Trenes de lujo | viajar en el Orient Express hoy desde París hasta Estambul

Trenes de lujo |  viajar en el Orient Express hoy desde París hasta Estambul

 

A finales del Siglo XIX, el ferrocarril revolucionó el concepto que, hasta entonces, se tenía de viaje. Con anterioridad al año 1880, fecha aproximada de funcionamiento de los trenes de pasajeros con más empaque, como el Orient Expres, las salidas al extranjero se limitaban al conocido Grand Tour, un largo e incómodo recorrido por gran parte de Europa con destino Italia, aunque había quienes se adentraban en Grecia o España.

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La experiencia era del todo fascinante y ponía en contacto a los miembros de una sociedad endogámica con una cosmovisión radicalmente distinta. Con la llegada de los nuevos, rápidos y lujosos trenes, el Grand Tour prácticamente desapareció para dar paso a un nuevo concepto de viaje, también hoy casi perdido. El Orient Express (con el nombre de Venice Simplon Orient Express) continúa en funcionamiento intentando reproducir el glamour de sus primeros pasajeros. Lo gestiona la empresa Belmond. Decir que esta compañía se dedica a los viajes de lujo es, sencillamente, quedarse cortos tal es la cantidad y la calidad de lugares maravillosos que gestiona.

Viajar en el Orient Express hoy 

Cuando el Orient Express se puso en funcionamiento en 1883, supuso un revulsivo para las clases adineradas (las únicas con capacidad económica para afrontar un viaje de placer) deseosas de conocer mundo. Los vagones originales, recuperados en la actualidad, estaban dotados del máximo confort disponible en la época, como el agua caliente en los lavamanos de los compartimentos privados. A esto se añadía la exquisita decoración (finas marqueterías, sábanas de lino egipcio, cristales de Lalique, vajillas de Limoges…) y el servicio de alto nivel a los que estaban acostumbrados, en su vida diaria, los primeros pasajeros del Orient Express: una mezcla de aristócratas, exitosos artistas, nuevos ricos e intelectuales con desahogo económico.

Todo esto explica, en parte, la fascinación que el Orient Express ha ejercido sobre escritores, novelistas y, más recientemente, cineastas, quienes han sucumbido al encanto de tan mítico tren y no han podido resistirse a la tentación de ambientar sus obras en sus lujosos vagones. Desde Agatha Cristie con Asesinato en Orient Express (1934), llevada al cine en 1974 por Sidney Lumet, hasta Graham Green con El tren de Estambul (1932), pasando por el agente 007 en lucha contra el Doctor No en Desde Rusia con amor (1957), han sido muchas las intrigas, conspiraciones y pasiones literarias que han tenido como emplazamiento este mítico tren.

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Hoy el pasaje es totalmente distinto, pero, cuando se sube al Orient Express, se intenta rememorar esa época de esplendor. El servicio es impecable, los desayunos se sirven en bandeja (literal) de plata, se cena de rigurosa etiqueta, las paradas están perfectamente planificadas y todos aquellos que se han embarcado en esta aventura vuelven garantizando que a bordo se vive una experiencia única.

De París a Estambul en un tren de lujo

Aunque, como en el pasado, se puede hacer un trasbordo complicado, cruzando el Canal de la Mancha, desde Londres hasta Calais y desde aquí hasta París, el trayecto se inicia, en puridad, en la Ciudad de la Luz. El tren sale por la tarde para inaugurar el viaje con una cena con el protocolo antes descrito, poniendo rumbo hacía las ciudades más orientales del continente europeo. El Orient Express, a lo largo de sus más de cien años de historia, ha tenido que ir modificando el recorrido según se iban desarrollando desgraciados conflictos bélicos y la proliferación de regímenes no muy propensos a aceptar el paso de estos trenes por sus territorios.

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Hoy en día, la primera parada se hace en Budapest para conocer esta bella ciudad dividida por el Danubio. Con todos los extras inimaginables, se visita el barroco Castillo Real de Buda, la Iglesia de Matías, el Puerto de los pescadores, la Gran Sinagoga y las plazas señeras. Los que aún se hayan quedado con ganas, pueden hacer una visita al Museo Nacional Húngaro o al Museo de Bellas Artes, el cual exhibe algún cuadro antiguo de la Escuela Española.

El tercer día, en pleno campo de Rumanía y aproximadamente unos ciento veinte kilómetros antes de llegar a Bucarest, destino de la siguiente parada, y tras atravesar Bulgaria de punta a punta, se llega al Castillo Peles, una construcción alucinante de finales del siglo XIX, aunque imitando el estilo del Renacimiento tardío, donde, a igual que disfrutaron los primeros viajeros, se cierra la propiedad al completo para celebrar un almuerzo con todas las galas posibles. La enigmática Bucarest, conocida a principios de siglo XX, como la París del Este o la Pequeña París está esperando al pasaje en su cuarto día de viaje. El recorrido termina, con orquesta incluida, tras cinco noches y seis días de viaje, en los andenes de la Estación Sirkeci de Estambul, ciudad puente entre Europa y Asia y punto final del trayecto.

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En la actualidad, una o dos veces al año la compañía Venice Simplon Orient Express organiza este viaje, tal como se hacía en la época de los locos años veinte. A pesar del elevado precio del pasaje, la demanda es muy alta y hay que hacer la reserva con bastante antelación. Ideal para celebrar cualquier evento importante.

El Orient Express hacia Venecia u otras ciudades europeas

Este es el viaje original que puedes hacer si tienes una economía muy desahogada y te atrae las aventuras en tren. ¡Ni que decir tiene que esta es tu experiencia! También caro (aunque todo es según se mire) puedes elegir otros recorridos. El más "popular" (si se puede utilizar tal palabra para describir un viaje de un lujo de tal calibre) es el recorrido París Venecia. Puedes tomar el tren en Santa Luzia, en la Ciudad de los Canales, o en París. Anque los recorridos varían cada año, hay fletes hacia Viena, Praga, Berlín... Las reservas, aviso, hay que hacerla, incluso, con años. 

Eso sí en todos, ya sea el recorrido clásico hacia Venecia, Estambúl o cualquier ciudad europea, la experiencia es similar. ¿Te apuntas? 

Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla y viajera incansable. 

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