Biografía de Luis de Góngora y Argote

Biografía de Luis de Góngora

Biografía de Luis de Góngora

Candela Vizcaíno

 

La biografía de Luis de Góngora, uno de uno de los mayores poetas del barroco español, no está salpicada de aventuras o lances novelescos como las de su coetáneos. Si todas las correrías militares, prisión, presidio y sinsabores de Miguel de Cervantes le sirvió para levantar sus grandes obras (Quijote incluido) o los devaneos amorosos de un Lope de Vega fueron abono para alimentar comedias y poemas, en Góngora, por el contrario, el existir es tranquilo. Entendemos el término como falto de aventuras,  pero no de polémicas de las que anduvo bien sobrado, como la agria y enconada mantenida con Francisco de Quevedo, otro de los grandes de la literatura española. 

Los primeros años en la biografía de Luis de Góngora 

Nace en Córdoba en 1561 en el seno de una familia aristocrática y muy bien posicionada a todos los niveles. Acusado de ascendencia judía (cuando esto se consideraba pecado casi), nada indica su origen converso. Trabajaba su padre (Francisco de Argote) para la Inquisición en calidad de juez y administrador de los bienes de los acusados. Leonor de Góngora, de quien toma el poeta el primer apellido, también pertenecía a una ilustre familia con hermanos en puestos de importancia en la catedral. El poder económico del clan permitió que en casa del escritor disfrutaran del lujo de una surtida biblioteca. 

Poco se sabe de los estudios durante sus primeros años pero cumplidos los quince, un tío materno, racionero en la catedral, le legó ciertos derechos económicos y Luis de Góngora debió tomar las órdenes menores. Marcha a Salamanca en 1576 y hay constancia de que estuvo matriculado hasta 1580 pero no de la obtención de título alguno. De estos años nace la afición por la poesía y se encuadran sus primeras composiciones. Siguiendo la estela culta de Fernando de Herrera, en ellos se dejaba aparcada toda referencia a la cotidianidad en una búsqueda constante de una perfección técnica y formal que ponía al límite las palabras y la sintaxis. Aún así, recibió los elogios de escritores de la talla de Cervantes. 

Poesía y oportunismo en la biografía de Luis de Góngora 

En 1587 ya ocupa el cargo de racionero, legado por el mismo tío que dejó bien atados sus ingresos antes de partir para la Universidad. Debe recibir las órdenes mayores y así lo hace. Como vemos, la familia se ocupa de ir colocándolo en distintos cargos y el poeta puede dedicarse a trabajar en sus obras sin más preocupación. Poca devoción debió tener a los votos prometidos porque ese año es amonestado por un nuevo obispo que lo acusa de “vivir como mozo”. A lo que responde con tal desdén que se le prohibe diversiones mundanas. Desde este momento, viaja por España y se dedica de lleno al cultivo de la poesía. Poco o más sucede en su vida si no es la enconada disputa con algunos de sus detractores afilando lenguas y plumas hasta resbalarse por la más absoluta crueldad verbal. Aunque Góngora se enfrentó con Lope de Vega, este, a pesar de su cinismo y palabras hirientes, no dirigió con mucho tino sus dardos envenenados. Con toda probabilidad, admiraba sus versos. De distinto tenor fue la guerra abierta con Quevedo que llegó a algo más que a intercambio de versos mordaces. 

En 1605 aparecen algunos de sus poemas en Flores de poetas ilustres y en 1611, a la par que se libra de sus deberes en la catedral, da comienzo su segunda etapa protagonizada por la Fábula de Polifemo y Galatea y Soledades. En estos años, además, traba amistad con el duque de Lerma, todopoderoso valido de Felipe III al que adula en hermosos versos. Con ellos consigue el favor del político a la par que da carnaza para que sigan las críticas provenientes de sus enemigos. En 1616 es ordenado sacerdote y nombrado capellán real. 

A pesar de estos honores, la enfermedad, la soledad y la afición al juego hizo mella en el carácter de Luis de Góngora que se deslizó en sus últimos años hacia la indigencia espiritual y material. El punto llegó hasta el extremo que Quevedo compró la casa del poeta procediendo a su desahucio inmediatamente. Este detalle demuestra que, entre ellos, no hubo el más mínimo asomo de piedad. Sin el favor del nuevo valido, el todopoderoso Olivares, que sustituye a Lerma tras el ascenso al trono de Felipe IV, nuestro poeta regresa a su ciudad natal donde fallece en 1627, al parecer, aquejado de fuertes dolores de cabeza.   

La recuperación de la poesía de Luis de Góngora por la Generación del 27 

Aunque en vida disfrutó de la admiración de algunos de los grandes nombres de la literatura, su obra queda muy pronto sepultado en el olvido e, incluso, es muy pronto vilipendiada por considerarse rebuscada y compleja. Los nuevos modos que se imponen con la literatura neoclásica reniegan de toda la artificialidad retórica, métrica, verbal y conceptual de Luis de Góngora. El siglo XVIII, por tanto, aparca al escritor que tantos enemigos había cosechado en vida al menos en el aspecto literario. Hay que esperar al simbolismo, con su gusto por lo oculto, lo irreal y lo ajeno a la cotidianidad para que fuera reivindicado por algunos poetas franceses de vanguardia. Más tarde llegarían los estudios de Dámaso Alonso y la conocida celebración del centenario de su nacimiento que da nombre a toda una Generación, la del 27, la misma que le rinde un tributo fervoroso.  

Aunque en vida tuvo sus imitadores (lejos de su maestría), fueron muchos más los que entraron al trapo con disputas enconadas y crueles, incluso, en asuntos personales de mal gusto (a ojos contemporáneos). Esta inquina, con toda probabilidad, estuvo adobada por el carácter poco afable de Góngora, dado a contestar cínicamente tanto a un obispo como a un adversario literario. La palabra cruel de Quevedo quedó grabada en este conocido epitafio en el que no escatimó versos envenenados. Si en vida no hubo piedad, tampoco la tendría una vez muerto. 

 

Este que en negra tumba, rodeado

de luces, yace muerto y condenado, 

vendió el alma y el cuerpo por dinero

y aun muerto es gaitero…

La sotana traía

por sota, más que por clerecía;

hombre en quien la limpieza fue tan poca

(no tocando a su cepa)

que nunca, que yo sepa,

se la cayó la mierda de la boca. 

Este a la geringoza quitó el nombre,

pues después escribió cíclopemente,

la llama gerigóngora la gente…

Fuese con Satanás culto y pelado.

¡mirad si Satanás es desdichado!

La biografía de Luis de Góngora, por tanto, no está salpicada ni de aventuras ni de amores y poca cosa podemos encontrar más allá de sus controversias y del hecho de haber sabido arrimarse a personas poderosas.  

Por Candela Vizcaíno, Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla

 

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