Si la literatura mística dio en español las mejores obras de este género en las letras universales, uno de esos grandes nombres es, sin duda, Santa Teresa de Jesús, doctora de la Iglesia y una de las voces más genuinas de esta singular escritura. Junto a su compañero de orden, el también carmelita San Juan de la Cruz, levantó una escritura única e irrepetible en la que la expresión de la experiencia divina adquiere una altura insuperable en la historia de la literatura. Fue su vida una unión perfecta entre la actitud contemplativa o la experiencia de éxtasis espiritual y entre el hacer o el transformar las cosas del mundo. Con problemas con la Inquisición, como todos los reformadores de la época, fundó diecisiete conventos en los que instauró la sencillez y el voto de pobreza a la par que levantaba una obra genuina en la que describe (sirviéndose de la alegoría y la metáfora) sus experiencias místicas.
Biografía de Santa Teresa de Jesús
Nacida como Teresa de Cepeda y Ahumada en 1515 en la ciudad de Ávila hay críticos que señalan que el peculiar carácter de la ciudad (con su gran muralla levantada ante la planicie) incidió en su forma de ser y estar en el mundo en su relación con la divinidad. Imbuida por la lectura de la vida de los santos, desde corta edad tenía clara su vocación religiosa con unos niveles de implicación extremos. Estudió en el convento de las Augustinas de su ciudad natal y antes de cumplir veinte años ingresa en la orden de Carmelo llegando a transformarla totalmente. A la par que leía las Confesiones de San Agustín se sometió a continuados ejercicios ascéticos tan duros que casi le va la vida en ello. Eso le produjo secuelas permanentes que no impidieron que llevara un vida activa, alegre y vivaz.
A raíz de una visión sobre el infierno tuvo claro que tenía que reformar su orden, por entonces corrompida por un dogma que había abandonado el primer mandamiento de Cristo. Esa búsqueda hacia la pureza y sencillez original le granjeó enemigos de todo tipo que consiguieron incluso que fuera procesada por la Inquisición. Sin llegar a la inquina que mostraron con San Juan de la Cruz (torturado salvajemente durante un año) o Fray Luis de León (preso por más de cinco años) no tuvo fácil conseguir la bula papal que le permitía la reforma de la orden.
Santa Teresa de Jesús entre la reforma de los carmelitas y la escritura
No se amedrentó por la persecución y llegó a fundar más de diecisiete conventos según los preceptos de pobreza y sencillez que buscaba mientras levantaba una obra literaria excelsa y única en la literatura universal. No fue el objetivo de Santa Teresa hacer literatura, sino más bien dejar por escrito para sus monjas las visiones y éxtasis que experimentaba. Para ello utilizaba un lenguaje sencillo lleno de alegorías y metáforas en lengua castellana (lo cual también fue criticado y perseguido puesto que se optaba por el latín que solo los cultos conocían). Y, sin proponérselo, creó una obra única que ha entrado en el canon de la literatura occidental.
En una de sus idas y venidas para ordenar los conventos que estaba transformando se sintió indispuesta y paró en el de Alba de Tormes. Allí falleció el 4 de octubre de 1582. Canonizada en 1622 y beatificada 8 años antes, en 1970 fue nombrada Doctora de la Iglesia. Sus restos están esparcidos y expuestos en distintos emplazamientos de la geografía española.
Obras de Santa Teresa de Jesús
La crítica ha dividido su producción literaria en dos bloques distintos. Por un lado, tenemos los escritos de temática mística o ascética y, por el otro, aquellos con una línea biográfica. Dicho esto, ninguna puede considerarse como pura, ya que se mezclan y entremezclan entre sí.
Obras autobiográficas de Santa Teresa de Jesús
1.- Libro grande o Libro de las misericordias o Libro de su vida, que con estos tres nombres se conocen la misma obra, estaba terminado para 1565. Está compuesta por cuarenta capítulos donde va narrando su camino hacia la mística. Es en este título donde se describe el famoso episodio de la transverberación que artistas posteriores dejaron plasmados con distinto acierto hasta llegar al cenit de la conocida escultura de Bernini.
2.- El libro de las Fundaciones es continuación de este primero. En él va reuniendo los diarios, cartas, noticias o comunicaciones referentes a su actividad reformadora en los conventos carmelitas. Se inicia en el año 1567 y el último apunte es de 1582, aunque la crítica acepta que la escritura comenzó en 1573.
3.- El libro de las Relaciones, escrito entre 1560 y 1579, está compuesto por cartas dirigidas a sus confesores (especialmente a San Pedro de Alcántara) en el que va desgranando sin apenas orden o concierto los favores divinos que recibe.
Obras ascéticas y místicas de Santa Teresa de Jesús
4.- El camino de la Perfección, escrita entre 1565 y 1570 tenía un objetivo utilitario, ya que fue escrito para guiar a las monjas hacia la perfección religiosa y para remover las conciencias adormecidas que no luchaban contra la Reforma.
5.- Las Moradas o Castillo Interior es el cenit de la escritura literaria mística de Santa Teresa de Jesús. Fue escrita cuando llevaba probablemente más de 10 años recibiendo visiones y experiencias espirituales. La compuso en el convento carmelita de Toledo a petición de sus superiores como guía para toda la comunidad. Tras una visión, se le aparece la estructura de la misma que está levantada para describir el camino de crecimiento espiritual como
“un castillo todo de diamante y muy claro cristal, adonde hay muchos aposentos, ansí como en el cielo hay muchas moradas”.
Para alcanzar la unión divina, la gracia completa, hay que superar siete pruebas, moradas o paradas. Las tres primeras pretenden abandonar todas las cosas terrenales, las tres siguientes inciden en la iluminación para llegar a la unión mística en la última.
La mística sencilla portentosa como fuente del estilo de Santa Teresa de Jesús
Mujer culta y leída desde niña e influenciada tanto por las novelas de caballerías como por la vida de los santos, todo en ella (desde su vida hasta su escritura) estaba dirigido a un camino de perfección espiritual. El deshojamiento al que sometió su orden para instalarla en la sencillez extrema es también el que define su producción literaria, ya que se olvida de cualquier artificio para poner negro sobre blanco con tremenda sencillez todo aquello que en su alma sucedía. A tal maestría llegó que esas visiones (pertenecientes al plano espiritual, intangible y etéreo) han podido ser plasmadas en obras plásticas. Santa Teresa de Jesús se lo puso fácil a los artistas que llegaron tras ella realizando minuciosas descripciones.
1.- Uso de la alegoría y la metáfora
Sin embargo, la mística, la visión divina, rara vez puede ser descrita en toda su complejidad si se quiere llegar a un publico sencillo con el objetivo de educar o instruir. Eso estuvo siempre en la mente de Santa Teresa. Por eso, el uso de la alegoría (heredada de la literatura medieval) y la metáfora forman parte intrínseca del texto. Y el mejor ejemplo es el inicio de Las Moradas que es su obra canónica.
2.- El estilo en la obra de Santa Teresa de Jesús está condicionado por la intención de sus escritos
De ella se ha dicho que fue “escritora por obediencia” ya que nunca fue su intención. Si escribió, fue guiada por un profundo convencimiento en la necesidad de un cambio transformador dentro de la Iglesia hacia la sencillez combatiendo la corrupción a la que habían llegado la mayoría de las órdenes monásticas. El amor y la necesidad de consejo hacia las monjas que constituían su orden le guiaba en todo momento y así dejó constancia en reiteradas ocasiones. Por eso, todas las obras de Santa Teresa de Ávila están escritas en un castellano sencillo, libre de todo artificio, en prosa (aunque también compuso poesía), en un tono divulgativo a pesar de la temática compleja que aborda. El que eligiera la lengua castellana, ya formada en la primera literatura renacentista no la libró de las críticas, puesto que, en la época, se imponía el latín para hurtar al pueblo inculto cualquier conocimiento.
3.- La sencillez y la falta de un guión previo como características en la obra de Santa Teresa de Jesús
“Pienso poner algunos remedios para tentaciones de religiosas… y lo que más el Señor me diere a entender como fuere entendido y acordándoseme. Que, como no sé lo que será, no puedo decirlo con concierto. Y creo es lo mejor no le llevar, pues es cosa tan desconcertada hacer yo esto”.
A través de sus palabras llegamos a otra de las características de la obra de Santa Teresa de Ávilla: la falta de estructura que parece desorden. No es así en Las Moradas pero sí en el resto de sus libros, que más bien se nos antojan compilaciones más que otra cosa. Ese defecto en el guión hace de estos escritos aún más interesantes, ya que salen directamente del alma de Teresa de Ávila sin apenas filtro dejando de lado cualquier tentación de lucirse con una escritura amanerada o recargada.
Tenemos pues un estilo espontáneo al máximo, sencillo, libre de cualquier artificio y con una finalidad clara que era la de remover los modos enquistados y los vicios de los religiosos de su época. Algún que otro crítico le ha encontrado incluso faltas gramaticales o de concordancia a las que la santa no atendía imbuida en ese deseo por comunicar sus experiencias místicas y ese camino de crecimiento espiritual llevado al máximo extremo. También ha sido anotada por la crítica el uso de diminutivos que se conjugan con expresiones de tipo culto que no merman la sencillez de sus textos.
Fue Santa Teresa de Jesús una mujer culta, compleja en esa doble tarea que era el hacer al máximo (las reformas, los conventos, la escritura incluso) y la introspección más extrema que supone la mística. Sin pretenderlo, levantó una obra literaria única en las letras universales que aún perdura en el tiempo.
Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla