A pesar de que el neoclasicismo español no fue un movimiento mayoritariamente aceptado en estas tierras, el Siglo de las Luces sí trajo nuevos vientos a la vieja Iberia. El Romanticismo en España tiene, en primer lugar, un carácter tardío en cuanto a las renovaciones sociales, filosóficas, políticas o artísticas. Sin embargo, eso no quita para que arraigara entre todos aquellos que no veían el día del fin del Antiguo Régimen.
Características generales del Romanticismo que se dan también en España
Hacia la mitad del siglo XVIII Europa al completo está viviendo una revolución en todos los sentidos que da paso desde el viejo orden (social, político, económico y cultural) hacia uno nuevo. Si el Antiguo Régimen estaba dominado por la aristocracia y un clero apegado a costumbres medievales casi, la nueva sociedad industrial que se abre al mundo lleva el empuje de la burguesía. Eso hace que, desde todos los ámbitos la palabra que mejor define a la época es transformación. Las características del Romanticismo generales, a veces, no se dan en España pero sí todas aquellas que, de alguna manera u otra, suponen un deseo de cambio. Anoto lo siguiente:
1.- La vieja sociedad agraria o artesanal alrededor de las monarquías absolutas y la aristocracia se desmorona para dar paso a las grandes urbes industriales con el empuje de la ideología burguesa. Esto que supone la transformación hacia el Nuevo Régimen cuesta (o sencillamente no llega) en España.
2.- Como consecuencia de esta confrontación aparecen movimientos revolucionarios que acabarían en los grandes hitos de principios del siglo XX (Revolución Rusa por poner un caso).
3.- La filosofía positivista (la que cree en el progreso sin límites) convive con el empirismo (que se llevó incluso a la literatura neoclásica) y con el idealismo.
4.- Aparecen las primeras ideas socialistas, de cambio radical de la sociedad.
5.- El ambiente en general y en todos los órdenes se llenan de espíritu contestario.
6.- Se rechazan todas las características del Neoclasicismo en el que, de alguna manera u otra, se primen los postulados de la razón.
7.- Por contra, el Romanticismo en España y en el resto de Europa busca el dinamismo, la intensidad emocional, las fuerzas pasionales, los elementos del otro lado y con eso me refiero a fantasmas, excluidos, olvidados…
8.- Hay un gusto por buscar la verdad no ya en los hechos comprobados que había predominado en el Siglo de las Luces sino en las tinieblas del inconsciente, en las nuevas formas de misticismo, en las búsquedas con seres que no pertenecen a este plano (fantasmas, espíritus, olvidados, locos…)
9.- La ilusión, la fantasía, la creatividad, lo novedoso se instala en toda la sociedad y no solo en el arte.
10.- Escritores y artistas se auto erigen en guías de la sociedad como una suerte de demiurgos que pueden ver lo que otros no ven.
La situación política en el periodo del Romanticismo en España
El periodo del Romanticismo en España dio lugar a la denominada “dos Españas”. Por un lado, se encontraban aquellos intelectuales que, bajo los postulados del pensamiento del Neoclasicismo, buscaban un cambio a todos los niveles (social, cultural, político, económico…) Estos se autodenominaban como reformistas. Contra ellos estaba el sector tradicionalista, apegado aún a los modos del Antiguo Régimen. Este choque durará todo el siglo XIX y buena parte del XX incluso. Además, se agudiza con la invasión francesa dando lugar a una contra revolución de corte nacionalista.
En 1812 se inauguran las Cortes de Cádiz y, muy tímidamente, se ponen las bases para un cambio político y social que sacara a España de la miseria económica a la par que se apostaba por el acceso a la instrucción de una forma más general. Quedaría mucho para que la educación universal se instalara en España. Sin embargo, este órdago reformador quedaría truncado en dos años, ya que en 1814, al subir al trono Fernando VII e instalar un régimen absolutista basado en el capricho casi. Estudiosos e historiadores hay quienes califican a este rey (descrito como poco inteligente por decirlo con palabras amables) como el peor de la historia de España.
Aunque los reformistas se logran imponer en el llamado Trienio Liberal (1820-1823), este termina de la peor manera y buena parte de los intelectuales más progresistas de España deben emprender el camino del exilio. La mayoría elegirá Londres. Tras morir Fenrando VII, le sucede Isabel II que aún no había alcanzado la edad legal para gobernar. Mientras la reina crecía, el pueblo se ensalzó en la Primera Guerra Carlista (1833-1839). Las heridas de la contienda no llegaron a cerrarse y el conflicto entra las dos ideologías (la reformadora y la tradicional) continuaría por décadas. En este contexto político convulso a más no poder y donde es imposible consenso alguno se desarrollaría el Romanticismo en España.
Penetración del Romanticismo en España
Desde Inglaterra, Francia o Alemania van entrando las nuevas ideas y las estéticas más novedosas. Ni que decir tiene que no se hizo de una manera uniforme. Aparte de los focos catalanes, estos vientos e cambio arraigan y se extienden a través de Cádiz, por entonces puerto importante. En Barcelona se publicó la revista El europeo (1823-1824) en la que se ensalzaba la nueva estética romántica.
Tanto en el plano filosófico como en el político, a pesar de ser ideas nuevas, estamos ante un Romanticismo muy moderado, de corte conservador casi. Y es de entender, ya que defender algunos argumentos se penaban con cárcel, exilio o, directamente, la muerte por fusilamiento.
