La teoría de las constelaciones familiares (y ya adelanto) está considerada, en la actualidad, como pseudociencia. Entonces, ¿si es así por qué nos entretenemos en entender sus entresijos con un artículo, por lo demás, que ha quedado bastante largo? La respuesta, aparte de personal, también tiene que ver con el interés que suscita en un grupo mayoritario de población que busca en los árboles familiares respuestas a un dolor profundo e inexplicable. Pero vamos al principio, el término (la descripción del mismo y el proceso de sanación) fue propuesto, por primera vez, por el teólogo Bert Hellinger (1925-2019). Y, a pesar de ese marchamo de poco científico, ha sido estudiado posteriormente por un amplio número de psicólogos que lo han llevado a la práctica con acierto sobresaliente entre descendientes del Holocausto o de dramas familiares complejos, por poner solo dos ejemplos extremos.
¿En qué se basan las constelaciones familiares?
La teoría postula que gran parte de los males (también las bondades pero esto no lo investiga la persona que es bendecida con regalos emocionales de sus ancestros) se debe a la repetición transgeneracional de patrones impuestos por los antepasados del clan. Esta aseveración por sí (más cercana a la magia que a la psicología) es la que la ha marcado negativamente desde sus inicios por parte de los terapeutas más ortodoxos. Sin embargo, ni nace de la nada ni de la iluminación, ya que, en verdad, buena parte de la creación humana se levanta con todo aquello que le ha precedido. En este sentido y para poner un poco de orden, nada más comenzar el siglo XX, Sigmund Freud puso sobre la mesa el nombre de inconsciente. Abrió así las puertas a la investigación de ese conocimiento oscuro y desconocido que se produce en los recovecos más recónditos de la psique y del espíritu. La interpretación de los sueños con su lenguaje de mitos y símbolos fue la primera herramienta de curación de los desajustes emocionales . Comienza de esto modo la sanación psicológica (con sus sesgos y matices por supuesto) a la par que propicia una revolución artística abanderada por el surrealismo. Con Freud, la persona dejó de entenderse como un ser inmutable y se empezaron a abrir las puertas de una complejidad que se escapa a la mente racional.
Décadas más tarde, uno de sus discípulos, Carl Gustav Jung supera al maestro con la teoría del inconsciente colectivo, una serie de mecanismos, conocimientos y normas expresadas a través de símbolos comunes a la humanidad. Y saltándonos décadas de investigación y reduciendo muchísimo, la genética, a finales del siglo XX, demostró que hay dos movimientos: uno de repetición de patrones (que permite que nuestro bebé se parezca más a nosotros que a un perrito, por poner un ejemplo extremo) y otro de modificación. Este último es tan interesante que, con el nombre de epigenética, se está llevando a cabo estudios de todo tipo desde la transformación a nivel celular debido a la contaminación hasta (volvemos a reducir mucho) la que se produce por la fuerza de voluntad. Ya está demostrado que las células cerebrales tienen tal plasticidad que siguen modificándose en la edad adulta creando nuevas conexiones y abriendo puertas de conocimiento a la persona que se entrena en ello.
La teoría de constelaciones familiares se alimenta de todo este conocimiento y propone que los traumas (como los rasgos genéticos físicos) se heredan a nivel inconsciente. De este modo, los fracasos, humillaciones, persecuciones, pérdidas económicas o secretos inconfesables pasan de generación en generación condenando, de cierta manera, a los individuos a repetir el patrón familiar. Contra esta fuerza centrífuga que une cada alma a un árbol familiar se impone una fuerza cercana a la epigenética que, en esencia, se activa con el conocimiento de la verdad del clan y el propósito de no dejarse arrastrar por esa espiral de traumas.
¿Las constelaciones familiares solo sirven para conocer el trauma?
Continúo diciendo que la teoría y su práctica de sanación tendrá uno u otro resultado según sean las manos (o la sabiduría) de quien la use. Si damos con un psicoterapeuta experto, experimentado y sensible, no va a dejar nunca de lado la historia intrafamiliar del que tiene enfrente. Porque, sencillamente, de lo contrario no podrá culminar nunca la sanación. Ahora bien, al recurso de las constelaciones familiares pocas veces recurren personas que llevan una vida balanceada desde el punto de vista espiritual. Aunque estén repitiendo patrones familiares, si estos se viven con amor, respeto y plenitud, ni se plantean saber de dónde vienen esos mandatos. Todo consistirá en disfrutarlos o asimilarlos en mayor o menor grado. El asunto se vuelve espinoso cuando la persona que recurre a la teoría de las constelaciones familiares proviene de un hogar roto, de clanes que arrastran secretos inconfesables (y cuyos hilos se escapan en retazos de conversaciones), de culpas compartidas (por infinidad de pecados), de vergüenzas o de duelos no superados por pérdidas de todo tipo (desde muertes tempranas hasta ruinas económicas pasando por procesos de victimización diversos). Buena parte de los individuos que crecen en estos hogares desarrollan una baja autoestima y, por tanto, son más susceptibles de caer presos de manipulaciones de todo tipo.
Por tanto, son en estos árboles familiares donde crecen individuos que no acaban de encontrar un acomodo feliz en este mundo. Y no hace falta recurrir a la magia de fantasmas familiares para explicar estos procesos más allá de las constelaciones familiares. Las familias tóxicas repiten patrones conductuales aprendidos, obligando a caer a los nuevos miembros en las mismas repeticiones de sus antepasados. Así, un niño criado por una madre narcisista (que a su vez también recibió esa educación o mandato) volverá a hacer lo mismo que se le enseñó con la familia que llegue a crear. De igual modo, los clanes inmersos en la pobreza vuelven a repetir una y otra vez las mismas acciones entrando en una espiral que no les permite el más mínimo crecimiento espiritual y avance material. Ese movimiento casi compulsivo de recrear las acciones que otros hicieron les lleva, incluso, a excluir del grupo al que se atreve a la diferencia, a la imaginación o a la búsqueda más allá de los límites establecidos. En árboles familiares apegados a la tradición (lee el mandato de los ancestros) es frecuente que, para liberarse de todo ese peso, no tengan reparo en acudir a la figura del chivo expiatorio. Este, a pesar de las culpas con las que se le hace cargar, si es consciente de los desbarajustes de su árbol familiar, se le ofrece, a la par, la oportunidad de la libertad. Eso sí, el precio a pagar es la más absoluta soledad. Habrá quien, con gusto, entregará esta moneda como peaje hacia la felicidad.
¿Cómo se realizan las constelaciones familiares de manera adecuada?
Vuelvo de nuevo al principio y recuerdo que todo dependerá del terapeuta. Si has llegado hasta un charlatán que utiliza procesos mágicos (aunque estos también están demostrados que, en distintas circunstancias, pueden ser sanadores), quizás te meta en un camino de confusión más que de iluminación. Estos principios utilizan las figuras familiares cercanas o ancestrales (abuelos, bisabuelos o incluso anteriores) para encontrar el patrón conductual con el que más te identificas. Ni que decir tiene que no se trata de que tengas una sesión de espiritismo con el fantasma de un antepasado sino que, cuando se hace bien, el conocimiento de los modos vivenciales familiares propios te hace ver qué es lo que está en desarmonía en ti. Dicho esto, si el terapeuta que te guía por este camino tiene pericia y sensibilidad, te abrirá puertas que te darán luz sobre mandatos aprendidos que no tienes por qué repetir y mucho menos si eres infeliz o vas en busca de una libertad imposible con esta carga emocional.
Por tanto, si el psicoterapeuta introduce los conocimientos del árbol familiar con todas las historias de desamor, traiciones, pérdidas y secretos (lo más grave) en el proceso de sanación de la manera adecuada, las constelaciones familiares serán de gran ayuda. Y la manera adecuada es siempre sin sectarismo (que también lo hay y mucho en la práctica psicológica), combinándola con otras técnicas y, en esencia, con una perspectiva global del dolor anímico.
¿Son peligrosas las constelaciones familiares y el conocimiento que ofrecen?
El conocimiento es siempre liberador y es el primer paso para abrirse en la selva de la confusión. Otro asunto más espinoso es el dolor que produce el momento en el que se abre los ojos, el darse cuenta, el entender… Cuando se llega a ese punto, en el que cualquier información puede lastimar es cuando la mayoría de las personas abandonan una terapia que está funcionando. ¡Ojo! Ahora en este punto es cuando hay que estar alerta y no confundir el dolor que produce el reconocer la verdad con otro muy distinto que llega de la manipulación de terapeutas malintencionados. Como norma general, el que quiere tu bien, llegará a un punto que te dejará mucho mejor que estabas, con herramientas emocionales. Estas te permitirán que inicies un camino de sanación en soledad (en esencia y en lenguaje corriente, sin seguir pagando consultas innecesarias). Por el contrario, el manipulador querrá que sigas eternamente abonando tarifas sin fin en post de una iluminación que tú verás cada día más lejana.
Desafortunadamente, el trabajo con las constelaciones familiares se presta a este tipo de timadores (hay que poner la palabra) que son capaces de reconocer de un vistazo (como los psicópatas) los daños emocionales producidos por las familias de quienes tienen enfrente. Sin embargo, hay un motivo para la esperanza, ya que también hay buenos psicólogos clínicos con gran pericia que utilizan los árboles familiares (en combinación con otras técnicas) para ahondar en el dolor que hay que sacar con el fin último de la sanación.
¿Y si te conviertes en el ancestro que sanó?
Ahora viene la pregunta del millón: ¿cómo sé que tras la terapia algún resorte emocional dentro de mí se activó y ha comenzando el cambio? Es tan fácil como responder (o incluso hacerse) esta pregunta. Si te has metido en esta maraña y has encontrado algún ancestro con el que te identificas y has podido imprimir en el inconsciente una alianza distinta contigo mismo, vas por el buen camino. En este caso, la comunicación con el ancestro con el que sientes afinidad se asemeja a la que podemos hacer con nuestro niño interior, con nuestra alma, con ese punto iluminado que está cubierto con capas oscuras en forma de miedos, prejuicios, cobardías y dolor.
En este caso, si sigues ese camino de búsqueda hacia tu libertad (imprescindible para la serenidad y, en último extremo, la felicidad), te convertirás en el ancestro que sanó. Esto es, todos tus actos, miradas, conocimiento y amor se van a desplegar libre de cargas emocionales hacia tu descendencia. Es tan fácil (y tan complicado a la vez) como cambiar el modo de sentir y de estar en el mundo liberando al linaje por venir de duelos sin resolver, dramas ocultos o pérdidas dolorosas que, de manera inconsciente, llevamos con nosotros y que se transmiten a las nuevas generaciones. En este caso, te convertirás en el ancestro que será la inspiración para otros, aquellos que están por venir de cualquier manera, ya sea de forma biológica o emocional. Al entender cómo funcionan la indefensión aprendida, los comportamientos tóxicos, las manipulaciones y las lealtades familiares inconscientes, te liberarás de cargas que no necesitas ni tú ni los que te rodean (o lo harán en un futuro). De este tipo de personas inspiradoras está repleta la historia de los pioneros, aquellos que abrieron mundos allí donde el resto se empeñaba en repetir porque sí, sin más explicación o razonamiento. Recuerda que de todo esto también tratan las constelaciones familiares.
Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla