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Gentrificación, su significado e influencia en los procesos sociales contemporáneos

Concepto de gentrificación y ejemplos

Concepto de gentrificación y ejemplos

Analogicus by Pixabay

 

Por gentrificación se entiende, tanto en arquitectura, urbanismo y ordenamiento social, el proceso por el que un emplazamiento degradado, al ponerlo en valor con nuevos servicios, expulsa a los vecinos tradicionales por otros de mayor poder adquisitivo. La gentrificación supone, en primera instancia, un reacondicionamiento urbanístico con mejores suministros, servicios, jardines y espacios de ocio de todo tipo. Sin embargo, esto va parejo a un aumento del valor de los inmuebles (e incluso de los nuevos servicios ofertados) que desplaza a sus habitantes por otros ajenos al lugar y con ingresos elevados. Gentrificar (verbo ya inserto en la Real Academia Española) significa conservar los viejos valores inmobiliarios adaptados y mejorados para un público no solo con más influencia económica sino también cultural. La vida bohemia chic, hipster y nómada del siglo XXI va unida este proceso. Por ello, los más claros ejemplos de gentrificación suceden en los centros de viejas ciudades que, al ir creciendo, van expulsando hacia la periferia a las clases sociales más desfavorecidas. 

Más allá del significado de gentrificación y su implicación social  

Aunque el término se ha venido utilizando de forma despectiva en las últimas décadas, el fenómeno no es nuevo y apareció por primera vez en un estudio del año 1964 de la mano de la socióloga Ruth Glass (1912-1990). En su investigación se vale del término inglés gentry (referido al estrato más bajo de la encorsetada nobleza inglesa que puede mezclarse con los propietarios sin título nobiliario) y el proceso que, por entonces, se estaba produciendo en Londres. Allí, estos individuos, los gentry, aunque con un nivel adquisitivo alto, ya no podían permitirse inmuebles (con su consiguiente nivel de vida) en ciertos barrios que iban siendo ocupados paulatinamente por la élite económica internacional. Eran estas personas, buscando una mayor cercanía al centro de Londres, las que iban desplazando (normalmente con compras de inmuebles e, incluso, influyendo a nivel político) a los habitantes de los barrios colindantes. Y estas bolsas de nuevos habitantes (con una visión cultural diferente) iban progresivamente influyendo en el vecindario promoviendo o proponiendo nuevos negocios más acordes con su estar en el mundo. 

Así, estas zonas, a la par que se volvían prohibitivas para las clases medias y, por supuesto, para las bajas, se iban llenando de servicios culturales (librerías, anticuarios, galerías de arte…), boutiques elegantes o restauración de alto nivel. El proceso, por tanto, termina expulsando a sus habitantes tradicionales para siempre a la par que pone la semilla (como en una espiral) para un nuevo foco urbanístico prohibitivo, a veces, para quienes originaron el proceso inicial. La gentrificación, además, ha ido aumentando en las últimas décadas en aquellas ciudades con alta demanda turística. Es el caso del centro de Madrid, París o no digamos ya Venecia. En estos emplazamientos, las viviendas de esa clase media-alta o alta cultivada se han reconvertido en residencias turísticas con el trasiego de personas sin la más mínima implicación personal más allá de la emoción de la que disfrutan durante unos cuantos días. Y vamos a más, el proceso irá en aumento exponencial conforme los emergentes nómadas digitales vayan descubriendo nuevos lugares donde instalarse provisionalmente. De alguna manera u otra, estos movimientos de personas que cambian de sitio (por cualquier motivación) sin que lleguen a echar raíces van a ser el motor de cambio no solo de las fisonomías de las grandes ciudades sino también de la manera de relacionarnos. 

Ni que decir tienen que un proceso de gentrificación supone mayores servicios de más calidad orientado a ese público exigente que paga por ir a un museo o que sale a comer fuera a diario. Si bien se desplaza a los vecinos de origen, estos, en algunas ocasiones, vivían en condiciones paupérrimas o directamente al margen de la sociedad. Por tanto, la gentrificación supone una mejora de los centros en los que se producen, ya que no siempre los antiguos habitantes salieron perjudicados de este movimiento. Y nada más hay que apuntar que habrá quién elija, con gusto y sin pensarlo, vivir en los suburbios en una vivienda, amplia, digna, luminosa y limpia preferentemente que en un cuchitril degradado sin servicios aunque esté en el cogollo de una ciudad importante.

Ejemplos de gentrificación 

El término se ha politizado tanto que se arroja ante cualquier inconveniente sin mirar los pros y los contras del mismo. Hay quienes enarbolan banderas de cambio y muchos que se resisten a moverse conforme la marea de los nuevos tiempos. Eso crea conflictos en primera instancia. Sin embargo, pocos procesos de gentrificación (si excluimos al centro y las islas de la Laguna de Venecia convertidos en un auténtico parque temático) resultan negativos para las ciudades donde se producen. Y lo vemos con algunas muestras.  

1.- La Alameda de Hércules de Sevilla, de barrio de prostitución del más bajo nivel a destino chic

Fue uno de los primeros paseos de Europa ganados a finales del siglo XVI a los terrenos enfangados que se producían por el desborde del río Guadalquivir. El barrio se encuentra intramuros. En aquella época se necesitaban nuevos espacios conforme la ciudad iba creciendo, ya que, por entonces, era el Puerto de Indias, la entrada del comercio con América. Se acometió un urbanismo ambicioso y se eligió una zona pantanosa y prácticamente inservible creando un paseo arbolado que fue creciendo a lo largo de los siglos con altos ejemplares y villas nobiliarias o burguesas. Y buen ejemplo de ello es la actual Casa de las Sirenas, hoy espacio artístico y cultural. Sin embargo, este novedosa intervención se truncó a finales del siglo XIX y el paseo con las calles aledañas se llenaron de burdeles, cabarets, cafés cantantes, quioscos y personas de paso que daban servicios a la peculiar demanda de los marineros y militares de paso. Esta degradación aumentó aún más a mediados del siglo XX al pasar a la clandestinidad este modelo de vida, primero, y al convertirse el que fuera aristocrático paseo en refugio de drogadictos y delincuentes a pequeña escala.  

A finales del siglo XX, cuando se comenzó un nuevo proceso de gentrificación de la zona, situada en pleno centro de Sevilla, invocar la calle Leonor Dávalos era, poco más o menos, que nombrar las penas del infierno. Fue posible gracias a iniciativas particulares y también desde instancias gubernamentales. Y esos pequeños negocios de prostitución donde las mujeres nacían, vivían, parían y morían en la misma casa sin ir más allá de doscientos metros a la redonda fueron eliminados. Aunque los datos son inciertos, buena parte de ellas recibieron indemnizaciones para comenzar en otra parte. Paulatinamente, la zona se llenó de gente joven, cafeterías, bares de moda y tiendas que atrae a otro público (universitario y con poder adquisitivo) que ha vuelto a poner en valor un espacio degradado y situado hacía pocas décadas al margen de la sociedad.  

2.- Gentrificación en Puerto Madero en Buenos Aires

Mucho más fácil quizás haya sido el proceso de gentrificación de Puerto Madero en Buenos Aires, capital de Argentina. El proyecto inicial surgió a finales del siglo XIX para permitir la entrada de los barcos y que no encallaran en el fangoso lecho del río de la Plata. Sin embargo, los problemas y falta de previsión de la idea, unidos al aumento de trasiego de los buques de mayor calado y tamaño, para 1930 el lugar fue completamente abandonado por otro emplazamiento más acorde a las nuevas demandas. Se sucedieron las décadas gloriosas de Argentina y Buenos Aires donde se daban cita migrantes en busca de fortuna con exiliados europeos persiguiendo un ambiente cultural propicio lejos de las guerras de Europa. Mientras la capital crecía, Puerto Madero, con fantásticas construcciones en estilo Art Déco, languidecía. Situado justo en el centro de la ciudad, afortunadamente, nunca fue olvidado y hasta el mismísimo Le Corbusier (1887-1965) propuso un plan para rehabilitar la zona. 

A pesar de las sucesivas crisis económicas argentinas desde finales del siglo XX, Puerto Madero (como el barrio de Palermo) ha ido progresivamente rehabilitándose desde iniciativas privadas e, incluso, públicas. Hoy es uno de los mejores barrios de América Latina con viviendas de alto standing, cafés de moda, hoteles de lujo y una amplia zona verde protegida: la Reserva Ecológica Costanera Sur, que se abre entre lagunas y el Océano Atlántico.  

3.- Colonia Condesa de México DF, de la gentrificación a la aristocratización  

Porque este enorme barrio que hace frontera con un espectacular espacio verde donde se desperdigan museos, paseos o auditorios (Chapultepec), ha pasado de estar degradado a un proceso de gentrificación que ha ido hasta la aristocratización. A la par que se han ido rehabilitando las casas unifamiliares (diseñadas en un precioso estilo Art Déco), los locales se han llenado con los servicios para los modernos hipster (algunos de procedencia internacional).  La zona, además, se ha salpicado con los más lujosos hoteles de las más exclusivas cadenas del planeta (el Four Seasons Hotel Mexico City sin ir más lejos). Colonia Condesa se ha convertido en una pequeña ciudad dentro de una megaurbe. Y tiene tan de todo que dispone de su universidad (La Salle), parques (Bosque de Chapultepec), museos (Antropología, Arte Moderno, el bautizado en honor a Tamayo…), librerías (la del Fondo de Cultura Económica, una de las editoriales en español más importantes de las últimas décadas), cafés, restaurantes y precios solo aptos para la nueva élite cultural y económica del siglo XXI. 

El proceso de gentrificación no va a parar y se darán nuevos y mayores ejemplos en las próximas décadas. Ya, incluso, se vislumbran ciudades enteras al calor de las nuevas formas de vida impuestas por aquellos que pueden permitirse el lujo de vivir en cualquier sitio sin echar raíces en ninguna parte (aunque el precio de tal individualismo sea la soledad). Se está viendo (y sufriendo) en distintos puntos de Portugal (uno de los países con más reclamo) y nada más hay que apuntar las cosmopolitas Lisboa y Oporto. Para que la gentrificación tenga lugar es imprescindible las buenas comunicaciones, lugares cercanos tranquilos (o entornos con fuerte seguridad jurídica), subida paulatina de los precios y posibilidad de disfrutar de oferta cultural: espacios de arte, museos, paseos, librerías, cafés… La gentrificación no depende tanto de colegios (ya que este público no es esencialmente familiar) ni de parques ni de servicios para mayores como sí de una oferta dirigida a un consumidor joven y/o de mediana edad acostumbrado a gastar mientras se mueve de un sitio a otro. 

 

Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla

 

 

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