Crítica de la obra Kokoro del japonés Natsume Soseki

Crítica de la obra Kokoro del japonés Natsume Soseki

 

A finales del siglo XIX, Japón se embarca en un proceso de apertura hacia Occidente que propicia cambios sustanciales tanto en lo político como en lo social o cultural e, incluso, en lo religioso. Son cambios que van calando progresivamente en la mentalidad de la población japonesa de tal manera que, en esta época, el carácter del pueblo nipón se transforma para siempre. Estos años son históricamente conocidos como la Era Meiji (1868-1912) y, a la par que todos los estamentos sociales se embarcan en una nueva manera de ver el mundo, también la literatura se hace eco de este sentir para metamorfosearse e inaugurar la novela moderna japonesa.

La literatura japonesa a principios del siglo XX

Antes de esta apertura, la producción literaria japonesa se reducía a la práctica del haiku a la puesta en escena de los distintos teatros nacionales, el Noh, el Kabuki o el Bunraku. Las grandes obras de narrativa como el Romance de Gengi quedaban muy atrás y podría decirse que el desarrollo literario se había estancado.

Si hasta entonces las letras niponas estaban centradas en el canto a los valores del grupo social o de la naturaleza, en el período Meiji (debido a la influencia de movimientos tan dispares como el Naturalismo y Simbolismo franceses o el Romanticismo alemán) los artistas toman conciencia de la existencia del individuo como ser independiente y, por tanto, solitario. Se centran en el individuo que solo se tiene a sí mismo para encontrar la verdad.

Y es en este período cuando surge la novela como género, uno de cuyos máximos exponentes es Natsume Soseki (1867-1916), el creador de Yo el gato y Kokoro. Además, la apertura que realizan todos aquellos ocupados en el noble oficio de escribir, tiene un efecto boomerang y las obras de la tradición nipona, sobre todo el Noh, empiezan a ser conocidas en Occidente y a influir en los autores europeos.

Kokoro de Natsume Soseki

Kokoro, término con múltiples traducciones al castellano, traducciones que van desde “corazón”, “alma”, “espíritu” hasta “mente” o “voluntad”, narra en primera persona (y a dos voces) los conflictos internos de un sensei y su discípulo. El más veterano ha vivido atormentado por un hecho acaecido en su juventud, hecho que ha condicionado toda su existencia y que conocemos hacia al final de la obra: el no haber estado a la altura de un hombre íntegro y verdadero y, por tanto, no ser digno de relacionarse con los demás. Mientras tanto, el joven estudiante va abriéndose paso como buenamente puede entre los primeros conflictos existenciales surgidos a raíz de la enfermedad de su padre y su graduación en la universidad.

Con un lenguaje aparentemente sencillo y simple, Soseki va hilando los finos hilos que conforman la trama y la urdimbre humana, aquello que existe en el corazón de las cosas, en el corazón de lo que somos.

Una obra imprescindible impecablemente editada por esa gran casa especializada en los clásicos que es Gredos. Kokoro es uno de esos títulos de lectura obligada.

Por Candela Vizcaíno

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