Cuando se estudia la cultura clásica, al profano le puede parecer que las manifestaciones artísticas giraban alrededor de la arquitectura y las grandes obras en piedra. Sin embargo, sí sabemos por las ruinas (especialmente las de Pompeya y Herculano) que realizaron exquisitas piezas de pintura mural utilizando especialmente el estuco. La escultura romana, sin embargo, ha podido superar las brumas del tiempo gracias a su mayor perdurabilidad, extremo este que juega en contra de los yesos policromados de la época. Además, si se desmontaron templos, anfiteatros o circos para realizar otras construcciones, estas piezas, por su sentido simbólico y belleza, se transportaban (cuando era posible) tal cual a otros emplazamientos. Es también una de las razones por las que han llegado en un número mayor.
Características principales de la escultura de Roma referente al espacio privado
1.- No existe un verdadero estilo único y propio de este pueblo. Si bien es verdad que se encuentran reminiscencias del arte etrusco, lo que los romanos apreciaban de verdad era la escultura griega. Por eso, nos han llegado copias de originales de esta civilización y cualquier nueva obra siempre sería a imitación de los helenos. En este terreno, la admiración llevó incluso al plagio.
2.- A diferencia de las obras de este género de la Antigüedad (por poner un caso, señalamos el arte egipcio), existía una élite interesada en el retrato. Por tanto, las obras abandonan el carácter simbólico (que había sido preponderante siglos antes) y sin referirse a un individuo en concreto para transformarse en realista al máximo.
3.- Los grandes patricios o potentados no solo se hacían traer piezas de Grecia o mandaban copiar algunas que les interesaba para adornar sus domus urbanas o sus villas rurales sino que encargaban sus retratos a los mejores artistas. Estos están realizados utilizando todo tipo de materiales, pero eran muy apreciadas las obras en mármol blanco o en bronce usando la técnica de la cera perdida. Los detalles se entretienen en las arrugas, los gestos, las formas peculiares de los ojos e, incluso, en el peinado. Son tan realistas que no se obvia matiz poco favorecedor del rostro. Salvando las distancias, pretendían ser como las modernas fotografías contemporáneas. Estos se hacían para durar, para que quedaran en el clan y que el individuo en cuestión fuera recordado entre los suyos.
4.- Muy relacionado con lo anterior se encuentran las máscaras mortuorias realizadas con molde de yeso nada más producirse el óbito. Con ellas se quería perdurar el recuerdo del difunto, como un retrato y también les servía a los artistas especialista en escultura romana como modelo para realizar sus obras.
5.- En el ámbito privado también era frecuente que el retratado se reflejara con las imágenes (como sosteniendo bustos) de sus antepasados. Así, de una manera u otra, se daba constancia del árbol familiar. De este tenor aparece, por ejemplo, el patricio Barberini inmortalizado en edad avanzada sosteniendo en sus manos a sus ancestros.
6.- La escultura romana realista reflejando todos los rasgos de los protagonistas alcanza también el arte funerario con bustos o grupos que se colocaban en las tumbas. También han llegado hasta nosotros las tumbas de mármol que, en época posterior, fueron reutilizadas como fuentes en espacios públicos, extremo este que puede disfrutarse en la Roma actual.
La escultura romana en los espacios públicos
7.- Las calles, el foro, las avenidas, los templos, los anfiteatros o los circos no solo eran grandes obras de la arquitectura romana sino que servían como emplazamiento para situar piezas de otros géneros. Se sabe, que las grandes avenidas estaban plagadas de esculturas que recordaban los grandes héroes militares. En los templos se colocaban grupos representando a los protagonistas de la mitología o dedicados a los dioses del Olimpo. Aún así, la gran mayoría de ellas (al menos las que nos han llegado) nos remiten a la gloria de la conquista y a la vanidad de las guerras ganadas.
8.- El carácter conmemorativo lleva a los conocidos arcos de triunfo. Mención especial merecen las columnas conmemorativas como la conocida Columna Trajana. Esta está construidas de forma circular y en ella se han inmortalizado (como una narración en espiral) la victoria del emperador Trajano en su campaña del Danubio la cual tuvo lugar a inicios del siglo II d.C. En la base se albergaba su tumba, hoy perdida. La crítica ha señalado que es una obra magistral de la propaganda, por su porte majestuoso de más de 30 metros (como un bloque de 10 pisos) y porque el enemigo solo aparece recibiendo heridas o directamente muriendo a manos de las milicias romanas que aparecen siempre en actitud de victoria. Este tipo de escultura romana era la mejor manera de inmortalizar un hecho glorioso y, a la par, se iba sellando en el inconsciente de todo un pueblo la tan alabada gloria de Roma.
9.- La costumbre de inmortalizar a los grandes héroes militares en estatuas ecuestres también se remonta a la cultura clásica. Estas a veces toman medidas colosales y se utilizaba tanto la piedra como el bronce a la cera perdida. En todas ellas prima el realismo a la hora de representar el porte y el rostro de su protagonista. Por eso, se ha podido reproducir el aspecto de buena parte de los grandes gobernantes de la época a través de programas informáticos contemporáneos. Los modelos nos han llegado en piedra o metal.
10.- A pesar de ese realismo de la escultura romana conmemorativa o pública, estas están revestidas de un fuerte simbolismo. Este extremo era reconocido y conocido por todos los estratos sociales. Esta impronta simbólica siguió reproduciéndose en Europa (y también en América) hasta bien entrado el Neoclasicismo. En este sentido, las patas de los caballos indican cómo murió su protagonista o el movimiento de la mano o del rostro también tiene un sentido simbólico. Por poner un par de casos, la mano derecha siempre indica victoria, benevolencia o paz. Una estatua representando un caballo con las dos patas delanteras alzadas nos dice que su dueño murió en la batalla. Si fue por heridas, llevará una sola en cabriola y el reposo absoluto nos indica otra circunstancia. Puede ser por vejez o enfermedad.
Y por último, en la escultura romana no hay un gusto tan frecuente por el desnudo como en la griega. Los grandes generales aparecen vestidos así como los particulares que se hacían inmortalizar en piedra. Aunque la Edad Media olvidó todo lo que supuso esta cultura (al menos a medias porque sí recopiló el saber escrito en pacientes manuscritos), con el Renacimiento se hicieron excavaciones cuyos tesoros se trasladaban a los palacios de sus promotores. Esta técnica (tan poco respetuosa con el legado de la Antigüedad) llegó incluso hasta una época tan temprana como las primeras décadas del siglo XX.
Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla