Invierno nuclear y la amenaza del fin de la civilización

Invierno nuclear

Invierno nuclear

Imagen libre en Pixabay

 

El 21 de febrero de 2023, en su mensaje a la nación (del que estaba pendiente medio mundo) el presidente de Rusia, Vladimir Putin, anunció que quedaba sin efecto el acuerdo New Start o Start III firmado por Dimitri Medvédev y Barack Obama en 2010. Que se hiciera en el marco del primer año de la Guerra de Ucrania no sonó tan alarmante como todas las declaraciones posteriores involucrando ya definidamente a USA y a China que, hasta el momento, se había posicionado en un calculado segundo plano. No tardaron ni horas en comenzar a sonar las alarmas y a volver a la palestra un término que había quedado dormido desde el final de la Guerra Fría en la década de los ochenta del siglo XX: el invierno nuclear y la amenaza del fin de la civilización tal como la conocemos. Porque, a pesar de que las trompetas de los jinetes del Apocalipsis parecen sonar, de nuevo, en territorio europeo, la gran mayoría de la población es ajena a lo que supondría esta catástrofe a todos los niveles. ¡Por ahora! 

¿Por qué es tan importante el New Start o Start III sobre la no proliferación de armas atómicas?  

Según las últimas estimaciones, Rusia pudiera tener más armamento nuclear incluso que los países de la OTAN juntos (USA, UK y Francia, los únicos que la han desarrollado). Además Rusia ha probado un bomba de 50 gigatones llamada Zar. Vamos a poner más números, ya que comparando se entiende el mundo. La Little Boy, la bomba atómica sobre Hiroshima que liquidó a más de 200.000 personas, tenía una potencia de 16 kilotones. Esto es, la rusa es 3.800 veces más destructiva. Como ella, o parecida, hay miles. Y de aquí la importancia del New Start.  

Por este tratado, ambas potencias nucleares se comprometían a reducir hasta 2027 el armamento nuclear en 1500 unidades por país. Además, se permitían inspeccionarse, sin previo aviso, hasta 18 veces al año. Esto es, Rusia, se podía presentar en cualquier base militar atómica americana avisando únicamente con 32 horas de antelación. Estados Unidos podía hacer lo mismo. Recordemos los números: el compromiso era reducir el arsenal a 1500 unidades por nación con potencias miles de veces superiores a las de Hiroshima y Nagasaki. A estos números hay que sumar los almacenes de terceros países como Pakistán, Irán o Israel. Estamos, por tanto, ante la mayor locura jamás creada por el ser humano amenazando, al día de hoy, con saltar (literal) por los aires.  

¿Qué es el invierno nuclear y cómo afectaría a la vida en el planeta Tierra?  

Por invierno nuclear se entiende el proceso resultante de un conflicto nuclear a gran escala. Como veremos a continuación, ya se han hecho proyecciones barajando varias hipótesis de lo que esto supondría si se circunscribe en el ámbito local o si intervienen las grandes potencias atómicas del momento. Las previsiones de los efectos sobre el planeta superan incluso a las causadas por el meteorito Chicxulub, el causante de la extinción de los dinosaurios y de una hecatombe sobre otras especies difíciles de ponderar con los modelos científicos contemporáneos.  

Porque, tras la explosión de bombas atómicas de gran potencia y a gran escala, sería tal la cantidad de partículas que se liberarían a la atmósfera que por un tiempo (complicado de determinar exactamente, pero que duraría varios años) estas no permitirían que llegara a la tierra la luz del sol. En esta primera etapa, a los millones de vidas (humanas, animales y vegetales) fulminadas por ese primer impacto seguirían los lisiados por la radioactividad con pronósticos inciertos y, en un par de días, la oscuridad ocuparía la casi totalidad del planeta. Al no llegar los rayos del sol a la tierra y a los mares, se produciría una mortandad en los océanos (sin poder prever las posibles consecuencia sobre la diversidad) y terroríficos efectos sobre las cosechas. La producción alimentaria, según los modelos de Nature Food (15 de agosto de 2022)  se reduciría tanto que más de dos terceras partes de la humanidad superviviente de esos impactos moriría de inanición en los años siguientes. 

