Buenas canciones, buena coreografía ¡Claro que sí! Y una historia de lo más convencional, pero después de Grease, la vida no fue igual para los miembros de una incipiente Generación X. Las chicas ya no querían ser modositas ni con rebequitas en los hombros. Comenzaban los ochenta y su apoteosis de colores chillones, accesorios imposibles y pelos cardados con permanente. ¡El horror más grande en la historia de la moda! La España de La Movida y Almodóvar estaba a la vuelta de la esquina. El mundo dejaba de ser “como es debido”. Empezábamos a reinventarnos con algunos experimentos sociales que han salido desastrosos. Otros no. Otros han sido una conquista justa. Grease es hoy un clásico pero entonces, en 1978, cuando se estrenó, fue toda una revolución entre una juventud ávida de otra “forma de expresarse”, de otra forma de sentir y vivir en el mundo.
Que desvarío ¡Puede! Pero lo de Grease, la película (que el musical, a pesar de ser anterior, de 1972 para ser exactos, aquí en España no tuvo mucho tirón) casi no tiene ni explicación. O la tiene toda. Porque el film arrasó entre una generación, la llamada X, esto es la que hoy rondamos entre los 45 y 55 (aunque también son X los que al día de hoy, 2016, andan por los 35) sin estar ambientada en ese época. No nos perdamos que la peli es de finales de los setenta. Venga… que me estoy liando. Vamos a desenredarnos un poco poniendo orden en esto.
Grease, la película que transformó los modos de la generación X
Grease tiene un argumento de lo más normal: la historia de amor de unos adolescentes (el ambiente es de instituto, no te olvides), en apariencia, distintos entre sí. Pandillas, carreras de coches (con unos modelos que quitan el sentido), tipos que tienen que hacerse el duro, chicas modositas, otras chicas que no lo son tanto y van de liberales, apariencias juveniles de por medio de cara a la galería, iniciación al sexo con torpeza… vamos lo de siempre y más en aquella época. Y en España todo eso de las chicas inocentonas enamoradas de tipos duros (en apariencia) llegó hasta casi los 90. Hoy no, hoy con los millenials en la calle imponiendo sus ritmos, todo eso ha cambiado mucho. Vamos si ha cambiado.
Pero en aquella época de pueblo con cine de verano o de barrio de ciudad de provincia en la que no existía el low cost en los vuelos baratos ni Booking con sus ofertas, el ocio daba para poco. O para mucho. Que se hacía uso de la imaginación. La modernidad aún no había llegado a España y los roles de la generación del Baby boom (los que tienen entre 60 y 75 ahora) aún se imponían. Las chicas guardaban su virginidad, se enamoraban localmente sin haber saboreado un solo beso, iban pudorosamente vestidas y rara vez imponían su criterio fuera del ámbito doméstico. Porque todo era muy doméstico, extremadamente doméstico. Todo se tenía que hacer de puertas para dentro. De puertas para fuera no nos atrevíamos a llevar esos leggins negros brillantes con tacón rojo. Hasta que llegó la Sandy de Grease y ahora es fondo de armario de cuarentañeras de cualquier talla.
Sandy se transforma desde el look y modos de los años cincuenta hasta formas “más contemporáneas”. Y los modos de vestir ¡ojo! siempre indican una cosmovisión, un sentir y un estar en el mundo. A Danny le pasa lo mismo: de tipo duro que tiene que dar una imagen ante el grupo social (una pandilla un poco imbécil por cierto), de repente, lo vemos hecho todo un metrosexual sensible y con estilismo muy cuidado. Grease, la película, recordemos, fue, en este sentido una adelantada a su tiempo. La transformación de los protagonistas era la deseada, ansiada y sentida por la juventud de entonces o por los que íbamos inmediatamente detrás. Grease nos indicó el camino. A las chicas el de los leggings y a los chicos el de la depilación y la alta sensibilidad al modo femenino.
¡Con una banda sonora y coreografía de aúpa! ¿Qué más se puede pedir a una película? Poco más. Por eso fue un éxito de taquilla. Por eso se ha convertido en un clásico.
Argumento de Grease, la película protagonizada por John Travolta y Olivia Newton John
La trama es bien sencilla y tiene su hipotexto (perdón por la palabra culta) en West Side Story, inspirada, a su vez en, nada más que en Romeo y Julieta de Shakespeare. Te digo, por si te está entrando la ansiedad con la palabra, que el hipotexto es la película, libro, cuadro, hecho o acontecimiento en el que se inspira otra obra de arte. Que todo lo nuevo que hay bajo el sol es, sencillamente, una transformación.
Sandy (Olivia Newton John) y Danny (John Travolta) son adolescentes que han tenido un corto contacto (todo muy limpio, muy espiritual, anímico sin besos y sin nada más) durante el verano. Ambos creen que la separación es definitiva porque ella debe cambiar de país. ¡Qué va! Porque a última hora los planes cambian y la chica comienza a estudiar en el instituto Rydell. Precisamente aquí también está escolarizado (que estudiar parece que hace poco), Danny Zuco, el amor veraniego de una inocente Sandy.
El chico pertenece a una banda de supuestos tipos duros pero que lo único que hacen es fardar de conquistas sexuales no culminadas y organizar carreras de coches ilegales. Propio de la época y el lugar, el deporte ocupa un lugar preeminente y también los bailes orquestados por el colegio. La chica, Sandy Olson, es aparentemente vulnerable, dulce y un poco sumisa. Hay enredos propios de esta trama con los primeros encuentros sexuales entre los distintos miembros del grupo (amigas de Sandy con amigos de Danny que nos estamos perdiendo), mosqueos propios de adolescentes y muchos malentendidos, muchísimos. Para mi gusto demasiados, que no sé cómo se enamoran estos chicos con tantas peleas de por medio.
Es como si los protagonistas estuvieran enredándose en un mundo que nos le pertenece. Tienen que hacer los que se les piden o se espera pero no acaban de encontrar su lugar en el mundo. Esto se acaba con la conversión de él a metrosexual sin tener que demostrar su machismo ante sus compañeros. Y de una modosita Sandy de rebeca en los hombros nos encontramos a toda una mujer del siglo XXI tomando la iniciativa con leggins negros. Insisto en la prenda porque fue un hito, un antes y un después. No me estoy grillando. Y todo ello entre canción y canción, entre coreografía y coreografía de una calidad magnífica. Que nos olvidamos que la película Grease se estrenó y se realizó después del musical homónimo. Que el film se rodó sencillamente porque la versión teatral estaba triunfando en Broadway. Y había que aprovechar el tirón entre los que no podíamos viajar a la Ciudad de los Rascacielos. Recordemos que los vuelos low cost y Facebook aún no existían.
Grease, la película que forma parte de toda una generación
Y ¿Cómo no iba a triunfar? Si ese fue el cambio operado por toda una generación, la X, que nos perdemos precisamente por aquellos años. Los modelos impuestos por los protagonistas fueron luego copiados hasta la exageración. Los pelos con permanente y cardados afortunadamente se han olvidado, pero los leggins se han quedado en el fondo de armario creo que casi para siempre. El porcentaje de chicas modositas que quieren ser princesas se ha reducido drásticamente y, aunque el joven que farda ante los amigos sigue existiendo, también tenemos los sensibles que no tienen pudor en proclamarlo en las redes sociales.
La Generación X, esa que ha visto transformarse el mundo desde los modos del “como es debido” de los bloomers hasta el estallido de las redes sociales y de las apps para móviles que tan bien manejan los millenials, se refleja en Grease. Tanto que no hay función escolar sobre lo que sea que no se represente un número con alguno de sus temas. Normal. Los que ahora tenemos niños pequeños queremos darle a conocer “nuestra película”.
Por Candela Vizcaíno