El castillo de Amboise y la última morada de Leonardo da Vinci

Castillo de Amboise

Castillo de Amboise

Candela Vizcaíno

 

En el Valle del Loira, a poco más de una hora de París, nos encontramos la que fuera primera corte francesa permanente. Aquí hay que deleitarse con su castillo, maravilla del Renacimiento galo, y también con la última morada de Leonardo da Vinci, el Clos-Lucé. 

Amboise se asienta en pleno Valle del Loira, la majestuosa región central de Francia, bañada por múltiples ríos (no solo el Loira), plagada de castillos aristocráticos (algunos convertidos en hoteles de lujo), pabellones de caza y pueblos renacentistas tan bien conservados que se nos olvida que estamos en pleno siglo XXI.  El castillo de Amboise se divisa desde lejos y nos remite a toda la gloria francesa repleta de refinamiento y amor por las artes plásticas o la literatura. Pero, la localidad nos ofrece más y más, ya que aquí tuvo su última residencia el que es considerado no solo uno de los grandes artistas del Renacimiento italiano sino un genio en todos los sentidos: Leonardo da Vinci. En su última morada, el Clos-Lucé, escribió, compuso, pintó y diseñó sus ingenios mecánicos que hoy se encuentran reproducidos por todo el jardín en maquetas a tamaño real.  

A Amboise hay que ir para adentrarse en la historia, la de Francia y sus reyes del Renacimiento, pero, también, para pasear por los jardines del Clos-Lucé, la última morada de Leonardo da Vinci. Este está enterrado en la Chapelle de St-Hubert, situada en la explanada de acceso al castillo. Es un recinto diminuto que impresiona por la sencillez y por el poco boato con el que se trata al gran genio. No podemos olvidar que la localidad es punto central de la llamada ruta del Valle del Loira. Esta recorre las residencias palaciegas de los nobles y reyes franceses desde el Renacimiento hasta la gran caída de Versalles. En un entorno natural impresionante y, a la vez amable, aquí se venía a cazar, a hacer fiestas por todo lo alto y a divertirse cuando el calor veraniego de la capital, París, se hacía sofocante. En la ruta hay más castillos que visitar como el de Chambord o Cheverny. Además, algunas de estas residencias aristocráticas han sido reconvertidas en maravillosos hoteles de lujo para bolsillos desahogados o para darse un homenaje. 

Castillo de Amboise, cuna de Francisco I y Catalina de Médicis 

Pero vayamos por partes, a Amboise se accede cruzando el Loira y la vista desde la margen izquierda del río, con su castillo medieval al fondo es de postal, de libro. Y ya nos dice de la importancia del lugar. La localidad mantiene incólume el espíritu del pasado. Así, sus calles estrechas están perfectas, limpias, con encantadores restaurantes, confiterías y tiendas exquisitas donde se ofrece artesanía local. Todos los caminos, como en cualquier casco medieval europeo, se apiñan alrededor del Castillo (Château d’Amboise en francés). No tiene pérdida que se ve desde lejos. Es una fortaleza construida en lo más elevado del lugar con unas vistas sobre el caserío, el río y los alrededores que quita el hipo, amén de una constante ventolera. Merece la pena recrearse en el exterior, recorrer un enorme reloj solar (se puede, incluso, pisar) y entrar con sigilo en la Chapelle de St-Hubert donde está enterrado, bajo una sencilla lápida, el genial Leonardo. 

Amboise 1 

En el castillo de Amboise nació  y vivió Carlos VIII y residió Luís XI, pero, el lugar está vinculado a Francisco I (1494-1547),  considerado el monarca emblemático del Renacimiento francés. El legado de su reinado fue continuado por sus hijos y su culta nuera, Catalina de Medici. Fue la italiana la que  la introdujo en el por entonces  adusto pueblo galo todo el refinamiento florentino. Con ella la corte cambió los aires rústicos por una gastronomía refinada, por una moda exquisita y por el gusto hacia las bellas artes inspiradas de las residencias nobiliarias toscanas donde se había criado. Por eso, las paredes del castillo de Amboise se llenaron de arte siguiendo las características de la pintura renacentista centrada en la sobriedad y la serenidad. Además, hubo un desarrollo de la escultura y de la literatura. En definitiva, con el legado de Francisco I, Francia vivió un apogeo sin precedentes de las artes y las letras, poniendo los cimientos de todo el desarrollo cultural posterior. 

Amboise está vinculado al Clos-Lucé, la última morada de Leonardo da Vinci 

Pero de Amboise el viajero sibarita, el que recorre el mundo despacio, recreándose en los detalles, no puede marcharse sin visitar el Clos de Lucé o el Clos-Lucé. Es este el palacete que Carlos VIII compró para su esposa Margarita de Austria. Sin embargo, la vivienda no es conocida por la actividad real sino porque fue la última residencia del genio italiano. Hasta aquí llegó acogido por los monarcas franceses después de una vida de penuria casi. En esta sencilla casa situada, por entonces, un poco a las afueras logró la paz que necesitaba para su trabajo intelectual y artístico. Hoy se puede visitar el interior (con muebles rotundos) y el exterior. Te llevarás el recuerdo de una inmensa cocina protagonizada por una mesa de madera al abrigo de una chimenea. Y en el exterior se han reproducido, siguiendo los dibujos e instrucciones del gran genio, algunos de sus inventos.  

Amboise 3

Aquí murió en 1519 amparado por el rey que introdujo el progreso renacentista en Francia y se llevó hasta su corte a uno de los genios de la humanidad. Sus restos, como hemos apuntando, reposan en una sencilla capilla junto al castillo de Amboise y el nombre de la localidad estará permanente vinculado al gran Leonardo da Vinci. Recorrer las calles de la localidad es un viaje al pasado, cuando una corte se empeñó en ser culta y refinada. Y lo consiguió.  

Fotos y texto por Candela Vizcaíno

 

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