Biografía de Francisco de Quevedo resumida

Biografía De Francisco de Quevedo

Biografía De Francisco de Quevedo

Candela Vizcaíno

 

Decir que ha sido uno de los grandes escritores de la literatura española es quedarse en una obviedad. De personalidad compleja, con ataques de irascibilidad extrema que desbocaba en una escritura donde desplegaba toda la ironía y el pesimismo de una época en decadencia, tuvo también una faceta política inherente a la del artista sagaz. A pesar de que fue un escritor famoso en vida y que gozó de éxito, algunos puntos de la biografía de Francisco de Quevedo aún permanecen oscuros para los estudiosos. Y eso que también se conserva su correspondencia y sus cartas con peticiones diversas. Pero vamos por partes. 

Los primeros años en la biografía de Francisco de Quevedo 

Para entender su personalidad tenemos que adentrarnos en el ambiente en el que se crió ya que bebió desde la más tierna infancia de las intrigas palaciegas. Dotado de una brillante inteligencia, adobada por un afán de conocimiento, sin embargo, su físico estuvo condicionado por una enfermedad en las piernas que le produjo cojera y por una importante miopía. Nació Francisco de Quevedo en Madrid, en septiembre de 1580. Su padre era secretario personal, primero de la princesa María (hija de Carlos V) y luego esposa de Maximiliano II y, después, de la cuarta esposa de Felipe II, Mariana de Austria. Su madre era una de las damas de la reina. Así que el pequeño Francisco bebió y se alimentó desde la cuna de todas las intrigas palaciegas posibles en una época en la que florecían en cada esquina maquinaciones y manipulaciones políticas.  

Recibió una exquisita educación que nuestro escritor supo aprovechar en todo momento. Del Colegio de los Jesuitas de Madrid pasó a estudiar teología en la Universidad de Alcalá. Es más, no desperdició el tiempo y estudió francés e italiano (que hablaba estupendamente), filosofía, latín y griego hasta licenciarse en Artes. Debido a los cambios de la corte, terminó su formación en Valladolid. Nada más acabar los estudios superiores, Francisco de Quevedo se valió de sus buenos contactos para buscarse un empleo en palacio. Para esta primera vez le ayudó la mismísima duquesa de Lerma, esposa del valido del rey Felipe III. 

Además tenemos que, con tan solo 25 años, ya es un poeta conocido y sus versos aparecen en Flores de poetas ilustres de Pedro de Espinosa.  También de esta etapa temprana es su enemistad con Luis de Góngora, encono que duraría hasta la muerte de este. Sin embargo, también supo tener buenas relaciones con los escritores de su época llegando a intimar con Miguel de Cervantes

Los primeros años de la vida adulta de Francisco de Quevedo 

En 1606 (con las órdenes menores recibidas) se encuentra instalado en la corte y comienza a compaginar sus tareas administrativas con la escritura, otra cosa sería la publicación. Con toda probabilidad, sus palabras mordaces, satíricas y tremendamente críticas con las corruptelas de su tiempo fueron impedimentos para conseguir los necesarios avales de la censura. Por eso, tiene que esperar para ver impresas sus primeras obras. Los sueños, por poner un caso, ven la luz en 1627 y se sabe que llevaban escritos casi 20 años. Eso no quita para que sus poemas satíricos, burlescos y de mofa contra las costumbres o los poderes de la época no circularan de mano en mano. Sin embargo, este éxito de público no se corresponde con los ejemplares dados a la imprenta. Su primera obra publicada (con su consentimiento y corrección) es de 1620. Contaba Francisco de Quevedo 40 años y sus escritos ya habían dado algún que otro escándalo.  

Y algún que otro lance desgraciado como el sucedido con Luis Pacheco, cuya enemistad les llevó a juicio, peleas y hasta acabó con la cárcel de éste. Las rivalidades en la época eran viscerales, enconadas, de fuerte resentimiento y sin ser capaces ninguna de las partes de dejar ir. Duraban hasta la muerte del adversario y, a veces, continuaban en el más allá en forma de poemas satíricos y/o burlescos. En este ambiente hostil en el que todos están contra todos es normal que las heridas (de toda índole) se inflijan a una y otra parte. Con este sustrato histórico, en este sentido, hay que entender su huída de Madrid en 1611 perseguido por la justicia hasta acabar en Sicilia bajo la protección del duque de Osuna. La leyenda cuenta que a Quevedo le buscaban por haber desafiado a un desconocido que previamente había maltratado a una dama. Pero este hecho no ha sido confirmado y, además, no concuerda con la reconocida misoginia del escritor. 

La importancia del Duque de Osuna en la biografía de Francisco de Quevedo 

Y fue tanta que, bajo el influjo  del aristócrata, el escritor se convirtió en espía, en conspirador político y en azote de todas las corruptelas reales que se parapetaban en validos ávidos de riqueza y poder. Tras pasar algún tiempo en el señorío de Torre del Abad donde su madre compró unos terrenos que se vieron empañados por pleitos y confrontaciones de todo tipo, la biografía de Francisco de Quevedo da un giro de la mano del Duque de Osuna. Se convierte en su brazo derecho, en su secretario, en su confidente, en su hombre fuerte. El aristócrata había sido nombrado Virrey de Sicilia y la ambición le llevó a conspirar en todos los frentes con objetivos que aún, al día de hoy, no están del todo claros.  

Sí sabemos que Quevedo movió sus hilos en una corte que conocía desde que llevaba pañales para que Osuna fuera nombrado virrey de Nápoles. Con cartas ducales viajó Quevedo hasta Venecia con la clara misión de servir de espía. Allí no fue ajusticiado en la redada del 19 de mayo de 1618 porque se zafó gracias a su perfecto italiano. A estos hechos se le conocen como la Conjuración de Venecia. Todo este desaguisado únicamente propició que entre unos y otros se acusaran de conspiraciones políticas con el fin de anexionarse territorios de lo que un día fue una potencia mundial. De resultas de esta refriega política y diplomática, en 1620 Osuna (y Quevedo que era su secretario) son llamados a corte con tan mala fortuna de que, antes de ser escuchados en juicio, muere Felipe III. El primero es encarcelado en una prisión para delincuentes comunes (que, en la época, con la aristocracia se tenía alguna deferencia) y allí muere cuatro años después uno de los hombres más poderosos de su tiempo.  

En la biografía de Francisco de Quevedo se anota que el escritor tuvo mejor fortuna, ya que el nuevo valido del rey, el Conde-Duque de Olivares, lo destierra a su finca de Torre del Abad. En este lugar alejado de conspiraciones palaciegas es donde compone grandes poemas a quien un día fuera su protector y donde se va agriando aún más su carácter. Tal cual sucedió al otrora poderoso Duque de Osuna, nuestro protagonista fue condenado sin juicio alguno en una clara maniobra de nepotismo por parte de una corte corrupta al máximo. A pesar de esta caída en desgracia tuvo mejor suerte, ya que se sabe que en 1623 estaba de nuevo en palacio entreteniendo a la comitiva inglesa en misión diplomática o que en 1624 formaba parte de la comitiva real de visita por Andalucía.  

Los últimos años en la biografía de Francisco de Quevedo tampoco están exentos de polémica 

A pesar de su reconocida misoginia y su odio considerable hacia las mujeres, se sabe que vivía sin estar casado con una mujer que ha pasado a la historia bajo el nombre de La Ledesma con quien tuvo varios hijos. En 1634, con 54 años, bajo los tejemanejes de la duquesa de Medinaceli, se casó con Esperanza de Aragón cuya convivencia de facto duró unos cuantos meses. Tras este matrimonio fracasado se recluyó en sus posesiones de la Torre del Abad intentando llevar a buen puerto los pleitos del señorío, extremo que no consiguió y que tuvieron que solucionar sus sobrinos herederos de los terrenos. 

Sin embargo, un nuevo episodio de tiranía real le esperaba a Francisco de Quevedo. Aunque el motivo no se sabe con exactitud, en 1639 fue detenido en medio de la noche y conducido hasta el Convento de San Marcos en León. Allí estuvo preso sin juicio y sin ser escuchado. La crítica hoy es unánime al considerar que su carácter pesimista y cínico se agrió con los años y los sinsabores de las injusticias. Lejos de acallar su lengua mordaz se fue afilando cada vez más criticando sin pudor la decadencia moral, política y económica de su época. Y esto llegó a un punto que, por orden real, se le obligó al silencio. Y ese silencio, en la época, solo podía ser con la cárcel o con el ajusticiamiento. Dejemos hablar al autor:  

“Yo protesto en Dios nuestro Señor, que en todo lo que mí se ha dicho no tengo otra culpa sino es haber vivido con tan poco ejemplo, que pudiesen achacar mis locuras tantas abominaciones”.  

La rivalidad con Olivares era tal que Quevedo no salió de prisión hasta 1643, cinco meses después de la caída en desgracia (que también le llegó su turno) del otrora todopoderoso valido. Ya poca vida le quedaba al escritor que se retira definitivamente a sus tierras de Torre del Abad donde fallece un 8 de septiembre de 1645.  

En esta mínima biografía de Francisco de Quevedo asistimos a las peripecias de un personaje complejo, complicado, sombrío y cruel con sus enemigos a los que no tiene empacho en arrastrar sin piedad. A la par, se muestra fiel y leal con los amigos. Su carácter manipulador, inteligente, culto, curtido desde la cuna en las intrigas palaciegas le llevó a participar en conjuras peligrosas. Su espíritu agresivo y desconfiado no le permitía disfrutar de las bondades de una pareja, aunque la época tampoco daba buen trato a las mujeres. A pesar de sus defectos físicos (de los que se burlaban sus muchos enemigos y rivales) demostró ser una persona con la autoestima muy alta sabedor de su valía personal y, especialmente, como escritor. En este sentido, el tiempo le ha dado la razón.  

Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla

 

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