Qué ver en Córdoba en un fin de semana

Mezquita de Córdoba

Mezquita de Córdoba

© Candela Vizcaíno

 

Córdoba se nos antoja morena, coqueta (reflejándose en el río), primaveral (¡qué decir de sus patios!) y, sobre todo, mora, más que Granada, más que Sevilla, las otras ciudades del Sur con las que supuestamente rivaliza. Y digo supuestamente porque cada una de ellas es única, es distinta, es deseable. Están aquí para ser amadas por el viajero o por el trotamundos de cualquier cariz y circunstancia.

Córdoba es pequeña, con un centro histórico que gira alrededor de su simpar Mezquita. Empedrada, con algunas cuestas, repletas de callejas donde asoman rincones llenos de macetas, patios con flores brillantes, ecos de su pasado árabe, restaurantes donde sirven deliciosas berenjenas a la miel… Córdoba tiene toda la esencia del sur. Si Sevilla es aristocrática y compleja (buena prueba de ello es el Parque de María Luisa), la otra ciudad a orillas del Guadalquivir nos lleva a ese pasado cuando Al-Andalus (cuyo nombre significa “el paraíso”) existía.

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10 emplazamientos imprescindibles que ver en Córdoba en un fin de semana

Pero el viajero de la era de Instagram tiene prisa. Necesita saber de antemano y apenas dispone de unas cuantos días. 48 horas son más que suficientes para paladear la ciudad que se mira en el Guadalquivir e irse a casa con esa energía renovada que solo los viajes centrados en el arte dan. Apunta que estos son los diez magníficos que tienes que ver en Córdoba.

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1.- La Mezquita-Catedral de Córdoba, el imprescindible que ver en Córdoba estés un día o toda la eternidad

Es el eje central de la ciudad que se mira al Guadalquivir. Única y patrimonio de la Humanidad, una vez te has sumergido en su bosque de columnas sientes el tiempo detenerse. No quieres salir de allí. Quieres seguir recorriendo más y más. Y no es de extrañar porque esta gran mezquita, mandada a construir por Abderramán en el siglo VIII sobre un templo cristiano, fue en su día la segunda más grande del mundo, pero siempre de las más hermosas. Cuando se levantó la Mezquita Azul de Estambul perdió esa medalla de plata, pero siguió conservando su magia. Fue Alhakén II (que ha pasado a la historia sin pena ni gloria) el que decidió ampliar el templo inicial en el siglo X haciendo levantar unas cúpulas y puertas que querían competir con el brillo del sol e imitar al oro.

En 1236 Córdoba deja de ser musulmana y los nuevos gobernantes cristianos levantan una iglesia en el centro de la misma aprovechando las bóvedas de Alhakén II.  "Si yo tuviera noticia de lo que hacíades, no lo hiciérades; porque lo que queréis labrar hállase en muchas partes, pero lo que teníades no lo hay en el mundo". Con estas palabras llegó a quejarse de la intervención de los suyos el mismísimo Carlos V. Gracias Antonio por la cita.  Aún así y todo, la lectura de la gran mezquita-catedral no parece verse interrumpida con la irrupción del templo cristiano. Toda en ella es de una belleza grandiosa desde el coro hasta el bosque de columnas tan único que ningún mortal debería pasar al otro mundo sin haberse perdido previamente en él.

2.- Patio de los Naranjos y Torre de la Catedral, otros imprescindibles que ver en Córdoba

Antes o después de visitar una de las más grandiosas obras de arte de la tierra donde un día se asentó el paraíso, el viajero tiene que parar en el Patio de los Naranjos. El empedrado y el ingenioso sistema de regadío salpicado por sus fuentes (de carácter simbólico) van a ser del agrado de cualquiera incluso en los tórridos días del verano cordobés.

A la torre hay que subir para ver el Patio de los Naranjos, representación simbólica del paraíso, desde las alturas. Y una vez el viajero ha puesto pie en tierra, en la calle, tiene que pasarse a rendir tributo a la Virgen de los Faroles, cuya imagen se encuentra en una esquina de la gran Mezquita de Córdoba.  Aquí se explica gran parte de la historia religiosa del lugar. Solo tienes que mirar y sentir. Nada más y nada menos. 

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3.- Pateando hasta la Calleja de las Flores

Seguramente el cuerpo te pedirá algo más suave para contrarrestar el choque de tamaña belleza. No temas viajero y de camino dirige tus pasos hacia la Calleja de las Flores que desemboca en una mínima plaza dominada por fuente y cruz donde las macetas pintadas en color azul son las protagonistas. Ya estamos en otra Andalucía, la del siglo XIX, la de los patios que se engalanan en mayo abriéndose al visitante.

Entre calleja y calleja de unos cuantos metros de ancho el viajero o el visitante con ganas de probar todo lo cordobés lo mismo se le apetece un té (al estilo moruno), un vino de la tierra o unas berenjenas a la miel que se sirven en los atestados restaurantes de la zona. Detente y para que esto también lo tienes que sentir.

4.- Compras de platería, cerámica y objetos repujados en cuero

Sin salirse de estas callejas que en otra época eran refugio de artesanos, el adicto a las compras o a las cosas bellas quizás caiga en la tentación de llevarse a casa alguna joya de plata realizada en filigrana (con pequeños hilos metálicos que parecen encajes) o cerámica colorida en forma de cuencos o bandejas  o qué decir de esos bolsos en cuero repujado que te van a durar toda una vida. Como el recuerdo de Córdoba. No hace falta caminar mucho, la mercancía está expuesta en la calle casi.

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5.- El Puente Romano desde la Torre de la Calahorra hasta la Puerta del Puente, estampas que ver en Córdoba que se quedarán en tu retina

No te alejes demasiado porque el Guadalquivir te llama. Tienes mucho más que ver en Córdoba. Guíate por la enorme escultura (cual faro de piedra) que es el Triunfo de San Rafael. Desde allí ves la Puerta del Puente que nos recuerda a los Arcos de Triunfo de París y puede que nos preguntemos qué hace esa mole allí frente a la mezquita que invita a elevarnos del mundo de los vivos. El puente romano es “pateable” y está cerrado al tráfico como gran parte del casco antiguo de Córdoba. Sin prisa disfruta de los rápidos que, en el lugar, forma el río. No te pierdas sus molinos antiguos o la noria por nombre Albolafia.

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6.- Los Alcázares de los Reyes Cristianos, otro básico que ver en Córdoba en un fin de semana o escapada corta

También se mira en el río pero de otra manera. Era un edificio defensivo, de carácter militar levantado sobre  los restos de una construcción romana. Los bellos mosaicos con narración mitológica dan fe del paso del gran Imperio por la ciudad a orillas del Guadalquivir. Pero lo mejor no es el interior, sino sus patios de inspiración mudéjar con fuentes escalonadas, cipreses recortados, naranjos y el rumor del agua por todas partes. Vete a primera hora de la mañana cuando aún no está repleto de gentío para disfrutar de este espacio con un poquito de soledad y calma. Es quizás el segundo o tercer emplazamiento de importancia que ver en Córdoba.

7.- El Cristo de los Faroles

Que es el de los Desagravios y también el de la Misericordia. Y, aunque está alejado un poco del centro, tienes que ir a pedirle  ayuda y deleitarte con la luz de sus ocho faroles que iluminan la plaza de los Capuchinos. Aquí en Semana Santa se vive la auténtica Córdoba cofrade porque el emplazamiento está rodeado de iglesias. Si el bolsillo te lo permite, date el lujo de llegar hasta el lugar al caer la tarde o llegando la noche en coche de caballo. Una vez allí es tu opción hincarte o no de rodillas.

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8.- La Plaza del Potro con su posada y el Museo Julio Romero de Torres, lo tienes que ver en Córdoba aunque te quedes poco tiempo

Más cerca de la zona de influencia de la Mezquita se encuentra la Plaza del Potro en dirección contraria a los Alcázares de los Reyes Cristianos tomando el Puente Romano como centro. El empedrado endemoniado, la fuente, la guía religiosa no te va a llamar tanto la atención como la visita a la que fuera antigua Posada del Potro. Abierta desde el siglo XIV ha visto y ha presenciado casi de todo en sus largas décadas. Desde posaderos asesinos, amores prohibidos (esto es lo mejor claro está), llantos y risas. Hoy está cuidada al máximo y puedes escuchar los sones y cantes de Fosforito que resuenan grabados por las habitaciones del piso superior entre guitarras y objetos diversos.

En la acera de enfrente se encuentra el Museo Julio Romero de Torres levantado sobre lo que fuera un Hospital de la Caridad, donde iban a pasar sus últimos días los que no disponían de ningún recurso. Aunque la familia donó la colección con la condición de que fuera gratuita su visita, parece que la administración ha mirado para otro lado y hay que soltar (precio de 2016) cuatro con cincuenta euros. Las obras están bien presentadas sobre una pared de color burdeos o rojo sangre y cuadros enmarcados en dorado. Para mi gusto es muy pequeña y no están las mejores obras del maestro. Detente en el díptico “El pecado” y “La gracia” por lo que supone de simbólico.  Julio Romero de Torres retrató a mujeres de piel canela y ojos profundos, flamencas del cante, mocitas seductoras y alguna que otra con desnudos totales cuando eso era un escándalo en su época.

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9.- Sorteando el gentío hasta la Plaza de las Tendillas

De vuelta a la zona de influencia de la catedral seguramente querrás llegar hasta la Plaza de las Tendillas de un cuadrado casi perfecto. Aunque el origen arquitectónico de esta preciosa plaza se remonta al siglo XIV y, por tanto, tiene un fuerte carácter renacentista, está levantada sobre lo que fuera el foro romano. Y, ¡claro! aún tiene la esencia comercial del Imperio. Hoy puedes encontrar desde bancos hasta restaurantes pasando por tiendas de todo tipo a igual que en las calles que desembocan en la fotogénica plaza.

10.- Una tarde de relax en un hammam

Y después de tanto pateo quizás el viajero quiera descansar un poco. Entre la Plaza del Potro y la Mezquita se ha reproducido un hammam al estilo de los antiguos baños árabes y es la mejor experiencia para terminar de sumergirte en la Córdoba más mora, la que se mira en el Guadalquivir y tiene el agua como protagonista en fuentes y albercas rumorosas.

Córdoba tiene mucho más porque en ella hay restos romanos, bellas iglesias, tablaos flamencos, patios secretos repletos de macetas que se abren en mayo, ecos de cante jondo, un molino y una noria antigua junto al río.

Lejos de la ruta a pie se encuentran los restos de Medina Azahara, el mayor conjunto palaciego de la época del califato que, por su belleza e importancia, te lo cuento otro día. Para llegar hasta allí, mi querido viajero, tienes que coger el coche. Tienes que salir de sus calles empedradas y Córdoba te está pidiendo que vuelva, que un fin de semana es demasiado poco para amarla.  Ya tienes la excusa. Se llama Medina Azahara.

Textos y fotos por Candela Vizcaíno

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