Tras el El Lazarillo de Tormes, hay que esperar medio siglo para la aparición de la siguiente novela picaresca. Será Guzmán de Alfarache escrita por el sevillano Mateo Alemán. El género, no se agota con este título (ni mucho menos) pero sí será, a decir de la crítica, la mejor, completa y redonda de las de su clase. Y eso que su creador no se desempeñó como escritor profesional y fueron muchos en su entorno los que se sorprendieron de su publicación en 1599. Vamos por partes para entender la obra con mejor criterio.
Mateo Alemán, el escritor de Guzmán de Alfarache y su azarosa vida
La crítica es unánime al encontrar parte de las desdichas, aventuras y cosmovisión de los personajes de la obra en la misma biografía de Mateo Alemán, su creador. Nacido en Sevilla en 1547, era su padre médico de profesión con destino en la cárcel de Sevilla. Hasta sus celdas llevaba al pequeño Mateo desde la temprana edad de diez años. Allí, probablemente, entabló conversación con algunos personajes del submundo de un Puerto de Indias que había conocido décadas mejores. Aunque era improbable que se topara con grandes criminales, sí pudo conocer de primera mano el menudeo del robo, el engaño, el contrabando y el malvivir propio de las gentes de una Sevilla en crisis. Aunque Mateo Alemán tuvo una esmerada educación y consiguió alcanzar el título de Bachiller en Arte y Filosofía, no fue muy buen estudiante. Realizó medicina primero en la Universidad de Sevilla, luego en la de la Salamanca hasta recalar en la de Alcalá de Henares. De allí tuvo que regresar apresuradamente a su ciudad natal debido a la repentina muerte del padre.
Aunque no se conocen los detalles, muy pronto contrajo deudas diversas y con veintipocos años llegó a un peculiar acuerdo con el capitán Alonso Hernández de Ayala por el que este último se comprometía a saldar todo lo adeudado tomando como garantía su soltería. Así tal cual, el creador de Guzmán de Alfarache acabó casado con Catalina de Espinosa, sobrina del aristócrata, al no poder abonar la suma acordada no sin antes intentar, sin éxito, zafarse del compromiso. El detalle de la boda dice bastante de la personalidad de nuestro protagonista y, con toda probabilidad, del carácter de la esposa que, resumiendo mucho, le amargó todo lo que pudo la existencia. La crítica ve en este particular casamiento el fondo de misoginia que se encuentra en toda la obra así como a la institución del matrimonio.
Estamos en la Sevilla picaresca, la misma que había perdido toda hegemonía y era un hervidero de aventureros buscavidas en connivencia con gentes de todo pelaje siempre venida a menos. Mateo Alemán acepta cualquier trabajo que pueda realizar e intenta varios emprendimientos sin éxito que le acarrean más deudas. Viaja a Madrid y de vuelta acaba en la cárcel cumpliendo una pena de año y medio a falta de una esposa con la que saldar el préstamo.
El nacimiento de Guzmán de Alfarache de Mateo Alemán
En 1597, la obra ya estaba escrita y, con toda probabilidad, estas idas y venidas de presidio con todos sus personajes sirvió de inspiración para la novela. Fue publicada en 1599 sin que su autor, con 52 años, hubiera demostrado, con anterioridad, ninguna habilidad para las letras aunque la tenía y mucho. Empeñado como estaba en negocios fallidos, no se concentró en el don que traía de nacimiento. La obra fue un rotundo éxito y muy pronto se sucedieron copias por España y parte de Europa. Lamentablemente, algunas de ellas eran piratas y Mateo Alemán no pudo disfrutar de este éxito al completo.
Volvería a verse entre rejas por un periodo acortado, al parecer, por la benevolencia de su esposa que se avino a abonar las cantidades pendientes. Y eso que ya no había convivencia marital y Mateo Alemán mantenía una familia paralela con Francisca Calderón. Eso fue en 1602 y el autor salía de presidio con una doble pena puesto que, ese mismo año, se publicó la segunda parte (falsa) del Guzmán de Alfarache. Todo ello obligó al autor a corregir el manuscrito que ya tenía terminado y a arreglar algunas aventuras de su protagonista para su edición. Mateo Alemán murió en México en una fecha incierta cercana a 1614 sin poder disfrutar del éxito con el que ha sido consagrado en el canon literario.