Solo la élite intelectual de Madrid o de las grandes capitales tiene acceso a las nuevas obras románticas, las cuales se leen intentando engañar a la censura. Lo mismo sucedía en las tertulias, sobre todo las de la Corte, en la que participan escritores, filósofos, artistas o intelectuales. A pesar de que el hilo conductor (el afán o deseo de esta elite cultural) era dejarse caer en brazos de la ansiada libertad en todos los órdenes vitales, esta estaba lejos de alcanzarse.
El exilio, por su parte, hizo una importante labor ya que, al estar fuera de las mordazas legales españolas, pudo empaparse de estas ideas de cambio. Llegaran a tierras hispánicas o bien al regreso o bien en forma de libros que irán calando en un público cada vez más amplio. Eso no será hasta 1833 con una amnistía casi general.
Romanticismo literario en España
A pesar de que los europeos consideraban el carácter español meramente romántico, el movimiento estético tardó en penetrar en nuestro país. No es de extrañar debido a los adversos condicionantes políticos. No sería hasta 1835, con la vuelta del exilio, cuando se estrena Don Álvaro o la fuera del sino del Duque de Rivas y con ella se da por inaugurado de manera oficial el Romanticismo en España.
Anteriormente, los intelectuales y críticos de Alemania, Suiza o Francia miraron a España como el país del origen del Romanticismo en una contradicción casi histórica. Se ve el teatro de Calderón o de los mejores dramaturgos del Siglo de Oro como una fuente de inspiración perfecta. Eso sin contar con las aventuras descritas por aquellos viajeros aristocráticos del Grand Tour que recabaron en todos los rincones de un país desconocido (incluso por los autóctonos) y con una ingente riqueza cultural y patrimonial. Otra cosa bien distinta eran los contrastes sociales tan tremendos que se daban en la época. El Quijote, para terminar, se convierte en el tipo romántico por excelencia.
La estética del Romanticismo en España
Aunque el Neoclasicismo español tuvo importantes intelectuales que buscaron el orden y el razonamiento en todos los aspectos vitales, el carácter patrio (tal como apuntaban los intelectuales foráneos) gustaba de otras dinámicas más pasionales. Por eso, en España pronto tuvieron éxito obras tremendamente dramáticas en las que se lleva el lenguaje a una distorsión importante. Los sentimientos mostrados son intensos al máximo potenciando ese espíritu pasional que caracteriza al Romanticismo en España y en el resto de Europa.
Si por algo se caracteriza el Romanticismo en España es por la búsqueda (incluso hasta el delirio) de una libertad difícil de disfrutar en todos los órdenes. Por eso, de una forma rotunda se rechaza cualquier canon o la búsqueda del orden que había imperado durante el Siglo de las Luces. Se dinamitan las fronteras de los géneros, se mezclan los estilos, los tonos, los personajes de distinta extracción social, tal como venía dándose en la literatura hispana desde la Edad Media.
Se vuelve incluso a los autores y modelos más antiguos, los de la literatura griega, sin olvidar los barrocos, con Lope y Calderón a la cabeza. Se busca la espontaneidad y, a la par, se inunda la literatura de versos y poemas. Se ensalzan los temas más dramáticos del momento, los amores pasionales, las ideas suicidas. Los cementerios, ruinas y lugares perdidos se convierten en los decorados favoritos. Entran en escena fantasmas y muertos vivientes (la leyenda de Don Juan o el convidado de piedra por poner un caso).
La novela histórica, por su gusto por personajes pasados, es la protagonista de la prosa. En esta época comienza el género gótico y también se retoman las figuras propias de la caballería. A la par, se genera una corriente que responde al costumbrismo. Esta es más evidente en el teatro que tanto ha gustado entre el público en general en España.
Se recurren a los temas en los que siempre hay una confrontación (normalmente entre el ansia de libertad y las costumbres instaladas). Las pasiones descontroladas (los amores y amoríos), la dificultad para alcanzar la felicidad, los fantasmas o personas que llevan el alma humana al límite son protagonistas del Romanticismo en España.
Autores del Romanticismo en España
El movimiento caló especialmente en la literatura donde destaca José de Espronceda (1808-1842) y su obra El moro expósito escrita en el exilio. Rosalía de Castro y Bécquer son los exponentes máximos de un movimiento tardío que dio sus mejores frutos en estos poetas.
Dedicados a la estética costumbrista destaco Mesonero Romanos y Estébanez Calderón. En el otro extremo, el que entronca con la prosa más culta y exquisita del Neoclasicismo tenemos a Larra (1808-1837) con una pluma fina, satírica al máximo que le sirve para exponer sus ideas políticas de corte liberal y su disconformidad con la cosmovisión imperante.
En el teatro destaco dos grandes obras que han pasado al canon: Don Juan Tenorio de Zorrilla y Don Álvaro o la fuerza del sino del Duque de Rivas.
En resumidas cuentas, el Romanticismo en España está caracterizado por un inconformismo a todos los niveles, desde el vital (la búsqueda de la libertad o la felicidad) hasta en el político o social. La inestabilidad personal y de gobierno se transparenta en unas obras que buscan la verdad más allá de los convencionalismos siempre recurriendo a unos sentimientos extremos o, directamente, a las pasiones.
Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla