Reconozco que es difícil hacer una lista con las mejores playas de Cádiz. Y lo es porque hay mucho (en verdad muchísimo) para elegir. Es tanto que el descarte se hace bastante complicado. Los vientos (que se han moderado en los últimos años ¿cambio climático?) dejaron toda la zona fuera de las garras del turismo de masas de los setenta, ochenta e, incluso, noventa. Eso libró a toda la provincia de esos auténticos horrores inmobiliarios (que hoy duelen el alma) que se prodigan por toda la línea del Mediterráneo. Cádiz se quedó apartada e, incluso, olvidada. Ha sido su salvación. Porque cuando se ha vuelto destino de moda (casi al nivel de Comporta y algunos puntos del Egeo) quienes se acercan a estas bellas tierras ya lo hacen con demandas sostenibles basadas en el disfrute de la naturaleza. Y es quizás por esto por lo que te vas a encontrar grandes arenales casi inmaculados, hoteles pequeños escondidos entre vegetación, calas salvajes a las que se accede por empinadas bajadas (Roche por ejemplo), playas para la práctica del surf, escenarios de película (La Caleta en Cádiz capital), ruinas romanas abrazadas por grandes dunas, torres vigías donde anidan especies en peligro de extinción (como el ibis eremita), kilómetros y más kilómetros de naturaleza estado puro… 

Bolonia entre una gran duna y ruinas romanas  

Pocos sitios hay en el planeta Tierra que tengan el atractivo de Bolonia. Aquí la naturaleza se ha aunado con el arte para crear un conjunto único. La playa (que pertenece a la bohemia Tarifa) se ha conservado inmaculada, virgen y salvaje. Termina en una inmensa duna sobre la que se divisa una espectacular vista de toda la cala. Aquí “parece” (y recalco el verbo) que no hay nada, ni chiringuitos ni hoteles ni restaurantes. Sin embargo, no solo es una de las mejores playas de Cádiz para disfrutar de su arena o de su mar sino que, además, por si esto fuera poco, en este entorno te encuentras las ruinas romanas de lo que fue Baelo Claudia. El museo, perfectamente mimetizado con el entorno, es gratis para los ciudadanos de la UE. Es una gozada descubrir y pasear por este asentamiento romano donde se elaboraba el codiciado garum. Era esta una salsa considerada como una auténtica delicatessen a base de aceite de oliva mezclado con vísceras de pescados o moluscos fermentados. 

La Barrosa en Novo Sancti Petri 

De distinto cariz es la Playa de La Barrosa en el municipio de Chiclana de la Frontera. Tanto me gusta que le he dedicado un artículo en este espacio. Y lo es porque desde su llamado Punto Mágico se divisa el castillo de Sancti Petri, un islote frente a la bahía accesible únicamente por barco y donde las leyendas sitúan el mítico Templo de Hércules. Sus fronteras están delimitadas por dos torres utilizadas antaño para prevenir los ataques de los piratas: la de Barro Colorao y la del Puerco. Entre una y otra, escondidos entre pinos, se salpican hoteles de lujo y de gran lujo que se mimetizan con el entorno. Casi a pie de playa te vas a encontrar estilosos restaurantes con servicio de hamacas o de camas balinesas, conciertos al atardecer (memorables en cualquier época del año), alguna escuela de surf, arena dorada y un mar limpio con olas medias aptas para el juego de los niños. La Barrosa, como todo Novo Sancti Petri, atrae un turismo de calidad, internacional y con bolsillos desahogados. No te vas a encontrar grandes fiestas ni aglomeraciones sino más bien un ambiente familiar elitista. 

El Palmar y sus olas para surfear  

Tal es la variedad y la heterogeneidad de las mejores playas de Cádiz que justo al lado de La Barrosa tienes otro hito de la zona, la Playa del Palmar, meca del surf y con marcado ambiente bohemio. Pertenece al municipio de Vejer de la Frontera (uno de los pueblos más bonitos de Cádiz) y a lo largo de su Paseo Marítimo se suceden los mercadillos con ropa playera, bisutería o bolsos de rafia junto a las escuelas de surf, los restaurantes, las cafeterías y… poco más. Aquí no hay ladrillo (¡casi un milagro tratándose de costa!) y el aire que se respira recuerda a algunos puntos del Caribe con sus casetas de colores chillones, autocaravanas, tablas amontonadas, ambiente joven, pasarelas de madera que te llevan hacia la arena y… mucho surf. Las olas son perfectas para iniciarse en la práctica de este deporte que puede disfrutarse incluso en temporada baja (de octubre a mayo). 

El paraíso salvaje de la Mangueta  

También en el municipio de Vejer de la Frontera y a continuación de El Palmar te encuentras La Mangueta. El acceso es tan complicado que la mejor forma de llegar es caminando en dirección hacia otro punto icónico de este trocito de paraíso: el Faro de Trafalgar. La Mangueta se une con Zahora y, en algunos puntos, con marea baja deja entrever un entramado de piedras donde se refugian cangrejos y otros crustáceos. Aquí se mezclan los textiles con los nudistas, los deportistas con las familias, los amantes de los perros con todos aquellos que no les importa caminar para llegar a un trocito de naturaleza salvaje. En la Mangueta han encallado varios barcos y allí se han quedado. No esperes encontrar la mano destructora de la raza humana que para no haber no hay siquiera ni un baño ni un puesto de socorro. Eso sí, la arena está limpia, el mar transparente, la maleza que la circunda conserva todo el ecosistema del bosque mediterráneo y las puestas del sol se quedarán grabadas no solo en la retina sino en los rincones más profundos del alma. 

Castilnovo y su torre contra los piratas 

En Conil de la Frontera tienes la Playa de la Fontanilla, la de los Bateles y la de Castilnovo. Es esta la que se lleva la palma con su torre del siglo XVI contra los piratas. A su alrededor se despliega la arena frente al mar mientras la construcción (dañada en el terremoto de Lisboa) alberga hoy en día una importante colonia de ibis eremita, ave en peligro de extinción. El acceso no es tan complicado e, incluso, hay diseñado un carril para realizar senderismo o recorrerlo en bici. La Torre de Castilnovo es lo que queda de un recinto fortificado que se usaba como faro vigía contra los piratas y refugio de pescadores. Aquí se traía y se hacía el despiece del codiciado atún de la almadraba, el mismo que hoy te van a ofrecer (preparado de mil y una maneras) en todos los restaurantes de esta parte de mundo. Los del inicio de la torre eran otros tiempos, con otra dureza, cuando la naturaleza amiga a veces ponía las cosas demasiado difíciles. Y las piedras de Castilnovo eran un punto al que acudir para refugiarse y abrigarse. Hoy queda la soledad a su alrededor solo rota por el graznido de las aves que disfrutan del aire, del sol, del viento, de la arena y el mar. 

Aunque son todas las que están no están todas las que son. En la lista de las mejores playas de Cádiz falta la de Valdevaqueros con su inmensa duna y el paisaje de velas de kitesurf al atardecer, la de Los Lances pegada al caso histórico de Tarifa, la Playa de los Alemanes en Atlanterra, la de Zahora, la de los Caños de la Meca o las mencionadas preciosas Calas de Roche. En mi descargo digo que es muy difícil elegir porque la línea de costa se ha conservado salvaje, bohemia, seductora y arrebatadora. Esas para otro día.  

Fotos y texto por Candela Vizcaíno