Análisis de Guzmán de Alfarache: cinco primeras características
1.- La obra (por unanimidad de la crítica) es la más perfecta de las clasificadas como novela picaresca. Su personaje responde al arquetipo del pícaro, a medio camino entre el delincuente, el bravucón y el desgraciado que poco o nada consigue con sus correrías. Tal como hemos visto en la biografía de su autor, con toda probabilidad, material donde inspirarse no le faltaba.
2.- Está escrita de forma autobiográfica y su protagonista es el fruto de amores prohibidos quedando huérfano y desamparado a temprana edad. Para subsistir sirve a distintos amos y con esta galería de personajes se va desgranando los diferentes tipos psicológicos que pueblan la obra.
3.- Guzmán de Alfarache viaja hasta Italia y durante toda la obra su espíritu se debate entre la regeneración e incorporarse a la sociedad como un miembro útil y la vida picaresca a la que se ve abocado o atraído. Aunque encontramos un afán de superación (al menos pretendido), siempre hay algo que le impide ocupar un papel legal en la sociedad, si bien la mayoría de las veces este fracaso es debido a pereza y desgana.
4.- Como su autor, el protagonista se casa con la reconocida pretensión de escalar en posición social, pero no consigue establecerse ni asentarse. La obra, en su totalidad, por tanto, nos lleva por ese deseo de redención constante (que lleva al protagonista a múltiples actos de contrición sin enmienda alguna) y la vida delictiva (de poca monta siempre) a la que parece estar condenado el protagonista.
5.- No hay humor ni cinismo en el Guzmán de Alfarache. Todas las páginas, escritas con una prosa brillante, están repletas de pesimismo. Es una negatividad existencial propia de la filosofía y de la cosmovisión de la época. Las sucesivas crisis, las penurias y la incapacidad para avanzar en todos los sentidos contribuye a un ambiente derrotista y desalentador. El desánimo imprime cualquier aspecto de la vida y explica, en parte, el gran éxito del teatro barroco, ya que funcionaba a nivel social como mera vía de escape y de evasión de una realidad negativa en extremo. Mateo Alemán, en el Guzmán de Alfarache, recoge ese ambiente.
Las últimas características en el análisis de Guzmán de Alfarache
6.- La miseria humana está, por tanto, en todos los rincones de la sociedad y no solo en la vida del pícaro sino también en los distintos amos a los que sirve. La tacañería, el vivir por y para las apariencias, los negocios de vividores y de gentes al margen de la ley o de la sociedad se hacen ver constantemente en la obra.
7.- Al contrario que Lazarillo de Tormes, no hay crítica anticlerical ni mucho menos rasgos de erasmismo. Es más, en la páginas se trasluce un sincero sentimiento religioso que va parejo al tratamiento amable de ciertos sectores de las instituciones eclesiásticas.
8.- El autor pone a su protagonista siempre en reflejo con sus pecados, sus acciones, sus costumbres y sus opciones vitales. Si está en el lodo social es por su poca pericia y fuerza de ánimo a la hora de iniciar el camino que le permita salir de esa vida viciosa y destructiva.
9.- La misoginia de Mateo Alemán se transparenta en buena parte del Guzmán de Alfarache así como su crítica cruel a la institución del matrimonio. Tal como se desarrolló el suyo es entendible este extremo.
10.- La obra, como es una de las características de la novela picaresca, tiene una fuerte función moralizadora y educativa. Presenta a los personajes siempre en la cara B de la sociedad adobado con fuerte juicio crítico.
Con palabras de Juan Luis Alborg:
“El Guzmán de Alfarache no solo es la novela más representativa de la picaresca, su cima y plenitud, como obra que reúne y funde sabiamente todas las características del género, sino que también por la calidad de su prosa viene a significar un punto de perfección en el cruce de dos épocas. Alemán encarna el paso de período amplio y rotundo de la época renacentista hacia la cláusula corta del barroco, pero todavía sin la extremada concisión frecuentemente retorcida y alambicada de Quevedo y Gracián.”
Es, pues, el Guzmán de Alfarache de Mateo Alemán el cenit de la novela picaresca y también de parte de la prosa de los Siglos de Oro.
Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla