¿Por qué la película Aladdín de Disney de 2019 es el nuevo paradigma feminista?
Disney ha partido la pena con su nueva película que nos está enamorando a todos, especialmente a las mamás con niñas. ¿Por qué? ¿Acaso Aladdín no es una película de Disney más? La respuesta es compleja, aunque es sí y no. Es una superproducción con unos decorados espectaculares, una puesta en escena exquisita, una lectura de las Mil y una noches… Y a propósito de la obra clásica recordemos que la historia de Alibabá y los cuarenta ladrones (de la que está entresacada Aladdín) pertenece a esta obra de la literatura universal. En el libro (con miles de páginas) Sheherezade, rehén del sultán, narra cada noche una aventura distinta con el fin de entretener a su captor y obviar así una muerte segura. Y aquí tenemos la primera modificación en Disney (lo siento por el spoiler) que pone en boca del genio de la lámpara (uno de los protagonistas) la narración de esta maravillosa aventura con un final más que feliz.
La transformación de las protagonistas en las últimas películas de Disney
Bueno… el final feliz será como en todas las cintas de Disney. Vuelvo a lo mismo: sí y no. Porque la gran factoría (una máquina perfectamente engrasada para ganar dinero recordemos) se ha dado cuenta (y bastante bien) del sentir de los tiempos y esta nueva era me gusta más que la otra. ¿Por qué? Porque las protagonistas, como en los cuentos de princesas clásicos, no se quedan a esperar a que un príncipe las rescate.
Ya son ellas mismas las que encuentran la salida a la encrucijada en la que se encuentran. La parodia se entrevía en Ralph rompe Internet por poner un caso. Y los giros del guión para adaptarlos a sentir contemporáneo se produjo en una obra totalmente distinta: Maléfica. La maga herida que maldice a una inocente Aurora llena de ira es la misma que deshace el hechizo al transformar el veneno del odio en amor. Con el gesto, libera a la joven y se libera a ella misma de todo aquello que la obligaron ser.
En Aladdín el giro del guión no es tan complejo como en la película interpretada por Angelina Jolie pero me gusta por el empoderamiento en el que se revisten las protagonistas. Algo semejante también puede verse en Dumbo en el que Tim Burton deja entrever que las grandes orejas del elefante más deseado fueron producto de eso mismo: del amor de su madre. El ansia de libertad hizo como una especie de reprogramación en el bebé que gestaba. Y lo que parecía algo que se volvía en contra es utilizado para liberar a todos los que forman el circo.
El papel del malo que solo puede conseguir lo que no le pertenece con magia negra
Pero volvamos a Aladdín, la última superproducción de Disney llena de buenos efectos especiales, una puesta en escena cuidada al milímetro, un genio de la lámpara jocoso en extremo, un padre atrapado en la tradición, un protagonista masculino, una princesa y… un malo malísimo.
Hasta aquí todo lo que cabe esperar de la narración de un cuento clásico con sus estereotipos. Si el visir está envenenado de ego y ansias de poder tal que no duda, como un psicópata, en recurrir a cualquier acto violento para conseguir sus fines, tenemos en el otro extremo a Aladdín, un diamante en bruto. Esto es, un alma pura (que puede entrar en la cueva maravillosa debido a su corazón bueno) que lo único que busca es amor. La antítesis de Aladdín es el visir Jafar que solo ansía el trono que no le pertenece.
Jasmine, la princesa que lucha por su libertad y el trono que le corresponde
Porque a quién le corresponde es a Jasmine, la princesa presa (por miedo de su padre) en el palacio. Culta, rebelde, con las ideas claras y la autoestima muy alta pelea por deshacer todas las imposiciones legales que, en lugar de beneficiar a su pueblo, lo lleva de cabeza a la catástrofe. Y es así por lo absurdo de negar a la princesa el trono legítimo a no ser que lo comparta con un hombre. En definitiva, se busca fuera (como tantas veces) lo que ya está dentro. Jasmine ama a su pueblo, se interesa por él. Es una mujer culta que lee y estudia para formarse casi de forma autodidacta. A pesar de que es bella a rabiar, no quiere quedarse en ese estereotipo. Asume el rol masculino (el de la fuerza) sin renunciar a su carácter femenino.
Es Jasmine la verdadera protagonista de la película al negarse a casarse con alguien “con quien no puede hablar” y solo es un florero. Es la mujer empoderada que no quiere (ni debe) renunciar a lo que le pertenece por ser mujer. Ella sabe que puede hacerlo y así lo exige ante quienes escucharla. Y la verdad es que no le hacen mucho caso.
Aladdín es el que busca el amor
A pesar de todas las peripecias de la película, es Aladdín el que sirve de soporte a la princesa con su lámpara mágica. ¡Y eso sin saberlo! Porque al “diamante en bruto” no le interesa el trono que no le pertenece. Su ambición va más allá y lo único que busca es el amor que no ha conocido en su vida. Cree que haciéndose rico va a conseguir aquello que anhela, pero no es así. Es su forma limpia de ver el mundo la que abre el corazón de una Jasmine que no quiere ni apariencias ni leyes absurdas.
Sé que la película va a ser aplaudida por esto: por la liberación de una auténtica sultana de prejuicios patriarcales. Ella va a poder llevar el reino como es debido porque ha logrado desenmascarar a Jafar, el visir malvado, y ha podido ver la belleza natural del interior de Aladdín.
Jasmine es la primera princesa contemporánea, la primera feminista, la que libera a su reino de todas las ataduras sin negar su condición femenina.
Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla