Enamórate de Tavira más allá de sus playas y su mar

Candela y el río Gilâo

Candela y el río Gilâo

Candela Vizcaíno

Hay lugares tan hermosos sobre el planeta Tierra que cargan con una maldición. Sí, he dicho bien. Porque el viajero va a él en post de un mito o de un emplazamiento concreto o de una forma de vida definida de antemano. Y, en el camino, se pierde lo mejor de dicho lugar. Parece una contradicción, pero no lo es. Hay lugares sobre el planeta Tierra que merecen una mirada con ojos nuevos.  Y no me refiero a nombres que no suenan, que esto le pasa, por poner un caso, a la hermosa (de entre todas las más hermosas) Venecia. El viajero se empeña en recorrerla en dos días, a prisa y corriendo y se pierde casi lo mejor. Y ese mejor son las islas de la laguna, la Plaza de San Marco al anochecer cuando no hay ni un alma, las playas cercanas o los puentes más alejados del Gran Canal.

¿Cómo me he enamorado de Tavira?

A Tavira, sin llegar a la apoteosis patrimonial y artística de Venecia, le pasa casi lo mismo. Porque este diminuto pueblo en el extremo oriental de Portugal está marcado por sus hermosas playas. Y, ¡claro!, en ocasiones el viajero se empeña en disfrutar únicamente de eso arriesgándose a perderse una forma de vida difícil de encontrar en otros rincones del mundo. Y ese mejor, en este caso, es un lugar auténtico que ha sabido resistir los embates del tiempo y los cambios radicales de la modernidad.

Tavira, como las islas que se desperdigan por toda la Ría Formosa, es uno de mis lugares favoritos sobre el Planeta Tierra. No lo oculto. La descubrí por casualidad y casi sin querer. Fui a ella hace casi 10 años de paso cuando se me llenaron los ojos con las imágenes de sus playas limpias de arena dorada. Y desde entonces no he parado de ir una y otra vez. Cualquier excusa es buena (hasta una despedida de soltera hemos hecho por allí). Me encanta como el vecino Castro Marim, que no está ni en los mapas de los viajeros que se dejan llevar por la publicidad turística.

Las razones (si las hay en el amor) son múltiples y variadas. Hemos conectado como un flechazo. Para mí, desde donde escribo, vivo, trabajo y disfruto (Sevilla, otra de las hermosas) está cerca. Sus playas son limpias y repletas de servicios sin atosigar la naturaleza. Sus gentes son amables y educadas rozando, incluso, un punto aristocrático. Es cosmopolita, pero sin pasarse. Aunque en verano está hasta la bola de personal de todo tipo, siempre puedes encontrar hueco en primavera y otoño (incluso en invierno) para disfrutar de este maravilloso rincón del mundo. Su gastronomía es de calidad y, salpicados aquí y allá, te salen al paso tiendas con moda o artesanía auténtica alejadas de las grandes marcas que se desperdigan desde Madrid hasta Tokio. Tavira tiene ese no se qué que vaya por Dios que me encanta.

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Las playas de Tavira entre las más bonitas del Atlántico

Y sí, Tavira es sus playas. Y las playas hacen a Tavira. Por eso vamos a empezar por aquí. Todas son de difícil acceso pero es parte de su encanto. No esperes llegar, aparcar el coche y ya está. Para alcanzar algunos de sus destinos tienes que embarcarte, a veces, en una aventura. Damos un repaso a estas cinco de Este a Oeste.

Praia de Cabanas

Desde el aire se ve la barra y su fuerte (hoy convertido en un hotel con encanto) y desde la tierra, la arena se confunde con el mar. Se accede a ella desde el embarcadero de Cabanas de Tavira con un servicio regular de barco taxis. No está salvaje del todo, ya que tiene un servicio de sombrillas y hamacas y algo de cafetería.

Praia da Ilha de Tavira 

A ella se llega con un servicio de barcos que paran en la misma Tavira, pasando el antiguo mercado de abastos y es la más grande y conocida de la zona. También es la que tiene más servicios.

Praia da Terra Estreita

Es una playa mínima y alargada al otro lado de la barra con servicio de hamacas y algún que otro chiringuito de línea boho chic que hará las delicias de los amantes de lo natural.

Praia do Barril

Es mi favorita y una de mis preferidas de esta parte de mundo. Hay que dejar el coche en Pedras do Rei como puedas en la calle. Así que es mejor ir temprano. Una vez allí, hay dos opciones: los más andariegos no van a tener empecho en cruzar las dunas a través de vegetación utilizando la pasarela de madera, los más perezosos o los que viajamos con niños nos vamos a apuntar a su tren. En puridad es un vehículo rústico a gasoil que acerca (por un euro) a los viajeros hasta la playa. Una vez allí, puedes disfrutar de tiendas con básicos veraniegos, chiringuitos y restaurantes situados en lo que en otro tiempo fueron naves para guardar los artículos de las barcas de pesca. Si sus mojitos (fantásticos), la naturaleza, la arena o el agua limpia no fueran suficientes, esta playa tiene un cementerio muy peculiar. Entre la maleza y la arena reposan cientos de anclas abandonadas en un homenaje al mar y a sus gentes.

Si miras el mapa, Tavira hace vecindad con Olhâo. Su primera playa es la de la Barra da Fuseta. Es este un lugar para llenarse los ojos y el alma donde se unen las aguas de la ría con las del océano. Es casi imposible llegar en trasporte público (lo mejor es coger un barco taxi particular que te acerque hasta la zona más desértica) y marca el inicio de otro lugar que los viajeros de verdad deben anotarse en la agenda: las Islas de la Ría Formosa. Yo lo tengo aquí pegado en el ordenador por si un día tengo superávit financiero para agenciarme alguna de las casas de pescadores de las que me he enamorado.

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Qué ver en Tavira: un recorrido por su patrimonio cultural

Bueno… y que he empezado por el mito (por las playas) y dejo para el final el ambiente artístico y bohemio que se respira en Tavira. El lugar no ha sufrido los estragos del turismo masivo (por suerte para nosotros) y aún se puede disfrutar de la forma relajada y tranquila de vivir de la población portuguesa.  Aquí se puede llegar en coche y, a excepción de las obras, es fácil aparcar en plena calle, excepto en el centro que es peatonal o reservado a residentes. 

El puente sobre el Río Gilâo

Todas las señales te van a llevar hacia La Plaza de la República “reconstruida” en el estilo moderno y sin encanto de finales del siglo XX. Pero lo guapo está un poco más allá. Y se llama Río Gilâo. Divide en dos la localidad. Al otro lado se encuentran las casas tradicionales con sus tejados en punta y fachadas comidas por el salitre, las iglesias de revoque blanco, las plazas rodeadas de restaurantes, los rincones en los que se puede escuchar el fado, las tiendas de artesanía y de ropa con un estilo inconfundible, las heladerías y las mesas en la puerta de los restaurantes para disfrutar de su pescado a la brasa. El puente antiguo que une las dos Tavira se ilumina suavemente al anochecer haciendo del paseo una experiencia que se pega en el alma.

Castillo de Tavira

No esperes encontrar en esta perla del Algarve grandes muestras monumentales (como en Sintra, otro sitio del que tengo que hablarte o las capitales lusas más importantes). Aquí todo está a la escala del hombre, del común y corriente. Por eso enamora tanto: porque es acogedora sin grandes divismos. Aún así, para los que gustan de buscar el pasado entre las ruinas y las piedras no pueden perderse la subida a su castillo, aunque la torre con su reloj se ve y se fotografía desde el puente sobre el río.

Iglesia de la Misericordia

Está antes de llegar a la Plaza de la República casi escondida porque lo mejor es su interior decorado con los típicos azulejos azules y blancos de Portugal.

Museo de Arte Contemporáneo del Palacio da Galeria

Portugal me tira por muchas razones y una de ellas es su afán por el arte y su apuesta por los artistas contemporáneos. ¡Y qué te voy a contar si desde aquí puedes encargar alguna obra en la tienda online! En numerosos pueblos o ciudades medianas te encuentras con espacios expositivos o galerías abiertas a las últimas tendencias. La colección del Palacio da Galeria es pequeña pero con muy buen gusto.

Pego do Infierno

Lo dejo para el último porque es el más popular, aunque a mí no me haga ninguna gracia. Es una pequeña piscina natural alimentada por una cascada mínima. Lugares  de mayor interés te puedes encontrar en la costa de Portugal (¿hace falta que recordemos la Boca do Inferno de Cascais?) e, incluso, en la Sierra Norte de Sevilla. Este tipo de sitios, además de peligrosos para los niños, suelen estar abarrotados de gentío.

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¿Y qué más puedo hacer en Tavira?

Todo dependerá del tiempo que dediques a disfrutar de la ciudad y de los alrededores. Si vas con algunos días u horas, tienes que acercarte a Castro Marim para seguir con más playas o subir hasta la Ermita de San Antonio donde se disfruta de unas vistas de dulce de la Reserva Natural do Sapal, una salina tradicional. En Vila Real de Santo António puedes perderte en su mercado o pasear por el puerto o sucumbir a su ambiente comercial. Por supuesto, Olhâo y la Ría Formosa (la más hermosa) y, con más tiempo aún, si viajes en coche (que la combinación en transporte público es desastrosa), la desconocida Huelva está a un paso y con otro más te encajas en Sevilla.

En Tavira se pueden hacer compras de artesanía y moda en el antiguo mercado de abastos y en las tiendas que se encuentran al otro lado del río. Prima la elegancia y lo exclusivo. Y ni que decir tiene que es un pecado irse de aquí sin probar su pescado a la brasa (sobre todo las sardinas) recién sacado del mar.

Y si se te acaban las ideas, déjate llevar que el viaje se hace para eso. Y déjate enamorar.

Fotos y texto por Candela Vizcaíno

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