En coche por la Ría Formosa: desde Tavira hasta Faro

Culatra

Culatra

© Candela Vizcaíno

 

Lugares ha habido que los he pisado por la huella que han ido dejando, por aquello que alguien escribió un día. Ciudades hay sobre el planeta Tierra a las que se va en post de un mito, de un libro, de una historia, de un dios pagano que nos prometía el amor o la inmortalidad. Razones ambas más que poderosas para hacerse nómada, como creo que me he hecho sin proponérmelo. ¿Qué te puedo decir de Roma, destino del Grand Tour donde no hay rincón que no huela a poesía? ¿O de Estambul, para la que se construyó el primer tren confortable tanto era (y es) el exotismo y el deseo que emanaba (emana)? ¿O de ese París que nos promete, nada más y nada menos, que el enamoramiento? Te puedo decir poco o mucho. Puedo añadir poco más porque otros ya han dicho, porque otros ya han hollado, porque muchos ya han descubierto. Y una solo se puede conformar con el papel de espectador de una gran obra de arte, lo cual, mi querido lector, mi amada lectora, no es poco.

Ciudades hay que he recorrido, como la enigmática Venecia y que recorro a diario, como la singular Sevilla (tan fotogénica que sus parques y sus plazas son sinónimo de viaje), sabiendo que ni soy la única ni la primera ni la última. A las que voy o vuelvo porque algo tienen que quiero  atrapar y no puedo. Y cuando una se acostumbrar a vivir así, a andar así o a “nomadear” así, no te esperas encontrar un lugar sobre el planeta Tierra que aún no esté apretujado o de literatura o de nadería, que esa es mi primera clasificación para decidir cuáles son los sitios que quiero andar, que quiero parar, que quiero respirar...

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La Ría Formosa es un paraíso al Sur de Portugal

Porque uno de estos días del caluroso verano sevillano sin tregua para poder respirar un poco me pillé el coche (otro día os hablo de mi coche) y me tiré hacia donde el sol se pone. Desde donde yo estoy, en Sevilla, creo haberlo dicho, la dirección es hacia el Sur de Portugal, hacia la barrera de arena que el mar forma delante de emplazamientos de belleza tan auténtica como Tavira o la Isla do Farol. Lo hago a veces, por el mero placer de echar kilómetros fuera, por ir hacia donde no he ido nunca sin saber muy bien qué me voy a encontrar. Bueno… a Tavira, no.  Aquí vuelvo, una y otra vez como si el lugar me perteneciera, como si formara parte de mí.

Pero esta vez me he encontrado unas islas desiertas habitadas por pescadores auténticos, rodeadas por una naturaleza salvaje cuidada al máximo, viviendo al margen de lo que se espera en la era de Twitter. Me he encontrado una tierra orgullosa del  café bajo una sombrilla, repleta de barcos de pesca y de personas de maneras aristocráticas (que es la manera portuguesa de comportarse). No sé si invitarte (porque reconozco que no es mi casa), pero sí te animo a descubrirla.

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De Tavira hasta Faro, el Portugal auténtico aún existe y se llama Ría Formosa

A Faro se puede llegar en avión porque tiene aeropuerto internacional o tomando la autopista que sale de Lisboa. Tavira ya es otra cosa y quizás por eso es tan auténtica.  La más rápida es desde Sevilla (a poco menos de dos horas en coche) por buenas autopistas. Si sales de Faro lo mismo te entretengas tanto por las islas de la barra (como el Ulises de Homero) que no te dé tiempo a llegar. A mí me gusta Tavira para parar, para quedarme, para pasear, para buscar. Y también Olhaô, a medio camino entre las dos ciudades, porque desde aquí salen los ferrys o las barcas hacia las islas más auténticas de toda Europa.

La Barra de la Ría Formosa es, en puridad, una extensión de arena frente a tierra firme visible según la altura de las mareas. Va más allá de Faro (por el oeste) y por el este se adentra en las tierras españolas de la provincia de Huelva (lo mismo os hablo mañana). Esta barra, en tierras hispanas, en Isla Canela, por poner solo un caso, hace que la playa, con bajamar, apenas alcance 30 cms de agua y que haya que caminar más de un kilómetro para encontrarse con el océano. Es toda una experiencia para los niños y las familias.

En tierras portuguesas la barra de arena forma la Ría Formosa, la ría más hermosa, y es de tal extensión que las islas que forman son “pateables” y, además, algunas de ellas están habitadas de forma permanente.

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La Ría Formosa, un lugar hermoso sobre el planeta Tierra

El emplazamiento es parque natural protegido, pero eso no impide que se lleven a cabo industrias humanas no invasivas (¡como si el hombre fuera capaz de tal cosa!). Aquí hay criaderos de ostras entre “granjas” de cangrejos. La pesca es artesanal y se realiza en barcos pequeños. El comercio es aún local. Las casas (a pesar del desarrollo en algunas zonas como en Olhaô o Castro Marim) siguen el ritmo tradicional. Estamos en la Ría Formosa. 