A la falta de luz se uniría el frío y la amenaza de modificación de las corrientes que al día de hoy mantienen la temperatura del planeta a pesar del cambio climático. La humanidad se enfrentaría, por primera vez en su historia de millones de años, a la extinción casi total, ya que no pueden predecirse los efectos de una radiación a gran escala sobre la reproducción y la gestación. Lo que se abre ante la humanidad, por tanto, cuando los líderes de las grandes naciones hablan (hasta con fanfarronería) de ganar o perder guerras absurdas es, ni más ni menos, que el abismo de la aniquilación total. Y sería de la manera más terrible posible: de inanición y de frío.   

Pocos lugares quedarían a salvo, a excepción de las tierras más australes de Chile, Argentina, Australia y Nueva Zelanda. Y sus efectos serían progresivamente más devastadores cuanto más al norte nos situemos. Si a este invierno nuclear sin luz, sin alimentos y frío unimos el desguace de las redes comerciales y de suministros, el Apocalipsis está servido. La humanidad se enfrentará a una lucha cruenta por la supervivencia personal con encontronazos de toda intensidad con vecinos y extraños, ya que la presión migratoria tendría unos niveles desconocidos. Es difícil de prever los flujos de personas desde las zonas más afectadas hacia las que aún se pudiera arañar algo a la tierra y a los mares. La desnutrición de los que no sucumban a la hambruna, unida a la lluvia ácida, haría el resto. Y la civilización se sometería a su examen más difícil desde el origen de los tiempos, desde que Prometeo robó el fuego de los dioses para regalarlo a los humanos. 

¿Cuál es el estudio que alerta sobre la hambruna en el invierno nuclear? 

Fue publicado en la revista Nature Food el 15 de agosto de 2022  y en él intervinieron doce investigadores de distintas disciplinas. Los autores reconocen que las consecuencias desastrosas de este tipo de eventos producidos por la mano humana superan incluso la devastación por la erupción de megavolcanes o por el impacto de un gran meteorito como Chicxulub que acabó con los dinosaurios. Además, para prevenir los efectos de estos fenómenos, ya se han hecho pruebas con éxito para desviar de su trayectoria a cualquier cuerpo celeste que amenace impactar con la Tierra. Pues bien, estamos trabajando y estudiando la mejor manera de domeñar estos eventos catastróficos astronómicos o naturales y, sin embargo, seguimos ajenos a la actividad humana. Y en el asunto de las bombas nucleares se han traspasado todas las líneas rojas, todas las fronteras prohibidas, todas las reglas del sentido común que es continuar con la supervivencia aferrados al progreso. 

Porque vamos a más. A pesar del impacto sobre la economía y la forma de vida occidental de la invasión de Ucrania por parte de Rusia, un nuevo estudio realizado las últimas semanas entre población estadounidense y británica pretendía medir los conocimientos sobre qué es y qué consecuencias acarrearía un invierno nuclear. Y los resultados fueron sorprendentemente demoledores, ya que tan solo un 15% de los encuestados podían identificar este tipo de Apocalipsis.  Con estos datos (que avalan desconocimiento) es muy fácil jalear la quincalla bélica que se está llevando por delante vidas humanas y amenaza a la humanidad con la inanición y el fin de la civilización. 

Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla

  • No se han encontrado comentarios
Añadir comentarios
image.jpeg Filosofia Historia
 

Mi Último Libro

Cuento infantil
 
el bosque de las respuestas

Utilizamos cookies propias y de terceros para mejorar nuestros servicios y mostrar a los usuarios publicidad relacionada con sus preferencias mediante el análisis de sus hábitos de navegación. Si se continúa navegando, consideramos que se acepta su uso. Es posible cambiar la configuración u obtener más información aquí

Acepto