saben qué hacer para complacer al progenitor que está al cargo de su cuidado. El sucedáneo de amor que reciben (de palabra y no de hechos) siempre está condicionado por un chantaje emocional brutal. Todo ello genera en el alma de los pequeños sentimientos de culpa por no estar “a la altura” de lo que espera ese progenitor. De la culpa se llega a la vergüenza, la humillación y la vulnerabilidad. El trauma de apego supone que estos pequeños lleguen a la edad adulta sin saber lo que es el amor verdadero, el más incondicional, el mismo que se recibe de los padres. Y, como nunca les han ofrecido este apego necesario para su supervivencia emocional se convierten, más temprano que tarde, en víctimas de todo tipo de abusadores en todos los ámbitos de su vida: en el trabajo, en la calle y en las sucesivas parejas que van ahondando más en esa herida relacional.
Consecuencias a medio plazo del trauma de apego
Son tantas que es imposible resumir en un artículo de divulgación como pretende ser este, pero, en líneas generales es normal encontrarse con lo siguiente:
1.- La posición de dominio que ejerció ese progenitor tóxico genera, en primera instancia, una baja autoestima. La falta de amor propio va de la mano de complejos de inferioridad de todo tipo y, por tanto, ese niño que no recibe el cariño básico no intenta absolutamente nada para su progreso porque, sencillamente, no se siente merecedor de ello.
2.- Son niños que se crían en el mal pero son incapaces de diferenciarlo del bien simplemente porque la maldad está donde no debería: en su casa. Por eso, son susceptibles de ser engañados o maltratados de distintas formas. Y también de ir por la senda contrario, la que se sitúa fuera de la ley.
3.- El trauma de apego genera indefensión aprendida y, por tanto, son incapaces de neutralizar los ataques que llegan del exterior o del interior familiar, ya que, por un lado, consideran que las cosas son así y, por el otro lado, se sienten culpables de todo lo malo que les pasa. Por eso, son las víctimas propiciatorias para el maltrato más atroz o las violaciones más espantosas.
4.- El “quien bien te quiere te hará llorar” lo llevan tan interiorizado que son incapaces de parar los pies a todo aquel que vulnera su intimidad o su integridad física o espiritual.
5.- No son capaces de defenderse de las burlas y del bullying.
6.- Llegan a la edad adulta sin modelos saludables en los que reflejarse perpetuando el trauma de apego entre sus vástagos o, por el contrario, convirtiéndose en víctimas vulnerables de todo tipo de abusadores, a veces con resultados fatales.
7.- Esto es posible porque se dejan seducir por falsas promesas de un amor tan necesario como regateado cuando más se necesitaba.
Adultos con trauma de apego
Esta lluvia fina de falta de confianza, de calor familiar y de aprecio de la persona va calando de manera constante incluso en la vida adulta. Da igual lo que haya intentando este niño perdido en un mar de desamor una vez alcance la madurez para convertirse en una persona independiente. Será una persona vulnerable presa de todo tipo de acosadores. Normalmente son individuos deseosos de ser amados, de ser redimidos, de recibir aquello que le fue negado y a lo que tenía derecho de manera natural.
Estas personas se mueven entre dos conflictos irresolubles: entre el deseo de ser amado y la imposibilidad de recibir cariño de quienes deberían ofrecerlo de manera gratuita. Todo ello genera en ellos un choque espiritual imposible de resolver. Como no reciben ese calor básico, interiorizan que no son merecedores del mismo convirtiéndose en presa fácil de todo tipo de psicópatas que, al ver esa herida tan profunda, se abalanzan sobre estas personas para robarles todo lo que está a su alcance: alegría, ganas de vivir, delicadeza, cortesía, bienes económicos, fortaleza, salud y libertad.
“Esta terrible experiencia de intentar sobrevivir entre dos tendencias contrapuestas es la causa de la generación de heridas intergeneracionales que permanecen después en la vida del futuro adulto de modo latente y que se manifiestan en el momento en el que vuelven a encontrarse en el ámbito social con individuos que les suenan familiares: otros abusadores de corte narcisista o psicopático”.
Iñaki Piñuel
Muchos de estos adultos son incapaces de salir de esta relación abusiva porque, en primera instancia, la ven como normal. Son la proyección de aquello que vivieron en la infancia cuando el ninguneo, la falta de confianza o de libertad, los atentados continuos a sus necesidades emocionales eran el día a día. Hoy, de adultos, no saben parar los pies a quienes chantajean (con ventaja) con su alma y su vida.
Cómo resolver los conflictos que han producido un trauma de apego
Las víctimas con trauma de apego, si no han sido atendidas a edad temprana (y eso solo sucede con grandes delitos), llegan a la vida adulta muy perdidas. Solo después de encadenar un fracaso tras otro, algunas de ellas encuentran la fuerza escondida en su interior para enfrentarse a esta verdad tan abrumadora y demoledora. Únicamente mirando este espejo de crueldad constante pueden deshacerse del peso de la culpa, de la vergüenza y de la falta de confianza en sí mismas. El amor propio que les permita llevar una vida dichosa no va a llegar de un día para otro y, en prácticamente, todos los casos de éxito hay un acompañamiento profesional experto (en este tipo de situaciones) y un duro trabajo personal.
Ni que decir tiene que este texto sobre el trauma de apego es, sencillamente, unas notas, unos apuntes que te pueden ayudar para, al menos, poner nombre a todo aquello que te pasa. Será el primer paso en tu libertad.
Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla