Efecto Gólem o Golem

Efecto Gólem

Efecto Gólem

Candela Vizcaíno

  

El efecto Gólem o Golem (según otra versión ortográfica) es un término utilizado, a partir de la segunda mitad del siglo XX, en psicología y pedagogía y se contrapone al efecto Pigmalión. Ambos toman sus nombres de sendos mitos clásicos y alude a las perspectivas que se vierten sobre la educación de los más pequeños y los resultados que estos obtienen. Vamos por partes.  

Los mitos detrás del efecto Gólem y Pigmalión 

Cuando conocemos cuáles son los mitos que hay detrás de ambos términos entendemos mejor su uso en psicopedagogía.  

La leyenda del Gólem  

La leyenda del Gólem se recoge en el folclore hebreo. Aunque hay algunas referencias a esta criatura en los libros medievales, esta se hace popular a finales del siglo XIX con su gusto por los seres monstruosos en los límites de la sociedad. Drácula, Frankenstein o el Jorobado de Notre Dame son algunos de estos ejemplos. La narración más conocida del Gólem se sitúa en Praga, en el siglo XVI, en el reinado de Rodolfo II de Bohemia. Allí el rabino Judá Leví ben Betzalel o Rabbí Löw o Judá León (según la transcripción al español), un individuo que existió de verdad, crea, según la leyenda, con la ayuda de otros rabinos, una criatura a partir de la arcilla del río Moldava. Tras realizar una serie de conjuros con la Torá y escribir la palabra materia viva o simplemente vida en la frente de la escultura, esta se torna roja y, a continuación, comienza a moverse. 

La criatura se traslada a la judería donde obedece, de forma literal, al rabino sin llegar nunca a hablar. Es un ser cercano al esclavo, simbolización de la masa que se mueve sin ninguna trascendencia. El Gólem, a pesar de que es creado con la altura de un niño, va creciendo hasta alcanzar la talla de un gigante amenazando con su mole a todo aquel que se le acerca. El rabino, para evitar males mayores, borra una letra de la frente del monstruo y en ella aparece la palabra muerte. El Gólem se derrumba y sus restos de barro son guardados en el ático de la sinagoga de Praga donde aún permanecen bajo llave.  

El mito de Pigmalión  

El contrapuesto al Golém es Pigmalión, rey solitario de Chipre cuyas aventuras fueron recogidas por Ovidio (siglo I de nuestra era) en su famosa obra Metamorfosis. El mito nos dice que el rey no encontraba mujer adecuada para que le acompañara. Cansado de rechazar a candidatas, se recluye en su taller donde se dedica al arte de la escultura. Así pasan los días hasta que logra crear, con mármol blanco, una bella y delicada escultura con forma de doncella. Tal es la hermosura de la pieza que el rey le pone un nombre (Galatea) y se dedica a contarle sus cuitas, sus penas, sus deseos y sus sueños hasta que el amor anida en su corazón. 

Aunque las fuentes difieren en la continuidad del relato, todas ellas coinciden en la entrada en acción de Afrodita, la diosa del amor. Esta apiadándose del dolor anímico del desdichado monarca, incendia el taller y, cuando el hombre corre para salvar la escultura, al abrazarla, cobra vida convirtiéndose en una mujer de carne y hueso.

El mito de Pigmalión y Galatea tuvo una fantástica acogida por artistas de todo tipo desde el Renacimiento. Fue adaptado con notable éxito por Bernard Shaw para una obra de teatro estrenada en 1913 y, posteriormente, llevada a la pantalla con el título de My Fair Lady protagonizada por Audry Hepburn. Pigmalión, en esta versión moderna, es un profesor de lingüística que se empeña en transformar o en convertir a una joven de clase baja que encuentra en el mercado en la mejor versión de una elitista dama inglesa. 

El efecto Pigmalión frente al efecto Gólem  

Pigmalion, desde el punto de vista simbólico, significa la fuerza transformadora del espíritu humano. Por su parte, el Gólem es la destructora, la servicial, la obediente y la que no es capaz de generar nada bueno. 

Con este orden de cosas, a mediados del siglo XX el psicólogo Robert Rosenthal (1933) y la maestra, directora de un colegio, Lenore Jacobson (1922) hicieron un experimento con niños de primaria. La mitad de la clase no recibió estímulo alguno y la otra mitad (independientemente de su procedencia, nivel intelectual y origen social) fue guiada con propuestas positivas y de refuerzo emocional. En definitiva, en este último grupo se generó provechosas y altas expectativas sobre los pequeños. Y estos obtuvieron mejores resultados académicos que aquellos que no recibieron ningún tipo de apoyo. A partir de aquí, surgieron estudios de distinta índole que probaron que las expectativas proyectadas en aquellos en proceso de aprendizaje era proporcional a los resultados obtenidos. El efecto Pigmalión quedaba así probado como un método positivo para sacar lo mejor tanto de los niños como de empleados o de cualquier tipo de subordinados.  

Por el contrario, el efecto Gólem alude a aquellos métodos que coartan talentos, libertades y habilidades. Es la cara B o lo negativo que propone Pigmalión. Son aquellas técnicas (especialmente de manipulación) que se ejercen en el ámbito académico, laboral o familiar para convertir a los que están en crecimiento en seres sin opinión ni libertad ni voz, tal cual era la criatura moldeada por el rabino de Praga.  

Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla 

 

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