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Tesoro del Carambolo en el Museo Arqueológico de Sevilla

Tesoro del Carambolo en el Museo Arqueológico de Sevilla

 

Museo Arqueológico de Sevilla

Comenzamos hoy un recorrido por los mejores espacios monumentales de Sevilla, una ciudad conocida por múltiples tópicos y, en esencia, totalmente desconocida. El bautizado como Tesoro del Carambolo se custodia en una sala habilitada ad hoc en el Museo Arqueológico de la capital hispalense, situado en la Plaza de América, en el extremo sur del Parque de María Luisa. Con vocación divulgativa, se comenta este espectacular hallazgo “casi” único (y luego explicamos las razones) en su género. Y solo advertir al lector que una de las ciudades más visitadas y deseadas por los viajeros del siglo XXI aún mantiene algunos emplazamientos desconocidos. Esa Sevilla oculta no solo se circunscribe a la capital sino también a buena parte de lugares en la provincia.

Os pongo aquí el link de la página oficial de la Junta de Andalucía referente a este espacio museístico un poco por prurito, pero advierto al visitante o al lector interesado que poca información podrá encontrar de este maravilloso testimonio de una cultura tan antigua como desconocida. Como esto es extensible a parte de los museos y espacios expositivos de la capital hispalense, en este sitio vamos a ir dando cuenta, en las próximas semanas, de todos ellos, llevados por un repentino deber cívico en el que no me voy a extender mucho más.

El Tesoro del Carambolo, una historia mínima de su descubrimiento

Corría el último día del mes de septiembre de 1958. España se sacudía de los horrores y penurias (por este orden) de la Guerra Civil. En un cerro, en el municipio de Camas, en el área metropolitana de Sevilla, se llevan a cabo unas obras de una empresa dedicada al tiro pichón. De repente, un operario, del que nos ha llegado hasta su nombre, Alonso Hinojos del Pino, se topa con lo que parece un brazalete. La curiosidad se apodera del resto de la cuadrilla que comienza a excavar en el lugar hasta encontrarse con joyas similares. Aunque, en un principio, la incredulidad ronda por las cabecitas de los albañiles, pronto el miedo (al ser despedidos o llevados al cuartel de la guardia civil) se apodera de ellos.

Llaman a la propiedad que encuentran extraño el hallazgo y éstos, ni cortos ni perezosos, se ponen en contacto con una de las mayores eminencias del momento en lo que arqueología antigua se refiere: el catedrático don Juan de Mata Carriazo. El profesor realiza su dictamen y fecha el espectacular hallazgo entre los siglos VIII y VI a.c. y no duda en rotular su escrito con la frase “un tesoro digno de Argantonio”, el mítico rey (o dinastía, según las investigaciones recientes) de la no menos mítica Tartessos, situada a orillas de lo que, por entonces, era un golfo de mar que se extendía desde Sanlúcar de Barrameda por todo el valle del Bajo Guadalquivir para terminar en la actual Coria del Río.

Esto es, se situaría en lo que hoy es la provincia de Huelva (otra gran desconocida para el viajero contemporáneo en busca de naturaleza). Investigaciones recientes, incluso, creen que Tartessos (e incluso la perdida Atlántida) estarían en Doñana (vale que hoy en día es un paraíso) cerca a la aldea de El Rocío. Por si fuera poco el halo mágico del lugar, los historiadores están situando una cultura tan buscada y mítica como es la de Tartessos.

Pero, ¿cómo es y en qué consiste el Tesoro del Carambolo? ¿Es auténtico?

El Tesoro del Carambolo, podéis verlo en la foto, está compuesto por dos cilindros parecidos a brazaletes, dos pectorales, un collar rematado en cascabeles y 12 placas rectangulares realizados con la técnica de la cera perdida en oro de 24 quilates. Ha estado guardado durante más de cincuenta años en una cámara acorazada del Banco de España y durante un corte espacio de tiempo se expuso tal cual. El auténtico no duró ni meses en las vitrinas del museo. Y luego volvió a la misma caja fuerte secreta y desconocida en la que ha estado guardada. Todo muy digno de una película de Indiana Jones pero quizás no del gusto del amante de la historia y/o del arte.

