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El cine de Akira Kurosawa a través de sus 10 mejores películas

El cine de Akira Kurosawa a través de sus 10 mejores películas

El director japonés Akira Kurosawa (Tokio-1910-188) es un imprescindible de la gran pantalla con obras dispares que lo mismo reflejan la tradición nipona que  adapta clásicos de la literatura universal.

Me las he visto todas porque tenía que hacerlo y es una de las cosas más placenteras y fructíferas que he hecho en mi vida: adentrarme en el estudio de la cinematografía de Akira Kurosawa. Lo hice para desarrollar mi Tesis Doctoral sobre Los sueños y, como decir que aquello supuso un antes y un después queda un poco manido, hoy te traigo esta lista con mis 10 películas favoritas del maestro japonés. Desde ya te digo que no te puedes perder ni una. Vas a disfrutar sí o sí.

1.- Rashomon (1950), ganadora del León de Venecia

Nadie conocía a Akira Kurosawa cuando en 1951 se alzó con la estatuilla del león dorado en el Festival de Cine de Venecia. La cinta era (y sigue siéndolo) rara como ella sola, rompedora para su tiempo y actual en este comienzo del siglo XXI. Narra cuatro versiones distintas de un hecho acaecido en un bosque: el asesinato de un samurái y posterior violación de su esposa. Tenemos cuatro voces distintas: la de un mendigo, la de la víctima femenina ultrajada,  la del fantasma del noble y la confesión de un leñador. Cada uno cuenta los hechos a su manera, como mejor le va justificándose, a la par, de las acusaciones.  Rashomon es un ejemplo temprano del pensamiento nihilista y desestructurado (aunque ordenado) que invadiría el arte posterior. La verdad no existe porque todos los protagonistas ocultan algo, se esconden, manipulan o mienten. Aparte de las innovaciones técnicas (para la época), Akira Kurosawa en esta cinta se vale de símbolos del inconsciente colectivo (el agua, la lluvia, el bosque o el sol) para levantar el film. Con ello contribuye a hacer una auténtica obra maestra.

2.- Vivir (1952) y el canto al Carpe Diem

Vivir es una oda a los instantes, a la importancia de la percepción, a lo fundamental que es “ese darse cuenta” que vive en la poesía nipona (en el haiku por poner un ejemplo). Vivir es una llamada de atención al espectador y le recuerda, a la par, que las horas pasan y se malgastan casi por nada. Un anciano enfermo y solo es el protagonista de la película. Al final de sus días se da cuenta del error de su existencia confinado entre cuatro paredes y entregado en cuerpo y alma a un empleo alienante. El protagonista asiste a una revelación, a un despertar, a un darse cuenta que se simboliza en la canción que entona (en un parque infantil) al cierre de la película. Te la dejo aquí.  

La vida es tan corta,

enamórate, muchacha querida,

mientras tus labios son rojos

y antes de que tengas frío

pues no habrá mañana.

La vida es tan corta,

enamórate, muchacha querida,

mientras tu pelo sea aún negro,

y antes de que tu corazón se marchite,

pues el día de hoy no volverá.

3.- Los siete samuráis (1954), la película más famosa de Akira Kurosawa

Brutalidad y crudeza en una película ambientada en el siglo XVI en el apogeo de las guerras civiles niponas. La temática es extremadamente sencilla. Un pueblo, acosado por bandidos, contrata a un grupo de siete ronin (que no samuráis) para que los defienda de los constantes ataques. Estos señores libres (que no pertenecían, como los samuráis, al ejército de un señor) entrenan a los campesinos para que puedan defenderse. La aventura, aderezada con el particular código de honor de estos temerarios guerreros, está, por tanto, servida.

4.- El trono de sangre (1957), una sublime lectura del Macbeth de Shakespeare

También traducida como El Castillo de la Tela de Araña, no es una adaptación cualquiera de la obra teatral isabelina conocida por todos. Aquí nos encontramos elementos del drama tradicional nipón conocido como Nô, a la par que el mismo Akira Kurosawa reconoce que se quedo prendado de la versión realizada por Orson Welles. Eso no quita para que el Macbeth del japonés sea una obra única donde los simbolismos originarios de la obra han sido llevados a la apoteosis artística. Lo siento, pero no te puedes morir sin verla.

5.- La fortaleza escondida (1958), una película deliciosa de aventuras

Que inspiró a Georges Lucas, nada más y nada menos, que para La Guerra de las Galaxias. Los campesinos protagonistas del film fueron la inspiración para los robots C-3P0 y R2-D2. Así que los innumerables fans de la saga no pueden dejar de ver este film que narra los avatares de una princesa por recuperar su trono y la ayuda que recibe de un avispado samurái. Es un jidai-gekki (una película japonesa ambientada a las tradiciones del pasado) con un fuerte simbolismo, tal como gustaba a Akira Kurosawa.

6.- Barbarroja (1965), el clásico por excelencia en Japón

Fue premiada en España, en el Festival de Cine de Valladolid, donde recibió la Espiga de Oro en 1967 por su profunda mensaje ético. Y en Japón es considerada una obra de culto y una referencia nacional. La película cuenta las aventuras de un médico recién licenciado que solo encuentra pacientes en los bajos fondos. Allí se tambaleará el espíritu positivo y hasta cándido del joven doctor al asistir a la particular bajada a los infiernos de las personas desahuciadas a las que asiste. Barbarroja pone de manifiesto el arriba y el abajo y no solo en el plano social. También se detiene en el espíritu, en esos seres que se empeñan en ser los peores enemigos de sí mismos.

7.- Dersu Uzala (1975), la película rusa de un director japonés

No encontró financiación en su país y se fue a buscarla a la Unión Soviética. Allí le ofrecieron el capital y los medios para realizar esta obra de tintes épicos. Y, en uno de esos avatares de la historia, con ella ganó, nada más y nada menos, que un Óscar. Fue a la mejor película extranjera… Unión Soviética (el país que puso los dineros) y no Japón. Dersu Uzala es un mongol acostumbrado a los rigores de la taiga, de carácter sencillo, afable y también con una particular visión del mundo. Conocedor del medio que le rodea, no puede dejarlo aunque éste le traiga la muerte. En su tierra sabe vivir y es allí donde regresa para acabar sus días. La película, de una belleza visual extrema, tiene como hilo conductor los demonios que atemorizan al hombre y de los que no es posible escapar.  Para el público de habla española (tanto en España como en América), Dersu Uzala es un film muy apreciado. 

8.- Kagemusha (1980), o la imposibilidad del doble

Para mí es una de las más interesantes (advierto que ha sido considerada rara por la crítica) por la temática que plantea: el doble, el otro, el usurpador. Un kagemusha, en Japón, es un doble al servicio de un poderoso. Es una persona dispuesta (u obligada) a morir por otro. Es alguien que se presenta en público para evitar que un personaje importante, odiado o conocido sufra daños. Parece que esto también se hace hoy en día entre políticos o estrellas de Hollywood. El kagemusha de Kurosawa es un condenado a muerte por un delito de sangre. Es lo único que sabemos de él. Aunque no tiene opciones porque su vida se ha acabado, él se empeña en vivir de una forma particular. Porque este doble no se conforma con poner su cuerpo para salvar el del otro sino que va asumiendo la personalidad del “original”. Quiere, en definitiva, ser el otro. Desecha su vida (la cual dejó en un patíbulo recordemos) para empezar siendo alguien radicalmente distinto. Necesita fagocitar al otro para ser él mismo, para poder seguir respirando. Creo que  la originalidad y la profundidad de esta idea ya merecen que nos acerquemos a la obra con cierta curiosidad. Para mí es una de mis favoritas.

 

9.- Ran (1985), la mejor adaptación de El Rey Lear del cine de todos los tiempos

Y sí lo afirmo así rotunda y llanamente porque Ran (Caos en japonés) es sencillamente insuperable, tanto como en lo que se refiere a su puesta en escena como por las transmutaciones (cambios en el lenguaje culto, con perdón) que realiza. Este particular Rey Lear japonés no tiene hijos. Tiene hijas y yernos que se matan en batallas cruentas y dolorosas. En Ran nada es baladí y todo tiene un sentido, desde el color de las ropas hasta las banderas pasando por los significados de los sueños. Por poner solo un ejemplo, las imágenes del castillo en llamas ante un anciano, derrotado, solo, enfermo, desvalido pertenece ya a la historia del arte (y no solo cinematográfico) universal. Ran debería formar parte no solo del acervo personal  y cultural de todo cinéfilo de pro sino que sería interesante, al menos, estudiarse en la asignatura Historia del Arte del colegio. Y no solo por su realización cinematográfica sino también por los símbolos y la temática universal que trata.

10.- Los sueños de Akira Kurosawa (1990) la película más japonesa de Akira Kurosawa

Es la más incomprendida y la que centró mi Tesis Doctoral. Los sueños o Yume está dividida en ocho fragmentos, en apariencia, sin relación, pero que en esencia narra, en clave psicológica, el desarrollo anímico y consecución del sí mismo (el termino de Carl Gustav Jung para la realización personal) de Akira Kurosawa. En definitiva, es una obra autobiográfica en clave psicológica. Comienza con un baile muy particular, el de los zorros (Kitsuné en japonés) que confunden pero que, a la vez, nos invitan a salir de casa, del espacio antropológico, de la zona de confort. En Los sueños de Akira Kurosawa asistimos a un Hinamatsuri (la fiesta de las niñas que se celebra cada 3 de marzo) con toda su puesta en escena colorida y elegante. Por aquí se pasea un Van Gogh que insta a atrapar el momento, a vivir por el arte, a disfrutar de la belleza del Luberon.

En la película hay, también, ejércitos de fantasmas que hablan de los horrores de la guerra y que nos obligan a indagar en nuestra verdad interior. En ella vemos, además, ogros japoneses (onis de cuernos retorcidos) que nos bajan al inframundo donde se sabe la verdad. Y  termina con un funeral colorido, alegre y cantado en una aldea idílica. 

Y todo ello porque, al final de la vida, si se ha cumplido con bondad y buen hacer, nuestra misión en el mundo no hay que despedirse con lágrimas. Más bien hay que estar felices porque la existencia (a pesar de sus luces y sombras) ha sido provechosa para uno mismo y los de alrededor.

Por Candela Vizcaíno

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