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El Codex Seraphinianus de Luigi Serafini en la edición de Franco María Ricci, Los signos del Hombre

Codex Seraphinianus

Codex Seraphinianus

 

Entre 1976 y 1978, un reputado ilustrador y arquitecto italiano de nombre Luigi Serafini se entretuvo en hacer un libro que ha hecho las delicias tanto de bibliófilos como de ilustradores como de los frikis de las cosas raras. Me refiero al Codex Seraphinianus, un libro que se ha asimilado, por su rareza y delicadeza, al enigmático manuscrito Voynich (esta historia para otro día). ¿Nos adentramos en una fascinante historia con libros de protagonista?

¿Cómo es el Codex Seraphinianus de Luigi Serafini?

La obra está manuscrita y miniada a la manera de los Libros de Horas del pasado o de los maravillosos Beatos hispánicos. Todo en él salió de la mano de este extravagante ilustrador, arquitecto y diseñador nacido en 1949 en Roma. La obra quiere ser un compendio del mundo conocido pero se lee como si de un espejo se tratara, como si su “hacedor” nos quisiera introducir en un mundo inexistente construido con retazos del conocido. Al fin y al cabo, no hace falta que yo diga que prácticamente cualquier creación artística responde a estas características. Y este libro maravilloso no va a ser menos.

El Codex Seraphinianus parece salido de la mano de un enajenado que, cual moderno Quijote, nos muestra la realidad del mundo contemporáneo pero distorsionado hasta el paroxismo. Tiene un fuerte carácter e impronta del surrealismo que tan importante fue para el desarrollo de la estética de todo el siglo XX, pero también es simbólico. Aunque todos los estudios que se han hecho del libro son de cariz serio, concienzudo y hasta académico, no hay que descartar un toque de humor e, incluso, de cachondeo por parte de su creador.

Eso no quita que en ese humor (a veces muy negro)  nos muestre la otra cara de nuestro mundo, conocido tanto del civilizado como del natural en un afán por hacernos reflexionar. El Codex Seraphinianus quiere servir como una enciclopedia de la naturaleza, de la sociedad, de las matemáticas o de las artes del hombre y está “explicado” al margen en una extraña lengua inventada que, para colmo, responde a un alfabeto inexistente. ¿Juego o cosa seria?

Aunque en mayo de 2009, en la Asociación de Bibliófilos de la Universidad de Oxford, Luigi Serafini quitó hierro e importancia a su obra calificándola como asémica (y ahora nos metemos con la palabreja), el caso es que ha sido todo un hito. Y no solo para los bibliófilos, sino también para todos aquellos semióticos que se empeñan en ver un sentido oculto en cada rincón de cada libro de cada biblioteca. Y el Codex Seraphinianus se presta a las mil maravillas a ello. ¡Qué duda cabe!

Tremendamente onírica, todo el libro parece trasladar los sueños que su autor no ha podido interpretar o bien que nos deja a nosotros que interpretemos. Y de aquí, probablemente, el carácter de asémica al referirse con ello, probablemente, a que el sentido, como el de los símbolos, no es unívoco. Y que más bien hay que apelar al conocimiento universal que habita en el inconsciente. El Codex Seraphinianus parece ser la expresión de la parte oscura de una mente brillante que se dedica a la creación, o más bien un sortilegio. Es un intento de comprensión y de sistematización del universo a través de una semántica que responde a una irrealidad. O no. Porque, al estar plasmado en el libro ya se convierte en plenamente real.

 

Estructura del Código Seraphinianus

Ya su distribución presenta un número caprichoso puesto que está dividido en 11 libros a la manera de una enciclopedia surrealista. ¿Y qué número es el 11 para amalgamar una obra? Si fuera 4, 8, 12, 20… ¿Pero 11? Y vuelvo a esa anotación que he dejado al principio: ¿es seria o en broma nos invita a pensar de una manera diferente? La estructura es la que sigue:

1.- El primer capítulo se centra en una flora extraña con flores y árboles que parecen danzar o que nos recuerdan a los elementos de los campos de golf, a los parasoles... Vemos manzanas que ocultan otra manzana, peras heridas y curadas con vendas, árboles que se escapan de la tierra o que se tiran a un río a nadar.

2.- El segundo capítulo parece entretenerse en los animales de un mundo maravilloso empezando por los más pequeños, una especie de gusanos o mariposas que más bien parecen emular las letras del alfabeto. Es como si esos micro-organismos fueran los genes (las unidades mínimas) con los que se conforman la cadena de ADN del resto de los animales. Esa página me parece fascinante y de una imaginación soberbia.  En este capítulo parece explicarnos el origen de esos seres con unos dibujos magníficos y brillantes donde  la gran mayoría parece haber nacido por explosión, por un cataclismo o escapándose de cárceles diversas.

3.- El tercer capítulo lo forma un particular reino de criaturas imposibles con una característica en común: todas son bípedas, pero la mayoría no tienen ni brazos ni cabeza. Y los colores tan brillantes parecen indicarnos formaciones artificiales más que naturales. Sin embargo, en la última página de este capítulo del Codex Seraphinianus, el autor quiere darnos una pista, ya que nos va mostrando los pasos de una transformación: de hombre a animal (a pantera). ¿Un aviso? ¿Una moraleja? ¿Un texto para la reflexión cívica?

4.- El cuarto capítulo nos parece mostrar los elementos de las células o una lista de una particular tabla periódica pura. La crítica clasifica esta parte del Codex Seraphinianus como el dedicado a la Física y a la Química.

5.- El siguiente nos muestra unas deliciosas máquinas domésticas que parecen fregar solas los cacharros y colocarlos en los cajones. Otra lava, plancha y ordena en un solo movimiento de manivela. Otras parecen tejer o crear montones de tierra colorida. Porque, si por algo se caracteriza esta extravagante obra de Luigi Serafini, es por un colorido brillante y extremo.

6.- El capítulo seis, que en simbología corresponde a la indefinición humana, se entretiene reproduciendo seres de trazado humano con extravagantes ropajes realizados con elementos materiales a igual que las viviendas en las que habitan. Vemos un aguerrido soldado con un escudo en forma de señal de tráfico que ocupa una casa de paja en las alturas. Otro luce inquietantes artilugios que bien podría ser basura contemporánea y de esa guisa también está realizada su casa. El que se dedica a escribir ha desarrollado una pluma estilográfica en lugar de mano y muere atravesado por un bolígrafo. La sangre derramada es la tinta que no ha podido convertirse en palabras.

7.- Más inquietante es el séptimo donde coloca a la manera de medallón los rostros de perfil de supuestos personajes de este mundo irreal. Aunque no conocemos la lengua del Codex Seraphinianus, intuimos que nos indican lugar y fecha de nacimiento y muerte y el talento que les hace merecedores de dicha galería.

8.- El octavo parece narrar una historia o “la historia” de la creación de ese mundo con sus hitos, batallas y vicisitudes. Es el más llamativo de todos porque combina los elementos que ha ido desgranando a lo largo de los capítulos procedentes.

9.- El noveno nos muestra una suerte de alfabeto con sus reglas gramaticales. ¿La enigmática del Codex Seraphinianus? A continuación, se entretiene con la gastronomía y el protocolo de la mesa para continuar con una galería de moda imposible. Aquí vemos un huevo frito, un croissant, un plato de espaguetis tapados con algo irreconocible…

10.- El décimo nos muestra juegos de sociedad.

11.- Y el último está dedicado a unos edificios futuristas que nos recuerdan el oficio de su creador. Los espacios públicos se vuelven oníricos pero podemos adivinar y entrever su uso: una estación de tren, un estadio, una piscina que tiene lápices en punta insertados, un laberinto sobre las aguas que une (o hace perder) el contacto entre dos islas, como una contemporánea cueva del Minotauro de Creta.

La obra termina con una advertencia, con una imagen en la que es plenamente reconocible unos huesos (¿de una mano?) que ha perdido un anillo presentada por una parrafada imposible de leer. Pero a poco que el espectador ande un poco versado puede ver una particular “sic transit gloria mundi”. Y la gloria del mundo que pasa es la del Codex Seraphinianus realizado por Luigi Serafini.

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La edición de Franco María Ricci de El Codex Seraphinianus

Los Signos del Hombre de Franco María Ricci (mañana hablamos de este exquisito y elegante editor) son una colección de libros de todo tipo realizada para el coleccionismo bibliófilo. Cada uno de los ejemplares son independientes y lo mismo ha sido editado una reproducción (con su debida explicación) del Kamasutra, de los Beatos, de El libro de las ruinas de Borges o el Codex Seraphinianus que ahora nos ocupa.

Los libros de Los Signos del Hombre son de tamaño infolio realizados con un exquisito papel en color gris de Fabriano (una de las papeleras más ilustres del mundo). Sin embargo, para esta obra se optó por un encargo personal y se ha utilizado uno de algodón en color hueso que es un placer para el tacto. Todos los libros van encuadernados en seda brillante en color negro con grabados en oro y debidamente protegidos en un estuche a tono para resguardarla de cualquier intruso externo.

En tiradas limitadas (aunque el Codex Seraphinianus fue un best seller casi), rara vez alcanzan los 2.000 ejemplares. Para este número se hicieron 5.000 que la casa se encargaba de numerar debidamente y de firmar.

Es una obra, en definitiva, que es un placer para los sentidos espirituales y sensoriales, apta para las bibliotecas más exigentes.

 

 Por Candela Vizcaíno

 
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