No hay grandes construcciones. Todo es pequeño, blanco (matizado con ocre, naranja o azul). No esperes encontrar grandes obras de arte. La naturaleza es la mejor creación. No hay aglomeraciones. Tampoco tiendas de firmas internacionales y hasta los lugares de restauración rezuman una autenticidad poco frecuente hoy en día. Puedes visitar alguna iglesia y el centro histórico de Tavira (un poco más abajo te lo dejo), pero poco más. Lo demás es naturaleza.  No te olvides de estos nombres de la Ría Formosa, viajero o nómada, aunque sé que se quedarán grabados en tu memoria.

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1.- Castro Marim y Praia Verde

No están en la Ría Formosa puesto que aquí termina todo para seguir luego en España, pero el pueblo tiene un castillo precioso y frente a él te encuentras con el Sitio de Santo Antonio. El lugar está formado por una iglesia pequeñita y un molino dispuestos a vigilar las salinas que se encuentran abajo. Praia Verde es un lugar con un ambiente boho chic que va a encantar a los más cosmopolitas.

2.- Praia de Cabanas

Se accede a través de unos ferrys que no son más que pequeños barcos con base en la pequeña localidad de Cabanas de Tavira. Si puedes, alójate en el Forte de Sâo Joao da Barra con unas vistas que son para reconciliarse con la humanidad.

3.- Praia do Barril

Deliciosa y exquisita, de arena fina y “decorada” con las antiguas anclas, colocadas a la manera de un hermoso cementerio. Lo que en su día fueron construcciones marineras (que servían para guardar de todo), están habilitadas parcialmente como restaurantes de playa o tiendas sencillas. Se accede a pie (por una pasarela) o mediante un pequeño tren neumático (a los niños les encantan) que se coge en Pedras del Rei.

4.- Fuseta o Fuzeta

Frente al faro de Fuseta paran las empresas o los ferrys que te llevan al otro lado de la barra. Una vez allí, tienes que caminar entre naturaleza salvaje por una pasarela de madera habilitada para llegar hasta la playa.

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5.- Ilha do Farol o Isla del Faro

Es mi favorita y lo es de tal manera que, una que siempre se negó a tener segunda vivienda (lee piso en la playa) no le haría ascos a una pequeña casa de pescadores aquí. Se llega en bote-taxi o ferry desde Olhâo. Paran frente al hotel Real Marina (el único cinco estrellas de la zona frente a la Ría Formosa) o pasando el Mercado de Pescadores (recomendable para los pioneros amantes de lo auténtico). Depende de tu presupuesto. El bote taxi, más rápido y exclusivo, te lleva en menos de 10 minutos y tras desembolsar 60 euros (ida y vuelta). Por un euro por cabeza estás pendiente de los horarios del ferry  que en una hora te deja en la isla. Una vez allí, guíate por el Faro que está al borde de la playa de bandera azul. Entre una punta y otra te vas a encontrar con bares tradicionales o alguno que otro con ambiente boho chic y, por supuesto, con las pequeñas viviendas marineras pintadas en blanco. Aquí hay restaurantes con pescado o marisco fresco y muy mala cobertura a Internet.

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6.- Ihla o Isla da Culatra, base de la Ría Formosa

Del mismo cariz es Culatra, abanderada por una iglesia encalada, y habitada todo el año por pescadores locales. Aquí se viene a disfrutar de su playa inmaculada (al otro lado del embarcadero cruzando toda la isla), pero también a ponerse hasta las manillas de piezas recién pescadas o de ostras a precio de risa. ¡Cuidado con los días de más calor! El sol aprieta en esta zona y los locales no tienen comodidades tales como el aire acondicionado. Y, ¡ah! mi querido viajero, Culatra tiene un secreto al que solo puede accederse en barco privado (o previo pago de un taxi). En el extremo más oriental, en la punta donde se mezclan las aguas de la ría con la del océano en olas imposibles, hay una playa de sueño, de arena fina y totalmente a salvo de cualquier desmán constructor humano. La experiencia debería estar en la lista de los deseables antes de abandonar este mundo. Es uno de los secretos y de las delicias de la Ría Formosa. 

7.- Armona en ferry, visitar la Ría Formosa en plan bohemio

Si el presupuesto no te da para llegar a esta punta, de la que te dejo una foto (sin ánimo de envidia ¡eh!) siempre puedes coger el ferry en Armona. Su playa está limitada por unas boyas y también disfruta de ese ambiente marinero y distendido de Culatra o Farol.

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¿Qué ver y hacer en Tavira, la más hermosa ciudad del Sur de Portugal e inicio de la Ría Formosa?

No te impacientes, mi querido lector viajero, si lo tuyo es apuntarte a ser un urbanita sin arreglo. Si Faro no es de tu agrado, siempre tienes Tavira, como siempre nos quedará París. Al emplazamiento se llega fácilmente en coche y tienes que acercarte a disfrutar de su ambiente y su patrimonio histórico. La Iglesia de Santiago, el Castillo, el jardín con su mercado y su quiosco para la música te van a gustar. Pero lo que te va a encantar es cruzar una y otra vez su Puente Romano para ir buscando cada uno de los rincones de esta ciudad llena de “baretos”, de restaurantes, de tiendas, de heladerías y, en verano, con una programación musical gratuita a gusto de todos.

Por Candela Vizcaíno.

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