Otros tesoros fenicios: Tesoro  de Mairena del Alcor y Tesoro de Ébora

¿Fenicios? ¿Pero no había dicho usted que esto era de la legendaria Tartessos? Sí lo he dicho, porque eso fue lo que se quiso creer en la época del descubrimiento, pero ha llovido mucho desde entonces y aunque las excavaciones en el lugar, y en otros semejantes, se han llevado un ritmo desesperadamente lento, cincuenta años tiene muchos días y ha dado tiempo para replantearse esta hipótesis. A la par han salido a la luz un complejo arquitectónico y otros tesoros que, en la actualidad se exhiben junto al del Carambolo.

Estamos hablando del Tesoro de Mairena del Alcor, también hallado por casualidad y del Tesoro de Ébora, encontrado por un tractorista (quien se negó a dar los datos exactos de su ubicación sin más explicaciones) en el cortijo homónimo en 1960. Si bien el del Carambolo se fecha, con las técnicas modernas, alrededor del año VI antes de Cristo, los otros dos son posteriores y pueden llegar incluso al I. a.c. Esto es, el Tesoro del Carambolo es un tesoro auténtico en oro con una datación (bastante exacta con las técnicas modernas) muy concreta.

Entonces, ¿a qué cultura pertenece el Tesoro del Carambolo? ¿Es Tartésico? ¿Es fenicio?

¿Y qué civilización antigua pudo permitirse en un radio de poco más de 100 kilómetros tantas joyas en oro? ¿Y cuál era su destino? Las respuestas a ambas preguntas van de la mano. Si bien, en un principio, por eso de la cosmovisión imperante, se dio por sentado que el oro del Carambolo pertenecía a un personaje real, según se han desarrollado las investigaciones, esta tesis ya no se sostiene y se apuesta por un uso de todas las joyas en rituales sagrados.

Es decir, el ajuar estaría destinado a ceremonias en las que se sacrificaban toros o ganado bovino a los dioses, pidiendo una próspera cosecha, el fin de una plaga o la procreación. Esa divinidad que se intentaba contentar parece ser Baal y la gran diosa fenicia Astarté, la que cuidada de la fertilidad humana, de la madre naturaleza y de la vida, es decir, de todo aquello imprescindible para el hombre de cualquier época.

Esta teoría no es solo una hipótesis, sino que viene avalada por el descubrimiento, en ese espacio que ahora se antoja un templo, donde se escondía el tesoro del Carambolo, de estatuillas de bronce, fíbulas y hebillas con las representaciones clásicas de la diosa. Por tanto, el del Carambolo no eran las joyas perdidas de un rey en su huída de los enemigos, sino que formaba parte de un ajuar eclesiástico que se escondía para evitar la profanación del latrocinio.

Y esta civilización que ha sido bautizada como turdetana era, por los restos que se han encontrado, hermana de la fenicia que, por entonces, se asentaba en los mejores puertos del Mediterráneo y los más cercanos al Mare Nostrum situados en el Océano Atlántico.

Las nuevas investigaciones sobre el Tesoro del Carambolo

Pero como esto de los tesoros tiene su misterio y más cuando se barajan nombres como la Diosa Astarté, la mítica Atlántida o, incluso, la desaparecida Tartessos, las investigaciones no han parado. ¡Y mucho más cuando las piezas son de oro de 24 quilates que ya no se ven en las joyerías! Y las últimas, publicadas en el Journal of Archeological Science por la directora del Museo Arqueológico de Sevilla, Ana Navarro, fecha (tras otros análisis químicos) la creación del tesoro unos cuantos siglos antes. ¡Y además abre, de nuevo, el camino para calificarlo como de la Atlántida! La investigadora afirma que es de creación local aunque no se ha encontrado su finalidad exacta.

Y todas estas maravillas, junto con restos arqueológicos procedentes de Itálica (esculturas en mármol, mosaicos) o de la cultura árabe pueden admirase en el Museo Arqueológico de Sevilla situado en el recinto del Parque de María Luisa. Otro día hacemos un recorrido por todas las colecciones. Hoy nos quedamos con el Tesoro del Carambolo y su fascinante historia.

Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla

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